Venus

Capítulo 3: I just want you, but I don't do drugs

—¡Estás yendo en 60 cuando deberías ir en 30, Buttercup!— acusó una voz innecesariamente chillona.

La morena solo puso los ojos en blanco, mientras levantaba la punta del zapato solo un poco, lo suficiente para reducir ligeramente la velocidad del automóvil que conducía. Su hermana de ojos azules volteó a mirarla aún con desaprobación, mientras esquivaba con facilidad a los autos que consideraba estorbos.

— Que graciosa…— exclamó Bubbles, con tono sarcástico. — Pero aún vas a 45 ¡BUTTERCUP!

Gritó en cuanto la oji esmeralda presiono el pedal con un poco de maliciosa fuerza, obligando a la powerpuff azul a tomarse de la barandilla que se encontraba arriba de la ventana del copiloto. Que exagerada. pensó para sus adentros mientras ponía los ojos en blanco.

—¿Quieres calmarte anciana? Hemos volado juntas mucho más rápido de lo que estoy manejando ahora. — afirmó Buttercup mientras aceleraba para ganarle a un semáforo en luz amarilla. — Además, tú fuiste quien quiso venir a un mall a las 4 de la tarde.

— ¡Te acabas de pasar un rojo! — interrumpió Bubbles con indignación. — ¡Y no intentes echarme la culpa por esto! ¡Tú quisiste llevarme en auto! Podía haber volado hasta allá si hubiese querido.

Buttercup puso los ojos en blanco. — Ya te he dicho que si no los sacas a pasear, los coches se descomponen Bubbles. — replicó levantando las cejas, como si fuera lo más evidente del mundo — Y hace rato que este bebé no sale de paseo. ¿O no, chiquito?

La powerpuff azul arrugó la nariz con desconcierto al ver como su hermana le hablaba al coche como si se tratara de una especie de perrito. Y es que Buttercup le había agarrado ternura a la cafetera que tenían como auto por alguna extraña razón que desconocía.

Y era su auto, el auto de las tres. Antes de irse a vivir a Cityville por trabajo, el profesor había cambiado su icónico auto por un Sedan azul mucho más profesional para poder trasladarse largas distancias con facilidad. Dejando atrás su antiguo Avanti para que sus pequeñas pudieran utilizarlo cuando lo vieran conveniente.

Aunque lo aceptaron de buenas a primeras, a Blossom y a Bubbles sinceramente, no les hacía mucha ilusión conducir. La primera lo consideraba algo innecesario, ya que el volar le permitía trasladarse de lugar a lugar mucho más rápido de lo que lo haría un automóvil común. La segunda creía hasta cierto punto lo mismo, pero estaba tan acostumbrada a ir de copiloto en los opulentos autos de sus amigas y pretendientes que no le veía el punto (ni tenía el valor) de conseguir un permiso.

Buttercup, por otro lado, nunca se había sentido tan feliz como el día que el profesor le entregó las llaves de su reliquia del 63. Ella tenía mucha mayor visión que sus hermanas. Fuera de lo inconveniente o lo bonito, un auto le permitía un estatus de igual junto a sus amigos. Y el hecho de no tener que compartirlo con sus hermanas le daba la libertad de trasladarse a donde ella quisiera, cuando ella quisiera (y con quien ella quisiera).

Y es que ella amaba volar, claro, no podía mentirse a sí misma. Pero eran raras las ocasiones en las que Mitch o alguno de sus amigos quisieran ser llevados volando a rastras sobre su espalda. Robin casi se había hecho encima la primera (y única vez) que le dieron un aventón a través de los azules cielos de Townsville.

Un auto era un medio social, el cual podía ser utilizado para ir a estaciones de autoservicio a comer hotdogs rancios junto con sus amigos; a detenerse a llenar gasolina en medio de un viaje de carretera; o incluso ir a recitales de música a campo abierto. Y bueno, volar era rápido, pero la experiencia de conducir le permitía sentirse…normal; podía aguantar los embotellamientos, para lo que le importaba.

— Vas a hacer que nos arresten, lo juro por… — Bubbles soltó un gemido aún sosteniéndose de la manija, al sentir el coche rebotar sobre un rompemuelles debido a la velocidad en la que iban. Debido a la avanzada edad del auto, su amortiguamiento no era el mismo, haciendo que ambas chicas saltaran hasta casi golpear sus cráneos contra el techo.

Al oír la risita inocente de su hermana morena, Bubbles volteó a mirarla bruscamente. — ¡Si Blossom estuviera aquí…! — amenazó.

— Pero no lo está, y al parecer en su lugar tengo a su gemela rubia parlanchina. — la cortó Buttercup sin mirar en su dirección, mientras seguía esquivando autos de la carretera que daba de los suburbios a la ciudad. — Dame un respiro, ¿Que mosca le picó de todas formas? Está insoportable.

Bubbles se mordió el labio con algo de culpa, y es que Buttercup tenía algo de razón. Observó a través de la ventana mientras veía pasar coches y camiones pasar a su alrededor y recordaba la actitud de su hermana durante los últimos días. Blossom estaba más irritable que de costumbre, contestando mordazmente y mirándolas con cara de pocos amigos de vez en cuando.

Recordó el encuentro que tuvieron antes de salir.

— ¿Acaso van a salir de nuevo? — exclamó la pelirroja con voz innecesariamente hostil, mientras veía a sus hermanas a punto de salir por la puerta. Las estaba esperando en la sala con un libro de materia a mano y el ceño fruncido. — Ya van dos veces esta semana ¿les da alergia estar en casa o algo?

Buttercup puso los ojos en blanco, mientras Bubbles se encogía a un lado suyo.

— Vamos al centro comercial eso es todo.

— Si claro, el "mall" — contestó la líder de forma sardónica mientras hacía acotaciones con los dedos. A la powerpuff verde se le erizaron los cabellos de la nuca ante su cuestionamiento, pero Bubbles la cogió de la manga antes de que pudiera contestarle de regreso. — ¿Siquiera y ya terminaron sus deberes? O estaban esperando que yo les dejara copiarse de los míos para poder salir con sus "amiguitos" todo el día.

La powerpuff verde hizo una mueca de fastidio, mientras Bubbles levantaba las cejas con sorpresa. Podía comprender el motivo de su irritación después de lo que pasó esa tarde en la escuela; pero no entendía porque se desquitaba con ellas de manera tan antagónica. Ni Buttercup ni Bubbles le habían hecho nada y sin embargo parecía demasiado dolida por algo que aparentemente ellas habían hecho.

— Cálmate Blossom. — sugirió la rubia, mientras levantaba una mano en gesto que la animará a relajarse. Yo me encargó. Le comunicó con la mirada a su hermana morena, quien habría lidiado con la situación de otra forma. — Es una salida de emergencia, Juliette necesita que le ayudemos a encontrar un vestido bonito para ella; su novio viene desde California para visitarla este fin de semana. Puedes venir con nosotras si gustas.

Blossom las evaluó con la mirada, aún con cara de pocos amigos. Mientras ambas powerpuff eran víctimas de su escrutinio, Bubbles aún sostenía la manga de Buttercup para que no intentase nada. Si la morena dejaba correr libre su carácter entonces ninguna de las dos saldría nunca de esa casa; Blossom se aseguraría de ello. Y es que más se gana con miel que con hiel, pensó para sus adentros, y más si se trataba de su líder de ojos rosa.

La pelirroja lo sopesó por unos segundos, aún frunciendo el ceño mientras cerraba los ojos, para finalmente decir. — Las quiero acá antes de las 9, sin replicar. — dijo lo último mirando a su hermana morena, quien estaba a punto de abrir la boca. — Sino se lo diré al profesor.

Bubbles asintió con una sonrisa de dulzura mientras se despedía de su hermana y empujaba a Buttercup fuera de la casa antes que esta pudiera compartir algo de lo que pensaba acerca de su líder.

Se metieron al auto rápidamente y aceleraron antes de que Blossom pudiera cambiar de opinión.

— Solo está teniendo una mala semana. — afirmó, mientras regresaba al tiempo presente y cerraba los ojos meditando. — Aún se siente avergonzada acerca de lo que pasó con Brick. La gente está hablando de ello y eso la pone irritable, se le pasará en cuanto los rumores se disipen.

