Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.
Capítulo 9: Primera base.
-Porque así lo estipuló la compañía. Y se acabó.- Soltó ella.
Luego se acomodó el cabello, recogió sus cosas y salió del recinto. Detestaba lidiar con las encomiendas de su padre; sus obligaciones como hija prodigio la asfixiaban. ¿Cuánto tiempo más tendría que soportarlo?
Con un dolor que le calaba las sienes, Kikyo atravesó las calles del centro y regresó a la oficina principal. No podía quitarse de la cabeza aquel inmundo suceso.
[Flash Back]
-¿Qué demonios pasó allá arriba? ¡Tienes que parar Inuyasha!-
El citado guardó silencio, evadió a su amigo y bajó las escaleras con fastidio. Ella los observó desde la planta baja. El peli plata tenía el rostro enfurecido y las prendas de ropa revueltas.
Amagó a acercarse, pero fue hecha a un lado por el muchacho antes de poder concretar nada.
-Ahora no Kikyo.- Lo oyó decir luego de verlo traspasar el umbral de la puerta. Miroku lo siguió hasta afuera.
Allí solo podía haber una razón segura: Kagome. La causante de todos los males, la que retenía toda la atención de Inuyasha. Si no fuera por ella, la relación de ambos tendría otro tipo de matices. Pero no se daría por vencida, aquello recién empezaba, y no permitiría dejarse humillar.
Se bebió lo que quedaba en su copa y miró a su alrededor hasta dar con un resultado favorable. El joven de ojos celestes y cabello recogido estaba a tan solo unos pasos de distancia. Por allí comenzaría.
-Linda camiseta.-
-¿Se te perdió algo?- Soltó él con desdén. La reconocía perfectamente; ella era la chica que se paseaba con Inuyasha por el campus, la misma que había empujado a Kagome a la piscina.
-En lo absoluto. Pero, al parecer a ti sí… ¿o me equivoco?- Dijo torciendo los labios en una sonrisa. –¿Tu chica se extravió o solo le gusta ir por novios ajenos?
-Kagome no es mi-
-Dile que se aleje de mi Inuyasha, ¿Quieres?-
Al oírla, no pudo evitar soltar una carcajada. Sabía perfectamente en qué situación se encontraba aquel descarado de ojos ambarinos, y no era precisamente la que le estaban describiendo.
La muchacha frunció el ceño y depositó la copa a un lado de ella. Se afianzó a su bolso y se dispuso a salir, no sin antes dirigirle una última frase.
-Y déjate de estupideces, hazte cargo de tus sentimientos de una buena vez. Das lástima.-
[Fin Flash Back]
La luz que se colaba a través de la ventana se transformó en una molestia enceguecedora.
La muchacha se hizo un ovillo, abrió los ojos y le dio un vistazo a la recámara. ¿Cuánto había bebido? Hacía siglos que no sufría una resaca como aquella.
Sin más remedio, haciendo acopio de todas sus fuerzas, aguantó la jaqueca y se sentó sobre la cama. El edredón estaba tirado en una esquina y las sábanas reposaban completamente revueltas. En la mesilla de luz había algunas prendas de ropa, unas llaves y un móvil, que tardó en reconocer como suyo.
Se puso de pie con lentitud, recogió sus cosas y caminó hasta el cuarto de baño. Sabía perfectamente en donde se encontraba y tenía ligeros flashbacks de lo ocurrido.
Recordó no poder dejar de tambalearse a causa del alcohol, los insultos que le había soltado al moreno por la noche. Recordó cada roce ocasionado por ambos, y la forma en que la vieron aquellos ojos azules. Su voz, su saliva, sus dedos acariciando su espalda.
Kagome apretó los ojos y se enjuagó la cara con agua fría. No pudo evitar sentirse inquieta. Las cosas se habían salido de control y era únicamente su culpa. ¿Qué demonios haría para remendarlo? No. Todo aquello ya no tenía remedio.
Frente al espejo, sus lúgubres ojos desentonaban con sus mejillas sonrojadas. Su ser estaba condenado a escalar complicaciones, desenredando problema tras problema.
Se subió el cierre del vestido, se quitó los restos de maquillaje y se recogió el cabello. Volvió a la recámara, recogió su abrigo y puso orden de forma inmediata. Tendió la cama, acomodó algunos almohadones y abrió la ventana para que el aire pudiera renovarse. Luego se dispuso a salir.
