CONTIENE LEMON. Antes de que lean este capítulo admiradoras de MiloXShaina favor de saltarse la última parte o vayan por un tecito de tila con valeriana y se lo toman antes. Se aceptan pedradas, mentadas de madre etc.

Capítulo 29

Marzo 2, 7pm

Afuera de Entrada secreta a Santuario

De Athena, Grecia.

- Gracias por la salida Minos. Tu compañía siempre es tan placentera. – dijo Shaina sin bajarse del auto

- Creo que tú tienes la culpa. Sacas lo mejor de mi como persona y no sé si eso me gusta – contesto Minos indiferente

- Siempre puedes quedarte en Alemania y ser el bastardo de siempre que tanto te gusta – dijo Shaina sonriendo – Nadie te dice que vengas hasta acá. Yo también tengo otros amigos sabes?

- Pero a mí me gusta venir – afirmo tratando de alejar de su mente la palabra "amigos".

- Entonces de que te estas quejando?

- No lo sé!

- Ah vaya! Menos mal. – dijo Shaina rolando los ojos – Si un maldito juez del inframundo no sabe lo que quiere, estamos perdidos

Minos comenzó a tamborilear en el volante. No le gustaba sentirse así, tan vulnerable.

- Ya pues, tengo que irme. – dijo Shaina abriendo la puerta, pero Minos la detuvo de una mano.

- Aun no te vayas…

- Pero…

- Aún no. Quédate unos minutos más.

Shaina lo miro a los ojos. Esos ojos que cada vez que los miraba le hacían olvidar todo a su alrededor y accedió cerrando la puerta de nuevo.

- En serio que no te entiendo.

- Yo tampoco me entiendo. Es la primera vez que me siento así – confeso Minos viendo hacia el frente.

- Así cómo? - pregunto Shaina cautamente.

- No sé. Confieso que durante tu estancia en el hotel lo único que quería era utilizarte para poder salir de ahí, pero después… era tan fácil hacerte feliz y tu sonrisa parecía hacerme feliz… Es demasiado extraño todo esto para mí. Comprendes?

- Creo hacerlo pero no quiero arriesgarme a hacer ninguna suposición por mi cuenta – dijo Shaina cruzando los brazos en su regazo para que no se notara su nerviosismo. No podía equivocarse de nuevo. Con dos veces había aprendido su lección y no abriría ninguna puerta sin que antes le dieran la llave para hacerlo.

- Y luego llego Fes con su estúpida idea y tú estabas ahí dormida en el sillón tan hermosa y tranquila que quería matar con mis propias manos a quien se atreviera a importunarte y me di cuenta que todo había cambiado… Fingir ser tu prometido ha sido un tormento constante durante los últimos dos meses. No quiero fingir lo que no soy!

- Pero intentamos quitarlos y no funciono! – se defendió Shaina – No es culpa mía te lo juro!

- Me refería a que no quiero ser tu novio de mentiritas. Quiero ser tu novio de verdad. Quiero venir y que me recibas con uno de esos besos con tus labios sabor a miel que me vuelven loco; Poder decirle al mundo entero que eres mi novia y poder ser celoso abiertamente sin que nadie me diga que no tengo derecho. Quiero mostrarte todos y cada una de las cosas de las que te has perdido por tu gran sentido del deber. Quiero que me dejes intentar demostrarte que puedo competir por ganarme tu cariño, llenarte de cosas hermosas, consentirte, defenderte… Y quien sabe… Tal vez algún día dar un siguiente paso aunque al señor Hades le dé un infarto y a la señorita pandora parálisis facial del coraje. – dijo sonriendo ante la idea de ver a Pandora con la cara chueca.

Shaina estaba conmovida y a punto de llorar. Eso era todo lo que ella quería. Como era posible que Minos le dijera cosas tan bonitas.

