Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.
Capítulo 10: Doble juego.
-No has tocado tu bebida, ¿sucede algo?-
El muchacho la observó con detenimiento. El lugar estaba repleto de gente y apenas podían oírse las palabras. Ella no le quitaba el ojo de encima a la multitud; parecía ausente.
-Estoy bien… la caminata me dejó exhausta.- Expresó de forma vaga. –Iré a pedir algo de hielo extra.-
Le entregó una sonrisa rápida y avanzó entre el gentío con los latidos del corazón acelerados.
Durante el breve período de tiempo que llevaban allí, Kagome se había turbado por aquella delicada situación. Su mente analizaba posibles vías de escape o excusas para regresar al campus antes de tiempo. Pero no podía hacerlo; no después de lo sucedido con Koga. Temía causar una impresión equivocada en él. Pero temía aún más ser descubierta por aquel detestable tipo.
Tal vez sonara excesivo, pero estaba segura de que Bankotsu se encargaría de arruinar su cita. Él siempre se regocijaba viéndola rabiar.
Al llegar a la barra estiró el cuello y examinó el área. No había ni rastros de Sango.
En su lugar habían puesto a un muchacho bastante joven con una versatilidad increíble. A pesar de encontrarse solo, preparaba los tragos en un instante. Lo hacía de forma ágil y dedicada.
-Disculpa, ¿está Sango aquí?-
-Se fue hace media hora. No se sentía bien y me dijo que la cubriera. ¿Quieres que le deje algo dicho?-
Ella negó con la cabeza y le dio las gracias. Estaba frita. Su última salvación se había disuelto.
Se bebió de un sorbo lo que le quedaba en el vaso y respiró ía en alguna buena excusa y se largarían de allí. Era lo mejor.
Luego de liberar los pedidos, el barman se estiró la espalda y se sentó delante de ella.
-¿Día duro?- Preguntó de forma tranquila.
-Algo así.-
-Pareces nerviosa…-
-Mi vida es un manojo de nervios… lo normal, ¿no es cierto?-
El muchacho soltó una carcajada, sacó su atado de cigarrillos y prendió uno. –Claro que lo es. Y siempre cuento con mi momento de alivio.- Luego extendió el brazo y le ofreció a ella.
Kagome se apretó las sienes y pensó en rehusarse; pero qué más daba, solo sería uno.
Se sentó en una de las banquetas, extrajo uno de la cajetilla y sostuvo suavemente el filtro entre sus manos. Luego de encenderlo inhaló el humo. La nicotina hizo lo suyo.
-¿Es absurdo, no? Esta basura es un doble juego… te demuele, pero al mismo tiempo es un encanto.- Expresó él dándole una calada honda. –Te relajas, pero sabes que vas en caída.-
La azabache asintió con la cabeza. No pudo evitar pensar en el moreno y su obsesiva adicción al tabaco. ¿Qué tan compleja podría ser su vida? A decir verdad, desconocía completamente cualquier tipo de dato sobre él. No sabía si tenía padres o hermanos, no sabía si había vivido siempre en la ciudad ni cuáles eran sus gustos en general. Y aquello, no supo por qué, la exasperó.
¿En qué demonios estás pensando? Se dijo. Sacudió la cabeza hacia ambos lados y escuchó la canción. The Stooges. Al menos sabía que aquel maldito tenía un gusto musical decente.
De no haber sido por él, se hubiese quedado a oír más de la magia de Iggy Pop.
Al cabo de unos momentos, se estiró la espalda y miró el reloj de pared. Sería mejor marchar. Pero la situación se acomplejó.
-¿Quieres dejarlo? No es bueno para ti…- Le susurró alguien al oído. Luego le quitó el cigarrillo de los labios y lo aplastó contra el cenicero.
Ella cerró los ojos y suspiró de forma pesada. Pudo sentir el aliento de su interlocutor a causa de la cercanía.
-Aún no cerramos, pero puedes esperarme en mi oficina.-
-¿Esperar? ¿Qué te hace pensar que vine por ti?- Soltó la azabache de forma tajante. Él curvó los labios.
-Viniste por mí la noche anterior, ¿no es cierto?- La vió directo a los ojos. –Por cierto, ¿Te sientes mejor?-
Kagome se puso de pie de forma inmediata. ¿Cómo era posible que fuera tan descarado? Aquel imbécil jamás se abriría a nadie porque su vida era completamente vacía. No se echaba hacia atrás incluso en los peores momentos. Pero estaba equivocado si pensaba que ella se dejaría vencer.
