—Gracias, sombrero de paja. Estamos en deuda con ustedes.
Luffy sonrió ampliamente. El hombre, de pelo blanco, se acercó para estrechar sus manos con el pirata.
Los habían salvado de una muerte lenta y dolorosa, pues llevaban dos días naufragados en alta mar. Todos los tripulantes se habían aferrado a los pedazos restantes del barco que flotaban. Aunque lastimosamente no todos tuvieron la suerte de encontrar uno. Ser hallados a las puertas de la muerte por los sombrero de paja había sido un milagro.
—Disculpe la interrupción mi buen hombre, pero fue mi legendaria vista de águila la que fue capaz de, entre tanta agua, encontraros —Usopp, enorgullecido, se llevó una mano al pecho. Orgullo que fue destrozado por un puñetazo demoledor. Nami hizo acto de presencia.
—Dejen la palabrería para después, la gente tiene frió y hambre. Moved el culo besugos
Dicho y hecho, ambos fueron en busca de mantas y comida. Nami se llevó una mano a la cabeza indignada con sus camaradas. Se dió media vuelta para encarar al hombre. El tipo estaba sorprendido por lo que acababa de presenciar. Nami por su parte dedujo que no era pirata y provenía de alguna familia real, a juzgar por la vestimenta.
—¿Eres algún tipo de rey?¿Conde o marqués quizá?
—Disculpe mi osadía, es impropio de mi persona el no haberme presentado. Mi nombre es Gerard D Crisson, hermano legítimo de la Reina del archipiélago arcoiris.
Nada más escuchar "reina" su mente empezó a imaginar joyas y lujo por haber salvado a su preciado hermano.
—Amigo mío, nos vamos a llevar muy bien.
Robin estuvo ayudando a un par de mujeres que eran "prostitutas" contratadas por los tripulantes de Crisson. Al parecer el barco había sido víctima del aletazo de un monstruo marino, quedando destrozado. También contaban que habían sido maltratadas estos días y ni siquiera les habian pagado aún. Robin analizó la situación de estas pobres mujeres y llegó a una conclusión tan macabra qué, cuando les contó su idea, ambas dos rieron al unísono.
Sin embargo no estaba en sus posibilidades actuar. Ella misma habia sido pirata desde muy temprana edad. Habia hecho cosas inimaginables y asquerosas. Tenía un pasado turbio, sin signos de luz. Tuvo que convertirse en un ser sin corazón, sin alma. La piedad suponía ser débil. Recordaba a ciertos hombres que a día de hoy seguía repudiando. Gente sin escrúpulos a la que no les importaron mancillar a una pequeña niña. Asqueroso.
Robin suspiró, buscando con su mirada aquello que tanto necesitaba ver para calmar sus inquietudes. Al encontrarlo estuvo quieta observándolo. Zoro estaba compartiendo sake con un par de hombres. Posiblemente bebedores cómo él. Seres insaciables.
Todos sus pensamientos se esfumaban cada vez que lo veía. Sus malos recuerdos permanecían, pero actualmente había aprendido a convivir con ello gracias a él. Era cierto que un pasado tan oscuro nunca se olvida. Pero, ¿que es la oscuridad? Simplemente ausencia de luz. Y Zoro era su fuente de luz más brillante.
—Esto, Robin
Los pensamientos de la morena desaparecieron. Franky estaba a su lado tendiéndole un vaso de refresco. Ella lo miró con curiosidad.
—Llevas todo el día dándole duro, mereces descansar un poco. Yo me ocupo de las señoritas —dijo el robotizado. Robin le tomó la palabra y le agradeció el gesto. Se fue de allí no sin antes echarle un último vistazo al de pelo verde.
La noche se dejó caer y con ella las risas dentro de la cocina. Dónde se habían reunido todos para cenar.
—¿¡Qué!? —Gritaron al unísono algunos miembros de los sombrero de paja. Nami volteó los ojos.
—Pues eso. Gerard quiere agradecernos y nos quiere invitar al gran banquete que se celebra cada año en sus tierras. Es en tres días y al parecer todos los duques se reúnen con la reina para celebrar la buena producción y servicios. Habrá espectáculos, comida, lugares muy bonitos para visitar. De todo. Y lo mejor, es gratis —explicó Nami saboreando la última palabra.
Luffy comenzó a bailar de emoción al escuchar comida. Todos los allí presentes comenzaron a reír y charlar mientras la cena se antojaba larga y duradera. Brook comenzó a tocar una hermosa nota de piano. Usopp se había reunido con Chopper y algunos tripulantes de Crisson para contarles batallitas tan épicas cómo inexistentes. Sanji no paraba de agasajar a las dos mujeres "prostitutas" con halagos y exquisitos manjares. Zoro bebía en una esquina con el que parecía ser el hombre más veterano de los recién llegados. Franky charlaba con Robin amenamente de temas coloquiales, y Crisson le contaba a la pelirroja sobre la jerarquía en su país. Y así la cena culminó satisfactoriamente.
Al terminar todos los tripulantes de Crisson y él mismo se fueron a dormir a una habitación que Franky había construido en apenas dos horas. Una especie de camarote grande para invitados. A excepción de las dos mujeres. Se había acordado que ambas dormirían en la habitación de Nami, mientras que ella y Robin compartirían la cama de esta última.
