Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.
Capítulo 6: Nueva jugada.
La luz del mediodía se colaba a través de las cortinas proporcionando un ligero atisbo de claridad en la habitación. Con ella podía distinguirse, a duras penas, el mobiliario: un televisor apagado, un sillón individual con ropa desperdigada a su alrededor, una mesilla de luz con un teléfono y una cama matrimonial que no dejaba de crujir a causa de los movimientos bruscos. Todo estaba sumido en penumbras.
Allí dentro, dos cuerpos se estremecían de forma ansiosa, enardecidos.
Ella jadeaba incesantemente por encima de las caderas varoniles, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Impulsándose de forma violenta, de arriba hacia abajo. La oscura cabellera le caía a ambos lados de los hombros y el flequillo se le adhería al rostro a causa del sudor.
Él, por su parte, se dejaba llevar por aquellos movimientos autoritarios, sintiendo como su intimidad se apretaba en la de ella. Le acarició los senos y estrujó uno de ellos entre sus manos, oyéndola desprender un gemido de sus labios.
Últimamente, se le estaba volviendo costumbre ir a parar a un Love Hotel dos o tres veces por semana durante el mediodía, cuando sus horarios se entrecruzaban. Se veían, se metían a la cama y no salían de allí por un buen rato. Ella era como un animal hambriento, empecinada en vaciarlo por completo con tal de saciar su sed.
-¿Quieres ir por algo de comer?- Le preguntó la muchacha abotonándose la camisa. Rara vez compartían alguna que otra conversación, y eso le fastidiaba.
-No puedo. Tengo que entrar a clases en unos minutos.-
-¿Siempre será así? Tú, yo, el hotel… -
-¿Qué más quieres entonces? Podemos ir a cenar si es que…-
-No, Inuyasha. Quiero poder caminar junto a ti sin problemas. Quiero ir a verte sin esconderme.- Lo interrumpió con hastío. Detestaba su actitud de niño desentendido.
-Ya te lo dije, Kikyo…-
-Temes herir a tu ex novia, bla bla bla. Por favor, te apuesto a que a estas alturas ya debe estar buscando un reemplazo.-
Al oírla, se puso de pie y arrasó con la mesilla de luz a su paso. La imagen de Kagome y aquel cretino juntos se le vino a la mente de forma instantánea. Él tomándola de la mano, con una sonrisa arrogante, mientras que le susurraba algunas palabras al oído. Un reemplazo… no lo permitiría. De ninguna manera.
Se calzó los jeans y la camisa y salió de la habitación sin decir más, dejándola perpleja.
"…La filosofía alemana adoptó una visión del inconsciente opuesta a la del racionalismo y sin relación directa con el punto de vista terapéutico de la psiquiatría dinámica. Subrayó el lado nocturno del alma humana…"
Kagome se restregó los ojos y subrayó el texto citado, sin descifrar del todo su significado. Durante el día, había aseado por completo el dormitorio, había ordenado su ropa y había ayudado a Yuka en la biblioteca. Sin embargo, a la hora de sentar cabeza para sus estudios, sus sentidos colapsaron. Lo único que conseguía era reproducir en su mente, una y otra vez, los sucesos ocurridos tres días atrás.
Él le entregó ligeras y exquisitas caricias para verla flaquear y ceder ante el contacto. Luego, la atrajo hacia su cuerpo y la besó de forma abrupta, introduciendo su lengua en ella, explorando sin tapujos. Al parecer había tomado las riendas de la situación bastante rápido. En el vehículo reinaba un silencio sepulcral, los únicos sonidos que podían oírse eran los de las respiraciones agitadas de sus tripulantes.
La atmósfera se había cargado de un aire denso que comenzaba a escasear y el moreno continuó con su recorrido sin medir las consecuencias.
Se electrizaba con el solo hecho de escucharla jadear a causa del cansancio, de oler su fragancia, de sentirla removerse, de actuar y luego arrepentirse. Pronto, su miembro empezó a doler y a hincharse a causa de la excitación. Si continuaba así, ya no podría detenerse.
