(Amm hola, sé que tarde un poco
en actualizar, pero fue buena la espera y que
retome un viejo proyecto, aprendí un poco de
redacción y puntuación y bla bla bla...
en fin pasaron muchas cosas muy buenas.
Cambié un poquito el estilo.
Pero igual espero les guste
¡disfrútenlo!)
Sus cortos cabellos castaños y su banda roja, mientras eran parcialmente cubiertos por su casco, bailaban de un lado a otro con el cálido viento, cuando se acercaba con cautela a la estatua de Athena.
En silencio se detuvo un par de metros, de la base de esta, se arrodillo un momento ante la estatua y golpeo con fuerza el suelo de esta mientras maldecía en sus adentros. Había paso ya al menos, unas horas desde que la armadura dorada de Escorpio había regresado a su templo, estando junta por completo, confirmando la muerte de Aileen.
Sus ojos marrones alzaron la mirada a un cielo claro que poco a poco iba teniéndose de anaranjados entremezclándose de con él, dejando que su luz ya casi empañada por la penumbra del anoche reflejara desde el lugar que el mismo sol se escondía finalizando un día más anunciando ya la noche en obscuro azul sombrío que ya estaba comenzando a conquistar lo más alto del cielo.
Todo era callado y tranquilo, sin embargo Touma, entrecerró los ojos confirmando que había acertado en sus sospechas. Únicamente había pasado media noche, y un par de horas al menos desde que había llegado la salida del sol. Se levantó y observo con cuidado el cielo, como las nubes se movían a un ritmo extraño. Y en un parpadeo más, la noche había llegado de nuevo.
Se incorporó con rapidez mirando expectante el cielo nocturno, la luna, a pesar de no estar llena, comenzó a brillar de nuevo, parecía acercarse cada vez más que llegaba a un punto que parecía que tocaría el lugar donde la estatua de Athena se encontraba, parecía que solo bastaba extender un poco los brazos para poder alcanzarla.
La luz de la luna brillaba como la luz del sol.
Plumas blancas comenzaron a caer mecidas en un rítmico baile hasta tocar el frío piso.
Los brazos de Touma se colocaron frente al resplandor, sus piernas separaban y colocadas en posición defensiva.
Una elegante silueta vestida de su Glory deslumbrante con la luz lunar, anunciaba su llegada. Sus cabellos rojizos se movían con suavidad enmarcando la plateada mascara que cubría gran parte del rostro, descendió con cuidado, hasta tocar en un silencioso toque le piso.
Touma, inquieto observo la Glory del ángel. Percatándose de tres perforaciones de esta.
En su mente llegaba a imagen de la pluma ensangrentada que Marcus encontró en el templo de Escorpio. Las palabras de Zhang que aseguraba que el intruso estaba herido, antes de huir con Aileen.
El ángel, se acercó un par de pasos hacía el caballero en guardia. Presionó sus puños con rabia al notar la arrogancia del ser que tenía delante.
—Ícaro, ¿acaso te he dado la orden de pelear? —Replico de manera suave y firme una melodiosa voz que venía desde la luz.
El caballero se paralizo al escuchar una voz espantosamente familiar. Otra silueta, se mostraba que se acercaba con un paso lento y grácil. Sus largos vestidos, mecidos al mismo ritmo que sus largos cabellos, se movían a cada paso que daba. Hombreras, un peto, muñequeras, la cintura cubierta era la armadura que estaba sobre puestos al hermoso vestido, y la luminosa media luna sobre su frente. En su mano derecha sosteniendo con fuerza, un báculo que terminaba en una media luna con una punta de lanza en el centro.
Sus pasos sobre el aire eran lentos, instintivamente su determinación iba perdiendo fuerza, mientras trataba de entender que sucedía. Fue percatándose que el ángel bajó su guardia sin ninguna rastro de duda.
—Lo siento, diosa Artemisa. —Contestó Tenshi cerrando los ojos y agachando la cabeza cuando la mujer se había llegado al piso de mármol, observando incrédulo, sus largos cabellos rubios con ese inconfundible tono verdoso, sus delgados labios rosados y sus verdes ojos, ahora fríos y vacíos.
"Los ángeles, son seres que están entre lo mortal y lo divino. Seres elegidos por los mismos dioses; que desde el principio de los tiempos han servido como mensajeros para ellos. Asimismo, es muy sabido que sólo los ángeles realizan misiones ´divinas'" Las palabras de Marcus, se escuchaban en su mente. Todo su ser se estremeció un segundo al ver el rostro de Aileen nuevamente.
Un silencio profundo cuando el rostro inexpresivo de ella, se dirigía hacia el acercándose y deteniéndose al menos a cuatro metros de distancia, dejando a su escolta en el mismo lugar.
—Caballero de Sagitario, trae a Athena ante mí.
