Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.
Capítulo 5: Acercamiento
Bankotsu se despertó en medio de la peor de las resacas. Su cerebro sintió como sus ideas se enredaban y sus fuerzas parecían haberse disipado. Quizás aún no fueran las doce del mediodía. A juzgar por la luz clara que se filtraba a través de la rendija de las cortinas, dedujo que aún tenía unos minutos más de sueño. Pero se equivocó.
El frustrante sonido de su móvil lo obligó a sepultar la cabeza en la almohada, víctima de un terrible mareo involuntario.
Al cabo de unos minutos más de tortura, descolgó.
-¿En dónde demonios estás? Te estuve llamando toda la mañana.-
Tardó unos instantes en reconocer la voz femenina.
-¿Ahora qué quieres?-
-Dijiste que nos encontraríamos en Shinjuku a las nueve ¿Recuerdas?-
En verdad no lo recordaba, su mente era una laguna llena de lodo. De todas formas le pidió la dirección exacta, cazó las llaves y salió.
En el camino, mientras que se limpiaba las lagañas delante del espejo retrovisor, logró hacer memoria. Aquella noche, tras beber en el bar de otro colega, y luego de una serie de sucesos inciertos, había accedido a aquel ridículo plan. No supo si fue a causa del alcohol o de su antipatía para sacar dinero de sus bolsillos por el sustento del bar una vez más.
Llegó al poco tiempo, estacionó el automóvil a un par de calles y caminó con las manos embutidas en los bolsillos. Estuvo a punto de tomar la cajetilla de tabaco, pero se retractó. Necesitaba aire puro, clarearse la mente, o de lo contrario estallaría.
Eran las diez y treinta y cinco cuando entró al establecimiento. La cafetería era de tamaño reducido, de un estilo setentoso que dejaba mucho que desear. Ella se encontraba al fondo, sentada en una mesa de cuatro, contra la pared. Tenía los ojos entornados y una mano sosteniéndole la cabeza en señal de cansancio. Aun así, su aspecto despabilado contrastaba de forma evidente con el suyo.
El moreno tomó asiento sin dirigirle la palabra y le pidió un café cargado al mozo. Kagome lo recorrió con la vista y se acomodó en su silla de brazos cruzados.
-No me digas. La fiesta que tuviste anoche fue la causante.-
-Si con fiesta te refieres a ir a embriagarme hasta el cansancio en un bar, entonces sí.-
-Por favor, telefoneé a Sango para preguntarle por tu paradero y dijo que te había visto anoche en la casa de un conocido. A penas podías sostenerte en pie.-
Bankotsu se volvió a verla con los labios curvados.
-Qué fastidio. Aún no hemos cerrado el trato y ya actúas como novia exigente?-
Kagome rodó los ojos y decidió callar antes que generar una discusión absurda. Se volvió hacia su cartera y le entregó un sobre blanco con una cantidad específica de dinero. El adelanto que le correspondía.
-Vaya, que directa.- Le dijo dándole un sorbo a su café. A su alrededor, la clientela abundaba. Todos permanecían enfrascados en sus propias preocupaciones. –Bueno, cuál es el plan dulzura?- Añadió poniéndose un cigarrillo entre los labios.
-No me llames así.- Soltó sin más. –No hay plan. Solo tenemos que fingir cuando él nos vea. Si tenemos suerte, y sigue estando con esa chica, será cuestión de tiempo para que me deje en paz. Después de todo, cuando se encuentra con público, jamás comete una imprudencia.-
El moreno inhaló humo y se echó hacia atrás, pensativo. Era una idea un tanto ridícula pero cierta, ganarle por cansancio tal vez funcionaría. Sin embargo, había algo en aquel tipo que le generaba desconfianza. Pero ¿Qué más daba? Él ya había recibido su paga y lo único que tenía que hacer era soportar aquello por treinta días.
-Me parece bien. Comenzaremos mañana.- Declaró exhalando el humo. Kagome frunció el ceño.
-¿Cómo? Y en dónde?-
-Piensa en algo, ya se te ocurrirá.- Le dijo comprobando su móvil y poniéndose de pie de forma instantánea.
-¿A dónde vas?-
La azabache observó cómo su interlocutor sacaba algunos billetes del bolsillo y los dejaba sobre la mesa. Luego, de improviso, se acercó hacia ella hasta quedar a pocos milímetros de su rostro y le susurró al oído.
