Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.
Capítulo 17: Vulnerable.
–No creo que debas responder a las demandas de nadie.- Expresó la azabache.
-¿Y qué me dices de ti?-
Kagome bajó la cabeza sin verle la cara, luego soltó una risa. La brisa nocturna se incrementó.
Los jóvenes permanecieron sentados sobre las escalinatas, en silencio, por unos segundos.
-Estoy bien. En realidad no me tomo mucho tiempo para pensar en esas cosas.- Mintió.
-Haces bien. Miroku quiso presentarme a otras chicas, pero no creo que esa sea la solución.-
–Un clavo no saca otro clavo, eh?-
Eso tenlo por seguro, pensó el peliplata. Algo se removió en su interior. Pero mantuvo la calma, no podía permitirse destruir la bellísima actuación. Tenía que generar una buena impresión en ella.
-Creo que lo mejor será alejarme de las relaciones y tomarme un tiempo para mí mismo.- Dijo de forma tranquila. Luego se estiró sobre su espalda. –Voy a dormir. Tengo demasiadas cosas que hacer por la mañana.-
Ella asintió con la cabeza y lo observó mientras se ponía de pie. El muchacho le dio un saludo breve y se metió las manos en los bolsillos para emprender el regreso a su dormitorio. A los pocos segundos, se giró sobre sus talones.
-Kagome.- Le dijo de forma clara. –Me hubiese gustado no haberme equivocado… y hacer las cosas bien contigo.-
La azabache guardó silencio y él se retiró sin decir nada más.
La interpretación había sido magnífica. Pero tal vez, en algún lugar profundo de su conciencia, eso era lo que en verdad sentía.
El lugar estaba cargado de gente que iba y venía, poniendo el ojo en la pequeña muestra de visuales que se había montado, oyendo a la banda de turno que tocaba sobre el escenario o pidiendo más bebida para llenarse el estómago de alcohol.
Yuka, Ayumi y Kagome llegaron pasadas las diez, un poco después de lo previsto.
Las muchachas, recién llegadas a la ciudad tras el receso, localizaron una mesa y se asentaron allí de inmediato; sin dejar de echar un ojo a su alrededor. El establecimiento estaba más vibrante y decorado que nunca.
-Por qué no nos trajiste antes, Kag? Es fabuloso!-
Ella se encogió de hombros. Tal vez porque las salidas con sus amigas no siempre resultaban de lo mejor…
Dejó su abrigo sobre una de las sillas y se encaminó hacia la barra para encargarse de las bebidas. Allí, Sango recibía el apoyo del muchacho que la reemplazaba en sus días libres. El mismo chico que la había atendido cuando llegó con Koga.
Los dos se movían de forma ágil y complementaria, tomando pedidos e intercalándose a los clientes.
Luego de cubrir la mayoría de los encargos, la morena se tomó un descanso breve. Solo entonces se percató de la presencia de Kagome.
-Te ves acelerada, te ayudo con algo?- La oyó decir.
-Estoy exhausta, pero esto no deja de ser una celebración! No me puedo quejar.-
Su interlocutora frunció el ceño. En el mensaje que le había enviado, Sango no mencionó ningún "evento mayor".
-¿Y qué se celebra?-
-El bar cumple un año desde su inauguración.- Le dijo alcanzándole algunos vasos. Luego le hizo señas al otro muchacho y le entregó una jarra de cerveza, como si le hubiese leído la mente. –Me pareció que un festejo sería lo más adecuado por todo el trabajo que hemos puesto para llevar adelante este lugar.-
-No tenía idea...-
-Así es Bankotsu. Ni siquiera tenía intenciones de hacer algo como esto, y mucho menos reunir a tanta gente.. Pero yo sí. Es una forma de agradecerle.-
Kagome curvó los labios. La mirada que tenía Sango sobre su colega era siempre excepcional.
-Creo que me tomé demasiadas libertades. Tengo que volver a mi labor.- Le dijo apoyando ambas manos sobre la barra. -¡Te veo en un rato!-
Bankotsu asistió a sus compañeros con lo necesario, recorrió el lugar para asegurarse de que no faltase nada y se sentó en una de las mesas próximas al fondo. Habían hecho un trabajo increíble, cada rincón del establecimiento estaba lleno de vida.
