Un capitulo másy ninguno de los personajes me pertenece, son de Konomi Takeshi. Tampoco recibo dinero, ni nigún tipo de pago por lo que escribo. A lo mucho reviews y comentarios que alegran mi espiritu e incrementan mi ego, pero de ahi nada más.


2. Willing to play my part

Ese mocoso idiota no aparece por ningún lado. Lo fui a buscar después de la escuela y no estaba. Nadie lo había visto en el salón de clases. Ya sabía yo que iba a ser un problema. En mala hora fue a dar a mi casa. Ya sabía yo que ese chiquillo no estaba bien de la cabeza. Esos ojos que tiene no son normales. No puede ser normal después de todo. Ya sabía yo que era un delincuente ese chiquillo. Ahora que lo encuentren lo voy a devolver, no lo quiero más en mi casa. No me importa lo que mi esposo diga, después de todo él fue el que quiso que el mocoso se quedara en la casa. No puedo permitirlo, es el colmo, el colmo con este mocoso. No tiene ni una semana en mi casa y ya está dando problemas. Tiene algo que no me gusta, ya lo sabía.

Ahora la asistenta anda como loca por todos lados. Le dije que el mocoso había desaparecido y ahora no sabe ni siquiera ella donde buscarlo.

Ella y mi esposo lo están buscando ahora por toda la ciudad, como si fuera importante encontrarlo. A mi ya no me interesa, después de todo no quiero a ese mocoso en mi casa. Mejor sería que no regrese. Pero dónde puede estar ese chiquillo estúpido. Si a esta edad hace estas cosas cuando sea más grande va a ser un delincuente sin duda. Yo no lo quiero en mi casa, por mi que no lo encuentren nunca más.

Ya se hace tarde y va a ser de noche y al mocoso se lo tragó la tierra. No me importa lo que le pase pero espero que esto no me haga quedar como una pésima madre. Qué dirán ahora de mí las otras madres que fueron a recoger a sus hijos a la escuela. Pude morir de la vergüenza en ese momento, todo por culpa del mocoso. Todo es su culpa. Pero cuando lo traigan de vuelta me va a escuchar. No puedo permitir que se salga con la suya.

vvv

̶ Ahora si que la hizo buena, ya me había dado bastantes problemas antes, pero esto es el colmo.

Daba vueltas en su auto sin saber bien a donde dirigirse, con los ojos fijos en la acera, buscando a un fugitivo de apenas siete años.

̶ Vamos a tener bastante suerte si es que lo aceptan de nuevo en esa casa. ¿Pero en qué piensa ese mocoso? Me quiere hacer la vida imposible. Como se le ocurre largarse así. Es el colmo, tanto esfuerzo en sacar los papeles pronto y me hace esto. Es un malagradecido.

Un semáforo en rojo la hizo detenerse momentáneamente. En la calle la gente se apresuraba a cruzar la acera mientras que se hacía de noche. Tenía que encontrarlo antes de que acabara de oscurecer. Los nuevos padres del chiquillo habían insistido en darle parte a la policía pero ella pidió un tiempo para buscarlo primero. El tiempo se iba agotando.

̶ Maldito semáforo —murmuró mientras observaba a una mujer que llevaba de la mano a sus tres hijos. Pensó en su familia, en sus hijos que aún estaban pequeños y tenia que acabar pronto de buscar al chiquillo e ir a verlos. Seguro la estaba reclamando.

̶ Date prisa condenado semáforo que no tengo tu tiempo ̶ gritó dentro del auto como si el semáforo la fuera a escuchar. Si lo mismo era ese chiquillo, nunca la escuchaba, no le prestaba atención cuando ella le hablaba, no le hacía caso cuando le decía que hiciera algo. Como si ella no estuviera presente. Parecía estar siempre absorto en el vacío, seguro reviviendo los terribles momentos que le tocó pasar. Seguro era eso, o el chiquillo estaba mal de la cabeza.

̶ Pobrecito ̶ .murmuró casi para si misma. Le dio una mirada a la hora en su teléfono celular y maldijo al chiquillo para sus adentros ̶ ¿dónde demonios te metiste Syusuke?

