Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.

Capítulo 7: Choque

-Kagome, si no abres la puerta voy a tener que-

-¿Vas a tener que qué?- Resopló una voz masculina con hastío. La puerta se había abierto de forma precipitada, antes de que él pudiese finalizar la frase.

Los ojos ambarinos se abrieron de par en par al presenciar aquella escena. Delante suyo, el cretino de frívola mirada lo observaba en silencio; tenía el torso desnudo y una muda de ropa en la mano. A su lado estaba ella, con el cabello húmedo y una camiseta varios talles más grandes como único atuendo.
Inuyasha sintió su sangre hervir mientras que contenía el aliento, y apretó los puños para tratar de domar sus impulsos nerviosos.

-¿Qué demonios estabas haciendo?- Dijo con la vista fija en su ex novia.

Ella guardó silencio, tratando de hallar las palabras adecuadas. Pero optó por ignorarlo, lo último que haría sería darle explicaciones. A cambio, exhaló un suspiro y condujo al moreno hacia la planta baja. Sin embargo, a pocos metros, su marcha fue obstaculizada por el agarre del peliplata, quien no estaba dispuesto a dejarla ir.

-Ya suéltame, me estas lastimando.- Le ordenó. Ambas miradas se encontraron con violencia.

-No me digas que ahora te acuestas con cualquier imbécil.- Insistió él alzando la voz. Kagome contrajo sus facciones en un signo de dolor. No solo la estaba reteniendo, sino que también la humillaba sin reservas. – Responde de una buena vez, ¿de dónde lo sacaste?-

-¿Acaso estas sordo? Te dijo que la sueltes.- Intervino el ojiazul girándose sobre sus talones. Lo miró directamente a los ojos, con una mueca de cansancio. Odiaba de sobremanera el melodrama, y aquella actitud insolente solo empeoraba su humor.

-Esto es entre ella y yo, Idiota.-

Tras decir eso, se aferró aún más al brazo de la joven y la atrajo hacia él en un movimiento atropellado. Pero antes de llevar a cabo su acto, sintió como era embestido por la fuerza de su contrincante.

-Estoy harto de tus estupideces.- Lo oyó decir al moreno. Bankotsu lo sujetó con fuerza del cuello de su cremallera y lo arrinconó en una de las paredes más próximas a ellos. –De ahora en adelante, será mejor que te alejes de Kagome. ¿Entendiste?- Le dijo haciendo presión sobre el cuerpo que tenía delante.

-Infeliz..- Expresó el peliplata tratando de liberarse. El mercenario soltó una risa y afianzó su puño; quería borrarle aquella maldita expresión del rostro de una vez por todas.

Pero la disputa fue interrumpida por un par de personas que llegaron a presenciar los hechos. Pronto, Sango y Miroku se hicieron presentes para llamarles la atención. Al verlos subir, el moreno rodó los ojos y se volvió a su rival.

-Si te llego a ver poniéndole un dedo encima otra vez, lo vas a lamentar.- Le susurró al oído para luego hacerlo a un lado.

-¿Qué está sucediendo aquí?- Terció Miroku al ver a su amigo en el suelo.

Bankotsu lo miró de reojo. Luego rodeó a Kagome con un brazo y descendió las escaleras en silencio. Sango exhaló un suspiro y los siguió de forma inestable, no parecía extrañada en lo absoluto. Los tres desfilaron por la puerta de entrada y caminaron hasta el vehículo en silencio.


Entrada la madrugada, ya en su dormitorio, el muchacho de ojos ambarinos iba y venía con pasos certeros. De vez en cuando se llevaba por delante algún que otro mueble.
Al cabo de un rato, su compañero de cuarto asomó la cabeza por entre las sábanas. Miró el reloj a su lado y soltó un gruñido fastidiado; las cuatro y diez minutos. Al parecer, el peliplata no podía dejar zanjado el asunto. Sin más remedio, se incorporó en la cama y se rascó la cabeza.

-Sé que todo esto te tiene intranquilo. Pero créeme Inuyasha, no resolverás nada a estas horas.-

-No recuerdo haberte pedido opinión Miroku. Si tanto quieres dormir solo duérmete.- Escupió sin paciencia.

