(¿Qué puedo decirles?
Bueno, no mucho, creo que el capitulo
habla por si solo. Por otro lado ando contenta
porque estoy leyendo LC y la verdad me encanta :3

bueno disfruten este capitulo.)

Sus pasos silenciosos se acercaban al mirar los tambaleantes y obscuros cabellos de la comandante del Inframundo. Una casi notoria sonrisa se mostraba en su pálida piel, pausando su caminar dejando que Pandora se adelantara lentamente.

—Pandora —Llamó a la joven con su voz retumbar en las paredes del castillo.

La chica se dejó de seguir su camino sobresaltándose girándose para encontrarse con su mirada. Tomo las puntas de su negro vestido y se agachó dejando caer una rodilla al suelo bajando la cabeza.

—¿En qué puedo servirle, señor Hypnos? —Contestó con su voz temblando.

—¿Ya han partido los espectros? —Cuestionando con su melodiosa voz, Hypnos plantaba su mirada en la cabellera temblorosa.

—Así es señor Hypnos. Entre ellas, Byuaku encabeza la tropa que atacará la ciudad más cercana al Santuario.

—Buen trabajo, Pandora… —Interrumpió sus palabras, entrecerrando sus ojos y su gento iba desapareciendo lentamente—. A caso, ¿no te atreves a formular tus preguntas en voz alta?

—... Creo que no es mi deber hacerlo…

—Aciertas. No tienes por qué cuestionar las órdenes que se te han dado —Respondió sin emoción en su voz, sin prisa en un movimiento ligero se volvió comenzando a caminar con lentitud—. Imagino que no quieres que se te castigue por eso, o ¿me equivoco?

No espero a que la Comandante contestara, sintiendo como la tensión de Pandora se apoderaba cada vez más de ella.

—Por el momento, envía otra tropa al Santuario, debemos aprovechar la situación actual —Hypnos lograba avanzar por el solitario y largo pasillo evanesciéndose poco a poco hasta dejar el lugar llenándolo con su voz—. No olvides que estamos en medio de una guerra.

Pocos instantes después, su silueta comenzó a aparecer tan lento hasta materializarse por completo, la diosa del Inframundo se encontraba sentada en su estrado mirándolo mientras una leve sonrisa se dibujaba en el pálido rostro de la joven.

Se detuvo a unos cuantos metros de distancia arrodillándose y bajando su mirada.

—Mi señora —Dijo con un pausado tono sin levantar la mirada—, los espectros partieron a las ciudades cercanas al Santuario. Y una tropa partirá hacia ese lugar.

—Perfecto. Ahora debemos esperar a que los caballeros de Athena comiencen a salir y podremos eliminarlos por completo.

—Señora, por otro lado, Artemisa se ha establecido, es mejor que debamos empezar a abrirle paso para que comience a cortar sus lazos.

—Tienes razón —Afirmó Hades con delicadeza con su voz retumbando por las paredes de la sala—. Que Artemisa corte esos lazos es importante, y cuando lo logre, ella nos habrá ayudado a terminar con esta Guerra Santa.

Una sonrisa comenzó a dibujarse en el rostro de Hypnos, sin mirar a la diosa que tenía enfrente de él.

—Ahora recuerda a Artemisa, que debe darse prisa ya que su tiempo se acaba. Por lo tanto, tú y Thanatos saquen a los caballeros dorados del Santuario, ella sabe que debe hacer.

—Como ordene mi señora.


El temblor de sus parpados le hacía distinguir pequeños rastros de luz que intentaban colarse a través de ellos. El silencio del lugar cubría sus oídos que se iba desvaneciendo mientras el canto de las aves comenzaban a escucharse, sintiendo a su vez la sensación de un suave roce sobre su cuerpo semi desnudo, ayudando a su mente a volver a la realidad.

Girando su cabeza con lentitud, un resplandor dorado, igual a los rayos del sol, lo obligaba a cerrarlos, que parecían cegarlo.

—Tomaste tu tiempo en despertar, niño—Afirmó una familiar voz proveniente del resplandor.

Touma intentaba sobreponer el peso de su cuerpo sobre los brazos que tenía recostado en la blanca sabana luchando con la pesadez de sus ojos.

—Marcus…

—Silencio. No te ayudé para hacerle un favor al viejo ni a Athena—Interrumpió bruscamente mientras con un crujido se acercaba lentamente a él sintiendo como la cama se hundía al momento que Marcus se apoyaba en esta—. Me dio curiosidad. Quiero saber, quién fue el que le quitó a Paul el placer de dejarte en ese estado, durante tu misión.

