Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.
Capítulo 12: Mediación
Los recuerdos de la noche anterior surgieron de forma desordenada. Primero oyó algunos ruidos, música, gritos, risas que lo crispaban. Respiró el olor de una botella de Gin a medio beber. Luego se despertó, con la idea de que la habitación había mutado; los muebles se habían reorganizado a su conveniencia y las paredes habían cambiado de color.
Sin embargo, cuando se arrastró hasta el baño, concluyó en que aquel no era su apartamento.
Sin darle mucha importancia, se quitó la ropa y se acuchilló en la ducha. El agua logró disipar su malestar y reunir los hechos, dispersos en fragmentos aislados: las luces penetrantes, la mujer que fumaba, el rostro impasible de Nobu y por último… ella. Su complexión pequeña, completamente turbada, enfurecida hasta la médula.
Su amiga lo estaba esperando en la sala, de brazos cruzados. Una muda de ropa yacía sobre el sillón.
Él las recogió y se dirigió hacia la recámara en completo silencio. Se despojó de la vestimenta anterior y se colocó la otra con extrañeza. Había algo de familiar en ellas; en su color, en su calce. Efectivamente, eran suyas. ¿Ni siquiera reconocía sus propias prendas? La situación de seguro se había tornado grave. Sin más preámbulos, se vistió y regresó con Sango.
-La traje de tu apartamento. Supuse que la necesitarías.-
Mantenía la vista apartada. Parecía molesta.
-Necesito otro par de piernas también.- Reconoció. –Dame las llaves, dejaré esto en-
-¿Es una broma? ¿Piensas actuar como si nada hubiese ocurrido?-
El moreno se metió las manos en los bolsillos y rodó los ojos. Detestaba aquellos períodos de reprimenda. De ser posible, le hubiese gustado salir por la ventana.
-¿Tienes idea del escándalo que ocasionaste?-
-Probablemente me haya excedido un poco con el alcohol, nada fuera de lo común.-
-Casi peleas con Nobu, hostigaste a Kagome hasta hacer que se vaya, te bebiste todo lo que encontraste y luego te echaste a dormir.- Lo miró directamente a los ojos. –Miroku tuvo que traerte a rastras.-
Aquellos eran más hechos de los que recordaba.
-Te dije que no la invitaras.- Le comentó tratando de quitarle el juego de llaves. Sango se hizo a un lado y lo guardó en su bolsillo.
-Tú no me dices qué hacer. Aprende a comportarte como un adulto o vete al demonio.-
-¿Cómo un adulto? Ella fue la salvaje que me abofeteó. Me da igual lo que haga con su vida, pero eso...-
-Por favor, te lo tenías bien merecido. Siempre estás fastidiándola.-
El ojiazul dejó de luchar, tomó sus cosas y abrió la puerta. Ya no le importaba el lugar, saldría de allí y se metería en cualquier otro rincón sucio.
Antes de atravesar el umbral, la castaña le arrojó el manojo de llaves y suspiró.
-Hazme el favor, ¿quieres? Deja de fingir.-
Bankotsu cerró la puerta. Bajó las escaleras, encendió un cigarrillo y atravesó las calles de Tokio sin rumbo fijo. El cielo se cubría de extensos nubarrones y la gente deambulaba de forma apresurada. Todo le parecía fugaz, inútil, impreciso. ¿Dejar de fingir? Aquello lo hizo sonreír de forma estúpida. En realidad no sabía qué se proponía al herirla tan despiadadamente; ¿Acaso hacerla cambiar de parecer? ¿Alejarla?
Las gigantescas torres del aeropuerto se alzaban ante la multitud de gente. Una voz femenina informaba a los pasajeros del vuelo 1520 con rumbo a Aomori que realizaran el ingreso de forma ordenada.
-Estaré bien, deja de preocuparte.- Pronunció ella con la vista en sus ojos. –Te están esperando.-
Koga asintió con la cabeza y se volvió hacia sus compañeros.
Luego de obtener la victoria en el último partido, el equipo de béisbol había conseguido clasificar para las semifinales nacionales. El peso de sus jugadas cobraba importancia y lo llenaba de una felicidad incontenible. Pero dejarla allí, por otro lado, le provocaba malestar. Nada había ocurrido tras los últimos incidentes en su habitación.
