Capítulo 65

Abril 15, 11 pm

En algún lugar de la Selva Amazónica Peruana

Liz estaba aturdida y con las manos heladas aun metida en su sleeping bag. En Nueva York ella era la mejor en todo lo que hacía. Recibía reconocimientos, premios, alabanzas de su padre y su novia, incluso de su tío Budd, pero aquí en la selva había demostrado ser una completa inútil al intentar tratar con Shaka.

Su última gracia, había hecho que el blanco y perfecto trasero de Shaka se hubiera cubierto de rasguños y en algunos casos sangrara y cuando él le comenzó a gritar, en lugar de defenderse y explicarle sus motivos, lo único que hizo fue llorar y correr a su tienda. Estaba decepcionada de ella misma.

Tomando el chocolate que no había podido darle, tomo su impermeable que se había quitado cuando había entrado, y se dirigió a la tienda donde sabía que estaba Shaka.

Estaba con el cierre arriba. Lo bajo a la altura de sus ojos y vio que estaba acostado boca abajo, seguramente habría aplicado algún antiséptico y sus lindas pompitas de bebe se dolían.

Bajo el cierre y se metió, quitándose el impermeable en la entrada para no mojar una tienda ajena. Shaka no se movió. Parecía estar profundamente dormido a ojos de Liz. Aun con las manos y pies congeladas fue a sentarse a espaldas de él. Tomándose las rodillas con las manos.

- Shaka, posiblemente no me escuchas porque estas dormido y eso me conviene. Solo espero que no hagas como yo cuando mi papa lo hace cuando me enojo con él y yo finjo que estoy dormida para no tener que responderle. Te traje uno de mis chocolates favoritos para hacer las paces contigo – Dijo poniéndoselo cerca de su mano.

Solo se escuchó la respiración acompasada de Shaka y el caer de la lluvia.

- Solo quería decirte que lamento ser tan tonta y pegajosa y toda una molestia para ti. No se portarme de otra manera. Hace rato solo intentaba que no te siguieras mojando porque no soportaría verte enfermo. Tío Budd dijo que eras muy fuerte, pero no sé si se refería a que eres muy fuerte espiritualmente o físicamente, porque aceptémoslo, eres más bonito y más finito que yo… Y no creas que son celos. En verdad me gustas así, pero sigues siendo humano y puedes enfermarte como todos nosotros. Imagínate si no me soportas unos cuantos minutos al día, si la tengo que hacer de enfermera, te morirás con tal de no disfrutar de mi adorable presencia Jajaja.

El frio y la humedad comenzó a calarle hasta los huesos y empezó a frotarse las manos y los pies.

- Me es más fácil disculparme contigo así. Eres bastante intimidante cuando te enfadas… bueno eres intimidante a toda hora con ese aire de superioridad que odio en cualquiera menos en ti. Creo que si no fueras así… Bueno en realidad no te veo en ningún otro papel. Podría decir que quisiera que fueras menos estricto o menos voluble o menos… delicadito, pero no puedo imaginarme que no seas así. Seria antinatural… Me pregunto si de verdad no tendrás novia? Cualquiera mataría por siquiera robarte un beso. Yo lo haría, pero nunca he dado uno y no voy a dártelo aquí en medio de la nada jijiji aunque ganas no me faltan. Me das mucha curiosidad también, pero si mi Tío Budd se entera que lo hice, no volverá a ayudarme en mis escapadas.

Se puso las manos bajo las piernas tratando de calentarse e incluso metió los pies bajo la cobija que ocupaba Shaka, con cuidado para no despertarlo.

- Jeje, es que no te he contado que esta es mi primera escapada sola. Aprovechamos que mi papa fue a Europa para planearlo y como tú le dijiste que necesitabas hacer no sé qué cosa hace unos meses, hizo que coincidieran los viajes. No es fantástico? es la primera vez que salgo sin nadie que me cuide y no creo que sea tan mala cuidándome sola. Quiero demostrarle a mi padre que ya no soy una niña chiquita y que quiero vivir mi vida. Un poco drástica? Tal vez, pero si alguna vez llegas a conocer a mi padre, sabrás que no miento.