—¿Que opináis? —preguntó Sanji cuando el hombre de pelo blanco se fué. Agarró su mechero y encendió un cigarrillo.
—Creo que es legal. No he visto signos de malicia en todo lo que llevo de día a su lado —espetó la pelirroja.
—Además alguien que ofrece comida no debe ser malo —declaró el capitán.
—Si esa es vuestra jurisdicción. La respeto. Sin embargo son personas que acabamos de conocer. No les quitaré un ojo de encima —Zoro fue tajante.
—Zoro deberías dejar esa guardia tuya a un lado. Crisson es una persona humilde. Y su tripulación es encantadora —Usopp quiso ver el lado positivo, pero ante la siguiente declaración de Robin quedó perplejo.
—No tan encantadora. Las dos mujeres fueron maltradas por algunos de los tripulantes de Crisson. Ellas misma me dijeron que son chicas de compañía.
El cigarrillo de Sanji casi cae de su boca al escuchar aquello.— Eso es imperdonable. Malditos bastardos.
—Cálmate —Nami se levantó con los puños apretados.— Mañana hablaré con Crisson. Si era consciente de este hecho lo abandonaremos en la isla más cercana junto a los culpables. Ahora vámonos todos a dormir. Zoro te quedas vigilando.
El mencinado se levantó sin decir nada y fue el primero en salir de la cocina. Minutos después el barco se sumió en un silencio nocturno propio de la noche.
Las horas pasaron. Zoro estaba sentado en la cubierta, abrigado y constantemente en alerta. Había optado por la cubierta en vez del nido del cuervo por obvias razones. La primera; estaba más cerca del camarote de Crisson, y la segunda; quería visualizar la luna llena desde abajo. Últimamente encontraba cierto consuelo en ella. Era extraño, ni siquiera era un argumento sólido, pero era cierto.
Verla, tan grande y solitaria, durante las noches se había convertido en un hábito. Pensaba en ella como si fuera un testigo mudo de nuestro planeta. Capaz de observarlo todo pero a su vez incapaz de actuar. Eso lo llevaba a recordar a su amiga y rival de la infancia. Él fue incapaz de ayudarla. Fue un mero espectador de cómo una vida tan importante se marchaba para siempre sin decir adiós. A veces se preguntaba, ¿y si ella estuviese en la luna?
Sin embargo a partir de esos pensamientos entraba en razón. Estaba divagando. Anhelando un recuerdo e intentando ver a su amiga allí arriba. Por eso jamás se cansaba de observar la luna cada noche. Y nunca lo haría.
—¿Te gusta la luna, Roronoa?
Zoro desenvainó una de sus espadas a velocidades vertiginosas. Quedando la hoja cerca del cuello del interlocutor. Se trataba del mismo tipo con el que habia estado bebiendo durante la cena. Se llamaba Bronn. El tipo ni siquiera se mostraba aterrado.
—Veo que tu fama es cierta. Totalmente un cazador —Bronn le sonrió gentilmente.— Pero no soy una presa. Simplemente un hombre que busca el baño.
Zoro sonrió de vuelta. Envainó su arma y lo condujo hasta el cuarto de baño. Al rato, Bronn volvió a buscar al espadachín.
—No me has contestado.
—¿A qué? —Zoro no sabía exactamente a lo que se refería el hombre.
—¿Te gusta la luna?
—Gustar no es la palabra exacta. Creo que simpatizo con ella. La comprendo. O al menos lo intento —explicó mientras miraba hacia arriba. Cuando bajó la mirada vió cómo el hombre sacaba algo de sus bolsillos.
—Creo que he de agradecer el hecho de que sigo con vida. Y me has caído muy bien, Roronoa —Bronn le tendió a Zoro un pequeño fruto con forma lunar. Era demasiado pequeño pero hasta Zoro comprendió que se trataba de una fruta del diablo.— La encontré por casualidad en la isla negra, una de las nueve islas del archipiélago arcoiris. Se dice que allí suelen aparecer frutas del diablo muy especiales, y esta creo que es una. Se supone que me la iba a comer el mismo día que el monstruo marino nos hundió. Creo que eso fue el destino. Al igual que cuando entablamos amistad durante la cena. La manera en la que describes a la luna y el hecho de que esta fruta tenga forma lunar esconde un enlace. Quiero regalartela.
Zoro cogió la fruta, internamente inquieto ante las palabras del hombre. Sin embargo se la devolvió ante la confusión de Bronn.
—Los espadachines medimos nuestro poder con el manejo de la espada. Si mi poder no se basa en mi espada, sino en una habilidad externa. No me puedo considerar espadachín. Y eso, no me lo puedo permitir.
Bronn se llevó una mano al mentón.
—Tienes un punto, pero insisto. No hace falta que la consumas, me basta con que la tengas. Si la rechazas sentiré que mi agradecimiento no sirve para nada. Alguien cómo tú entenderá de lo que hablo.
Zoro suspiró. Ante eso no tuvo más remedio que aceptar el obsequio. Miró la fruta con recelo. Era realmente bonita.
—Gracias, me voy. No quiero interrumpir tu vigilancia —Bronn se marchó aquella noche con una sonrisa de oreja a oreja.
"La manera en la que describes a la luna y el hecho de que esta fruta tenga forma lunar esconde un enlace"
Zoro se quedó toda la noche pensando en las palabras de Bronn.
No muy lejos, una mano desapareció en n estallido de pétalos.
