Serie La Flor y el Demonio.

Libro I: La Flor del Desierto Blanco

Diosa de la Luz y Mestionora

Su madre siempre había dicho que los Dunkelfelger son gente extraña, porque a pesar de ser un gran ducado, sus nobles siempre se van por las ramas no importa si son caballeros, eruditos o asistentes. Todos tienen un entrenamiento de caballero. Todos aspiran a ser uno hasta el grado que incluso tienes que pasar una selección para poder tomar el curso de caballeros en la academia real.

Cuando le preguntó por qué le decía todo eso, su respuesta fue simple.

—Tu padre quiere que conozcas a tus hermanos, los hijos de su segunda esposa.

Su padre siempre fue un hombre muy cariñoso. Ruidoso, pero cariñoso. La visitaba de una a tres veces por semana dependiendo de cómo estuviera su agenda. Según su madre, incluso eso era mucho para un estándar noble.

Realmente no conocía a sus hermanos, y tenía un poco de miedo de su hermano mayor, Lestilaut. Eglantine debía admitir que los Dunkelfelger eran demasiado ruidosos para su gusto. Pero también reconocía que son gente muy cálida.

Cuando llegó al salón de té que se preparó para los tres, estaba en verdad muy nerviosa por conocer a sus hermanos. Los dos entraron y dieron sus saludos nobles de temporada. Su hermano mayor, Lestilaut, acaba de cumplir ocho años y Hannelore y ella tenían siete años cada una.

Los tres no podían ser más diferentes.

Lestilaut era un niño de hombros anchos, muy Dunkelfelger según Eglantine. Su cabello blanco como Ewigeliebe y ojos rojos como Geduldh le llamaban mucho la atención.

Su hermana Hannelore tenía cabello rosa con apariencia de ser una niña tranquila y llorona. A pesar de ello, Eglantine sentía un poco de envidia de que ambos compartieran el mismo color de ojos, haciéndola sentir excluida.

La gente a su alrededor siempre había dicho que se parecía a la Diosa de la Luz por su apariencia física.

La pequeña se dio cuenta que sus hermanos estaban bastante apegados el uno del otro, aunque era más como si Lestilaut quisiera proteger a su hermana pequeña de cualquiera que quisiera hacerle daño.

'Lestilaut, yo también soy tu hermana menor ¿sabes?, ¿puedes mimarme un poco a mí también?'. Pensó Eglantine mientras hacía un mohín por verlos interactuar.

Sus hermanos vieron su reacción y ambos inclinaron la cabeza hacia ella.

—¿Ocurre algo Eglantine? —su hermano preguntó.

—En lo absoluto, hermano, pero yo también soy tu hermana, ¿sabes? No es justo que solo mimes a Hannelore —respondió Eglantine y Lestilaut abrió mucho los ojos al igual que Hannelore.

Su hermano dejó escapar un suspiro, se levantó de su asiento y caminó hasta detenerse al lado de Eglantine, entonces le dio unas palmaditas en la cabeza.

'He he he. Lestilaut es el mejor hermano mayor. Bueno, no es como que tenga otros'.

No es como que Hannelore le desagradara, era el simple hecho de que ella hubiera estado acaparando a Lestilaut solo para ella por años.

El tiempo transcurrió con los tres hermanos conviviendo con mucha más frecuencia de la que se esperaría de los hijos de dos esposas distintas, sin embargo, Aub Dunkelferger era muy impulsivo. Tanto la madre de Eglantine como Lady Sieglinde tenían que controlar a Werdekraft la mayoría de las veces.

Al pasar tiempo con sus hermanos, Eglantine entendió por qué Lestilaut era tan sobreprotector con Hannelore. Su hermanita era tan adorable y tierna que daban ganas de protegerla a toda costa, aunque esto le molestaba. Deseaba que Lestilaut se preocupara más por Eglantine.