De nuevo arrancó el auto y se dio cuenta que estaba yendo sin rumbo fijo. ¿Hacia donde debía ir si no sabía que hacer? Se detuvo un momento atrapando la vista de la mamá que pasaba por la calle con su tres hijos saliendo de una tienda. Ella se veía muy afanada es atenderlos a los tres a la vez.

Menos mal sólo tenía dos hijos que la esperaban en casa y ni uno más por favor. Pero la mamá del chiquillo era como esa mujer con tres hijos pequeños. Aunque su hija mayor ya no era tan pequeñita. Era una lástima lo que les había sucedido, una verdadera lástima.

̶ Cómo no se me ocurrió antes ̶ dijo casi sin aliento. Emprendió la marcha de nuevo y a toda velocidad esta vez. En poco tiempo llegó y estacionó el auto en una calle desierta, un edificio derruido y abandonado. Entró con cuidado porque dentro estaba muy oscuro, demasiado. Había estado abandonado dos meses más o menos.

Se detuvo en medio de los escombros.

̶ Muy bien Syusuke, sal de una vez, no tengo tiempo que perder ̶ gritó tratando de no parecer enojada.

No tuvo que esperar mucho tiempo para escuchar un ruidito en el fondo del edificio como respuesta. Podría ser cualquier cosa, un ratón, un gato abandonado, un vagabundo. Amelia retrocedió precavida tratando de no apartarse de la luz natural que aún la acompañaba.

De entre las sombras apareció el pequeñuelo. Sintió ganas de abrazarlo hasta dejarlo sin capacidad de respirar pero suprimió este impulso.

̶ Te estuvimos buscando por todos lados ̶ No lo podía distinguir muy bien pero oía su respiración pesada acercarse a ella en medio de la oscuridad creciente.

̶¿Te parece bien lo que has hecho?—

No le respondió y se puso a su alcance, sin levantar la mirada del suelo. Se llevó la manga del polo a la cara limpiándola de humedad.

̶ Te voy a llevar a tu casa y ahora espero que no ̶ ella le asió el otro brazo y lo jaló hacia la salida.

—Estoy en mi casa ̶ interrumpió deteniéndose.

—Déjate de tonterías, niño. Tus padres te esperan y…

̶ Elllos no son mis padres. No quiero ir con ellos. Quiero quedarme aquí por favor…

̶ Aquí es donde debería dejarte por ser tan malagradecido. Luego de todo el trabajo que me tomó conseguirte una familia sustituta te portas de este modo— ahora ella lo iba arrastrando hasta el auto. — No quiero saber que has vuelto a escapar de la escuela. Tienes que entender que las cosas han cambiado, niño.—

—No...—apenas lo oyó susurrar.

̶ Resígnate y acepta las cosas como son. Estas solo en el mundo y eres muy joven para valerte por ti mismo. Necesitas una familia como ellos para que te cuiden y eres bien afortunado que una familia te haya aceptado tan rápido. Más te vale pórtate bien porque si no, no sé que va a ser de ti.

Ella tenía razón, estaba solo ahora. No estaban ni su mamá, ni su papá, ni su hermana ni Yuuta en la casa. Estaba totalmente solo.

—No.

̶ Deja de llorar, no llores que nada vas a solucionar llorando. Eso grábatelo bien en esa cabeza dura que tienes. Nada vas a solucionar llorando. Ahora sube al auto y pararemos por ahí para que te laves la cara y te arregles un poco; estas todo sucio. Ahora nomás falta que tus nuevos padres no quieran saber nada de ti. Ahí si que estarías en serios problemas. La verdad que no te entiendo. De todos los niños que estaban contigo en el auspicio te eligieron a ti. Eres bien afortunado. Ya sécate las lágrimas de una vez.

No quería seguir oyéndola, ella era tan mala en decir esas cosas. Lo peor del asunto es que tenía toda la razón.

