Capítulo 24
Febrero 18, 11pm
Bar "Niggggra"
Cockburn Town, Isla San Salvador
Kanon estaba jugando billar en la única mesa de toda la isla. Ya había despeluchado a todos los "brothers" del bar mientras pedía al cantinero otra cerveza.
El cantinero, conociendo los gustos de su cliente le saco una cerveza muy fría y se la puso junto a la mesa. Era su cliente favorito, ya que consumía hasta que apenas y podía caminar y luego se iba a su casa.
Un bien vestido y snob personaje entro al bar de mala muerte.
- Kanon! Así que aquí es donde te escondes? – grito Julián – Eres un irresponsable!
- Tú no te metas! Aquí tengo a mis nuevos mejores amigos – dijo abrazando a los dos más cercanos que se reían de la ocurrencia y de ver al único "blanquito" haciéndose el "brother".
- Te pague por adelantado un trabajo que no has concluido y deberías estas allá vigilando que llegue el barco sin los estúpidos piratas robándose mis valiosas botellas – Volvió a gritar Julián – Mas te vale que estés en el muelle a tiempo, o le pagare a alguien más para que lo vigile y a ti te lo cobrare con sangre… borracho huevon hijo de p#ta!
Y sin más, salió furioso del bar azotando puertas.
- Perro que ladra no muerde amigos… Sigamos jugando – dijo Kanon tranquilamente tomando su cerveza y siguiendo con su juego.
Pero tres figuras al fondo, cerca del cuarto obscuro habían escuchado los gritos y puesto mucha atención. Quien no reconocería al administrador y socio del hotel súper exclusivo de la isla?
- Escucharon? Hoy llega una carga – dijo el primero
- Si pero de seguro llegara a su muelle privado – dijo el segundo
- Y eso que importa, podemos interceptarlo antes de que llegue al muelle como siempre – dijo el tercero – nada más vean como esta de borracho el que tendría que estar vigilando.
- Y como no tenemos bien el dato necesitamos que se lo saquen verdad? – dijo el primero
- Tenemos que llamarle a Tania – dijo el segundo
Los tres acordaron y el primero salió a hacer una llamada. Regreso y les hizo un movimiento de cabeza para decirles que todo estaba listo.
No pasaron ni quince minutos antes de una chica joven y rubia de cabello largo con un top y una minifalda con botas a las rodillas llegara al bar. A pesar de lo llamativa, nadie le presto mucha atención, ya sea porque estaban tan borrachos que no veían con claridad o porque ella iba tan seguido que no veían nada nuevo.
La chica, llamada Tania, hizo un ligero desvió de sus ojos hacia sus amigos que la habían llamado y se sentó indiferente en la barra en el taburete más cercano a la mesa de billar con las piernas ligeramente cruzadas, dejando el hueco entre sus piernas, justo a la altura de la cabeza de Kanon quien estaba inclinado sobre la mesa de billar para realizar un tiro. Tania movió un poco la pierna en señal de impaciencia o tal vez nerviosismo. Pidió una cerveza y espero.
- Mmm… Bonita… no menees tanto la jaula que vas a despertar la cotorra – dijo Kanon con su voz aguardentosa al momento que levantaba la mirada dándose un taco de ojo con lo poco que podía ver
- Insolente! – dijo Tania volteando el cuerpo hacia el otro lado
- Bueno ya… si no te gusta ese ahí te va otro… Te falta tela o te sobran piernas, Bonita…
- Eres un vulgar guarro – dijo Tania en un tono de ofendida
- Guarro… si… pero vulgar no. Estas ante el espécimen más guapo, elegante y varonil de toda la isla – dijo Kanon arrastrando las palabras.
- Si como no. Sabes bailar? A eso vine, no a estar escuchando tonterías.
- Se coger que es lo mismo pero en posición horizontal o no?
A Tania se le subieron todos los colores al rostro, pero debía ser paciente, después de todo el hombre estaba borracho. Era la primera vez que conocía a alguien así de atrevido.
Lo tomo de la mano y lo llevo al "cuarto obscuro", lugar donde los lugareños acostumbraban a bailar, pero el dueño era tan marro con la cuenta de luz, que el único foco era el que tenía el DJ arriba de la consola, por lo que podían hacerse mil y un cosas ahí dentro sin que nadie se diera cuenta. Había varias parejas bailando reggae, pero por el color de su piel y el color de su ropa, definitivamente desaparecían en ese lugar.