— Que se joda ese chico, para lo que sirve. — escupió Buttercup frunciendo el ceño, mientras giraba por una intersección camino al mall de Townsville. — ¿Por qué siquiera le importa lo que diga ese idiota? ¿Por qué el repentino interés por los rowdyruff? —

Buttercup no lo entendía. Eran una molestia, eso era seguro; pero hacía bastante tiempo que habían abandonado el crimen y el caos que podían llegar a ocasionar para la ciudad. Estaban como perros salvajes a los qué les habían sacado los dientes, incapaces de hacer daño e intentando, a la medida que podían, ser igual que el resto. Casi similar a ellas, menos la lucha contra el crimen.

— Algo acerca de clases privadas. No pregunté, pero parece que Blossom intentó amistarse con él en vano. — contestó Bubbles al ver su mueca de desconcierto, mientras reclinaba su cabeza contra el asiento en gesto de agotamiento. — Quiere saber porque los rowdyruff ya no se juntan en la escuela. ¿Tienes alguna idea de por qué?

Que carajos voy a saber. Pensó la morena para sus adentros. — No. ¿Pero por qué le importa de todas formas?

Bubbles suspiró con desaliento. — Tú sabes como es ella. Le gustan las cosas concisas y cuando nota un cambio repentino se aturde. Probablemente esté algo paranoica.

Buttercup se mordió el labio mientras fruncía el ceño al volante. — ¿Crees que fue buena idea decirle lo de la mota?

La rubia se encogió de hombros. — Yo no sabía que no sabía.

— Yo tampoco, creí que todo el mundo lo sabía. — murmuró la morena.

Todo el mundo que fuese a fiestas al menos, cayeron en la realización. Su hermana de ojos rosa no era la persona más extrovertida del mundo. Habían perdido la cuenta de la cantidad de veces que intentaron que fuera a los eventos sociales del colegio, a los que ella se había negado incontables veces, perdiéndose de una buena parte de los personajes y vivencias en Townsville High.

Ninguna de ellas era particularmente cercana a lo que quedaba del equipo de los rowdyruff boys, pero estos se las habían arreglado para crearse una reputación y un estatus en la secundaria.

No eran simples ex delincuentes juveniles a los ojos de sus compañeros. Tomando a Butch Him por ejemplo, quien se había vuelto el "alma de la fiesta" (y dealer predilecto) de los reventones semanales de la mansión Morebucks. Era vitoreado cuando aparecía y era aparentemente, un intocable.

¿Cuántas veces había visto a los gemelos Floyd y Lloyd comprarle joints al muchacho? ¿Cuántas veces había hecho la vista gorda cuando Mitch intercambiaba dinero con su ex enemigo? Incluso las plásticas amigas de Bubbles habían conseguido una vez estampillas de LSD para celebrar el cumpleaños de una de ellas.

Ninguna de las chicas consumía, por supuesto, pero la mayor parte de sus amigos de vez en cuando lo hacían, ¿y quienes eran ellas para detenerlos realmente? Santurronas, como Blossom, eran devoradas vivas.

— No hay que mencionarlo más. — sugirió Buttercup con un suspiró, mientras se aproximaba a la orilla que daba a la entrada del mall. Bubbles la miró sorprendida.

— ¿No vas a estacionarte?

Una sonrisa petulante se formó en el rostro de Buttercup mientras le respondía con sarcasmo. — Oh sí, mira me encantaría ayudarlas a encontrar el vestido perfecto que le marque la cola a Julie; pero tengo mejores cosas que hacer.

Bubbles replicó con severidad. — Le dijiste a Blossom que estarías acá conmigo.

Buttercup cerró los ojos y con tono conciliador recitó. — Sé lo que dije, no te preocupes, volveré a recogerte antes de las 9 ¿está bien?

— Ok, bien — exclamó Bubbles, sin una sonrisa en el rostro pero sospechando a dónde se dirigía Buttercup. — Diviértete.

La rubia se dirigió a la entrada del centro comercial, aún algo desconfiada por la evasiva de su hermana. Buttercup exhaló el aire contenido en el pecho en cuánto la perdió de vista.

El sonido de un claxon detrás suyo la incitó a volver a encender el coche y darse la vuelta en sentido contrario de donde vino.

Más allá de los suburbios vecinales a las afueras de Townsville, incluso de los rieles de las vías del tren se encontraba el parque de remolques de la ciudad. Con el pastizal avejentado y el terreno casi desértico, Buttercup condujo hacia la ya conocida casa rodante de su novio. Estacionó el Avanti a un extremo del camino y no necesitó llamar para anunciar su llegada, Mitch la esperaba en el portal.

— Hey tú.

Mitch Mitchelson había crecido para convertirse en un casi-hombre desgarbado. Alto, delgaducho, con los dientes incisivos igual de grandes a cómo los había tenido de niño y aún con el semblante igual de pecoso. Muchas muchachas no le habrían encontrado nada de especial a alguien con la apariencia de Mitch, pero había una especie de encanto en sus facciones que le recordaba a Buttercup a un hogar.

— Hey tú. — le contestó Buttercup con una sonrisa tímida, mientras se aproximaba para saludarlo con un beso.

No hacía mucho rato que habían comenzado a salir, a inicios de verano, y sus amigos siempre los habían fastidiado por haber esperado tanto tiempo para estar juntos. Se conocían desde el jardín de niños, eran amigos desde la primaria y se gustaban desde que tenían doce años; pero había tenido que ser ella quién diera el primer paso. No cualquiera tenía el honor de salir con una powerpuff girl de todas formas.

Aún ese recuerdo se asomaba sobre su cabeza de vez en cuando, para su vergüenza. Después de un largo viaje de carretera para llegar a la playa durante el verano, frente a una fogata, smores y tabletas de chocolate hershey; se separaron de sus amigos un rato durante una caminata. Recordó cómo se tomaron de las manos y jugaron por unos segundos en la orilla, dibujando falos obscenos en la arena y escribiendo MITCH ROCKS en mayúsculas antes de que las olas borraran sus mensajes.

Estaba teniendo el momento de su vida, nada podría compararse al sentimiento de libertad que sentía; donde no era una superheroína ni la hermana del medio de nadie, solo Buttercup y Mitch. No supo qué mosca le había picado, pero después de un par de bromas de mal gusto, Buttercup se animó a depositar un beso en los labios de Mitch

Era solo un pico. Plácido e inocente, como el que compartían ahora; pero que buscaba transmitir todas esas cosas que ella sería incapaz de decir. Y el resto era historia.

Porque Mitch comenzó a intentar introducir su lengua dentro de la cavidad bucal de Buttercup, rompiendo cualquier encuentro inocente que habría pasado por su mente.

Oh bueno, pensó dentro de su cabeza, podía manejar el besuqueo. Abrió la boca lo suficiente para acoger la profundidad del beso de su novio; aún estaba acostumbrándose a esto. Besos tiernos, besos intensos, los recibiría e incluso sería participante voluntaria. Se sentían bien y la lengua de Mitch era sorprendentemente suave y cálida, sino algo entusiasmada. Esto estaba bien, a menos que…

— Mi abuela no regresará del bingo hasta dentro de una hora… — susurró Mitch entre besos, permitiendo que Buttercup cogiera algo de aire. — Tenemos algo de tiempo.

Mitch la miró expectante, ambos aún sonrojados después del intercambio de saliva. Buttercup vaciló, al no sentirse segura acerca de cómo proceder. No otra vez, pensó para sus adentros.

— ¿No se supone que íbamos a ir a casa de Travis? — intentó liberarse ligeramente de su agarre, Mitch la tenía firmemente sujetada de la cintura. Quizás si lograba crear algo de espacio entre ambos cambiaría de idea.

— Vamos, quizás no tendremos otra oportunidad cómo esta… que se joda Travis. — ronroneó acercándose más a su cuerpo, mientras depositaba besos a lo largo de su mejilla y cuello, intentando estimularla.

Buttercup hizo una mueca de incomodidad mientras recibía los besos del muchacho involuntariamente. No era que no le gustase Mitch, claro que no, en la medida a lo que conocía estaba segura que incluso lo amaba. Pero aún necesitaba tiempo para poder acostumbrarse a ESO en particular.

