No puedo decirles lo feliz que me hace la aceptación que está teniendo el punto de vista de Inuyasha de esta historia. Debo confesar que yo, a pesar de que los sentimientos que tengo que plasmar no son del todo agradables, disfruto exponencialmente esta versión. Tal vez sea porque en voz de Kagome cuento más hechos que sentimientos y con Inuyasha hago lo contrario.

Espero que les continúe gustando. Sin más el capítulo 10.

Nota: Los personajes son de la grandiosa mangaka Rumiko Takahashi. La historia es un pedacito de mi inspiración que quise compartir con ustedes.

—¿Te sientes mejor ahora?

Que lo primero que escucho cuando dejo de llorar sea su voz es algo que me llena el pecho de algo parecido a la alegría. Y que además sea una frase de preocupación por mi bienestar se me hace a la vez increíble y maravilloso.

Hacía años que no me daba el lujo de dejarme llevar de esa manera, ignorando mi entorno, volviéndome vulnerable al ataque, solo para dejar salir toda la tristeza y el desasosiego que llevaba dentro. Me olvidé de todo y solo me centré en la calidez del abrazo de Kagome, en la cadencia de su respiración, en el sonido calmante de su corazón y en lo que estar a su lado me permitía sentir. Fue, a falta de algo mejor que pensar, liberador.

Ahora que regreso a mis sentidos me concentro primero en mi oído, aunque algo clama la atención de mi olfato con premura, pero antes de ocuparme de ello, registro auditivamente mi entorno en busca de amenazas.

Una vez que no las detecto, permito que mi olfato entonces se vea saturado por el olor de la sangre de Kagome, uno que, dudo mucho, olvide alguna vez. Así que decido responderle su pregunta y tratar de ganar algo de control en nuestra extraña situación.

—Mmm. —asiento suavemente mientras me limpio la cara con la manga de mi túnica. —Pero tú no. Estás sangrando. y mucho. —señalo apuntando a mi brazo. Estoy seguro de que debe dolerle horrores.

—Estoy bien, no te preocupes. —ella trata de restarle importancia, pero noto sus muecas de dolor y el leve temblor de su brazo.

—Es mi culpa, ¿no es cierto? —siento las lágrimas formarse en mis ojos nuevamente. No llorar por tantos años a pesar de los problemas pasa factura cuando finalmente lo haces. Por eso odio estas muestras de debilidad.

—No, no lo fue. Estaba herida desde ayer. Un monstruo me atacó porque fui muy imprudente y me fui al bosque desarmada. —en ese momento recuerdo cuando nos conocimos. Ella ya estaba herida y solo había un monstruo cerca, el que yacía muerto a mi espalda cuando logré salir del capullo. Solo me queda pensar que el maldito me atrapó y que Kagome y sus amigos extraños fueron quienes lo derrotaron.

Tal vez en otro momento le pregunte a Kagome cómo fue que ya me conocía, pero ahora mismo, tengo otras prioridades.

—¿Te… te puedo ayudar a curarte?

—Claro. —a pesar del dolor, sonríe radiante— ¿Me alcanzas mi mochila? Ahí tengo todo lo necesario.

—¿Mo…mochila? —pregunto confundido.

A veces Kagome dice palabras extrañas. Seguramente son comunes en el lugar del que proviene.

—Sí, esa bolsa amarilla gigante. —me explica.

—Esto es una… ¿mochila? —se la señalo.

—Sí. Es un bolso grande en el que guardo mis cosas y que, utilizando estas dos azas, me puedo llevar a la espalda a donde quiera que vaya.

—¡Wow! —eso resulta muy útil, aunque en realidad no tengo nada que guardar o que llevar conmigo, pero no dejo de apreciar su utilidad.

—Ven aquí y ayúdame.

A partir de ese momento aprendo muchísimas cosas nuevas. Kagome saca de la "mochila" un recipiente extraño al que ella llama "pomo de antiséptico" otro más que es de un color diferente y ella llama "antibiótico" y un medicamento que viene en minúsculas rocas de color blanco que ella llama "tabletas" o "píldoras" y que me dice que la van a ayudar con el dolor. Todo llamaba mucho mi atención, pero al final, entre los dos, logramos que Kagome dejara de sangrar y, según me dijo, pasara un poco el dolor.

—¿Te sientes mejor ahora, Kagome? —le pregunto.