Tania lo llevo al otro lado de la luz, para intentar pasar desapercibida. Comenzaron a bailar al mismo ritmo que los demás, bastante separados, pero al mismo tiempo ella movía la cadera de un modo provocativo y juguetón. En cierto momento el simplemente se dejó de mover y ella hacia todo el baile como si le estuviera haciéndole un privado en un table y Kanon solo sonrió:
- Y dime… a que te dedicas- le pregunto ella sin dejar de bailar
- Trabajo en aduana y seguridad privada – dijo el poniendo sus manos en la cintura de ella – y tú?
- Yo? Solo disfruto de la vida, como ahorita – dijo ella
- Quien fuera como tú – dijo Kanon – Yo tengo que estar despierto hasta la una de la mañana para darle gusto al pesado ricachón, como si mi sueño no valiera nada
- Pesado ricachón?
- El tal Julián Solo. Su yate trae botellas muy valiosas y debo ayudarle a descargar y supervisar que nada le pase… - dijo Kanon – Bah! Como si de verdad le fuera a creer que unos tragos valieran tanto.
- O sea que de aquí te iras a los muelles? – pregunto ella
- No, a su hotel. En mi bolsillo traigo el pase para darle al capital al atracar – contesto – Le queda más cerca su propio muelle.
Los ojos de Tania brillaron. Quiso acercarse un poco más a él, pero aprovechándose, Kanon en un segundo la tuvo contra la pared, inmovilizándola allí con su cuerpo. Se apoderó de su boca con dureza y le metió la lengua hasta el fondo. Él la sostenía bastante alto para que su montículo quedara al nivel de su miembro erecto. Tania se vio sorprendida por las acciones de Kanon, con la espalda apretada contra la pared sin posibilidad de escape. El hombre estaba duro como el acero y se movía atrás y adelante, frotándose sobre ella. Una mano dura la cogió por el trasero y le inclinó la pelvis hacia delante hasta que él pudo colocarse entre los pliegues de su sexo y ella lo montó. Si no hubiera sido por la ropa de ambos, Kanon hubiera estado dentro de ella.
Tania abrió la boca para decirle que parara. Seguro que podía decirle que parara. Esto era una locura. Si bien ella se había fijado que Kanon era en extremo apuesto, y ella se había preparado para un beso muy intenso, no había esperado esto ¿Y cómo podía pedirle que parara cuando lo que él estaba haciendo era tan fantástico, tan sumamente erótico que la mente le había dejado de funcionar? Quería más!
Ella clavó la mirada en los ojos de Kanon y abrió la boca para decirlo. Él bajó la cabeza otra vez atrapándole la boca. Movió la entrepierna con fuerza contra su montículo, rítmicamente, y ella se olvidó de todo, incluso de su nombre. Todo lo que sabía, todo lo que era, estaba concentrado entre sus muslos. Un relámpago de calor onduló hacia arriba, envolviéndola. Y de repente estaba cerca de llegar a la cima, tan cerca… cerró los ojos, cada sentido concentrado bajo el vientre, en el fuego entre las piernas, un segundo más y explotaría.
De pronto el la soltó haciendo un esfuerzo sobrehumano.
- No juegues con fuego niña, que te vas a quemar. Además, tengo que ir a cambiarme. No tengo tiempo para ti ahorita.
La humillación de sus pensamientos, de su insatisfacción y del rechazo de Kanon la hizo sonrojar y salir corriendo enfadada consigo misma. Después de todo, la información que necesitaba ya la tenía.
Al cuarto para la una, cuatro motos acuáticas de color negro con plataforma carguera se acercaron sigilosamente al yate blanco que estaba anclado a media milla del muelle privado del hotel esperando que llegara la guardia costera.
Kanon estaba de pie en el muelle platicando con Julián y volteando de reojo hacia el barco.
Vio claramente como los piratas-contrabandistas subían por la parte trasera del yate vestidos de negro con mochilas negras al hombro, dejando las motos desatendidas. Había visto que iban armados, pero la trampa estaba lista. Con mucho cuidado, uno de ellos bajo con tres mochilas y las puso en una de las plataformas, asegurándolas con bandas de carga.
En ese momento se escucharon varias armas cortando cartucho de las naves de la guardia costera que gracias a la Ilusión que Kanon había creado, los chicos no habían escuchado ni visto acercarse. Rápidamente se hicieron cargo de la situación y arrestaron a los cuatro.