- Y no crees que tú necesitas a alguien mejor que yo? Soy un desastre, no tengo estudios, un hombre tuvo que ensenarme como vestir como mujer, no se hablar bien, soy agresiva, digo malas palabras y aceptémoslo, hay millones de chicas más bonitas que yo. – dijo con un dejo de tristeza recordando sus últimos dos fracasos.

Minos tomo su carita entre sus manos y la miro directo a los ojos.

- Para mí no existe nadie en este mundo mejor que tú. Es más, no existe otra mujer que siquiera pueda besar el suelo que tu pisas. Dime que sí y te prometo que haré todo lo posible por hacerte feliz.

- Incluso comprarme un helado de triple chocolate con hot fudge encima? – dijo Shaina tratando de romper el ambiente que ya comenzaba a tornarse demasiado para ella.

Minos sonrió.

- Te compro la fábrica de chocolate Wonka si quieres. – dijo sin soltarla – Entonces… me darás la oportunidad.

- Si – dijo Shaina sencillamente mientras Minos le daba un tierno beso que alejo cualquier duda que ella tuviera al respecto.

Marzo 3, 8pm

Casa de la Familia Rashid, Dubái.

Omil estaba sonriente y miraba hacia la puerta de la cámara de las mujeres de la casa de los Rashid, desde donde Samira tenía que salir de un momento a otro.

Tenía que admitir que de no haber sido por su padre, nada de esto hubiera sido posible en tiempo record. El no había estado presente en las negociaciones, pero el contrato había sido redactado conforme a los deseos de ambos como marcaba la costumbre: Omil seria libre de tener otras 3 esposas siempre y cuando fuera justo con todas ellas; En caso de divorcio ella era libre de no regresar con su familia; Los hijos de la pareja serian criados por su madre; Omil le daba completa libertad de terminar sus estudios y trabajar y a cambio ella le sería siempre fiel, sería una esposa complaciente y nunca descuidaría sus obligaciones. Omil se comprometía a pagar la dote al Wali de Samira que en este caso era su tío, a nunca maltratarla, a cuidar a sus hijos y a ella para que nunca les faltara nada y aceptaba que la religión predominante que practicaran sus hijos fuera la que la madre decidiera.

El tío de Samira se mostraba demasiado complaciente ante Omil y toda la familia parecía tratarlo como si les hubieran quitado un peso de encima. Como había logrado su padre que ellos estuvieran tan bien dispuestos a aceptar cualquier condición en menos de 24 horas eso solo lo sabían ellos, aunque una vez que se fijó bien, se dio cuenta que su padre parecía decir "salta" y los demás solo decían "que tan alto señor?" como si le tuvieran miedo. Y cualquiera que conociera a Ares un poquito y lo vieran de frente sabrían por qué. Tenía en la mirada ese instinto asesino a flor de piel. Si bien sacrificar la soltería de su único hijo mortal en ese siglo era algo que iba en contra de sus principios (en general el matrimonio iba en contra de lo que él llamaba "sus principios"), con tal de vengarse de aquella chica que se le fue viva y a quien no dejaría escapar la próxima vez que la viera sacrificaría a su propia madre de no ser porque le era útil para aplacar la ira de su padre, padre a quien le había escondido la existencia de Milo para evitar que lo convirtiera en un semidiós como era la costumbre y que posiblemente si alguna vez se enteraba se iba a enfadar mucho con él.

- Listo para la estocada final? Necesito que salga de mi camino definitivamente. Haz que se enamore de su esposa. – Le susurro a Eros, quien estaba a su lado disfrazado de su ayudante.

- Todo está listo y preparado. Los piquetitos de pasión que le di mientras estaba en el desierto deberán estar funcionando cuando llegue a la suite que tengo lista llena de feromonas. Las sabanas de seda y la música suave harán el resto. No puede fallar – respondió Eros a Ares.

