Sus ojos azules observaban como se acercaba la joven Pandora, con sus largos cabellos tan intensos violetas, que podía confundirse con el negro. Del mismo color, sus ojos miraban sin inexpresión a la diosa que estaba sentada en el estrado decorado con unas grandes y extendidas alas demoníacas sobre su cabeza. A sus espaldas de la comandante; una delgada figura de cabellos rubios vestida con un vestido blanco, dejando apreciar su esbelta figura, en el que la ausencia de su armadura, era notoria y una satélite que la seguía con el cuerpo tenso deteniéndose a unos metros del estrado.
—Mi señora. —La voz de Pandora se escuchaba tras haber tomado la larga falda de su vestido negro, arrodillándose y agachando la cabeza, manteniendo baja al dirigirse a ella. —La diosa Artemisa ha venido a verle.
—Bien…—Contestando sin emoción y sin apartar la mirada de Artemisa mostrando desconfianza, su ceño se frunció levemente y las comisuras de sus labios habían bajado un poco. —Retírate Pandora.
—Sí mi señora. —Tras decir esto, obedientemente se incorporó, comenzando a caminar hacia un costado desapareciendo en las sombras. Las manos de Hades, se cerraron formando puños, bajando la pierna izquierda con un movimiento lento, de la derecha. Incorporándose, caminando y bajando los pocos escalones quedando a pie de estos.
—Haz caído tan bajo como Athena. —Las duras palabras de Hades llegaban a los oídos de Artemisa que no la perdía de vista. En menos de un parpadeo, apareció a pocos centímetros de su rostro clavando sus ojos en su rostro. —Reconoces lo que has hecho. De lo contrario, ¿cómo explicarías el miedo que corre por todo tu cuerpo? Te creía más inteligente Artemisa.
—Tuve mis razones…
— ¿Tuviste razones? —Reprochando con un tono más agresivo subiendo un par de decibelios. — Tomar como vasija un cuerpo humano, y encarnar como uno; son dos situaciones muy diferentes, querida sobrina.
Hades se giró elegantemente, agitando con fuerza sus largos cabellos negros, caminando lentamente hacia su estrado, mirando a la diestra, donde se encontraba Hypnos, con sus largos y alborotados cabellos dorados, y al otro lado Thanatos con sus cabellos largos negros. Ambos con los brazos cruzados, manteniendo la vista en ella mientras avanzaba.
—Estoy consciente de eso…
—Responde, ¿qué es peor? Vivir entre humanos, como una de ellos, ser humillada, rechazada, agredida, y ser llevada al Santuario por un caballero. Y luego formar parte de las filas de una diosa que ha olvidado su lugar, para defender algo tan insignificante como son los humanos. O ¡permitirlo como tú lo hiciste! ¡Tu actitud al igual que la de Athena es la razón por la que esa maldita escoria, ha perdido todo respeto por los dioses! —Sus palabras eran directas se habían detenido a la espera de su respuesta.
Artemisa, callada escuchaba la acusaciones de Hades contrayendo el rostro, los gritos retumbaban las paredes del lugar.
—Calisto, déjanos a solas. — Al escuchar las palabras de ella provocaban que las comisuras de los labios de Hades se elevaron a la vista de los dioses gemelos.
—… —Hades había percibido un pequeño titubeo se hizo presente por parte de la satélite. —Como desee.
—Thanatos, Hypnos, acompañen a Calisto.
—Como ordene mi señora. —Ambos dioses contestando al unísono, mientras hacían una reverencia dejando un brazo sobre su pecho. Los consejeros caminaron pasando justo a los costados de Hades que miró de reojo a ambos dioses en una sola fracción de segundo.
La diosa se volvió hacia Artemisa, observando, como los dioses gemelos y la satélite, salían del lugar. Con lentitud se acercaba hacia su sobrina que parecía debilitada y, con su rostro carente de color. Hades al llegar a centímetros de ella, entrecerró los ojos escudriñando su rostro levantó su pálida mano, acercándose al rostro de Artemisa, esta al sentir el frío tacto en sus mejillas entrecerró sus ojos delicadamente.
—Sé que no debí permitirme ese error. —Respondió tratando de contener su voz. —Quiero recuperar mi lugar como diosa. Contrariamente a Athena, he confirmado que los humanos no tienen por qué ser salvados.