-Solo estoy un poco preocupado por ti.- Le dijo de la forma más sensata posible. –Es que todo este asunto con Kagome… ¿no crees que es mejor dejarla ir?-

-¿Dejarla ir? ¿Estás bromeando?- Respondió encolerizado. ¿Acaso le estaba tomando el pelo?

-Me refiero a que ya tienes a una mujer que se preocupa por ti. Una muy atractiva de hecho, y le gustas. Y por lo visto, Kagome también está saliendo con alguien más…-

-Estás demente si piensas que me rendiré tan fácil.- Interrumpió. –Ese imbécil no es digno de Kagome.-

El muchacho de coleta frunció el ceño ante las declaraciones de su camarada. Algo debía andar mal en su cabeza, definitivamente. Pero ¿qué más podía decirle? Cualquier cosa parecía avivar aquella chispa amenazante dentro de él.
La única solución factible que encontró fue el silencio, y tampoco éste pareció ser muy efectivo.

-¿Qué sucede Miroku? ¿Me ignoras? No me digas, todo esto es por la amiguita de Bankotsu.- Continuó diciendo con una sonrisa. -¿Te divertiste con ella?-

-No tiene nada que ver con Sango. ¿Es que no te das cuenta? Esto está yendo demasiado lejos.- Señaló con preocupación.

Inuyasha lo vio a los ojos. En su rostro podía distinguirse un sentimiento enardecido, enteramente inestable. ¿Cuándo había cambiado tanto? Aún en silencio, el ambarino tomó las llaves, se pasó una remera por los hombros y le dio la espalda.

-Eres un idiota.- Finalizó para cerrar la puerta tras de sí.


En el viaje de vuelta, ninguno dijo una palabra. De vez en cuando, la castaña soltaba algún que otro chiste de mal gusto, pero al cabo de unos minutos se quedó dormida.

Sentada desde allí atrás, Kagome podía ver los hombros desnudos del moreno. Casi se había olvidado de que ella traía su camiseta puesta. Al detenerse en el semáforo, su fornida espalda se irguió sobre el asiento delantero mientras que trataba de encender un cigarrillo. Incluso sus hombros parecían estar cuidadosamente trabajados. Era la primera vez que lo veía en aquellas condiciones. Y dado a su contextura, terminó por confirmar que Inuyasha no era rival para él.

Al llegar al campus, se colgó la cartera al hombro y se dispuso a bajar; no sin antes cruzarse con la mirada azulina a través del espejo retrovisor. Fue una mirada aguda, penetrante. Kagome no pudo evitar abrigar un sórdido dolor en el pecho. Se sintió acorralada ante aquel par de ojos, los cuales sentenciaban una advertencia muy clara.

-Espero que hayas aprendido la lección.- Le dijo torciendo los labios en una sonrisa. Ella contuvo el aire y descendió del automóvil con las mejillas ardorosas.

Caminó a paso ligero, sin volverse hacia atrás. Atravesó la puerta de entrada a los dormitorios y deambuló por los corredores semivacíos. Su estómago aún se revolvía a causa de los nervios.
Ya en su recámara, se quitó las sandalias, se puso el pijama y se adentró en el cuarto de baño. Su cabello seguía humedecido en varias secciones, y en su cuello aparecieron algunas marcas violáceas.

¿Qué estaba haciendo? Ir a buscarla, entrometerse en su vida privada y tocarla de aquella forma era algo que definitivamente sobrepasaba los límites. Y de no detenerse lo antes posible, todos sus planes morirían en ruinas.
La azabache exhaló un suspiro y volvió su vista hacia la camiseta que descansaba sobre una de las sillas. Si Bankotsu quería saciar su sed, tendría que hacerlo con alguien más.

Para no seguir dándole vueltas al asunto, se enjuagó la cara y se metió entre las sábanas.

Unas horas más tarde, cuando por fin se dignaba a conciliar el sueño, un sonido estridente la sobresaltó. A su alrededor, la habitación se encontraba en penumbras. Ninguna de sus dos compañeras había regresado.
Se reincorporó en la cama con dificultad y se restregó los ojos con una mano, mientras que con la otra buscaba el móvil. En el camino, varios elementos que se encontraban en la mesilla de luz cayeron al suelo.

-¿Hola?-

-Kagome, soy Miroku. Lamento el horario, pero me pareció algo importante.- Dijo la voz al otro lado de la línea. –Verás, hace unos minutos estuve hablando con Inuyasha sobre ti. Ambos discutimos y…- Sus palabras se apagaron por algunos instantes.