-Quisiera que hablemos cuando vuelva.- Dijo. –Me gustaría… que las cosas realmente funcionen.-
Kagome guardó silencio. Lo vio aferrarse a su equipaje y le plantó un beso en la frente.
Todo lo ocurrido en las últimas tres semanas se había transformado en una especie de conteo inútil: Rindió sus últimos exámenes, asistió a los partidos de Koga… se mantuvo lo más ocupada que pudo. Cualquier actividad era fructífera si la mantenía alejada de sus pensamientos.
Habían transcurrido veintiún días sin Bankotsu y su vida parecía volver a la normalidad.
Luego de dejar el aeropuerto de Haneda, deambuló por el centro y bebió un café a pocas calles de la estación. Mientras lo terminaba, sacó del bolso uno de sus libros y se dispuso a leerlo; pero fue interrumpida. Una joven de cabello corto y ojos oscuros se acercó hasta su mesa con una sonrisa. Se acuclilló y le habló cerca del rostro.
-Disculpa la molestia pero, ¿podría sentarme contigo unos minutos? Hay unos tipos insufribles afuera… me gustaría deshacerme de ellos.-
-Sí, claro… ¿Te encuentras bien? ¿Te hicieron algo?-
-Está todo en orden, no te preocupes. Si me ven con alguien lo dejarán.- Le dijo. Tomó asiento en el lugar libre y se volvió a verla. – Te lo agradezco.-
La azabache le sonrió, se limpió la comisura de los labios y guardó la novela dentro de su bolso.
-Al sur de la frontera… vaya recuerdos.- Mencionó la joven.
-¿Lo leíste?-
-Dos veces. Es un relato hermoso. Trágico, pero bellísimo.- Le dijo con ambas manos apoyadas sobre la mesa. –Me hubiese encantado tener un reencuentro así con mi ex.- Su tono de voz cambió, y en sus palabras afloró un aire melancólico.
-Lamento oír eso. ¿Llevan mucho tiempo separados?-
-Un par de años. Yo era una persona diferente en aquel entonces… pero aún lo sigo amando.-
Al oírla no pudo evitar recordar su yo de hacía un tiempo. La que jamás decía que no y estaba dispuesta a todo con tal de permanecer junto a Inuyasha. Aquel sentimiento persistió de forma íntegra durante años, incluso en sus peores facetas.
-Espero que algún día puedan reencontrarse.-
-Lo haremos. Créeme.-
Kagome frunció el ceño. La sonrisa que se había dibujado en el rostro de la muchacha le generó desconcierto. Además, había algo desdeñoso en su tono de voz. No era la reacción que usualmente se esperaría.
-Ah, parece que esos tipos ya se fueron. Gracias por tu amabilidad.-
La pelicorta se puso de pie y continuó sonriendo. Ambas cruzaron miradas por última vez, hasta que se marchó.
La casa estaba en completo silencio. La muchacha colocó los platos sobre la mesa y sirvió la comida. Se sentó a un lado del muchacho y le dio un bocado a su almuerzo. Todo estaba perfectamente dispuesto, con una destreza casi obsesiva. El mantel, los cubiertos, las copas, las servilletas.
A los pocos segundos, el teléfono comenzó a sonar.
El peliplata miró la pantalla y se volvió a ver a la chica, luego se levantó y caminó hasta el jardín.
-¡¿Es broma?!- La oyó vociferar desde adentro.
Sin darle importancia, tomó una bocanada de aire y atendió.
-Dime que esa simplona no está saliendo con Bankotsu.-
-¿Qué? Te dije que no hicieras estupideces. ¿Estuviste con ella?- Soltó de forma precipitada.
-No te preocupes, no tiene idea de quién soy.- La muchacha al otro lado parecía inquieta. –Necesito avances. Aún no veo resultados.-
-Y no los verás nunca si sigues así.- Inuyasha se pasó el aparato a la otra mano e hizo una pausa. -Kagome no es una mujer a la que pueda convencer tan fácilmente. Dame tiempo.- Dijo. Luego colgó.
De pie, junto a la puerta, se encontró con los ojos de Kikyo. Estaba cruzada de brazos y tenía cara de pocos amigos, como de costumbre.
