El amor ambiental afecta mi creatividad, ando romantica así que les dejo esto por aqui, Disfrutenlo! :D
Disclaimer: Ni Bleach ni sus personajes me pertenecen, pertenecen a Tite Kubo. Yo solo los uso para satisfacer mi imaginación. Disfruten.
Capitulo 1
Desde el vino en su copa hasta las teclas de marfil de ese piano, todo le recordaba a ella.
Tocó un par de notas que no tenían otra intención que hacer un sonido que resonara en esa habitación, y tomó un sorbo de ese vino francés que lo transportaba a ese pasado lejano y vergonzoso. Ni siquiera le gustaba el vino francés, pero fue gracias a ella que lo probó por primera vez, aunque ella ni siquiera vio su expresión en ese momento.
Ese recuerdo lo torturaba, porque ella había insistido en beber esa copa con él y él se había negado a hacerlo. Había sido un tonto, tal vez todavía lo era.
Cada vez que pensaba en cómo había terminado así, tocando notas sueltas en el piano y bebiendo vino francés, sonreía porque la respuesta era obvia: su hermana.
A veces pensaba que su hermana era quien orquestaba todos los eventos importantes de su vida y luego se los presentaba de una manera que ni siquiera él sabía lo que estaba pasando.
Y tenía fuertes razones para pensar que su hermana dirigía su vida a como le placía.
Su hermana solía ponerlo en situaciones en las que él, en cierto modo, no se habría metido en absoluto. Tal vez era su castigo por juzgar siempre a las personas por su apariencia primero y no por lo que realmente son o por lo que realmente valen, pero lo habían criado de esa manera. Con el tiempo solía cambiar de opinión, pero esa primera impresión siempre perduraba en su memoria.
Su hermana era diferente.
Era más relajada cuando se trataba de temas sociales, muy abierta a las personas y se permitía conocerlas antes de juzgarlas, todo lo contrario a lo que él era.
Debió entender esa lección de vida la primera vez que la atravesó, cuando su hermana le presentó por primera vez al hombre que, en ese momento, la tenía en una isla tropical, llenándola de las atenciones dignas de una reina y con un futuro garantizado por varios millones.
Cuando Byakuya lo vio por primera vez, ese hombre parecía un chico inmaduro y grosero con un extraño cabello naranja, siempre con el ceño fruncido y esa expresión de matón que solo se relajaba cuando realmente se sentía cómodo, que era cuando Rukia sonreía solo para él. El tipo se presentó de manera informal, como si fueran iguales o como si fueran amigos de mucho tiempo, y eso lo molestó.
Byakuya era el líder del Clan Kuchiki, una de las familias más poderosas del país, y ese niño lo trataba con tanta familiaridad que si él no fuera un hombre civilizado, lo habría golpeado. No podía creer que su hermana se enamorara de un hombre así, tan común, tan inadecuado para ella… tan inferior.
Sin embargo, su hermana le dijo que era divertido estar con Ichigo y que lo conoció en un parque mientras comía un helado de menta.
Él no estaba de acuerdo con la amistad de su hermana con ese hombre, sabía que ella podía aspirar a más y mejores parejas que un simple joven que conoció en el parque por casualidad y que además era grosero e irrespetuoso.
Su impresión del chico siempre había sido la misma que cuando lo había visto por primera vez, y no había mejorado en el tiempo que su hermana había sido amiga de él. Byakuya seguía pensando que su hermana se merecía algo mejor.
— No juzgues un libro por su portada. — Fue algo que le dijo su hermana una tarde mientras ella jugaba con las teclas del piano donde él se encontraba en ese momento.
Byakuya tomó la botella de vino francés y suspiró, volvió a llenar su copa y bebió un poco de su contenido mientras se hundía en sus recuerdos.
Esa misma tarde, en ese pasado lejano, el pelinaranja llegó con su clásica expresión de matón con la intención de hablar con él. Rukia no estaba en casa, por lo que aquella visita fue tan inesperada como la actitud del chico al pedirle permiso para formalizar la relación con su hermana a nivel de noviazgo.