-¿Y..?- Respondió ella con el auricular en la oreja.

-No lo sé, se veía demasiado alterado. Lo último que hizo fue salir de la habitación.- Se aclaró la garganta. –Creo que este asunto se le está yendo de las manos. Sé que él es mi amigo, pero quiero lo mejor para ambos.-

Esta vez, fue ella la que se quedó sin habla.

-No sé en donde pueda estar ahora, pero sería bueno que permanezcas acompañada. Diles a Yuka y Ayumi… ya sabes.-

Tras decir eso, Miroku pidió disculpas una vez más y se despidió. La azabache se quedó inmóvil, con el aparato entre las manos.


Ella dormía con los brazos extendidos a lo largo del colchón, en lo que parecía ser un plácido sueño. Tenía el rostro enrojecido y una ligera serenidad la abrigaba.
Cuando se emborrachaba, Sango deambulada con el cuerpo relajado entre la bruma del Whisky. Se la pasaba horas y horas entablando conversaciones deshilvanadas con personas ajenas y luego se dormía en cualquier rincón. Al otro día se despertaba con la mente fresca y un humor extraordinario, como si nada hubiese ocurrido. Maravilloso. La desventaja radicaba en que, si salían juntos, él siempre tenía que llevarla a cuestas consigo.

Bankotsu le dio un sorbo a su café y volvió la vista hacia el estampado de la remera que traía puesta. Era una ilustración de algunos edificios y un puente colgante con el nombre de la ciudad de Brooklyn debajo. Tanto el dibujo como la tipografía estaban algo borroneados. Parecía una prenda longeva, de aquellas que uno utilizaba para dormir o hacer el aseo. Así y todo, estaba recubierta de olor a suavizante, y el talle le iba perfecto.

Sentado en aquel amplio sofá, le dio unas últimas caladas a lo que le quedaba del cigarrillo y exhaló el humo mientras que se estiraba el cuello hacia ambos lados. Aquellos eran sus últimos ratos libres; dentro de algunas horas tendría que volver al trabajo, regresar a las cuentas y a los números reales. Volver a aquella diminuta oficina del demonio.

En medio de sus reflexiones, el timbre sonó.

-Soy yo.- Expresó la voz al otro lado del receptor.

-Te dije que me llamaras por teléfono. Sango está dormida.- Le dijo a regañadientes. Sin aguardar respuesta, colgó el portero y oprimió el botón a un lado del aparato. Unos minutos más tarde se oyeron dos golpes suaves en la puerta de entrada.

Al abrir, el moreno se encontró con el flequillo de Kagome y su desaliñada apariencia. Llevaba unos jeans algo gastados, las mismas sandalias de antes y una remera dada vuelta. Le daba la impresión de que hubiese corrido una carrera para llegar hasta allá. Además de eso, su vista estaba perdida en algún punto del suelo.

-¿Vas entrar, o quieres quedarte ahí toda la noche?- Resopló de mala manera. Ella asintió con la cabeza y se adentró en el inmueble.

Ya en la cocina, Bankotsu cambió el filtro de papel y la vio sentarse en la mesa. Enjuagó el recipiente de vidrio y sacó dos tazas de la alacena. Le parecía mentira que esa muchacha le trajera tantos problemas. Apenas había podido cerrar los ojos cuando lo llamó, diciéndole que el infeliz de su novio andaba dando vueltas por allí. Al oírla se sintió dentro de una novela policial de los años treinta.
Cuando el café estuvo listo, lo sirvió en las tazas y se le sentó en frente.

-¿Por qué estás aquí?- La oyó decir.

-Porque Sango apenas podía subir las escaleras, y yo estoy muy cansado para conducir.-

Kagome asintió en silencio. Una incómoda atmósfera flotaba en el espacio.

-¿En dónde conseguiste esa remera?-

-¿Por qué? ¿Quieres que me la saque?- Le dijo en un tono sugerente. Ella, que en esos momentos le daba un sorbo a su bebida, tosió sobresaltada. –Deja de entrometerte en todo.-

Tenía razón; a decir verdad solo buscaba un poco de charla, pero aquello parecía un interrogatorio.