-Así que… ¿todavía ves a Kagome?-
-¿Qué haces escuchando conversaciones ajenas?-
-Responde la pregunta, Inuyasha.-
Él se pasó una mano por la nuca y suspiró. Luego recogió sus cosas del perchero y caminó hacia el recibidor.
-¿Cómo puedes seguir detrás de ella?- Expresó enardecida.
Inuyasha se colocó la chaqueta y se colgó la mochila al hombro, sin prestarle atención.
-¿Qué es lo que soy para ti? ¿Tu forma de conseguir sexo rápido?- Continuó diciendo. –¡Responde!-
La pelinegra tomó uno de los platos y lo asió con fuerza contra él. La pieza colisionó a pocos centímetros de su rostro y se rompió en mil pedazos. Él se aferró al pomo de la puerta y la vio de reojo.
-Kikyo, eres un fastidio.-
Al salir, se sacudió los restos de cerámica. Avanzó entre las calles y apretó los dientes. Kikyo le era insignificante, lo único que quería era que Kagome regresase junto a él. Que dejara de confiar en Bankotsu, que se doblegase, que volviera a corresponderlo. Y, cueste lo que cueste, lo lograría.
Sango se adentró en el establecimiento de forma enérgica. Tenía el rostro resplandeciente y una sonrisa de oreja a oreja. Su compañero apenas estaba abriendo.
-¿Qué haces tan temprano?- Le preguntó con un cigarrillo en los labios.
-¡Es importante! ¡Con Miroku encontramos una oferta bestial para ir a Okinawa!-
Bankotsu asintió con la cabeza sin prestarle atención y continuó con sus labores. Bajó las sillas de las mesas, abrió las puertas de los baños, revisó la cantidad de papel higiénico. Su amiga lo siguió por detrás.
-¡Es el viaje que hemos querido hacer!-
-Que bien… ¿y por qué no te tomas los días y ya? No hagas tanto escándalo.-
Durante algunos segundos, hubo un período de silencio. Entonces lo vio venir, estaba seguro; la muchacha tramaba algo.
-Verás, es un paquete válido para cuatro personas... y estuve pensando que era la oportunidad perfecta para que te reconciliaras con Kagome. Podrían venir con nosotros.-
El moreno soltó una carcajada de forma instantánea. Luego se volvió a verla, como si se tratase de un mal chiste.
-¿Acaso enloqueciste? Por favor…-
-¡No te portes como un idiota! Si tú no accedes no podremos ir. El precio es realmente económico.-
-No se trata del dinero.-
-¿Y entonces de qué? Es la oportunidad perfecta. Además nunca te tomas vacaciones.-
Bankotsu le dio una calada a su cigarrillo, se rascó la cabeza y abrió la puerta de la oficina.
Era cierto, el viaje era una ocasión excelente para descansar y alejarse de la nueva molestia que deambulaba por allí.
-Tal vez pueda llevar otra acompañante.- Dijo. Y se metió en su recinto.
Se dejó caer sobre su silla y comenzó a buscar números en el móvil. A decir verdad, no tenía ningún interés en llevar a cualquier otra mujer. Además, dejar a Kagome junto a su ex e Inuyasha solo complicaría las cosas.
-¿Qué pasó con Koga?-
-Llegamos al aeropuerto, él cargó sus cosas y… nos dijimos adiós. ¿Qué otra cosa tenía que pasar?-
Yuka rodó los ojos y se colocó los pendientes frente al espejo. Ya no le extrañaba aquella actitud por parte de su amiga.
Se peinó un poco y enfiló hacia la puerta.
-Será mejor que seas directa con él…-Le dijo antes de irse.
Kagome se pasó ambas manos por el rostro y se puso de pie. No quería oír más indicaciones por lo que restaba del día.
Se adentró en el cuarto de baño, se quitó la ropa y se miró al espejo. Su aspecto desmejorado era el resultado de todas las noches en vela a causa del estudio. Pero sus últimos esfuerzos habían valido lo suyo: dos días más y sus clases finalizaban. Su cuerpo y su mente pedían a gritos un respiro.
Antes de adentrarse en la ducha, dos golpes llamaron a la puerta. Yuka de seguro se había olvidado las llaves. Ocurría día por medio. Se envolvió con una toalla y abrió.
-¿Así es como recibes a tus visitas? Mierda.- Soltó una voz masculina.