La guardia costera le hizo una señal de luces a Kanon dándole las gracias por el pitazo y se retiraron, no sin antes remolcar las cuatro motos con la "carga".
- Vaya vaya… - dijo Poseidón – A veces me sorprendes…
- Nada mal para un borracho-huevon-hijo de p#ta verdad? – dijo Kanon divertido
- Vamos… dime cuál de esas tres no es verdad?
Kanon no pudo refutarle nada y ambos se echaron a reír antes de dirigirse al bar a brindar con alcohol del bueno para festejar el éxito de su cruzada.
Febrero 18, 10 pm
Palacio Valhala, Asgard
Camus llego por el mismo lado de los acantilados, saltando fácilmente entre las rocas con Fler en Brazos. Prácticamente la chica no pesaba nada y trataba de no hacer ningún movimiento que lo sacara de balance.
Cuando finalmente salto la barda y cruzo el umbral del palacio, Hilda corrió a su encuentro para abrazar a Fler, quien la abrazo con fuerza y se puso a llorar de alegría. Sigfried, su más fiel guerrero la seguía de cerca. Hagen intento correr al encuentro de Fler, pero Camus lo detuvo a varios metros de ahí.
- Ya hiciste suficiente por un día – le dijo – Lárgate con tu esposa
- Pero es mi deber…
- Tu deber un cuerno! – murmuro – Te estoy relevando de tu deber hasta que yo me vaya!
- Tú no puedes…
- No me obligues a insistir – dijo Camus en un tono gélido.
Hilda que estaba viendo la escenita le hizo un ligero movimiento de cabeza a Hagen, dándole soporte a las palabras de Camus y haciendo que su caballero agachara la cabeza avergonzado y saliera de ahí.
- Creo que tu hermana debe tomar un baño caliente y descansar Hilda. – dijo Camus – Yo también debo hacer lo mismo.
Hilda asintió. Dos de las chicas que estaban cerca de las hermanas se hicieron cargo de Fler, acompañándola a sus aposentos a tomar un baño y cambiarse de ropa.
Camus se dirigió a las suyas a hacer lo mismo, pero tan pronto cerró la puerta, el bajón de adrenalina lo hizo caer de rodillas al darse cuenta, que jamás había estado tan asustado en toda su vida. Estuvo a casi nada de perder a la mujer que amaba.
Febrero 19, 7 am
En algún lugar del desierto
Milo se despertó con su amiguito picoteándole la mano. Parecía que quería decirle algo y por los dioses que podía jurar que prácticamente podía escuchar y comprender lo que el alacrancito le decía.
Se levantó a duras penas para ver un espectáculo que lo dejo arrobado: Samira se estaba bañando desnuda en el oasis dando la espalda a la tienda. Milo estaba seguro de que ella creía que él seguía dormido. Podía ver su espalda con su piel cetrina brillando como la seda, su cabello negro y lacio que le llegaba hasta la cadera y tarareaba una canción de forma desafinada. No pudo menos que sonreír. Acaso su prometido era tan estúpido de dejarla a merced de todos los demás hombres sobre la faz de la tierra?
Pero eso le recordó algo. Él era el hijo de su padre: Decadente, egocéntrico; un hombre obsesionado con el placer. El hecho de que deseara a la mujer que le salvo la vida, una mujer sola que no podría defenderse de el en caso que él quisiera propasarse era prueba viviente de ello. Pero por su honor (si acaso Omil Al Alkrab lo tenía) que no haría nada con ella que ella misma no le pidiera. No hasta saber si no era libre de quererla como ella se lo merecía, y no sin saber que tan profundos eran los sentimientos de ella hacia su novio. Algo le decía que ya había perdido a una mujer que le importaba mucho, y no le pasaría de nuevo. Se llevó la mano a la cabeza. Como era posible que recordara algunas cosas pero las más importantes no?
Casi una hora después de desayunar, un ruido de aspas interrumpió su desayuno. Milo subió corriendo la duna y vio un Helicóptero de rescate de donde bajaban 4 hombres con armas largas vestidos de blanco y uno con traje.
- Omil! Finalmente te encontramos! – dijo Michael – El susto que nos has hecho pasar me hizo envejecer 10 años.
- Uhhh… (Diablos! Como se llama este tipo?)
- Ven, Vámonos! No te ves muy bien… - dijo Michael preocupado – Te llevaremos al hospital. Afortunadamente el Jeque va a correr con todos los gastos y podrás quedarte en la suite que ocupas hasta que estés completamente restablecido.