Con el tiempo, la niña descubrió que Lestilaut era un entusiasta del arte. A pesar de su apariencia ruda y Dunkelferger, era alguien que disfrutaba de la pintura. Esto hizo sentir a Eglantine mucho más cerca de él, después de todo, a ella le gustaba mucho la danza.

Las fiestas de té con sus hermanos siempre las pasaba bien, solo no era de su agrado compartir a su hermano mayor con Hannelore. Aunque también la quería mucho, Hannelore la hacía sentir competitiva. Suponía que era parte de su sangre Dunkelfelger.

Un día su madre y su padre la convocaron para una fiesta de té, y por alguna extraña razón se sintió más nerviosa de lo normal.

Cuando Eglantine llegó al salón designado con su séquito, sus padres ya esperaban dentro. Ambos tenían una sonrisa un poco rígida.

La niña dió sus saludos y los tres hablaron de muchas cosas. Sus hermanos. Sus estudios. Su debut y otras cosas. Hasta que su padre ordenó a todos los sirvientes que volteasen hacía la pared y se instaló un dispositivo para prevenir escuchas.

—Eglantine querida, tenemos algo que decirte. Aún no es oficial, pero tu compromiso se ha decidido —dijo su padre un poco preocupado.

—¿Compromiso? —preguntó ella. Sabía lo que significaba…

—Así es. Pronto conocerás a tu primo. Tú y yo viajaremos a la Soberanía para que conozcas al hijo de Zent. Él quiere que seas la primera esposa de su heredero.

—¿El compromiso es obligatorio? —preguntó Eglantine con cautela, no quería casarse con un completo extraño. Entonces su padre le sonrió, lo que la hizo sentir un poco aliviada y fue su madre quien tomó la palabra.

—Cariño, tú tienes sangre Klassenberg, pero también Dunkelfelger. Mi padre, tu abuelo, querrá asegurarse de que te conviertas en la futura esposa del futuro Zent por sus propios intereses. No quiero obligar a mi hija a un matrimonió que no desea, sin embargo, para mantener las apariencias conocerás al príncipe y convivirás con él. Tú decides si te casas y te conviertes en reina, o si prefieres casarte con alguien más. ¡Puedes hacer lo que yo hice!

—¿Lo que tu hiciste madre? —preguntó Eglantine con curiosidad. Su madre le devolvió un asentimiento y su padre se sonrojo un poco.

—Yo casi fui una reina ¿sabes? Pero me enamoré de Werdekraft. siempre se veía tan fuerte y valiente, que Bluanfah bailó para mí al verlo actuar de esa manera —ella dijo y su padre desvió la mirada. Sin duda estaba avergonzado.

—Mi padre quería que me casará con un príncipe, pero mi corazón ya estaba puesto en otro hombre, así que investigué mucho para poder escapar de ese compromiso no deseado.

—¿Y qué hiciste? —preguntó la niña con emoción.

—¡Oh, dios mío! Tú y Hannelore se parecen mucho. Se ve que son hermanas, las dos ponen la misma expresión cuando se trata de romance. Espero poder contarle esto a Sieglinde —dijo su madre con una risita y se sonrojó un poco, pero estaba feliz de tener algo en común con su adorable Hannelore.

'Al parecer si tengo más en común con mi hermana, solo no lo había descubierto. Tendré que hablar más con ella. ¿Tal vez una fiesta de té solo de chicas? ¡Si! ¡Eso está bien!'

—Bueno, el punto es que en Dunkelfelger existe algo llamado tarea de novia. Si no quieres casarte con la persona que tus padres escogieron para tí, debes ir con la persona que quieres como esposo y derribarlo con messer en su cuello para exigirle una tarea. Si eres capaz de completar la tarea que te puso la persona que seleccionaste, podrás casarte con él —su madre dijo algo avergonzada.

'¡Oh, mi, mi! ¿por qué nunca había escuchado esta historia?'

—O sea que fuiste capaz de derribar a padre y completar la tarea, ¿no es así?