Las caricias que había comenzado a proporcionar en sus muslos ascendieron, dibujando formas abstractas en la piel femenina y prolongando su viaje hasta la zona íntima de la azabache.
En ese momento, Kagome abrió los ojos y lo echó hacia atrás con una fuerza desconocida. Sus latidos se aceleraron de forma monstruosa, y lo único que pudo hacer fue abrir la puerta y descender del vehículo.
Desde ese entonces no había vuelto a saber nada de Bankotsu. No lo había llamado, no le había enviado mensajes, ni mucho menos se había pasado por el bar. Durante los tres días siguientes al hecho, su vida se había resumido en un simple ida y vuelta entre el ala de los dormitorios y el recinto de aulas. Salía cuando tenía que cursar y regresaba de inmediato luego de cada clase. De seguir prolongando aquella vida de ermitaña, solo conseguiría volverse loca.
Lo necesitaba, el plan seguía en marcha y requería de sus servicios más que nunca. Pero su temor no se lo permitía. No sería capaz de mirarlo a la cara luego de aquello. Principalmente por la escena en la que había huido como una cobarde.
-No, yo no soy una cobarde. ¿Qué más iba a hacer? ¿Quedarme?-
-¿Quedarte en dónde?- La voz de su compañera la sacó de sus pensamientos. Sobresaltada, Kagome sacudió la cabeza y miró el reloj de pared.
-Vaya, pero si es muy tarde. ¿Por qué no vamos caminando a clase?- Expresó al mismo tiempo en que la arrastraba hacia afuera de la recámara.
-Luces algo alterada, ¿te encuentras bien?-
-Claro Yuka, es solo un mal día.- Trató de serenarla. Su interlocutora rodó los ojos, sin tragárselo por completo, y luego sonrió divertida.
-Bueno, tengo una propuesta que te hará sentir mejor.- Dijo viéndola a la cara. Y tras cerciorarse de que tenía toda la atención de la azabache, prosiguió. –Uno de los jugadores del equipo de Koga dará una fiesta en su casa. Ya sabes, ganaron el partido y…-
-No creo que pueda ir.-
-¿Que no vas a venir? Habrá un menú de solteros disponibles.-
Kagome tomó una bocanada de aire y exhaló un suspiro. Si mal no recordaba, había sido ella quien le presentó a Inuyasha. Y ahora que lo pensaba, también a Bankotsu.
-La verdad es que no me interesa. Puedes ir con Ayumi para que te haga compañía.-
-Pero…-
La azabache se llevó un dedo a los labios en señal de silencio y se adentró al recinto. Se había librado de ella, pero no por mucho tiempo más.
Estaba recostado en la cama, observando el techo con el teléfono en la mano. La habitación se había sumido en un silencio profundo, ni siquiera el ruido de las calles parecía llegar a sus oídos. Luego de estar unos minutos más en aquella posición, se incorporó sobre la cama y se apoyó en la pared. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que pudo cerrar los ojos por última vez?
Sin pensar más, se metió en la ducha, se lavó la cabeza y, con una toalla enrollada a la cintura, se preparó el desayuno. Aquel era uno de los únicos días en que el bar permanecía cerrado; una especie de día libre para los fatigados como él, que se la pasaban realizando pagos, haciendo cuentas fuera de horario y echando borrachos cada dos por tres.
Cuando hubo terminado, colocó las cosas en una bandeja metálica y se acomodó en el balcón con la vista fija hacia el exterior.
Era una mañana espléndida. La brisa fresca le removía el cabello mojado y la ciudad le daba la bienvenida a un nuevo día.
Tras terminarse el desayuno, Bankotsu se estiró en su silla y sintió los huesos de su columna crujir. Revisó su móvil una vez más y un ligero malestar lo invadió. Ninguna notificación.
-¿A qué demonios estás jugando?- Pronunció a la nada.
Luego de unos segundos, sacó un cigarrillo de su cajetilla y lo encendió con un cerillo. Aquellos tres días habían transcurrido de forma apacible, con grandes cantidades de trabajo y alguna que otra dificultad. Sin embargo, la pesadumbre subsistía en su interior de forma latente, y se revolvía de un lado a otro.
