La elegancia de sus movimientos sobre las cuerdas, mostraba la habilidad con la que tocaba cada nota y desprendía las suaves melodía de su réquiem maldito, al mismo tiempo que su pálida piel se erizaba en el momento en que cada nota terminaba y la otra comenzaba.
Teniendo sus párpados cerrados, su mente se perdía entre los alaridos de dolor y miedo llegaban a su mente, dándole un cántico a las mortíferas notas en su violín, en ésa espesa oscuridad, podía ver los rostros deformados por la desesperación, a medida que captaba la adictiva sensación de su oscuro cosmos se consumía lentamente, en malignas llamas, envolviendo su frágil cuerpo.
Las notas, cada vez más largas, melancólicas y agudas, daban fin a la mortífera melodía, a su vez, apagando lentamente su cosmos hasta extinguirlo por completo.
Sus ojos abriéndose poco a poco, dejando pasar gradualmente, la escasa luz del ventanal opaco frente a ella. Los frívolos ojos se habían clavando a la nada, sabiendo que a medida que sus espectros avanzaban, dejando muerte y destrucción, sintiendo la omnipresencia de una total desolación.
Un ligero estremecimiento recorrió su espalda, recordando los alaridos de los hombres y mujeres; así cómo los sollozos de miedo y desaliento de los niños suplicando por sus vidas, mientras, se las arrancaba entre las sombras, por sus frágiles manos.
Un crujido levemente ruidoso en los rincones de la sala, se escuchó a sus espaldas, acompañado de unos casi silenciosos pasos que se acercaban a ella con mesura.
—Lamento interrumpirla, pero he traído noticias importantes del señor Minos y su ejército —Pandora rompió el silencio a sus espaldas.
—¿Cuáles noticias, Pandora? —Contestó sin apartar la mirada del exterior.
—El señor Minos se ha acercado a una de las villas cercanas al Santuario, pero me han informado que fue interceptado por uno de los caballeros dorados.
La joven se giró agitando sus cabellos, entrecerrando los ojos encima del pálido rostro agachado de Pandora qué miraba al suelo.
—Ése caballero no me interesa —comenzó a presionar con más fuerza el arco de su violín, acercando la punta de éste al pálido rostro de la chica—. Confío que Minos se deshará de él, y quién se atraviese en su camino. Lo importante, es saber si Calisto cumplió con su parte del trato.
—La Comandante de la diosa Artemisa, ha aislado al caballero de Acuario, lo suficiente, como para que incluso al caballero de Aries, le sea imposible intervenir.
Un sonoro estruendo se escuchó proviniendo de la puerta de la entrada de la gran sala.
La joven diosa levantó su mirada perdida, para observar detenidamente al que espectro avanzaba rápidamente, cada vez más con el resonar de sus pisadas. Llegando a la altura de Pandora, dejando caer una rodilla en el piso y agachó la mirada sin pronunciar sonido alguno. Una sonrisa apareció en su rostro para desaparecer casi de inmediato, mirando rápidamente los ojos oscuros de su comandante.
—Sigue al tanto de sus avances, e infórmame de inmediato de algún cambio.
—Cómo deseé, mi señora.
En un movimiento elegante y fluido, Pandora se levantó, girándose, arrastrando sus negros vestidos, acercándose a la puerta, y en un movimiento rápido salió cerrándola detrás de ella.
Giró la mirada hacia los cabellos azules del joven espectro, que poco a poco comenzaba a levantar la mirada, atisbando débilmente su reflejo en sus ojos azules.
—¿Qué te ha traído hasta aquí, Klaus? —La joven rompió el silencio mirando a Klaus, dibujando una sonrisa forzada, acompañando a su tono amable. Notaba cómo los duros rasgos del joven se suavizaban tras una fingida ternura plasmada en su rostro.
—... ¿Puedo hacerle una pregunta, mi señora?