-En primer lugar, eres un idiota. Y en segundo… tengo mejores cosas que hacer. Me iré con Koga y dejarás de fastidiarme. Luego volverás a tu envidiable rutina.- Se volvió hacia el barman y le entregó el mechero. –Gracias por el fuego.-
El moreno frunció el ceño y la observó alejarse entre la multitud. ¿Acaso se había tomado el lujo de darle órdenes en su propio establecimiento? Y por si fuera poco, se paseaba con cualquier otro tipo, haciendo alarde.
-Te gusta lo difícil, ¿eh?- Oyó decir al barman.
Los rayos de luz bañaban las arboledas y le otorgaban un aspecto extraordinario al agua. Las sendas se teñían del color de las hojas que se derrumbaban en el suelo.
La muchacha de cabello rizado alzó su cámara y encuadró todo aquello que percibieron sus ojos. Sus compañeras la observaron desde la lejanía.
-Ayumi está en otro planeta.-
-Era de esperarse… Jamás había pisado el jardín Koishikawa.- Yuka se acomodó el cabello detrás de la oreja y se volvió a verla. –Y bien… ¿No piensas hablar sobre tu cita? ¿Debo sacarte las palabras una por una?-
Kagome se aclaró la garganta y desvió la mirada al recordar lo sucedido la noche anterior. Pero se mantuvo serena. De alguna forma u otra, conservó la calma.
-Tu silencio te delata, Higurashi. Y algo me dice que no estás asombrada.-
-¿Qué?-
-Comprendo que haya gente distraída, que no tiene mucha idea ni discernimiento sobre el otro… Pero no me creo que tú seas tan inocente.-
¿Qué ella no era inocente? Ese concepto excesivo le hizo ruido. ¿Cómo tenía que declararse entonces? Ella no había sido quien se arrojó hacia los brazos de Koga.
La azabache frunció el ceño y lo meditó durante algunos segundos. A decir verdad, algo de autenticidad había en las palabras de su amiga.
-Tal vez tengas razón…-
Tal vez, de alguna forma u otra, era consciente de los sentimientos que su amigo albergaba hacia ella desde hacía mucho tiempo.
-Tal vez nunca quise hacerme cargo.- Expresó sin más.
-Entiendo…- La pelicorta jugueteó con las hojas del suelo. -¿Y qué me dices de ahora? ¿Te harás cargo?-
Una buena pregunta, que ni ella podía responder con certeza.
-Sí, eso creo.-
Su amiga unió sus palmas y sonrió de forma satisfecha. Siempre había estado de acuerdo en que ambos se veían perfectos juntos.
-Pues ya está dicho. Solo queda avanzar.- Añadió de forma casi automática. Luego la miró a los ojos. –Y eso significa romper con Bankotsu.-
Romper con Bankotsu. Incluso dicho por alguien más sonaba patético y artificial de pies a cabeza. Eso no sería ningún problema. Cerrarían el trato, harían como que nada pasó y cada cual volvería a lo suyo. Koga era divertido, un compañero honesto; y lo más importante, era real. No había ningún impedimento para que las cosas se den de forma correcta.
Por la tarde, luego de la salida fotográfica, cada una regresó a sus tareas. Las fechas decisivas se acercaban y de no organizarse adecuadamente se verían en problemas.
Historia, Metodología, Teoría y Técnica… al cabo de tres horas todo se había disuelto en el más profundo sueño. Fue su móvil el que logró sacarla del trance.
-¿Quién es?-
-Vaya tono… ¿interrumpo algo?- La voz del muchacho la sobresaltó.
-Nada importante, me dormí del aburrimiento. Necesito un recreo.-
-¿Qué tal un recreo en Shibuya? Ayer no bebí lo suficiente.-
-Nunca es suficiente, ¿cierto?-
Ambos soltaron una carcajada.
-¿Te espero en la galería a las diez?- … –Puedes decirle a tus amigas que se unan.-
Kagome hizo una pausa de algunos segundos meditando la respuesta. Hacer lo correcto. Por allí debía apostar.