—Así es, pero admitió que tuve un poco de ayuda de Sieglinde. Ella tenía mucho más tiempo de conocerlo, así que me dijo cómo podría derribarlo fácilmente —ella respondió.

—¿Y el abuelo no se enojó? —preguntó Eglantine.

—¡Oh, por supuesto que se enojó! Quería cancelar mi compromiso con tu padre a cualquier costo, pero mi suegro lo intimidó un poco diciéndole que las costumbres de Dunkelfelger se respetarían sin importar quien fuera la persona que las pusiera en práctica y que si no le gustaba, que me recuperara a través de ditter. Pero Dunkelfelger es la espada de Zent y aplastó a mi padre por completo, de modo que ahora tú y yo estamos aquí —ella dijo y su padre sonrió orgulloso.

—Conoce al príncipe, decide si te agrada o no. Tienes tiempo hasta antes de tu mayoría de edad. Si decides no casarte con él, recuerda. Eres una mujer Dunkelfelger, así que tanto yo como tu padre te apoyaremos —ella terminó mientras le guiñaba un ojo.

—Entiendo madre. Haré lo mejor que pueda y yo misma decidiré cuando sea el tiempo apropiado.

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Cuando conoció a Ferdinand por primera vez, lo encontró bastante atractivo e interesante, pero no lo veía como un esposo sino más bien como otro hermano mayor, uno al cual no tenía que compartir con nadie, aun si ambos tenían la misma edad.

Los postres que servía el príncipe eran los más deliciosos que había probado y siempre le contaba historias de las que nunca había oído hablar. Si le preguntaba de dónde las conocía, Ferdinand desviaba el tema.

Un día Eglantine fue invitada por Zent a caminar por los jardines. Le preguntó mucho sobre su relación con Ferdinand y ella respondió como su madre le había dicho que lo hiciera.

Cuando ella y Zent iban caminando, Eglantine notó una glorieta que no había visto antes a la distancia. Al acercarse cada vez más, Eglantine notó que había gente allí. Ferdinand estaba tomando el té con una niña hermosa, de cabello azul medianoche y encantadores ojos dorados. Era la viva imagen de Mestionora.

—¡No seas idiota! —escuchó una voz que reconoció como la de Ferdinand.

Eglantine volteó a ver a Zent y en sus ojos vió diversión, despreció y algo que no reconoció. Se sentía frustrada por el trato que estaba recibiendo la niña por parte de Ferdinand.

'Todo esto fue planeado por Zent, pero ¿por qué me lo muestra?'

—Puedes ir si quieres —dijo Zent y dio media vuelta, alejándose con su séquito.

Eglantine se acercó y la niña fue la primera en notarlo. No dijo nada.

—Ferdinand —llamó Eglantine y su primo se volvió a verla, sorprendiendose.

—¿Eglantine? ¿qué haces aquí? —preguntó el niño con visible preocupación. Sin lugar a dudas no esperaba verla, todo había sido orquestado por el Zent.

—¿No puedo visitar a mi prometido? —preguntó Eglantine y la niña que estaba sentada en el otro extremo de la mesa abrió mucho los ojos.

'¿Será ella una candidata a segunda esposa?'

—Eh… a… no, por supuesto que puedes venir cuando quieras —él tartamudeó un poco.

Eglantine dirigió su mirada hacia la niña que parecía una versión pequeña de Mestionora entonces.

—¿Quién eres tú? —preguntó y la niña movió los ojos con cautela hacia el asistente principal de Ferdinand.

La peliazul dió su saludo noble. Eglantine se sintió avergonzada de pensar que la niña frente a ella estaba mucho mejor educada que ella misma. Sus movimientos estaban cargados de tanta gracia y elegancia, que no pudo evitar admirarla un poco. 'Klassenberg, ¿tal vez?'

—Mucho gusto mi lady, mi nombre es Camille —ella terminó.

—Mucho gusto Camille, soy Eglantine, la prometida de Ferdinand y candidata a primera esposa.

