Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.

Capítulo 3: La huida

Tras salir de la cama, Kagome abrió la ventana y respiró el aire del exterior. Desde allí podían verse algunos árboles y una parte del edificio principal, el cual conectaba con los dormitorios a través de un pequeño jardín.
A su lado, sobre el escritorio, descansaban varios libros y apuntes remarcados e intervenidos con distintos colores; un sin fin de anotaciones, una taza vacía y una jarra de café a medio terminar. Aquella noche solo había sido capaz de conciliar el sueño durante algunas míseras horas.

Se estiró con lentitud, corroboró la hora y se dirigió hacia el cuarto de baño. En el espejo, su aspecto era el de un ser moribundo; sus párpados, exhaustos, se abrieron y cerraron con pesadez. Abrió la canilla y se enjuagó el rostro con ímpetu, tratando de eliminar los rastros de somnolencia. Necesitaba despejarse o de lo contrario se le haría imposible sobrellevar la clase; poner su mente en blanco y olvidar cualquier situación problemática.

Sin embargo, la misma emergió ante ella de manera casi inmediata. "Esto no lleva a ninguna parte."
Kagome sacudió la cabeza tratando de alejarlo de su mente, pero mientras más se esforzaba, más trabajo le costaba distanciarse. Seguir acudiendo ante aquel cínico y arrogante tipo solo le traería más problemas a su vida. La idea de poner sus conflictos en manos de alguien más había quedado completamente descartada. Ya encontraría la forma de alejar a Inuyasha por su cuenta, y de paso se ahorraría los problemas financieros.

La primera cursada del día finalizó sin traspiés, de vez en cuando daba ligeras cabezadas a causa del cansancio o sus párpados caían rendidos. En el corte del mediodía se dedicó a tomar un almuerzo ligero con sus compañeras para poder reanimarse.

-Obviando el hecho de que te transformaste en un zombie, ¿Cómo van las cosas con el "tipo grosero"?- Le preguntó Ayumi riendo entre dientes. –Ya tienen el asunto controlado?-

-Es verdad, aún no hemos oído nada. Además me dijeron que es bastante guapo, es cierto?- Añadió Yuka.

Ella frunció el ceño y tragó los últimos bocados de su comida. Temía aquel esperado interrogatorio como reclamo.

-Ya no necesito de sus servicios.-

-¿Qué? ¿Por qué?-

Kagome se detuvo a responder y guardó silencio al ver la figura del peliplata acercarse. Respiró hondo y trató de mantener la calma para considerar su próxima maniobra. ¿Qué haría? Las alternativas eran escasas y su alteración no la dejaba pensar. Se mordió el labio inferior con nerviosismo y se sumergió en una profunda laguna mental. A penas pudo darse cuenta de que el muchacho pasaba por su lado.

Levantó la vista y se encontró con un par de ojos ambarinos que le entregaron una mirada soberbia pero indiferente.
Inuyasha se abrió paso en silencio, sin siquiera omitir un vocablo. Ella se quedó estupefacta observando como su ex pareja se alejaba del perímetro; siendo la primera vez que la ignoraba luego de su ruptura.
La mueca de regocijo no tardó en aparecer, fue casi instantánea. Tal vez sus hazañas, por primera vez en mucho tiempo, habían dado resultados positivos. ¿Acaso era eso posible?


La oficina era un diminuto fragmento apartado en el bar, la cual tenía su única conexión con el exterior mediante una pequeña rendija por la que se filtraban algunos rayos de sol. Aquel recinto era una verdadera caverna, de la que había que despegarse cada cierto tiempo para no perder el juicio. Por encima del monitor yacían múltiples notas adhesivas con distintas numeraciones. Sobre el escritorio había libros, vasos vacíos y restos de comida chatarra.

Ingresos, gastos, seguimiento de caja, seguros… todo estaba apuntado minuciosamente en un pequeño cuaderno. El moreno se revolvió el flequillo y volvió a echarle un último vistazo; y tras corroborar los cálculos exhaló un hondo suspiro. Se desperezó en su silla y se estiró los músculos con cuidado.

-Vaya encierro… te traje un café de la tienda. ¿Por qué no descansas un poco?- Medió su compañera irrumpiendo en el recinto.