Nunca se había percibido a sí misma como una especie de mojigata, estaba familiarizada con el concepto del sexo, la pornografía, y la satisfacción personal como cualquier persona normal de su edad. Pero cuando se trataba de hacer el amor con Mitch, Buttercup era más tiesa que un tronco.

Su primera vez había sido muy dulce y premeditada. Incluso Mitch había colocado velas y pétalos de rosa en su habitación ese día, hasta para su sorpresa se había tomado la molestia de ordenar su pieza para recibirla. Buttercup estaba sorprendida y agradecida por el detalle de intentar que esta primera vez hubiese sido (de la manera más Mitch posible) especial.

Hicieron lo que cualquier pareja de su edad hubiese hecho en su lugar, y después de varios besos y te amos y de superar la barrera de la vergüenza de verse desnudo frente a otra persona, lo hicieron.

Y fue… algo, definitivamente.

Buttercup no pudo relajarse como hubiese querido, la experiencia entera se sintió… incómoda, al no hallar otra palabra. Sintió un dolor punzante similar al de la picadura de una abeja, y dicho y hecho de repente era ya, según el concepto chauvinista, una mujer. Ocultó el dolor y la molestia durante todo el encuentro, puesto que pudo ver como Mitch si lo estaba disfrutando, y para cuando terminó no pudo evitar sentirse…¿aliviada? No estaba segura de si era la palabra adecuada para referirse a un momento tan especial entre dos personas que se aman.

Es normal, le aseguró Bubbles, en cuanto tuvo el valor de compartir el evento de su primera experiencia con ella. — La primera vez siempre duele y es incómoda, toma tiempo agarrarle el gusto. —La consoló, aliviando un poco la ansiedad que sentía.

Pero lo habían hecho una segunda vez… y luego otra, y otra y otra; y seguía sin poder disfrutar en su totalidad de la experiencia.

A este punto Buttercup comenzó a cuestionar si es que había algo de malo en ella. Quizás algo acerca de sus terminaciones nerviosas, incluso llegó a considerar que quizás en el fondo era asexual. Pero ella amaba a Mitch por encima de todo, y si es que tenía que soportar encuentros de ese tipo, pues lo haría con ganas y entusiasmo.

Solo que hoy no.

— Deberíamos ir, tengo toque de queda… — alcanzó a exclamar, mientras ejercía la fuerza suficiente para separarse de Mitch.

El muchacho suspiró y frunció el ceño con irritación. — ¿Por qué no? Podemos ir a su otra reunión cualquier otro día. No siempre tenemos oportunidades como estas BC.

A la morena no le gustó la insistencia del muchacho, a lo que replicó con la misma energía.

— Ya lo hemos hecho ayer en la escuela ¿recuerdas? Cuando se supone que debíamos haber estado en gimnasia. — le recordó, cuando casi se metió en problemas con Blossom por haber faltado. Lo golpeó en el pecho con un dedo acusatorio. — Tú fuiste el de la idea de ir a casa de Travis. Hazme el favor, Mitch.

Mitch chasqueó los dientes con fastidio al verse acorralado, mientras cruzaba los brazos a la altura de su pecho. Buttercup esperó en vano a que la mirara a los ojos, pero este evadía la mirada hacia otro lado pensando.

— Siempre haces esto. Buscas excusas cada vez que estamos a punto de hacerlo. — exclamó, aún apartando la vista de la suya en una posición tensa.

Buttercup bufó con fastidio, apartándolo de la entrada mientras se quitaba la chamarra que llevaba puesto.

— Si tanto quieres hacerlo, hagámoslo de una buena vez Mitch. — vociferó, con gesto de pocos amigos en medio de su pequeña sala. — Pero deja de quejarte. Eres una plasta.

Mitch solo puso los ojos en blanco ante su intento de iniciación. — No te ves muy dispuesta Buttercup, solo vayamos de una vez ¿ok? — Cedió con fastidio, mientras abría la puerta de piloto del Avanti.

Buttercup levantó las cejas ante el acto de inusual caballerosidad de su novio, pero pronto regresó a la misma expresión malhumorada al ver como Mitch se sentaba en el asiento para encender el coche. Así que ni siquiera puedo conducir mi propio auto ¿eh?, se preguntó para sus adentros, mientras tomaba su lugar en el lugar del copiloto.

El camino a casa de Travis fue bastante silencioso, ninguno de los dos se dirigieron la palabra, demasiado fastidiados para conversar o siquiera prender la radio. Buttercup comenzó a sentir una fuerte angustia atorada en el pecho, ¿había ocasionado esto ella? Pudo haber cedido por lo menos unos quince minutos y ya estaba ¿era necesario haber discutido por ello? No quería que Mitch pensara que no lo deseaba.

Buttercup comenzó a perder la paciencia, ¿cuál era el punto de salir si iban a estar peleados? Pero Mitch ni se molestó en voltear en su dirección, muy ensimismado mientras conducía SU coche.

Cuando llegaron a casa de Travis en los suburbios bajos de Townsville, cerca al desaguadero, Buttercup se sorprendió al sentir como Mitch la rodeaba con su brazo antes de que la puerta se abriera.

— ¡Hermano! No te esperaba hasta dentro de una hora… — saludó el dueño del hogar chocando los puños con la pareja. Buttercup hizo el intento de formar una sonrisa en su rostro mientras que la sonrisa de Mitch se vio mucho más auténtica.

— Llegamos antes bro, no podíamos esperar…

Solo la morena pudo entender el doble sentido en el tono de voz de Mitch. En cuanto pasaron por el umbral de la puerta, la sonrisa de su rostro se derritió como mantequilla mientras le seguía el paso a su novio en camino al sótano de la casa de los padres de su amigo.

El hogar March no era la gran cosa, era un clásico hogar americano de muebles de madera y tapizado floral en las paredes. Parecía decorado por una especie de abuelita, con sillones apolillados y manteles tejidos a mano; nadie sospecharía el tesoro que Travis y su padre habían trabajado en su sótano.

La madre de su amigo les había permitido tener su propia "cueva de hombres" regalándoles el espacio subterráneo de su casa para que la decoren a su gusto. El sonido ahogado de música rock al otro lado de la puerta bajo las escaleras se hacía oír desde la sala. Con cuidado, bajaron las escaleras que los llevarían al sótano con Travis al frente de anfitrión.

La música cobró sentido en cuanto el chico abrió la puerta, y Buttercup se detuvo un minuto para contemplar el lugar, una mesa de pool decoraba el centro de la habitación, junto con una bocina enorme y un par de máquinas de fulbito y pinball se encontraban al fondo. En una esquina se encontraba el minibar del padre de su amigo.

Buttercup notó el sillón apolillado apoyado en una pared donde se encontraban el resto de sus amigos, frente al televisor viejo y de pantalla angosta que el chico había bajado para que pudiesen jugar videojuegos.

Sus ojos se posaron en la única otra chica en medio de la fiesta: Nat… o Natalie, la novia de Travis, quien estaba muy ocupada revisando la cobertura de su maquillaje sin inmutarse en socializar con el resto de amigos de su novio.

En la mesa de pool tomó nota de Mike, un ex novio de Bubbles conversando animadamente junto a Pablo, otro de sus viejos compañeros del preescolar.

Más allá, frente a las maquinillas de pinball Buttercup notó a los gemelos Floyd y Lloyd Floyjoydson, los mejores amigos de Mitch, grabando desde su celular para mostrar en donde se encontraban. Y junto a ellos estaba…

— ¡Estamos aquí transmitiendo en vivo desde la guarida del buen Travis! — exclamó uno de los gemelos

— ¡Junto a nuestro compa…!

— ¡Buuuuutch! — saludó el muchacho alargando la vocal de su nombre en tono gutural mientras hacía un símbolo shaka con los dedos.

Buttercup hizo una mueca de reconocimiento y horror al notar a su viejo enemigo fraternizando con sus amigos. Mitch, que aún la tenía rodeada con un brazo, solo río.

— ¿Aún siguen tratando de volverse influencers?

Los gemelos posteaban regularmente en sus redes intentando volverse otro par de celebridades gemelas al ver lo popular que eran ese tipo de influencers. Buttercup no tenía el corazón de decirles que para serlo, primero tenían que ser talentosos… o por lo menos atractivos… o en todo caso ricos.