Byakuya estuvo tentado de negarle el permiso pero las palabras de su hermana resonaron en su mente en ese momento e internamente se dijo que le daría una oportunidad; no porque confiara en Ichigo, sino porque quería darle a su hermana la oportunidad de darse cuenta de con qué tipo de hombre estaba saliendo.
La respuesta que le dio a Ichigo fue tan simple como que consideraría esa petición después de conocer a sus padres, alegando que lo hacía por el honor de su hermana y por su posición social.
— Esto no solo será un compromiso con Rukia, será un compromiso entre familias. No tengo la intención de exponer a mi hermana a una aventura en la que podría salir perjudicada. — Aclaró Byakuya con toda la seriedad que había en él.
Y tan inesperada como fue la visita, también lo fue la respuesta. Ichigo solo asintió como si supiera de antemano lo que le propondrían para cortejar a Rukia.
— Entonces el fin de semana vendré con mi familia para que me des permiso para cortejar a Rukia como se merece.
En ese momento, Byakuya tuvo la impresión de que estaba hablando con un hombre de negocios y no con ese chico, pero después de esas palabras, Ichigo volvió a ser el irreverente que lo llamaba por su nombre sin ningún sufijo de respeto al despedirse.
Byakuya sonrió con amargura al recordar la escena de la cena y volvió a tocar las teclas del piano con los dedos tocando notas al azar como la tarde en que la conoció.
En la noche de la cena, Byakuya rogó ser tragado por la tierra misma hasta el núcleo y fundirse en ella para desaparecer de la existencia humana. Después de esa cena, se dijo a sí mismo que investigaría a cada persona irreverente que conociera.
Esa noche su hermana se veía hermosa.
La enorme mansión fue decorada de acuerdo a la ocasión. Puso expresamente lo mejor de lo mejor en términos de comida y servicio porque estaba decidido a mostrarle a ese niño la enorme distancia social entre él y su hermana.
Cuando se acercaba la hora de la cena, vio bajar a su hermana con un hermoso kimono blanco con toques de azul cielo simulando copos de nieve y una banda azul cielo con un lazo blanco en el medio. Por su parte, él lució un kimono masculino en tonos sobrios, resaltando el poder que representaba.
Su hermana le había dicho que quería que fuera una cena lo más tradicional posible, y eso significaba que todos los presentes llevarían kimono.
Exactamente a la hora acordada para la cena, se escuchó la llegada de un vehículo por los terrenos de la mansión y fue entonces cuando internamente comenzó a pedir desaparecer como pétalos de flor de cerezo en el viento; pero su expresión fría era una máscara que no dejaba lugar a sus deseos interiores y él enfrentó las consecuencias de sus propios actos.
Una lujosa limusina negra se estacionó en la entrada de la casa, un hombre se bajó y abrió la puerta para que salieran los ocupantes.
Las primeras en bajar fueron dos chicas de no más de quince años, una de ellas vestía un kimono rojo y negro que contrastaba con su expresión seria, y la otra uno rosa y verde que le daba un aire inocente; luego bajó una mujer fina y elegante que vestía un kimono en tonos violetas y rosas, junto a un hombre muy parecido a Ichigo.
Ichigo salió al último y Byakuya comenzó a preguntarse por qué no había notado antes el parecido entre Ichigo y el hombre que estaba radiante en esa reunión.
Esa noche fue más que obvio que le dio permiso a Ichigo para cortejar a su hermana porque él era el heredero de una familia tan importante como la suya.
Esa noche, Byakuya se enteró de que Ichigo acababa de regresar de sus estudios en Londres y el nombre que había usado para presentarse era el que había usado en ese lugar para evitar problemas y protegerse.
Byakuya no podía negar que se sentía engañado por su hermana, quien le sonreía dulcemente porque era más que obvio que ella sí sabía quién era él.
Sus dedos comenzaron a tocar una melodía lenta, la que su hermana solía tocar en las tardes de verano mientras su cabello era despeinado por la brisa que entraba por las puertas dobles abiertas.
