Aviso de servicio público: NO es un capítulo alegre ni mucho menos. Es TRISTE y por ahi que puede herir la sensibilidad de alguien. Así que leeanlo con cuidado y que la fuerza los acompañe.
Debo agradecer a Kalamina 112 por hacerme notar que le faltaba una partecilla a mi fic antes de postearlo. Jijijiji ella es mi mejor crítica.
Bueno... ahi les va el tercer capitulito del mal...
3. Living with painful memories
La escuela no era su lugar favorito, pero por lo menos lo mantenía fuera de casa largas horas i; igual detestaba tener que asistir. Nunca la odió más que cuando tuvo que ir después de la pelea en la cual lo suspendieron por una semana. Entró al salón de clases a recoger algunas de sus cosas para pasar el día de suspensión en la biblioteca, pero tenía la cara tan golpeada que ninguno de sus compañeros pudo resistir el impulso de voltear a mirarlo.
Fue vergonzoso, lo peor de todo fue que no todas las marcas de su rostro eran producto de la gresca del día anterior. La mayoría los obtuvo en otra tan desigual, pero en la que salió más perjudicado.
Asistir a la escuela era excusa para perderse en las veredas amplias de la calle que lo llevaban a lo que fue su hogar; no tenía a donde más ir cuando se sentía mal. A su corta edad sabía que no podía hacer gran cosa que aceptar su destino tal y como venía, tal y como le había tocado vivir.
De repente un día de esos iba a tener la oportunidad de ver a su familia de nuevo; quizá muy pronto. Lo deseaba tanto, cada vez que su papá entraba a su habitación a visitarlo por las noches y se quedaba con él.
La primera vez estaba tan desconsolado que no sabía porque se sentía tan mal. No quería ni mirar a la cara al sujeto al que tenía que decirle papá. Huía para no tenerlo cerca, huía de ambos durante los momentos que pasaban juntos como una familia. Sue lo odiaba con todas sus ganas, siempre regañándolo todo lo que hacía lo hacía mal, todo. Lo mejor era que se hubiera muerto con el resto de su familia, siempre decía eso.
Él también lo odiaba, por eso lo lastimaba de "ese" modo, cuando dentro de su habitación hurgaba entre las sábanas para encontrarlo. Luego de la corta búsqueda lo tomaba de un brazo y lo arrancaba de la calidez de las cobijas haciéndolo ponerse de pie para despojarlo de las prendas que traía encima. Lo arrojaba a la cama para acostarse junto a él. Llenaba su cuerpo de caricias toscas y le mojaba hasta que quedaba sin aliento cuando su lengua entraba en su boca cubriéndola completamente. Separaba sus piernas con las manos y hacía que le doliera muchísimo.
Gritar no era una opción, porque la iba a despertar; Sue se despertaba siempre por el ruido que hacía por más que la puerta estuviera cerrada. Por las mañanas mientras lo regañaba por algún motivo que nunca le faltaba, le daba bofetadas mientras se quejaba de que no la dejaba dormir con su llanto.
Sue lo odiaba de veras. Decía que bien hubiera hecho en morirse con el resto de su familia a venir a estorbar en su casa. Es que el chiquillo era un inútil, que nada sabía hacer. Conseguía que la ayudara en los quehaceres de la casa pero no podía hacer gran cosa porque era demasiado pequeño y torpe.
Cada mañana en la que abría los ojos y recordaba que el mocoso estaba bajo su mismo techo deseaba que ese fuera la última para él. Es que ella hubiera preferido una niña. Cuando su esposo lo vio se encaprichó con el chiquillo; ella tuvo que ceder. Ahora no sabía que hacer con el mocoso sino era mantenerlo lo más lejos posible de su presencia.
—Mocoso idiota —gritaba mil veces al día.
Deseaba que estuviera lejos, muerto de una vez. Total, tantos accidentes suceden en casa, los niños son traviesos, muchas cosas les pueden pasar cuando juegan a corretear por los pasillos. Eso lo sabía bien la profesora, como cuando Syusuke cayó de la escalera de la casa mientras jugaba en el segundo piso. Su mamá le escribió una nota para que la mostrara en la escuela y hasta fue a hablar con la maestra para relatarle lo sucedido. Algo parecido sucedió la vez que se cayó por las escaleras del sótano, un descuido de uno de sus padres, la verdad, dejar la puerta abierta y el chiquillo idiota no vio porque estaba oscuro. Es que era tan torpe, tan callado, tan antisocial. La maestra lo confirmaba en la escuela, el niño no tenía ningún amiguito con quien jugar, acabando las clases se iba directamente a su casa.
Claro, si es que se aparecía por la escuela. A veces aprovechaba algún descuido de sus padres y maestra para desaparecer. Luego regresaba a su casa como un perro callejero para recibir los regaños correspondientes.
Los días pasaban y crecía tan inútil como había llegado a casa. Era un delincuente juvenil por donde se lo mirara, siempre tenía alguna marca en la cara producto de sus escapadas a la calle, decía su mamá. Seguía creciendo, pero las visitas de parte de su esposo a su dormitorio no cesaban, al contrario iban en aumento. Sue empezó a extrañarlo en su lecho; noches sin que se asome a verla y dormir con ella. Todo era culpa de ese chiquillo idiota. Desde que llegó a su casa lo único que había hecho era poner todo de cabeza.