-Al trabajo, dulzura.- Le dijo con una voz aterciopelada y sugerente. –Te veo mañana.-
Ella se quedó estupefacta en su silla, viéndolo salir por la puerta de entrada. Sintiendo como el aire se le entrecortaba y luego regresaba a sus pulmones. No seas ridícula, no te dejes incomodar. Se dijo a sí misma tratando de refrenar aquella extraña sensación.
El moreno tiró la colilla en la acera y apresuró el paso mientras que fruncía el ceño. La dulce fragancia que emanaba de su cuello aún persistía en su olfato.
Al día siguiente, luego de una agitada jornada de papeleos, pagos y legalizaciones, Bankotsu salió de su oficina y le entregó las llaves a Sango por si ocurría alguna emergencia.
-¿Te vas antes?- Preguntó extrañada estudiando su aspecto. Aquel día lucía diferente, llevaba una camisa gris topo, unos pantalones negros y un calzado bajo haciendo juego. No era la gran cosa pero, tratándose de alguien como él, era de extrañar.
El moreno, por su parte, siguió su camino sin decir nada.
-No me digas que tienes una cita…- Añadió con interés. –Pero qué hay de Kagome? Acaso no pensaste en lo que te dijo?-
Hubo silencio. El muchacho tomó las llaves del auto y se colocó el abrigo.
-¡No me digas que tienes una cita con Kagome!- Vociferó de forma eufórica, casi como un niño cuando llega a un parque de diversiones. –Vaya que ere-
-Adiós Sango.- Le indicó sin más mientras que salía del bar.
Con una mano abrió el coche y con la otra encendió un cigarrillo. Contarle a su amiga solo generaría un tifón de preguntas irritables y excéntricas que luego devendrían en consejos ineludibles o charlas forzosas. Claro que, de todas maneras, ella siempre acababa enterándose. Una sola mirada le bastaba para dar cuenta de la realidad del asunto.
Aquello podía considerarse como una ventaja de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo era un fastidio.
Bankotsu condujo a través de las calles con la vista fija en el trayecto y la mente perdida. Más de una vez preguntándose qué demonios estaba haciendo. Sin embargo, al cabo de unos momentos, optaba por no darle importancia. A veces, pensar tampoco llevaba a ninguna parte.
La noche estaba espléndida, el viento que corría era muy ligero y el cielo estaba completamente despejado. Usualmente, su visión del mundo que lo rodeaba era plana y sin relieve; pero en noches como aquella le gustaba estar echado en el balcón, observando la luna hasta cansarse.
Al llegar al recinto universitario, ubicó el auto en el estacionamiento y aguardó a la llegada de su acompañante. Era la primera vez que acudía y no tenía conocimiento alguno del perímetro.
Mientras que la esperaba, se sentó en un banco y se fumó un cigarrillo con los ojos entornados. Algunas muchachas que circundaban por allí le entregaban miradas interesadas y seguían su camino.
Justo cuando se decidió por telefonearla fue que la encontró.
Llevaba un vestido negro y sencillo de algodón que le llegaba por encima de las rodillas. Aquella simplicidad, sin embargo, dejaba al descubierto sus delicados hombros y sus piernas bien formadas, y se amoldaba a la perfección a su cuerpo. El cabello lo llevaba recogido y consigo no traía ningún tipo de accesorio. Bankotsu se guardó el móvil en el bolsillo y sintió como su pecho se encogía.
-¿Vas a quedarte ahí toda la noche?- Le dijo sacándolo de sus pensamientos. Él sacudió la cabeza, tiró la colilla y la siguió.
Ambos anduvieron en silencio hasta llegar al departamento de artes visuales, en donde se inauguraba la muestra fotográfica de un ex alumno.
El espacio era amplio y había una cantidad considerable de gente convocada. Familiares, docentes, alumnos, amigos… Todo se encontraba de forma cuidadosamente organizada. Aquel, definitivamente, no era lugar para Inuyasha.
-¿Por qué estamos aquí? Tu ex novio no parece del tipo interesado en estas cosas.-
-No lo es. Pero estará aquí, siempre lo hace.- Le dijo tomando una copa de vino. –Él aparece en todos lados a los que voy.-
Aquello le sonó perturbador pero totalmente verídico. Juntos oyeron las palabras del autor y del organizador y le dieron una vuelta completa a la exposición. Y en medio de aquello, la predicción cobró realidad.
