(Capitulo 10, a partir de este punto
las cosas serán mas intensas -según yo :P-
algo que no les comente, es que el roll que
inspiro este fic, terminó en el punto donde Artemisa
se encuentra con Hades, puede que no sea importante,
pero creo que debía aclararlo...
Bueno espero les guste)
El sol había salido y ocultado una vez tras otra repetidamente sin parar, al igual que las constantes peleas contra los espectros de Hades a las cercanías del Santuario. Sagitario sólo podía seguir corriendo entre los árboles repasando en s cabeza buscando el hacia el viejo poblado.
—Touma —Llamó una voz a sus espaldas bajando la velocidad de sus pasos—, debemos ser cautelosos.
El caballero introdujo aire a sus pulmones cerrando sus puños con fuerza, sintiendo como se tensaban, desde la punta de los dedos, cada músculo de su cuerpo luchando por no perder de vista el camino, mientras los pesados pasos de uno de sus compañeros se acercaban lentamente a sus espaldas.
—Pero… está cerca, puedo sentir su cosmos desde este punto.
—Lo sé, pero, incluso con nosotros dos, esta misión es peligrosa —Declaró el caballero dorado mirando como los largos cabellos de Rasmus pasaban por un costado adelantándose unos centímetros—. Además debes guiarnos, tú conoces el terreno.
Movió sus pies continuando adentrándose en los árboles mirando la espalda de Rasmus detenerse. Había olvidado cuantas veces había pisado ese lugar, y aun así sus ojos no se separaban de un camino que ya había memorizado, sin embargo parecía no reconocer.
"—Patriarca, antes de informarle lo sucedido durante la misión…—Declaró mirando los largos cabellos del Pontífice que tenía sus ojos clavados en él—. Tengo una petición que hacer.
"—Habla.
"—¡Permítame regresar! —Exclamó levantando ligeramente la voz entrecerrando sus ojos que se habían puesto en los del Patriarca.
"—¿Tiene alguna relación con lo sucedido?
"El caballero relajó poco a poco su rostro, sus ojos se cerraron bloqueando la mirada del Patriarca.
"—Encontré a Ícaro en el lugar. Afirmando que ese pueblo había recibido su castigo —Afirmó con una extraña sensación en su garganta, y con la imagen de aquel hombre muriendo ante sus ojos.
"—Entiendo. Entonces debemos pensar que ese lugar fue devastado, por órdenes de Artemisa.
"—Patriarca…
"—Ahora no podemos bajar la guardia —Interrumpió tranquilo girándose un poco hacia su costado—. Al igual que Athena y el Santuario, las villas cercanas corren peligro.
"—Pero, ¿y si en verdad esta aliada con Hades? —Replicó presionando sus puños con fuerza, luchando al mismo tiempo con su cuerpo que pedía levantarse—. Por eso, más que ahora deseo cumplir con la misión que me encomendó hace cinco años.
"—Deberías quedarte, —Una voz acompañada de unos estrepitosos pasos se escuchaban a espaldas del Patriarca—. Acaso, ¿te perdonarías si algo le sucediese a Athena debido a tu petición? Supongo que no.
"Touma notó como un caballero se acercaba, deteniéndose hasta alcanzar a ver los pies del caballero dorado. Rasmus se detuvo y se reclinó contra la sólida piedra del muro, cruzando sus brazos y encontrando su casi despreocupada mirada sobre su rostro.
"—Aunque sean hermanas, Artemisa representa un peligro para Athena, por lo tanto, —Exclamó el Patriarca—, partirás únicamente cuando alejemos los suficiente a los espectros del Santuario. Rasmus junto a unos caballeros partirán en ese momento. Sólo recuerda que tu misión será más peligrosa, ahora que ella ha despertado."
Su mirada se desvió de los largos cabellos de Rasmus mientras él tensaba su cuerpo, sus ojos buscaban algo entre los gruesos troncos que obstruían el sendero, sintiendo algunas presencias aproximándose.
Los parpados de Artemisa se cerraron amortiguando lentamente la resplandeciente luz de su cosmos.
Tensó sus manos, mientras su corazón había comenzado una carrera desenfrenada sintiendo como su satélite se aproximaba. Un poco de su aliento salió de entre sus labios y su mano se movió hacia su dije.