— Sí, se están esforzando la verdad, su última transmisión tuvo por lo menos 5 visitas. — exclamó el muchacho del mohawk mientras les entregaba un par de cervezas en lata a la pareja.

Buttercup solo la sostuvo sin ocultar su disgusto.

— ¿Qué está haciendo aquí? — preguntó yendo al grano.

Travis se puso incómodo mientras ocupaba el sitio al costado de su novia.

— ¿Quién? ¿Butch? — se hizo el desentendido mientras abría su propia lata de cerveza. — Es amigo de los gemelos y… están intentando coger más vistas así que pensaron que colaborando con un streamer de su talla…

— ¿Butch es streamer? — la morena estaba boquiabierta, separándose del abrazo de Mitch por unos segundos sin ocultar su asombro.

Natalie la miró como si viniera de otro planeta, levantando la cabeza desde su espejo de mano.

— Bueno, claroooo — exclamó como si fuese la cosa más conocida en el planeta. — Tiene como 10 000 seguidores en Twitch.

Quién diría que un miserable parásito rastrero de la calaña de Butch tenía potencial en el mundo de los videojuegos.

Para el conocimiento de Buttercup, eran chicas de busto prominente como su hermana las que tenían éxito asegurado en ese tipo de medio; jamás hubiese esperado que el chico de la hierba tuviera el carisma suficiente para lograr encajar en ese mundo.

Cerró la boca con recelo mientras observaba la dinámica que se estaba llevando a cabo al fondo de la habitación, con los gemelos entrevistando a su archinémesis con el celular mientras que los acompañantes a su alrededor se ponían a conversar. Buttercup no podía escuchar del todo bien debido a la música que se tocaba de fondo, pero podía ver como los gemelos balbuceaban cosas mientras Butch asentía con la cabeza con una sonrisa arrogante dibujada en el rostro.

La chica no sabía porqué pero había algo en el intercambio que le paraba los pelos de punta y le hacían querer golpearle toda su engreída carita.

Tomó un sorbo de su cerveza mientras se liberaba con suavidad del agarre de Mitch y se separaba del grupo hacía la mesa de billar. Mike Believe y Pablo Santos la saludaban para poder comenzar a jugar. Buttercup admitía nunca antes haber tocado un palo de billar pero no tenía ganas de seguir compartiendo el mismo aire que Mitch, ni de interactuar con sus otros amigos si es que tenía que soportar a un imbécil.

Mike le explicó las reglas básicas a y después de un rato comenzaron una partida de práctica que duró varios minutos en lo que se unió el resto de la fiesta. Buttercup sintió a Mitch a un costado suyo de vez en cuando pero no reaccionó a su presencia, aún molesta por haberla estado ignorando.

Después de que la música paró por un seungo se oyó un aullido y la despedida de los gemelos en su transmisión. Mitch se separó de ella para dirigir su atención al resto de sus amigos, sentados junto a ellos en el sofá.

Buttercup los miró por el rabillo del ojo por unos segundos para después resignarse con un suspiro, entregando el palo de billar a Natalie para que jugara en su lugar.

Se acercó a su antiguo grupo solo para confirmar para su mala suerte que Butch se encontraba sentado y conversando de lo más normal con el resto de sus amigos.

Buttercup intentó disimular su fastidio en vano. No era una loca obsesionada con antiguos archirrivales como su hermana, pero ¿por qué tenía que juntarse con SUS amigos? ¿siquiera y quién lo invitó?

— ¿Y cómo fue que se hicieron amigos? — preguntó su novio en su lugar, captando la atención de la powerpuff.

— Estamos en el mismo taller de Mecánica junto con Travis. — contestó Butch, aún con esa sonrisita presumida plasmada en el rostro, mientras abría su propia lata de cerveza. — Ese tipo no puede cambiar ni una puta llanta, así que hice lo que cualquier buen samaritano haría y le cobré por ayudarlo a pasar el examen. Luego Travis me presentó a Lloyd, Lloyd a Floyd y el resto es historia.

Buttercup lo examinó de reojo en silencio. Lejos estaban los días del muchacho hiperactivo y de carácter inestable. En su lugar, se encontraba un desconocido de metro ochenta, con el cabello rapado por los lados y ligeramente levantado en puntas hacia arriba. Llevaba puesta una sudadera gris y pantalones holgados, además de llevar un par de expansores negros en los lóbulos de sus orejas. Asimismo, notó que recientemente se había tatuado los nudillos, cosa que le hizo poner los ojos en blanco. Butch no era solo un cliché de drug dealer, también era un fuckboy de Walmart.

No fue hasta que un olor familiar le llegó a la nariz que se percató de que uno de sus amigos comenzó a encender un porro. La morena arrugó la nariz, percatándose como el rowdyruff saco un par más de su bolsillo para luego entregarle uno a Travis, y otro al mismísimo Mitch. Su novio sonrió colocándose el cigarrillo en la boca, sonrisa que se desdibujó tan rápido en cuanto sus ojos chocaron con los de ella, quien lo miraba de forma desaprobatoria.

A pesar de su disgusto, Buttercup puso los ojos en blanco y se dejó colocar un brazo encima de los hombros. Como sea, no soy su mamá,pensó para sus adentros, mientras apoyaba su mejilla sobre una de sus manos. Ni Blossom.

— Sabes, siempre quise ser streamer desde los 12 años.— comenzó a platicar Travis, compartiendo el cigarrillo que acababa de encender con Nat, quien lo aceptó gustosamente. — ¿Cuál es tu secreto?

Butch rió. — Conseguir un buen setup gamer, ser constante y carismático. — aspiró un sorbo corto antes de seguir. — y volver a nacer porque esta belleza no se puede imitar.

Todos rieron con el estúpido chiste de Butch, quien posó colocando sus dedos sobre su barbilla. Buttercup volvió a poner los ojos en blancos, ¿Podría ser incluso más molesto? Pronto las risas siguieron en una conversación sin sentido, el olor a hierba inundó la habitación y el humo blanco nubló ligeramente la visión de la heroína; y su anhelado encuentro con su círculo de amigos pronto se convirtió en una junta de gente pacheca.

La morena se sintió repentinamente cansada y con ganas de irse. Ni siquiera estaban jugando algún videojuego, solo se dedicaban a convidarse porros y estar enfrascados en una eterna búsqueda por la canción perfecta dentro del playlist del celular de Travis.

Lo peor de todo es que ni siquiera Mitch le prestaba ni una migaja de atención, muy ocupado discutiendo con los gemelos su próxima estrategia para conseguir popularidad, con Butch intercediendo de vez en cuando para dar sugerencias o dejar de lado sus propuestas.

Buttercup sabía que en algún momento tendría que abrir la boca, pero el ambiente de relajación en la habitación le afectaba a todos menos a ella. Se sentía por encima de todo, irritada ¿Acaso Butch no tenía su propio círculo de amigos? ¿Que tenía que hacer interfiriendo en el suyo?

Se levantó con dirección al baño de forma que pudiera aclarar mejor su mente, se refrescó el rostro con agua y se percató del carmesí que se había apoderado de sus ojos, demasiado pesados para poder abrirlos en su totalidad. Genial, pensó, ahora como voy a explicarle esto a Bubbles.

Debido a su fastidio general, no pudo notar que el susodicho se había fijado en la cara de culo que llevaba dibujada y la había estado esperando en el pasillo que conectaba a las escaleras con el sótano. No tomó mucho rato hasta que se le ocurrió su mejor solución para romper el hielo.

— ¿Quieres? — exclamó con voz desinteresada, sin comprometer nada.

Le presentó el porrito del que había estado fumando, como si fuera una especie de pipa de la paz. Buttercup lo miró como si estuviera loco pero Butch pareció o no tomarle importancia o quizá era demasiado idiota o estaba demasiado drogado para leer las claras señales sociales que le había estado mandando.

— No fumo. — declaró con voz aburrida

— Claro…

Un silencio incómodo los abordó por unos segundos.

— Te lo dejaste largo… — rompió el muchacho, apartando la vista hacia otro lado.

— ¿Qué?

— Tu cabello… — señaló como lo más obvio del mundo, mientras gesticulaba con una melena imaginaria.

