(Oooh my cat!
Aun no lo creo, estamos entrando
a la recta final de la historia, quisiera decirles
que sucederá pero me reservaré ese dato ;)
Bueno espero sus comentario y teorías si gustan
Espero les guste este capitulo :))
La mirada de Artemisa se mantenía en el monte, mientras caminaba hacia él presionando su mano derecha, el duro metal de su báculo.
A ambos costados de ella, dos largas hileras de satélites blancas y negras arrodilladas con sus arcos sobre el suelo encabezadas por Calisto y los ángeles Ícaro y Teseo.
Los dejo atrás y su cuerpo comenzó a envolverse en una casi repentina energía que hacía que sus cabellos que comenzaron a agitarse suavemente.
Las rocas del lugar comenzaron a removerse, mientras una sacudida debajo de sus pies, que cada vez más violenta removía las rocas dejando la tierra expuesta. Los destellos de luz casi cegadores salieron del interior de la tierra acompañados junto con una fuerte ráfaga de viento al que ella se mantenía inalterable. De la tierra, estructuras de piedra salían deslizándose con rapidez. Las paredes talladas se levantaban sobre el terreno alzándose imponentes hasta casi tocar el cielo dejándolo a sus espaldas el cielo nocturno. La luz de la luna fue obstruida, cuando el imponente templo se había levantado por completo, amortiguando la sacudida lentamente hasta desparecer el estremecimiento de la tierra.
—Diosa Artemisa —Dijo Calisto desde su lugar sin levantar la mirada—, la vigilancia ya ha sido organizada.
Sus pasos andando entre las removidas rocas se detuvieron al escucharla. Artemisa giró la vista hacia atrás, y con el ceño fruncido presionó más su mano sobre su báculo ejerciendo más fuerza al apoyarse.
—Que ocupen sus puestos de inmediato—Ordenó Artemisa girando la mirada de nuevo al camino—. Calisto vendrás conmigo.
—Como ordene—Contestó sin titubeos—. ¡Todas, tomen sus posiciones!
Introduciéndose a los largos pasillos de piedra se hundían en un profundo silencio que era deshecho por los incesantes pasos de Artemisa y de las satélites que iban ocupando sus puestos conforme ella avanzaba. Un arco de piedra solida adornaba la entrada de la sala, y al fondo los alargados escalones seguidos de un trono de piedra y los pilares que dejaban ver la luna que brillaba, llenando de luz el lugar.
Artemisa se acercó adentrándose a la sala entrecerrando sus ojos, sin perder de vista la luna.
—Conozco todo al respecto, sobre la orden que le diste a Ícaro —Dijo Artemisa con la voz serena mientras detenía sus pasos en medio de la sala y se escuchaba un crujido metálico detrás de ella.
—Diosa Artemisa, yo…
—Hiciste lo que tenías que hacer —Interrumpió y con un delicado movimiento, se giró hacia la satélite que tenía la cabeza agachada.
—Si me permite contestarle, no podían vivir después de lo que le hicieron.
—Lo sé —Respondió tratando de restarle interés a sus palabras se acercó a su estrado para sentarse en el con tranquilidad—. ¿Sabes la razón por la que hemos regresado a este lugar, Calisto?
—No, mi señora.
—Hace diecisiete años descendimos en este mismo lugar por primera vez, con el propósito de entender la afición de Athena por los humanos y tú debías asegurarte que estuviera a salvo —Interrumpió sus palabras y agachando levemente la mirada—. Pero ahora, estar aquí nuevamente es el primer paso para conseguir lo que quiero. Debemos terminarlo donde todo comenzó.
—Diosa Artemisa —Habló Calisto con una voz casi inaudible—, sobre eso… ¿ellos intervendrán en el proceso?
Artemisa levantó la mirada contemplando el rostro apacible de Calisto. Después, guío sus ojos hacia su brazo derecho recargado en la fría piedra y con su otra mano tomo la delgada y blanca tela, deslizándola por su pálida piel dejando ver las marcas de este que habían estado en ese lugar por largos años.
—Sí —Respondió fugazmente, deslizando la tela entre sus dedos—, lo harán cuando sea el momento indicado.
Artemisa presiono con fuerza sus puños, mientras mantenía su rostro sereno.
—Señora…
—Retírate —Ordenó sin voltear a verla—. Y llama a Ícaro.
—Sí, mi señora.
Los pasos de Calisto cada vez más lejanos, con lentitud giro su cabeza para ver la espalda de la satélite hasta desparecer de la sala. Se levantó con cuidado de su estrado y comenzó a caminar hacia las columnas que bloqueaban parcialmente la luna dejando el estrado atrás. . Sus ojos perdidos se dirigieron a lo lejos en el espeso bosque detrás de su templo.
"Touma." Pensando mientras el fresco viento acariciaba su rostro. El tiempo había dejado de existir en ese momento, mientras buscaba con deteniendo algún rastro de la presencia de Sagitario, sintiendo únicamente un doloroso vacío al notar la ausencia de este.
—Diosa Artemisa —Llamó la voz de Ícaro a sus espaldas.
Se sobresaltó y su corazón comenzó a latir acelerado. Aspiró hondo y se giró con calma acercándose lentamente hacia el ángel.
—Debo agradecerte por la misión que llevaste acabo, querido Ícaro —Felicitó a Ícaro mientras se acercaba a él—. Sin embargo, puedo sentir las dudas que hay en tu corazón.
—… Diosa Artemisa, ¿puedo preguntarle sobre algo?