-Supongo que podría volver a descansar por unas horas. Llevo días sin dormir bien.-

-Espera, ¿qué hay con el muchachito del acoso excesivo? No me digas que ya te encargaste de él.-

-Ya no es asunto mío, decidí dejarlo.- Mencionó cruzándose de brazos. –Los clientes así solo dificultan las cosas.-

Ella abrió los ojos con sorpresa; sabía que a él no le gustaba lo complicado, y mucho menos que lo fastidiaran a la hora de hacer su trabajo. Pero…

-Aquel chico es bastante delirante, ¿no crees que sea algo peligroso para la muchacha?-

-Pues le deseo suerte.- Concluyó él poniéndose de pie y dirigiéndose hacia afuera.

Bankotsu cerró la puerta tras de sí y desapareció sin mediar palabra. Sango permaneció de pie reflexionando sobre aquella última frase. Hubo un algo en su tono de voz que manifestó una molestia evidente, una especie de inquietud. Aquel modo brusco de actuar era su única forma de comunicarse con el resto, jamás se le escapaba una palabra. Como un niño pequeño que ocultaba el rostro entre las manos.


La segunda etapa de clases finalizó tras una larga sesión de diapositivas, bloques de información y un sinfín de bostezos.
La sala se vació al cabo de unos minutos, antes de que los estudiantes del turno nocturno hicieran acto de presencia.
Kagome deambuló por los corredores, visitó la biblioteca e imprimió dos tomos sobre psicoanálisis para sus próximas clases.

El edificio estaba sumido en un armonioso silencio. Los ventanales revelaban una vista nocturna del jardín principal que le resultó maravillosa, la luna pendía del cielo y se alzaba imponente. La azabache se embutió las manos en los bolsillos y salió por un respiro de aire fresco. Le gustaba hacerlo de vez en cuando, alejarse de las luces y las voces y quedarse inmersa en la calma, en el silencio.

Fue entonces cuando un firme brazo emergió de las tinieblas y se aferró a su cuerpo; la arrastró algunos metros y la arrojó contra una de las macizas paredes. La fuerza ejercida por el desconocido era descomunal.
Al voltearse, Kagome pudo observar con pánico el rostro del opresor.

-¿Qué estás haciendo Inuyasha? ¡¿Acaso te has vuelto loco?!-

El peliplata se apegó a ella cerrándole el paso y la acorraló sin esfuerzo.

-¿Creíste que iba a dejar que te salieras con la tuya?- Su expresión era completamente distinta a la que tenía la última vez; de sus ojos manaba una rabia incontenible.

-¿De qué estás hablando?-

-Te gusta hurgar en las cosas de los demás ¿no es así?- Exclamó aumentando la presión en su agarre. – ¿Te gusta joderme y salir huyendo?-

-¡Ya basta, me estas lastimando!- Soltó en un fallido intento por levantar la voz, pero el muchacho le cubrió la boca de forma instantánea. Esta vez no pensaba dejarla ir.

-Dime Kagome, ¿quién es ese tipo con el que te estás viendo? ¿Acaso es tu nueva diversión?- Frunció el ceño. -¿Acaso vas llorando con él y le pides que se ensucie las manos en tu lugar?-

Aquella noche, luego de su salida con Kikyo, mientras caminaba de regreso a la estación, se encontró con la escena de lleno. Ella estaba de pie en las afueras de una cafetería, inmóvil frente a un tipo que la escrutaba de cerca; a una distancia milimétrica de su rostro.
Inuyasha aguzó la vista y logró reconocerlo, era el mismo infeliz de aquella vez en la ciudad.

La azabache apretó los ojos y concentró sus impulsos para zafarse, dirigiendo un golpe directo a su entrepierna. Luego de recobrar el aire se echó a correr por las calles mientras que lo veía retorcerse en el suelo. Se escabulló tanto como sus piernas se lo permitieron, envuelta en pánico y bañada en sudor. Dio un paso tras otro con la mente en blanco, tratando de mantener el equilibrio. Conforme transcurría el tiempo, el frío se adueñaba de las calles y el vacío se adueñaba de su conciencia.