— Oh…

Algo le dijo a la chica que genuinamente era la primera vez que lo notaba. Fuera de las palizas brutales que se metían de niños, ambos se dirigían el uno al otro impersonalmente y ninguno se había tomado la molestia en percatarse de la vida y existencia del otro.

Estando tan raramente cerca Buttercup pudo examinar mejor su rostro bajo la luz que iluminaba las escaleras. Notó el brillo del gel en las puntas de su cabello, y el par de piercings tipo snake bite debajo de su labio inferior, eran nuevos. Se veía igual, pero al mismo tiempo distinto al Butch que reconocía desde siempre, con la misma mandíbula cuadrada y cejas pobladas, pero más ojeroso… más… cansado.

Buttercup se sentía incómoda en su presencia. Y más cuando el muchacho no apartaba la vista de ella sin siquiera detenerse a parpadear. ¿Cuánto había fumado este muchacho?

Cuando el chico por fin dejó de examinarla, se rascó la nuca antes de seguir dando cuerda a un intento de conversación.

— Entonces están saliendo.

— ¿Qué?

Butch la miró como si fuese estúpida, era la segunda vez que hacía lo mismo.

— Tú y Mitch, genia.

La chica hizo una mueca y se cruzó de brazos bajo el pecho. — Sí ¿que tiene?

El rowdyruff boy solo río con un resoplido nasal mientras miraba el piso, lo cual hizo que Buttercup levantara una ceja con desconcierto.

— Lo siento es solo que… me cuesta imaginarte con alguien ¿sabes?

Sonrió, y Buttercup sintió como su mandíbula inferior se desencajaba un poco del disgusto mientras fruncía el ceño.

— Como… un hombre y eso… — continuó, como si no fuera la gran cosa.

— Ni tú ni el resto del internet. — payaso, pensó. — ¿Este es otro chiste acerca de mi sexualidad?

Butch chasqueó los dientes, mientras cerraba los ojos meditabundo.

— Nah, solo no podía imaginarte saliendo con nadie.

Tomó una calada del porro, y de nuevo se enfrascaron en la misma batalla de incómoda contemplación mutua. Buttercup se preguntó si el aroma de la hierba le había llegado a afectar los sentidos ¿Por qué acaso seguían hablando?

— Tengo que irme. — anunció, en un intento de apartarse de su compañía, pero una mano le retuvo la muñeca, sorprendiéndola por su solidez. El agarre de un humano como Mitch apenas y podía sentirse.

— ¿Sabes? No soy tan malo como crees. — declaró el muchacho, sin mirarla realmente a los ojos — Te pasaste toda la fiesta mirándome como si te apestara a mierda, y sé… — cerró los ojos con un poco de sarcasmo. — que tienes tus razones, pero estoy aquí, ofreciendote una tregua y una muestra de mi más sincera intención de amistad.

— Estás drogado.

— Sí lo estoy, no hace menos cierta esta muestra de humillación.

Buttercup evadió su mirada con incomodidad, ¿hablaba en serio? Difícilmente podrían catalogar su relación como cordial, pero no sentía tener ninguna cuenta pendiente con el muchacho. Todo su ser le era repelente y le costaba digerir la idea de compartir el mismo espacio que él, pero no quería ser una aguafiestas. Si a sus amigos les agradaba, ella haría el esfuerzo de, por lo menos, tolerarlo.

— Como sea…— se encogió de hombros, desviando la mirada al suelo mientras se cruzaba de brazos. — No es como qué te odie o algo, necesito tiempo supongo.

Butch sonrió. — Me conformo con eso.

Tomó un sorbo de su cerveza en lo que la chica seguía recostada contra la pared del pasillo, aún sin la confianza suficiente para entablar una conversación casual. Cuando Butch estuvo a punto de abrir la boca una vez más, Mitch se aproximó en su dirección.

— ¿Dónde has estado? — se dirigió directamente a la muchacha, sin prestar atención al otro muchacho. Buttercup notó sus entrecerrados ojos color carmesí debajo de un ceño fruncido, sip, estaba bastante ido.

— Salí al baño. — le respondió, cortante, mirándolo de la misma forma. — No es como que me estuvieras prestando atención de todas formas.

— Pensé que eras tú la que no me quería cerca.

Ambos se fulminaron con la mirada unos segundos, sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor. Un ligero carraspeó los despertó de su estupor.

— Hola hombre, te desapareciste. — saludó Mitch, recién percatándose de la presencia de Butch.

Buttercup miró en dirección al rowdyruff sujetándose el entrecejo con irritación. No necesitaba un drama público de parte de Mitch y mucho menos tenerlo a él de testigo, pero en lugar de osbservar incomodidad en el rostro de su contraparte se percató de que los estaba viendo con interés.

— Sí tiendo a hacer eso. — comentó el moreno, para luego sacar una tarjeta de su billetera

— Hey, no te olvides, si algún día quieres venir a chequear el traste de bicicleta que tienes llévalo al taller. Lo arreglaremos por un precio… razonable. — se encogió de hombros con una ligera sonrisa mientras extendía dos cartillas en dirección de la pareja.

—Lo haré hermano, gracias.

Su novio tomó la tarjeta sin más miramientos y después de unos segundos de hesitación, la powerpuff suspiró y tomó una sin darle otra mirada. Después del intercambio, Butch se despidió con un cabeceo y regresó con el resto del grupo

Buttercup no perdió más tiempo.

— Me tengo que ir, puedo llevarte a casa si quieres. — propuso la muchacha, centrando de nuevo su atención en el muchacho.

— Me quedaré un rato más, no te preocupes, conseguiré quien me lleve de regreso o simplemente caminaré. — le contestó el castaño con frialdad, haciendo que se le formara un nudo a la morena.

Buttercup frunció los labios hacia adentro, una parte de ella furiosa por el castigo de la indiferencia del muchacho, y por otra parte, angustiada debido a ello pero incapaz de formular alguna especie de disculpa.

— Hey. ¿Estamos bien? — se atrevió a preguntar.

Lo buscó con la mirada y lo contempló en busca de una reacción, cualquier reacción.

Resguardandose para lo peor. No, no lo estamos esperó que dijera, espero que cuestionara su falta de contacto, espero que le dijera que no estaba cumpliendo su parte como se suponía y que no estaba funcionando. Se preparó para encararlo porque sabía que era verdad.

Lo que no esperaba era que Mitch pusiera los ojos en blanco.

— Sí, como sea.

No hubo abrazo de despedida, pero él decía que estaban perfectamente. Antes de salir por el umbral de la puerta, Buttercup se volteó con inseguridad. El hecho de que no haya hecho un berrinche, era bueno ¿cierto?

Se castigó mentalmente por ser tan débil mientras entraba a su coche.


— ¡Se los agradezco tanto muchachas! Es el vestido perfecto para la pedida de mano.

Las cinco muchachas observaron cómo los hijos de Juliette se le anegaban de lágrimas con incomodidad. Se habían pasado alrededor de tres horas buscando el vestido de tul perfecto para su fin de semana con su novio, el universitario. Ninguna tenía el valor suficiente para criticar su efusividad por algo tan banal.

— Ni lo menciones. — exclamó Jessica, una voluminosa muchacha con tirabuzones color carmesí, capitana del squad.

— ¿Cuánto tiempo llevan juntos de todas formas? — preguntó Leah de forma educada, mientras agitaba sus largas trenzas africanas al voltear en su dirección.

— ¡Cumplimos 2 años este domingo!

Bubbles mordió el sorbete de su bebida ocultando la sonrisa que se asomaba en su rostro, por el rabillo del ojo intercambió miradas con Rose, otra amiga suya de cabello rubio platinado que le llegaba a la altura de la barbilla. Rose le sonrió de vuelta con complicidad. Todas sabían perfectamente la baja (por no considerar nula) posibilidad de que comprometiera ese fin de semana.

Habían estado juntos desde undécimo año, antes de que Austin se graduara y se fuera a la escuela de medicina. Ambos mantenían una aparentemente sólida relación a distancia, y era el único fin de semana en el que el chico tomaría un vuelo en dirección a Townsville para verla. Con los estudios agobiantes, la distancia entre ambos y las deudas universitarias era muy poco probable que su novio se encontrará listo para oficializar el compromiso entre ambos.

Pero Juliette era una romántica empedernida desde chica, y no iba a rendirse con facilidad.