- Diantres estas muy calientito y yo tengo mucho frio… te molestaras si me meto contigo un ratito a las cobijas en lo que me caliento? No creo que seas tan malo como para decirme que no. Prometo no abusar de ti jijiji

Se deslizo suavemente hacia abajo en el espacio justo para que su pecho quedara en la espalda de Shaka y sintió que algo cálido comenzaba a rodearla. Tal vez no había podido sacar a Shaka de su sueño profundo, pero sus palabras si encendieron su cosmos, quien la acogió para calentarla.

Abril 16, 5.15 am

Hotel Imperial, Habitación de Shura

Zaragoza, España.

- Alérgica al mar? Nunca había escuchado eso – Dijo Shura entrando al baño a lavarse los dientes peinarse etc.

Seguía medio dormido, pero su gran sentido de caballerosidad no dejaba que Zita se rascara con sus propias uñitas como tal vez debiera hacer.

- Pues, en realidad… es una condición extraña Shura. He visitado varios médicos y nadie me puede decir cómo evitarlo, así que se inventaron esa tontería para hacerme a un lado, aunque los antihistamínicos no me funcionan.

- Que es lo que dices que te sucede cuando estas a menos de 1000 metros?

- Comienzan a fallarme las piernas. No sostienen mi cuerpo. Comienza a faltarme la respiración como si fuera asmática…

- Suena como un ataque de ansiedad…

- Sí. También lo creía mi sicólogo, hasta que hizo varios experimentos conmigo. Se dio cuenta que mi cuerpo podía diferencia agua marina de agua dulce, arena de rio y arena de playa… con unos reacciona con otros no. La última vez fue en una excursión escolar. La maestra no estaba al tanto del problema y nos llevó al acuario y tuve que ser llevada al hospital.

- Oh vaya…

- Como sea… no es para que te preocupes. Se en que momento estamos suficientemente cerca. Mis abuelos están al tanto así que acamparon en las afueras como cada año. – dijo Zita tratando de restarle importancia – Sera que me puedes ayudar? Todavía hay que ir al depósito de la aseguradora por el remolque. Ya llame y me dejaran sacarlo.

- Ya tienes todo planeado no? – dijo Shura con su voz cínica.

- Sí. Se podría decir que sí.

Zita le sonrió y le dio a Shura un beso en la mejilla, haciendo que se le olvidara todo lo demás.

Abril 16 7.45 am

En algún lugar de la selva baja peruana

Shaka despertó y sintió un cuerpo suave a su lado abrazándolo por la espalda. Se dio cuenta que a pesar de todo, no había dejado de llover. Se levantó suavemente y se sentó, dándose cuenta que la persona que estaba ahí junto a él era Liz.

Por un momento se puso a pensar en qué momento había invitado a la chica a su cama y si… oh cielos! Se tanteo toda su ropa y suspiro aliviado al ver que ambos tenían toda la ropa puesta, por lo que no pudo haber pasado nada. Estaba seguro de que siendo ahijada de Buda, este literalmente lo mataría.

Shaka estaba consciente que la había tratado muy mal la tarde anterior cuando le grito, pero para él había sido sorprendente que una niña tan pequeña, hubiera podido arrastrarlo lo suficiente como para rasparle todo su hermoso trasero que tuvo que lavar y tratar con desinfectante antes de acostarse boca abajo para meditar y accionar su healing. Ahora ya estaba bien, y tampoco estaba enojado con ella. Y viéndola de cerca y dormida, le recordaba a una niña pequeña y traviesa con las que no sabía cómo lidiar.

Pero… Y si el destino en lugar de darle un varón le daba una mujer? Estaría preparado para ello? Le quito algunos mechones que le habían caído en su cara y Liz suspiro sin despertar. Se sentó para intentar meditar un poco ahora que sabía que ella estaba dormida y se estaba poniendo en posición de loto cuando se encontró con un chocolate junto a él. Shaka sonrió. Si ese era un presente de reconciliación, Liz podía hacerlo enojar cuantas veces quisiera, pensó mientras abría y disfrutaba de el antes de regresar a su idea original: Hacer un desplazamiento para encontrar la bendita Paititi antes que la selva acabara con él.

Abril 16 5.45 pm

Valencia, España

Shura llego exhausto junto con Omar y los demás varones de la tribu.