Eso la ponía furiosa.
Decidió hacer algo mejor que regañarlo y dejar accidentalmente la puerta del sótano abierta cuando él pasaba por ahí. Optó por conversarle, contarle algunas historias acerca de mocosos parásitos como él, inservibles y delincuentes que no encontraban mejor salida para su vida miserable que suicidarse. Le contaba como lo habían hecho y hasta le daba los artículos de las revistas para que los leyera, luego se aseguraba que los hubiera leído todos completos. Le contó el caso de una chica que tomó un frasco entero, de las pastillas que ella había comprado en la farmacia esa misma tarde y murió mientras se acostó esa noche. Se las entregó en las manos y lo mandó a guardarlas al botiquín del baño.
Esa noche mientras estaba en su cuarto hojeando unas revistas de modas, pudo escuchar pasos en el corredor rumbo al baño. Dejó a un lado la lectura nocturna para escuchar con atención. Pudo percibir el rechinar de la puerta del botiquín al abrirse y el crujir de la tapa del frasco nuevecito, el sonido característico de las pastillas al salir del envase de plástico. Escuchó la puerta del baño cerrarse y sonrió tranquila. Entonces pudo retomar la lectura.
A la mañana siguiente luego de haber dormido como piedra su esposo la levantó alarmado. El chiquillo no estaba en su habitación, sino en el baño, cubierto en vómito y echado en el suelo. Ella lo miró con asco tratando de repasar el artículo que leyó, recordando la parte en la que se detallaba la muerte de la chica. Su esposo atravesó el mar de inmundicia para comunicarle que el chiquillo estaba aún vivo. Al parecer había arrojado todas las pastillas y ninguna hizo efecto.
—Maldito mocoso —masculló casi para sus adentros, mientras que su esposo trataba de reanimarlo. Estaba más vivo que nunca, sólo algo adolorido por el vomitar toda la noche.
Ella se lo arrebató de los brazos y lo arrojó contra la tina de baño. Sin quitar el gesto amargo de su cara abrió el grifo de agua fría.
—Maldito mocoso.
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Una mañana más de tantas y abrió los ojos con sin querer realmente hacerlo. Dio una mirada por la ventana sólo para cerciorarse que seguía en el mundo de los vivos. Tanto deseaba irse al lado de su familia que tenía las muñecas plagadas de cicatrices rojas. Marcas de antaño, dado que ante sus afanes suicidas su papá se había encargado de desaparecer todo tipo de objetos punzo cortantes que pudieran estar a su alcance.
Era una lucha silenciosa entre su mamá y papá. Por un lado ella sembraba la casa con objetos filosos y él se encargaba de desaparecerlos. Si esa mañana no hubiera abierto los ojos como tanto deseaba Sue, la hubiera hecho muy feliz.
Syusuke no era ajeno a que ella deseaba que desapareciera. Estaba seguro que cada vez que una estrella fugaz pasaba por la casa ambos deseaban lo mismo, que desapareciera de una vez. Aunque habían momentos en los que ella no podía esperar más que ese momento llegara. A veces lo despertaba en la mañana a almohadazos, rabiosa de no tener la fuerza necesaria para ahogarlo mientras dormía.
Por momentos le agradecía en silencio la iniciativa, lo único que quería era desaparecer lo más pronto posible. Tenía ya trece años y estaba a punto de sumar una velita más a la torta de cumpleaños que nunca llegaba. Ya había intentado suicidarse cinco veces, algunas con ayudadita pero nunca había tenido suerte.
Abrió los ojos totalmente antes que a ella se le ocurra aparecerse por su habitación y sacarlo de la cama a punta de bofetadas. Era temprano al parecer porque la pereza lo invadía esa mañana. Mejor salir de la cama de una vez.
No era muy agradable permanecer dentro luego de los sucesos de unas horas antes. Cuando su papá decidía acompañarlo por las noches, dormir con él y compartir la misma cama; a decir verdad nunca dormían.
Un sonido en la puerta lo hizo saltar de la cama a toda velocidad. Podía ser cualquiera de los dos, no importaba cual de ellos, igual iba a tener problemas desde temprano.
Mala suerte, era él.
Su mirada aterrizó en el suelo apenas detectó la figura de su papá en el umbral de la puerta y se quedó sentado sobre el colchón cubierto por sábanas azules. Nunca lo miraba a la cara, no quería hacerlo porque no soportaba su mirada. Eso era algo que su papá disfrutaba mucho. Sobretodo cuando estaba encima de él, lo obligaba a mantener los ojos abiertos y mirarlo fijamente. Decía que le gustaban mucho sus ojos; a modo de venganza trataba de ocultarlos lo más que podía. Sus pies se acercaban bajó la cabeza más aún. Cerró los ojos esta vez presintiendo que algo iba a suceder y así fue. Le hizo levantar la cara mediante un tirón de cabello en la base de su cráneo para estrellar sus labios contra los suyos.