Ella había huido en el peor de los momentos, dejándolo como un perro excitado al que no se le entrega recompensa. Y para colmo, permanecía escondida entre las sombras, como una fugitiva.
Impulsiva, temperamental y bastante detestable, a decir verdad la aborrecía. Incluso estaba dispuesto a apostar que, en el interior, no era más que una niña malcriada. Una arrogante mimada, incapaz de hacerse valer por sí misma, desprendida de cualquier tipo de interés por el mundo real. Pero estaba equivocada si creía que podría salirse con la suya.
El ojiazul exhaló el humo de sus pulmones y observó como éste era llevado por la brisa.
-¿Qué haré contigo?-
La azabache caminó a paso ligero a través de los corredores, volteando su rostro hacia ambos lados cuando lo creía necesario. Quería asegurarse de estar sola.
Salió del edificio, atravesó el jardín principal y se metió al ala de habitaciones. Una vez en la entrada, introdujo la llave y la puerta se abrió con un sonido metálico. Al cerrarla, la sacudida que se llevó fue considerable.
-Vaya, hasta que apareces. Con Ayumi llevamos horas esperándote.- Mencionó la latosa voz familiar. –Creíste que ibas a escapar, ¿cierto?-
Ella se apretó el puente de la nariz y depositó sus cosas sobre el escritorio próximo a la cama. Se sentó en el colchón y se cepilló el pelo en silencio.
-¿Cuándo pensabas decirnos que estabas saliendo con alguien?-
-¿Qué? ¿Quién se los dijo?- Objetó perpleja.
-Bueno, a decir verdad era solo una teoría. Tú acabas de confirmárnoslo…- Departió Ayumi entre risas. –Tus cambios de humor repentinos, tu poco interés por salir…-
-Tu negación a trabajar con ese chico…- Intervino esta vez Yuka. –Ya dilo Kagome, ¿Quién es?-
Ella se rascó la cabeza con algo de incomodidad, sin saber qué hacer. No podía decirles que en realidad estaba montando una farsa, eso solo traería más problemas. Ninguna de las dos era apta para guardar un secreto de tal magnitud. ¿Entonces qué? En medio de eso, para su desgracia, una llamada entrante las interrumpió.
La habitación quedó en silencio y su móvil se iluminó con el nombre "Bankotsu" en la pantalla. Nerviosa, deslizó su dedo y colgó, pero para ese entonces, ellas ya se habían percatado de la artimaña.
-¡¿Estás saliendo con él?! ¿Por qué no nos lo dijiste?- Se impacientó la pelilarga. –¿Nos lo ocultaste todo este tiempo?-
-¿Por eso es que no requerías de sus servicios, verdad? Ahora tienes a alguien que le haga frente a Inuyasha de forma oficial.-
Ella asintió con la cabeza sin interés. Si tan solo supieran lo que le costó la broma...
-¿Y por qué no le dices que venga a la fiesta?.-
-No lo sé, tal vez esté ocupado...- Trató de desviarla, lo último que deseaba era verle el rostro.
-Vamos, seguramente te estaba llamando para hacer algo.-
-Trataré de comunicarme con él más tarde.- Mintió. –Mientras terminaré con algunos trabajos pendientes.-
Luego de tranquilizarlas con aquella frase, se sentó en su escritorio y se dispuso a finalizar sus tareas. Tal vez, aquella, había sido la peor idea de todas. Tras dos horas de labor, guardó sus libros y se metió al baño para darse una ducha. Solo le quedaba una hora para prepararse y de no estar lista, sus amigas la arrastrarían incluso descalza con tal de llevarla.
Una vez adentro, dejó que el agua le empapara la cabellera, el rostro y todo el cuerpo. El baño era su parte favorita en aquellos calurosos días de verano; por eso es que se tomaba el tiempo necesario para llevarlo a cabo.
Afuera, su móvil volvió a iluminarse recibiendo una llamada. Yuka sacó la vista de su libro, estiró el cuello y leyó el nombre en la pantalla. Y sin pensárselo dos veces, descolgó.