A los pocos minutos, algunos conocidos se acercaron para platicar y beber algo. Su mente, sin embargo, se teletransportó a otro lugar. Sus ojos la buscaron entre la multitud, sin éxito.
De haberla llamado, la situación sería distinta. Pero no pudo. Desde aquel día sentía un nudo en el estómago y un manojo de sensaciones que no lo dejaban pensar con claridad.
-¿Qué crees que haya pasado con Koga?-
El tono de voz familiar lo hizo sobresaltarse. Le llevó unos minutos, pero lo reconoció.
-Debió haberlo rechazado. Ya sabes…-
A pocos metros de distancia, las dos jóvenes universitarias sacaban sus conclusiones sobre una mesa. El ojiazul las distinguió fugazmente y no pudo evitar aguzar el oído.
-Es verdad. Pero la última vez, en el aeropuerto...- La muchacha de cabello enrulado hizo una pausa. – Seguro que algo pasó entre esos dos.-
¿Aeropuerto?
-Hey, Bankotsu… te encuentras bien?- Soltó una de las personas a su lado.
El moreno asintió con la cabeza y se llevó un cigarrillo a los labios con algo de molestia.
Sango condujo a la azabache en medio del gentío, luego de que ésta se despidiese de sus amigas. Les tomó algunos minutos atravesar la marea, pero valió la pena.
El jardín trasero era un espacio reducido, pero agradable, con algunas plantas y lugares en donde sentarse. Era la primera vez que Kagome daba cuenta de su existencia. El bullicio era mucho menor allí.
-Aquí suelo tomar mis descansos. Es bastante intenso adentro.-
La azabache se apoyó sobre uno de los arreglos de madera y la vio con disimulo. No tenía ni una pizca de cansancio en el rostro. No podía entender cómo sobrellevaba tanto.
-Eres increíble.- Le dijo sin pensar.
Sango soltó una carcajada, abrió una lata de cerveza que traía consigo y le dio un buen trago.
-¿Qué ocurrió con la mudanza?- Preguntó al rato.
-No te pierdes de nada, verdad?- Dijo su interlocutora arqueando una ceja. –Aún no lo decidí. Además, él está actuando de forma extraña.-
La morena curvó los labios y se acomodó sobre su asiento.
-Bueno, está bien sincerarse. Todos tenemos que crecer en algún momento, ¿no?-
Kagome abrió la boca para expresar algo, pero se detuvo. No estaba segura de haber comprendido.
De todas formas, la conversación murió allí, cuando el viento trajo consigo al citado.
Sango le dio un vistazo rápido: Llevaba un mechero entre los dedos. En su rostro había una expresión neutral, imposible de catalogar. Parecía encontrarse en otro mundo.
Cuando llegó, colocó una mano sobre el hombro de Kagome y la otra en el bolsillo de su abrigo.
-¿Tienes un cigarrillo?- Le dijo de forma apacible. Ella no contestó.
-Hey, te hablo a ti.. La chica del aeropuerto.-
La azabache se volvió a verlo. -¿De qué estás hablando? ¿Te pasaste de alcohol?-
Bankotsu curvó los labios y le oprimió la mejilla con los dedos. –Eres tan encantadora.- Soltó. Luego, desapareció entre la multitud.
Sango rodó los ojos y se quedó conversando con ella sin darle importancia. Ambas disfrutaron del esplendor de la noche durante un tiempo más, pero tuvieron que detenerse cuando dos personas les llamaron la atención. La morena se puso de pie, suspiró y se encaminó hacia adentro. Ya conocía el procedimiento.
Cada tanto se cruzaba de brazos y refunfuñaba mientras intercambiaba algunas palabras con el otro barman. La azabache los veía desde el otro extremo de la barra.
-¿No podías dejar de servirle y ya?- Expresó la pelilarga con irritación. Luego se acercó hasta donde estaba su amiga.
-Lamento tener que pedirlo tan de repente, pero ¿Podrías llevarte a Bankotsu? Jun lo corrió de la barra, pero está algo insistente...- Le dijo. -Si sigue bebiendo se volverá un fastidio.-
-Pero, el bar…-
-No te preocupes. Haremos el cierre con Jun en una hora.-
Luego de algunas idas y venidas, Kagome metió al moreno en un taxi y se marchó. El clima en el bar se había relajado considerablemente, pero de todas formas le dijo a Sango que la llame de ser necesario.