Nunca imagino que el simple hecho de que ya todos lo reconocieran como el esposo de Zita y que estaban cortos de personas debido al accidente de Mario lo obligarían a quedarse tanto para correr en una de las carreras que gano por apenas unas milésimas de segundos (tomando en cuenta que en el santuario no se maneja ya era todo un suceso), como para ayudar con las negociaciones de los autos.

A decir verdad, cuando fueron por el remolque Shura había pedido a Zita ver los autos y se llevó una sorpresa al ver varios un Nissan Skyline GT-R R34 color amarillo, un Toyota Supra 2JZ Biturbo azul rey, un Mitsubishi Eclipse RS 420 color rojo brillante, un Mazda RX-7 Veilside negro con naranja y un Honda Civic EJ1 Turbo. Todos y cada uno de ellos arreglados tanto en carrocería como en motor listo para carreras callejeras.

- Tienen algunos de los más hermosos autos que he visto en mi vida aquí – dijo Shura a Zita cuando se subieron al remolque, que más bien era un tipo madrina - Es realmente impresionante. Como logran tenerlos listos a tiempo? Como es que siendo una tribu de gitanos saben tan buena mecánica? - Shura sintió deseos de patearse a sí mismo en cuanto pronunció aquellas palabras.

- Comenzó con el auto que mi padre le regalo a mi madre – dijo Zita sin ninguna emoción – Cuando ella murió, le di permiso a Omar de venderlo. Con lo que obtuvimos por él, a Mario le surgió la idea de comprar dos, arreglarlos y venderlos. Algunos de los hombres ya habían trabajado en talleres mecánicos. Otros lo hacen temporalmente en las mañanas en las ciudades donde presentamos nuestro show. A lo largo de los años hemos perfeccionado la técnica. Te gustan?

Shura no sabía si creerle o no. Aquellos eran autos muy buenos. Conocía pocos hombres dispuestos a regalar siquiera uno de ellos.

- ¿Quién se encarga de arreglarlos?

- Todos los varones. Para que haya un control, Omar lleva las cuentas como patriarca de la tribu, de todos los insumos. Así él sabe en cuanto han salido las reparaciones, cuantas horas ha llevado su reparación y cuanto podremos sacar por ellos. Cada año hacemos por lo menos 3. Lo de dos carros se reparte entre todos y lo de auto más caro, se reinvierte.

- Pero aquí veo que hay algunas cosas especializadas como el nitro o los inyectores especiales…

- Sí. A veces, cuando es estrictamente necesario, pedimos ayuda de los Payos. Mi gente les paga con tiempo hombre. La gente ya nos conoce. Venimos haciendo esto desde hace 10 años Shura.

Shura se abstuvo de hacer comentarios, dejo a Zita en el campamento junto a su abuela, y le dieron instrucciones precisas de cómo llegar al evento, lo cual hizo apenas cinco minutos antes del cierre de convocatoria.

- Hola! – dijo Zita llegando junto a el - Échate una siesta mientras ayudo a Rosa a preparar la cena -dijo llevándolo a su propio remolque -Espero que tengas hambre.

- Podría comer -dijo Shura, sorprendido al sentir de verdad hambre por primera vez en mucho tiempo. Se quedó pensativo después de que Zita saliera.

Zita revolvió el estofado en la estufa del remolque común, mientras Rosa se afanaba con la carne. La joven se sorprendió cuando su abuela dijo:

- Parece que tu marido ya está en forma para compartir la cama contigo - Zita la miró con asombro.

- Shura no quiere una esposa, abuela. No considera válido nuestro matrimonio.

- Debiste haberlo pensado antes de casarte con él.

- ¿Crees que fue un error escoger a Shura como esposo, abuela?

- No me corresponde a mí decirlo -Rosa eludió la respuesta -A veces el destino trabaja de maneras que no comprendemos. No percibo maldad en Shura -continuó - Pero es un hombre atormentado. La palma de su mano revela una historia de secretos y contradicciones.

A Zita no le sorprendió en absoluto que Rosa le hubiera leído la palma a Shura en algún momento mientras este estaba en el hospital.

- ¿Qué más viste?

- Peligro -murmuró la anciana -Temo por ti, Zita. Tu vida está ahora unida a la de Shura, tanto si a él le gusta como si no. Se marchará, sí, pero volveréis a encontraros y te verás atrapada en las intrigas de personas muy cercanas a ustedes. Te digo todo esto para advertirte.