Enfocó sus ojos entrecerrados en el rostro de Marcus, mientras este imitaba la misma acción en su rostro.

—…Es algo que únicamente debo informar al Patriarca…

—Bien, ¿sabes que quería ponerte las cosas fáciles? —Cuestionando al mismo instante en el que Marcus acercaba su cayado dejando la joya muy cercana a él—. Fue Ícaro, ¿estoy en lo correcto?

—No es de…

—Te equivocas. Me incumbe desde el momento en el que no dejabas de murmurar su nombre, mientras dormías —Refutó mirando cómo acortaba la distancia—. Te dejaré algo muy claro; tu posición en el Santuario no es buena. Tanto tú como Acuario, estuvieron muy relacionados con Artemisa desde momento en el que se cruzaron con ella, y por ese motivo, algunos caballeros en éste lugar, cuestionan que tan leales son a Athena.

—Mi lealtad ésta con Athena. Yo la protegeré de quien sea…

—Sí, sí eso ya lo sabemos —Respondió poniendo sus ojos en blanco—. Lo que no sabemos, es si serás capaz de atacar a Artemisa cuando la tengas enfrente.

—¿De qué hablas?

—¿No lo sabes? O, ¿solo finges ignorar todo? La destrucción de ese pueblo fue sólo el comienzo. Cuando te encontraron, el escuadrón enviado descubrió que la isla entera fue devastada—Escuchando la declaración Touma abrió los ojos casi desorbitados mientras Marcus se incorporaba frente a él—, lo único vivo en el lugar, en un imponente templo, es un dios que vive junto con su ejército que lo protege. Y casualmente, poco después, Hades comienza a mover a sus espectros en las cercanías del Santuario, y sé que no dudara en atacarnos en cualquier momento.

—¿Artemisa y el Inframundo…?

—Es lo más probable. Pero, no has contestado, ¿serás capaz de atacarla si la encuentras de nuevo? —Cuestionó dándole la espalda en un movimiento fluido iniciando su camino hacia la salida, deteniéndose por un instante—. Quieras o no, te enfrentarás a una diosa, no a la chica que conociste, ella nunca existió. Debes recordarte, que Artemisa no dudará en matarte si es necesario. Sera mejor que tú tampoco dudes en hacerlo.

Sus pasos continuaron su avance acabando en con el silencio mientras Touma miraba su espalda acercándose a la entrada. Los latidos de dentro de su pecho corrían irregulares, entrecerrando los ojos soltando un sonoro suspiro.

—Por cierto, el viejo vendrá a verte. Dile de mi parte que me uniré a ustedes, esta es mi oportunidad de enfrentarme a Hades y no quiero desaprovecharla.

La figura de Ofiuco salió por la puerta sin decir nada más.

Touma en un golpe seco se dejó caer sobre su cama al instante en que su brazo cubría sus ojos, su respiración se había agitado.

"—¿Que está sucediendo aquí? —Irrumpió Zhang mientras lo escuchaba acercase justo a un costado de él. Con la respiración agitada y alejado de su armadura trataba de mantener los brazos en su posición, sus ojos sólo estaban alerta a los movimientos de la amazona.

"—¡No intervengas Zhang! —Exclamó la joven unos decibelios arriba sin moverse de su lugar—. ¡Esto es un asunto entre él y yo!

"—¡Oye fue un accidente! —Suplicó con la voz calmada mientras miraba fijamente cada uno de sus movimientos—. ¡No tuve la intención de verte!

"Un leve deslizamiento de su pie sobre la tierra, la amazona de Escorpio comenzó a cubrir sus puños con una llameante energía que bailaba como fuego ardiente, mientras su armadura a varios metros del lugar había quedado fuera de su alcance. Aceleró sus pasos acercándose a él, impulsándose por sus pies quedó elevada en el cielo, mientras descendía a gran velocidad, con un puño retraído.

"Touma se impulsó levemente hacia atrás. Mirando como la joven caía con el puño en la tierra, esta se estremeció mientras le crujido se escuchaba resonando sus tímpanos.

"Sus pies dieron un par de pasos hacia atrás, mientras el resto de su cuerpo titubeaba y se estremecía sin poder controlarlo y sin ni siquiera notarlo su piel se había erizado y su cuerpo se mantenía tenso, perdiendo el control sobre este, que se negaba a obedecerlo. Mientras solo podía concentrarse en escuchar los pasos metálicos cada vez más fuertes.

"Su brazo izquierdo se levantaba lentamente, y su dedo índice apuntando hacia donde él estaba, mirando la alargada uña carmesí.

