Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.

Capítulo 11: Tormenta.

El día estaba completamente gris al otro lado de la ventana. Parecía lavado por algún tipo de tinte melancólico. En tiempos así apenas podía sacar un pie fuera de la cama.
Él se encontraba de pie, con los pantalones puestos y las manos ocupadas en su cinturón. La luz del exterior iluminaba su torso desnudo de forma tenue; y dejaba expuestas ligeras gotas de agua que aún no habían secado. Desde allí se veía bellísimo.

Ella se dio un golpe mental y se reincorporó en la cama. Comenzó a vestirse en silencio, y unos segundos más tarde sintió algo caer en su regazo. Una bolsa diminuta. Dentro había una pequeña caja con una dosis individual.

-Tómala lo antes posible.- Pronunció él.

-Lo sé.-

Kagome se puso la ropa interior, recogió el resto de su ropa y encaró hacia el baño. El espejo se encontraba borroso a causa de la humedad y el vapor se formaba como una nube gigantesca.
Se colocó las prendas, se enjuagó la cara y se bebió el comprimido con algo de agua del grifo.
Luego sonrió. ¿Acaso la contentaba aquel miserable hecho? No. Patético.
Regresó a la habitación y recogió su móvil, que, para su sorpresa, se encontraba apagado. Al encenderlo halló varias llamadas perdidas de Koga y Yuka. Todas ellas realizadas por la mañana.

-Ah, eso. No dejaba de sonar. Tuve que apagarlo para poder dormir.- Dijo el moreno viéndola de reojo. Ella frunció el ceño.

-¿No podías despertarme? ¿Qué tal si era importante?-

-¿Importante? ¿Viniendo de ese idiota?- Le respondió con desinterés mientras que se ponía la camiseta.

-¿Sabías que Koga me estaba llamando y lo apagaste? Qué demon-

Él se acercó hasta quedar a la altura de su oído. La vio sobresaltarse a causa de la proximidad y sonrió.

-Tienes razón. Tendría que haber atendido para decirle que estabas durmiendo aquí, conmigo.-

Kagome rodó los ojos, recogió sus cosas y se dirigió a la entrada.

-¿No quieres desayunar, dulzura?- Lo oyó decir de forma sarcástica.

-Muérete.- Respondió. Luego cerró la puerta tras de sí.

La azabache se alejó del edificio con una sonrisa en los labios. Aquel fue el único método que halló para escapar de la situación. "No hay nada de malo en el sexo casual… a menos que sientas algo por él." Las palabras de Sango la avivaron y lograron conectarla al mundo real. De ninguna manera se permitiría aquello. No se daría el lujo de fantasear; y menos con Bankotsu.


El peliplata se masajeó las sienes y, tras meditarlo durante algunos minutos, se adentró en el bar. Las primeras horas de la noche daban lugar a un cielo cubierto. La luna se ocultaba detrás de múltiples cúmulos de nubes.

Dentro del establecimiento había varios clientes que aguardaban por ser atendidos. La encargada, aquella mujer con la que Miroku solía verse, preparaba tragos mientras conversaba de forma simpática. El ambiente parecía bastante corriente; pero no lo convencía. No se iría hasta encontrar aquella falla, recoveco o indicio por el que había llegado. Pero el tiempo transcurrió de forma pausada y la situación no presentó cambios.

Luego de una hora de consternación y hastío, se puso de pie y se trasladó hacia la salida. Fue entonces cuando la vio.
El cabello le llegaba a la nuca, y le caía en varios mechones disímiles. Una mirada afilada y un par de labios curvados adornaban su rostro. Él la reconoció al instante, incluso sin haberla visto nunca. El reflejo de Bankotsu, hecho a medida.

La muchacha se acercó con porte inocente y le dijo unas palabras a la chica detrás de la barra. Ésta la escudriñó y negó con la cabeza. Él se acercó para poder oír.

-Sé que trabaja aquí, vamos. Dile que he venido para devolverle algo suyo.-

-Lo siento, tendré que pedirte que te vayas.-

Luego de insistir otras tres veces más, la pelicorta dio media vuelta y se marchó. Inuyasha la siguió de forma veloz y la abordó a los pocos metros.

-Disculpa. ¿Acaso buscabas al dueño?-

- ¿Y tú quién demonios eres?- Le dijo con desdén.