Ni así logró que abriera los ojos, de todos modos esa mañana no estaba muy interesado en ellos, quería otra cosa. Las manos de su papá atraparon sus hombros forzándolo a levantarse de sobre el colchón. Sin decirle una palabra, así era como prefería las cosas, en silencio. Lo arrastró hacia la puerta de su habitación; desde temprano las cosas empezaban mal.
Una vez en el corredor lo soltó propinándole un empujón para que empezara a caminar solo. Lo hizo con la mirada en el piso de madera, deseando que no terminara el camino. Pasó por delante de la habitación de sus padres, donde Sue seguramente les dirigió una mirada de odio al verlos.
Las miradas de Sue no le hacían más efecto que los golpes que le daba con frecuencia. Ya no le importaba porque había aprendido a vivir con ellos. Se esforzaba por evitarlos y obedecerla al momento para no tener problemas. Así había sido durante mucho tiempo, obedeciendo sin preguntar, como una marioneta, sin replicar. Desde que tuvo la mala suerte de cruzarse en su camino. En un principio pensaba en rebelarse, en escapar e irse lejos, pero no tenía a donde ir. Donde fuera que terminara iba a ser lo mismo sin duda. Por eso ya no protestaba, ni siquiera decía una sílaba sin que fuera necesario. Incluso se estaba acostumbrando a las visitas nocturnas de su papá y a tener que bañarse con él.
Entró al cuarto de baño seguido de cerca por papá impaciente por empezar. Sin quererlo se topó con su imagen en el espejo y se detuvo un momento a contemplarla, hasta que apareció la figura de papá tras él contaminándola. Entonces su reflejo se tornó totalmente distinto. Ya no era un niño, ni siquiera era un humano, era un juguete. Ese chiquillo castaño, de ojos azules como vitrales y palidez cadavérica que lo miraba a través del espejo era él. Detestaba reflejarse porque significaba que seguía existiendo.
Lo más horrible de su imagen es que de pronto empezaron a rodearla unos brazos gruesos. Una mueca de desagrado se dibujó en su rostro, algo que no solía permitirse en plena luz del día. Demostrar emociones sólo cuando nadie podía verlo, en la oscuridad de su habitación, cuando tenía la cara hundida en la almohada, cuando tenía a papá encima de él.
Lamentablemente su gesto no pasó desapercibido y fue remunerado con un tirón en el cabello que por poco le arranca la cabeza. La fuerza del tirón fue la suficiente para hacerlo girar a un lado, acto aprovechado por papá para empujarlo a la ducha.
Otra vez pudo pescar su reflejo en el espejo y fue una imagen más desagradable que la anterior. Tanto que provocó que su garganta emitiera cierto sonido prohibido mientras se desarrollaban ciertas sesiones con papá.
—No.
Esta vez no fue un tirón de cabello solamente, esta vez lo acompaño un puño cerrado que se estrelló en su rostro. Lo mandó de frente al borde de la tina haciéndolo ver estrellas en el proceso para luego recibir más golpes. Afortunadamente fueron pocos debido a las urgencias de papá que lo hicieron entrar a la ducha pronto. El grifo de agua tibia se abrió y papá se reunió con él dentro de la ducha.
Las paredes de mayólicas pálidas estaban heladas como la lápida que debería estar cubriendo su cuerpo en ese momento; de no haber tenido la mala suerte de sobrevivir. Aunque si lo pensaba bien, si no hubiera muerto él quizá su hermano menor hubiera sobrevivido. Quizá hubiera sido Yuuta el que hubiera tenido que vivir la pesadilla a colores que él tenía que afrontar a diario. Ese pensamiento le dio algo de alivio, mientras las manos de papá se desplazaban a lo largo de su cuerpo, mientras que le daba de mordiscos en el cuello, mientras que lo apretaba contra su piel mojada.
Trataba de no pensar en nada cuando estaba en situaciones como esta. Al principio trataba de pensar en cosas agradables, pero no habían muchas y las pocas que tenía ya se habían agotado toditas. Había descubierto algo de consuelo mientras que papá le estrellaba la cabeza contra la pared mojada para colocarse tras él y poder saciar sus urgencias. Por lo menos su hermano no tenía que afrontar este tipo de cosas, a Yuuta no lo estaban estrellando con fuerza mientras que sentía un dolor creciendo en su espalda, con visos de incrementar.
No tardó en empezar a gimotear, mordiéndose los labios con fuerza para no gritar, pero papá jadeaba como un perro sediento y mascullaba obscenidades en sus oídos mientras lo apretaba de la cintura para estrellarse contra él, dentro de él.
Seguramente pronto iba a terminar por como jadeaba. Ambas respiraciones se tornaron pesadas mientras trataban de recuperar el aliento debido al esfuerzo. Ahora Syusuke se esforzaba más por pensar en algo agradable que no existía.
El chorro de agua tibia se combinaba con las pocas lágrimas de dolor que se escapan de sus ojos y con el líquido que se escurría sobre sus piernas cuando papá terminó. Lo supo por el ardor que sentía. Papá empezó a asearse para luego salir de la ducha, dejándolo en el suelo esperando su turno, como si fuera una marioneta. El chiquillo se quedaba inmóvil tal y como había caído por el empujón final, esperando que él se fuera de la ducha para poder asearse por su cuenta; siempre era lo mismo, como una vieja costumbre, un horrible ritual.