—Claro que no. Ahora sabes que su causa está perdida al igual que ella. Pero si quieres recuperar tu lugar como diosa, debes estar dispuesta a pagar tu error.
—… —Titubeando, se percataba de como Artemisa se desviaba evitando al suya. La vergüenza se reflejaba con un ligero rubor en sus mejillas que enmarcaban sus ojos.
—Dilo… —Entrecerró los ojos, sus delicadas manos que tomaban con lentitud su barbilla. — ¿Qué eso que te esfuerzas por ocultar?
—… Me relacioné… con un caballero de Athena.
Tras escucharla, su mano tomó su cuello desprotegido, comenzando a presionarlo con fuerza. Las débiles manos de Artemisa, temblorosas intentaban sin éxito, deshacer la presión sobre su cuello.
— ¡Te atreviste a involucrarte con ellos! —Gritando con fuerza, Hades, contraía su delicado rostro, deformándolo aumentando la presión sobre su cuello. Sus ojos vacíos, desbordantes de rabia que la diosa había sentido tan de repente. Sin titubeos la lanzó directamente al piso, en un golpe seco al impacto, dejándola tirada en el piso. — ¡Esto es mucho peor que lo que Athena ha hecho! ¡Ambas merecen la muerte!
Extendiendo una mano hacia la nada, una funda obscura, apareció dejando a la vista, un par de alas que adornaban la empuñadura con un elaborado diseño y una pequeña piedra roja. Tomando la funda con su otra mano, forzando los músculos de sus delicados brazos, lentamente iba tirando de la empuñadura mostrando un ligero resplandor al sacar la obscura hoja de la espada. En un movimiento casi desapercibido, dirigió la punta de la espada hacia el abdomen de Artemisa, retrayendo el brazo lanzando un golpe en un intento de dar una estocada mortal.
— ¡Nunca intimé con él! —Un desesperado grito que causó un eco en las casi vacías paredes de la habitación. Hades detuvo a pocos centímetros el golpe de su cuerpo.
— ¡¿Ruegas por tu vida?!
—No.
— ¡Entonces, explícate! —Aun con la ira en sus ojos y su rostro descompuesto manteniendo la espada a centímetros de ella. — ¡Dime como permitiste tal estupidez!
—Quise entender su amor por ellos. Planee todo y ordené a Calisto que callara. Cuando llegó el día, ella no sabía que un caballero fue quien me encontró, llevándome a ese mismo poblado donde encontraste a tu recipiente, y dejándome a cargo de un viejo médico. Años después, me localizó, pero debido al ataque ocurrido, el viejo murió y fui llevada al Santuario. —Su débil cuerpo tambaleaba mientras con esfuerzo intentaba incorporarse, quedando de rodillas ante ella alzando sus ojos llenos de rabia. Momentos después, los cerró tranquilamente, agachando la cabeza, con sus cabellos alrededor de su cabeza que dejaron su cuello descubierto, y el volumen de su voz bajaba. —Desde mi llegada, comenzó el entrenamiento para formar parte de la filas de Athena, quien, en palabras del caballero de Acuario, ya había descendido… La humanidad no me interesa, sólo tenía el deseo de proteger a mi hermana. Pero, uno de sus caballeros comenzó a cortejarme
—Y, caíste en su trampa, ¡¿cómo pudiste ser tan ingenua?!
—Lo sé, y aunque no me creas ahora, me arrepiento de no haberlo matado cuando tuve la oportunidad.
—Eso no te escusa de lo que has hecho Artemisa. Dejaste de lado tus obligaciones y es algo que no debe pasarse por alto, y tu lo sabes.
—Quiero deshacerme de este maldito cuerpo humano. Sin embargo, deje de lado mis deberes, y estoy dispuesta a recibir mi castigo sin objeción.
Sin decir nada, suavizando lentamente su rostro, Hades comenzó a introducir la filosa espada en la funda observando vagamente el grabado de esta.
—Hay una manera de logar lo que pides.
— ¿Qué debo hacer? —Artemisa sorprendida levantó su rostro pálido con los ojos abiertos.
—Algo muy sencillo. —Afirmando serena, Hades sin dejar de mirarla, dibujando a la vez una grande y notoria sonrisa en su pálido rostro.
Hypnos, caminando a un ritmo rápido y constante, al lado de Thanatos, miraba el fondo del pasillo que escaso de luz, parecía no tener fin, llenándose del eco de sus pisadas.