Tras un breve período de tiempo, el peliplata atravesó la entrada acompañado de un muchacho de rasgos apaciguados y cabello corto. No había ninguna chica junto a él.
Lo primero que hizo, como era de esperarse, fue buscar el rostro de Kagome entre la multitud. Su pasmo fue significativo al verla acompañada del mismo cretino de la primera vez.
El moreno, al advertir la situación, se volvió a verlo con indiferencia y se arrimó más a la chica.
-Ya está aquí, y vaya que está contento.- Le informó en voz baja. La azabache hizo un ademán de voltearse pero él se lo negó. –No lo mires. No le des tanta atención.-
Ella le hizo caso y guardó silencio. A continuación, alzó su vista hacia la multitud. El lugar estaba repleto y parecía ser seguro, pero la incertidumbre en las acciones de Inuyasha era significativa.
Una fina capa de sudor comenzó a aflorar y todos sus músculos se tensaron a causa del nerviosismo. Bankotsu se percató de aquello y se afianzó de su mano para tranquilizarla.
-No desesperes, todo saldrá bien. Tú solo háblame.-
-¿De qué quieres que te hable?- Le dijo inquieta.
Fue entonces cuando distinguió la mirada llena de rabia del peliplata. ¿Qué ocurriría si en realidad, Inuyasha se saliera de sus casillas y armara un escándalo allí mismo? No quería saberlo, ni siquiera quería imaginarlo. Sus impulsos la llevaron más allá y de un segundo a otro se alejó en dirección a la salida. Por fortuna, el moreno llegó a interceptarla antes de que eso ocurriera.
-¿Qué estás haciendo? Si te vas ahora lo arruinarás.- Soltó en un susurro.
-No puedo. No puedo hacerlo.-
-¿Acaso vas a abandonar después de haber puesto tanto en juego? No seas cobarde.- Le recalcó de forma severa. –Solo estaremos unos minutos más para que nos vea, y nos iremos. Lo prometo.- Le dijo clavando sus ojos azules en los suyos.
Al oír aquellas palabras, Kagome se sintió mucho más resguardada y respiró hondo para tranquilizarse. Al poco tiempo reanudaron la actuación y permanecieron allí unos minutos más, esta vez sin soltarse de las manos.
Cuando hubo finalizado, salieron del recinto y se encaminaron hacia el estacionamiento con un peso menos sobre los hombros.
-Creo que después de esto necesitaré un trago.- Dijo sacando un cigarrillo de su cajetilla. En su tono de voz había aflorado un cansancio incuestionable.
–Demasiada presión para un solo día. Seguro lo pasaste terrible.- Le respondió a modo de disculpa.
-Me agradó la muestra… el manejo del color me recordó a Rinko Kawauchi.-
Ella abrió los ojos y se volvió a verlo con sorpresa.
-¿Te gusta Kawauchi?-
-Algo… ¿Y tú por qué elegiste ir allí?-
-Bueno, la serie hablaba sobre los deseos. Es un objeto de estudio muy interesante… solo me dio curiosidad.- Declaró con algo de timidez. Bankotsu asintió con la cabeza y le dio una calada a su cigarrillo.
-Muy admirable de tu parte.. Salvo por el instante en que entraste en pánico y casi lo arruinas todo.-
-Lo siento, te lo compensaré. Solo deja de quejarte.- Expresó rodando los ojos ante su actitud sarcástica.
-Podrías empezar por invitar la cerveza.- Soltó sacando las llaves del coche.
-Podría.. pero no te abuses. Tu adelanto me salió bastante caro.-
En aquel punto, el moreno se atravesó delante de ella y la detuvo con delicadeza. –Aún hay algo más...- Pronunció.
La azabache se quedó sin habla y observó cómo Bankotsu se adhería a su cuerpo en silencio, sin siquiera titubear. Lo hizo de forma inmediata, sin mediar palabra.
Pronto sintió su organismo transformarse en un recipiente lleno de emociones atormentadoras. Él la contempló en silencio. Desde allí podía apreciar su temerosa respiración e incluso observar cómo le temblaban los labios.
Al cabo de unos segundos, la agarró del mentón y se acercó al lóbulo de su oreja.