Las sesiones con papá estaban plagadas de rituales. Los conocía muy bien, los venía practicando ya bastantes años. Demasiados de repente, era mejor no pensar en eso.
Papá salió de la ducha y era su turno de limpiarse un poco. Tenía la sensación de que aunque se quedara bajo el agua una semana, no se iba a sentir limpio.
—Tienes diez minutos para estar listo y bajar a la cocina— anunció.
No le respondió porque también era parte del ritual, hablar lo estrictamente necesario. En esa casa a nadie le interesaba oírlo. Por lo menos a papá no le importaba lo que tuviese que decir. La boca la tenía para otros fines, no necesariamente para hablar. Los juguetes no hablan, sólo están ahí para ser utilizados, para nada más.
Aunque el oso de peluche de Yuuta tenía voz, según recordaba. Cuando estaban aún estaban chiquitos y dormían él y su hermanito en la misma habitación le pedía que hiciera hablar al osito. Así que ante este requerimiento Teddy tuvo la capacidad de poder expresarse cada vez que era necesario que Yuuta comiera todo su almuerzo o cuando no quería entrar a la tina de baño.
El recuerdo del osito se hizo nebuloso al momento que sus ojos se nublaron. No pudo cuidarlo lo suficiente porque en un descuido suyo Sue lo encontró y sacó de su super escondite. Lo había ocultado en la casa de perro que se hallaba en el jardín trasero. No estaba seguro si había habido un perro en esa casa antes, pero la casita de madera seguía ahí. Sucia y llena de arañas por dentro era un buen escondite para Teddy hasta que Sue apareció en el panorama y se deshizo definitivamente de él. Hubiera adorado hacer lo mismo con el chiquillo, desaparecerlo tal y como desapareció al osito de peluche.
Una vez más le había fallado a Yuuta. Por su culpa ahora ninguno de los dos estaban con él, ni Teddy ni Yuuta.
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Bajó a la cocina a reunirse con su familia a los once minutos. Su minuto de retraso afortunadamente no tuvo mayor consecuencia, aunque seguramente papá se la iba a cobrar más tarde. Después que desayunó lo mandaron a hacer unos encargos que le tomaron la mañana entera. Se tomó su tiempo porque no tenía ninguna voluntar de regresar a su casa. Dio vueltas por la ciudad deseando no tener que volver nunca más. Incluso pasó por lo que había sido su casa, un edificio a medio derruir. Iban a construir algo ahí, desde hacía varios meses el lugar estaba cerrado y ya no podía escabullirse dentro.
Ese era su único y verdadero hogar, aunque cubierto de mugre, tierra, cenizas y recuerdos. Su casa. Hasta que se empezó a hacer tarde, y en algún momento tenía que volver así que así fue.
Una vez llegó a la casa se topó con una Sue que daba vueltas de un lado para otro emocionada. Algo estaba sucediendo pero nadie le decía nada como siempre. Tampoco preguntaba.
—Ya volviste —la voz de su mamá tenía algo de desilusión. De repente ella esperaba que de camino a hacer lo mandado lo aplastara un carro o algo —Fuera de mi vista, ponte a hacer algo, lo que sea pero desaparece.
Por no contradecirla desapareció yéndose a refugiar a su habitación. En el camino se cruzó con su papá y sus ojos retornaron al suelo automáticamente; ingresó a su habitación seguido por él.
Entró y se quedó de pie a unos pasos del umbral de la puerta. Por un momento se le heló la sangre al ver que habían dos camas en vez de una. Volteó a ver a su papá en un afán desesperado de enterarse que estaba pasando y fue peor al ver que sonreía extasiado de verle la expresión de sorpresa en la cara. Sus labios formaron una pregunta que no llegó a abandonar su garganta. De nada servía preguntar, después de todo no iba a poder hacer nada en contra de la voluntad de sus padres.
No le quedó otra que bajar la mirada una vez vio que una palma de su papá se aproximaba a él. Cerró los ojos esperando un golpe que fue reemplazado por una caricia tosca. La mano cayó sobre su cabeza acariciándola y enredando los dedos entre las hebras castañas.
Este gesto le causó más escalofríos aún.
Su papá estaba sonriendo mientras reprimía una risita burlona. Jugaba con él atormentándolo con la curiosidad para luego irse dejándolo más preocupado que nunca. Muchas ideas se le pasaron por la cabeza. Sería que por fin se iba a mudar a su habitación. Por lo general se metía a la misma cama con él y no era para dormir.
Escuchó el sonido del timbre de la puerta y luego la voz de Sue recibiendo a quien había llegado recién. Le hubiera gustado bajar a ver quienes eran, pero no se atrevía. No tenía porque bajar con los invitados, no era necesaria su presencia. Así eran las cosas, cuando venían amigos de sus padres se la pasaba en su habitación tan silencioso como siempre. No querían su presencia incomodando a los invitados. Esta vez la curiosidad lo mataba. Necesitaba ver de quienes se trataba porque la voz de sus padres sonaba muy animada, más que de costumbre.