La melodía cambió a una más rápida, sus dedos se movían magistralmente sobre las teclas porque la melodía estaba viva, alegre e intempestiva, como ella porque fue precisamente ella quien la inspiró. En ese momento el vino francés pasó a un segundo plano porque se sentía vivo escuchando esa melodía, internamente quería que ella se sintiera atraída hacia él por esa melodía que gritaba su nombre con cada nota.
Fue por su hermana que la conoció, aunque fuera indirectamente y su hermana no lo supiera, o tal vez ella sí lo sabía y él no se había dado cuenta.
Cuando Ichigo y Rukia le dieron la noticia de que se casarían, él no se negó pero pospuso la fecha para oficializar el compromiso por un mes exacto a partir de ese día. Planeó un viaje de dos semanas a Francia y no explicó por qué, solo se fue diciendo que cuando regresara, planearían la recepción para anunciar el compromiso.
La verdadera razón era que quería componer una pieza para su hermana como regalo de compromiso. Hacía años que no se sentaba frente a un piano y componía, todo por las múltiples obligaciones que tenía, pero la boda de su hermana era algo que merecía que él le regalara a ella algo que el dinero no podía comprar.
Llegó a un complejo vacacional ubicado junto a un viñedo. El lugar no era ostentoso en sí mismo, la belleza radicaba en las cabañas ubicadas estratégicamente a lo largo del borde del viñedo que permitía verlo desde todos las habitaciones.
En una de las tantas salas del lugar había una dedicada a las artes, y pintores, músicos y escritores acudían a ese lugar en busca de inspiración para sus creaciones. Esa fue la razón por la que terminó allí.
Por las mañanas, él se relajaba disfrutando de sus vacaciones y por las tardes se sentaba al piano local a crear esa melodía. Byakuya se alegró de que no hubiera tanta gente en ese momento, aun así había estado sentado frente al instrumento durante tres días y no podía lograr nada, solo notas musicales sueltas y nada coherentes que reflejaran algún sentimiento.
Eran solo notas frías y vacías.
Frustrado por no haber logrado nada, decidió tocar un poco de Mozart, un clásico, solo para relajarse. Mientras sus dedos vagaban sobre las teclas de ese piano, se quedó tan absorto en esa melodía que no se dio cuenta de que no estaba solo en esa habitación, así que cuando terminó de tocar y el sonido de los aplausos resonó en la sala, buscó el origen.
Había una mujer de cabello púrpura sentada en una silla con una copa de vino a medio terminar.
— Tocas con el alma. — Fue el cumplido que recibió de ella. Quizás fue el único cumplido que recibió de ella en todo el tiempo que iba a verlo.
Inmediatamente se levantó, recogió sus cosas y se dirigió a su cabaña.
A la tarde siguiente que llegó al lugar, lo esperaba la misma mujer pero esta vez con una botella de vino y dos copas. Inmediatamente volvió sobre sus pasos sin entender la razón de eso.
El recuerdo de verla con la botella de vino hizo que detuviera la melodía que estaba tocando y prestara atención a su copa, bebió dos sorbos y volvió al principio, como recordando con acciones las acciones que había realizado en esos tiempos, solo notas sueltas y sin vida.
— No está bien rechazar la invitación de una mujer, aunque no la conozcas. — Dijo divertida la tarde siguiente cuando él la vio entrar de nuevo en la habitación.
Ella había regresado al lugar con la botella de vino y las dos copas, pero lo único que recibió como respuesta de él fue una mirada fría. No entendía su propia forma de actuar, por lo general era un caballero pero no le gustaba esa mujer, tal vez por invadir su espacio creativo o tal vez por la clara invitación a socializar con ella cuando solo quería un poco de inspiración.
Se estaba comportando como un niño y lo sabía.
La mujer sirvió un poco de vino en ambas copas, tomó una y dejó la otra sobre la mesa como clara señal de que era para él, pero él simplemente la ignoró, centró toda su atención en el piano y comenzó a tocar pero no salió nada más allá de notas sin vida, sin emociones. La mujer comenzó a hablar de la vez que lo escuchó tocar a Mozart de una manera tan magistral que solo para volver a escucharlo había regresado al lugar.