̶ Tranquilízate ya, Syusuke ̶ lloraba sin querer detenerse mientras que ella encendía el auto. Ya era casi de noche y sus propios hijos la necesitaban en casa ̶ ya basta.—

Encendió el auto y se alejaron del edificio triste y oscuro, lejos de su hogar. Ella iba renegando mientras lo regañaba y no conseguía que dejara de llorar. Ahora lloraba en silencio por lo menos. Sus lagrimitas caían por sus mejillas tibias por el llanto. Sin poder evitarlo sentía la necesidad de abrazarlo con toda su fuerza y consolarlo. Pero no estaba bien que se involucre de ese modo con su trabajo. Ese era su trabajo como asistenta social y no podía mezclar sus sentimientos con la profesión. A veces había que endurecer el corazón. No dejaba de llorar y dejó de mirarlo cuando empezó a ver a sus propios hijos en el chiquito que iba sentado a su lado.

Se detuvieron en un café donde ella lo hizo bajar al baño. Entró con él y le lavó la cara.

̶ Deja de llorar que la gente me mira como si te estuviera haciendo algo ̶ ella estaba poniéndose muy nerviosa. Ni así el chiquito dejo de llorar.

Finalmente volvieron al auto y ella ya no lo regaño más. Llegaron a la casa de sus nuevos padres. Le costó un poco de esfuerzo hacerlo bajar del auto. De verdad no quería quedarse con ellos.

̶ Syusuke, por favor no me des más problemas ̶ pidió ella y el chiquillo se tragó las lágrimas entonces. Bajó del auto en silencio sin levantar la mirada del suelo.

La puerta de entrada de la casa se abrió sin necesidad de que tocara el timbre. La nueva madre los recibió al lado de su esposo.

̶ Que bueno que lo encontraste Amelia, estaba tan preocupada por él.

Amelia se limitó a sonreír aún nerviosa empujando suavemente al pequeñito a dentro de la casa.

̶ Has sido un niño malo Syuusuke, ve a tu habitación, luego hablaremos de esto ̶ le ordenó el nuevo padre.

El chiquillo no se movió de su lugar. Su mamá entonces lo tomó de una muñeca y lo jaló hacia la escalera.

̶ Tiene un problema muy serio, no sabe obedecer ̶ recalcó su mamá mientras que lo empujaba escalones arriba.

Amelia más nerviosa que nunca se disculpó automáticamente por la conducta del pequeño. Sin saber bien lo que decía, tratando de que se quedaran con el chiquillo y no le pidieran que lo devuelva al orfanato.

Finalmente el niño subió las escaleras y desapareció en el segundo piso. Y la madre volvió al lado de su esposo a acabar de escuchar las disculpas de Amelia.

̶ ¿Dónde estaba el niño? ̶ preguntó tratando de disimular que su pregunta era por compromiso.

̶ Lo encontré en su antigua casa. Estaba ahí… parece que aún no se acostumbra a todo esto. Es un cambio bastante duro y esta muy pequeño además. ¿no les parece? Sólo les pido un poco de paciencia con él. Ha pasado por una experiencia bastante traumática por lo de su familia y todo eso y…—

̶ Espero que esa experiencia que nos contaste, Amelia, no le haya afectado demasiado. Digo, es tan callado, tan desobediente que me pone la piel de gallina. No sé, por momentos pienso que está medio mal de la cabeza. Quién sabe, después de ver lo que le pasó a su familia uno nunca sabe. Me imagino que le habrán hecho los exámenes psicológicos suficientes

Amelia no supo que decir. Sonrió ligeramente y se disculpó por la hora, pero ya tenía que irse. Que disculparan los inconvenientes, que cualquier cosa se comunicara con ella. Salió sintiendo las piernas pesadas, ya en el auto no sabía si lo que estaba haciendo estaba bien. De repente aún podía llevarse al pequeño a su casa, sólo por esa noche. Su instinto maternal le decía que algo en la atmósfera de esa casa no andaba del todo bien. No podía hacer nada al respecto, tan sólo no involucrarse con los casos. Ahora en su casa la necesitaban más que en la que tenía en frente. ¿No? El niño estaría bien siempre y cuando se portara bien y se dejara de tanto llanto.

Syusuke no podía dejar de llorar porque cuando entró su mamá a la habitación lo agarró a bofetadas.

̶ El primer día de escuela, mocoso. ¿Cómo crees que me sentí? Hecha una estúpida, fui a buscarte a la escuela y no estabas ahí. Eres un idiota, eres un mocoso estúpido ̶ Ella no se detenía a pesar de que el chiquito no paraba de llorar. Se hizo bollito sobre la cama ocultando su rostro entre los brazos.