Esperó tranquilamente en su habitación como un juguete que espera que vengan a jugar con él. Esperó largo rato hasta que se quedó dormido cuando unos pasos acercándose y las mismas voces terriblemente familiares de siempre.
—Esta va a ser tu habitación —Sue animadísima abrió la puerta dejando entrar el mundo exterior.
Syusuke se incorporó del suelo donde estaba sentado al verla entrar. En silencio devolvió la mirada a donde le correspondía tratando de fijarse en los pies de más que entraban tras ella.
—Dame tus cosas, las pondré en las gavetas por ti —ella estaba contentísima. También él venía con ellos.
No pudo contener más la curiosidad y levantó los ojos para descubrir que un par de ojos desconocidos estaban fijos en él. Ojos de color extraño, verdosos, como el color de la corteza de los árboles cuando retoñan. Se quedó observándolos sorprendido, porque esos ojos lo miraban tan fijamente que era imposible soltarse de ellos.
—Esa de ahí será tu cama. Ah, estas aquí— por un momento maravilloso Sue se había olvidado que el mocoso ese existía —como te decía Ryoma, esta de acá será tu camita. Ven... ven conmigo –ella lo tomó de la muñeca jalándolo hacia un lado de la habitación.
El recién llegado no le quitaba los ojos de encima, a pesar de que Sue lo jalaba hacia un lado, sus ojos de lechuza permanecían fijos en los suyos. Así que Syusuke se limitó a cerrar los propios tratando de no parecer hostil.
—Ve a preparar la cena —ordenó Sue en un afán de deshacerse del estorbo. Quería ver si podía prolongar la sensación de que el mocoso no existía y Ryoma le iba a ayudar gentilmente a ello.
Sin decir una palabra abandonó la habitación sin poder evitar sentir los ojos de lechuza sobre él siguiéndolo en cada paso. Encontró refugio en la cocina, lejos de la mirada de odio de Sue y la mirada extraña de Ryoma. Ese era su nombre si había escuchado bien. Así que iba a dormir en su habitación, para eso era la otra cama. Algo de alivio lo invadió entonces mientras en soledad preparaba la cena, para un miembro más esta vez.
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Durante la cena pasaron las cosas más extrañas.
Conoció a una Sue totalmente distinta, una que no tenía el gesto de asco cada vez que estaba presente, sino que por el contrario se veía radiante y cariñosa. Sonreía hasta por nada y se ufanaba en atender lo mejor posible al recién llegado. Lo más cercano a una mamá que podía recordar. Tan contenta estaba por la llegada de Ryoma que no hizo ningún comentario desagradable acerca de él en toda la cena. Lo ignoraba completamente y eso era lo mejor que le había podido suceder en mucho tiempo. No se quejó como siempre hacía cada vez que preparaba algo que cenar. Siempre algo tenía que hacer mal, o muy salada la comida, o muy aguada, o muy fría. Esta vez ningún comentario en su contra. Simplemente había dejado de existir.
Incluso su papá decidió dejarlo en paz. Todo apuntaba a ser felicidad de ahora en adelante. Al parecer ese niño ojos verdosos los mantenía bien animados como para ocuparse del chiquillo inútil que también vivía en la casa.
Durante la cena dejó de mirar a su plato y por momento levantaba los ojos hacia Ryoma, sólo para cerciorarse que también él lo estaba mirando; parecía dejar todo lo que estaba haciendo cada vez que descubría que Syusuke lo estaba mirando.
Al terminar la cena se quedó en la cocina a terminar con sus labores. De repente las cosas iban a cambiar desde ahora. Por lo que pudo oír durante la cena Ryoma era el nuevo hijo adoptivo de sus padres. Así que sin duda las cosas iba a ser distintas. Quizá por fin lo iban a dejar tranquilo para irse a donde quisiera o lo iban a devolver al orfanato en espera que cumpliera la mayoría de edad o peor aún, lo iban a mandar a otro hogar sustituto en el cual podía encontrarse en una situación igual.
Nada peor que estar con ellos podía sucederle, pensó. Hasta empezó a sentir pena por Ryoma. Pena porque quizá podía pasarle lo mismo que le pasaba a él...
Esa idea le heló la sangre. No podía permitir que ese chiquito con ojos de lechuza pasara por lo mismo que él. No podía permitir que nadie pasara lo mismo. De repente era un castigo más por ser el culpable de lo que le pasó a su familia. Siempre escuchaba eso de labios de Sue; que era su culpa y que todo lo malo que le pasaba se lo tenía bien merecido.
Tan mal le iba siempre que debía ser cierto. Todo era su culpa entonces, iba a ser su culpa si le ocurría algo a Ryoma, si es que él le llegaba a poner un dedo encima. Su culpa, porque por su culpa toda su familia murió, porque dejó morir a su hermano menor.
Sin perder más tiempo subió las escaleras a toda velocidad, saltando escalones para llegar más rápido. Entró a la habitación a toda velocidad y de nuevo tuvo los ojos verdosos sobre él.