-Está bien, ahí estaremos.-
Fue cuestión de tiempo para que sus reflexiones torpes y sus inseguridades hicieran aparición. Pero fueron opacadas por Yuka y Ayumi, quienes se esmeraron en arrastrarla hacia afuera una vez más. Era la oportunidad perfecta para que ella dejara atrás lo perjudicial y le hiciera un lugar a lo justo.
A las diez y cuarto bajaron por las escaleras y atravesaron las galerías del recinto. Al llegar a la principal hallaron al ojiceleste acompañado de otros cuatro amigos. Todos formaban parte del equipo de béisbol.
La azabache se disculpó en nombre de sus admirables compañeras, sin mencionar que había estado treinta minutos aguardando por ellas en la puerta de la recámara.
Los ocho partieron hacia el caótico centro de Shibuya y deambularon sin rumbo hasta dar con el que más los convenció. Era una discoteca ruidosa en la que apenas podía darse un paso. La única parte que persuadió a Kagome fue su exterior, con un patio al que podría escabullirse. Las luces y el conglomerado no la atrajeron en lo absoluto.
Takumi, un chico alto de cabello muy corto, desapareció entre la multitud seguido de Koichi, el receptor del equipo. Los demás se internaron en la pista sin mucho problema.
-Nunca te vi tan entretenida...- Soltó Koga con ironía. La azabache le hizo una mueca de desagrado.
-La mejor noche de todas. Vayamos por un trago.-
Ambos avanzaron entre la marea humana, pidieron sus bebidas y enfilaron hacia afuera. El espacio era bastante amplio y mucho más tranquilo. Varios grupos reducidos charlaban y fumaban a su alrededor. Desde allí solo se oía el barullo del enmarañado interior.
-Esta no era mi idea de salida.-
-Ya deja de quejarte, este lugar está bastante bien.- Respondió su interlocutora. –Si quieres podemos volver adentro.-
Koga negó de forma inmediata y se rio por lo bajo.
-Estoy mejor aquí, contigo.-
Ella le dio un trago a su cerveza y se maldijo internamente. Quería acallar las voces que comenzaban a emerger de su interior. Deseaba tomar distancia de aquel agujero negro que parecía llevarla en la dirección equivocada y hacer lo correcto.
-¿Perder el tiempo conmigo es más divertido?- Le respondió curvando los labios.
-Siempre lo es.-
El muchacho se acercó lo suficiente y la miró a los ojos durante algunos segundos. Parecía preocupada; siempre había algo más.
Deseando que aquella inquietud se evaporarse, entrelazó sus dedos a los de ella y la besó con detenimiento. Pero su móvil estropeó el acto.
Luego de atender a su amigo, y alejarse el auricular del oído a causa del ruido, se guardó el aparato en el bolsillo y se volvió a verla.
-Tus amigas están buscándote. Creo que se aburrieron de los muchachos.-
¿Acaso nunca estaban satisfechas? Parecían dos niñas. La azabache rodó los ojos y emprendió camino detrás de él; no sin antes sentir como su mano se entretejía con la suya.
Luego de dar algunos pasos y de atravesar la entrada, su cuerpo chocó con el de alguien más. Al volverse se encontró con un joven de mirada afilada y ojos azules. Llevaba una camisa y unos pantalones negros. A su lado había una mujer a la que jamás había visto.
-¿Qué demonios haces aquí?- Alegó ella con impaciencia. Su amigo se volvió a verla.
-¿Tienes algún problema? Me estoy divirtiendo.- El muchacho trasladó su vista hacia abajo y observó las manos de ambos; luego sonrió. – ¿No piensas presentarnos?-
Koga frunció el ceño.
-¿Quién es este tipo, Kagome?-
-Eso es, dile quien soy. Kagome.-
La azabache clavó sus ojos en él, tragó saliva y se apretó el puente de la nariz. Luego suspiró hondo, tratando de recomponerse. Tenía que mantener la calma.
-Ya vámonos Koga, no tiene importancia.-
El nombre resonó como música para los oídos del mercenario.
-Ah, con que él es Koga. Claro…-
Antes de que pudiera decir una palabra, la muchacha se disculpó con su amigo, le pidió unos minutos y empujó al moreno hacia afuera. La mujer y el jugador del equipo de béisbol se quedaron desconcertados.
-¿Nunca eres capaz de cerrar la boca?-
-Depende de la situación.- Se burló él.
Kagome se cruzó de brazos. A penas podía soportarlo.