- Bien… después de terminar con esta carnicería tengo que viajar a Palestina y no veré los resultados, pero más te vale que así sea. Después de que te asegures de que el matrimonio ya es legal, continua la búsqueda de tu madre. Tu hermano ya no te va a necesitar.

Eros hizo una cara de disgusto. Odiaba que lo manipulara como uno de sus criados, pero sin su madre que lo defendiera, solo podía y debía obedecer.

Pero Omil no le estaba poniendo mucha atención ni a él, ni a la ceremonia en general. Veía a la puerta porque sabía que de ahí saldría la mujer con la que compartiría toda su vida, y que aunque ella le había permitido tener otras tres esposas, para él, no siendo musulmán, no era una opción. Y planeaba cumplir lo dicho. Cuidarla, respetarla y amarla el resto de su vida.

Media hora después de que le hubiera mandado el mensaje a su padre diciendo que si había aceptado, sus tías y varias primas habían llegado en bola a llevársela del departamento de Omil, dejándolo bastante preocupado hasta que su padre le había dicho que la costumbre era acicalar a la novia para que estuviera bonita el día de su boda y que la vería hasta que estuvieran casados. Por tanto, más tranquilo, y porque no pudieron encontrar a un Sheik que los casara el mismo día, tuvieron que esperar al día siguiente. Su padre y el Wali de Samira los habían casado por representación, los papeles habían sido entregados y aunque los Rashid habían insistido en que querían hacerles una recepción apropiada, lo que Omil quería era llevársela de ese cubil de hienas. Sus pertenencias, incluyendo sus libretas, pasaporte, etc., ya estaban dentro del auto y ya solo faltaba la novia.

Omil abrió los ojos desmesuradamente al ver a Samira con un vestido de color fiusha bordado con hilos dorados y plateados, el cabello cubierto con un velo blanco, maquillada con henna en manos y pies y una sonrisa de oreja a oreja. Dioses estaba hermosa! Solo quería tomarla en brazos, besarla y…. Pero tenía que recordar que la prioridad en ese momento era sacarla de ahí. Sus tíos no la habían tratado bien hasta que se enteraron con quien estaba casándose y eso no era aceptable para Omil.

Le dio un casto beso en la frente y sin decir adiós a nadie, se la llevó al auto, lo arranco y se fueron hacia el hotel Burj Al Arab, donde el tío de Samira, para no verse como un miserable, les había regalado una semana de luna de miel, a lo cual Omil no se negó, pues deseaba que Samira se sintiera como reina y que mejor lugar para comenzar, además de que ya no se podía dar el lujo de seguir gastando ya que aún debía pagarle a su padre lo que había gastado en los preparativos y la dote.

Llegaron y el botones, que ya tenía lista la llave en la mano, los condujo a la suite donde se quedarían. Omil vio curiosidad la alegría infantil que le daba a Samira el hecho de estar en ese hotel de lujo con esas vistas mientras se quitaba su velo.

- Mira! Se alcanzan a ver los colores del mar! – decía Samira mientras intentaba jalarlo hacia el ventanal.

Pero junto al ventanal, en el rostro de Omil apareció una sonrisa y sus ojos bajaron a la boca de Samira atraído por sus labios carnosos pintados sutilmente.

- No sabes cuánto te deseo... - susurró a escasos milímetros de la boca de ella.

- Lo sé - esa vez en sus ojos había algo más.

- Y tú me deseas a mí verdad?

- Es... verdad. Pero tengo miedo Omil. Tengo miedo de estar sonando y que despierte sola en medio de la calle.

La rodeó con sus brazos y la besó con fuerza. Esa vez no fue un beso delicado como le había dado hasta ahora, sino uno deliciosamente anticipado que hablaba de deseo mutuo y mutuo placer, un viaje de descubrimiento de deseos compartido. Sus labios se movieron sobre los de ella en una danza sin coreografía pero que Samira, de algún modo, conocía. Encajaban perfectamente. El cálido aliento y el dulce sabor de Samira llenaron sus sentidos, pero no era suficiente, no podía pensar en otra cosa que no fuera desearla.