-¿Por qué no atendías?- La voz al otro lado de la línea parecía desprovista de cualquier tipo de sentimiento.
-Lo siento, Kagome se está dando una ducha. Tú debes ser Bankotsu, ¿cierto?- Preguntó divertida. –¿Pasarás por nosotras en el auto?-
-¿Pasar? ¿Para qué?- Cuestionó él sin mucha gracia.
-Para ir a la fiesta del amigo de Koga. ¿Kag no te dijo?-
Así que al final, cuando el gato no está… los ratones sí se divierten. El moreno adoptó otra postura y permaneció unos segundos en silencio. Aquello sonaba tentador, no podía dejar pasar la oportunidad.
-En realidad llamaba porque iré directo para allá. Quería saber si podían darme la dirección.- Le dijo tras aclararse la garganta. -Estoy en una reunión de trabajo y llegaré más tarde.-Cuando quería podía sumergirse en el mejor de los roles.
-¡Claro! No hay problema.-
-¿Podrías guardar el secreto? Le dije a Kagome que tenía mucho trabajo y no podría ir. Me gustaría darle la sorpresa.-
La pelicorta le dictó la dirección desde su móvil y lo oyó darle las gracias. Lo hizo de forma suave y aterciopelada, muy nítida. No le cabía duda, debía de ser un encanto.
Ambos se despidieron y justo cuando ella colgó vio a su amiga salir del baño. Borró el registro de llamadas y dejó el móvil en su lugar.
Bankotsu dejó el aparato sobre la mesa y se rascó la barba de algunos días. Era hora de armar su jugada.
El grupo de universitarias, por su parte, dedicó el tiempo restante en producirse. La azabache fue la primera en terminar. Vestía una falta corta y oscura, tiro alto, un top blanco con la espalda descubierta y unas sandalias haciendo juego. En el rostro apenas llevaba maquillaje y de su cuello colgaba una fina cadena plateada.
Cuando Yuka y Eri hubieron terminado, corroboró las notificaciones en su móvil. Ni mensajes ni llamadas, aquello la tranquilizó. Minutos después, las tres salieron de la habitación.
El coche avanzó de forma avivada por las calles de Tokio, como si las conociera de sobremanera. El moreno se detuvo en el semáforo, se puso un cigarrillo entre los labios y lo encendió con un mechero. Por último, antes de que la luz cambiara, tecleó un mensaje breve y miró la hora. Las once y treinta y cinco.
En aquel lapso de tiempo se había bañado por segunda vez, se había afeitado y se había bebido una lata de cerveza. Traía puesta una camiseta blanca de mangas cortas, un pantalón negro y unos borceguíes oscuros. La situación no ameritaba mayor esfuerzo.
Tras llegar a su primer destino, bajó del coche y se apeó en la entrada de un edificio. A los pocos segundos, una voz familiar le habló por el portero y le ordenó que subiera.
-Te dije que estuvieras lista.- Soltó sin mucha gracia mientras que entraba al apartamento.
-Ni siquiera sé a dónde vamos. ¿Por qué no me avisaste antes?-
-Qué importa. Date prisa.-Le dijo mientras que la veía correr hacia su alcoba.
El ojiazul se acomodó en el extenso sillón y estiró el cuello en el respaldo con la vista fija en el techo. El piso estaba perfectamente aseado, y una agradable fragancia perfumaba el interior.
-Aún no has respondido a mi pregunta. ¿A dónde vamos?- Vociferó Sango desde el otro lado.
-A una fiesta. Ya deja de hacerte rogar. Habrá alcohol y tipos solteros... Eso te gusta, ¿no?-
-¿Tipos solteros? Por favor, tus amigos solo son unos idiotas.-
-Ninguno de mis amigos irá.- Sango frunció el ceño, desentendida, como si algo no acabara de cerrarle. –Tengo que hacer de acompañante.- Pronunció finalmente él, con hastío.
-Ya veo, así que al final tomaste la oferta de Kagome.-
Bankotsu no manifestó respuesta alguna. Ella se pasó la blusa por encima de la cabeza, se arregló el cabello y se maquilló sin volver a insistir. Sabía que no tenía que presionarlo; su amigo era un tipo bastante particular.