Al parecer todo estaba en orden, Ryoma estaba bien, sentado a un lado de la cama, solo. Su maleta en el suelo y todas sus pertenencias reposando sobre el colchón de cobertores verdes. Respiró aliviado acercándose hacia la cama que le correspondía tratando de sonreírle un poco.
En ese momento apareció Sue por la puerta, su rostro no se descompuso al ver que ya estaba Syusuke ahí, al contrario, prosiguió con su estrategia de ignorarlo.
—Veamos —ella se acercó a la cama verde y empezó a apilar la ropa dentro de una bolsa grande mientras parloteaba acerca de lo bien que la iba a pasar viviendo con ellos, los planes que tenía para el futuro y esas cosas. Seguía metiendo las cosas dentro la bolsa bajo la atenta mirada de Ryoma quien no sospechaba lo que iba a hacer con ellas.
Las iba a tirar toditas, a pesar de que su ropa no estaba tan gastada como la que Syusuke trajo cuando llegó hacía ya varios años. Entonces se acordó de aquel ritual de bienvenida, de quitarle todo lo que pertenecía a su vida anterior. Aquella vez él estaba tan asustado de haber llegado a ese lugar de extraños que no sabía que hacer ni como actuar, pero Ryoma no parecía estar asustado, quizá porque era mayor que él en comparación de cuando llegó. Debía tener la edad de Yuuta, unos diez u once años.
Sin embargo, la observaba atentamente mientras ella terminaba de despojarlo de sus cosas.
Hasta que ella le quitó el gorro que traía de la cabeza. Ryoma reaccionó arrebatándoselo al segundo siguiente que ella se lo quitó. Se lo volvió a colocar en la cabeza mirándola desafiante, esperando que se lo quisiera quitar de nuevo.
—Mada mada dane —murmuró.
Iban a haber problemas.
Apenas Sue se recobró de la sorpresa, el rostro le cambió radicalmente, aún así respiró hondo y sonrió como si nada hubiera pasado.
—Ryoma, no es hora de jugar. Dame ese gorro de una vez.—
—Es mío —fue la respuesta seca que obtuvo.
—No estoy jugando, dame ese gorro ahora —sus labios se arrugaron con ira en cada palabra.
—Yo tampoco —fue la atrevida respuesta que dejó pasmados tanto a Sue como a Syusuke quien saltó hacia ambos para evitar que ella lo mate.
En efecto Sue levantó la mano para acribillarlo a bofetadas que no llegaron a su destino, sino se estrellaron en el otro mocoso.
—¿Qué demonios les sucede a ustedes mocosos del infierno? ¿Acaso nunca les enseñaron modales malditos huérfanos?
Seguía repartiendo golpes tratando de llegar a su objetivo final quien sin perder el tiempo escapó retrocediendo. Syusuke no la iba a poder contener más tiempo así que Ryoma huyó de la habitación lo más rápido que pudo. Desapareció en el corredor y luego por las escaleras.
Sue muerta de ira dejó de golpear al otro mocoso atrevido para salir en la búsqueda de Ryoma, no sin antes cerrar la puerta por fuera.
Syusuke no sabía bien que había sucedido, todo fue tan rápido, tan imprevisto. Sin saber como ya estaba sobre ella, deteniéndola, oponiéndose como nunca antes lo había hecho.
Sin saber porque sonrió al pensar en Ryoma y en sus acciones suicidas. La alegría se le fue al pensar en las consecuencias. Podía escuchar las voces de Sue y de su papá buscándolo por toda la casa. Había desaparecido por completo, seguramente se había fugado a la calle, gritaba Sue.
Syusuke aún adolorido por los golpes se acercó a la ventana tratando de divisar por donde podía haber fugado. Entonces descubrió que unos ojos penetrantes lo miraban inquietos desde la oscuridad de un escondite en el jardín trasero. No pudo evitar una sonrisa al ver que Ryoma estaba oculto en la casa del perro desde donde se burlaba de los dos adultos que corrían por todos lados buscándolo.
Les tomó toda la noche ubicarlo y no lo hubieran hecho sin la ayuda de Syusuke. Su papá lo sacó de la habitación con la idea de que él podría encontrarlo ya que pensaba igual que el pequeño delincuente acabado de llegar.
Ryoma se quedó dormido tranquilamente en la casa del perro mientras que ellos buscaban desesperados por todos lados. Syusuke se atrevió a poner la condición de que no le iban a hacer nada si es que los ayudaba a encontrarlo. Aceptaron a regañadientes. Así que fue en su búsqueda, lo trajo aún adormilado y muy sucio. Sue aprovechó y le arrebató el gorro sujeto de disputa tan pronto lo tuvo cerca.
—Esto es culpa tuya. Te dejo solo con él unos minutos y ya lo conviertes en un delincuente juvenil. No quiero que te le vuelvas a acercar más mocoso.
Ella se lo arrebató de los brazos y se lo llevó al segundo piso
Vvv
Sue hablaba en serio cuando le dijo que no lo quería cerca del recién llegado. Lo mandó a dormir al sótano durante una semana. Hasta que a insistencia de papá regresó a su habitación y a su cama al lado de la de Ryoma. Hasta ese momento se había cruzado unas pocas veces con su nuevo hermano menor, casi por segundos, sin que pudieran intercambiar palabras.