Se preparó una silla para Eglantine. Por fortuna la mesa era redonda, así que no sería incómodo para la chica que estaba con Ferdinand.

—Su majestad, si gusta puedo retirarme para que pueda tener una fiesta de té apropiada con su prometida —ofreció Camille.

Ferdinand estaba a punto de responder, no obstante, Eglantine fue más rápida.

—No te preocupes, Camille, yo soy la que me estoy imponiendo de esta manera —respondió Eglantine, mirando que Camille lucía un poco aliviada.

—Muchas gracias, Lady Eglantine.

—Por cierto, ¿de dónde eres, Lady Camille? —preguntó la rubia con curiosidad por la niña.

Tenía que admitir que estaba un poco celosa. No sabía cuánto tiempo tenían de conocerse ellos dos. Si bien Eglantine veía a Ferdinand más como un hermano mayor que como futuro esposo, había supuesto que al no estar Hannelore ahí al fin tendría su propio hermano mayor solo para ella.

—Yo s… —Camille iba a hablar, pero Ferdinand la detuvo.

—No es necesario que escuches a esa idiota, Eglantine —él dijo

Ferdinand siempre había sido un caballero. La rubia no entendía porque trataba tan mal a una niña tan linda como Camille, de modo que frunció el ceño.

—¡Eres horrible, Ferdinand! ¿cómo puedes tratar a Camille de esa manera? —estaba furiosa. Este era un Ferdinand que no conocía y le hacía sentir frustrada.

—Lady Eglantine, no tienes por qué sentirte mal, ya estoy acostumbrada —comentó Camille y Eglantine no pudo evitar levantar la voz.

—¡Ferdinand! —pero quién habló no fue otro que el asistente del príncipe.

—Lady Eglantine, ella es una simple flor. Quizás no lo entiendas ahora, pero cuando crezcas lo harás".

Eglantine no podía evitar sentirse frustrada. La pobre niña de ojos dorados tenía una mirada resignada.

Las dos niñas continuaron hablando y Eglantine actuó como si Ferdinand fuera suyo frente a todos, solo por curiosidad. La niña se mostraba impasible, y cuando vió que eso satisfacía al asistente de Ferdinand, Eglantine continuó comportándose de esa manera.

La fiesta de té fue un ir y venir. Por momentos, Eglantine podía ver al asistente de Ferdinand mirar a la otra niña de forma extraña. Era una mirada que, de alguna manera, le provocaba asco.

Cuando la peliazul se retiró, Eglantine susurré, más como solo mover los labios un "Lo siento" y Camille solo cerró sus ojos en comprensión, sonriéndole amablemente.

Eglantine pidió un dispositivo anti escuchas a su asistente y se lo pasó a Ferdinand. Ordenó a todos los que estaban que se dieran la vuelta y Ferdinand hizo lo mismo.

—¡Ferdinand, quiero una explicación! —exigió.

—No lo entenderías, Eglantine, yo… —por primera vez lo vio vacilar.

—¿Estás enamorado de ella? —preguntó la niña cubriendo su boca con la taza de té como su madre le había enseñado.

Ferdinand asintió muy ligeramente, evitando que sus asistentes se percataran del movimiento.

Eglantine abrió mucho los ojos.

—¿Entonces por qué la tratas de esa manera?

—Camille es una princesa de Lanznave. Es difícil explicarlo de forma rápida, pero tengo miedo. ¡Miedo a que padre la quite de mi vida como ha hecho con todas las personas a las que me he acercado! Por eso la trató de esa manera. Es por su bien. No sé qué la haría padre si me acercara demasiado a ella.

Los ojos de Ferdinand se volvieron entonces a su erudito. Sus ojos brillaron con todos los colores del arcoiris antes de volver a hablar.

—¿Has visto la mirada de mi erudito?

Eglantine asintió.

—Padre la mira de igual manera.