Algo desquiciado en la sonrisa de la castaña obligó a las muchachas a dejar el recelo con un suspiro y comenzar a animarla.

— ¡Felicidades!

— Sabes que esta vez es la vencida.

— Estaremos contigo no importa que.

Bubbles se ocultó detrás de su té burbuja vegano con timidez, incapaz de mentirle a la cara a su amiga, pero no queriendo lastimarla con su sensatez. Había conocido a Austin en algunas ocasiones y se veía como un buen muchacho, aunque no se veía completamente envuelto con Julie como para formalizar. Eran una parejita de secundaria por Dios, su tiempo de vida útil era de máximo tres años.

Mordió su sorbete caminando sin pensar a dónde se dirigían cuando se fijó en la forma que Jessica la veía, sonriendo pícaramente. Bubbles le sonrió de vuelta con expresión interrogante.

— ¿Y…? ¿Qué tal tu cita con James?

Ah… eso. La powerpuff azul casi olvidaba su última salida del lunes, siendo lo último que rondaba por su cabeza en ese momento. Apartó la mirada hacia a otro lado con desinterés mientras tomaba otro sorbo de su té oolong de uva.

— Estuvo bien, supongo. — mencionó sin darle importancia.

— ¡Oh por Dios! ¿Te gustó James? Austin mencionó que lo conocía ¿Es cierto que su padre tiene un Aston Martin?

Bubbles frunció un poco el ceño ante el entusiasmo de Juliette con la cita que sus amigas le habían arreglado. El chico era como cualquier otro mariscal de campo de una escuela privada, con una piscina de un kilómetro y presumiendo en cada oportunidad que tenía los múltiples bienes de su papá. Mencionó el Aston Martin casi tantas veces como le contó sus últimas vacaciones en Bora Bora. La rubia suspiró con resignación al ver cómo las muchachas se amotinaban a su alrededor.

— Fuimos a comer comida italiana, nada nuevo. Fue educado y pagó la cuenta, mencionó algo de ir a jugar golf para una segunda cita. — soltó, de nuevo indiferente. — Supongo que es una persona muy… fascinante, aunque algo engreído. — admitió.

A decir verdad engreído era un adjetivo bastante generoso que hacía quedar mejor parado al individuo más de lo que se merecía; pero no quería ser grosera y que ellas creyeran que ella era, una vez más, una completa reina del hielo con los hombres.

Rose levantó ambas cejas con una sonrisa. — ¿Entonces habrá una segunda cita?

— Quizás… — admitió la rubia con ironía. Qué demonios, podría pagarle otra cena.

Jessica la observó acechante, aún con esa expresión felina que la analizaba, en busca de alguna reacción o muestra de entusiasmo. Bubbles volvió a apartar la mirada hacia otro lado, incómoda.

— ¿Y qué hay de Dylan, el de la facultad de artes? — preguntó Leah, recordando al muchacho con el que se había visto hacía dos semanas.

El snob pretencioso. Recordó Bubbles. — Él también era genial, creo. Pero sabes lo que dicen de los muchachos de artes y las relaciones a distancia. — se encogió de hombros.

Jessica miró en dirección de Juliette con picardía. — ¿Qué tienes que decir al respecto, Julie?

— ¿Qué? ¿Qué es lo que dicen? — Exclamó la castaña abriendo los ojos como platos. De repente entrecerró los ojos con sospecha. — ¿Acaso saben algo que yo no sepa?

De nuevo, ese brillo desquiciado apareció en su rostro ante la posible insinuación de la fragilidad de su relación. Cualquier rumor de infidelidades solían volverla histérica.

Jessica puso los ojos en blanco mientras Bubbles intentó calmar las sospechas de su amiga. — No es nada Juliette, solo que en mi caso particular no funcionaría nada entre ambos.

Su amiga pelirroja sonrió de vuelta en su dirección. — ¿Eso significa que puedo llamarlo?

Bubbles tuvo que aguantarse las ganas de poner los ojos en blanco. Jessica siempre hacía lo mismo con los chicos con los que ella salía, ni bien dejaba de interesarle uno, ya estaba ella pidiéndole permiso para poder inmiscuirse con ellos.

— Date gusto. — le cedió con una leve reverencia.

— Oh por Dios chicas, ustedes tienen tanta suerte con los hombres. — suspiró Rose con tristeza. — Nunca consigo que ningún chico que me guste me preste atención.

— Eso es porque cada semana te gusta uno nuevo. Ni siquiera les das chance a conocerte porque ya hay otro formando fila. — replicó Leah con aburrimiento mientras se chequeaba las uñas. Rose hizo cara de cachorrito acongojado.

— Esta vez es diferente, se los juró. Si me acompañan se los muestro.

La chica se separó del grupo rápidamente con dirección a las escaleras eléctricas que daban al segundo piso del centro comercial. El grupo de animadoras la miró alejándose con desconcierto.

— ¿A dónde diablos va? — preguntó Jessica en voz alta.

Sin más alternativa, Bubbles intercambió miradas con el resto del grupo, Leah se encogió de hombros y se dispusieron a seguirle el rastro a su compañera.

Cuando terminaron de subir las escaleras notaron a su amiga de cabello platinado detrás de una gran maceta decorativa al frente de la entrada de una antigua tienda discográfica. Bubbles notó las mejillas coloradas de su amiga y el aceleramiento en su respiración.

— Oh por Dios, ¡hoy está de turno! — exclamó mirando en dirección a través del cristal de la tienda. — Vengan, agáchense.

El escuadrón se sintió ridículo agachándose detrás de la maceta para poder espiar detrás de esta. Bubbles particularmente se sintió un poco incómoda ante los disparates que hacía su amiga por los muchachos. Jessica expresó su irritación agitando su rizada melena carmesí.

— ¡Rose, ese lugar es para metaleros rancios y acabados! Más te vale que no te hayas enamorado de ningún pederasta de turno. — advirtió.

— Miren. al. dependiente. — exclamó la muchacha entre dientes. — Detrás del mostrador. Lo conocen.

Cuatro cabezas giraron en dirección a la sombra que atendía detrás de la caja registradora. Para su sorpresa, era una figura familiar, especialmente para la powerpuff girl; sus ojos se abrieron como platos al notar de quien se trataba

— ¿Estás bromeando verdad? — preguntó Jessica preocupada. — ¿Boomer Him? ¿Perdiste la cabeza o sólo estás desesperada Rose?

— Pero es tan hermoso Jess, solo míralo. — suspiró la chica, apoyando la mejilla contra un extremo de la maceta de concreto.

Bubbles no musitó palabra alguna, demasiado ocupada recuperándose en silencio de la sorpresa inicial. Cuando levantó la mirada en la dirección señalada pudo ver mejor a su antigua contraparte.

En una posición relajada, sentado frente al mostrador, Boomer se encontraba moviendo la cabeza al compás de una melodía desconocida. La tienda estaba completamente desierta y él estaba a sus anchas con un par de audífonos inalámbricos.

Tratando de ver lo que le veía su amiga se fijó un poco más en la apariencia del muchacho, algo distinta a lo que recordaba hacía menos de dos años. No sabía cómo había dejado pasar de largo su transición.

Su cabello rubio desaliñado, abierto de par en par como cortinas en su rostro le llegaba a la altura de la barbilla en un moderno peinado shaggy. Su cara aún conservaba vestigios de grasita infantil en las mejillas, cubiertas de pecas hasta la punta de la nariz; lo cual lo hacía ver mucho menor comparado al par de grandulones que tenía por hermanos. Con un cuello largo, ancho de hombros y contextura delgada; tenía un garbo desinteresado y alternativo que probablemente sacaba más de un suspiro a muchachas volubles como Rose. Los pequeños aros en los lóbulos de sus orejas y el collar de pukas no ayudaban, dándole un encantador aire de actor o miembro de una boy band de los años 90.

— Deberíamos entrar. — sugirió la líder del squad, levantándose de su puesto de espionaje.

— ¿Qué? ¡No, no deberíamos! — tembló Rose con timidez, algo poco común en ella pero considerando de quién se trataba su crush, su intimidación era comprensible.

— ¿No querías acercarte a tu amor platónico? — exclamó Leah, colocándose las manos a la altura de la cintura. — Vamos a saludarlo.