La azabache no tuvo tiempo ni de responder. Solo observó como aquella persona se escabullía y cerraba la puerta tras de sí. Su aparición hizo que el corazón le diera un vuelco. A penas podía comprender lo que estaba ocurriendo.
-Qué lugar tan detestable. Demasiada seguridad.- Expresó mientras daba vueltas por la recámara. El muchacho husmeaba por la ventana, veía las fotografías familiares y le echaba un vistazo a los libros apilados en el escritorio.
-Es el ala de mujeres. No puedes estar aquí.- La oyó decir.
Sus ojos dejaron de inspeccionar y su cuerpo se situó frente a ella. Se embutió las manos en los bolsillos y la miró. Hacía tiempo que no escuchaba sus quejas.
-Tenemos un asunto que arreglar.-
Kagome apretó los párpados y recordó aquella abofeteada, tres semanas atrás. Estaba muerta.
-Haremos un viaje a Okinawa.- Continuó. –Sango quiere compañía y yo necesito un descanso. Si vienes, me ahorrarías la molestia de tener que andar vigilándote.-
Sus palabras fueron un alivio momentáneo. Tal vez, a causa del alcohol, había olvidado el incidente. Dejó caer el cuerpo contra la puerta del baño, y unos segundos más tarde, logró procesar el comentario.
-¿Okinawa? ¿Contigo? ¡Ni hablar!- Respondió. La idea le sonó ridícula de pies a cabeza. A ellos les era imposible preservar la calma por más de cinco minutos.
-Podrías librarte del estúpido de Inuyasha por algunos días.-
La oferta sonaba demasiado tentadora, demasiado perfecta. Había algo que no cuadraba.
-¿Qué es lo que ganas tú con todo esto?- Inquirió.
Bankotsu se acercó y se inclinó ligeramente para decir algo, pero un ruido en la puerta lo detuvo; alguien estaba entrando. La azabache lo atrajo hacia ella de forma instantánea y cerró la puerta del baño. Su respiración se volvió pesada.
-Kagome, olvidé unos apuntes… ¿Estás en el baño?-
-¡S-Si! Quería darme una ducha.- Soltó de forma precipitada. –¿Revisaste el escritorio?-
El moreno la observó abrir las canillas y curvó los labios. Había encontrado la situación ideal.
Se acercó una vez más y la rodeó con los brazos, haciéndola sobresaltar. Luego, la aprisionó contra el lavamanos y pegó su cuerpo al de ella. Una fragancia exquisita manaba de su piel.
-¡No están!-
Kagome se removió, entregándole algunos codazos y pisoteadas, pero él no se detuvo; parecía gozar con todo aquello.
Las manos ascendieron por ambos lados de su cuerpo ¿Por qué siempre se empeñaba en fastidiarla?
-¡Tal vez… en la estantería!- Expresó con dificultad.
El ojiazul soltó una risa. Su abdomen se adhirió a la espalda femenina y sus labios le besaron el cuello y los hombros desnudos.
-¿Y bien?- Susurró. -¿Vendrás con nosotros… o tendré que seguir hasta que cambies de parecer?-
Ella arqueó una ceja en completo desacuerdo. Quería mandarlo al demonio y hacerlo a un lado; pero su complexión comenzó a ceder. Frente al espejo, el muchacho sonreía de forma cínica mientras que prolongaba su juego. Sus manos comenzaron a deambular entre las piernas de la azabache.
-¡Sería más fácil si vinieras a darme una mano!-
Yuka seguía allí, al otro lado de la puerta, y ella difícilmente podía responderle. Quería disculparse, o al menos echarla, pero le era imposible. Estaba sofocada.
-Supongo que tendré que seguir.- Escuchó decir a él.
Hello. Supongo que esta reaparición no se la esperaban.. Tuve dificultades y perdí la fé en mí misma(?
En serio, creí que no iba a poder continuar con el fic, más que nada por el bloqueo creativo y las autocríticas que me daba tratando de buscar una solución (que resultaron ser autoboicots). Pero rearmé mis ideas, busqué otros puntos de vista, leí mucho y acá estoy.
En fin, voy a continuar y tratar de dar lo mejor. Si aún hay lectores... bienvenidos sean los comentarios.
Saludos!