—Últimamente has evitado éste lugar. Y ahora, ¿vienes con ésa petición? —Clavó sus ojos en él, observando la tensión de su rostro para luego bajar la mirada al suelo, el joven espectro presionó uno de sus puños provocando un crujido—. Si tanto es tu interés, puedes hacerla.
Un pequeño sobresalto sacudió el cuerpo de Klaus para que el joven levantará la mirada.
—¿Usted se enfrentará a Athena?
—Desde la era del mito, nos hemos enfrentado. Eso no terminará hasta que uno de los dos muera. —La joven interrumpió girándose, avanzando hacia el ventanal delante de ella, descomponiendo su dulce apariencia, con un rostro frío—. Pero, mientras llega el momento, deberás ir a las afueras del Santuario e interceptaras al caballero de Acuario y tendrás que mantenerlo alejado y con vida. Creo que es tiempo de que ustedes se vuelvan a ver, ¿no lo crees?
El crujido de su sapuri se escuchaba, seguido de unos pesados y metálicos pasos a sus espaldas retumbaban en las paredes de la oscura sala y en un ruidoso golpe, dejándola en una profunda soledad.
Con su rostro iluminado escasamente, entrecerró los ojos esbozando una sonrisa en sus pálidos labios, mirando difícilmente el reflejo en el cristal.
"Ha llegado el momento de visitarte Athena. Por fin nos veremos nuevamente."
Sus pequeños pies se movían entre los ventanales, rodeando la sala. Paso a paso, comenzó a desvanecerse, mientras se movía con lentitud, pasando su delicado cuerpo entre los colosales ventanales de la sala, hasta desvanecerse por completo del lugar.
Su mano sostenía con presión sobre Nike. Los latidos de su corazón retumbaban acelerados en su pecho, sin señal de disminuir su velocidad, manteniendo la mirada en los límites del Santuario, tratando de ver a las presencias malignas que se acercaban a la villa de Rodorio.
—Todo estará bien, Valery —Dijo Yoshino a un costado de ella.
Athena giró la mirada ligeramente hacia él, y encontrarse con los ojos marrones del caballero de bronce, dibujando una sonrisa débil.
—Me preocupa la seguridad de la gente de las villas —Volvió la vista rápidamente a lo lejos del templo de Aries, dónde una sorpresiva explosión y el cosmos de Jason habían aparecido, sintió cómo si su corazón fuera a detenerse ante tal exposición de energía—. Jason ya de dirigió allá para detenerlos, incluyendo al escuadrón que está refugiando a los pobladores... Él es fuerte, él derrotará al enemigo sin problemas. Además, los demás caballeros dorados y yo estamos para protegerte a ti…
Repentinamente, los cielos azules comenzaron a teñirse de un color púrpura, intensificándose a cada segundo hasta alcanzar un tono casi negruzco, lleno de nubes espesas que evitaban el paso de la luz del sol.
—Éste cosmos... —Susurró sin dejar de mirar al frente, tensando su cuerpo, presionó con más fuerza a Nike interponiendo entre ella y la presencia.
—Han pasado más de doscientos años, Athena —Una voz la interrumpió, alzó la mirada y una hermosa joven de largos cabellos negros miraba hacia abajo.
Repentinamente giró sus mirada a un costado con una notable repulsión—. Y cómo siempre, tienes que mantener a tu lado a Pegaso.
Levantando su mirada al cielo, logrando ver las largas vestiduras negras sondeando en el aire, mientras sus largos cabellos meciéndose al ritmo de los alborotados vientos, algunos cubriendo parcialmente el delicado rostro pálido de la chica.
Con dificultad logró ver cómo Yoshino caminaba unos pasos acercándose a las escaleras, tratando de acercándose a la joven.
—¡N-no es posible! Valery, es…
—… Es Natasha...
Se podían escuchar los retumbantes sonidos de los truenos, que daban la impresión de que el cielo se desgarraba por completo, mientras la joven permanecía inmutable.