Rugió en lo profundo de la garganta haciendo un gran esfuerzo por interrumpir el beso. Samira notó la vibración del rugido a través del pecho.

- Vamos - dijo él - esta noche no tienes que tener miedo de nada. Esta es la noche de Samira.

La condujo sin soltarla hacia la recamara y ella se quedó en silencio. Salvo por los pequeños maullidos de placer que se escapaban de su boca cuando volvió a besarla con más pasión aún.

Tenía razón, pensó Samira en un momento de claridad en medio del torbellino de sensaciones. ¿Por qué echar a perder ese momento perfecto, esa noche perfecta? Quizá, sólo quizá, él algún día llegaría a amarla, después de todo, los matrimonios concertados en su familia así eran.

La dejó sobre la cama llena de almohadones de satén y brocados al estilo beduino, una rica combinación de texturas y colores. Bajó una lámpara que había en la mesilla y las sombras invadieron el espacio, profundizaron los colores. Parecía enorme de pie a su lado, alto e imposiblemente guapo, y se quedó sin aliento al ver en sus ojos el deseo más desenfrenado. Deseo que multiplicó el de ella por diez.

Era surrealista que, después de todo lo que había pasado en el desierto y lo que ella había tenido que sufrir después de regresar, por fin hubiera llegado ese día que ambos parecían haber ansiado desde el principio.

- El amor viene con la convivencia, pero creo que el tiempo que pasamos solos en el desierto ha ayudado a que mis sentimientos por el crezcan - reconoció ella para sí misma en ese momento de absoluta claridad. Estaba con Omil y estaba bien.

Él sonrió como si disfrutara del modo en que su cuerpo reaccionaba. Se sacó la ropa y la tiró sin ceremonias.

A ella se le secó la boca. Era magnífico. Tragó con dificultad. Se estremeció, súbitamente insegura, asaltada de nuevo por el temor ante la perspectiva de ser poseída por él, de tener eso dentro de su cuerpo. La idea la emocionaba a un nivel tan primario que no podía comprender.

Entonces los dedos de Omil empezaron a subir por sus muslos, el pulgar peligrosamente cerca de tocarla allí, y la sensación que generaba, el ansia que despertaba su caricia, le hizo pensar que quizá sí sería capaz de apañárselas, después de todo.

Los huesos de sus caderas nunca se habían sentido tan especiales, nunca había sentido tanto la curva de su cintura como cuando la mano de Omil pasó por ella. Y en ese momento estaba sin aliento, sin aliento por su lento ascenso. Entonces un pulgar le acarició un pecho y ella gritó por el inesperado y desconocido placer; la espalda se arqueó sobre la cama. Se dejó caer sobre ella y sonrió.

El tacto de los labios, el roce de la nariz, la aspereza de la piel con barba contra sus mejillas..., ¿cómo cosas tan sencillas podían ser tan buenas? Incluso el calor que salía del hombre que tenía sobre ella le calentaba el alma y daba placer a sus sentidos, despertaba su deseo.

Gimió y suspiró mientras una sensación se mezclaba con otra, con los dedos clavados en la colcha mientras la besaba en la garganta. Y entonces la boca de Omil se aventuró más abajo, sus labios se cerraron sobre un pecho, la lengua acarició el anhelante pezón. Dos finas capas de ropa no eran una barrera. Las olas de placer la recorrieron hasta llegar a su centro.

Pensó que ni siquiera Amaal con todo el amor que ella había creído tener por él, le había hecho sentir lo que su ahora esposo, quien le estaba dando muestra de su gran experiencia. Omil apartaba sus capas de vergüenza y con su cálida boca le devoraba los pechos, el vientre y después volvía a los pezones, duros como piedras. Jadeando, sin aliento, ella dejó que sus manos encontraran por fin una función. Lo buscó, lo encontró y notó el estremecimiento que él experimentó cuando sus dedos recorrieron su pecho y bajaron por sus costados.