—Tranquilízate Calisto. —Hypnos rompió el silencio del lugar, dirigiéndose a la satélite que caminaba a sus espaldas. Mientras con lentitud se acercaban a una enorme puerta, que tenía un exagerado e intricado decorado alrededor de su marco. —Ella no corre peligro.
—Imagino que es sorprendente. Una de los pocos humanos con las que tuvo contacto, es ahora el recipiente que guarda el alma del dios del Inframundo. —Thanatos continuó hablando, ambos hermanos se detenían para extender un brazo y empujar la enorme puerta, que con un rechinido que dejaba entrar una intensa luz. Los gemelos dejaron las puertas abiertas de par en par mostrando la vista, de la terraza, que enseñaba el pálido azul del cielo, las blancas nubes y la intensa luz solar dando la sensación de contemplar un cuadro donde las sólidas columnas de mármol, rodeadas por enredaderas de llenas de verdes hojas y rosas rojas, formaban su marco.
Thanatos e Hypnos pasaron de largo acercándose a la mesa que yacía en el centro del lugar, donde en un movimiento acompañado con un rechinido, se sentaron uno frente al otro. Hypnos tomó la pequeña tetera de porcelana en un lento movimiento, vertiendo el líquido humeante en una pequeña taza, para colocarla en la mesa, justo al lado de un par de ramillas ataviadas de verdes hojas y sencillas flores rojas. Tras esto un leve golpe de las puertas cerrándose se escuchó sin molestarlo.
—No temas Calisto. — Hypnos, comento sin quitar sus ojos dorados del líquido. Tomó la pequeña taza de té, sin titubear en sus movimientos, agitando el líquido con su aliento.
—No te lastimaremos, ¿no es así?
—Así es Thanatos. —Tras terminar de hablar tranquilamente pegó sus labios a la taza dando un sorbo al líquido. Escuchando los pasos de Calisto que obedeciendo se acercó lentamente, hasta quedar a un lado de la mesa.
"Hypnos, esto será interesante." A su mente llegaron las palabras de su hermano, Hypnos ingería tranquilo su bebida, intrigado por la respuesta de ella.
— ¿Qué ocultas Calisto? —La repentina pregunta de Thanatos atrapó por completo su atención. Abriendo lentamente los ojos miró a su hermano, que se concentraba en la satélite con la profundidad de sus inconfundibles ojos negros, tratando de conocer las intenciones de Thanatos. Un breve momento de silencio cubrió el lugar mientras una suave brisa, se deslizaba entre los cabellos de los dioses, este frunció el entrecejo centrando su concentración, esperando la respuesta de la satélite.
"…Ella… no es Artemisa." Hypnos captó el pensamiento de la satélite, echando un vistazo sobre ella, que se encontraba de rodillas sin mirarlos, alejó la taza de té dejándolo en la mesa. Sentía como su malestar crecía lentamente mientras la miraba tranquilo.
—Te equivocas. —Hypnos interfirió en los pensamientos de la satélite. Calisto se paralizó, este sólo aparto momentáneamente su mirada de ella. —Ella es Artemisa.
—Así que dudas de la diosa a la que has servido por años…Cuestionar a un dios de esa manera, es un pecado grave.
—Thanatos, —Entrometiéndose, Hypnos, desvió la vista de Calisto que parecía que su cuerpo tiritaba. —estoy seguro que ella lo sabe. Además Calisto, deberías considerar su estancia en el Santuario, como el inicio de la caída de Athena. Después de todo, ¿no fue por ella que sucedió todo esto?
—Todo lo que padeció, y como era seducida por un caballero de Athena… —Las palabras de Thanatos cesaron al ver como la satélite perdía por un momento el equilibrio, alzando la mirada petrificada. —Sin embargo, logró conservar su castidad intacta.
—Gusano no fue el único espectro que visitó ese pueblo. Tras la imprudencia de Pandora, ordené a Papillon seguirlo de inmediato.
—Nos informó que una de sus hadas, se encontró con ella siendo agredida por algunos humanos, así como de la sorprendente y repentina explosión de un cosmos tan grande que sólo podía pertenecer a un ser divino. Gusano, supuso estúpidamente que se trataba de la reencarnación de Athena. La presencia y la protección hacia ella, por parte de ese caballero dorado, al parecer era su prueba.