Pero a medio camino lo comprendió.
-Este no es mi maldito apartamento.- Soltó apretándose las sienes. Estaba encerrada en la vivienda del tipo menos indicado.
Se sentó en el sillón de la sala y meditó las opciones de la forma más detallada posible.
No quería llamarlo, ni en broma. A penas podría verlo a los ojos.
Sango era su otra opción, pero pedírselo a ella implicaría contarle lo sucedido, y lo último que quería era que se enterase. Un cerrajero tendría que cambiar por completo la cerradura, sin mencionar que tardaría su tiempo.
Al parecer no le quedaba otra opción más que enfrentarlo.
Marcó su número y a la tercera tonada recordó aquel juego de llaves en la mesilla de luz. Estaba salvada.
Se volvió con apuro hacia la recámara y las tomó. A un lado había un objeto del que no se había percatado antes.
Una taza de café y un plato individual con varias rebanadas de pan tostado. Era el desayuno más austero que había visto en su vida. Pero la impresionó. Sus mejillas volvieron a arder.
Se tomó la bebida y llevó todo al fregadero. Lavó los trastos sucios y salió con una tostada en la boca.
Ya en las calles, deambuló de forma más apaciguada. Se adentró en varios locales y realizó alguna que otra compra elemental. Tenía tiempo de sobra y un poco de luz de sol no le vendría mal para despejar la mente.
Al cabo de unas horas, recibió un mensaje de Sango.
-Estoy por el centro, quieres comer algo?-
A decir verdad no se encontraba en el mejor de sus momentos, pero ¿por qué no? Una reunión y una bebida no le hacían daño a nadie.
Caminó hacia la estación y aguardó al transporte mientras observaba a los transeúntes.
A pocos metros de ella, una pareja discutía de forma estridente. Él soltaba una queja tras otra, llegando a levantar la voz en varias ocasiones. Ella simplemente lo oía cabizbaja. La situación le recordó mucho a su relación con Inuyasha. Eran incontables las veces en que el peliplata montaba un escándalo en plena vía pública. La acechaba, la humillaba e incluso le daba alguna que otra sacudida para asegurarse de que estuviese escuchándolo.
Pero todo eso estaba terminando, pronto llegaría a su fin.
El sonido de su móvil hizo a un lado sus cavilaciones. Sin ver siquiera la pantalla, se puso el auricular en la oreja y atendió.
-Dime que hoy estas libre.- Expresó una voz familiar.
-¿Koga? ¿Cómo estás? Creí que tenías práctica hoy.- Respondió ella de forma amigable.
-Acabo de salir. En realidad me la adelantaron, así que tengo la tarde libre.-
-¡Genial! En estos momentos estoy yendo a verme con una amiga, pero podemos reunirnos en cuanto vuelva al campus. No creo tardar mucho.-
-Perfecto. Escríbeme cuando te desocupes.-
-¡Claro! Estoy por subir al tren, luego te hablo.- Se despidió rápidamente del muchacho y ascendió al transporte.
La cafetería estaba a unos metros de la estación de tren; la apertura era reciente y los precios eran increíblemente económicos. Era un lugar bellísimo, no muy amplio pero bien iluminado. De las paredes colgaban pinturas modernas con colores vivos y todo, incluso los servilleteros, estaba a juego.
Ella se pidió un expresso con unos croissants y Sango un jugo de naranja con unos sándwiches de pan tostado.
Parecía hambrienta, puesto que devoró uno tras otro en pocos minutos.
-¿Está todo bien? No has dicho una palabra. ¿Cómo estuvo tu mañana?- Pronunció luego de tomarse el jugo de un sorbo. Kagome tragó el café de forma pesada y se aclaró la garganta.
-Estuvo bien. Hice varias compras… ¿Qué hay de ti?-
-Fue un caos. Hoy entré más temprano al trabajo y Bankotsu estuvo tan alterado que no tuve un respiro. Recién ahora puedo tomar mi almuerzo… y él ni siquiera salió a tomar aire.-
-¿Al..terado?-
-Sí. Siempre quiere adelantar trabajo, pero hoy estaba inquieto...- La muchacha se limpió la boca con una servilleta y le pidió un café a la mesera. -Como si algo lo absorbiera... ¿entiendes?-
Ella asintió ligeramente y se llevó un croissant a la boca. ¿Bankotsu alterado… algo que lo absorbía? Aquello sonaba inverosímil, estaba muy segura de que su persona no ocupaba ni un ápice en la vida de él. ¿Y qué había con el desayuno? ¿Acaso sería algo más?