Milo volvió la cabeza y vio a Samira junto a la palmera tratando de ver que sucedía.
- Uhhh… disculpa que este un poco atolondrado aun – le dijo – tendrás alguna tarjeta de presentación con mi teléfono o el tuyo? Me pones también la dirección y numero de suite?
- Claro! – dijo metiendo su mano al saco y extendiéndole la tarjeta en la que garabateo lo que Milo le pidió.
- Gracias. Ya vuelvo…
Samira lo vio bajar la duna a duras penas. Se veía tan apuesto y tan… adolorido. Pero ella comprendió que era tiempo que él se marchara y agradecía a Allah que hubiera podido vencer la tentación estando tan cerca de ella.
- Samira…
- Ya te vas verdad?
- Han venido por mí, quiero que vengas conmigo – dijo tomándola de la mano
Samira le sonrió de forma dulce.
- Lo siento, no puedo. Esperare la caravana. Debo regresar con mi familia.
- Entiendo. Pero prométeme que si necesitas algo me buscaras. Te debo la vida y me tomo muy en serio esa deuda - dijo de forma seria
- Cualquiera hubiera hecho lo mismo Omil – dijo tomando la tarjeta – Pero me gustaría estar enterada de tu progreso. Te llevaran directo al hospital verdad? Me preocupa tu cabeza…
- Temo que sí. Me llevaran al hospital. – dijo haciendo una mueca
- Bueno. Rezare por ti.
Los gritos del hombre de traje desde arriba hizo que Milo reaccionara, fuera por su saco y regresara a darle un tierno beso en la frente a Samira.
Al principio, ella lo había mirado con asombro e incredulidad. Su aspecto era majestuoso y encantador, lo cual confirmo su creencia de que aquello era lo mejor para ambos. Milo sonrió y subió la duna, dejando a su salvadora atrás. Después de todo, la caravana llegaría en pocos días y él ya le había robado mucho tiempo que tenía que dedicar a su tesis.
Cuando llegaron a Dubái, Milo apenas podía sostenerse. Viajar con el calor del día no había sido buena idea y, con las heridas, cada sacudida del helicóptero le había parecido una tortura. Sentía más dolor en el pecho y la cabeza le daba vueltas. Cuando bajaron en el helipuerto del hotel, el secretario del Jeque lo estaba esperando.
- Señor, permita que le exprese lo mucho que nos alegramos de que haya llegado sano y salvo. Pensábamos que había muerto con el piloto del helicóptero hasta que nos pasaron el tip de buscarlo en ese oasis.
Hizo un gesto con la mano y dos enfermeros se acercaron con una camilla.
Oyó un grito, vio que la gente se ponía seria y el mundo desapareció de su vista. Tenía que terminar con la manía de desmayarse. No tenía paciencia para estar enfermo. No le parecía divertido.
Incluso las caricias tranquilizadoras de una mano femenina en su frente perdieron su atractivo cuando se percató de que estaba soñando. ¿Qué mujer iba a sentarse pacientemente junto a su cama? Confuso tras haber soñado que Samira estaba a su lado y demasiado débil como para arrepentirse de que no estuviera, Milo despertó de mal humor.
No estaba de humor para permanecer conectado a todo tipo de máquinas. Estaba desconectándose cuando apareció el doctor.
- No, Señor. ¡Por favor! – dijo uno de los enfermeros
Milo hizo caso omiso de sus protestas.
- No necesito nada de esto. Tengo trabajo que hacer con el Jeque Al Fayad.
- Pero, Señor, no puede...
Milo desoyó sus protestas y se sobrepuso al fuerte dolor que sentía al moverse.
- Por supuesto que puedo! – grito tercamente
- No lo comprende. Necesita tratamiento y seguir en observación. No puedo asumir la responsabilidad de dejarlo levantar.
Milo se esforzó para sentarse y no recostarse de nuevo en las almohadas. Se sentía muy débil.
- Estás dedicando tu afamado encanto al personal médico, Milo? - una voz se dirigió a Milo desde la puerta.
Él se volvió y se quedó muy quieto.
Un hombre alto, de cabello castaño claro y ojos verdes lo miraba desde la puerta, vestido con jeans y playera. Al cabo de un instante, Milo percibió el brillo de su mirada y pero no se relajó ni una pizca.
- Quién diablos eres tú?