—No Athena, Hades, el dios que reina en la oscuridad y la muerte —Un espeluznante relámpago comenzó a caer, naciendo en una de las cargadas nubes, hasta tocar el mármol del altar, detrás de la joven, ensombreciendo sus rasgos, por un instante pudo ver la silueta maligna, los tres pares de alas extendidas y el espada del dios del Inframundo—. No me confundas con está chiquilla, que su única utilidad es ser resguardar mi alma. Pero basta de tonterías, terminemos definitivamente con está guerra, Athena.
Valery con el ceño fruncido y el cuerpo tenso, manteniendo la mirada en los ojos de la joven poseída. Movió sus delicados pies dejando a Yoshino de ella, conservando la calma, aspirando profundamente aire, observando los movimientos del dios.
Extendiendo una mano enfrente de ella, una esfera violácea se originó en está, alumbrando su rostro con el mismo resplandor.
Ésta escapó de la manos de ella acercándose rápidamente hacia su posición. Una cálida aura comenzó a rodear su cuerpo y acercando a Nike interponiéndose entre ambas.
El impacto se desvió a su alrededor en una agitada energía que agitaba sus largas vestiduras blancas y sus cabellos.
Su brazo sentía un segundo impacto que tendrá lograba golpear con más fuerza, percibiendo el impacto de la esfera. Sentía cómo sus delicados pies se paralizaban a cada nuevo ataque que le lanzaban. Brevemente, en una fracción de segundo, podía sentir cómo los ataques habían cedido.
De reojo, fugazmente pudo ver un afiliado brillo acercarse a ella, a una peligrosa velocidad.
Un par de brazos la tomaron por la cintura, sus pies se alejaron de un salto del mármol, para aterrizar a unos cuantos metros de dónde momento antes se encontraba, y ahora estaba Natasha. En sus delicadas manos, estaba la filosa espada del dios del Inframundo. Frunciendo el ceño, Valery podía ver cada vez más la de la apariencia de Hades en ella.
—Era tras era, tu cobardía empeora —Habló mirándola fijamente extendiendo su mano, señalándola con el extremo de su espada—. Defender a la humanidad, por encima de los dioses, y no sólo eso; arrastraste a Artemisa contigo. Siempre encuentras una manera, más osada de desafiarnos. ¡Pero pronto recibirán el castigo que merecen!
Natasha extendió su brazo, intentando levantar la espada. Un destello azulado se interpuso entre ambos, los castaños cabellos de Yoshino se agitaban con violencia al impacto de su puño envuelto en su cosmos.
—Tienes razón, Valery —Yoshino habló mientras una estela azulada chocaba con la palma de la joven en una aura violácea, casi negruzca, en un visible forcejeo entre ambos—. Natasha nunca haría algo cómo esto...
—¡Maldita escoria, siempre estás interfiriendo! —Exclamó la joven alzando su espada y retrocediendo su brazo apuntando hacia él— ¡Muere Pegaso!
—¡Yoshino!
Valery abrió los ojos, mientras veía la afilada arma acercarse al caballero. Entrecerrando los ojos, dio un ligero y retumbante golpe con Nike en el frío mármol y su cosmos se encendió en una afectuosa y noble llamas cubriendo el lugar.
—¿Qué sucede? Mi cuerpo... No responde... —Sus ojos descendieron lentamente al suelo, observando como los ojos de joven, bailoteaban por todo el altar. Pudo ver que el espada de Hades, había quedado demasiado cerca del cuerpo de Yoshino—. ¡Maldita seas, Athena!
—¡Yoshino, aléjate de ella!
Yoshino se giró a mirarla, y con la mirada insegura obedeció. Valery comenzó a acercarse a Natasha, que mostraba un rostro descompuesto y tenso. Mostrando ligeros y torpes movimientos tratando de liberarse.
Algunas nubes iban despejando el cielo, mientras iban moviéndose lentamente, dejando algunos espacios dónde el azulado cielo podía asomarse junto con los intensos y calurosos rayos del sol.