"En su mente aún podía ver el pálido rostro adornados por sus ojos verdes. Ahora bajo el dorado antifaz podía ver el ceño fruncido y sus ojos que pedía a gritos derramar su sangre.

"—¡Aileen detente! —Un grito inesperado, hizo que por una fracción de segundo Aileen girara la cabeza.

"Touma sintió como la tensión de su cuerpo se disipaba recuperando el control. Mientras se alejaba con lentitud y los movimientos delicados de otra armadura dorada acercándose.

"—Regresa a tu templo.

"—Pero, maestro…

"—Es una orden —Ordenó con la voz serena mientras Paul miraba fijamente a Aileen—. No puedes atacar a un caballero sin su armadura.

"Presionó su puños, y sus labios deformándose en una mueca, desvió la vista un momento girándose para comenzar a avanzar deteniéndose un momento.

"—La próxima oportunidad que tenga te mataré, es una promesa."

Touma recargando el peso de su cuerpo en sus brazos sacó los pies de la cama, descubriendo su torso desnudo suspirando ruidosamente. Colocó un poco de ropa mientras acercaba sus pasos hacia la puerta que se encontraba delante de él. Al tomar la perilla de la puerta, abrió la puerta y una alta figura vestida con una túnica negra se asomaba. Touma se colocó una rodilla en el suelo sin agachar la mirada.

—Patriarca, antes de informarle lo sucedido durante la misión…—Declaró mirando los largos cabellos del Pontífice que tenía sus ojos clavados en él—. Tengo una petición que hacerle.

"Yo también cumpliré mi promesa… Artemisa."


Sus ojos entrecerrados se encontraban perdidos.

Artemisa movió su pálida mano a su pecho. Sus dedos acarician el frío metal del dije que aún colgaba de su cuello, mientras sus delgados dedos se enredaban entre sus cabellos.

—Eres decepcionante Artemisa —Se escuchó una profunda voz a sus espaldas.

Un estremecimiento comenzó a descender por su espalda mientras sus brazos terminaban erizados. La presencia que percibía, terriblemente familiar, hizo que posara sus manos sobre la helada piedra levantándose con cautela.

—Hermano —Contestó tranquilamente girándose y mirar de reojo los ojos zafiro que se mantenían sobre ella.

El cielo había dejado de lado el color azul del día, siendo consumido por una sangrienta obscuridad acompañado de negras nubes. Su larga y ondeante túnica se arrastraba con sus acompasados pasos andando entre los pilares. Artemisa dio unos lentos pasos hasta detenerse a unos metros del dios.

—Seguir los pasos de Athena fue una estupidez.

—Estoy consciente de eso hermano —Contestó mientras su cuerpo que se negaba a obedecerle—. Pero solucionare esto por mi propia mano.

El dios se desvaneció de la misma manera de la que había llegado. Sin el más mínimo ruido, Apolo se materializaba quedando frente a ella, tener sus llameantes y oscilantes cabellos rojos provocaron otro escalofrió que recorría su columna, cuando una blanca mano se colocó por debajo de su barbilla, comenzando a ejercer presión sobre la pálida piel girando su rostro de un lado otro.

—Dejaste a un lado tus deberes, interviniste en esta Guerra Santa —Escuchaba mientras sentía como miraba con cuidado su rostro—. No lo conseguirás, sin antes ser castigada.

—Estoy dispuesta a recibir mi castigo, antes de recuperar mi lugar como diosa —Declaró mientras con dificultad metía el aire a sus pulmones.

—A pesar de caer tan bajo, como lograr estar entre sus caballeros, estoy seguro que lo lograrás —Afirmó el dios añadiendo más presión sobre su cuello—. Porque sería una pena verte morir, hermana.

Artemisa guardo silencio, la mano de Apolo deshacía la presión hasta que bajó su mano, manteniendo la mirada en él. Apolo se quedó mirándola un momento y comenzó a alejarse mientras se desvanecía.

—La causa de Athena, es inútil. Por ello, recibirá un castigo en su momento, del cual ni siquiera tú podrás salvarla.

La diosa se quedó en ese mismo lugar mirando como su hermano desaparecía por completo y junto con él las sombras se iban dejando entrar la claridad del azul del cielo. Su presencia se había esfumando y las piernas de Artemisa tambaleaban perdiendo su fuerza haciéndola caer, dejo escapar el aire ruidosamente, su temblorosa mano la llevó a su cuello donde la palpitante presión de los dedos de su hermano aún estaba presente.

El tiempo se acababa, Hypnos se lo había informado, sabiendo que la apuesta por recuperar su lugar como diosa, había subido.