(Hola n.n/ Capitulo 4,
¿Qué puedo contar de él? Fue un poco laborioso
-según yo-
en cuanto a unos detalles de la historia, sin embargo
me dio la escusa perfecta para seguir leyendo ND el cual
tenía abandonado... :v
Ok bueno espero lo disfruten mucho n.n/)
Sus ojos temblorosos, comenzaban a abrirse después de lo que parecía un largo y muy profundo sueño. La visión borrosa, se disipaba lentamente, mientras ella era más y más consciente del mareo y del dolor que punzaba en el costado izquierdo de su abdomen. Su manos derecha, lentamente comenzó a moverse hacia su costado izquierdo que ya punzaba con fuerza. Sin obstáculo alguno, sintió la suave tela sobre su cuerpo.
Su cuerpo reacciono al momento; ignorando el dolor, se incorporó quedando sentada sobre el frío altar de mármol; sentía que había estado dormida por días, aunque no tenía la certeza de saber cuánto tiempo había sido. Un gesto de dolor apareció, acompañado de un rubor en sus mejillas, en su pálido rostro. Bajando la mirada mientras la abría con cuidado, ver como el hermoso vestido blanco cubría su cuerpo; apresurada llevo su mano izquierda a su pecho, su corazón latía acelerado y que se calmaba al sentir aun en su cuello la fina cadena y su dije. Casi de inmediato subió más la mano hacia su rostro notando que su rostro estaba al descubierto. Habían tenido el atrevimiento de raptarla, despojarla de su armadura, desnudarla, y sobre todo dejarle su rostro al descubierto; ahora sentía que su honor como amazona de Athena, había sido pisoteado, y solo conocía una manera de recuperarlo; sin embargo sabía que debía recuperar su armadura primero.
Llevando de nuevo su mano izquierda a su abdomen, justo donde el dolor punzante le molestaba, comenzó a sentir la rígida presión de lo que parecían ser vendajes por debajo del hermoso vestido; comenzó a mover su pies bajándolos del mismo lugar, mirando de un lado a otro, observando al habitación, las paredes parecían estar muy bien conservadas.
─ ¡Maldición! ─Replicaba en voz baja, al mismo tiempo que sus pies calzados con unas finas sandalias tocaban el piso de piedra. ─Aaagh─ Presionó con fuerza los dientes al sentir como la herida le dolía con más intensidad al hacer el esfuerzo para levantarse, hasta lograrlo.
"Bien, tendré que darme prisa, y averiguar la manera de salir de este lugar…" Pensaba mientras que sin paciencia, comenzó a caminar llegando a la puerta, para luego jalando con fuerza mientras los músculos de sus brazos se tensaban. Al abrirla, cruzó la entrada, comenzó a caminar por el largo pasillo que se encontraba a diestra, el cual se dividía justo delante de ella.
El camino se hacía eterno mientras avanzaba con cuidado con sus pisadas sin hacer eco alguno en el largo pasillo, mientras sus manos tocaban la pared para tratar de conservar su equilibrio. Al menos dos presencias se acercaban junto con sus pasos metálicos se escuchaban detrás de ella, sin pensarlo se giró hacia donde los dos seres que se acercaban lentamente. De golpe, escucho como los pasos se frenaban, solo se escuchaba el silencio acompañado del chillido de las enormes antorchas que alumbraban los vacíos pasillos. Aileen levanto su brazo derecho, como si apuntara con su dedo índice, el izquierdo lo retraía junto con su hombro y pie izquierdo, separándolos dejando el derecho por delante, adoptando por completo su posición defensiva, sus ojos verdes entrecerrados mirando al frente. Sus sentidos estaban alertas, su corazón había bajado un poco el ritmo de sus latidos esperaba con paciencia.
De la nada, un siseo en el aire la alerto, ya que una flecha plateada apareció a toda velocidad hacia ella, Aileen la intercepto de inmediato saltando hacia un costado elevando su cosmos, a penas su pie izquierdo logro rozar el piso, comenzó a correr elevando su velocidad hacia las presencias que había detectado, al estar a escasos dos metros de distancia, notó a las dos jóvenes satélites con sus armaduras plateadas, saltando sin el menos esfuerzo, alcanzo tres metros con su cosmos encendido centrándolo todo en el puño derecho que ya estaba listo para soltar toda su fuerza en ese golpe.