—Te equivocas, Hades —Valery se detuvo a algunos pasos de ella, notando el temblor de su cuerpo tratando de liberarse, aumentando la presión sobre Nike—. Artemisa sabía que era tiempo de que yo encarnara aquí, en la Tierra. Mi única intención fue hacerle entender porqué peleo. Porque mis caballeros pelean y sacrifican sus vidas, al defenderme y defender las mismas cosas y seres que las fuerzas del mal se han propuesto destruir. Nunca fue mi intención que encarnara cómo humana. Y tú en ésta era, tomaste esa oportunidad para utilizar a Artemisa en tus planes.
El cosmos de Athena fue intensificándose gradualmente, mientras tanto, el desagrado en el rostro de Natasha aumentaba.
—¡Maldita, Athena! ¡Aléjate!
—Debes dejar que la señorita Athena se concentre, Yoshino —Una voz distante a un costado se escuchaba aproximarse silenciosamente—. Lamento la tardanza, diosa Athena.
Valery asintió sin apartar la mirada de la joven. Sus cabellos oscuros iban aclarándose poco a poco, tomando un tono rojizo, miro cómo Natasha agachó la cabeza temblando. El cosmos de Hades se desvanecía poco a poco, y la creciente luz solar se hacía presente junto con la violencia de otro cosmos atacando.
"Yoshino... Klaus..."
Athena sintió un escalofrío que recorrió su espalda, mientras observaba como Natasha caía de rodillas aún con la espada de Hades en su puño.
Arles llegó a su lado con unos papiros erguidos en su mano derecha. Los sellos con su nombre, escritos con su propia sangre, era la única manera de encerrar a Hades hasta expulsar su alma de Natasha.
—Yoshino, mantente alejado.
—¡Maldito anciano! —Una espectral voz mezclada con su dulce voz, se escuchaba salir de los labios de Natasha—. Ahora te recuerdo... Junto con Athena, tuviste el atrevimiento de despojarme de mi cuerpo, hace más de doscientos años...
—Así es, Hades —Mencionó el Patriarca acercándose a la par con ella—. Y ahora liberaremos a esta chica inocente y nos aseguraremos que permanezcas en el Inframundo.
—¡Te equivocas...! ¡Su alma está destinada a...!
—¡Natasha!
"Valery... Lo siento... N-nunca quise hacer tanto daño..."
La voz de Natasha se escuchaba resonando en las pilares del altar, sintiendo toda la angustia de su alma.
Un movimiento inesperado la sobresaltó, podía observar cómo su frágil mano presionaba con esfuerzo el mango de la espada. El temblor de su cuerpo movía con dificultad la punta del arma hacia su abdomen.
"L-lo siento, Valery, Yoshino, pero sólo así, Hades dejará de causar daño... S-sólo, les pido… que protejan a Klaus, por mí…"
Athena abrió los ojos como platos, mirando cómo el arma que apuntaba hacia su cuerpo parecía poner resistencia en el letal ataque.
Una explosión se produjo provocando una ventisca y polvo que agitó sus largos cabellos, cubriéndole el rostro, cerrando sus ojos y apagando sus cosmos. Los furiosos vientos fueron deteniéndose lentamente, abrió sus ojos, y con dificultad, podía ver la larga túnica de Arles detrás de la armadura de Pegaso, entre las dos grandes sombras que se dibujan en el mármol; asociadas a un par de cosmos oscuros y las estrellas violáceas y negras esbozadas en las frentes de las espectrales sombras.
—Valery, libera a Natasha —Yoshino rompió el silencio sin girar a verla, colocando su cuerpo tenso listo pelear—, el Patriarca y yo te protegeremos.
Athena giró sus ojos, observando como los cabellos rojizos de Natasha, nuevamente iban pintándose de negro, mientras que la punta de la espada iba descendiendo hacia el piso, una sonrisa lúgubre que se dibujaba en su pálido rostro, clavando sus ojos en los de ella. Giró su mirada a las sombras de los dos dioses gemelos vistiendo sus armaduras, que de encontraban levitando en el aire a metros del altar.