Entreabrió los ojos dirigiéndolos a la entrada de la sala, mirando los delicados pies asomarse debajo de su vestido, mientras disminuía la distancia entre ambas. A uno cuantos metros de ella, bajó la mirada para hacer lo mismo con su cuerpo que quedó arrodillada.
—Diosa Artemisa, he enviado un grupo de satélites a detener a los intrusos.
— Lo sé—Musitó sin apartar sus ojos del lugar—… Ha llegado el momento, Calisto.
—Señora…
—Hay algo que debes hacer…
Sosteniendo su peso en sus pies logró incorporarse bajando los escasos escalones se acercó a su comandante que había subido la mirada perdiendo todo rastro de color en su rostro.
A escasos pasos cerró los ojos en un solo instante, su alma comenzó a salir de su cuerpo con un débil brillo, mientras este perdía el equilibrio dejándose caer hasta tocar el piso, en tanto su alma volando al atravesar los pilares de piedra se desvaneció por completo.
Los espesos arboles pasaban borrosos a sus costados, y sin deshacer la presión de sus puños, Touma avanzaba sintiendo como el cosmos de Artemisa parecía haber desaparecido por un instante.
Se detuvo, girando su vista a su alrededor buscando algún indicio, en su mente las imágenes del camino parecían no ser reales a lado del actual estado del lugar.
"Maldición…"
Resopló con fuerza centrando sus atención a su alrededor, mientras detrás de él sentía los cosmos de sus compañeros avanzando, y las presencias de las satélites que habían ido a emboscarlos, desapareciendo una a una.
Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro al sentir como Rasmus se acercaba. Sin embargo, su cuerpo se paralizó por completo, la presencia de Artemisa, repentinamente se hizo presente sintiéndose cada vez más fuerte, y él únicamente hizo que sus pies se movieran sin pensarlo.
Hábilmente comenzó a moverse entre los troncos y los espesos arbustos sobresaliendo entre el camino. Ya nada podría detenerlo, lo sabía muy bien.
Repentinamente un destello, logró colarse a través de la obscuridad del bosque. Aceleró la velocidad de sus pasos logrando vislumbrar un espacioso rio. Los arbustos que se atravesaban, en un sonoroso crujido de sus ramas era pisoteados por los apresurados pasos de Touma, Pocos instantes le tomó cruzar el espeso bosque, encontrándose el mismo lugar donde se había encontrado con Ícaro.
Sus pasos perdían velocidad y sus ojos observaban a los alrededores en busca de Artemisa.
La luz del sol se reflejaba en el rio, el silencio se apoderaba del lugar sintiendo que sólo su acelerado corazón era lo único que podía escucharse.
Levantó la mirada al claro cielo entrecerrando los ojos sintiendo que su cuerpo se tensaba. Las nubes comenzaron a moverse cada vez más rápido, el azul del cielo poco a poco se teñía a un anaranjado pálido, que progresivamente, junto al sol se iba acercando a su habitual escondite.
Las estrellas comenzaron a refulgir para hacer compañía a la parcial luna que iba levándose en la cima del cielo, que irradiaba su luz con fuerza.
—Sé a qué has venido —Dijo una delicada voz que resonaba como un eco.
—… —Titubeó descomponiendo su rostro, comenzó a dibujar una sonrisa sin abrir sus ojos.
Una tenue luz comenzó verse cada vez más intensa entre el campo, la silueta de un largo vestido blanco que ondeaba ligeramente, iba materializándose mientras los largos cabellos de la diosa descendían. La fantasmagórica silueta brillaba opacando la luz de la luna que la acompañaba.
Artemisa lo miraba apacible desde su lugar.
Sin decir ni una sola palabra, la figura de ella comenzó a acortar su distancia, deteniendo su avance su brazo intento levantarse, sólo bastaba eso para poder tocarla, y con inercia frenó su avance manteniéndolo en su lugar. Sus puños se cerraron presionando la armadura con un crujido.
Entrecerró sus ojos sintiendo como ella indagaba en su mirada. Una sonrisa muy débil comenzó a dibujarse en sus labios mientras Touma sentía como su cuerpo comenzaba a temblar al sentir el roce de sus delgados dedos.
—Tranquilo caballero… —Susurró sin dejar de mirarlo al mismo tiempo que se acercaba lentamente a él—. Pronto terminará.