- Hay otra mujer abuela?

- No vi su corazón latiendo por otra cosa que no sea lealtad y arrepentimiento. – dijo – En ese aspecto, no tienes nada de qué preocuparte

Zita supo desde el principio que su matrimonio no significaba nada para Shura. Por desgracia, no podía evitar los sentimientos que habían echado raíces en su corazón. La intuición le decía que Shura era alguien especial. Su manera de hablar y sus modales así como su poder de recuperación y su fuerza eran demasiado refinados para un hombre común. A pesar del hecho de que probablemente nunca sabría mucho de él, le resultaba imposible ignorar los tiernos sentimientos que tenía por Shura.

- No le pediré a Shura que me prometa nada -aseguró Zita con más convicción de la que sentía - Es inevitable que nos separemos. - Los marrones ojos de Rosa se volvieron pensativos y su voz se convirtió en un susurro ronco.

- Shura y tú volveréis a encontraros en circunstancias diferentes. Él no es lo que parece. Es un hombre con muchas facetas misteriosas.

- Yo ya había llegado a esa conclusión, abuela. Shura se niega a decirme nada de quien en o a que se dedica. Si volvemos a encontrarnos, estoy segura de que no me saludará. Ahora voy a llevarle la cena.

- Espera, Zita. Respecto a lo de dormir juntos...- Zita abrió la boca y volvió a cerrarla sin pronunciar una palabra. ¿Qué esperaba Rosa de ella? -Eres una mujer casada.

- ¡Abuela! Shura no lo acepta.

- Te has declarado delante de testigos, pequeña. Shura y tú son marido y mujer. Lo que hagas al respecto es cosa tuya. La intimidad es algo privado. Pero Shura es ahora uno de los nuestros. Nuestra tribu lo aceptara aunque sea un Payo, pero sólo si te conviertes en la esposa de Shura a sus ojos. Están pidiendo una fiesta para celebrar su matrimonio.

- Pero abuela, ¿eso es prudente?

- Así somos los romaníes.

- Muy bien, abuela. Cumpliré tus deseos si con eso siempre y cuando Shura esté de acuerdo

- Confía en mí, pequeña. Lo hará.

Shura trató de echar una cabezadita, pero su mente continuaba deslizándose una y otra vez hacia la música que escuchaba afuera. Él era un caballero de Athena. Había aceptado su misión de encontrar a una mujer pura para engendrar al sucesor de la armadura de Capricornio. Era más que obvio que Zita no era la indicada para eso. Le estaban empezando a pesar los ojos finalmente cuando escuchó un movimiento dentro del remolque. Presintió la presencia de Zita antes de verla. Abrió los ojos de golpe.

- Estás despierto -dijo ella -¿Tienes apetito?

- Estoy hambriento -reconoció Shura mientras se sentaba al borde de la cama -Huele muy bien. ¿Vas a comer conmigo?

- Normalmente almuerzo fuera con los demás, pero puedo colocar un banco al lado de la cama si lo deseas para que no te muevas al comedor. He traído suficiente para dos.

- Me gustaría -aseguró él - Me uniré a ustedes algún otro día. Hoy ciertamente quiero descansar.

Zita acercó un banco a la cama y dispuso la comida. Luego colocó una silla al lado de Shura. Comieron en medio de un silencio únicamente interrumpido por algún comentario ocasional respecto a la comida. Cuando terminaron, Zita llevó los platos sucios a su cocineta y los lavo.

- Pareces agotado. ¿Te has echado una siesta?

- No, pero estoy seguro de que ahora podría dormirme.

- Me iré y así podrás prepararte para meterte en la cama.

Shura permaneció pensativo mientras se preparaba para ir a la cama. Se preguntó vagamente dónde iría a dormir Zita, agradecido porque no se hubiera tomado aquel falso matrimonio en serio. Compartir la misma cama no era una buena idea. Zeus sabía que Zita era una mujer femenina y excitante, y que él no era ningún eunuco. Podía olvidarse de que era un caballero si tenía el cálido cuerpo de Zita acurrucado junto a él.