"¿Pensaron que dejaríamos al señor Hades indefenso?"
La espectral y grave voz del dios del sueño, Hypnos, habló llamando su atención, mientras, un vórtice comenzó a abrirse rápidamente detrás de ellos, un portal, desconocido, un universo en parecía que el infinito era su límite, que una peculiar fuerza los atraía a su interior, una misteriosa e hipnótica fuerza aplastante. Era una distorsión del espacio y tiempo, dónde sólo los dioses podían adentrarse sin dificultades.
—Realmente los humanos son estúpidos… y tú ya has sido infectada con esa estupidez… — Natasha contestó con un susurro, alzando la mirada, y perdiendo cada vez la luz de sus ojos.
Valery bajó velozmente sus ojos al suelo, mirando como los sellos por debajo de sus pies, se iban rasgando hasta desaparecer, conforme los fragmentos de roca eran arrancados por la dimensión. Giró aceleradamente su mirada a Arles y Yoshino, que la protegían de los gemelos.
—¡Es el Camino de los dioses! ¡Morirán si lo cruzan!
Ambos lentamente retrocedieron, mientras la dimensión cubría una extensión del altar de Athena, atrayendo hacía así, y pulverizado poco a poco, pequeñas masas de roca, hasta convertirlas en polvo, dispersándolos en la dimensión, arrastrando consigo los papiros en el vórtice, adhiriéndose a los costados de cada dios.
Un rápido y débil destello comenzó a cerrar la dimensión, dejando a los dioses gemelos expuestos a la luz del día. Las masas de roca caían a unos pasos de la figura inerte de Natasha. Mientras extrañamente, las nubes negras nuevamente ensombrecía rápidamente el cielo, así cómo el poder de Hades regresaba.
Un ligero centelleo pasó fugazmente por en frente de sus ojos.
Los largos cabellos albinos se agitaban por debajo del casco patriarcal y junto con ellos, el chorreante rastro de sangre que había dejado el abaniqueo del espada de Hades sobre el mármol.
El corazón de Valery parecía que se detendría, mirando como Arles caía al suelo dejando un charco de sangre que crecía a cada momento, y su cabeza cercenada había quedado a pocos centímetros de su cuerpo.
—Esperaba mucho más de él —Mencionó con indiferencia mientras levantaba la oscura hoja de la espada, y seguía con sus ojos el hilo de sangre que se deslizaba por el arma—. Sin embargo, ya no era más que un viejo inútil, ahora tiene lo que merece. Quisiera tomar tu cabeza ahora mismo, Athena, pero desafortunadamente aún tienes que pagar por tus ofensas hacia los dioses.
La joven se giró y avanzando entre las rocas que habían quedado deshechas en el suelo, se movía lentamente y sus pies pisaban el aire fuera de la plataforma del altar.
—¡Hades! —Valery gritó interviniendo a Nike, apuntando con ella hacia la joven.
—No lo has entendido, ¿verdad, Athena? —Por un breve momento la joven detuvo su andar volviéndose parcialmente—. Matarte ahora mismo, tendría el mismo sentido que la muerte de ese anciano. Cuando respondas cómo la verdadera diosa de la guerra, será cuando vendré a reclamar tu cabeza. Sin embargo, el tiempo se te está agotando, al igual que a Artemisa. Pero, puedes preguntarte, ¿qué es lo sucede cuando la luna se encuentra demasiado cerca de la Tierra?
Continuó su camino y desvaneciéndose hasta desaparecer, los tres dioses dejaron el Santuario, el cual iba cubriéndose nuevamente de los rayos del sol. Valery cayó de rodillas junto al cuerpo de Arles, sus ojos se nublaron de lágrimas, que se desbordaron rodando por sus mejillas. Había sucedido un desgracia más para el Santuario, era claro lo que debía hacer, mientras tanto percibía aquél cosmos familiar acercarse a las afueras del Santuario, sabía que el peligro aún los acechaba.