Una vez abajo, ambos subieron al vehículo y partieron rumbo al destino. Atravesaron algunos barrios, avenidas y rápidamente desembocaron en la autopista.
-¿Por qué no pasamos por Kagome?- Mencionó extrañada al dar cuenta del recorrido.
-Irá con sus amigas.-
Un hombre contratado, para fingir un noviazgo, que iba sin su novia. Ridículo de pies a cabeza. Cualquier persona con un poco de sentido común hubiera pensado lo mismo.
-La chica no sabe que estamos yendo, ¿cierto?- Solo hubo silencio. Ante la falta de vocablos, la muchacha soltó una carcajada. –Vaya, jamás creí verte así.-
-¿Haciendo mi trabajo?-
-Sí, claro… "trabajo".-
-Suficiente fantasía por ahora. Llegamos y cada quien se va por su lado.-
-Me parece bien.- Respondió sin más.
La casa era de un estilo occidental antiguo, completamente restaurada. Si bien conservaba sus características originales, la residencia parecía un bloque de ladrillos montado desde cero.
Los dos traspasaron el portal y se abrieron paso a través del gentío. Muchachas subiendo y bajando escaleras, integrantes del equipo con las camisetas puestas, un aparato de audio estruendoso colocado en un rincón. Grupos de gente totalmente desconocida que ni siquiera se inmutó ante ellos.
Ya en la cocina, Sango colocó tres hielos en un vaso y se sirvió un Johnnie Walker de la barra. Luego repitió la operación, esta vez colocando la menor cantidad de hielo posible, y se lo entregó a su compañero.
-Ten, necesitarás una chispa de calor para encontrarla en este desastre.- Él la observó bebérselo de un trago y atravesar el umbral de la puerta hacia la sala contigua. –Buena suerte, te avisaré si la veo.-
En el patio trasero, varios sillones individuales se encontraban dispuestos alrededor de la piscina. Y sobre las mesas ratonas descansaban pequeños frascos con velas aromáticas. Desde allí, Kagome observaba el agua en silencio, con un ligero pesar en las sienes. Cada tanto le daba un trago a su cerveza. ¿Por qué demonios había aceptado? Al fin y al cabo siempre ocurría lo mismo, sus amigas encontraban algún que otro tipo de diversión y salían despavoridas agitando el rabo. Y aquel tipo de salidas terminaba convirtiéndose en una pelea contra el reloj para matar el tiempo.
Con algo de resignación, exhaló un suspiro y se bebió lo que quedaba de la lata. Cuando se disponía a ir por otra, una mano desconocida la detuvo con delicadeza.
-Creo que estás olvidando algo.- A su lado, un muchacho alto y delgado le señalaba el móvil sobre la mesa. Tenía el cabello algo crecido y un par de aros en las orejas. En la parte superior llevaba puesta la camiseta del equipo.
-Te lo agradezco, suelo olvidar todo.- Se disculpó ella con una débil sonrisa.
-¿Ibas por otra bebida? Te acompaño.-
-No será necesario Shin, ella viene conmigo.- Interrumpió un joven de ojos celestes haciéndose presente en la escena.
-Koga, justo a tiempo...- Le dijo rascándose la cabeza. –Bien, los dejo solos. Nos veremos en otra ocasión.- Se despidió mientras que le guiñaba un ojo a la azabache. Ella se volvió a su amigo y rodó los ojos.
-Vaya que me salvaste...-
-Estoy para lo que necesites.- Bromeó entregándole otra lata de cerveza y sentándose a su lado. -¿Viniste sola?- Ella negó con la cabeza.
-Con Yuka y Ayumi. Pero, como verás, es casi lo mismo que estar sola.- La lata hizo un ruido seco al abrirse. En el otro extremo del jardín, a lo lejos, vio pasar una figura familiar. Se restregó los ojos al instante, sintiéndose engañada, pero al volver su vista, la figura ya se había mezclado con la multitud.