No. Probablemente era su costumbre; dejar el desayuno en la cama como para alivianar la situación y luego marcharse sin mediar palabra. Esa debía de ser su relación con las mujeres. Patético.
-¡Oye! Tierra a Kagome.- Sango la vió doblar una servilleta de forma nerviosa y sobresaltarse al oír sus palabras. -¿Qué tal si vienes conmigo? Si te ve tal vez se distraiga un poco.-
-¡No! Es decir… no creo que sea buena idea. Además tengo cosas que hacer, saldré con un amigo.-
-Mm… ¿Un amigo?-
-No me refería a eso.-
Sango frunció el ceño y se acomodó en su silla. La azabache se terminó el café en silencio y desvió la mirada.
-¿Por qué estás tan alterada?-
-No estoy alterada.-
-Claro que sí. Estás ocultando algo…- Le dijo apoyándose sobre la mesa, como si tratase de analizarla. El rostro de la azabache se encendió.
-E-Eso no es cierto.-
La mesera llegó con una bandeja, le entregó el café a la joven de coleta y se retiró. Sango se lo bebió con tranquilidad. Durante algunos minutos, el silencio inundó el espacio.
Cuando se lo hubo acabado soltó un suspiro, satisfecha.
-No tienes de qué preocuparte. Ban me lo contó todo.-
-¡¿Qué?! Ese idiota bueno para nad-
Sus palabras fueron interrumpidas por las carcajadas de su amiga, que ahora la veía con regocijo.
-No puedo creer que hayas caído.- Expresó divertida. –Lo sabía. Algo ocurrió entre ustedes.-
-Eso no es... en realidad...-
-Por favor Kag, eres transparente. Y hablo en serio cuando digo que conozco muy bien a Bankotsu. Los dos se traían algo.-
Kagome se maldijo incontables veces en su interior. Lo último que deseaba era esparcir aquella noticia.
Pero Sango era una persona de fiar. Después de todo, la había ayudado incontables veces; aún más que sus propias amigas de la universidad. Y ¿qué más daba? Se suponía que era una adulta, tenía que actuar como tal.
Haría una excepción.
Luego de varias idas y venidas, le relató lo sucedido. Claro que omitió varios puntos, como el desayuno en la recámara y su pérdida de control por salir del apartamento al día siguiente.
Sango la oyó atenta y la hizo detenerse en varias oportunidades para aclarar sus dudas.
-Ya veo… ¿eso es lo que te tiene tan preocupada?-
-No es que esté preocupada, es solo que… esto ya llegó al límite.-
-No hay nada de malo en el sexo casual, siempre y cuando ambos estén de acuerdo.- Le dijo con total serenidad. – A menos que sientas algo por él.-
La mesera les entregó la cuenta y ambas abonaron el importe. Recogieron sus cosas y salieron. Para ese entonces el establecimiento ya estaba algo más lleno.
Caminaron en silencio durante algunos momentos hasta que sus rumbos se bifurcaron. Se despidieron, y antes de separarse, fue Sango la que volvió a hablar.
-Dime. ¿Acaso sientes algo más por él?-
El partido acabó con un marcador extraordinario. Luego de analizar las jugadas, el entrenador señaló los puntos fuertes y débiles de cada uno, sobre todo de los lanzadores y receptores. Luego los envió a las duchas para dar por finalizada la práctica. Al parecer, ese hombre jamás iba a demostrar un atisbo de satisfacción.
El pelinegro se despojó de sus ropas y dejó que el agua tibia lo empapase por completo. Su mente seguía obstruida por su estúpida charla con Kikyo y la repentina desaparición de Kagome. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Sabía muy bien que ella sería incapaz de volver con Inuyasha, ¿cierto?
Tal vez aquel tipo seguía fastidiándola.
Sin más, salió de la ducha, se vistió y colocó el uniforme sucio en su bolso. De camino al campus trató de relajarse, de acallar su inquietud y pensar en otra cosa; pero le fue imposible. Y entre aquel manojo de nervios, sus ojos divisaron al detestable ser.