̶ Nunca más vas a volver a hacer semejante estupidez mocoso. De ahora en adelante vas a ser el mejor estudiante de esa escuela, no vas a volver a faltar jamás y vas a hacer todo lo que se te ordene ̶ lo tomó del cabello mientras que Syusuke recuperaba el aliento perdido por tanto llanto ̶ De ahora en adelante no me vas a volver a avergonzar más, porque si lo haces voy a hacer que te arrepientas de no haberte muerto con el resto de tu mugrosa familia. Te lo juro, mocoso.

̶ Sue ̶ resonó en la puerta de la habitación.

Era su esposo que estaba observando desde ese lugar los acontecimientos. Ella se estaba excediendo, tampoco debía decirle esas cosas al chico. Ni volteó a mirarlo, pero reafirmó su amenaza con más bofetadas hasta que consideró que era suficiente. Se detuvo cuando el chiquillo volvió a perder el aliento.

Entonces abandonó la habitación más furiosa que antes. Y el chiquito se quedó temblando, echado sobre su cama, tratando de normalizar su respiración.

Él se acercó a su lado.

̶ Te lo mereces, Syusuke ̶ una de sus manos se posó sobre su cabeza. Tal acto provocó que escondiera su carita entre sus brazos de nuevo.

̶ No, no, no ̶ le agarró los bracitos apartándolos de su carita enrojecida por las bofetadas — shhh… ya no llores ̶ acercó su rostro a las mejillas del pequeñuelo y recogió una lágrima salada con su lengua ̶ Ya deja de llorar.

Volvió a repetir la operación con lágrimas fresquitas que brotaban de sus ojos como si fueran manantiales.

̶ Vamos… mira como están esos ojos que tanto me gustan. Todos rojos, así no son bonitos. Deja de llorar de una vez —De nuevo sonaba a amenaza.

Quería apartarlo de su lado y sus brazos estaban presos por las manos de su padre. Trató de zafarse sin conseguir nada más que hacerse daño.

̶ Shhh quieto. Quédate quietecito… ya deja de llorar ̶ y frotó su cara contra la del pequeñuelo mojándose con las lágrimas de su hijito.

̶ Así está mejor. Ya quédate tranquilo, de una vez. No me gusta que estés en ese plan de llorar y llorar. Abre los ojos… mírame cuando te hablo—No iba a hacerlo, le ardían y le daba miedo mirarlo. Pero lo hizo finalmente cuando sintió que le apretaba los bracitos como si se los quisiera partir en dos.

̶ Así esta mucho mejor… ahora hay que esperar que se deshinchen… para que se vean igual de hermosos que siempre ̶ Lo levantó de la cama en sus brazos.

Syusuke no paraba de sollozar y sentía ganas locas de volver a llorar. Luego lo puso en el suelo de nuevo. Sacó de debajo de su almohada la ropa de dormir del pequeño y la arrojó sobre su camita.

̶ Desvístete ̶ ordenó.

A punta de sollozos se quitó lo que traía puesto. Entonces sus manos enormes empezaron a recorrer su piel tibia, descendiendo por su barriguita hasta centrarse en su ombligo.

̶ Falta tu pantalón ̶ susurró en su oído.

Entonces lo miró extrañado. Quien se encargaba de ayudarlo a ponerse el pijama era su hermana mayor y cuando estuvo en el orfanato en ocasiones una de las cuidadoras lo asistía, pero por algo no se sentía cómodo ahora, con este desconocido a su lado.

̶ ¿Qué esperas? ̶ insistió.

Se sentó en su cama y se quitó la prenda despacito para remplazarla por el pijama. Cuando iba a hacerlo una mano lo detuvo. Él se lo quedó mirando un rato en silencio como si quisiera decirle algo pero no se atrevía. Lo levantó en sus brazos de nuevo y abrió la cama con su mano libre, hizo que se echara dentro olvidándose de que faltaba acabar de vestirse.