-Alguien que sabe en dónde encontrarlo.-

Su oyente detuvo la marcha y se volvió a verlo de forma cínica. Aquel gesto despreciable era casi igual al del moreno. Ambos se dirigieron al café más cercano; se acomodaron en una mesa del fondo y guardaron en silencio durante algunos momentos. Un mesero llegó, les tomó el pedido y desapareció tras ellos.

-¿Y bien?- Soltó ella con impaciencia. -¿En dónde encuentro a Bankotsu?-

-¿Por qué la prisa?- Le dijo de forma indistinta.

-Eso no es de tu incumbencia, ¿No puedo ver a mi ex novio sin sufrir un interrogatorio?-

Bingo. Había dado en el blanco. Aquella distraída mujer se convertiría en un fragmento fundamental para acercarse lo suficiente; y probablemente, para arruinarlo.

El mesero regresó con una bandeja y dos bebidas calientes. Las depositó frente a ellos y se retiró.

-Tu ex novio está saliendo con mi novia.-

-¿Y te lo tomas tan a la ligera? Eres todo un ganador.-

El peliplata apretó la mandíbula. De no haber sido por su utilidad la habría mandado al demonio. Hacía menos de cinco minutos que se habían sentado y ya quería arrojarla por la ventana.

-No era ese el tema en cuestión…- Comenzó a decir. Pero ella se puso de pie.

–No tengo tiempo para esto. No me interesan los chismes sobre sus amantes.-

Inuyasha tomó un sorbo de café y mantuvo la calma.

-¿No estás interesada en volver con él?-


El campo de bateo estaba desierto. El viento comenzó a soplar con fuerza y agitar las ramas de los árboles.
El muchacho de coleta suspiró con impaciencia y se colgó el bolso al hombro. Atravesó las calles de la atestada ciudad y se dirigió hacia la estación de tren. Mientras aguardaba, en uno de los bancos, su teléfono comenzó a sonar. El nombre se mostró en la pantalla.

-¿En dónde te metiste? Estaba preocupado.- Dijo al instante. –Te llamé más de cuatro veces.-

-Lo sé. Lo siento.- Expresó ella con un tono obediente. –Ayer estaba molesta y fui con una amiga. No quise que te vieras implicado en el revuelo.-

-¿Revuelo? ¿Con el tipo ese? ¿Qué quería?-

-Solo fastidiarme. Nada importante...- Sus palabras parecían vacilar. –En serio.-

¿Acaso ese tipo era el mismo del que le había hablado Inuyasha? Por supuesto, ¿Quién más podía ser? Quería preguntarle sobre él, quién era y de dónde lo conocía; pero no lo hizo. No era el momento.

-Está bien. Entiendo.- Respondió finalmente.

-Escucha, lamento haber arruinado las cosas.- Del otro lado se oían algunos murmullos perdidos. -¿Por qué no comemos algo? Podemos ir a donde quieras.-

Koga meditó su respuesta. No porque no la supiera, sino porque estaba realmente irritado.

-Está bien. Vayamos.-

La oyó chillar de forma animada; y luego de estipular el horario, le dio las gracias y colgó. Jamás podría negarse ante ella.

El tren llegó unos minutos más tarde.


La lluvia discurría a través de la ventana. Los papeles se apilaban a un lado del escritorio de forma amenazante. Las notas, pegadas como recordatorios, se multiplicaban con el correr de los días. Aquella oficina necesitaba una remodelación de carácter urgente. Su cabeza necesitaba una remodelación.
Para despejar la mente, sacó un Malboro de la cajetilla y se lo llevó a los labios.

Sango irrumpió en el recinto sin siquiera tocar la puerta, como de costumbre. Él solo suspiró de forma resignada y la dejó continuar.

-Tengo noticias.- Dijo. -Apareció esa chica, la de la fotografía.-

Al oírla, su rostro se transformó por completo. Enderezó el cuerpo y se acomodó en la silla.

-¿Hiciste lo que te dije?-

-Sí. Le dije que se fuera. Se había puesto muy insistente.-

El moreno le dio las gracias y continuó con su labor. Ella frunció el ceño, insatisfecha, y se sentó en el otro asiento. Sabía que había algo más.

-¿Es tu ex?-

-¿Te dijo eso? Que optimista.- Expresó mientras sacaba el mechero. Había algo en su forma de actuar que lo hacía ver colérico.