—A la derrota de Gusano, Papillon decidió quedarse cerca del lugar, observando como ambos partían rumbo al Santuario. —Hypnos concluyó mirándola directamente.
—Y después, perdiste su rastro por tantos años…
Repentinamente Hypnos cruzo miradas con Thanatos, quedando inmóviles por unos segundos.
"Es hora."
Cerrando sus ojos, Hypnos, movió su mano hasta tomar el par de ramillas de amapolas. Levantándose con cuidado, se acercó a Calisto con sus sigilosos pasos. Al llegar a unos centímetros de ella, la satélite alzó la mirada, con un delicado y acompasado movimiento le ofreció las frágiles amapolas.
— ¿Qué es esto? —Calisto levantó una ceja desconcertada al mirar las hermosas flores.
—La única manera en la que tendrás de regreso a la verdadera diosa. —Incorporándose en un movimiento rápido, la temblorosa mano de Calisto lentamente se acercaba, hasta que tomo con fuerza las ramillas. Hypnos, se volvió mirando con el rabillo del ojo a su hermano que observaba detenidamente la escena. —Ella dormiría profundamente; para cuando despierte, también lo hará su alma.
—Creo que es hora que regreses, o Artemisa estará buscándote.
—…Me retiro. —Calisto salió del lugar sin agregar una sola palabra, abriendo una de las puertas y cerrándola a su paso.
El lugar fue invadido por la fresca brisa que movía las nubes del cielo.
—Desconfía de nosotros Hypnos. —Tras pasar un momento Thanatos rompió el breve momento de silencio del lugar, el dios se levantó con sigilo acercándose a uno de los pilares y tomando una rosa, para luego girarse y sin dejar de mirarla.
—Pero hará lo que sea, por tener de regreso a Artemisa —Hypnos refutó con un tranquilo tono, mirando al vacío del cielo.
—Nuestros planes no pueden fallar.
—No lo harán. —Las comisuras de sus labios se elevaban al mismo tiempo que miraba de reojo a su costado izquierdo, aquel lado donde las sombras de la habitación aún quedaban plasmadas.
Una sombra, tomando una demoníaca forma dejaba caer unos largos mechones rubios al piso, sin dejar de ser avistado por la luz. La presencia se hacía cada vez mas fuerte.
— ¿Me mandó llamar, mi señor? —Su voz masculina retumbaba, al instante que una figura cubierto por la sombra, se había materializado por completo.
—Hay una misión, para ti Morfeo. —Su voz serena respondía, mostrando un inusual brillo en sus ojos. —Una diosa, caerá en un profundo sueño.
— ¿Una diosa, mi señor?
—Así es, la reconocerás en cuanto su alma ingrese al Mukai. Debes mostrarle, las intenciones que tienen de los caballeros de Athena, hacia ella. Cuando suceda, asegúrate que lo crea y que recuerde quien es ella en verdad.
—Como ordene mi señor.
Tras decirlo, sintió a la presencia de Morfeo desvaneciéndose lentamente hasta desaparecer por completo.
— ¿Sus emociones humanas no serán un problema?
—No. Su orgullo como diosa ha sido herido y sus emociones humanas, sólo provocarán e intensificarán el deseo de venganza.
—Entonces esos caballeros tendrán el honor de ser asesinados por una diosa.
—Así es, lástima que Artemisa resultará lastimada en el proceso. Pero no podría volver a ser diosa, sin recibir el castigo que Hades le ha impuesto.
Ambos dioses sonrieron mirando los ojos del otro.
Ahora vigilarían de cerca los pasos de Artemisa, sabían lo que sucedería, y lo que ella conseguiría y perdería en el camino. Un camino que ella marcaría con sangre.
(Y pues, ¿Que les pareció?
Espero les haya gustado,
Aunque tarde un poco en actualizar
lo tengo listo. Digamos que sucedió una
situación mala en un fandom, -con lo que no estoy de acuerdo-
y que por desgracia sucede en muchos fandoms, y admito que me dejó una
sensación muy desagradable, y considere dejar esto sin terminarlo.
Bueno por otro lado, lamento por nos contestar sus comentarios,
pero de verdad EN SERIO DE VERDAD les agradezco que se tomen
un poco de su tiempo, en comentar, en seguirme y sobre
todo en leer mis trabajos, eso no saben cuanto me motiva. 3
Los dejos y gracias de nuevo. Saludos.)