–En fin, ¡felicitaciones por el partido!- Volvió a decir con ánimos. Ambos brindaron y les dieron un sorbo largo a sus bebidas.
-Es una lástima que no hayas estado para vernos anotar.-
-Lo sé, tuve algunos problemas y durante aquel fin de semana regresé a casa.- Expuso con la vista fija en una de las pequeñas velas. –Te lo compensaré de alguna forma.-
-Tal vez con algunas tandas de Karaoke y béisbol, como en los viejos tiempos.-
Los viejos tiempos. Aquella había sido una época memorable, en la que ambos vivían libres de responsabilidades y ataduras absurdas. Por las tardes, después de clases, cuando no estaban correteando por ahí o cantando en los karaokes, solían pasarse horas realizando lanzamientos y bateos. Los fines de semana, Koga visitaba a los Higurashi o ella a su familia. Todos a su alrededor asumían que ese par acabaría en romance, incluso sus propias madres. Pero con la llegada de Inuyasha en su vida, aquellos lazos de amistad se fueron debilitando cada vez más. El distanciamiento había sido tal que apenas tenían contacto el uno con el otro. Si Kagome lo saludaba sin el consentimiento de su pareja recibía un embarazoso y ridículo sermón. Después de terminar con el peliplata, comprendió que todo aquello había sido una pérdida de tiempo. Una estupidez desquiciante.
-Lamento haber sido tan idiota.- Habló finalmente con la vista fija en el suelo.
-Lo importante es que abriste los ojos e hiciste lo mejor para tí.- Le respondió él con una media sonrisa en los labios. –De todas formas eras un asco bateando.- Añadió para oírla soltar una carcajada.
A unos metros de allí, las risas llegaron a oídos de una muchacha que permanecía de pie junto al borde de la piscina. El sonido la hizo volverse sobre sus talones, solo para presenciar un repulsivo y familiar rostro. Aquella detestable niña se encontraba pegada a un lado del capitán del equipo, riendo a carcajadas.
Fastidiada, soltó un suspiro y se echó la melena hacia atrás.
-¿Sucede algo?- Quiso saber el muchacho que la acompañaba.
-Iré por otra bebida.- Le dijo de forma tajante mientras que lo dejaba hablando solo.
Con que al final sí está buscando un reemplazo. Reflexionó mientras que avanzaba. A decir verdad, no comprendía la razón por la cual Inuyasha estaba tan obsesionado con ella. Era una chica corriente, sin encanto ni gracia alguna, ni siquiera para vestir. Lo único en lo que podía acertar era que con solo verla le daba dolor de cabeza.
Sus pasos resonaron firmemente sobre los cerámicos y comenzaron a desviarse hacia otra dirección. Al pasar por su lado, la escudriñó directamente, con recelo y antipatía. Y en cuestión de segundos, la empujó al agua con una fingida maniobra de tropiezo.
Kagome braceó de forma desesperada y salió a la superficie completamente empapada. Para entonces ella ya se había ido.
-¡¿Qué mierda le pasa?!- Vociferó mientras que sentía el soplo del viento atravesarla de pies a cabeza. Koga se puso de pie inmediatamente y le escurrió el cabello mientras que la veía tiritar.
-Será mejor que vayas a cambiarte o te resfriarás. Déjame ayudarte.-
El ojiceleste consiguió algunas prendas del dueño de casa y le indicó el lugar en el que se encontraba el cuarto de baño. La muchacha subió los escalones descalza y abrió la ante última puerta del extenso pasillo. Se envolvió con una toalla y se secó el rostro, luego se miró al espejo con la cara cansada. ¿Qué demonios había sido eso? No tenía suficiente con Inuyasha, ahora también su nueva chica le generaba molestias.
Dos golpes secos resonaron en la puerta sacándola de sus cavilaciones.
-Está ocup-
Antes de que pudiera terminar, una figura se adentró en el cuarto de baño cerrando la puerta tras de sí. A penas pudo verle el cuello, solo eso le bastó para bajar la mirada y sentir sus mejillas arder sin previo aviso. El moreno avanzó unos pasos en silencio y se acercó con las manos embutidas en los bolsillos.