-Perdón por venir, es que no conocía otro lugar seguro.-

Bankotsu encendió un segundo cigarrillo y la vio posar su vista en otro lugar. Aquellos ojos color canela se humedecieron ligeramente, llenos de agotamiento. Lucía abatida, al igual que alguien hecho trizas, cansado de pelear y de tener que ponerse de pie. Esa mirada le recordó su yo de hacía unos años atrás. Pero no era momento de ponerse sentimental.

-¿Piensas seguir huyendo eternamente de ese idiota?- Le dijo viéndola de reojo.

La azabache se cubrió el rostro con las manos y se limpió las lágrimas con disimulo. Luego se masajeó las sienes. No dejaría que nadie la viera llorar.

-No lo sé, podrías darme alguna idea. Por algo te pago.-

-Déjame recordarte que solo me pagas para jugar al noviecito. Y eso me trae suficientes dolores de cabeza.-

-¿Ah, si? Pues a mí me parece todo lo contrario. Yo te veo bastante divertido haciendo lo que se te plazca.- Recalcó algo endurecida. Su interlocutor arqueó una ceja.

-Tú no sabes lo que es divertirse.-

-Creo que tenemos dos conceptos diferentes de diversión.- El tono de su voz parecía elevarse cada vez un poco más. –Como sea. La cuestión es que quiero que dejes de hacer eso. Esto ya se está yendo al otro extremo.-

Bankotsu soltó una risa sofocada.

-¿Dejar de hacer qué?- Inquirió mientras que se ponía de pie, con el cigarrillo entre los labios. Kagome hizo lo mismo y reafirmó sus brazos sobre la mesa.

-Eso, aprovecharte… de las situaciones.- Sabía perfectamente a lo que se refería. Solamente le estaba tomando el pelo.

-… ¿Situaciones?-

El moreno comenzó a avanzar hacia ella con los labios curvados en una ligera sonrisa. Ella le sostuvo la mirada lo mejor que pudo y retrocedió. Lo estaba haciendo otra vez, y al parecer, se jactaba de la situación. Le resultaba entretenido hacerla rabiar y verla huir. ¿Cuántas veces más tendría que soportarlo?

-Ya basta.- Le dijo parándose en seco mientras que extendía los brazos. –Esto se terminó.-

Como pudo, se abrió paso entre el diminuto espacio y caminó en dirección a la salida. Pero él fue más rápido, y en un abrir y cerrar de ojos, se afianzó a su muñeca.

-¿A dónde vas? Estamos charlando.-

Con un ligero tirón, la atrajo hacia su cuerpo y la besó; uniendo sus labios a los de ella en un movimiento certero. Esta vez, lo hizo despacio, tomándose su tiempo para un mayor deleite. Primero probó el inferior, delineándolo de tramo a tramo. Luego introdujo su lengua y la movió con serenidad, entrelazándola con la de ella, jugueteando dentro de la cavidad húmeda. Aquella chica estaba mintiendo; a ella le encantaba sentirlo y corresponderlo, disfrutaba cada minuto. Lo sabía porque él también podía sentirlo. En su interior, estaba relajado, como si las tuercas que sujetaban su conciencia se hubieran aflojado. Decidido, le rodeó la cintura con ambas manos y soldó el cuerpo al suyo.

La sintió jadear en busca de aire, y separarse de él solo para volver a besarlo con frenesí. Pronto la acorraló contra una pared y se agachó al sentir como las pequeñas manos femeninas se entrelazaban en su nuca. Kagome apreció como la intimidad del muchacho comenzaba a ejercer presión sobre su ella, endurecida.

El moreno le acarició los glúteos y los oprimió entre las palmas de sus manos. Se afianzó a uno de ellos y le levantó la pierna, colocándose entre medio para un mayor contento. Ya había cobrado su recompensa, ya la había hecho estremecer una vez, pero ¿qué más daba? Un poco de diversión extra no tenía nada de malo.
Sin más preámbulos, comenzó a frotarse en ella, de atrás hacia adelante. Sus intimidades se rozaron por encima de las prendas con desesperación. El aire se había vuelto demasiado denso, avasallador.

Kagome gimió impacientada. En verdad lo detestaba, quería decirle cuanto lo odiaba y echarlo a un lado. Era impaciente, impulsivo y descarriado. Pero también cautivador, y tenía algo indescifrable que la hacía volverse loca. Algo lo suficientemente enérgico como para impedirle negarse.