Así que cuando regresó a su habitación se encontró con un Ryoma que lo miraba desde el suelo debajo de su cama. No supo que decirle hasta ahora no había cruzado palabra. Avanzó hacia su cama sintiendo como lo seguía mirando. Se acomodó entonces para acostarse a dormir cuidando de que lo que traía para él no sea descubierto aún.
Escuchó a Ryoma salir de debajo de la cama y subiéndose a ella. Giró sin poder evitar querer verlo de nuevo. Estuvo pensando mucho en él durante su temporada en el sótano. Cada vez que pensaba en que su papá podría...
Afortunadamente las visitas nocturnas no cesaron a pesar de su cambio de habitación momentánea. Eso lo mantenía tranquilo en medio de todo, mientras estaba con él dejaría en paz a su hermano menor.
—Te llamas Ryoma ¿verdad? —el silencio en ese momento era imposible. Nunca hablaba con nadie, no tenía la necesidad de hacerlo, hasta ahora —¿Quién pregunta?—
No pudo esconder una risita tan espontánea que no supo como salió de su boca.
— Fuji Syusuke —volvió a sonreír sin saber como podía hacerlo tan seguido.
— Ahhhh… Echizen Ryoma.
De nuevo el silencio mortífero en la habitación siempre silenciosa.
—¿Qué edad tienes? —no podía con su ataque de curiosidad.
—Once. ¿Tú? —respondió reprimiendo un bostezo.
— Tengo casi catorce —sonrió de nuevo maquinalmente –toma, esto es tuyo.
Debajo de su cobertor sacó la gorra que hacía unos días había sido la causa de conflictos. Entonces pudo ver como la carita de Ryoma se transformaba apartando el gesto de indiferencia y seriedad para dejar al descubierto rasgos infantiles.
—¿De dónde lo sacaste? —parecía que por un momento quiso arrojarse sobre su gorro pero al siguiente se dio cuenta que no era una buena idea.
—De la basura, ella lo iba a botar pero lo rescaté de ahí. Tómalo, es mejor que no dejes que lo vea —sugirió tragando las últimas palabras para cancelar la experiencia de perder a Teddy,
Sin perder el tiempo Ryoma saltó con agilidad felina y recuperó su gorro. Regresó a su cama abrazando lo recién recuperado mientras sonreía ligeramente.
—Gracias —musitó volviendo a arroparse.
—Debe ser muy valioso para ti, ese gorro —ahora no podía evitar sentirse mal por lo del oso de Yuuta.
—Era de mi papá —respondió curioseando dentro de los ojos de Syusuke, como si pudiera leer la tristeza de sus palabras reflejada en sus esta respuesta al mayor de los dos se hizo más difícil re preguntar.
—¿Por qué estas aquí? — esta vez le tocó a Ryoma preguntar, Por el tono de su voz, parecía que era a modo de compromiso.
—Mi familia murió... hace mucho tiempo.
— Ah...
—¿Y tú, Ryoma?—
— Igual, mis padres murieron y mi hermano no me quiere con él —fue la cruda respuesta.
Casi no se la creía. ¿Cómo era posible que su hermano no lo quisiera con él? Debía estar mal de la cabeza. ¿Cómo podía rechazar a su propia sangre?
— Igual no me quería quedar con él —agregó Ryoma tratando de descifrar que era ese nuevo brillo que aparecía en los ojos de su nuevo hermano mayor.
—Mañana tengo que ir a la escuela. Me dijo ella que me ibas a llevar.
— Sí, claro, te llevaré.
— No tienes que hacerlo si no quieres... Yo puedo ir solo.
—No he dicho eso Ryoma —respondió tratando de suavizar su tono de voz —iremos mañana a la escuela hasta te llevaré hasta tu salón de clases.
—No es necesario —respondió brusco recostándose en la cama y volteándose de modo que se quedó mostrándole la espalda mientras ponía fin a la conversación.
Syusuke sonrió de nuevo y apagó la luz de la lámpara sobre el velador que separaba las dos camas.
—Buenas noches, Yuuta —susurró antes de dormir.
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La mañana que siguió les tocaba ir a la escuela juntos, pero papá los iba a llevar como siempre. Con ello se cercioraba de que fueran a la escuela y no por ahí a vagar. Syusuke subió al auto primero, silencioso y cabizbajo como siempre, se ubicó en el asiento junto a papá mientras Ryoma se ubicó en la parte de atrás. Casi no habían tenido tiempo de conversar, pero ya podrían hacerlo luego. Papá subió al auto y la sonrisita de Syusuke se evaporó al instante.
—Vamos de una vez, no querrás llegar tarde a tu primer día en tu nueva escuela ¿no Ryoma? —lo miraba a través del espejo retrovisor.
—Sip.
Ahora una risita por parte de papá mientras echaba a andar el motor. Los viajes eran por lo general silenciosos, considerando que una de las reglas primordiales de la casa era mantenerla como un sepulcro. Por lo general cuando Syusuke iba con papá se la pasaba pensando en cualquier cosa, para evitar pensar que le iba acariciando las piernas.