El viaje fue silencioso y breve. Al bajar, se adentraron en el edificio y subieron hasta el piso indicado por el ascensor.
Bankotsu aguardó con la espalda recargada en la superficie metálica. Una ligera expresión de desconformidad revestía su rostro.
-¿Qué pasó en el aeropuerto?- Soltó sin más. Era el primer vocablo que emitía en todo el rato.
Ella frunció el ceño.
-¿De qué estás hablando?-
-Con Koga.-
El ascensor llegó al piso. La azabache salió del cubo metálico ¿Cómo demonios se había enterado de algo así?
Sacó las llaves, abrió la puerta y aguardó a que entrase con ella. Luego de unos minutos, preparó algunos paños húmedos y sirvió un vaso con agua para llevar a la habitación.
Bankotsu pasó por su lado, se quitó el abrigo y se echó sobre el colchón sin pronunciar sonido.
-¿Cómo te sientes?- Preguntó ella depositando las cosas en la mesilla de luz.
-Mi estado de ebriedad no es como el tuyo.- Le dijo deshaciéndose de su camiseta.- Nadie me tiene que estar juntando del piso.-
–Ja Ja, que gracioso.-
-Si fuese Koga seguro te reirías.-
Kagome rodó los ojos y dejó su chaqueta sobre una de las sillas.
-¿Por qué estás tan insistente con Koga?-
-Solo bromeaba. ¿No te gustan las bromas?-
-No.- Finalizó. –Si estabas tan lúcido, podrías haber venido hasta aquí tú solo.-
El pequeño haz de luz cálida del velador era la única fuente luminosa en todo el apartamento. El recinto había quedado sumido en la penumbra y el silencio.
En un momento determinado, el moreno se estiró y jaló de su falda para atraerla hacia él. Kagome colocó una rodilla sobre la cama para no perder el equilibrio. Desde allí, podía apreciarse el torso desnudo del muchacho a la perfección. Decidió hacer la vista a un lado.
Bankotsu se aproximó y posó una mano sobre su pierna.
-No puedo evitarlo.- Manifestó con simpleza.
Kagome sintió las ligeras caricias que descargó sobre su muslo, giró la cara y observó cómo se pegaba a ella.
El ojiazul utilizó su mano libre para escalar sobre su vestido y desabotonarlo poco a poco. La serenidad en sus actos era inexplicable. Parecía abstraído.
Acercó el rostro y, con suma delicadeza, le rozó las clavículas con los labios.
-Me irrita que alguien más te vea de esa forma.- Soltó sin más. Estaba cavando su propia tumba con cada palabra. – Y tú ni siquiera te das cuenta.-
La prenda se abrió. Él se encargó de desplegarla y dejarla a un lado.
-Celos.- La oyó decir. Bankotsu la miró a los ojos. -Así lo denominaría el común de la gente.- Tenía los labios curvados. Al parecer, le hacía gracia.
El ojiazul se aferró a sus muslos con ambas manos y la atrajo hacia él una vez más. Le besó el esternón y le descorrió los breteles del sostén para abrirse paso hacia el nacimiento de sus pechos.
-¿Te parece divertido?- Inquirió luego de desabrochar la molesta prenda.
-Un poco.- Le respondió. Cerró los ojos cuando sintió las caricias que le propinó en los senos. -Nunca te vi.. vulnerable.-
Bankotsu introdujo una mano dentro de sus bragas con la rapidez en la que lo incomodó aquel adjetivo. Quería deshacer lo dicho, pero no podía. Tenía que agradecerle a la desinhibición que le concedió el alcohol.
Sus dedos hicieron contacto con la intimidad femenina, convenientemente cálida, y se movieron para rozarla con lentitud.
La muchacha le rodeó el cuello con ambas manos y se estiró unos centímetros para darle lugar. Pronto sintió cómo sus músculos, ya estimulados, comenzaban a humedecerse.
-Koga solo es…-
El moreno introdujo dos dedos en su interior y ella no pudo terminar la frase.
-Deja de mencionarlo y concéntrate aquí.- Le dijo de forma abrupta. En verdad lo irritaba.