Shura se quitó la ropa y se bañó a conciencia utilizando el agua de la regadera, la toalla y un paño para secarse que le había traído Zita. Luego se metió en la cama en bóxer y camisa y se durmió al instante. Algo más tarde se despertó sobresaltado al sentir algo cálido y suave acurrucándose contra él. El dulce aroma a piel de mujer le provocó una erección instantánea. Zita. Shura apenas se atrevió a moverse mientras ella se disponía a dormir. ¿Qué significaba aquello? ¿Esperaba Zita que le hiciera el amor? Él estaba más que dispuesto. Cuando escuchó la acompasada cadencia de su respiración se sintió decepcionado y al mismo tiempo aliviado en cierto modo. Pero el súbito deseo de tocarla iba más allá de su precaria resistencia. Se colocó cuidadosamente de lado y deslizó el brazo por su fina cintura. Luego le cubrió un seno con la palma de la mano.

Una pequeña voz interior le susurró que Zita estaba exactamente donde él quería que estuviera, y aquella reconfortante certeza lo fue deslizando hacia el sueño.

Shura se despertó varias horas más tarde aun en la madrugada y se dio cuenta que no se había movido en toda la noche. Tras pensarlo largo rato, Shura llegó a la conclusión de que no había motivo para contenerse si tanto Zita como él lo estaban deseando. Se suponía que los esposos debían consumar su matrimonio, aunque Zita fuera el único miembro de aquella pareja que se creyera su papel. Si fuera virgen, ni se le pasaría por la cabeza la idea de acostarse con ella, pero el recuerdo de aquella danza sensual y estimulante que había visto bailar con Mario dejaba claro que no lo era.

Zita abrió los ojos al sentir la mirada de Shura y se quedó mirando sus decididas facciones y supo al instante que no tendría la fuerza de voluntad para detener lo que leía en sus ojos. Su bello rostro era la prueba del hombre peligroso que se escondía en su interior. Era muy consciente del misterio que lo rodeaba y del riesgo que suponía amarle. No era un hombre común. Era inteligente, enigmático y estaba poseído por un desconcertante grado de secretismo. Tendría que estar loca para enamorarse de un hombre cuyo nombre ni siquiera conocía. La mano de Shura comenzó a acariciar tiernamente su mejilla.

De pronto Shura se levantó de la cama para dar dos o tres vueltas al remolque de manera inquita, pensando, dedicándole una mirada extraña mientras le escudriñaba el rostro. Se quedó de pronto muy quieto y le pregunto:

- Zita… Soy tu único esposo, ¿verdad?

Zita se sentó en la orilla de la cama abriendo grandes los ojos ante la pregunta

- Nunca antes he estado casada.

Percibió su alivio y se preguntó la razón. Shura iba a marcharse de todas formas, así qué, ¿por qué preocuparse de si tenía otro marido? Ella le gustaba, pero nunca pasaría de allí.

Los pensamientos se le borraron cuando los brazos de Shura la llamaron y ella se levantó para seguirlo. Los brazos de su esposo se estrecharon alrededor de su cuerpo y su boca se posó con dureza sobre la suya. Zita abrió los ojos de golpe ante la sobrecogedora sensación de su lengua adentrándose en su boca. Estaba perdida. Completa y absolutamente perdida. Se puso de puntillas, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó a su vez con la boca y también con todo su cuerpo y toda su alma. El gemido que exhaló Shura resultó grave y gutural, sus labios se mostraban exigentes y posesivos mientras sus manos se movían con decisión sobre sus curvas. Zita se revolvió inquieta, quería más, quería sentirlo más cerca. Los senos se le apretaban contra el pecho de Shura, y ella se le agarró de los hombros.

-Quítate la ropa -gruñó él mientras le apartaba la revuelta melena con las manos para poder soltar los tirantes que le sujetaban la blusa de la pijama que ella traía.