-¿Te causó muchos problemas?-

-De los peores.- Respondió.

La joven lo observó encender el cigarrillo en silencio. Luego volvió su vista a la ventana y contempló el diluvio. No hablaría, eso lo tenía perfectamente asumido. Jamás quería ocupar al resto con sus problemas.
Sango se puso de pie y tomó el pomo de la puerta.

-Bankotsu.- Lo llamó por última vez. –Estoy segura de haber visto a ese tipo hoy… a Inuyasha.-


El lugar era pequeño y no muy llamativo, y aun así estaba repleto de gente. Los trabajadores se movían de aquí para allá, llevando y trayendo órdenes. Los cocineros preparaban los ingredientes de forma sagaz; y varias muchachas recibían a la gente recién llegada para trasladarla a sus mesas.
Luego de terminar con su plato, Kagome se limpió la comisura de los labios y respiró hondo de forma satisfecha. No por nada le habían puesto "El palacio del Ramen".

-Esa noche tuvimos que regresar con Takumi en hombros. A penas podía mantenerse en pie.-

-Tuve la ligera sensación de que las cosas iban a terminar así con él…- Le respondió ella entre carcajadas.

Koga curvó los labios y se acomodó en su silla. Llamó a la mesera y le pidió dos porciones de postre.

-¿Sabes? Dentro de poco tendremos un partido y…-

Kagome apoyó sus manos sobre la mesa y las movió para llamar su atención.

-Cuenta conmigo.- Le dijo.

Él levantó la vista y la observó de forma cálida. A penas podía contener la felicidad que le producía compartir cualquier momento con ella.
Sus dedos se movieron hasta unirse con los suyos.

Cuando terminaron con sus daifuku, pidieron la cuenta y se marcharon.
Afuera, una tormenta feroz los sacudió de pies a cabeza. Ambos corrieron desesperados hacia la estación de tren; trastabillando y riéndose del otro.
Al llegar, atravesaron los corredores y se adentraron en el recinto de habitaciones para hombres.
Y, tras asegurarse el perímetro liberado, el muchacho introdujo la llave metálica y abrió la puerta.

La azabache aguardó en un rincón hasta que su amigo le arrojó una toalla. Se secó el rostro, los brazos y el cabello, y se envolvió en ella.
Aquí y allá había libros y artículos con imágenes de jugadores de béisbol. En una de las repisas descansaban su viejo bate y una gorra con el logo de los Yomiuri Giants. Por encima de su escritorio yacían un ordenador, algunos papeles y una pelota; y en el centro había un marco pequeño con una fotografía.
En la imagen, una niña de ojos café y cabello corto reía a carcajadas junto a un niño enfadado que la observaba desde el suelo.

-La había olvidado por completo.- Expresó acercándose a verla. –Esa tarde te enfadaste conmigo por ganarte en una carrera.-

-Es la única foto nuestra que me traje.- Le dijo él mientras que le entregaba una camiseta. –Y la mejor de todas.-

Kagome se adentró en el baño, se quitó la blusa y se secó la humedad del cuerpo. Se pasó la remera por encima de la cabeza y salió.

-El señor Sato siempre dijo que yo era mejor corredora.-

Koga no respondió. Se arrimó hacia ella de forma silenciosa y le acarició los labios. Había resistido por aquello durante todo ese tiempo.
Sus manos se acoplaron a ambos lados del diminuto rostro y su boca hizo contacto con la de ella. Su lengua recorrió la cavidad húmeda en instantes. Primero de forma serena y luego de manera inquieta. Era exquisita.
La muchacha hizo algunos pasos hacia atrás hasta dar con el escritorio. Él continuó con su labor.
Sus dedos se aferraron a la cintura femenina, y luego comenzaron a viajar libremente. Detrás de su espalda, de forma pausada. Por encima de su columna vertebral, ascendente y descendentemente. Y por último, sobre sus glúteos.

El ojiceleste los acarició con retraimiento, y su cuerpo se soldó al de ella de manera instintiva.
Kagome jadeó en busca de aire, se separó y sintió los labios de su amigo encima de su cuello. Estaba alterada, no sabía cómo reaccionar ante tales actos. Su cuerpo sintió la fuerza del otro lado y se dejó caer sobre la superficie. Sus músculos se contrajeron al sentir aquellas manos viajar por debajo de su falda.