Las jóvenes satélites apenas lograron quitarse del camino del puño de Aileen el cual impacto contra el piso, que en el mismo instante y con un estruendo fuerte el piso se cuarteo dejando un pequeño cráter de al menos tres metros de diámetro, siendo empujadas por la onda expansiva del impacto. Las jóvenes satélites, asustadas se levantaban del piso de donde se encontraban, una de ellas levanto su arco preparando una segunda flecha apuntando hacia ella.
─Ngh ¡Maldición! ─La herida en su costado comenzaba a doler el punto de que sentía un calambre intenso. Sus manos se movieron con rapidez al lugar donde sentía el malestar. Su ceño fruncido se marcaba en su rostro, su cuerpo aún seguía demasiado débil, el daño que había recibido había sido de cuidado, el cual ya su cuero resentí con facilidad.
─Deténganse. ─Una angelical voz dio la orden con suficiente seguridad y autoridad, que no había sido necesaria elevar su volumen. Aileen se incorporó con dificultad sosteniéndose en la pared, una sensación viscosa se sentía en la lisa tela del vestido, que se comenzaba a teñir lentamente de rojo. El escenario comenzó a volverse difuso, mientras miraba a las dos chicas paradas a un lado del pasillo, con la cabeza agachada ante una mujer de alborotados cabellos, dejando sus arcos en el suelo parecían afligidas.
"Esa… voz…" Sus pensamientos divagaban, de un lado a otro, en su memoria, algo la llamaba, la angelical voz, había tocado la puerta de algo que en su cabeza peleaba por salir, trato de dar un par de pasos, extendió su brazo intentando alcanzar el rostro de la mujer que estaba delante de ella, sin embargo, todo comenzó tomar un ángulo extraño y de repente, todo oscureció por completo.
"La luz del sol irradiaba con fuerza, su calor abrigaba mientras sus pequeños pies corrían sin parar. El aire en sus pulmones, que se encontraba entrando y saliendo comenzaba a arder dentro de ellos, dificultándole un poco la respiración. Sus cabellos se agitaban con el movimiento y el aire fresco que le acariciaba su inocente rostro. Delante de ella, su lugar favorito, un pequeño prado de flores a unos cuantos metros de su pequeña cabaña.
"Al llegar, estaba aún más ansiosa, en sus ojos verdes se veía el nerviosismos que se reflejaba en todo su rostro mientras se encontraba dando el primer paso entre las flores. Al introducir su segundo pie, alzo los brazos a la altura de su pecho, abriéndose camino entre las flores que se atravesaban en su camino conforme avanzaba. Entrecerrando los ojos, extendió con libertad los brazos para luego dejarse caer de rodillas sobre las flores removiendo su fragancia y dejarse envolver en ella, removiendo los tallos y pasto.
"El ligero estruendo de una rama quebrarse, deshizo el silencio del lugar llamando su atención. Se incorporó casi de golpe con las manos llenar de tierra, Aileen se giró y miró a una niña de al menos ocho años, acercándose lentamente, con algo entre sus puños.
"─¿Qué haces aquí?─La voz asustada de Aileen se escuchaba mientras miraba a esa niña de cabello rojo un poco alborotado en puntas que le llegaba a los hombros, y unos ojos tan azules que parecían dos hermosos zafiros, que miraban con ternura.
"─Perdón si te asuste…─La dulce niña, se acercó con cuidado, Aileen se sentía como si la tratará como un conejo asustado, lentamente se quedaba a Aileen y a un metro de distancia, extendiendo su mano derecha dejo caer y colgando de una fina cadena, un dije en forma de media luna de plata. Aileen, se acercó casi corriendo a la niña tomando su dije desesperada.
"─Es mío, ¿dónde lo encontraste?─
"─Bueno… lo encontré tirado ayer cerca de aquí… no sabía de quien era y… como siempre te veía que venías… supuse que era tuyo... por eso vine a entregártelo. ─Aileen aun un poco asustada miro a la niña mientras asentía tímidamente.
"─Es… un recuerdo…─
"─No te preocupes, yo también tengo un recuerdo…─ La niña sonrió y luego tomo una cadena, cuyos eslabones eran demasiado pequeños, sacando de su blusa, un medallón, era una estrella de cinco picos, rodeada con un circulo y un grabado alrededor de esta sobre los bordes.