Kagome contuvo un gemido. Su espalda se arqueó ligeramente y su pecho quedó próximo a él, que estrujó uno de sus senos con la mano libre.
Bankotsu movió sus prolongaciones sintiendo cómo eran bañadas por los fluidos de la muchacha. Su interior trató de mantener la calma por un tiempo más.
Cuando sus dedos se cansaron, los retiró. La azabache se acomodó sobre la cremallera de su pantalón y comenzó a moverse con delicadeza, meciéndose de adelante hacia atrás.
El moreno unió sus labios con los de ella y le apretó los glúteos. Su miembro pedía a gritos expandirse. Sus lenguas se entrelazaron e intercambiaron respiraciones.
Cuando no pudo más, se apartó ligeramente y se desabrochó el cinturón, se levantó de la cama y se quitó los pantalones.
Kagome se acomodó sobre el colchón mientras él permanecía de pie y llevó la mano hacia su extremidad; hizo contacto con ella por encima de los bóxers. Estaba sumamente hinchada.
La sacó al exterior y la envolvió entre sus dedos para dar ligeros movimientos de ascenso y descenso.
Bankotsu gimió de forma reprimida y la apartó luego de unos segundos. La sostuvo de las caderas y la colocó de espaldas a él. Le descorrió las bragas con impaciencia y se aproximó sin reservas.
-¿Quién está vulnerable ahora?- Le susurró al oído.
Ella escondió el rostro y se removió cuando sintió que le rozaba la espalda.
El moreno ascendió lentamente y ubicó su miembro entre medio de los glúteos femeninos. Se acarició contra ellos concertando un vaivén lento.
No había razón para perder la calma. El infeliz de Koga prácticamente había admitido su derrota frente a él cuando fue al bar. No tenía de qué preocuparse.
Aun así, había algo en su interior que no le permitía estar seguro. ¿Por qué su mente se empecinaba en perjudicarlo?
¿Por qué reflexionaba sobre eso durante aquellos momentos?
-Al demonio con Koga.-
No estuvo seguro de haberlo dicho en voz alta o solo pensarlo. Kagome se volvió a verlo confirmando la primera opción.
Él oprimió sus caderas con ambas manos y se introdujo en ella. No le importó nada más.
El ritmo se fue acelerando a medida que su excitación avanzaba. Las estocadas fueron cada vez más intensas. La azabache estrujó las sábanas entre sus dedos y jadeó desesperada. Su rostro estaba bañado en placer.
Bankotsu se presionó contra ella y le besó el cuello con ímpetu. Se apartó por un breve lapso de tiempo, se acomodó y llevó una de sus manos hasta su glúteo derecho. Lo acarició y lo oprimió sin dejar de moverse en su interior. Luego, sus dedos se movieron, y uno de ellos se ubicó en la segunda cavidad libre de la muchacha. Lo introdujo sin pensárselo dos veces y la oyó soltar un gemido agudo.
Aquellos sonidos que se desprendieron de sus cuerdas vocales fueron como música para sus oídos.
Se soldó a su espalda y apreció el sudor que se había acumulado. La penetró con más fuerza. Su interior bullía frenético, no podía contenerse.
Kagome soltó un grito y le tiró del cabello al sentir una corriente eléctrica atravesarla por completo.
Él se detuvo cuando sintió que su cuerpo ya no podía resistirlo. Sus músculos se contrajeron y su interior se vació por completo.
Cayó rendido, como si se hubiese liberado de algún tipo de hechizo. Se arrimó a ella y le rodeó el cuerpo con los brazos. Cerró los ojos y se preguntó cuántas veces se repetiría aquel ciclo.
El ruido que emitían las teclas del ordenador al ser oprimidas era lo único que cortaba el silencio. La puerta estaba cerrada con llave, pero aun así se mantenía alerta.
La muchacha husmeó en la computadora portátil con rapidez y determinación. Abrió cada una de las carpetas, revisó los emails, buscó en las redes sociales y le echó un vistazo a la papelera de reciclaje. Le llevó un buen rato encontrar lo que estaba buscando.
Cuando lo hizo, descargó la información útil en su disco externo, borró cualquier rastro que dejara indicios de que estuvo allí y se esfumó con su premio en mano.