Byakuya no respondió, pero un imperceptible tic en su ojo se había formado por la ira contenida y el deseo de callarla.
Durante los siguientes tres días fue lo mismo, ella se sentó esperándolo con la botella de vino y él se sentó al piano sin prestar atención a su invitado no deseado. Primero él tocaba el piano y ella permanecía en silencio, como si disfrutara de las notas sin sentido que él producía, pero al cabo de un rato empezaba a hablar, de cualquier cosa en sí, como si hacerlo hablar fuera un desafío.
En los días que ella había estado allí, él no le había hablado y lo único que ella recibió fueron notas musicales. Él ni siquiera probó el vino que ella le ofreció, así que tal vez ella estaba tan frustrada como él tratando de componer una pieza, solo que ella compensó esa frustración molestándolo al hablar.
Byakuya pensó que esa mujer era detestable, incluso había pensado en cancelar sus vacaciones para dejar de escucharla hablar tanto, su tono burlón lo exasperaba y era algo que no lo dejaba concentrarse en la misión autoimpuesta.
Todo lo que quería era callarla y huir de ella, pero fue suficiente para ignorarla; fue una guerra silenciosa que comenzó sin darse cuenta. Si él no podía conseguir lo que quería, ella tampoco podría conseguir lo que ella quería.
El sonido de un violín en ese lugar le llamó la atención una tarde, eran notas vivas, intempestivas e hipnóticas. Byakuya había querido salir del lugar para dejar que la persona siguiera tocando pero no pudo, entró a la habitación y allí la vio, esa misma mujer de cabello morado estaba parada en medio de la habitación con un violín tocando una melodía que él nunca había oído.
Byakuya simplemente se quedó de pie en la puerta mirándola tocar, notando que su copa de vino estaba servida en la mesa y la de ella estaba al lado del estuche del violín.
— ¿Por qué no aceptas la copa de vino que te ofrezco? — Preguntó ella mientras dejaba de tocar y enfocaba sus ojos en él, quien seguía parado en la puerta. Ella sí había notado su llegada.
— No me gusta el vino francés. — Al decir eso, Byakuya pudo ver que la expresión de la mujer se llenó de sorpresa.
Cuando la sorpresa en su rostro se calmó, volvió a poner el violín en su estuche, tomó la copa y se dirigió a la puerta donde estaba él. Byakuya la dejó pasar y eso fue lo más cerca que estuvo de ella.
Él también abandonó el lugar.
Byakuya sonrió mientras negaba con la cabeza.
En ese momento, su comportamiento en ese entonces era hilarante porque se había comportado como el niño que había dejado de ser hace muchos años. Ya no volvió a llenar la copa de vino y solo se dedicó a dar ligeros pases en las teclas, tratando de recordar una melodía que creía haber olvidado.
A la tarde siguiente, cuando llegó al salón, notó que el lugar estaba vacío. Ella no había llegado y él se sentía extraño, como si en el fondo hubiera esperado que ella llegara aunque fuera para molestarlo.
Cuando enfocó su mirada en el lugar donde ella solía sentarse, vio una botella de vino y una copa, junto a ellas una pequeña nota escrita con fina caligrafía: "Este vino no es como los demás, pruébalo y luego di si te gusta o no."
Eran palabras tan parecidas a las que le había dicho su hermana tiempo atrás y a la vez una despedida porque era un hecho que la mujer no iba a llegar. Se había ido y esa era su manera de decir "adiós".
Byakuya descorchó la botella y degustó el aroma del vino, vertió un poco en una copa y dejó que el sabor del vino llenara sus sentidos. La madera, las uvas y la sensación que perduraba después de beberlo era la combinación más agradable que había sentido en mucho tiempo.
Se sirvió otra copa, tomó el posavasos que allí había y se sentó al piano, y por primera vez en diez días de estancia en el lugar empezó a tocar algo más que notas sueltas.
La melodía que empezó a sonar por sí sola era intempestiva, como aquella mujer escandalosa a la que se había acostumbrado sin darse cuenta, en algunas notas era seria, como lo había sido él, y en otras, suave, como el vino que acababa de probar.