Zita encogió los hombros y la prenda cayó hasta su cintura. No llevaba nada más debajo. Escuchó cómo Shura murmuraba algo entre dientes antes de inclinar la cabeza para reclamar la oscura corona de su pezón. Zita contuvo el aliento y se arqueó contra su boca. Sus dedos se clavaron con desesperación en los oscuros mechones del cabello de Shura y su cuerpo se balanceó con las dulces y embriagadoras sensaciones que la estaban poseyendo; oscuras y arrebatadoras olas la inundaban cada vez que él le deslizaba la lengua por el pezón. Zita comenzó a estremecerse, asombrada ante el tórrido arrebato de exquisito placer que le arañaba profundamente el vientre y entre las piernas. Quería más; un intenso deseo le hacía temblar las rodillas. Shura debió percibir su desesperación, porque la cogió en brazos y la volvió a colocar sobre la cama en medio de un revuelo de sabanas.

- Esto habrá que quitarlo -murmuró él agarrando toda la tela del short de Zita y tirando de ella hacia abajo.

La prenda se le deslizo por las caderas y los muslos antes de que Shura las arrojara al suelo. Luego se dejó caer a su lado y se inclinó sobre su vientre. La respiración de Shura la abrasaba mientras le hundía la lengua en el ombligo. Todas las terminaciones nerviosas de Zita gritaban por conseguir algo, pero ella no sabía de qué se trataba. La respiración se le volvió entrecortada cuando Shura le abrió las piernas y deslizó los dedos en la húmeda grieta que tenía entre los muslos. Sintió la apasionada y penetrante mirada de Shura clavada en ella y lo miró a los ojos, esperando sin aliento, no, ansiosa, a que hiciera el siguiente movimiento. El movimiento de sus dedos moviéndose hacia delante y hacia atrás sobre su piel antes de hundirse profundamente en su interior, resultaba devastador. Zita no pudo contener un grito sobresaltado cuando la boca de Shura sustituyó a sus dedos. Se estremeció y se arqueó contra él, agarrándole el cabello con las manos.

- ¡Shura! ¡No! -seguro que una intimidad semejante debía tratarse de una perversión.

Shura le sonrió.

- ¿Ninguno de tus amantes anteriores te ha hecho esto?

No esperó respuesta. Hundió el rostro entre sus piernas y se sació de su tierna piel, lamiéndola ferozmente con la lengua como si fuera una exquisitez exótica.

- Yo... ah... por favor... oh... ¡Detente!

Shura alzó la cabeza.

- ¿Quieres que pare?

- Esto es demasiado

Shura se puso de cuclillas.

- Tal vez tengas razón. Nuestra pasión está demasiado encendida para este tipo de juegos preliminares. Tal vez más tarde.

Zita no tenía ni idea de qué estaba hablando. Lo único que sabía era que el cuerpo le temblaba con un placer arrebatador y salvaje, pero lo que Shura le había estado haciendo no podía estar bien. Él se levantó de pronto de la cama y comenzó a quitarse la ropa. Zita observó fascinada cómo salían volando los botones. Unos instantes más tarde lo tenía delante desnudo. Zita deslizó la mirada hasta su gigantesca erección. Se alzaba plena y poderosa desde un nido de mullidos rizos.

Zita se quedó boquiabierta. Sintió una oleada de pánico y trató de apartarse rodando, pero estaba clavada contra el colchón por el peso del cuerpo de Shura, que le abrió las piernas y se colocó entre ellas. Zita se distrajo durante un instante cuando la besó, y por supuesto ella lo besó a su vez. Al momento la lengua de Shura estaba enredada en la suya y Zita perdió la noción de la realidad hasta que sintió su erección abriéndose camino entre sus piernas. Se puso muy tensa y abrió los ojos de golpe.

El ardor y la pasión de su deseo desnudo provocaron que Shura no fuera consciente del obvio miedo de Zita mientras él presionaba inexorablemente hacia delante y hacia dentro, tomándose su tiempo, deseando prolongar el placer. Sintió cómo su virilidad se expandía para acomodarse a ella y flexionó las caderas para hundirse más profundamente. No recordaba haber estado nunca tan excitado, tan duro, tan deseoso. La joven gimió y Shura la miró desconcertado.

- ¿Te estoy haciendo daño? ¿Estoy mejor dotado que tus otros amantes?

- No ha habido otros amantes.

Shura se rió.

- No me mientas. No creo que haya ninguna mujer gitana mayor de trece años que todavía conserve la virginidad. Las gitanas son conocidas por su promiscuidad.

- ¿Pues a cuántas de nosotras conoces? -le desafió Zita.