-N-No.- Llegó a decir de forma tenue. –No puedo.-

Koga se detuvo en ese mismo instante; se hizo a un lado y apoyó la espalda contra la pared. Se cruzó de brazos y trató de morderse los labios, pero le fue imposible. Las palabras, pronunciadas anteriormente por el peliplata, habían calado hondo en su interior. Miles de emociones lo atravesaron.

-Es por ese tipo, ¿verdad?- Soltó. -¿Estás saliendo con él?-

Ella guardó silencio, tratando de rearmar la respuesta en su mente. Se sobresaltó, al sentir la vibración de su teléfono dentro del bolsillo. La pantalla mostraba el nombre de Bankotsu.
Cortó al instante.

-¿Es él?-

Esta vez la miró directamente a los ojos.

-Yo… no estoy saliendo con él. No es mi novio.- Señaló. –Nosotros no somos nada.-

No supo qué más decir. Simplemente permaneció de pie, callada, aguardando a que su amigo hablara. Pero no lo hizo, no tenía nada más que decir.
Con algo de tristeza contenida en su rostro, recogió sus cosas y salió de la recámara.
¿Por qué se empecinaba tanto en destruir todo?

Cruzó el corredor y aligeró el paso hasta llegar a la entrada.

-Esta no es el ala de mujeres.-

-No me molestes.- Soltó ella con desprecio. Inuyasha le abrió la puerta de acceso y la siguió.

-Qué frialdad. Ahora que sales con un tipo malo estás hecha una desvergonzada.-

-No sé de qué estás hablando.-

El peliplata se atravesó en su camino, impidiéndole continuar.

-Estoy hablando del tipo con el que estás.- Hizo una pausa. – ¿O acaso no lo conoces?-

Kagome tomó una bocanada de aire y soltó un suspiro. No contaba con la paciencia necesaria como para entablar una conversación.

-¿Qué es lo que quieres ahora?- Preguntó.

-Que sepas en donde te estás metiendo.-

Su cuerpo se paralizó al oírlo. ¿De qué demonios estaba hablando? ¿Acaso él sabía algo más?
No. Era imposible. Solo lo hacía para fastidiarla.
Sin hacer caso de su oración, se hizo a un lado y continuó con su camino hacia el pabellón correspondiente. Al llegar, se deshizo de su ropa y se metió en la ducha. El agua la relajó de forma considerable. Había sido un día muy largo.
Luego del baño, abrió las sábanas y se metió dentro de la cama. Pero no pudo conciliar el sueño. El rostro de Koga y las palabras de Inuyasha continuaron haciendo ruido en su mente.

La lluvia dejó de caer por la madrugada.


-Hola extraño.- La voz al otro lado del teléfono sonaba terriblemente risueña. -¿Recuerdas que día es hoy?-

El moreno se pasó el auricular a la otra oreja y exhaló el humo de sus pulmones.

-¿Tu día libre?-

-También es mi cumpleaños. Y más te vale que estés ahí.- Aseveró ella. –Los muchachos irán.-

-Está bien. Haré el esfuerzo.-

Al cabo de unos minutos, Sango le dio todos los detalles y colgó. Él se estiró en su silla y alzó la vista. El bar se veía solitario.
Caminó hasta la barra, se sirvió algo y se sentó en una de las banquetas. Sacó el móvil del bolsillo y pensó en marcar al número de Kagome una vez más, pero desistió. Si no había descolgado la última vez, quería decir que podía arreglárselas sola.

Pasadas las ocho, salió de su oficina y regresó al apartamento. Se dio una segunda ducha, se envolvió en una toalla y se sentó en el balcón con una cerveza. Detestaba la idea de alejarse de su espacio de confort, pero tenía que hacerlo. De lo contrario, su amiga se volvería un dolor de cabeza. Además, con un poco de suerte, bebería hasta hartarse y se quedaría dormido en algún sillón.
Sin más preámbulos, alcanzó algo de ropa que tenía en el armario, se vistió y salió.

La fiesta se dio en la residencia de Hideki, uno de sus conocidos. Los encuentros solían librarse allí dada la extensión y la reducida cantidad de vecinos.