"─Natasha.─ La voz de niños se escuchaba a lo lejos, Natasha agitó sus cabellos pelirrojos al agitar su cabeza hacia el lugar donde se escuchaba lo que parecía su nombre.
"─Voy enseguida…─Gritaba mientras agitaba una mano contenta, luego se giró de nuevo mirándola encontrándose sus ojos esmeralda con los ojos zafiro de ella en un momento tan cálido, lentamente la niña volvió a guardar el medallón debajo de sus ropas. ─Lo siento, me tengo que ir. Si quieres vendré mañana, ¿De acuerdo?─ Aileen la vio alejarse rápidamente y se despidió mientras agitaba la mano, despidiéndose, había una mezcla de emociones, estaba confundida, triste y a la vez contenta. Había logrado encontrar su dije, el cual presionaba contra su pecho, y por primera vez en su corta y solitaria vida, una niña se le acercaba sin mostrarle miedo, ni rechazo.
"─Debes tener mucho cuidado con el dije pequeña.─ La voz angelical de una mujer había sonado sobresaltando a Aileen, que girando violentamente, abrió los ojos sorprendida, mientras por instinto retrocedió un paso, su cuerpo paralizado temblaba negándose a obedecer sus ganas de huir. Una mujer, con una capa blanca, le cubría casi por completo su largo vestido blanco y sus pies cubiertos por sandalias. ─Tranquila, no tengas miedo, no te lastimare.─
"Aileen se quedó quieta mientras la mujer se retiraba la capucha de la cabeza, dejando ver el azul pálido de sus largos y alborotados caballos, al igual que blanco rostro y sus ojos verdes, la mujer en un movimiento rápido se arrodillo dejando una rodilla en el suelo, y agachando la cabeza con respeto, para luego levantarla y de la nada, acerco sus manos blancas a las suyas que aun sujetaban con fuerza su pecho, con cuidado. Aun asustada, Aileen miro los ojos de la mujer enfrente de ella y con un movimiento muy despacio, la niña separo una mano de su pecho para acercar a rozar el rostro de la mujer, esta se sorprendió al sentir el tacto de su mano.
"─Te creo.─ Contestaba mientras seguía contemplando sus ojos verdes aun sorprendidos, Aileen cerró los ojos aun manteniendo su sonrisa. De pronto abrió los ojos confundida, clavando de nuevo sus ojos en el rostro de la mujer─ ¿Vives en el pueblo? Tú rostro me es familiar…─
"En el rostro reservado de la mujer reflejaba felicidad en sus ojos, mientras tomaba sentía como al mujer tomaba sus manos y abriendo una con sumo cuidado descubriendo el dije, lo tomo entre sus manos y con mucha precaución sintió como sus cálidas manos rodeaban su pequeño cuello, para luego oír un chasquido al sujetar el broche y luego recorrer la fina cadena hasta llegar algunos centímetros debajo de su cuello, tomando el dije en sus manos.
"─Yo conocí a tu madre… ─Comenzaba a hablar la mujer bajando la mirada la dije, girándolo donde se encontraba una inscripción, mirándola con seriedad.
"─ ¿Conociste a mi mamá?─La mira de Aileen se ilumino al oír sobre su madre, tenían un brillo del cual nunca se le había visto. La mujer alzo la mirada solo para mirar por encima del hombro de la niña y su rostro palideció, para luego volver a mirar a la niña a los ojos con seriedad.
"─Escucha con atención, si necesitas ayuda, sólo lee esta inscripción y alguien vendrá por ti…─Aileen se confundió con la petición de la mujer, alejándose un poco de ella, sin dejar de mirarla.─ Yo sé que te sientes sola, a pesar de vivir con tu padre, ya que también sé que la gente de este pueblo te rechaza, pero yo quiero que sepas que siempre te protegeré de quién sea. Es una promesa.─ Tras decir esto, la mujer se levantó y se colocó de nuevo la capucha sobre la cabeza, luego girando sobre sus talones comenzó a caminar alejándose y perdiéndose entre la multitud. Aileen miro hacia donde se encontraba la cabaña de su padre, mirando como un joven de largos cabellos verdes, vestido con una capa y capucha marrones, entraba junto con la carga a su espalda…"
Abrió los ojos lentamente, giro su cabeza para mirar a una mujer con una armadura que parecía ser plateada. Las dos hombreras sobre puestas en cada hombro, las hombreras superiores parecían tener una gema incrustadas en la parte frontal llena de varios detalles en cada una; el peto que cubría desde su busto, hasta su abdomen con otra gema roja; un cinturón con un diseño irregular con dos detalles que casi podían llegar a tocar le peto. Noto el báculo de media luna, el cual uno de los picos de esta terminaba en la parte superior, y en el centro una punta de una lanza, que era sostenida con fuerza por unas fuertes y frágiles manos blancas que estaban protegidas con una especie de muñequeras que daban la impresión de como si le material se hubiera enroscado desde la muñeca hasta cubrir por completo los brazos.