No supo cómo ni por qué, pero de un momento a otro se encontró de pie frente a aquel cartel y aquella pantera ilustrada una vez más. Se adentró en el establecimiento y trató de normalizar su respiración. Se acomodó los mechones de cabello revueltos y se abrió paso entre el gentío. Sango la interceptó a medio camino, cuando logró reconocer su rostro.

-¿Puedo ayudarte en algo?-

-Hola, estaba buscando a Bankotsu. Yo... olvidé algo y..- Comenzó a decir de manera insegura. Después de todo, ni ella misma sabía cómo había llegado hasta ese lugar.

-Lo siento, el salió. Suele volver en algunas horas, así que si quieres puedes regresar luego.-

Kagome asintió con la cabeza y le dio las gracias dispuesta a marcharse. Sango la examinó detenidamente y descubrió unas notorias ojeras y un semblante desesperado. Luego recordó su conversación con el moreno y se apretó el puente de la nariz.

-Aguarda. ¿Por qué no te quedas a esperarlo? Lo llamaré para que no se tarde, puedes sentarte en una de las mesas.-

La azabache asintió con la cabeza y se acomodó en una de las mesillas del fondo. De vez en cuando le echaba una ojeada a su alrededor para asegurarse de que Inuyasha no la hubiera encontrado. Sus brazos y piernas se sentían exhaustos a causa del esfuerzo, pero su mente luchaba por mantenerse alerta.

Bankotsu llegó al cabo de unas horas, con una expresión sombría y de completo desagrado en el rostro.

-Y bien? En dónde está?- Anunció de forma despectiva acercándose a la barra. Sango hizo un gesto de negación con la cabeza y le hizo señas para que la siguiera.

En el camino, el moreno saludó a algunos de los clientes más familiarizados con el lugar. También examinó el resto de las mesas y a sus ocupantes con escrúpulo.
Fue entonces cuando la vio. En la última de las mesas, contra la pared. Su rostro descansaba sobre la superficie en silencio. De sus párpados cerrados aún podían verse algunas lágrimas moribundas. Tenía varias marcas en las muñecas y un aspecto abatido. La muchacha dormía plácidamente sin inmutarse, con algunos cabellos cayéndole por el rostro.
El ojiazul se quedó observando la escena, entre absurda y adorable, sin saber qué hacer.

-Esta chica parece meterse de problema en problema, ¿eh?- Expresó su compañera, sacándolo de su trance. -¿Qué haremos con ella?-

Él soltó una risa y arqueó una ceja, se acercó a la citada y la sacudió del hombro con cinismo.

-Oye, despierta. No puedes dormir aquí.- Exclamó tras verla sobresaltarse. –Regresa al lugar de donde viniste.-

Kagome se restregó los ojos para despabilarse y se acomodó sobre su silla. Un sordo dolor de cabeza la invadió por completo mientras trataba de recomponer su estado.

-No puedo regresar.- Le dijo con la vista agacha. –No quiero acercarme al campus.-

Bankotsu la observó agarrarse las manos, sus articulaciones estaban envueltas de marcas rojizas. Se apretó el puente de la nariz, exasperado. Ni siquiera necesitaba oír el resto de la historia, los finales eran siempre idénticos.

-Estar aquí no es bueno, debes descansar.- Intervino la otra chica. –¿No tienes otro lugar a donde ir?-

La vio negar con la cabeza. Ni familiares, ni amigos, ni conocidos. Todos habían quedado a kilómetros de distancia, en una pequeña ciudad de la Prefectura de Nagano. Las únicas personas con las que contaba además de Inuyasha eran Eri y Ayumi, pero los tres se encontraban en el mismo lugar.

-¿Por qué no te quedas en mi apartamento? Vivo cerca del barrio, podría hacerte un espacio.-

-No quiero causarte molestias, tengo algo de dinero para quedarme en algún sitio.-

-No es problema, yo estaré aquí toda la noche, pero tú puedes quedarte durmiendo.- Le explicó Sango. –Ya me lo agradecerás con alguna comida. Soy pésima en la cocina.-

Kagome sonrió débilmente y asintió. El cansancio que se había acumulado en su cuerpo era inmensurable; tanto que no logró comprender como podía seguir en pie. La chica se sacó una llave del bolsillo y se la entregó al moreno para que éste se encargara.