No importaba, con tal que se fuera lo que sea. Cerró los ojos mientras esperaba que la puerta sonara al cerrarse para quedarse solo de nuevo. Ese momento no llegaba y parecía que se había quedado contemplándolo de pie al lado de su cama. Así no iba a poder dormir.

Le dolía bastante la cabeza, quizá de tanto llorar y ahora quería seguir con lo mismo; él no se iba, al parecer iba a pasar ahí la noche mirándolo. Se animó a abrir los ojos un momento antes de casi entrar en desesperación. Ahí estaba él, mirándolo de hito a hito, como si no quisiera que se le escape ningún detalle.

Le staba dando algo de frío y lo único que quería era que se fuera. Quería sobre todas las cosas llorar de nuevo, llorar como no pudo hacer antes, cuando todo empezó. No se iba, ahora lo miraba a los ojos; peor aun, se agachó sobre él, casi echándose sobre su cuerpo.

Apretó los ojos cuando tuvo el peso encima, ahogándolo. Trató de zafarse por puro instinto de supervivencia. Sus manos reaccionaron tratando de sacárselo de encima pero no pudo moverlas estaban presas por unas manos más grandes, gigantescas. Se tuvo que quedar quieto cuando se dio cuenta que por más que tratara no conseguiría nada.

Quieto como si estuviera muerto, como quisiera estar en ese momento, en un cajón bajo tierra. Ahí por lo menos no sentiría el peso terrible que sentía al tenerlo encima, apretándole las costillas como si quisiera asfixiarlo por fugarse de la escuela.

No pudo evitar abrir los ojos cuando sintió que tiraba de los cobertores de la cama, los volvió a cerrar apretando las sabanas bajo su cuerpo tratando de esquivar la mirada sobre él.
Una mano sudorosa se aventuró a explorar los alrededores de su ombligo, deslizándose sobre la piel helada. Sólo deseaba que se detenga, que deje de tocarlo, que libere sus manitas y que lo dejaran irse de esa casa para no volver nunca más. Y sus ojos cerrados empezaron a derramar lágrimas de nuevo, silenciosas esta vez. Pero de nuevo era inútil llorar.

—Nada vas a solucionar llorando.—

La voz de Amelia resonó en sus oídos con la terrible sentencia indicándole que era cierto. De repente era mejor quedarse muy quieto, cómo él le estaba indicando entre jadeos, susurrándole en el oído. Quedarse quieto y en silencio para que no doliera tanto. Así lo hizo más de terror que de afán por obedecerlo, mientras dejaba que su cuerpo se moviera involuntariamente ayudado por quien se movía encima. Se hubiera relajado si hubiera sabido el significado de esa palabra, seguramente era algo que debía hacer porque sintió dolor suficiente como para que gritara con todas sus fuerzas.

A él no le gustó esto así que le cubrió el rostro con una de sus enormes palmas, impidiendo que el aire entre por su nariz. No podía quedarse quieto porque el dolor iba en aumento. Tenía que sacarse el peso de encima porque cada vez lo oprimía más; cuanto más se revolvía sobre la cama, más fuerte lo sujetaba. Como aquellos insectos que vio una vez en su antigua escuela, atrapados bajo un cristal, sin poder moverse ni escapar jamás.

Hasta que sintió que se levantaba de sobre su cuerpo, jadeando aún, susurrando algo que apenas alcanzó a escuchar.

̶ Mírame... abre los ojos.

No lo hizo, pero supo que debió hacerlo cuando un fuerte tirón en su cabello lo hizo gritar de nuevo. Se resistió una vez más, sólo quería que lo dejara tranquilo, que lo dejara por fin en paz.

̶ Qué abras los ojos, quiero ver tus ojos.

No hubo respuesta y podía tirar de su cabello hasta arrancárselo todo, no iba a abrirlos nunca. Ante la negativa vehemente vinieron más bofetadas.

̶ No vuelvas a desobedecerme mocoso ̶ susurró cerca de su oído una vez terminó de golpearlo para luego recoger su ropa en medio de oscuridad y lloriqueos inacabables. Se la puso con cuidado para no mancharla demasiado de humedad.

̶ Ya cállate, vístete de una vez. .

No le hizo el menor caso estando demasiado ocupado desapareciendo entre las sábanas.