-Eres una tonta.- Le dijo sin más para hacerse a un lado y abrirle la puerta del acompañante. Kagome permaneció de pie unos instantes, con las ideas poco definidas y el pulso enloquecido. Luego de unos minutos subió al vehículo y, tras volver en sí, se dignó a hablar.
-¿Por qué hiciste eso?-
-Tu ex estaba justo detrás de nosotros. Si te lo decía lo arruinarías por completo.- Le dijo con total naturalidad colocando la llave en el arranque. Ella volteó a verlo de forma abrupta. –¿Lo ves? Te lo dije.-
Luego de conducir durante un buen rato por las calles de Tokio, y de avanzar entre barrios más silenciosos y poco concurridos, Bankotsu se detuvo frente a un inadvertido bar. Por fuera tenía un inexpresivo cartel que indicaba su nombre. Al verlo, Kagome torció un poco el rostro. Por dentro, sin embargo, era mucho más atractivo. Tenía un estilo occidental de los años 90 y sus límites se extendían un poco más de lo esperado. De fondo sonaba Getaway, de Pearl Jam.
El moreno se acomodó, como de costumbre, en un taburete frente a la barra y barrió el interior del bar con los ojos. El mismo público de siempre.
Ella se sentó a su lado y lo observó en silencio. La atmósfera estaba fuertemente impregnada de olor a tabaco y whisky.
El barman, y dueño del establecimiento, era un tipo de facciones apaciguadas y cabello algo despeinado. La barba de algunos días le crecía sobre el mentón y la mandíbula.
Al verlos, los saludó y les entregó dos jarras de cerveza sin siquiera preguntar. Al parecer, Bankotsu y Él llevaban tiempo de conocerse.
Mientras que el tiempo transcurría, las condiciones de los clientes viraban hacia distintas direcciones. A medida que las cantidades de alcohol aumentaban, una pequeña brecha se iba abriendo entre ellos. Algunos se volvían más amigables, otros más agresivos, y otros simplemente se convertían en objetos silenciosos. Y, por supuesto, lo mismo ocurrió con ellos dos.
-Eh, Toya.. Tráenos otra tanda más.-
-¿El conductor designado? Esta sería la número cuatro...-
-¿Qué más da? La chica invita.- Le dijo el moreno agitando el recipiente vacío.
El barman llenó las jarras y se volvió a verla. Kagome dibujaba formas irregulares sobre la mesa alargada, pero al oírlo, se detuvo.
-¿Una chica invitándote a ti? No me digas que es tu novia.. -
-Por supuesto que no.- Respondió de forma inmediata. Tras decir eso, hizo una breve pausa y rearmó su discurso. –Pero ella es muy tenaz ¿sabes?, no se detendrá hasta hacerme cambiar de parecer… -
La azabache frunció el ceño ante su insólita aclaración y clavó los ojos en él. Su mirada azulina desprendía un aire punzante y sus labios se habían curvado formando una sonrisa altanera. Aquel aborrecible porte solo destilaba mala intención y arrogancia. En otras circunstancias probablemente se hubiese enfadado para luego desaparecer del lugar. Pero esta vez fue diferente.
-Es cierto, no puedo dejarlo… ¿Cómo decirle que no?- Dijo mientras que se limpiaba la comisura de los labios.-Es que él… en realidad es un romántico incurable.-
Toya soltó una carcajada y se acomodó sobre el aparador trasero al igual que un espectador de primera fila. El moreno rodó los ojos sin darle importancia. Ella apuró su bebida y soltó una carcajada perfectamente audible.
-Fue justamente hoy cuando despertó con una resaca terrible. Me llamó entre llantos para que lo cuidara porque no podía levantarse de la cama…-
-Le gusta hablar estupideces cuando bebe de más, no tiene remedio.- Se dignó a responder él de forma desinteresada.
Kagome, por su parte, observó su jarra vacía; se puso de pie y le rodeó el cuello con una de sus manos a modo de caricia. Bankotsu observó con atención sus movimientos; sus suaves y delicados dedos lo hicieron estremecerse. Su rostro estaba ligeramente teñido de un color rojizo a causa del alcohol.
Desde esa acortada distancia podía oler su fragancia a la perfección.