Las muchachas prácticamente empujaron a Rose a pasar por el umbral de la puerta.

La powerpuff girl dudó yendo más lento que el resto de sus amigas que reían a carcajadas, fijándose en cómo el chico levantó el rostro con sorpresa para mirar en dirección al grupito.

Se levantó uno de los auriculares del oído con expresión dubitativa, pero al notar como las chicas fingían interés en los estantes de música new wave y europop decidió ignorarlas y volver a lo suyo; sabía cuando un grupo de adolescentes ruidosos venían para molestar, y cuando venían a comprar de verdad.

Bubbles se unió al lado opuesto de donde sus amigas cuchicheaban en voz baja, dándole la espalda al mostrador e intentando hacer una convincente imitación de interés mientras observaba las carátulas de antiguos ídolos del art pop como Bjork o Kate Bush, mientras las orejas le ardían de vergüenza.

A veces estar en el equipo de animadoras aseguraban este tipo de demostraciones bochornosas. Se preguntó porqué les había seguido la corriente a estas cotorras, enfrentarse cara a cara a su viejo enemigo la ponía en una situación incómoda.

— Oh por Dios, ni siquiera mira en nuestra dirección. — le susurró Rose con un puchero, en lo que el resto del equipo se dividía en la tienda y ambas rubias acabaron juntas.

Y debo darle gracias por ello. pensó Bubbles, aún dándole la espalda al chico y evitando mirarlo a toda costa en caso la reconociera. — ¿Por qué él, Rose? — preguntó sin mirarla a la cara para poder fingir mejor, a pesar de que su amiga no hacía ningún esfuerzo por actuar.

— No lo sé, lo ví en este evento en un bar del centro de la ciudad. — exclamó con nerviosismo la muchacha, jugando con su celular. — Tocaba en un grupo de homenaje a los Strokes, no era vocalista ni algo parecido, pero se veía tan genial con su guitarra. Luego me enteré que trabajaba de medio tiempo aquí y…espera creo que tengo algún vídeo por aquí.

Bubbles sintió pánico de que el muchacho se fijara en lo que estaban haciendo, pero no. Él estaba demasiado ocupado escuchando música, aunque ya no moviéndose al ritmo de esta sino apoyando la mano en su barbilla mirando a otra dirección. El corazón de la rubia dio un vuelco y apartó la vista cuando los ojos del muchacho vacilaron en su dirección.

— Oh cielos, está mirando hacia nosotras. — Rose parecía a punto de estallar de felicidad. Señaló su celular en lo que el móvil de Bubbles comenzó a vibrar en su bolsillo.— Te mandé los videos que grabé.

— ¿Sabes? Honestamente no sé qué le ves al chico Ro, sabes que muchachos como él no son convenientes a largo plazo, especialmente dealers. — Se les unió Jessica susurrando detrás de otra estantería de discos vinilos. — Son divertidos de salir cuando quieres unos gramos de hierba, pero no puedes ser vista con ellos públicamente sin arriesgar tu reputación.

Bubbles inhaló aire para replicar pero fue interrumpida de vuelta por la pelirroja.

— Además, es re virgo, Ro — se burló Jess en voz baja, mirando en dirección del muchacho. — Oí que no le sabe hablar a las mujeres, a lo mejor ni le gustan.

— ¿De quién oíste eso? — preguntó la powerpuff azul con consternación.

Jessica no se molestó en responder más que con una mueca de "lo sabes perfectamente".

Oh, claro… casi se le había olvidado que ella y Butch eran amigos de encuentros cercanos del tercer tipo, aunque era consciente que de saberse público arruinaría su imagen, tenía cierta debilidad predilecta por sus músculos y su actitud infumable.

Ros sollozó angustiada.

— ¡Yo no creo nada de eso! — exclamó acongojada. — Lo dices porque nunca viste lo genial que puede llegar a ser, mira, si solo me dejaras mostrarte el video…

Pero el dichoso video al momento de reproducirse, no pudo ser más escandaloso. En su intento por una prueba del talento del chico, Rose accidentalmente había reproducido la grabación a máximo volumen, generando tal escándalo en la tienda que todas las chicas del escuadrón voltearon a verla con un brinco del susto. Lo que era peor, incluso habían logrado llamar la atención de Boomer, quien se bajó los audífonos para escuchar mejor el motivo de la conmoción.

Presa del pánico, Rose dejó caer el teléfono al suelo, huyendo a la primera oportunidad cuando se fijó que el muchacho se levantó en su dirección. Bubbles levantó el teléfono y vió sorprendida y con los ojos de par en par como todas sus amigas abandonaban la tienda velozmente, dejándola completamente sola a la merced del dependiente de tienda.

— Hey ¿acaso ese…?

Tierra, trágame. pensó la rubia colorada como un tomate, mientras hacía el esfuerzo de bajar a zero todo el volumen de reproducción mientras maldecía mentalmente a su amiga por ser tan cobarde. ¿Ahora qué se supone que le diría?

Bubbles se volteó para quedar frente a frente con el muchacho y con su mejor sonrisa encantadora exclamó: — Hola ¿qué tal?, es el teléfono de mi amiga parece que se le olvido…

Boomer se detuvo en seco ante la poco familiar amistosidad de la muchacha, a quién interrogó con la mirada.

La powerpuff pensó que era mejor para ella actuar como si no fuera la gran cosa

— Te oí tocar en una transmisión de Instagram, ¡eres muy bueno! ¿Tributo a The Strokes, huh?

La rubia esperaba que lo colorado de sus mejillas no la delataran lo suficiente, a ojos de cualquier otra persona, era una muchacha que solo intentaba ser amable. Sin embargo, Boomer la miraba como si se tratase de un animal salvaje a punto de atacarlo.

— A veces… — se animó a contestar pasados unos segundos de desconfianza. — Dependiendo de la banda, a veces tocamos The Strokes, otras Nine Inch Nails, incluso Queen de vez en cuando…

Así que tocaba de manera independiente. Bubbles se acomodó los mechones rubios de cabello que le caía suelto detrás de su oreja con nerviosismo. Quizás estaba forzando demasiado el acto de afabilidad, y ahora sonaba como una especie de fanática demente en lugar de una compañera de colegio.

Se balanceó sobre sus tobillos mientras devolvía su atención a la pila de vinilos que ya había estado examinando, quizás esperando que Boomer se moviera de vuelta atrás del mostrador, pero en su lugar se le había quedado viendo a pocos metros de distancia.

Bubbles sudó frío de la frente, de nuevo adoptando esa expresión de pura casualidad inocente.

— No sabía que trabajabas aquí. En serio debe gustarte la música ¿verdad? — No miró en su dirección, muy ocupada moviendo los dedos en la falsa búsqueda de un vinilo interesante.

— ¿Y a quién no? — se burló el chico con una nota que denotaba sarcasmo.

Bubbles notó la diferencia de su tono con el de cualquier otro muchacho con el que habría conversado, siempre dispuestos a complacerla. A lo mejor y Jessica tenía razón con lo que no sabía hablar con chicas, y quizás podría trabajar con eso a su ventaja.

— Solo encuentro impresionante que tengas tiempo para ir a eventos a tocar y además ser dependiente de una tienda de récords. ¿Ganas dinero tocando? — preguntó, en un intento de disuadir su sospecha sobre ella. Siendo preferible que lo viera como una compañera con un interés casual a una posible acosadora.

Boomer se sintió abrumado por el súbito cumplido, sopesando antes de responder, incómodo. — Un poco… no demasiado la verdad. Pero es divertido cuando se presenta la oportunidad de tocar en un local grande.

— ¿Cantas?

— En realidad soy terrible, pero puedo hacer buenos coros de fondo si tocó lo suficientemente fuerte para ahogar el ruido. — bromeó, o al menos eso le pareció a Bubbles, parecía que el chico tenía la costumbre de ser muy crítico de sí mismo, incluso haciendo chistes. La rubia formó una sonrisa educada mientras levantaba uno de los vinilos que encontró.

— Creo que me llevaré este. — levantó encima de su rostro Post de Bjork para que pudiese apreciar mejor la portada.

— Serían 35 dólares. — anunció Boomer caminando hacia la caja registradora.