El aire también le faltó a él cuando encontró sus tetillas, duras como guijarros de playa. Las acarició con los pulgares y sintió que su poder crecía al saber que era capaz de provocar en él esa reacción. Oh, era tan agradable..., ¡el pecho de Omil estremeciéndose bajo sus manos!

Bajo los besos de Omil, dejó que sus manos recorrieran el arco de su espalda, llegó al borde de los boxers y deslizó debajo las uñas, sus dedos trazaron la línea de las firmes caderas hasta que llegó un momento que las manos sólo podían bajar...

Una mano le agarró una muñeca.

- No tan deprisa - dijo, y ella lo miró parpadeando, preguntándose si había hecho algo mal si había puesto de manifiesto su poca experiencia - Si vas a tocarme ahí, tengo que quitarte el vestido.

Se puso de rodillas delante de ella, le puso las manos en los tobillos y empezó a ascender lentamente, dedicando un tratamiento especial a cada pierna, apartando el vestido de su piel.

Apartó la tela de seda, la descubrió centímetro a centímetro sin dejar de mirarla. Cuando sus pulgares llegaron al interior de los muslos, y los músculos se tensaron, simplemente sonrió de satisfacción... y ella comprendió, porque cuando le había tocado las tetillas había sido consciente del poder de sus caricias.

Quería que ella se sintiera bien. Le encantaba. No había necesidad de aprensión o temor, estaba en buenas manos. Alzó las caderas antes de que se lo pidiera, permitiendo así que la seda pasara por debajo mientras las manos de Omil subían hasta su cintura y los pulgares describían círculos alrededor de su ombligo. Círculos que la volvieron de gelatina.

Se inclinó y la besó en el ombligo antes de seguir hacia arriba.

- Tenemos que deshacernos de esto - dijo con una voz como si hubiese tragado arena.

Se inclinó sobre ella, la levantó, la besó y le sacó el vestido por la cabeza. Oyó un sonido como de agua cuando lanzó el vestido a la alfombra. Omil la miró intensamente.

- Desde que te conocí he creído que eras hermosa – dijo - pero esta noche me pareces perfecta.

Ella sintió que se le henchía el corazón en el pecho. Estaba al borde de las lágrimas... pero lágrimas de euforia y no de tristeza. ¡Había dicho que era perfecta! Agradeció a la fortuna por haberle llevado a Omil en medio del desierto y permitir que viviera para ella.

Él bajó sobre ella de modo que sus cuerpos se tocaron en toda su longitud, se encontraron sus bocas, sus lenguas, sus pieles, salvo en las zonas donde estaba la ropa interior que aún llevaban, ropa interior que Omil ya intentaba quitarle. Besó el recorrido de los tirantes del sujetador y en el proceso se los bajó por los hombros. Y entonces, con una mano hábil, abrió el cierre de la espalda. Con un movimiento de las muñecas, la prenda había desaparecido. Entonces la lengua caliente le rodeó un pezón, provocando una oleada de placer que le llegó al centro, y ya no le importó lo que él sintiera.

Ella lo quería para ella, Lo deseaba y lo tenía allí en ese momento. Eso era suficiente.

La cálida boca de Omil estaba en sus pechos, los dientes y la lengua se aliaban en un asalto despiadado primero contra un pezón y después contra el otro, mientras ella arqueaba la espalda de placer, así que apenas era consciente de que su ropa interior y la de él habían ido desapareciendo.

Hasta que, mientras la lengua describía círculos alrededor de un pezón, notó una mano en su monte de Venus, notó cómo unos dedos separaban sus labios, calor contra calor que hizo que enterrara la cabeza en los almohadones asombrada, próxima a la agonía y al éxtasis cuando esos dedos empezaron a dibujar círculos sobre su sensible capullo y un dedo se deslizó dentro de ella.