-Siempre tan obstinado... pero debo agradecerte de todas formas.- Añadió mientras que se adueñaba de su jarra y bebía lo que le quedaba de cerveza. –Si no hubieras sido tan dulce hoy en la muestra...-
Al oírla, endureció sus facciones, se puso de pie de forma inmediata y la jaló del brazo sin dejarla terminar. Sus estúpidos juegos se estaban volviendo una molestia.
-Hey, qué estás…-
-Nos vamos.- Recalcó de forma cruda. Le dejó unos cuantos billetes a su amigo y la arrastró hacia afuera del bar. Kagome solo soltó una carcajada reprimida y lo miró mientras que subía al coche.
-Qué sucede, ¿Dije algo malo?- Expresó acomodándose en su asiento.
-Eres un maldito dolor de cabeza.- Colocó la llave en el encendido nuevamente y condujo en silencio, con una expresión colérica en el rostro. A ella, sin embargo, le hizo bastante gracia.
-No me digas que te ofendiste por haber herido tu ego…- Le dijo en tono de burla. Al parecer, la insufrible chica no tenía botón de apagado.
-Por favor, tú eres la única herida por no haber oficializado nuestra falsa relación.- Expresó curvando los labios.
-¿Oficializar? Podría morir de tristeza antes que estar con alguien como tú.-
El ojiazul pegó un volantazo y detuvo el automóvil en ese preciso instante, a mitad de una calle desierta. Kagome se tambaleó hacia ambos lados y se aferró a su asiento para mantener el equilibrio.
Justo cuando se disponía a objetar algo, lo vio retirar las llaves del encendido y arrojarse sobre ella hasta quedar a pocos milímetros de su rostro. Ella trató de removerse en su lugar con algo de dificultad, pero le fue imposible. La fuerza que ejercía su acompañante era superior.
-¿Sabes Kagome? De ser tú, yo tendría más cuidado con mis palabras…- Le susurró al oído. Quería borrarle aquella expresión irónica de una vez por todas. –Porque, en estas circunstancias… la situación podría cambiar de un momento a otro.- Sus palabras resonaron de forma perturbadora, pausada. Como si tratase de grabarlas, una por una, dentro de ella.
La muchacha tragó saliva y observó como aquel par de ojos azules descendía hacia sus entornadas piernas. Su nerviosismo la llevó a un nuevo pero fallido intento por hacerlo a un lado, dando como resultado una cínica sonrisa por parte de él.
Ya la tenía, había logrado asustarla e incluso hacerla callar. Pero no estaba satisfecho.
Una de sus manos se posicionó sobre su rodilla y viajó de forma dócil hacia su muslo, colándose por debajo de su vestido. Lo hizo de forma acompasada, casi armoniosa. El roce de sus dedos contra aquella tersa piel era una sensación estupenda.
Aún en la misma postura, con la mitad del cuerpo en su asiento y la otra en el asiento del acompañante, la atrajo hacia él y unió sus labios con los suyos. Primero de forma arrebatada, imponiendo su contacto a fuerza de voluntad. El cuerpo de la azabache permaneció rígido e inerte, totalmente negado.
Al dar cuenta de la situación, Bankotsu reanudó su ruta entregándole ligeras caricias en los muslos. De arriba hacia abajo. Observando cómo, poco a poco, la complexión de ella comenzaba a relajarse y a ceder ante sus caricias, y también su temperamento. Pronto le dio paso a su lengua y correspondió a su beso; dejando que sus alientos se mezclaran y se exploraran el uno al otro. ¿Por qué lo aceptaba? Probablemente a causa de su estado de embriaguez.
Buenas, traigo actualización después de tanto! Este capi se extendió bastante. No quería cortarlo más.
Quiero anunciar que por fin estoy de vacaciones! Así que voy a poder actualizar más seguido. Agradezco a la gente del Círculo Mercenario siempre por existir
rogue85 Quiero saber de la sorpresaaaa en el grupo! jajaja tengo impaciencia. Espero te guste el capi!
frangarrido1993 jajajaja, Inu que se quede con la muerte. Quiero que sepas que estoy leyendo tu fic de la propuesta y me quedé super enganchada. Por favor continualo! Hoy voy a seguir con los otros :)
Asia12 Y cada vez se alargan más los caps! jajaj, espero te haya gustado!
Saludos a todo mundo y nos leemos en la próxima!