Byakuya sonrió cuando terminó de tocar esa melodía porque sabía que no lo haría en presencia de su hermana, aunque era hermosa en sí misma, la melodía no era para su hermana, era para esa mujer de cabello morado; por esa extraña a la que no le pudo preguntar su nombre porque se comportaba como un niño.
Byakuya se alejó del piano y se recostó en uno de los sillones que había en esa habitación, ya no tenía ganas de tocar, solo quería seguir recordando en silencio.
Pensó que nunca volvería a ver a la mujer escandalosa y ese pensamiento fue una mezcla de ira y calma. Una parte de él deseaba volver a verla y otra parte deseaba no tropezarse con ella nunca más, pero sucedió que la encontró en el lugar menos esperado, en la recepción de compromiso de su hermana en la mansión Shiba.
Allí estaba ella, la mujer de cabello morado, sosteniendo del brazo a un tipo rubio que sonreía, en su opinión, de una manera exasperante, pero ella, a sus ojos, se veía hermosa.
Byakuya no entendía la razón de ese pensamiento ni los celos de verla del brazo de ese hombre, y se repetía a sí mismo que no la conocía y que no sabía quién era porque era verdad. No sabía quién era ella y una parte de su cerebro se maldecía por la ignorancia y la impotencia de no poder ir a separarla de ese hombre con alguna excusa.
Y nuevamente, su hermana dio una muestra de manejar su vida a su antojo y sin contemplaciones al momento de presentarlos formalmente. Si la primera vez que recibió el golpe de vida había querido desaparecer, esta vez pidió que le pegaran un tiro en la cabeza.
— Nii-sama, ella es Shihoin Yoruichi. — Rukia los presentó con una sonrisa inocente de la que nadie desconfiaría, pero algo en su mente le decía que su hermana había movido los hilos para ese encuentro. — Ella acaba de regresar de Francia por trabajo y este es Urahara Kisuke, su primo.
Eso terminó de confirmarle a Byakuya que su hermana estaba al mando de su vida y él no era tomado en cuenta, pero mentalmente estaba agradecido por la información extra.
— Encantado de conocerte. Kuchiki Byakuya, a su servicio. — Sostuvo la mano de Yoruichi con delicadeza y sintió que su piel era tan suave como el algodón. Se suponía que no debía tocarla, pero no iba a desperdiciar esa oportunidad.
Luego se presentó al tipo rubio al que quería golpear solo para sacarlo del camino y recuperar la atención de Yoruichi.
— Mi placer. — Habló ella cortésmente, ocultando ese vendaval que él había conocido en aquellos días pasados, cuando ambos eran extraños inmersos en una guerra. — Kisuke, vamos a tomar un poco de vino, sabes que me gusta el francés. — Exigió su compañero mientras se despedía del Kuchiki con una sonrisa encantadora pero con una mirada aguda, señal inequívoca de que ella tampoco lo había olvidado.
El Kuchiki sonrió triunfante.
Se levantó del sofá donde estaba acostado y miró su reloj, fue a su habitación y entró al baño para llenar la tina, se desnudó y se metió en el agua tibia.
Después de ese encuentro casual, o no tanto, ella visitaba la casa Kuchiki muy a menudo acompañando a su hermana y a las hermanas de Ichigo. Su hermana le había dicho que Yoruichi la iba a ayudar con los preparativos de la boda ya que por alguna extraña circunstancia, utilizarían un salón que estaba a su nombre y ella era la mejor para encargarse de esos asuntos.
Byakuya, por un lado, pensó que su hermana era demasiado inteligente y por otro, pensó que la unión sorpresiva de dos de las familias más importantes del país era una clara desventaja para la tercera y por eso Yoruichi estaba allí.
Aun así, tras aquella revelación de su hermana sobre la presencia constante de Yoruichi en la casa Kuchiki, mandó a buscar unas botellas del vino francés que ella le había hecho probar cuando estaban en ese lugar.