-¿Disculpa?-

-¿Prefieres cubrirme en la barra?-

El mercenario exhaló un hondo suspiro y la miró con sorna. Se calzó su campera y caminó a través del gentío sin siquiera esperarla. La azabache volvió su vista a la barra, le dio las gracias a la chica y lo siguió sin mucha voluntad; tampoco le agradaba el suceso.

Sin despegar los labios, recorrieron el camino asfaltado hasta donde él había dejado el coche. Afuera, el aire parecía cargado de una atmósfera densa y húmeda. Las luces le conferían un aspecto plástico y chocante a los árboles y arbustos.

Llegaron al vehículo, subieron y permanecieron en silencio durante unos segundos más. Kagome se colocó el cinturón de seguridad y lo vio de soslayo. Tenía un cigarrillo a medio encender entre los labios y un mechero en la mano. Sus ojos azules, entrecerrados, fijaban su concentración en aquel acto. Luego de darle las primeras caladas, encendió el arranque y condujo hacia el destino.

La noche transcurría de forma apacible, algunas nubes flotaban vagamente sobre la atmósfera. Las ventanas, a pesar de estar abiertas de par en par, a penas traían un atisbo de aire. Desde la calle solo llegaban ruidos vagos y hedores raros. Un gran camión se detuvo en el semáforo con un ronco sonido, las luces cambiaron y el moreno lo dejó atrás.

Llegaron al cabo de unos largos minutos. Era una zona con varios edificios amontonados como bloques de concreto, bastante prolijos por fuera. A pesar de tratarse de un sector muy concurrido, Sango halló el apartamento a un precio lo suficientemente accesible. Bankotsu estacionó el automóvil y subió la ventanilla.

-Llegamos.- Anunció desabrochándose el cinturón. Pero no obtuvo respuesta.

A su lado, la azabache dormía apaciblemente, recostada sobre el asiento. Su cuerpo se atravesaba horizontalmente y parte de su flequillo se aplastaba contra el borde de la ventana. Estaba sumida en un profundo sueño. De vez en cuando, su respiración se agitaba y su pecho oscilaba de arriba abajo.
Él se acercó con intenciones de despertarla, pero se detuvo.

Desde allí, extendido, pudo reparar en las heridas con detenimiento. La presión ejercida debió de ser importante, ya que los dedos de aquel tipo parecían impresos en su piel. "Vaya que tuviste suerte" Pensó para sus adentros; la próxima vez no habría próxima vez.
Le descorrió un mechón de cabello del rostro y la dejó dormir por unos minutos más. Su perfil mostraba una pequeña nariz y unas pestañas alargadas.

En ese instante, su mente bajó de nuevo a la realidad. Sobresaltado, corroboró la hora en su móvil y se volvió a verla.
Abrió la puerta del edificio, le quitó el cinturón de seguridad y la cargó en brazos. Cuando hubo llegado al piso, realizó una maniobra grandilocuente y abrió la puerta correspondiente al apartamento de su compañera. El hecho de que se tratase de una muchacha de peso ligero lo ayudó bastante.

Se adentró en el espacio y la recostó sobre la cama con cuidado. Ella permaneció allí como una niña pequeña, inmutable. Arrimó la puerta de la habitación y salió del piso tan rápido como pudo, con un ligero malestar.
Se subió al coche y regresó al bar.


Que rápido pasa la semana, tengo que hacer un fuego de mis dedos para llegar con la escritura jajajaja. Bueno, hasta acá por ahora... ¿Qué les pareció? No quiero hablar mucho para no adelantar nada. Quiero agradecerles por los poquitos pero adorables comentarios que dejan!

frangarrido1993 Gracias Fran por el comentario, me puse hace poquito con tus fics porque la facultad me está volviendo una nerd. En breves vas a tener mis comentarios exaltados jajajaj.
Angeel O Bank quiere más dinero y se ve que algo más... jajaja, como no esperarlo? Efectivamente, los ojos eran de Inuyasha y su desborde psicológico importante..
rogue85 Me pareció muy bueno introducir a Kikyo, hace falta de su actitud de mierda de vez en cuando :3
nitta yumiko Muchísimas gracias! Inu se va a llevar cada sorpresita a lo largo de la historia..

En fin, me voy desapareciendo que en un rato entro a cursar. Muchas gracias nuevamente! Círculo Mercenario Rules!