Allí lo había pillado. Sabía muy poco sobre gitanos y romaníes. Y lo que sabía era de oídas. Pero ya averiguaría la verdad por sí mismo en otro momento. Lo único que tenía que hacer ahora era flexionar las caderas y... Rompió la membrana de su inocencia de un fuerte embiste.

Shura se quedó paralizado y la miró fijamente sin dar crédito.

- ¡Maldita sea! ¡Eres virgen! - estaba más enfadado que complacido. No era su estilo seducir inocentes.

Zita tenía los ojos brillantes por las lágrimas que se negaba a derramar.

- Ya no -dijo en un sollozo. Aquel lastimero sonido le atravesó la conciencia y consiguió enfadarlo todavía más. Se mantuvo rígido dentro de ella.

- Es demasiado tarde para lamentaciones. Si no querías esto, debiste decírmelo.

Zita alzó la barbilla al instante.

- Estamos casados. Tengo entendido que esto es lo que hacen los maridos con sus esposas.

La voz de Shura estaba cargada de tensión, estaba perdiendo poco a poco el control.

- ¡Maldita sea! Tal vez tú estés casada, pero yo no. No te estaría haciendo el amor si hubiera sabido que eras virgen. En cualquier caso, ya estoy dentro de ti, así que llevaré esto a una conclusión satisfactoria para ambos. ¿Todavía te duele?

- Un poco. Eres demasiado grande.

- Relájate - Shura se adentró más profundamente y luego se retiró - ¿Notas la fricción?

Zita asintió.

- Bien -volvió a embestirla-. Concéntrate en ello y deja que fluyan las sensaciones.

Se introdujo más en ella, entrando y saliendo, moviéndose hacia dentro y hacia fuera una vez, dos, otra más. La escuchó exhalar un suspiro agitado y sintió cómo su cuerpo perdía un poco de rigidez. El sudor le perlaba la frente mientras incrementaba gradualmente el movimiento de las caderas. Percibió su primera y tímida respuesta y dio gracias a Dios, porque estaba empezando a perder rápidamente el poco control que le quedaba.

De pronto Zita se encendió como una mecha, levantándose con ansia para igualar su ritmo mientras él entraba y se retiraba con fuerza de su interior. Zita sintió cómo el dolor se disolvía y era remplazado por una sensación mucho más placentera mientras Shura se movía dentro de ella. Era grande. Y sin embargo ella fue capaz no supo cómo de estirarse para acomodarse a Shura, para recibirlo más profundamente. Se concentró en la deliciosa fricción que estaba creando en su interior, en la creciente tensión, en las abrumadoras sensaciones que le atravesaban el cuerpo. Escuchó a alguien gemir y se llevó una sorpresa al reconocer aquella voz como la suya propia. Alzó la vista para comprobar si Shura la había oído y se lo encontró mirándola con el ceño fruncido. Shura se detuvo a media embestida.

- ¿Estás bien?

- Eres... muy... grande -admitió ella en un susurro. Shura cerró los ojos y murmuró una maldición. -¿Te estoy haciendo daño yo? -preguntó Zita-. Parece como si algo te estuviera lastimando.

- Que si me haces daño? ¡Maldita sea, me estás matando! No sé cuánto tiempo más podré aguantar.

Su pregunta inocente debió ser demasiado para Shura, porque sus gemidos se hicieron más graves y profundos mientras deslizaba las manos bajo sus caderas y la atravesaba más deprisa y con más fuerza. Un temblor atravesó el cuerpo de Zita, y luego otro, hasta que todo su cuerpo tembló de manera incontrolada, pero Shura se limitó a estrecharla con fuerza contra sí y a hundirse más profundamente hasta que entre ellos ya no hubo nada más que piel ardiente y húmeda.

Zita le escuchó murmurar unas palabras contra su boca, alabando su dulzura, su pasión: palabras pensadas para tranquilizar y animar. Ella sintió calor y una creciente sensación de urgencia mientras sus cuerpos se fundían, mientras Shura la penetraba más profundamente, más deprisa, con más fuerza. Esta vez Zita ya no pudo contener los gritos, ni tampoco hizo ningún esfuerzo por suprimidos. Su cuerpo ya no le pertenecía. Shura era el dueño de su alma, de su voluntad, la llevaba a lugares que sólo había imaginado en sueños mientras se estremecía y se fundía alrededor de su cuerpo.