— Señorita Shihoin. — La llamó el mayordomo de la casa mientras le entregaba una copa con un poco de vino. Ella simplemente aceptó la copa, como si supiera quién la había enviado, y sonrió mientras la probaba antes de continuar con sus asuntos con la novia.
Byakuya sintió la urgente necesidad de tocar el piano cuando ella estaba allí, quería que escuchara la melodía que ella misma había inspirado sin siquiera saberlo, pero se resistía a hacerlo. Él no lo haría. Primero tenía que aclarar su imagen frente a ella.
Y una mañana, cuando Byakuya estaba mirando los peces en el estanque y considerando si ir o no a la oficina ese día, escuchó nuevamente la voz de ella.
— ¿Tocarás para mí esta vez? — La voz detrás de él lo sorprendió e inmediatamente volteó a verla escondiendo todo rastro de esa emoción, asintió y se dirigió hacia la casa.
Byakuya sabía que Rukia no estaba en casa, al igual que la vez que Ichigo vino a pedirle permiso para cortejarla, y ni siquiera se preocupó por eso. Su hermana se estaba saliendo con la suya, pero él estaba feliz por eso. Llamó a uno de los sirvientes y le pidió que colocara una mesa y una silla en la habitación donde se encontraba el piano, dos copas y una botella de vino.
Se volvió a repetir la rutina que habían usado durante esos días de guerra, ella descorchó la botella y sirvió los dos vasos, lo que cambió esta vez fue que él tomó el suyo junto con el posavasos y lo colocó sobre el piano, se sentó y comenzó a tocar notas sin sentido durante aproximadamente un minuto, recordando cómo se habían conocido.
Ella sonrió ante el acto, estaba a punto de empezar a hablar como siempre lo hacía pero el sonido de la melodía la detuvo, haciendo que ella centrara su atención en el hombre sentado al piano.
Era como esa vez, estaba abstraído del mundo, totalmente concentrado en esa melodía que se sabía de memoria, disfrutándola porque la causa de ella estaba ahí y porque había cumplido su deseo de tocarla para la mujer que la había inspirado.
Salió de su casa perfectamente arreglado y se subió al vehículo que lo llevaría a su cita esa noche. Estaba demasiado tranquilo para lo que iba a hacer pero se sentía seguro, tan seguro como que su nombre era Kuchiki Byakuya.
Llegó al lugar a la hora indicada, una cabaña muy elegante ubicada a la orilla de un lago, en el medio había un piano y al lado una mesa donde reposaba una botella de vino francés y dos copas.
Su invitada no había llegado, así que tomó la caja de terciopelo negro y la abrió, sacando un delicado anillo de diamantes que dejó caer en el fondo de la copa, descorchó el vino y lo vertió en ambas copas, tomó la suya junto con el posavasos y la colocó sobre el piano. La copa para su invitada permaneció sobre la mesa junto con una delicada vela, dándole al lugar un ambiente romántico.
Yoruichi llegó puntualmente a la hora que él le había indicado.
Él la esperaba en la entrada del lugar y la acompañó hasta que tomó asiento. Ella sonrió ante la escena, recordándole que la primera vez fue y se sentó en el lugar solo por curiosidad, que la segunda vez fue ella quien le pidió que tocara para ella, pero esta tercera vez él le pidió que lo escuchara tocar.
Byakuya ocupó su puesto al piano, tomó un sorbo de su bebida y comenzó a tocar una nueva melodía, muy suave al principio pero cobrando vida en los puntos necesarios, como si contara una historia con las notas.
Yoruichi estaba bebiendo de su vaso mientras lo miraba tocar esa extraña pero cálida melodía, cuando sintió que algo metálico tocaba sus labios. Curiosa, tomó lo que había en el fondo de su vaso y la melodía se detuvo.
— ¿Aceptas o te sirvo otra copa de vino?
Byakuya se había acercado a ella y estaba extendiendo su mano para tomar el anillo y colocarlo él mismo.
El rubor en las mejillas de Yoruichi apenas se notaba en la penumbra, pero le entregó el anillo y le tendió la mano para que se lo pusiera.
— Yo también quiero otra copa de vino.