̶ Parece que no entiendes cuando se te dice que hagas las cosas ̶ lo tomó de los brazos triturándolos con sus manos —Vas a hacer lo que te ordeno aunque para eso tenga que matarte y nadie te va a extrañar, nadie va a decir nada si te mato por desobediente. Al contrario, me van a agradecer por deshacerme de ti. Ahora ponte tu ropa y métete a la cama.

Aterrado tragó lágrimas saldas y se escondió bajo las sabanas lo más pronto que pudo.

̶Así está mejor ̶ satisfecho se dio la vuelta para abandonar la habitación ̶ Ni una palabra si sabes lo que es bueno para ti.

Cerró la puerta dejando la habitación a oscuras y silenciosa.

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Al parecer ella lo odiaba. Odiaba tenerlo cerca, odiaba cuando bajaba las escaleras y aparecía en la cocina, cuando se sentaba en el comedor para desayunar e irse a la escuela. Se sentaba en medio de ellos dos y ella deseaba mandarlo a desayunar al patio, con tal de no verlo.

Los días que siguieron de la visita nocturna de su papá los pasó en casa. Él dijo que estaba enfermo y debía quedarse en su cuarto. Debía estar muy enfermo porque le dolía mucho. Ella parecía estar enojada con el niño por enfermarse, lo supo cuando entró a su habitación con la misma cara de asco de siempre. Descubrió una mancha grande de algo húmedo manchando las sábanas cuando lo sacó de la cama.

Lo miró con rabia y arrastró al baño. Le arrancó la ropa, cuando estuvo desnudo ella lo empezó a golpear con la escobilla para fregar. El chiquito no sabía bien que estaba sucediendo. Desde esa noche no entendía bien nada de lo que sucedía. ¿Por qué ella estaba molesta con él? De repente por enfermarse.

Su verdadera mamá también se enojaba cuando se enfermaban, pero luego se le pasaba. Solía regañarlos porque decía que no tenían dinero para comprar las medicinas, así que debían cuidarse. Regañaba a su hermana mayor por no cuidarlos bien, como aquella vez cuando Yuuta se enfermó de gripe. Se habían escapado ambos de la custodia de su hermana en esa ocasión. Ella estaba muy ocupada con sus deberes de la escuela como para llevarlos al canal a atrapar ranas. Syusuke le dijo a Yuuta que la iba a convencer de llevarlos, pero cuando le preguntó ella los mandó a volar.

Entonces decidió que irían de todos modos, aunque solos; así fue. Se pusieron en marcha apenas ella les quitó un ojo de encima. Muertos de risa llegaron al canal y se sacaron los zapatos en la orillita. Yuuta decía que el césped le picaba bajo los pies. Entraron despacito al agua a buscar sapos y ranas, pero parecía que no había ninguno por los alrededores. Chapotearon un rato recogiendo piedras de colores, pero de ranas ni los rabos.

̶Hermano mayor me mentiste y eres malo. No hay ninguna rana, ni un sapito, nada —

̶ No es mentira Yuuta lo que pasa es que ya se deben haber ido a su casa. Nos hemos demorado mucho en venir—

̶Entonces vamos a buscarlos en su casa. ¿Dónde viven hermano mayor? ¿Tú sabes?—

Le hizo una pregunta difícil. ¿Dónde podían vivir? Cuando vio los libros de su hermana los sapos siempre estaban parados sobre hojas circulares flotando sobre el agua. De repente ahí era donde vivían, pero no había ninguna de esas hojas en los alrededores.

̶Hermano, quiero saber ̶ insistió impaciente ̶ Dime, quiero saber.

̶ Los sapos viven en el agua, por eso deben haber muchos por acá. Su casa debe estar bajo el agua.

̶ Pero eso no puede ser verdad. Si vivieran bajo el agua se hubieran muerto.

̶ No, los sapos tienen su casa bajo el agua también ̶ pudo recordar haber visto en la televisión algunas ranas nadando bajo el agua.

̶ Hay que ir a buscarlos ̶ Yuuta saltó a la parte más honda del canal sin que pudiera detenerlo.

En un momento desapareció de su vista. Trató de avanzar a buscarlo y no lo veía entonces...