─Ve que por fin despertaste.─ Ahí estaba otra vez, la voz que hacía eco en su cabeza. No podía quitarle la vista de encima, en un segundo intento incorporarse con lentitud, el vértigo aun hacia estragos en su cabeza impidiéndole recordar, de golpe el sueño regreso a su cabeza; primero la pequeña amiga que le había devuelto su dije, luego la extraña mujer que había dicho que conocía a su madre…─Lamento la descortesía de las satélites, sólo cumplían su deber, que es proteger este templo.
─ ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Cuánto… cuánto tiempo he estado aquí?─Cuestiono con los sentido un poco más alerta, tratando de analizar la situación, no tenía la mínima idea de donde estaba.
─Tienes al menos cuatro días.─De repente Aileen miro como la mujer se arrodillaba poniendo una rodilla sobre el piso, agachando la mirada y bajando su báculo dejándolo colocado en el suelo justo a un costado de ella.─ Le ofrezco mis disculpas por no presentarme como es debido. Soy dama de compañía de la diosa Artemisa, mi nombre es Calisto. Y ahora te encuentras en el Templo Lunar.─
Sus ojos se abrieron más mostrando su sorpresa, Aileen sin pensarlo bajo de nuevo sus pies al piso incorporándose lentamente, acercándose a Calisto, quien ya había levantado su cabeza mirándola, con la misma sorpresa. Con un movimiento rítmico y muy rápido comenzó a elevar su brazo izquierdo y retrasando el derecho, su cosmos apareció de repente a niveles increíbles y la energía a la misma velocidad que comenzó a concentrar en la palma derecha, una puntiaguda uña color rojo sangre brotó de su dedo índice hasta llegar a simular un aguijón de escorpión que se alarga a fin de parecerse a una aguja, la cual ya estaba apuntando hacia Calisto.
─Estaba insegura, sin embargo, tú voz y la manera en la que te presentas me confirmó todo. Hace doce años te mostraste ante mí…─Estando a unos pasos de Calisto quién dudaba levantarse de su lugar─… afirmando que conocías a mi madre. Te haré unas preguntas, y las haré una sola vez. Te advierto que no tengo mucha paciencia.─ Aileen se mostraba una fría hostilidad hacia Calisto, a la vez que parecía mantener su cosmos con la misma fuerza.
─Es cierto, yo te encontré siendo una pequeña niña…─Calisto cerrando los ojos, contestaba con una aparente tranquilidad al mismo tiempo que se incorporaba tomando su báculo del piso y girándose para darle la espalda a Aileen. ─ Sobre quien te trajo, no es importancia, aunque es cierto, que no debía hacerte daño. Y sobre el porqué es algo que yo no puedo contestarte, al menos no por ahora…─
─ ¡No intentes jugar conmigo…!─
─No tengo esas intenciones, sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado, porque todos te rechazaban o te temían, en el poblado donde creciste?─ Aileen se congelo al escuchar la palabras de Calisto, que aun el daba la espalda. Mientras en su cabeza sonaban las palabras de aquella mujer, su ira se disipaba lentamente, bajando su guardia. Calisto se giró con delicadeza mirándola con sus ojos verdes ─ No sólo tu madre, si no tu padre son las razones por las que eras asilada y temida por todos.─
─ ¡Eso no tiene sentido!─
─Tiene más sentido de la que crees… si quieres saber la verdad, será mejor que me acompañes. ─
Aileen bajo su guardia por completo, mirando como Calisto caminaba sin titubeos, ella lentamente comenzó a seguirla con la ligera molestia en su cuerpo. Saliendo de la habitación, los pasillos silenciosos que únicamente se llenaban con el eco de sus pisadas avanzando y del golpeteo de su báculo en el piso. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba detrás de Calisto.