Eglantine se mordió el labio con frustración. La pobre Camille estaba siendo tratada como un juguete

—¡Quiero ayudarla, pero no sé cómo hacerlo! ¡Ella me odia a este punto! Yo lo sé y no creo que me perdone nunca, pero es por su bien que la trato de esa manera. No puedo decirle cuánto me gustan sus historias ni disfrutar de los dulces que inventa cuando estoy con ella. ¡Es frustrante!

'¡No quiero que me roben a Ferdinand!' pensó Eglantine. Sabía que era un pensamiento infantil, porque no lo veía como un interés amoroso. Entendía que si no se comprometía con él… era el heredero de Zent, después de todo, pero no le gustaba ver a Ferdinand y la pobre chica siendo infelices.

Camille lo odiaba porque así lo quería Ferdinand, pero él sufría, no sólo con el odio de ella, si no con su propio actuar hacia la niña. El dolor en su voz era algo que acompañaría a Eglantine por mucho tiempo, así como la revelación de que las historias que tanto le gustaba escuchar y los postres con que él la procuraba habían salido de Camille.

—Ya veo —dijo la niña y puso mi mano sobre la de él, tratando de transmitirle un poco de apoyo

Justo en ese momento se percató de que el asistente del príncipe volteaba a verlos con una mirada de complacencia en sus ojos. Sin duda había mal interpretado el gesto. Quizás creyó que estaba celosa y Ferdinand le había explicado la situación. Por todo lo que pudo ver y vivir en esta fiesta de té, dejaría que lo pensara. Por su bien y el bien de Camille

Cuando Eglantine llegó a casa estaba tan frustrada que entró de inmediato en su habitación oculta.

'¿Qué diablos piensa Zent al obligar a su hijo a actuar de esa manera?'

Quería ayudar, pero no sabía cómo hacerlo, no solo por la niña, sino también por Ferdinand.

Cuando se calmó y salió de su habitación oculta, su madre llegó y le preguntó cómo le había ido, entonces la niña le pidió usar un dispositivo anti escuchas. Su madre sacó uno de su bolsa y se lo pasó. Entonces, Eglantine le pidió que ordenara a todos los asistentes que se dieran la vuelta

—¿Qué sucede, Eglantine? Nunca me habías solicitado hablar bajo una herramienta mágica y menos que nuestros asistentes se giraran.

Respiró hondo. Su madre había escapado de los deseos de su padre, quizás ella podría ayudarla y ella podría ayudar a Ferdinand y Camille a su vez. No entendía las intenciones de Zent, pero quizás su madre, que había estado comprometida con un príncipe, podría entenderlo mejor.

—Madre, ¿qué es una flor? —preguntó Eglantine y su madre abrió mucho los ojos.

—¿Eglantine, donde escuchaste eso? —ella exigió

La rubia explicó entonces todo lo que había sucedido desde que comenzó a caminar con Zent hasta que se encontró con Ferdinand y Camille en la glorieta. Lo que su primo le contó y cómo se sentía.

Su madre la abrazó cuando las lágrimas habían empezado a salir solas. Era la primera vez que Eglantine se sentía de verdad impotente.

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—Berniece, por favor, mátame.

No sé qué la asustó más, si mi petición o que la estuviera pidiendo con una sonrisa, pero mi caballera no tardó en abrazarme.

—Princesa —llamó Alessandra, de pie frente a nosotras con mi ropa de dormir en el suelo—, sabe que haremos lo que sea por usted, entonces no nos pida algo que pueda acabar con nosotras también, en especial no con ese rostro falso.

Baje la mirada avergonzada, sujetándome con fuerza de mi caballera, quien no tardó en hacerse para atrás y mirarme.

—¡Juré que tomaría su vida antes de permitirle volverse una de esas flores enfermas, princesa! —dijo Berniece al fin—. ¿Puedo preguntar porque me lo pide ahora?"

—¿No viste lo mismo que yo, acaso?

Ambas me miraban intrigadas. Yo sonreí aún más. Estaba devastada.