—Sí, mucho mejor. Pero, ¿cómo sabes mi nombre?

—Tengo buen oído. —le digo, dejando que cierto toque de orgullo se perciba en mi voz. Puede que yo no sea un humano y que tenga una apariencia extraña, pero mis sentidos desarrollados son de los pocos rasgos que me enorgullecen— Ayer, tú y tus amigos estuvieron hablando y escuché que así te llamaban. Es un nombre bonito.

Veo que abre los ojos por el asombro. ¿Acaso dije algo extraño? Es un nombre precioso y va mucho con ella, como si, de alguna manera, estuviese destinada a llamarse de ese modo.

—¿En serio, crees que es un nombre bonito?

—Claro, y va contigo. Tu nombre significa que tienes poderes espirituales buenos. Además de que significa "perla brillante" o "sagrada". Eso último no sé si tenga mucha relación contigo, aunque los poderes espirituales son sagrados, pero lo de "perla brillante" sí.

Creo que me pasé un poco con la emoción con la que le conté acerca del significado de su nombre, pero es la realidad. Tal vez pudiera llamarse Hikari o Yuuki. Son nombres bonitos y cada uno con su significado propio, pero su nombre los encierra a ambos. Ella brilla con luz propia, y su valentía no tiene iguales, ni siquiera en la mía. Ella es valiente porque es así, simplemente. Tal vez yo también lo sea, pero mi valor está regido por mi necesidad de supervivencia, no porque sea un rasgo de mi carácter. Su nombre tiene fuerza, al igual que ella. No entiendo por qué le resulta tan extraño que se lo diga.

Pero ahora que terminó nuestra aventura y que ya no me tiene que seguir, supongo que es todo.

—Bueno, supongo que ya te tienes que ir. —le digo compungido.

—Perdona, ¿qué?

Sigue asombrada por lo del significado de su nombre. ¿Por qué le resulta tan extraño que se lo diga? Me mira como si me hubiera crecido otra cabeza o como si yo hablara una lengua extraña y nueva para ella.

—Seguro que tienes que irte, volver con esos amigos tuyos con los que hablabas anoche. —le explico para que entienda lo que yo quería decir con mi comentario anterior.

—Inuyasha, no voy a ninguna parte. No sin ti al menos.

—Pero tienes que regresar con tus amigos humanos. Yo no puedo ir. —¿le cuesta tanto entender eso?

—Inuyasha, llevo persiguiéndote desde anoche porque insistías en deshacerte de nosotros, fundamentalmente de mí. ¿Por qué crees que ahora te voy a dejar para irme con mis amigos?

—Porque eres humana, es lo que los humanos hacen. —es lo que me han hecho siempre.

—Pues no es lo que yo hago. —me responde y la noto molesta por primera vez. No molesta porque no sepa quién es, ahí simplemente estaba triste. No molesta porque la hice caminar casi toda la noche, ahí solo estaba agotada y perdiendo la paciencia. No, molesta porque yo había dicho algo que la había ofendido o porque la había malinterpretado. —Ahora será mejor que busquemos un lugar seguro para acampar y comer algo.

—¿En serio? —¿se va a quedar conmigo? ¿No me va a dejar solo?

—Sí, en serio.

—¿No te vas a ir? —Aún no me lo creo.

—No. Ahora ayúdame a encontrar un buen lugar.

—Ven conmigo. —le digo con lo más cercano a la alegría que he experimentado en mucho tiempo — Conozco este bosque y sé cuál es un buen lugar para acampar sin ser vistos. Incluso podemos hacer una fogata. Por cierto, ¿cocinas rico?

Conozco muy bien este bosque y sé exactamente a dónde puedo llevar a Kagome para que descanse y recupere energías. No es un lugar lejano y me permito tomar su mano (la que no está herida) para guiarla hasta una formación rocosa en forma de boca gigante poco profunda y rodeada por varios árboles de troncos gruesos y copas muy tupidas. Como ventaja mayor del lugar, hay un pequeño arroyo de agua limpia y cristalina que corre a un lado de la entrada. Aquí estaremos seguros mientras descansamos, además de que será muy sencillo preparar algo que comer. Y tengo que admitir que tengo un poco de hambre.

—Kagome, quédate aquí mientras recojo leña y preparo el fuego. No te preocupes, aquí no nos atacará nadie.