Entrando a una gran sala después de entrar por un gran arco de piedra, se podían apreciar un par de pedestales de piedra, uno de cada costado, de al menos cinco metros de alto los cuales sostenían un gran antorcha en forma de plato con las llamas incandescentes que alcanzaban unos cuantos metros; miró escaleras arriba, las docenas de escaleras adornadas con una elegante alfombra violácea, con bordes dorados que se extendía desde la cima hasta la entrada de la gran sala; en la cima un tono de piedra, tan alto que solo era alcanzado por un grabado de lo que parecía una guirnalda de laurel, en el centro una media luna con las puntas apuntando hacia el cielo; en la cima una escultura de media luna señalando de la misma manera hacia el cielo nocturno que daba la espalda a la enrome y poderosa luna llena, brillando en todo su esplendor. Se encontraba en el punto más alto en el Olimpo, el sitio donde solos dioses tenían permitido pisar, un deseo inconsciente comenzó a crecer en su pecho, ahí estaba de nuevo, ese deseo de mirar con atención a la gran luna, que era la representación de una de las diosas más poderosas en el Olimpo. La hermosa mujer se encontraba sentada en su trono con la mirada perdida a la nada, y solo podía apreciarse el pequeño soporte de oro que sostenía su báculo dorado, que esperaba ser tomado por su diosa, la cual tenía un largo vestido en un tono tan pálido que casi era considerado como blanco.
Aileen solo continuaba avanzando hasta llegar a los pedestales done las antorchas descansaban, en cuanto se acercó ambos estallaron en una leve explosión lo que provoco que las llamas se avivaran, ya no era consciente de nada, solo del rostro cubierto parcialmente con sombras, y de la media luna en su frente, que brillaba con fuerza y era visible desde su lugar. No había notado que Calisto se había quedado atrás, siguiéndola de cerca, sosteniendo con fuerza su báculo. Sólo era consciente del discreto y susurrante llamado de la luna.
El viento frió soplaba en el Santuario, Valery Athena contemplaba con tristeza su hogar mientras sostenía con fuerza a Nike, mientras este jugaba con su largo vestido y sus cabellos revolviéndolos. Su piel sintió un frío intenso, provocando que se aferrara con más fuerza al mirar con deteniendo las trece casas. Podía apreciarse que Escorpio aún estaba vacío, y a pesar de la lejanía podía sentir la tristeza, frustración y desesperanza de sus caballeros. Ya habían pasado cuatro días desde el rapto de su amazona, y nadie tenía ningún indicio de lo sucedido, mucho menos de alguna señal de ataque al Santuario.
─Diosa Athena.─ Una pacífica voz atrajo su atención girándose y mirando con consideración al hombre que le llamaba. Tomo una bocanada de fresco aire y se giró en un movimiento grácil y lento.
─Arles, ¿tienes noticias?─
─No, además ni siquiera su armadura a aparecido… el casco esta resguardado en su templo.─ Athena escuchaba con atención, sin notar que Arles la observaba detenidamente, Athena fijo sus ojos verdes en el viejo Patriarca, sintiendo su inquietud.
─Entiendo…─Athena se limitó a contestar mientras mostraba una fuerza impenetrable. ─Siento tu inquietud Arles. Desde que tengo memoria, Aileen ya se encontraba en las filas de mis caballeros; sabes que siempre me he preocupado por ustedes, ya que para mí su vida es demasiado valiosa, sin embargo, algo en ella siempre se ganaba mi interés, me sentía tan apegada a ella y algunas veces… intimidada, siempre supe que ella no casi no tiene fe en la humanidad, pero estoy segura que ella me protegería…
─Athena…─Arles interrumpió sus palabras mientras miraba al cielo, Athena giro de repente al notarlo el cambio, algo fuera de lo inusual estaba sucediendo.
─Las estrellas… se mueven irregularmente…─ Athena sostuvo con más fuerza a Nike mientras su corazón latía en una carrera desenfrenada. ─ ¡Un dios ha despertado!
Los ojos incrédulos de Arles miraban el cielo, mientras Athena notaba como un resplandor, parecido a un cometa dorado caía de muy lejos justo en el octavo templo, que llamo la atención de todo el Santuario.
El despertar de un dios y la muerte de una guerrera eran el inicio de una nueva amenaza.