—No puedo competir contra la Diosa de la Luz. Seré una flor toda mi vida, lo que significa que Ferdinand podría obligarme a… recibir… a otros.

'No llores, Camille. ¡No llores por ese malcriado!' repetía en mi mente, sonriendo para que las lágrimas no escaparan de mis ojos cerrados.

Berniece y Alessandra se miraron entre sí. Era fácil leer la preocupación en sus rostros. Ya fuera para consolarme o para darme un espacio donde ser yo misma, mi pequeño séquito había dejado de esconderse detrás de rostros nobles cuando estábamos a salvo entre las cuatro paredes de mi habitación.

—Princesa —dijo Alessandra con un rostro triste—, le ruego que sea paciente, por favor. Escuché que en este país, los nobles pueden tener hasta tres esposas.

Abrí mucho mis ojos. '¿Tres esposas? ¿En serio? ¿Y además concubinas? ¿Es que llegué a un país lleno de viejos morbosos y depravados?'

Fruncí el ceño con molestia. Me sentía indignada. ¿Por qué tres esposas si los dioses de sus historias solo tienen una esposa los que están casados? ¡Hay incluso una historia sobre una diosa caída en desgracia al tratar de seducir a un dios que ya estaba casado!

—Alessandra tiene razón, mi lady —acotó Berniece tomando mis manos—. Al ser una caballera, tengo permiso de asistir al campo de entrenamiento todos los días mientras usted toma su clase de harspiel. Yo misma he visto a las esposas del Zent. Tiene tres. Según el personal de las cocinas, solo una ha podido darle hijos. El príncipe Ferdinand y la princesa Edelmira que es un año mayor.

Era extraño que no tuviera más hijos si tenía tres esposas. Quizás este Zent solo se interesaba en tener herederos con la primera, pero, ¿para qué quería a las otras dos?

—¿No me matarán entonces?

—No nos parece necesario, princesa —me respondió Alessandra antes de acunar mi rostro en un gesto maternal—, entendemos que ha sido difícil hasta ahora, pero el príncipe sigue siendo muy joven. Podría mejorar con el tiempo, cuando adquiera mayor sabiduría y experiencia.

'Así que vamos a disculpar a ese estúpido príncipe mimado bajo la idea de que es un inmaduro. Supongo que no tengo muchas opciones. Todavía podría ser su segunda o tercera esposa. Quizás, podría ayudarlo en algo cuando vea que lo he alcanzado en los estudios. ¡Podría ser si logro rebasarlo! Tengo que volverme útil para él, no solo educarlo con las historias'.

Me sentí exhausta solo de pensarlo. Ya era bastante difícil nivelarse con él. Ferdinand parecía tener un horario de locura, sin embargo, si esa era mi salvación, tal vez podría esforzarme un poco más. Mi primera meta era alcanzarlo, sabía que lo lograría pronto. La siguiente meta sería superarlo. Solo esperaba que funcionara.

—Alessandra, Berniece, muchas gracias por alentarme —las abracé a ambas antes de permitir que mi asistente me cambiara y mi caballera llevara dentro la cena, probándola para verificar que no estuviera envenenada.

Sería difícil, muy difícil, pero me iba a volver útil. ¡Indispensable! Iba a sobrevivir. Saldría de este maldito palacio de la lujuria a como diera lugar.

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Notas de una de las Autoras:

Todos queremos que Ferdinand haga uso de su intelecto y astucia para salvar a Camille, pero... bueno, ya lo explicó él mismo, es solo un niño sin poder alguno dentro de la Soberania. Si él intenta ayudar a Camille de manera abierta, su padre se enterará de inmediato y lo que sea que haga, Camille lo pasará mucho peor, o al menos, eso es lo que Ferdinand se imagina ahora.

Es triste, es cruel, pero prometo que no será así todo el tiempo. Llegarán tiempos mejores tarde o temprano, solo tengan paciencia y muchas gracias por el apoyo que están dejando a esta historia.

SARABA