Se encontraba a pocas calles de su destino y caminaba con aquel aire arrogante de siempre. Llevaba algunos libros debajo del brazo y unas bolsas con apuntes.
Koga corrió a su encuentro y se plantó delante de él. Esta vez no lo dejaría ir.
- Hey, idiota. ¿Qué le hiciste a Kagome?-
- Deja de aullar y vuelve a tu cueva, lobo.- Le asestó el peliplata sin darle importancia.
-No estés ignorándome. Kagome se fue de la fiesta y estoy seguro de que fue por culpa tuya.-
Inuyasha apretó la mandíbula con fastidio, pero luego sonrió. Si no podía ganar, al menos utilizaría la situación a su favor.
-¿Mi culpa? Koga… no me digas que no te enteraste.- Le dijo viéndolo de reojo. –Kagome se fue con su nueva compañía. ¿Nunca te habló de él?-
El muchacho se quedó atónito al oírlo.
-Vaya… veo que recién te lo desayunas. Te dejaré reflexionar en paz entonces.-
El jugador del equipo de béisbol lo observó marcharse. Aquello tenía que ser una broma. ¿Kagome con alguien más? ¿En qué momento? Sonaba bastante improbable y, a decir verdad, ella nunca se lo había mencionado.
Tal vez no era su pareja formal, tal vez aquello recién comenzaba, o tal vez fuera un patético invento de Inuyasha.
Pero aun así, verdad o mentira, no dejaría que nadie se le adelantase.
Él había albergado sentimientos por Kagome desde que eran unos niños. Había sido su compañero, su mejor amigo y su apoyo. No se quedaría de brazos cruzados.
Sacó el móvil de su bolsillo y marcó su número.
El joven de ojos ambarinos atravesó el umbral de la puerta y la cerró con un ruido seco.
Al otro lado de la recámara aguardaban, únicamente, un par de hojas, una agenda y un ordenador portátil. Al parecer Miroku no había salido de su clase. Eso le daba un poco más de tiempo para continuar con su indagación.
Se sentó en el escritorio, abrió la computadora y marcó un número en su teléfono. Un hombre de mediana edad se puso en línea tras cuatro tonadas.
-¿Pudiste averiguar algo? No hay nada online. Ni redes, ni página web, ni información. -
-El establecimiento está a nombre de ese tipo, no hay duda.- Le contestó.
-¿Y qué hay de su registro? ¿Algún antecedente, fraude, delincuencia?-
-Está limpio, pero eso no quiere decir nada.- El hombre se tomó su tiempo para contestar, parecía buscar algo entre sus cosas. –Su hermano, sin embargo… es toda una joya. Acusaciones por estafa, violencia doméstica y participación con asociaciones ilícitas. Ha estado en la cárcel dos veces, pero durante la primera estadía se le redujo la condena por buen comportamiento… que ironía.-
Inuyasha se pasó el móvil de un oído al otro e hizo una pausa. Allí definitivamente faltaba algo, y no se detendría hasta dar con ello. Hasta ver a ese miserable completamente aplastado.
-Te lo agradezco papá. Tu información siempre es vital.- Dijo. Y colgó.
El humo viajaba libre a través del ambiente. Sobre la mesa se encontraban la cajetilla de tabaco, el cenicero y un encendedor. Su estómago estaba vacío, pero no sentía la necesidad de comer. No abrigaba aquella hambre canina que solía atacarlo a mediodía o por la tarde. Su cuerpo y su mente se encontraban en otro lugar.
Ella y sus ojos famélicos, sus gemidos, la situación irrefrenable. Todo se encontraba envuelto en el más profundo caos de su conciencia.
Aquella maniática de mal carácter había protestado y se había revelado ante él de forma insólita; dejándolo completamente aturdido. Y finalmente, se había echado a llorar de forma inconsciente. Sollozaba dormida, al otro lado del colchón, hecha un ovillo. El hecho pareció abrir las puertas a un viaje de ida.
No. De ninguna manera. Tenía que mantenerse al margen y no cometer estupideces.
Sango se adentró pocos minutos después, con una sonrisa en el rostro y el estómago lleno.
-Te tardaste demasiado.- Le anunció de forma tajante. Ella lo vio de reojo y se acomodó detrás de la barra.