-¿Q-ué estás haciendo aquí?- Pudo pronunciar frunciendo el ceño. Él la observó de pies a cabeza con algo de gracia, incluso en aquellos momentos se hacía la valiente.
-Vengo a ayudar a mi novia, ¿no es obvio?- Le dijo poniéndose un cigarrillo entre los labios. –Teníamos un trato, tú y yo. ¿Recuerdas?- Lo expuso clavándole sus penetrantes ojos azules.
Kagome guardó silencio y lo observó prender el cigarrillo con un encendedor color plata. Luego le dio una honda calada y exhaló el aire con tranquilidad para seguir avanzando. Una vez que lo tuvo a pocos centímetros pudo olfatear el olor del Whisky que había estado bebiendo hacía unos minutos.
Con el cigarrillo en la boca, Bankotsu le sacó la toalla de las manos y se la pasó por la cabeza, tratando de escurrirle el cabello de a poco.
-No hay nadie alrededor como para que actúes. Ese no era el trato.- Expresó ella haciéndose a un lado, pero el continuó con labor. Se acercó aún más y le secó el cuello, luego la espalda y los brazos. Su contextura era realmente pequeña en comparación con la suya. –Ya déjame, apestas a alcohol.-
-Sh, no querrás enfermarte, ¿o sí?-
El moreno se arrodilló y pasó la toalla a lo largo de sus piernas; y cuando volvió a levantarse, la cargó y la sentó en la mesada de mármol. Ella hizo una mueca de negación con la cabeza y le asestó algún que otro insulto inútil. Pero ya nada le importaba. Apagó el cigarrillo en el lavamanos y extendió sus brazos por detrás de su espalda, descorriendo el cierre del top. Al parecer, no llevaba nada debajo de la humedecida prenda.
-¿Qué dem- Pero el ojiazul la acalló cuando comenzó a lamer su cuello, quitando los restos de agua que habían quedado. Era exquisita, y su aroma persistía aun estando mojada.
Kagome se estremeció ante el contacto, y un ligero cosquilleo comenzó a emerger desde su interior. Aquella lengua húmeda recubría cada rincón de su piel.
Cuando hubo acabado la lucha con la prenda superior, la arrojó a un lado, dejando sus senos completamente expuestos.
Se quedó contemplándolos como pudo mientras que la besaba. Era la primera vez que podía verlos y sus irrefrenables ganas por estrujarlos entre sus manos no se hicieron esperar. Los acarició y los sintió entre sus dedos al mismo tiempo en que dejaba su cuello y se adueñaba de sus labios. Aquel fue un beso que cobró firmeza desde el principio, ya no había retraimiento alguno. Su lengua se removió con la de ella y la acarició con necesidad.
Al cabo de unos segundos, sus manos indagadoras descendieron hacia sus piernas y le acariciaron los muslos al igual que la última vez, pero ahora no se detendrían. Con dibujos irregulares, los dedos volvieron a ascender por encima de la falda para encontrarse con el cierre. Bankotsu jugueteó con la pieza por unos segundos.
-No lo hagas.- Le ordenó ella en un jadeo perdido. Pero él hizo caso omiso a sus palabras. Sabía que no lo decía en serio, sabía que lo deseaba tanto como él.
Finalmente, bajó el cierre y logró deshacerse de su molesta prenda, dejando a la vista unas pequeñas bragas negras.
-¿Te divertiste estos tres días?-
Ella guardó silencio y lo observó tomar la toalla entre sus manos una vez más. Le secó los muslos y la cintura de forma detenida, queriendo grabar cada detalle mínimo de su piel. Por último la pasó sobre su ropa interior.
La muchacha quiso empujarlo de forma abrupta, pero esta vez él arrojó la toalla y la detuvo con su fuerza.
-Supongo que estuviste muy ocupada como para llamar a tu novio, ¿no es cierto?- Le susurró al oído. Kagome sintió su pecho descontrolado al percatarse de como los dedos masculinos rozaban su zona íntima.