- Escucha, no te pagué para que me fastidiaras. Lo hice para alejar a mi ex novio; y salió de maravilla. ¿Por qué no me dejas en paz y te largas de una vez?-
Bankotsu se llevó un cigarrillo a los labios, lo encendió y le dio una honda calada. Exhaló el humo con el cuello estirado y guardó silencio. Se mantuvo conforme y sereno. Sabía que ella odiaba esa seguridad.
-Tienes razón. Me pagaste para alejar a tu ex novio, para soportarte cuando vinieras lloriqueando y para acostarte con alguien cuando no aguantaras más.- Dijo. Esta vez comenzó a caminar a su alrededor. –Tengo el dinero y tú tienes a tu nuevo encanto. ¿Por qué no vuelves a tu envidiable rutina?-
La muchacha apretó los puños y lo observó alejarse. Estaba crispada en furia. Pero ¿qué más podía esperar? Aquel tipo se creía superior a todo el mundo. Abría la boca y soltaba cualquier fanfarroneada; decía lo que quería y no le importaba en lo absoluto. Ella siempre tenía que andar midiéndose. Pero ya no le importaba. Al diablo con todo.
Se adentró a la discoteca y atravesó el gentío sin responder a los llamados de Koga. Le gritó incontables veces pero él solo hizo una seña de saludo, sin siquiera volverse a verla.
Ya en el exterior, luego de caminar media calle, le arrojó con uno de sus zapatos. Fue entonces que se detuvo.
-¿Quieres hacerme el favor de dejar de comportarte como una niña?-
-¿Quieres dejar de comportarte como un cretino? Oh, lo olvidaba, es tu forma de ser.- Dijo mientras que se calzaba. Él introdujo la llave en la puerta de su automóvil.
-Te lo dije antes, ten cuidado con tus palabras.-
-¿Por qué? ¿Por decir la verdad? Eres un cretino.- Volvió a indicar levantando la voz. –No tienes nada aparte de ti.-
Bankotsu dio media vuelta y la acorraló a un lado del vehículo con violencia. Sus manos hicieron presión sobre el techo y su espalda se irguió como si respondiera a un combate.
-¿Y qué es lo que tienes tú? ¿Por qué no vuelves con aquel idiota si es que estás tan bien?- Sus ojos azules se clavaron en los de ella. –No lo harás, porque no tienes ni el mínimo interés en él.-
-Eso no es cier-
-Viniste a buscarme porque es lo único que sabes hacer cuando te quejas de lo incompleta y vacía que es tu vida. Y lo único que sabes hacer es llorar mientras duermes. Eres un dolor en el trasero.-
Al cabo de unos segundos la observó apartar la vista. Unos gruesos lagrimones discurrieron por su rostro. Era la primera vez que los dejaba salir sin ocultarse.
Con eso tenía que alcanzar, pensó. Pero ella no se movió. Permaneció allí, de pie, y lloró en silencio.
El moreno la tomó del mentón y le giró el rostro, obligándola a mirarlo.
-No me pongas a prueba.-
Sin decir más, atrajo el rostro al suyo y la besó. Su lengua se introdujo dentro de su boca de forma casi impulsiva. Había algo en ella que no lo dejaba pensar con claridad. Lo sacaba de quicio.
Kagome sintió como jaló de su remera y la atrajo más hacia él. Se aferró a su cuello y descubrió como aquellas voces en su mente eran silenciadas, mientras que su móvil sonaba en su bolsillo.
En esos momentos, su sentido no lograba distinguir entre el bien del mal, o lo correcto de lo incorrecto. No podía pensar. Lo odiaba completamente. Le hubiese gustado detenerse para gritarle que lo detestaba y luego desaparecer sin más. Pero no deseaba eso.
Cuando quisieron darse cuenta, ambos se encontraron en el punto de partida. Las cuatro paredes, las llaves arrojadas a un lado, el piso en penumbras. El mecanismo se había puesto en marcha.
Bankotsu la alzó en sus brazos antes de llegar a la recámara. Le desanudó el pañuelo y le quitó la remera que traía puesta. Le besó el cuello con desesperación, mientras que ella le desabotonaba la camisa. Luego, presionó su cuerpo contra la pared más cercana. Quería sentirla; oírla una vez más.