—Aileen…
— ¿No has escuchado? Trae a Athena a mi presencia. Es una orden,
Touma instintivamente se acercó a ella un paso con el brazo extendido en un intento por tocarla, aun no podía creer que la tenían enfrente de él. De repente, Ícaro se interpuso entre ambos, y en un movimiento casi invisible, movió su pierna derecha hacia atrás para impactando en su costado izquierdo. El impacto lo lanzo con una fuerza descomunal hacia uno de los pilares que estaban a los costados, tirándolo en pedazos, que caían en un sonido estruendoso, levantando una nube de polvo.
Tosiendo con violencia, empezó a mover los escombros que sentía encima. Su armadura cubierta de polvo, salía a relucir, mirando con dificultad la silueta del ángel.
—La insolencia hacia los dioses cada día peor.
—A-Aileen…
— ¿Aún insistes en llamarme con ese nombre? —Interrumpió en un tono brusco hacia él.
Unos pasos metálicos se acercaban, a toda prisa, Touma sonrió débilmente con un hilo de sangre en sus labios.
Desde las escaleras, el casco Patriarcal, se asomaba al igual que la figura dorada de Nike, acompañada de los múltiples pares de pasos metálicos que seguían detrás de ellos.
La chica manteniendo su semblante indiferente, giro su rostro para mirar la llegada de diez caballeros dorados. Los cabellos violáceos de Athena, se agitaban al llegar frente a ellos, a su lado Arles mirando con asombro el rostro de la joven diosa. Los caballeros dorados dejaron a tras a Athena y a Arles colocándose frente a ellos listos para preparar su ataque.
Incorporándose, por completo Touma guardo su distancia entre él y el ángel.
—Tú… tú fuiste quien se llevó a nuestra compañera. —La voz furiosa de Zhang resonó haciendo que todos estuvieran en guardia. —Ahora dirás quien…
—A esto nos has arrastrado Athena. Un simple humano dando órdenes a uno de mis ángeles.
—Esa voz…
—Es… Aileen. —Touma respondía incorporándose con lentitud, sosteniendo en su mano derecha su costado donde le ángel había golpeado respondiendo la frase sin terminar de Zhang,
—No es posible… —La voz seria de Farid se escuchó sin quebrantar su posición.
—Artemisa… —Athena respondió serena llamo a su hermana abriéndose paso con lentitud entre los caballeros presentes, teniendo la confusión dibujada en sus ojos.
—Athena... —Zhang se apresuró a decir adelantándose un paso, hacia Athena, el ángel rápidamente se movió bloqueando el paso de Zhang mirándolo fijamente.
—Estaré bien. —Susurró Valery al ver la determinación de Zhang y del restos de su caballeros, mirándolos con una tranquilidad que no llegaba a sus verdes ojos.
—Te di una oportunidad. —Artemisa respondió ignorando al resto de los asistentes, con un tono tranquilo y severo a la vez. —Quise entender tu amor hacia los humanos, encarnando como uno. Sin embargo, únicamente confirme que ellos merecen ser exterminados.
— ¡Te equivocas! Ellos pueden cambiar, son capaces de aprender, pueden amar…
—No lo hacen Athena, la prueba es que yo llegué a este lugar de la mano de uno de tus caballeros. El mismo caballero que me entreno para ser uno de ellos. ¿No es así caballero de Acuario? Si confías en el juicio de los humanos, morirás.
—Aileen… —Touma sorprendido, sólo miraba de lejos a Artemisa, que se dio la media vuelta, sin permitir que Athena dijera una sola palabra. Los pequeños pies de ella comenzaron a caminar sobre el aire acercándose lentamente hacia la luna. Ícaro se acercó a ella sin quitar la mirada sobre él.
—No haré nada hermana, pero dentro de unos momentos, te percataras que yo no soy el verdadero problema. —Una breve declaración para luego seguir su caminar perdiéndose en la brillante luz, la cual poco después fue alejándose y perdiendo brillo, hasta regresar a la habitual luz de la mañana.
Acercándose a las altas escaleras que llevaban a su estrado, Artemisa caminaba callada, hasta llegar a los pies de estos. Giro con calma observando con recelo el rostro impasible de Tenshi. Calisto acercándose, observando tranquilamente la escena, permanecía en silencio.
— ¿Es necesario preguntarte lo que quiero saber Ícaro? — Reprendió apaciguada por el suave tono que había usado. Este se había arrodillado ante ella agachando la mirada.
—No podía permitir que ese caballero se le acercase. Por años usted estuvo en contacto con humanos y lo único que hicieron fue lastimarla… —Se interrumpió presionando con fuerza su puño sobre el piso, sin levantar la mirada. Para luego mirar con la rabia en sus ojos a los de ella, dejando su auto control de lado. —No tengo derecho de decirlo por lo que hice, sin embargo, al traerla y ver la cicatriz que tiene en su frente, y pensar en lo que padeció…
Artemisa se acercó dejando su báculo inerte contra el piso de piedra. Y con delicadeza tomo la barbilla de él rozándola mirándolo a los ojos.