-Lo siento, me crucé con Kagome de camino.-
-Vaya, qué interesante. Me gustaría quedarme a charlar sobre tu encuentro, pero tengo cosas que hacer.-
El mercenario se puso de pie, recogió sus cosas y enfiló hacia la oficina.
-En realidad no hablamos mucho. Estaba algo apurada. Iba a verse con alguien más.-
-¿Con quién?-
La muchacha sonrió al verlo detenerse y realizó una larga pausa, lo suficiente como para regocijarse con el malestar que le provocaba.
Cuando estuvo satisfecha, se dispuso a hablar.
-Con un amigo. No mencionó mucho más.-
El ojiazul arqueó una ceja y se adentró a la oficina sin mediar palabra.
-Está perfecto. Quédate así.- Expresó Yuka con aires triunfantes.
Kagome miró su reloj de muñeca y rodó los ojos. Aunque estuviera en desacuerdo ya no tenía tiempo de cambiarse.
Su atuendo, sin embargo, era bastante sencillo: unos zapatos bajos de vestir, una falda abotonada negra y una remera con cuello alto de color blanca. Por suerte se encontraba cómoda con las prendas. Además, solo se trataba de una llana salida con su mejor amigo. Hablarían de cosas banales, beberían, sufrirían bromas pesadas por parte del otro y regresarían.
-¿Al menos sabes a dónde van?-
-A un bar nuevo. No tengo idea.- Mientras respondía se abotonaba el saco. -Tengo que irme, antes de que se haga tarde. ¡Gracias por el abrigo!-
Koga aguardaba en la entrada, con la vista tranquila y la espalda apoyada sobre una columna.
Llevaba un atuendo sencillo y una chaqueta debajo del brazo. Era extraño verlo sin el uniforme del equipo o sin un bolso colgando. De hecho, eran contadas las veces en que lo había visto así durante el año.
La azabache lo examinó de forma detenida. Había crecido muchísimo. Sus hombros y su espalda se habían consolidado, sus brazos eran más robustos y las facciones de su rostro parecían más definidas. Ya no quedaban rastros de aquel niño bullicioso que había sido.
-¿Sucede algo?- Dijo. Su voz también había cambiado, por supuesto.
-No es nada. Me alegro de que podamos pasar un tiempo juntos otra vez.-
-También yo.- Indicó sonriente. –Estás preciosa.-
Ya en el centro, se detuvieron en una tienda de juegos e hicieron varias tandas de karaoke. Comieron algo sencillo y cantaron hasta el cansancio. La última vez que Kagome había visitado un lugar así fue en secundaria.
Las risas, las burlas y los canturreos la apresaron por completo. Aquello le pareció un grato viaje al pasado. Hacía tiempo que no se divertía tanto.
-¿Y bien? ¿Qué es lo siguiente?- Formuló mientras salían del establecimiento. Su actitud era como la de una niña ansiosa.
Su amigo sonrió.
-Béisbol.-
Al llegar al centro de bateo más cercano (Él los conocía de memoria) abonaron el importe y aguardaron su turno.
Cuando hubo llegado el momento, Koga colocó la tarjeta en la máquina, seleccionó la velocidad y le entregó el bate a su compañera. Ella se puso los guantes y lo asió hacia ambos lados para sentir su peso. Cuando estuvo lista, le dio la orden y aguardó. Las primeras diez pelotas salieron a una velocidad atroz. Apenas tuvo oportunidad de tocar una.
-Sigues siendo una pésima bateadora.-
-¡Pusiste la velocidad más alta! Eso ni siquiera es razonable… Yo no soy la que pasa horas entrenando.-
El muchacho soltó una carcajada y se acercó hasta su módulo. Se acomodó detrás de ella y suspiró.
-Alinea tu cuerpo y flexiona un poco las rodillas.- La azabache asintió y siguió sus explicaciones. –Ahora ubica tus manos en la posición correcta. Lo estás haciendo mal.-
-¿A qué te refieres? Es un simple…-
Koga la rodeó con los brazos y le colocó ambas manos en posición.
El contacto repentino casi logró sobresaltarla. Su piel se encontraba áspera debido a las callosidades ocasionadas por el bate. Sus ojos celestes veían directo al objetivo. Su respiración era acompasada, estaba tranquilo.