̶ Yuuta.

Gritó tratando de hacerse oír. Chapoteó acercándose hacia donde estaba su hermano hacía un momento y sintió que algo le jalaba la pierna. Yuuta salió de debajo del agua entonces... con algo entre las manos...

̶ Hermano, mira encontré su casita ̶ dijo apenas salió. Un sapito saltó de entre sus manos ̶ que no se vaya.

No le importaba el sapito, ni las ranas ni nada, el alma le estaba volviendo al cuerpo de a pocos. Abrazó a Yuuta para evitar que se volviera a zambullir para atrapar al batracio fugitivo. Ese momento fue el peor que había podido experimentar hasta entonces en su corta vida. Yuuta protestó porque lo estaba apretando demasiado pero no podía soltarlo.

Regresaron a casa con los zapatos y la ropa empapados. Habían planeado el escape, pero no el retorno. Iban a haber problemas, su hermana mayor estaba hecha una loca buscándolos por toda la ciudad, en su ayuda había convocado a la mitad de los vecinos. Hasta que aparecieron ambos, empapados. Ella los miró enojada y le mandó un buen regaño a Syusuke, luego se arrodilló a frente a ambos y los abrazó cubriéndolos de besos.

Había estado muy preocupada los llevó a casa y los metió a la tina. Una vez estuvieron bien limpiecitos les puso ropa de dormir y los mandó a la cama. Mamá siempre llegaba tarde con papá porque tenían que trabajar mucho para que alcance el dinero. Ella no le dijo nada a mamá ni a papá porque la iban a regañar por culpa de sus hermanitos.

̶ Que sea un secreto ̶ les dijo antes de acostarlos.

Un secreto que salió a la luz más pronto de lo que se esperaba, porque esa misma noche Yuuta despertó a toda la familia volando en fiebre. Mamá estaba muy triste y no se apartaba de su lado, papá salió a buscar al médico y medicinas. En un rincón a Syusuke la conciencia no lo dejaba tranquilo y a su hermana los remordimientos la vencieron y confesó todo.

Los regañaron a ambos, pero mamá fue más dura con su hermana. Le dijo cosas feas que la hicieron llorar como que si le pasaba algo a sus hermanos iba a ser su culpa, que ella era irresponsable y descuidada, para algo la dejaban a cargo de ellos, que no podían confiar en ella. Esas palabras no las merecía su hermana... esas palabras se las merecía él, por su culpa Yuuta estaba enfermo, era culpa de él, porque había sido su idea. Todo era culpa suya....

Entonces por eso Sue estaba tan enojada, ahora también el tenía la culpa de enojarla. Lo hizo entrar al agua, algo caliente para su gusto y luego con un trapo empezó a refregar su piel como si se la quisiera arrancar. Debía estar muy sucio porque ella lo lavaba como a una alfombra mugrosa.

̶Cállate ̶ le ordenaba cuando Syusuke se atrevía a sollozar —Que te calles.

Syusuke hacía caso omiso de lo que ella le decía, eso la enojaba más.

̶ Ahora si lloras ¿no? Pero cuando toda tu familia se murió nada. ¿No? ̶ murmuraba mientras seguía con el proceso de despellejarlo vivo ̶ Toda tu familia, mi nadie me quita de la cabeza que fue tu culpa.

Concluyó dejando el trapo a un lado. Tomó una toalla que estaba aguardando colgada en el perchero. Lo envolvió en ella y lo arrastró hasta su habitación de nuevo...

vvv

La escuela empezó muy temprano en la mañana, por fin había podido salir de casa. Detestaba ese lugar más que a nada en el mundo. En el salón de clases miraba por la ventana deseando poder atravesar los muros y desaparecer, mientras se echaba sobre el pupitre sin prestarle atención a nadie. La profesora ya lo había regañado un par de veces por esto, así que una vez más no le hacía ningún daño. Esta vez lo expulsó de la clase.

Se levantó y se fue al pasillo desierto. Mirando al vacío encontró la puerta de salida. De repente podía desaparecer esta vez, irse bien lejos. Aunque no tenía donde ir, no tenía más familia que…No tenía familia, a nadie más sobre la tierra. Sus ojos regresaron al suelo, donde permanecían siempre que estaba alguien cerca. Prefería no mirar a nadie más con sus ojos tan horribles, como ella decía, no quería volver a abrirlos para él, nunca más.