El moreno estacionó su auto y se adentró sin siquiera tocar la puerta. Atravesó la sala y deambuló por la casa en busca de la anfitriona. Aquí y allá, varios grupos de personas conversaban y bebían. En el exterior había música, unos sillones, y unas cuantas luces colgando. La disposición de las cosas había sido realizada de forma minuciosa. De seguro se había pasado toda la tarde allí, acomodando.
Bankotsu se acercó a la mesa principal, se sirvió algo y recibió a varias muchachas que se acercaron a saludarlo.

-Siempre accesible con el público femenino, ¿no?- Interrumpió Sango.

-Siempre con un vaso en la mano.- Le respondió de forma mordaz.

-Como sea. Solo vine a advertirte que tengas cuidado con tus acciones.- Añadió.

El ojiazul frunció el ceño de forma desentendida. Luego la siguió con la vista.
Ella se encontraba a unos metros de distancia, conversando con Miroku. Llevaba una falda negra con una musculosa holgada de color dorado. Unos mechones de cabello le caían a los costados del rostro y el resto permanecía recogido. Su único complemento eran unos labios color rojo oscuro.
Estaba condenadamente perfecta.

-¿Qué demonios hace aquí?- Le dijo saliendo de su trance. -¿Por qué la invitaste?-

-Es mi cumpleaños. No necesito pedirte aprobación.- Se burló. Luego se tragó lo que le quedaba de bebida. –Vamos por otra cosa.-

Bankotsu trató de apartar la vista y continuar. De camino, su amiga le comentó que estaba saliendo oficialmente con Miroku; y, de ir las cosas bien, realizarían un pequeño viaje al sur. Hablaba de forma atropellada, como si el tiempo no fuese suficiente con respecto a la cantidad de información.
Los distritos, los precios, los medios de transporte y las posibles emergencias. Todo parecía ir perfectamente compactado dentro de su itinerario mental.
Unos minutos más tarde, dejó de lado toda emoción y atendió al llamado de su enamorado.

Con la mente un poco enredada, el moreno tomó asiento y se dejó caer sobre el respaldo del sillón. Se bebió la cuarta lata de cerveza y encendió un cigarrillo. Al verlo, una joven de cabello largo y lacio se sentó a su lado.

-¿Me prestarías fuego?- Le dijo colocándose un cigarrillo en los labios.

Él sacó el mechero del bolsillo y se lo encendió. Al acercarse pudo oler una fragancia exquisita; una combinación de frutos irreconocibles. Debía de ser una de esas mujeres que coleccionaban perfumes importados y se guardaba uno para cada ocasión.
Sus pestañas descendieron y su rostro se suavizó luego de dar una calada. Unos segundos más tarde, exhaló el humo y se volvió a verlo.

-Me salvaste. Estuve a punto de desistir entre tanta gente no fumadora.-

Bankotsu le entregó una sonrisa de forma breve. Era una joven muy atractiva, pero su vista insistía en trasladarse hacia otra dirección.

Kagome compartió una charla breve con Sango y Miroku y se reubicó en la mesa principal. Quería darles el espacio debido.
Se sirvió algo para beber y le dio vueltas a la vivienda. Era una residencia magnífica, muy espaciosa.
Con el vaso en la mano, se acercó hacia una de las sillas; pero un muchacho se interpuso a medio camino y derramó parte del líquido sobre ella.

-¡Lo siento! Que estúpido soy.- Le dijo volviéndose a verla. Tomó una servilleta y la ayudó a limpiarse los brazos. –Déjame hacerlo por tí.-

-No te preocupes. Es solo una salpicadura.-

-Te buscaré otra bebida enseguida.-

La azabache quiso negarse, pero él insistió; y al cabo de unos segundos le entregó otro vaso. Le dio las gracias y tomó asiento junto a él. Era un muchacho alto de ojos avellana. El cabello castaño se le arremolinaba de forma despeinada.

-Soy Nobu. Encantado de conocerte.- Expresó con una sonrisa. -¿Eres muy cercana a Sango? Jamás te había visto.-

-Algo así… nos conocemos hace poco tiempo.-

El ojiazul observó la escena con hastío. Dejó la lata de cerveza y se puso de pie sin siquiera disculparse con la muchacha que yacía a su lado. No supo por qué, pero sintió la necesidad de intervenir. La reunión le había parecido una pérdida de tiempo desde que la vio.
Se rascó la cabeza y caminó de forma pausada hasta quedar a un lado de ellos.