—¿Es sobre porque protegí a Sagitario? —Respondió con una pregunta mientras acercaba una mano tomando sus cabellos entre sus dedos para luego rozar el frío metal y la piel descubierta de su rostro—. Él es una de las piezas clave para deshacerme de este cuerpo humano, por esa razón debe estar vivo.
—Nunca quise dudar de usted, pero… —Interrumpió sus palabras mientras cerraba sus ojos—. Desde que la traje de regreso…
Colocó un delicado dedo sobre los labios de Ícaro callándolo y acercándose gradualmente a su rostro colocando sus manos tomándolo con delicadeza.
—Si hubieras fallado de algún modo, no dejaría que estuvieras a mi lado.
—Sabe que haré lo que sea para ayudarla en su propósito.
—Lo has hecho —Contestó con dulzura mirándolo a los ojos—. Al acabar con ese pueblo, me liberaste de mi pasado, y los castigaste por levantar su puño contra mí.
—Sabe que desde que usted me eligió le he servido.
—Lo sé, tu lealtad y tu valor son inigualables. Por eso cuando todo esto acabe, yo misma retiraré esta mascara que tanto te atormenta.
—…
—Pero ahora, necesito que envíes un mensaje, al Castillo de Hades.
Los pasos de Angard y su escuadrón se acercaban cada vez más al trono, donde el Patriarca se encontraba acompañado por el caballero Paul de Acuario a su izquierda y el caballero Rasmus de Piscis a su derecha, ambos con las miradas agachadas sosteniendo sus respectivos cascos.
Angard podía sentía el pesado ambiente que gobernaba el lugar, sus ojos clavados en ambos caballeros dorados, le daban la impresión de que evitaban mirarse. Ignorando la situación, Angard se concentró en los pasos de Dan, Mitgard, Albestor y Carpell detrás de él, se acercaban hasta llegar a unos cuantos metros de los caballeros deteniéndose y arrodillándose ante Arles. Preparándose con cautela, Angard aspiro profundo.
—Angard de Perseo, dame el reporte de la misión —Dijo Arles rompiendo el incómodo silencio de la Sala.
—Llegamos a las orillas de la Isla de Delos… —Contestó Angard haciendo el mayor esfuerzo de no subir la mirada—. En el lugar no encontramos rastros de espectros, pero, los poblados de la isla fueron destruidos… no encontramos sobrevivientes.
—¿Tienen alguna pista de los responsables?
—No, únicamente en uno de los poblados cerca del Monte Kynthos, hayamos señales de una pelea.
Angard subió la mirada un instante, él podía asegurar que alguien dentro de la sala se había sobresaltado al escucharle decir eso.
—Decidimos separarnos para averiguar más sobre esa batalla —Continuo Mitgard de Lagarto tranquilamente a un costado de él—, yo junto con Albestor de Perros de Caza encontramos al caballero de Sagitario herido cerca del lugar.
—¿Sagitario herido? ¿Cómo se encuentra ahora?
—Con ayuda del caballero de Aries lo llevamos a su templo—Afirmó Angard con el ceño fruncido—, el caballero de Ofiuco esta con él en estos momentos. Sin embargo, perdió mucha sangre.
—Por mi parte, junto con Carpell de Auriga y Dan de Cerbero, encontramos un templo. Sin embargo no pudimos acercarnos demasiado, una fuerte presencia se imponía en el lugar.
El Patriarca quedo callado escuchando al escuadrón de plata. Su semblante no revelaba nada, pero en su interior, Angard tenía una extraña sensación que lo inquietaba.
—Imagino que Touma no ha dicho nada. Seguramente su oponente, es el responsable de tal acción—Musitaba con la mirada perdida que parecía mirar al caballero de Acuario—. Entiendo. Pueden retirarse.
Los caballeros de plata asintieron y con cuidado se levantaron para girarse y caminando por el largo camino, Angard centraba su mirada de la gran puerta. Sus piernas trataban de no acelerar sus pasos para lograr salir de la habitación.
La misma inquietud que él sentía podía percibirla a sus espaldas, probablemente proveniente de sus compañeros. El golpe que se escuchó tras cerrarse la puerta de la Sala Patriarcal no lo perturbo ni un solo instante, en cambio le ayudaba a sentir un profundo alivio.
De repente, una mano tocó su hombro captando su atención por completo. Girándose logró ver a Dan detrás de él con el rostro sin expresión.
—Algo te perturba, ¿cierto? —Cuestionó Dan en voz baja, mientras sus compañeros se dirigían a las escaleras.
—Sólo me pregunto, qué es lo que está sucediendo.
—Lo dices por…
Angard miro con seriedad obligándolo a callar de repente, mientras Carpell, Mitgard y Albestor se descendían por las escaleras alejándose lentamente. Esperó unos instantes mientras sus compañeros se alejaban mas del lugar.
—Sí, no hay rastro de los espectros. Y después encontrar de esa manera a Touma de Sagitario, me hace pensar demasiado.
—Lo sé—Contesto Dan soltando un sonoro resoplido—. Desde que la amazona de Escorpio murió cambiaron muchas cosas, y otras comenzaron a suceder.
—Es posible. Entre ellas, es que la desconfianza parece gobernar entre los caballeros dorados.
—De ser así… todo el Santuario peligra.
Angard guardó silencio ante la declaración de Dan. Cruzó sus brazos y comenzó a caminar acercándose a las escaleras, el viento movilizaba suavemente sus largos cabellos rubios que bloqueaban parcialmente su mirada fija en el Santuario, entrecerrando sus ojos observaba los templos de los caballeros dorados.
Ellos eran considerados los más fuertes y sobre todo, la principal protección de Athena, ahora en medio de la amenaza de Hades, y otra que nunca habían esperado que interviniera.