-¡Ban! ¿Estás despierto? Creo que vomité la pared.-

Las palabras de Sango se oyeron como un ruido atronador, frías y pesadas. Ambos se miraron a los ojos y contuvieron la respiración sin decir una palabra. El piso se sumió en un profundo silencio durante aquel breve período de tiempo; y al cabo de unos minutos, se oyeron pasos provenientes de la recámara. Kagome se sobresaltó y se hizo a un lado de forma inmediata, se reincorporó y desapareció detrás de la puerta de entrada, despavorida. El moreno se recargó sobre una de las paredes y exhaló un suspiro con fastidio. Todo aquello avanzaba en la dirección equivocada, y no podía retroceder.


El olor a pan tostado y café se mezclaba con el del tabaco formando un amasijo de aromas infame. El camarero, de aspecto jovial y fresco, les trajo el pedido con una sonrisa en los labios. La castaña le agradeció devolviéndole el gesto y se llevó un croissant a la boca. Endulzó el té y se lo bebió de un sorbo. Comía con fruición y esmero, como si fuese la última vez.
Se había despertado con un humor increíble luego de haber devuelto todo lo que tenía en el estómago la noche anterior.

El ojiazul aplastó la colilla en el cenicero y se restregó los párpados con cansancio. Su semblante pedía a gritos un descanso. Gracias a aquellas mujeres no había podido pegar un ojo en toda la noche.

-Vaya cara la de Kag ayer, ¿no crees?.-

-¿Ayer?- Dijo frunciendo el ceño.

-Sí, ya sabes, en la fiesta…-

El asintió con la cabeza de forma pausada; y sin poder evitarlo, recordó a la azabache adentrarse en el apartamento. Recordó cómo se aferró a él y lo besó con ímpetu, como jadeó y como se removió entre sus brazos.

-Parece ser que ocurrió algo entre ustedes, eh?- Le dijo ella sacándolo de su trance.

-¿Qué me dices de ti? Estabas muy ocupada con el amiguito de Inuyasha, ¿no es así?.-

-Miroku y yo solo charlábamos. Me gusta, es un tipo maduro.-

Su interlocutor soltó una carcajada.

-Al menos yo lo admito y no ando escondiéndome.- Terció Sango. Él rodó los ojos y encendió un cigarrillo. - Imagino que lo de ustedes es un simple asunto de negocios, ¿no?-

-Por supuesto que lo es.-

-Pues será mejor que te lo repitas una y otra vez. Porque no pareces muy convencido de ello.- Añadió con tono burlón.


El peliplata se levantó con dificultad y miró el reloj en su móvil. Caminó hasta el baño, se miró al espejo y tomó un vaso de agua. Tenía el flequillo alborotado y unas ojeras atroces.
Desde allí observó a la mujer que dormía en la cama. Por más esfuerzo que hiciera, no lograba recordar su nombre. Ni siquiera recordaba en qué instancia la abordó. Luego de haber discutido con su compañero, anduvo de bar en bar durante toda la noche para aplacar su malhumor.

Se vistió de formar rápida, se enjuagó el rostro y dejó varios billetes en la mesa de luz. Luego bajó por el ascensor y salió de aquel edificio descomunal. Un sórdido dolor de cabeza lo atravesó mientras que franqueaba las calles de Shinjuku. Aún no lograba templarse, no podía dejar en pensar en aquel imbécil de ojos azules. No le importaba que Kagome estuviera con alguien más. Él se encargaría de traerla otra vez a su lado, y de hacer de la vida de Bankotsu una miseria.


Bueno, creí que nunca me iban a devolver internet.. se pone en marcha de a poquito el fic. Quiero agradecer al Círculo Mercenario por los saludos en mi cumpleaños y por seguir existiendo a pesar de todo! Estas semanas estuve alejada de Facebook, Fanfiction y toda clase de civilización existente, pero regresé. Prometo ponerme al día con todos los fics que me quedan por visitar!
Gracias Fran por tus comentarios siempre! Necesitaba urgentemente que Kikyo obtuviera un poco de maldad y se convierta en el reemplazo. Después de todo fue lo que siempre sufrió Kag..
Gracias Rogue, creo que Ban se está doblegando, poco a poco. Perdón por la tardanza! Pero ahora volvió internet y vuela!
Gracias Asia12, simazame y Luz Lozano por el apoyo! Todos los comentarios, opiniones y críticas son bienvenidas!