-Hey, Fushikawa. Cuánto tiempo.- Interrumpió. Su interlocutor le entregó una mirada de desprecio.- ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?-

-En la fiesta de Shou, cuando me golpeaste en el estómago. ¿Recuerdas?-

-Es verdad… vaya noche.- Reconoció. Luego se llevó las manos a los bolsillos. –En fin, solo venía a advertirte de ella. Es un dolor en el trasero.-

Kagome abrió los ojos de forma sorprendida y luego suspiró. ¿Cabía espacio en el mundo para gente tan infantil?
Nobu soltó una carcajada y se puso de pie.

-No te preocupes, me encargaré de juzgarla por mí mismo.-

Ambos se miraron durante algunos segundos. Bankotsu sonrió de costado y se llevó un Malboro a la boca. Su cuerpo osciló a causa de una ligera puntada en las sienes.

-¿Te encargaras? No creo que puedas con la vieja táctica de la bebida.-

Sacó el mechero de su bolsillo y se dispuso a encenderlo, pero la muchacha se lo arrebató de las manos en ese preciso instante y lo arrojó hacia el otro lado del jardín. Sin decir más, dio media vuelta y se retiró. Él volvió su vista hacia atrás, con la patética idea de recuperarlo. Luego de unos segundos se mordió los labios y fue tras ella.

-¿Qué demonios haces?-

-Estoy harta de tus estupideces.- Le dijo sin siquiera mirarlo.

-Vaya, al fin comprendes lo que se siente.-

-Así es, tienes razón. Ganaste. ¿Por qué no vuelves a lo tuyo? Tus amigas te esperan.-

-Tal vez lo haga. Ellas no muerden.-

La muchacha lo ignoró por completo; se acercó a la salida y abrió la puerta con idea de irse. Pero él atravesó su brazo y la detuvo.

-¿Por qué no atendiste ayer? ¿Estabas ocupada?- Tras decirlo, se aproximó de forma abrupta. Kagome sintió su aroma e hizo una mueca de desprecio.

-Estás ebrio. Aléjate de mí.- Le ordenó. Pero lo único que consiguió fue que el moreno hiciese más presión sobre ella. La situación se estaba tornando imposible. Varias personas se habían vuelto a verlos.

-Tendría que haber dicho lo mismo cuando te me arrojaste encima.- Dijo. Sus ojos se clavaron en los de ella. –Pero lo disfruté tanto…-

La azabache sintió su cuerpo encenderse, encolerizado. Apretó los labios y le abofeteó el rostro con todas sus fuerzas. Durante algunos segundos solo hubo silencio.

-Eres un imbécil.-

Sus palabras resonaron de forma violenta en toda la sala. Bankotsu la observó desaparecer detrás de la puerta y permaneció inmóvil, sintiendo el ardor en su rostro.

Kagome se aferró a su bolso y avanzó a toda prisa a través de las calles. A penas sabía a donde dirigirse. La rabia y la culpa movían sus piernas de forma automática. En esos instantes, sintió su pecho encogerse. La verdad era que la tensión y el miedo a la humillación se habían apoderado de sus sentidos. Su orgullo no soportó aquel carácter despreciable. ¿Por qué tenía que doblegarse ante alguien así? No cabía razón alguna. Pero, ¿Qué demonios había hecho? Se preguntó en un lapso de arrepentimiento. Después de todo él la había soportado, más de una vez, en peores condiciones. No había necesidad de ser tan frenética. ¡Pero el tipo la cabreaba!

Su mente comenzó a desprender reflexiones contradictorias y su preocupación se acrecentó. ¿Por qué nunca podía entenderlo? Las palabras de Inuyasha hicieron eco de forma inmediata. "¿Acaso no lo conoces?" "Nosotros no somos nada" Le había dicho a Koga. Tal vez allí residía el problema. Siempre había estado de pie junto a un extraño.


Todo al carajo, qué les pareció? Se vino la tormenta. Y Koga nunca baja los brazos, es una persona muy optimista(?
Vengo a contar que estoy muy compenetrada escribiendo, así que las actualizaciones van a darse una vez por semana.
Gracias paulayjoaqui, Guest y Underword (Me encanta tu fic) por los comentarios. Todas las críticas/preguntas/dudas existenciales pueden dejarlas por escrito. Se agradece el apoyo! Hasta la semana que viene :)