- ¡Omil! - gritó sin entender por completo por qué estaba tan desesperada, sabiendo sólo que esa caricia era al mismo tiempo una delicia y una tortura.

- Lo sé – susurró - Yo también lo siento - se acostó sobre ella y lo notó, desnudo y deseoso, duro y pesado sobre su vientre - Yo tampoco puedo esperar.

Y esa vez la punzada de temor por lo que seguiría fue ahogada por los besos ardientes de Omil, y el reconocimiento de su propio deseo y la sensación de humedad que notaba entre las piernas. Lo deseaba. Ese pensamiento lo dominaba todo. Lo deseaba más que nada en el mundo, quería sentirlo dentro de ella. Profundamente dentro de ella, donde su cuerpo ansiaba tanto recibirlo. Y lo quería ya.

- ¡Mírame! - oyó que le decía - Abre los ojos - cuando ella le hizo caso añadió - Mantenlos abiertos, quiero verte los ojos cuando llegues.

Ya estaba entre sus piernas, su sexo empujaba contra la entrada. A ella se le aceleró la respiración, músculos internos que no sabía que existían también se pusieron en marcha tratando de atraerlo con su propia danza de seducción. Ardía de necesidad, de fuego, y su cuerpo le resultaba pesado. Pesado e imponente. Pero podía notar el control, la tensión, la tensión creciente del cuerpo de Omil, esperando la liberación. Y lo miró, porque si él iba a ver su llegada, ella quería ver lo mismo. Los ojos de ambos se conectaron, se fundieron, el circuito estaba cerrado.

Y entonces él se movió.

Sus caderas se mecieron sobre las de ella, una y otra vez. Sintió la fuerza y las embestidas, la energía masculina contra el centro de su feminidad, y temió por un momento la imposibilidad de lo que iba a suceder.

- Por favor - rogó ella con voz ronca por el deseo - No pares, te deseo.

Y él sintió que su sexo se hinchaba bajo la presión de sus tensas y suaves paredes.

Y ella estaba preciosa. Su negro y largo cabello sobre los almohadones, los pechos firmes y los pezones erectos, la sensual curva de su cintura a las caderas desaparecía debajo de él.

Era suya, y se alegraba por la decisión que había tomado. Se movió dentro de ella, probando sus profundidades y ella gritó, esa vez de placer, la cabeza contra la almohada, antes de que lentamente él se retirara. Tenía los dedos clavados en la colcha mientras sus músculos, se agarraban desesperadamente a él, como si tuviera miedo de que no volviera. No lo conocía bien, porque era imposible que no volviera.

Poseído hasta la médula, su cuerpo gritando por llegar al clímax, se pasó las piernas de ella por la espalda.

- Mírame – dijo -Siénteme.

Y entonces se lanzó dentro de ella otra vez, sintió la tensión a su alrededor y pensó que había sido un idiota creyendo que podría ir despacio. No era posible. Cada embestida era más desesperada, cada retirada más breve, y ella lo acompañaba en la danza, le daba la bienvenida, se agarraba a él, lo volvía loco con las demandas de los latidos de su cuerpo.

Hasta que los latidos se convirtieron en una auténtica explosión y su cuerpo cayó sobre el colchón. Su mirada salvaje y desenfrenada hizo que él se sintiera tan satisfecho que sólo pudo seguirla en su violento incendio.

- Oops, perdón, olvide al bebe. No le he hecho daño? – Dijo preocupado

Samira estaba hecha un ovillo entre sus brazos, sus cuerpos encajados tras haber bajado juntos de la cima y le sonrió ante esta pregunta tan considerada.

- Los bebes no son de cristal - admitió dubitativa - Ha sido maravilloso. Gracias.

- Si, fue fantástico - reconoció él. Entonces porque a pesar de eso, sentía un vacío imposible de identificar?