Ya despojado de la parte superior de sus ropas, la llevó hasta la habitación y la dejó caer a pocos centímetros del colchón. Le quitó el sostén y probó sus senos con cuidado, mientras que sus manos exploraron el resto de su cuerpo.
Su torso desnudo rozó con el de ella y su organismo comenzó a exigirle un contacto cada vez mayor. Mordió su cuello y le dio ligeras caricias en los muslos. Le desabrochó los pantalones y se deshizo de ellos en un segundo; y luego de hacer lo mismo con los suyos, comenzó a moverse.
Su miembro se friccionó contra ella una y otra vez. La ansiedad se agudizaba en cada movimiento.
El rostro de ella permanecía oculto entre las sábanas; vuelto a un lado a causa de la timidez. No podía verla. La delgada línea que los dividía se hacía cada vez más insoportable.
-No lo hagas. Déjame verte.- Le pidió con delicadeza, deteniendo el vaivén.
Aquello la sorprendió. ¿Sería posible, tal vez…?
Pero su interruptor se apagó en el momento justo en que el ojiazul introdujo dos de sus dedos en su interior. Sus facciones se contrajeron y sus cuerdas vocales libraron un gemido perfectamente audible.
La mano del muchacho se movió buscando aquellos puntos de placer en los que convergían los armoniosos sonidos; como si quisiese afinar un instrumento.
La azabache no pudo soportarlo. Se aferró a su nuca y lo atrajo más hacia ella con los ojos cerrados.
-No es suficiente, ¿verdad?- Le susurró él. -Solo dime que lo quieres y lo haré.-
Tampoco era fácil para el moreno. No le bastaba. Pero quería su consentimiento; necesitaba oírlo.
Kagome contuvo el aliento y pensó en un sinfín de razones por las cuales negarse. Sin embargo, al abrir los ojos y encontrarse con él, se esfumaron.
-Hazlo.- Pronunció finalmente.
Aquello le bastó para deshacerse de las últimas prendas de ropa e introducirse en ella. Con este último acto, la joven de ojos chocolates se estremeció.
Ambos cuerpos comenzaron a actuar de forma automática, dejando de lado cualquier tipo de racionalidad. Se frotaron, se separaron y se volvieron a unir en una sacudida cada vez más enérgica y en estocadas cada vez más profundas.
Ella entrelazó ambas piernas detrás de su espalda, intensificando el efecto. Se sentía devastada, pero al mismo tiempo encandilada por aquella cantidad de sensaciones. No podía detenerse.
Se relajó, aun sabiendo que iba en caída.
Ambos jadearon desesperados. Ambos sintieron el sudor atravesando sus complexiones y el electrizante ardor.
Bankotsu gimió al abrigar aquella emoción en su interior. Tembló jadeante, tratando de contenerse; pero cualquier cosa que hiciera a esas alturas le pareció inútil. Los ojos de color azul no se apartaron de los de ella. Aguardaron por alguna señal, por algún indicio.
Unos segundos más tarde, la sintió clavar las uñas en su espalda, sacudirse y vibrar de forma inconsciente. Sus músculos se contrajeron y ya no pudo prolongarlo más. El éxtasis rompió a través de su cuerpo y se derramó en el interior femenino de forma cálida.
¿Qué demonios había hecho?
Ya no importaba. Lo compondría al día siguiente.
Tras unos instantes, gloriosamente eternos, el moreno volvió a respirar y se dejó caer sobre ella. Los espasmos inundaron todo su cuerpo.
Apoyó la cabeza sobre su pecho y cerró los ojos. Sus dedos se movieron de forma pausada y acariciaron la piel femenina, y su estructura se fue rindiendo ante el cansancio.
En aquel momento suspendido en el tiempo, sus vidas se sintieron un poco menos incompletas y vacías.
Cuando llega esa inspiración y actualizas en menos de una semana... Tengo que rendir exámenes, pero el deber me llamó y me puse a escribir.
Gracias Placebo por ser mi fuente de inspiración principal en este capítulo! El tema Post Blue se me metió en la cabeza y me pareció excelente para la última escena.
Gracias por los comentarios Nitta Yumiko, Uchiha de Taisho, Paulayjoaqui y Nena Taisho; y perdón por hacerlas esperar. Ya saben que los reviews siempre son bienvenidos como críticas y fuentes de apoyo.
Gracias al Círculo Mercenario por existir
Nos leemos en breve!