—Únicamente obedeciste una orden que cumplía mis deseos, gracias a eso estoy junto a ti. —Las manos frágiles de ella tomaron su rostro obligándolo a ponerse de pie, deslizándolas por su cuello y hombros, bajando por sus brazos y su pecho, acercando su rostro al de él. —Y por ese caballero no te preocupes, sólo me protegiste.
—Diosa Artemisa…
—Hiciste un buen trabajo, ahora ve a descansar. —Alejándose lentamente de él, tomo de nuevo su báculo, al mismo a tiempo, Tenshi se alejaba del lugar y Artemisa se acercaba a donde Calisto la esperaba arrodillada.
—Mi señora, la estaba esperando.
Artemisa no contesto, avanzando unas cuantas escaleras, deteniéndose, y mirar hacia la cima de estas. Sus verdes ojos se irritaron soltando unas lágrimas que corrían por sus mejillas.
—Mi pequeña hermana, está sometida a una absurda idea.
—…
—Sigue aferrada a defenderlos, ella está rodeada de traición, estupidez pero aún así esta dispuesta seguir luchando. En estos momentos Hades está despertando y cuando suceda pondrá de nuevo su vida en peligro.
—Podemos ir a verle, al señor del Inframundo, él podría ayudarla. —La precipitada respuesta de Calisto despertó el interés de Artemisa que se giró, sin antes limpiar su rostro discretamente.
—Haz lo que tengas que hacer.
—Sí mi señora. —Tras decir esto, se puso de pie y salió del lugar discretamente.
Artemisa camino por los escalones hasta llegar a su trono sentándose en este, y colocando su báculo en su pedestal. Sentándose y mirar hacia la nada, su cosmos comenzaba a quemarse, mientras en su mente el rostro de su pequeña hermana seguía grabado.
Tras salir de la sala donde Artemisa se encontraba, Calisto caminaba por los pasillos de roca, con la mirada firme y decidida. Se detuvo un momento cuando el corredor quedaba en una inesperada obscuridad, que era escasamente iluminado por la luz de la luna que entraba con dificultad.
—Veo que has convencido a Artemisa. —Un hombre escondido en las sombras dijo con un tono cordial. —Bien por ti Calisto.
—¿Cuando la verá?—Respondió rudamente sin perder la compostura sin apartar la mirada de él, tomando en sus manos el báculo listo para cualquier posible ataque.
—No tienes por qué estar en guardia, —el hombre contesto despreocupado, comenzando a avanzar hasta que su túnica negra, y sus manos pálidas se percibían.
—Lo estoy. —La furia de sus ojos se encendió sin dejar de mirar al hombre. Girándose por completo hacia este se encontraba. —Hace doce años, encontré a mi señora en un poblado en la isla Delos. Justamente cuando me marche del lugar uno de los espectros del Inframundo estuvo a punto de asesinarla.
—Mejor piensa que pronto se deshará de ese cuerpo humano. Y por supuesto, Athena pagará. Sobre ese incidente, sin duda, un desafortunado encuentro. —El hombre camino para estar a unos pasos de ella. Calisto lo miro directamente a sus vacíos ojos dorados y a la estrella de seis picos brillando con un resplandor violáceo. —Yo le informare de inmediato a mi señor. Pueden verle lo más pronto posible, acaba de despertar, esta esperando su visita.
Sintiendo la mirada de Hypnos en ella trato de mantener la compostura, cuando las antorchas del camino se encendieron y el dios desapareció.
Un largo vestido negro se arrastraba conforme los pasos de una bella joven avanzaban en un caminar rítmico que producía un eco en las sepulcrales corredores del castillo. Los largos pliegues de sus mangas cubrían su pálida piel, sus alborotados y largos cabellos tan negros como la noche se mecían lentamente. En su pálido rostro sobresaltaban sus ojos azules. Se detuvo y miro de reojo hacia uno de los costados.
— ¿Traes noticias, Hypnos?
El dios del sueño apareció arrodillado detrás de la joven con la cabeza agachada.
—Aceptó, mi señora. —Contesto fríamente sin mirar hacia arriba, arrastrando sus largos cabellos.
Se giró hacia Hypnos emanando una imponente presencia. Mostrando su bello rostro y el medallón en de una estrella de cinco picos colgado en su cuello por encima de un poco pronunciado escote que mostraba su pálida piel.
—Ya veo. Tengan todo listo para su llegada, que Pandora las reciba. —Una sonrisa se dibujó en el rostro de la joven mientras hablaba. —Cuando llegue el momento tú y Thanatos deberán estar presentes, y se harán cargo de Calisto, no podemos desperdiciar esta única oportunidad.