Sintió la urgencia de correr sin saber hacia donde, apenas apareció el recuerdo de noches anteriores. Su respiración se aceleró y cerró los ojos tratando de disipar los recuerdos. De repente reemplazarlos por algo más bonito, pero ningún recuerdo agradable llegaba a su mente. Los malos recuerdos se comieron vivos a los buenos.

Ni un solo recuerdo agradable se asomaba por su mente; estaban extintos.

El pasillo se llenó de gente, era hora de descanso. Mucho ruido en todos lados, siguió a todos los demás niños hasta el patio. El resto conversaba, reía y algunos jugaban entre ellos, así que decidió irse a sentar lejos, donde el sonido de sus voces no lo alcanzara. Estuvo disfrutando de cierta paz hasta que un grupo de niños se le acercó murmurando entre ellos. Luego uno de ellos, el más alto de todos se le acercó.

̶ Tú vete de acá, no te queremos en esta escuela ̶ No le prestó atención, de repente ignorándolo se iba.

̶ ¿No oyes? No queremos que vengas a la escuela con nosotros. Tú eres malo porque mataste a tu familia, lo vimos en la tele.

Logró que levantara la mirada clavándole los ojos encima.

̶ No es cierto —susurró con un pedacito de voz.

̶ Sí es cierto, yo lo vi en la tele ̶ se hizo escuchar un niño que estaba tras el más alto del grupo que de pronto empezó a rodearlo; un coro de ellos lo apoyó. Ante esto regresó al silencio y de nuevo bajó la mirada al suelo.

̶ Vete de la escuela, no te queremos aquí.

Syusuke no se movió, respiraba profundo tratando de aguantarse las ganas de gritar. Se empezó a poner rojo del esfuerzo que hacía por amarrar sus lágrimas.

̶ ¿Vas a llorar? Eres un cobarde. Ya vas a llorar niñita. ¿Por qué mataste a tu familia? ¿Por qué no te compraron un vestidito rosadito? ̶ un coro de risas esta vez.

—Yo no hice nada de eso. Eso es mentira.

—Entonces quien fue. Tú fuiste, mentiroso ̶ otra vez el coro apoyando la versión del chico más alto ̶ Cobarde, mentiroso.

No lo iba a dejar tranquilo al parecer.

̶ Miren como va a llorar, si es un…

Las palabras se le atoraron en la boca cuando Syusuke le saltó encima. Nadie lo esperaba, ni él mismo sabía que estaba haciendo hasta que le devolvieron los golpes y ambos se revolcaron en el suelo mientras el coro de chicos gritaba y hacía escándalo.

El otro niño era más grande que él, pero eso no importaba. Todo lo que había dicho era mentira y ahora iba a hacer que se arrepintiera. Siguieron entrelazados en medio de patadas y puñetazos hasta que los profesores llegaron a poner orden.

Los separaron en medio del bullicio de todo el colegio para llevarlos al salón de clases y luego donde el director de la escuela. A Syusuke le brotaba sangre de los labios pero ello no disminuía las ganas de pelear. Una maestra lo depositó en una silla y le ordenó quedarse quieto en ese lugar. Recién entonces se dio cuenta que estaba en serios problemas.

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Llamaron a sus padres. Ellos estaban furiosos, Sue más que nunca. El director regañó al niño, dijo que era muy violento, muy problemático. A ella la rabia que le atravesaba los rasgos finos del rostro. La mirada de Syusuke regresó al suelo mientras que escuchaba todo lo malo que era de boca de Sue. El director les dijo que se podían ir luego de más regaños. Ella lo tomó del brazo y lo arrastró fuera de la escuela para aventarlo dentro del auto. No dijeron ni una sola palabra rumbo a la casa. Syusuke miraba por la ventana con ganas de arrojarse del auto. El cielo estaba gris, cubierto de nubes. No quería llegar nunca, ni que se acabara el camino.

Sonrió pensando que al final de ese día de repente iba a poder estar con su familia.

TBC