Quiso decir algo, pero él la acalló con un beso frenético. Esta vez no le permitiría escapar ni objetar nada, le demostraría aquella chiquilla indeseable quien manda.
Pronto comenzó a frotar dos de sus dedos de forma irregular, sintiendo como el calor nacía ante el contacto. Algún que otro quejido reprimido podía oírse en sus labios. Pero a él no le bastaba con eso, quería oírla gemir de forma audible. Pronto, se deshizo de la última prenda y la acercó más a su torso. Luego le acarició la espalda.
-¿Crees que voy a permitirte que me hagas quedar como un estúpido?- Le dijo frotando sus falanges con más fuerza, sintiendo como éstas se humedecían con los fluidos de la muchacha. Aquello lo estaba volviendo loco; su cuerpo se estaba adueñando de un calor incontenible. –Estamos saliendo por un capricho tuyo, pero será bajo mis términos.- Dijo para finalmente hundirlos en ella. Fue entonces cuando la oyó.
Un gemido se desprendió de sus cuerdas vocales, desligado de cualquier tipo de conexión con la realidad. Su mente estaba en blanco y su cuerpo se había entregado completamente a aquella sensación.
El moreno metió y sacó los dedos con ímpetu, cada vez con más fuerza, deleitado con la sacudida que daba el cuerpo de Kagome. Y al cabo de unos minutos, introdujo un tercer dedo en aquella zona erógena.
-Ahh…- La escuchó gemir sobre el lóbulo de su oreja.
Con la otra mano se aferró a uno de sus glúteos y la soldó a él; una fina capa de sudor recubría el cuerpo femenino.
Mientras que la masturbaba, su brazo comenzaba a ser presa de un dolor agonizante y su miembro ansiaba salir y hacerla suya. Si seguía así acabaría por perder la cabeza.
Y en medio de aquello, unos golpes nerviosos intervinieron.
-Kagome, sé que estás ahí dentro. ¿Qué demonios sucedió con Kikyo?- La voz del peliplata acechó en el cuarto de baño. –Sal ahora mismo.-
Bankotsu permaneció con los dedos aún dentro de ella, miró el cerrojo y respiró hondo. Por suerte había echado la llave. La azabache quiso incorporarse en el suelo, pero él no se lo permitió. Lo único que hizo fue hundirse aún más.
Ella se aferró a su cuello y lo besó para acallar sus gemidos, sintiendo como entraba y salía de forma cada vez más violenta.
-¡Kagome!-
Con ambas piernas, rodeó la cintura del muchacho. Se encontraba inmersa en una nebulosa de éxtasis y placer, ajena a los llamados impacientes de su ex novio. El mercenario curvó los labios con lo poco que le quedaba de juicio y la oyó jadear desesperada.
No lo resistió más, pronto una corriente eléctrica la atravesó. Bankotsu sintió como aquel cuerpo se estremecía y temblaba entre sus dedos. Sacó su mano y probó sus fluidos llevándosela a la boca. Magnífico.
En un último movimiento, se quitó la camiseta y se la pasó por encima de la cabeza. Recogió su ropa, y cuando hubo estado algo más decente, abrió la puerta.
Antes que nada.. ¡Feliz año! Espero que hayan arrancado con energía y mucha inspiración. Tardé, y fue por el esfuerzo(?
En serio, me llevó un poco más de lo esperado redactarlo. Igualmente tuve un par de inconvenientes con Internet (en estos momentos estoy usurpándole la casa a alguien más para subir el capítulo).
No hay mucho más que decir, salvo que lo disfruten y que espero sus comentarios/quejas/saludos.
Fran, estuve riéndome sola con tu comentario jajajaja. De repente estaría bueno levantarle el interruptor de Modo Asesinato a Ban, así que en el próximo capi lo pongo en modo ON.
Rogue, estoy atrasadísima con las nominaciones. Voy a ver si ahora puedo pasar lo que escribí y publicarlas en el grupo (espero que no sea tarde). Estoy muy feliz con las nominaciones, ¡gracias!.
Y como siempre, muchas a gracias a todo el Círculo Mercenario por existir!