Bubbles tuvo que aguantar el calambre en el ojo antes de que pudiera notarse. Rose tendría que pagárselo de alguna forma, no por nada estaba gastando un tercio de su mesada en un formato de música anticuado con el que no tenía ningún aparato para reproducir.

— ¿Te gusta ella? — preguntó el rubio con curiosidad, mientras contaba su cambio. Bubbles despertó de su estupor para encontrarse con el rostro pecoso del muchacho.

— De hecho sí. — asintió con la cabeza, devolviéndole la misma expresión de inocente curiosidad. — ¿Vas a preguntarme 10 canciones de ella?

— No es que… — miró hacia otro lado con incomodidad. — No lo sé. Te ves más como de una onda Katy Perry o Ariana Grande.

Bubbles sonrió con paciencia. — Podrían gustarme ambas ¿sabes?

Boomer pareció ruborizarse un poco ante su tono pasivo agresivo. — Lo sé, a mi tambien me gustan algunas de sus canciones. Solo me sorprendió.

El chico le entregó su cambio con una expresión incómoda.

Bubbles aprovechó el momento en que sus manos entraron en contacto para presionarlo un poco más.

— ¿Tienes alguna otra presentación pronto? — preguntó con fingida casualidad. Cielos, si ya estaba aquí lo mínimo que podía hacer era echarle una mano a Rose.

Boomer lucía sorprendido con su pregunta, separando velozmente su mano de la suya. — Eh, no estoy seguro realmente. De vez en cuando aparece una tocada de la nada.

— ¿Te molesta si te añado? — por un momento le asustó que su solicitud de amistad pudiera malinterpretarse. — Solo para saber cuando es tu próximo show, a mis amigas y a mí nos encantan las tocadas en vivo.

El muchacho la miró con recelo. — Sí… está bien, no hay problema.

— ¡Genial! ¡Gracias por el disco! — se despidió, sin prestar atención si el muchacho le devolvía la despedida de vuelta.

Ni bien salió de la tienda, soltó un suspiro de agotamiento, se las había arreglado ella sola para transformar un encuentro incómodo con tu ex archirival en algo casual, incluso amistoso. Cuatro muchachas la abordaron desde el stand contiguo.

— ¿Qué le dijiste?

— ¿Qué sucedió?

— ¿Dijo algo acerca del vídeo?

Bubbles miró con desaprobación al grupo de muchachas.

— Gracias por abandonarme.— musitó, extendiéndole el celular a la muchacha por la que se había metido en este embrollo. — Tienes suerte de que me hubiera quedado atrás para cubrirte el pellejo.

Rose la miró con ojos de perrito abandonado, mientras Jessica la interrogaba.

— ¿De qué hablaron?

— Nada en especial; música, si es que tenía una banda, incluso le compre un estúpido disco vinilo. — señaló el álbum cuadrado que llevaba en el antebrazo. — Prometió decirme cuándo sería su próxima presentación Rose, podemos ir a verlo entonces.

Su amiga parecía a punto de saltar de la emoción, pero Jessica y su otro par de amigas intercambiaron miradas sospechosas.

— Te veías muy amistosa con él hace un rato ¿Estás segura de que ustedes no tienen historia? — tanteó el terreno la pelirroja.

Bubbles puso los ojos en blanco con exasperación.

— Solo la de patearle el trasero desde que tengo cinco años.

— Y ahora se llevan muy bien por lo que veo. — prosiguió con cierta sospecha, Rose contempló a la pelirroja con incredulidad, y Bubbles se ruborizó ante la insinuación.

— No le sabe hablar a chicas, tú misma lo dijiste. — No podía creer que Jessica contemplara una posibilidad de ligue entre ambos. Divirtió su atención hacia la otra muchacha, ignorando a la pelirroja. — Puede que tengas una chance Rose, pero creo que deberías tomarte tu tiempo con él, no te preocupes yo te ayudaré.

Antes de que la muchacha pudiese darle las gracias, el teléfono de la powerpuff comenzó a sonar, alertándola. Cuando vio su fondo de pantalla se dió cuenta que ya habían pasado de las 8, así que contestó presurosa al número de su hermana.

— ¿Diga?

¿DÓNDE DIABLOS ESTÁS? ESTOY ESPERANDOTE EN LA ENTRADA.

Bubbles tuvo que cerrar uno de sus ojos ante la melodiosa y tranquila voz de su hermana morena. No la culpo de todas formas, estarían en grandes problemas si se quedaban más de las 9.

— Ya salgo, no tienes que preocuparte. — miró en dirección de sus amigas con culpa.

APRESÚRATE QUE NO PIENSO UTILIZAR EL ESTACIONAMIENTO, NO PIENSO PAGAR 10 DÓLARES LA HORA.

Bubbles tuvo que disculparse y despedirse rápidamente de sus amigas con la mano, en lo que corría en dirección a la salida. Cuando por fin encontró el auto de su hermana y logró meterse con rapidez, un tufillo peculiar invadió su nariz.

Buttercup tenía cubierto el rostro con las manos, en un gesto de pesadez; no le costó mucho tiempo para que Bubbles notara lo que estaba mal en su hermana.

— Buttercup, ¿estás drogada? — preguntó Bubbles con incredulidad.

Los ojos de su hermana estaban entrecerrados e inyectados ligeramente en sangre.

— No… — contestó con fastidio, mientras levantaba el rostro del timón. — Supongo… ¿acaso se nota?

— ¿Estuviste fumando mota? — preguntó la rubia con diversión.

— ¡No! yo… estúpido Butch estuvo fumándome en la cara. — murmuró con irritación mientras miraba a su ventana con verguenza.

— ¿Butch?

— Es una larga historia, luego te cuento. — exclamó, mientras ponía en marcha el auto.

Bubbles la miró sorprendida. — Que curioso, justamente yo…

Pero no continuó, por el rabillo del ojo pudo ver como la pantalla de su celular se iluminaba por un segundo. Al momento de revisar lo que ocurría se percató de la notificación: Boomer Him aceptó tu solicitud. Una especie de sonrisa de origen desconocido se asomó en su rostro, mientras se dirigía a su perfil antes privado para poder ver averiguar un poco más del chico.

— ¿Tú… qué…? — preguntó Buttercup, conduciendo mientras las luces de los postes contiguas al mall comenzaban a encenderse, marcando el inicio del anochecer.

— Es una larga historia… — sonrió.


Hola gente, no creen que los he olvidado o he abandonado (de nuevo) el fic. Estoy *sigh* siendo víctima de la vida adulta que escogí vivir, y tengo un proyecto pesado cuya fecha límite cae alrededor del 16 de septiembre con solo un 75% avanzado así que como sabrán :) estoy muriendo. Lo siento por el tedio que podría llegar a ser este episodio, ya que dejamos de lado por un tiempo a los rojos para fijarnos en la vida de otras personas; sé que parece demasiada coincidencia que justo ahora y al mismo tiempo las chicas se están fijando en la vida de sus contrapartes.

Pero no sé, digamos que cayó un mercurio retrógrado o algo así o saturno se posicionó con venus y marcó esa semana como fruto del destino. O simplemente es un relato que no quiero alargar innecesariamente. Sé que este capítulo puede verse un poco aburrido pero considerenlo un breakcito de la trama.

Siento que posiblemente a partir de ahora los momentos Green Blues se entremezclarán con la mayoria red, o en caso lo merezca, compartirán capítulos juntos (por que es más sencillo y como no son la main ship probablemente no influya mucho la historia, aunque sus side stories se resolverán de todas formas). ¿Vieron que la página oficial de fb de las powerpuff girls y cartoon network los shippea? lo vi hoy en una publicación y entre en shock *inserte meme de pikachu haciendo :o*

Como dije antes, siento mucho la tardanza; mi spawn de avance de episodios es de 2 semanas mínimo hacía un mes, o un poco más dada mis circunstancias :( tenganme paciencia se los ruego. Cada fic que mandan es una oración menos en mi carta de suicidio (es broma). El capítulo de hoy lleva su nombre de I don't do drugs de Doja Cat y Ariana Grande, que pensandolo dos veces suena como una especie de dueto entre Buttercup y Bubbles (lol). Como siempre me despido con un beso y un deseo de que la vida los este tratando bien a todos. El próximo cap regresa con los reds y posiblemente regrese al drama.