Artemisa fue acortando la distancia hacia su rostro, hasta que un delicado movimiento sintió el toque de sus labios en los suyos. El delicado movimiento de ellos se detuvo y sintió como sus dientes presionaban su labio inferior, reaccionando al sentir el dolor alejándose de ella.
Se separó con un movimiento lento, simultáneamente un cálido líquido comenzó a fluir desde el labio y recorrer su camino hacia su mentón.
—¡¿A qué estás jugando?¡
Artemisa detuvo su movimiento sin apartar su mirada. La mano derecha del caballero se acercó a su espalda tomando un con un objeto dorado pentagonal moviéndola nuevamente hacia el frente, que casi de inmediato se desplegó formando un arco.
Con su otra mano lo sostuvo fuertemente, llevando al mismo instante, su mano hacia su hombrera, en este un pequeño y alargado destello se asomó formando una flecha dorada y el gesto de Artemisa se iba desvaneciendo.
El caballero colocó la flecha escuchando el hilo del arco crujir mientras lo tensaba, con su dedo índice, al igual que la punta de la flecha apuntando hacia el pecho del alma de la diosa.
Un fulgor comenzó a provenir de la presencia de Artemisa haciendo sus cabellos levitar y agitarse con suavidad.
—Cumpliré con mi deber, Artemisa.
Soltó el otro extremo de la flecha que con un silbido cada vez más notorio, se movía cortando el viento acompañado de un destello que reflejaba la tenue luz de la luna.
La flecha se detuvo frente a ella. Únicamente miro como la flecha viró ciento ochenta grados volviendo a silbar acercándose cada vez más, a él. Un golpe seco se escuchó al impactar con el tronco de un viejo árbol, mientras un ligero ardor en su mejilla era acompañado de otro cálido hilo de sangre.
La diosa levantó uno de sus brazos, moviéndolo hacia un costado dejando caer la delgada tela que cubría su piel y un arco dorado armado una flecha que movió colocándolo justo enfrente de sí.
Alzó su mirada clavándola en el rostro del caballero que parecía estar inerte en el mismo lugar, al mismo instante el arco oscilaba delicadamente.
—Estas emociones humanas… morirán contigo, Touma.
Lentamente la diosa cerró los ojos, casi en ese mismo instante miró como la flecha se acercaba hacia él.
Inesperadamente, sus oídos quedaron ensordecidos por el estrepitoso crujido de su armadura fragmentándose.
Mantenía la mirada clavada en el arco de la entrada de la sala de su diosa, sus pasos habían perdido su velocidad hasta detenerse casi en la mitad del largo y solitario pasillo.
Con el corazón acelerado, se iba haciendo más consciente de como una de las presencias de los invasores se había desvanecido hasta desaparecer por completo, mientras iba acercándose, al lugar donde únicamente ella era la única que podía entrar.
Sus delicados dedos empujaron la gran puerta abriéndose, en un elegante movimiento atravesó el portal, empujando la puerta detrás de sí para cerrarla en un golpe sordo. Delante de ella, entre las tinieblas opacadas por los pocos rayos de luna que entraban entre los pilares, mirando lo que con recelo resguardaba.
Sus pasos lentos disminuían la distancia cada vez más. Entrecerró sus ojos sin apartarlos de su rostro. A llegar al filo del pedestal donde Artemisa se encontraba con una cadente respiración.
Sus ojos giraron hacia los pilares, el alma de la diosa se encontraba de pie al lado de su cuerpo, la cual se introdujo rápidamente en su pecho.
Su rostro se ilumino mirando como el pálido color de su rostro iba recuperando su color, y los parpados de la diosa temblaban abriéndose pausadamente.
—Diosa Artemisa…
Repentinamente, Artemisa arqueó la espalda mientras contraía su rostro.
—Ngh… —Un gemido salió de sus labios, sobresaltando a Calisto ante tal reacción.
Abrió sus ojos al ver tal reacción, mientras que veía la sangre comenzaba a manchar la tela que cubría su pecho acompañando al carmesí líquido que había salido de la comisuras de sus empalidecidos labios.
El resonante crujido del metal desquebrajándose anuló la tranquilidad del sitio.
"¡Diosa Artemisa! ¡¿Qué está sucediendo?!"
Parecía que su mente distraída y confundida se paralizaría al notar como sus manos terminaban ensangrentadas.