Me dice tenga cuidado y que regrese si me encuentro con algún monstruo en lugar de enfrentarme a él. No sé por qué, pero me gusta que se preocupe por mí. Es una sensación poco familiar, pero no me desagrada en lo absoluto.

Mientras ella comienza a sacar objetos extraños pero de los que puedo percibir un olor a comida delicioso, me dirijo a las lindes del bosque para buscar algo de leña. No es una tarea ardua ni que requiera mucha energía, por lo que me permito pensar.

Kagome se quedó conmigo, al menos por ahora. Todavía no sé dónde están sus amigos, a pesar de que anoche los escuché hablando de un agua con propiedades poco usuales para regresarme a la normalidad. Algo de mi desconfianza acostumbrada me vuelve a respirar en la nuca, pero luego recuerdo a Kagome enfrentándose a un monstruo para ayudarme y el consuelo que me dio mientras lloraba y la empujo lejos, al menos por ahora. Tal vez, después que sus amigos regresen ella se vaya y yo vuelva a quedarme solo, pero mientras pueda, aprovecharé su ayuda y su compañía.

Y en eso pienso hasta que un chapoteo llama mi atención.

—Kagome, mira esto.

Traigo en el ángulo que forma mi brazo contra mi cuerpo un montón bastante grande de leña que nos permitirá calentarnos y cocinar algo con tranquilidad, mientras que le enseño más que orgulloso que en mi otra mano se retuercen en sus últimos momentos de vida cuatro peces de buen tamaño.

—Los pesqué al final de este arroyo. ¿Crees que podrías cocinarlos?

Ella los examina con ojo crítico. Para mí se ven saludables y grandes.

—Sí, Inuyasha, puedo cocinarlos.

—¡Bien! — grito contento —Prepararé el fuego.

Kagome me mira fijamente y ya me comienzo a sentir un poco incómodo. Sé que es la primera vez que cocina para mí, pero no me pareció que le hiciese nada extraño a la comida. No sé por qué no come la suya, solo espera que yo comience.

Tal vez es alguna norma de buena educación de su lugar de origen, no comer hasta que quien está frente a ti no empiece. Pero eso no explica la mirada casi asustada con la que me ve. Sé que lo probó, como para asegurar su buen sabor, pero eso ya lo podía asegurar yo. Algo que huele tan increíble no puede saber mal.

Cuando ve que tomo la primera mordida, sin siquiera dejarme saborearla, me pregunta y percibo un leve temblor en su voz.

—Y, ¿qué te parece?

Me permito disfrutar del sabor de la primera comida caliente que me he llevado a la boca en muchísimo tiempo. No sé que expresión tiene mi rostro ahora mismo, pero definitivamente esto es un manjar de los dioses.

—Está delicioso. Gracias, Kagome.

—¿En serio te gusta?

—Sí, es lo mejor que he probado después del pescado que me preparaba mi mamá. De hecho, está mejor que el que preparaba mi mamá. Tiene un sabor diferente, pero me gusta.

Parece que lo que le digo la alegra porque comienza a comer con más tranquilidad mientras que, al ver que yo terminaba con el primer pescado, me acerca otros dos y uno de sus recipientes extraños que sacó de su "mochila".

—Toma, Inuyasha, acompaña el pescado con esto.

—¿Qué es esto? —le pregunto mirándolo extrañado.

—Es un platillo típico de mi épo… de mi pueblo. —a veces se le dificulta un poco hablar del lugar del que procede. No sé por qué, pero le preguntaré cuando hayamos terminado de comer.

—¿Por qué tengo que comer esto? Me gusta el pescado que cocinaste.

—Pero tienes que complementarlo. —"complementarlo". ¿A qué se referirá con "complementarlo"?

—En tu pueblo tienen costumbres extrañas. —le digo tomando el primer sorbo del líquido caliente.

—¿Qué te parece?

—Me gusta mucho, pero me sigue gustando más lo que tú cocinas.

Sus ojos vuelven a brillar como cuando le hablé del significado de su nombre. Kagome tiene algunas costumbres y formas de actuar algo extrañas, por no decir que mucho, pero que se emocione tanto por cuestiones que para mí son bastante obvias me asombra. Quiero decir, no es que haya nada nuevo que aprender de eso.

Continuará…

Gracias por leer.

Besos!