Las contracciones llegaron inesperadamente, deslizándose velozmente a través de su cuerpo en un río de placer ardiente y húmedo. Zita lo apretó con más fuerza, hundiéndole sin piedad los dedos en los hombros al tiempo que se ajustaba a su creciente tamaño y grosor. El placer se apoderó de ella. Le ardía el cuerpo. Levantó más las caderas en un intento de paliar la demoledora y exigente presión que crecía en su interior.

- ¡Shura, por favor, haz algo! -no tenía ni idea de qué estaba suplicando, pero supo instintivamente que Shura podía dárselo. Y si no lo hacía pronto, moriría.

- Sí, mi gitana salvaje y seductora -jadeó Shura contra sus labios. Ven a mí ahora -se sumergió más profundamente -Ya me tienes entero.

Agitando la cabeza de lado a lado, con la entrecortada respiración cada vez más agitada y rápida, Zita no era consciente de otra cosa que no fuera el húmedo y succionador deslizar de su erección con suavidad. Shura se inclinaba hacia delante, la embestía febrilmente a cada rítmica sacudida. De pronto, Zita abrió los ojos de par en par; un gritó vibró en su garganta. Una explosión blanca, húmeda y brillante tuvo lugar en su cuerpo. Durante un instante mágico, su alma abandonó el cuerpo mientras algo intensamente satisfactorio, algo que transcendía el mayor de los placeres que había conocido jamás, la atravesaba.

Apretando los dientes para contener el deseo de arrojar su semilla, Shura no recordaba haberse dejado llevar nunca de aquella manera durante un acto sexual. La sangre le corría caliente entre las venas y le resonaba en las sienes. Zita era todo lo que había esperado y todavía más. Su cuerpo virginal se había vuelto fuego debajo de él, respondiendo con igual pasión. Su instinto le advirtió que tomar a Zita no había sido algo muy honorable.

Encontrar una doncella virgen en el apasionado cuerpo de Zita era lo último que esperaba. Pensaba que sería una zorra más. No debió relajar su estricta moralidad, pensó. Estaba haciendo lo mismo que tantas veces le había recriminado a Milo y a Kanon. Pero ahora era demasiado tarde. Estaba tan poseído por el deseo, tan cerca de hacer explosión que no le importaba nada que no fuera satisfacer su propio placer. Un par de embistes más y... Shura flexionó las caderas y se hincó hasta el fondo. No fue necesario un segundo embiste. Respondió con un tremendo estremecimiento mientras su propio clímax rugía a través de él. Alzó la cabeza y gritó, atravesando el silencio mientras derramaba su semilla dentro de ella.

- ¿Estás bien? -le preguntó cuándo finalmente encontró la voz.

- Mejor que bien -respondió Zita con tono soñador -Ha sido... nunca pensé que..._ Shura se echó un poco para atrás pero se mantuvo firmemente afianzado dentro de ella.

- Y yo nunca pensé encontrarme con una virgen. Lo siento. No debería haber llevado las cosas tan lejos.

- ¿Te arrepientes?

- Los dos sabemos que debo marcharme pronto, y no puedo llevarte conmigo. No perteneces a mi mundo, y yo no pertenezco al tuyo. Tengo responsabilidades en Atenas y tú tienes familia aquí.

- No espero ningún compromiso por tu parte - Zita movió las caderas debajo de él, apartando el peso que tenía en su interior.

Shura contuvo el aliento.

- Diablos, no te muevas -seguía duro dentro de ella y cada minuto que pasaba su erección se volvía más fuerte. Zita le dirigió una mirada de asombro. Tenía los ojos abiertos de par en par y no daba crédito.

- ¿Todavía estás... quiero decir... cómo puede ser?

- Todavía te deseo -Shura flexionó las caderas y se hundió más profundamente -¿Puedo volver a poseerte otra vez?

Otra vez y las veces que quisiera, pensó Zita moviéndose sin ningún pudor contra él. Se sentía bien teniendo a Shura dentro de ella, a su alrededor, encima. Esta vez sabía a qué atenerse y lo recibió con ansia mientras se precipitaba sin ninguna prudencia hacia otro explosivo clímax.