-Envuelve el bate con tus dedos, no con la palma de las manos. Así no podrás mover las muñecas con soltura.-
Kagome asintió con algo de timidez. Sus métodos y conocimientos también habían cambiado. De repente, sintió que se encontraba delante de un desconocido.
-Mantén los ojos en la pelota; y cuando la veas venir, inclínate levemente hacia atrás.- La sostuvo de los hombros y la atrajo despacio hacia él. –No pierdas la calma.-
Luego se alejó, colocó la segunda tarjeta y seleccionó la velocidad una vez más.
Ella relajó los hombros, mantuvo su posición y trató de tranquilizarse. Al final logró darle a más de la mitad de las bolas, sus lanzamientos se optimizaron notablemente. Jugó lo que restaba del tiempo y luego lo observó a él en su turno.
Una vez finalizado, se encaminaron hacia el bar. La noche se prestaba perfecta para respirar un poco de aire.
-Tal vez con algo más de práctica pueda superarte.- Comentó con aires de grandeza.
-Claro. Soñar no cuesta nada.-
El ojiceleste se volvió a verla y le revolvió el flequillo. Ella se lo quitó de encima y dio vueltas alrededor de los faroles del camino.
Se sentía como una niña, completamente feliz y desprovista de cualquier tipo de preocupación. Koga era una de las pocas personas con las que podía descontracturarse de aquella forma.
Por un momento deseó que aquello durase para siempre.
-Realmente eres bueno… tal vez vaya a ver tu próximo partido.-
-Es una buena idea. Además ya no tienes que preocuparte por ningún impedimento, ¿no es así?-
La azabache bajó la cabeza e hizo una pausa. Sus pies siguieron avanzando sobre el asfalto mientras que el canto de los grillos silbaba de fondo. Los arbustos se mecían con la suave brisa del viento.
-Lamento todo lo que pasó. Por culpa de mis estupideces relegué nuestra amistad.-
-No fue tu culpa, sabes bien que Inuyasha…-
-Eso no es cierto. Siempre se lo permití. Siempre lo mantuve a mi lado y lo dejé actuar a su antojo.- Lo interrumpió. –Tal vez porque tenía miedo.-
Él se volvió a verla.
-Tal vez porque ya no tenía a nadie más.-... –Estaba lejos de casa, ya no veía a las chicas del bachillerato, y tú… yo misma te alejé.-
Ambos se quedaron callados. Antes de llegar a la esquina, Kagome se detuvo. Se limpió el rostro y ladeó su vista hacia otro lado.
Koga quiso hablar, pero las palabras no salieron de su boca. Ella lo observó acercarse y formuló una frase, que antes de ser dicha fue silenciada.
El muchacho se aferró a sus pómulos y unió sus labios a los de ella. La besó con cautela, de forma dulce y detenida. Lo que había estado formulando en su mente se había consolidado en aquella acción inconsciente.
Sus lenguas se entrelazaron de forma armónica; se separaron y se volvieron a unir.
Kagome contuvo la respiración. Una cantidad indescifrable de pensamientos cruzaron su mente. ¿Qué demonios estaba haciendo? Su situación se veía cada vez más borrosa. Sin embargo, aquello carecía de malevolencia alguna; era un acto puro. Algo que, por una vez, sintió estar consintiendo. Tal vez las cosas no solo se daban de forma atropellada en su vida.
Luego de separarse, se mantuvieron en silencio el resto del trayecto. Ninguno dijo una sola palabra.
Tras un tiempo más de caminata, de dobleces en calles y cruce de vías, dieron con el lugar. Pero a ella no pareció hacerle ninguna gracia.
-¿Este es el bar? Tiene que haber un error, no parece nuevo…-
-Es mi nuevo descubrimiento. A eso me refería.- Le dijo rascándose la cabeza. -Entraremos ahí, veremos que tal es y si no pinta bien nos vamos. ¿Si?-
Ella se quedó inmóvil en la entrada. Del lado de afuera había un dibujo de una pantera y un cartel con el nombre de "Kurohyo Bar".
Tres de la mañana, y luego de replantearme veinte veces la narrativa pude terminar. Los bloqueos que tuve para escribir este capítulo son indescriptibles.. Al final le encontré otra vuelta y pegué un volantazo en la historia. Disculpen la demora, pero espero que les resulte interesante! Muchísimas gracias al apoyo de siempre y al Círculo Mercenario por existir.
Feliz primavera y mucha inspiración para todos!