Estaba algo absorto como era su costumbre cuando un sonido proveniente de la parte de atrás del auto rompió el silencio.
Pop, sonó.
Al parecer no era su imaginación porque papá casi choca el carro al sentir el sonidito característico del globo de goma de mascar cuando se revienta.
Pop, volvió a sonar. Pop y más pop.
Papá detuvo el carro y Syusuke volteó alarmado a ver a Ryoma quien inflaba otro globito dispuesto a hacer un sonorísimo pop de nuevo.
Pop.
Papá apretó las manos sobre el timón.
—Ryoma ¿Qué es esa cosa que tienes en la boca?
Pop
—Goma de mascar —respondió descaradamente mientras mascaba preparando otro globito más.
—Bótala —ordenó de tal modo que a Syusuke se le erizaron todos los cabellos.
—No.
Papá se quedó pasmado en su asiento por un segundo escuchando una tira de "pop" más. Syusuke volteó a ver a Ryoma para convencerlo de que botara la goma de mascar de una vez, pero de nuevo el sonido fue la respuesta que obtuvo. Papá salió del carro y abrió la puerta de Ryoma tan rápido que ninguno de los dos ocupantes pudo reaccionar. Sin tiempo para evitarlo Ryoma estaba afuera, suspendido de las solapas de su camisa a la altura del rostro de papá e inflando con descaro otro globo más.
—He dicho que botes eso.
"Pop"
Ese último globo reventó muy cerca de la cara de papá.
Entonces la mano de papá ascendió de la solapa a su cuello apretándolo como si quisiera quebrarle el cuello como si estuviera hecho de goma de mascar.
—Bota eso.
—Por favor… déjalo.
Syusuke se prendió del brazo del sujeto antes que termine de estrangular al chiquillo quien aunque estaba empezando a tomar un lindo color morado lo miraba desafiante. Papá lo habría acabado por matar ahí mismo si no estuvieran en plena vía pública y algunos ojos ya se estaban posando sobre la escena. Soltó al menor y agarró del brazo a Syusuke con ganas de desquitarse con él. Lo aventó dentro del auto dándole tiempo al menor de que se deshaga de la goma de mascar.
Una vez llegaron a la escuela se bajaron rápidamente, cuando Ryoma estaba acabando de salir del auto se dejó oír de nuevo un atrevido "pop".
vvv
Ryoma era tan parco como Syusuke. No encontraba necesario hablar con nadie así que no lo hacía. Así que pasaban los momentos de asueto juntos sentados en el patio mirando al resto de alumnos de la escuela. No podía evitar pensar en Yuuta cada vez que Ryoma estaba cerca. Así debía ser su hermano menor si es que estuviera vivo. Igual a él, pero eso no lo iba a poder saber nunca.
Por ahora pasaban las tardes en la escuela, en un compromiso silencioso de permanecer lo más que pudieran fuera de casa. Así que pidieron permiso a sus padres para poder quedarse más rato estudiando en la biblioteca. Conseguir el permiso les costó bastante esfuerzo, pero al final quien impuso el permiso fue su papá. Consideró que era mejor que los chiquillos estén haciendo algo que pudriéndose en la casa sin hacer nada.
Una vez regresaban a la casa las cosas eran distintas. A Sue no le agradaba la idea de que su hijo consentido pasara demasiado tiempo con el otro mocoso. Tanto así que había planteado la idea de que fuera a otra escuela, aunque de verdad pensaba que a Syusuke le haría bien la cárcel juvenil.
Es que el otro mocoso era un total desperdicio, ella lo sabía bien y por eso no quería al mocoso asqueroso cerca de ella y menos cerca de Ryoma. No, ni hablar, porque le podía incitar a hacer cosas indebidas. Ese mocoso Syusuke no era un buen elemento, lo sabía desde que lo tuvo en frente. Siempre lo supo, sobre todo desde que su esposo le daba demasiada atención...
No, ese chiquillo era malo, era el culpable de todo lo malo que pasaba en esa casa.
Desde la primera vez que descubrió cuan vil podía ser el mocoso hizo esfuerzos por mudar a Syusuke al sótano, a donde pertenecía con el resto de la mugre. No quería que durante la noche ese mocoso vaya a enseñarle cosas malas a Ryoma.
Ese era su mayor temor.
Adoraba a Ryoma, hasta le había perdonado el incidente del primer día en el que llegó. Sin duda fue el otro mocoso el que lo incitó a hacer esas cosas; no iba a dejar que llevara a Ryoma a hacer lo mismo que él. Imposible. Aunque a este no le hacia ninguna gracia el hecho de que ella trataba de tenerlo a su lado, siempre que podía trataba de perderse de vista. Eso la enfadaba más porque en sus afanes de escapar de su lado se acercaba más a Syusuke.
Él era distinto a su hermano mayor Ryoga, totalmente distinto. No lo odiaba , ni siquiera cuando una vez que su papá falleció lo botó a la calle y tuvo que pasar días vagando por ahí hasta que su hermano mayor lo hizo entrar a la casa para luego llevarlo personalmente a un orfanato.
A Syusuke en cambio parecía agradarle tenerlo a su lado. No se molestaba cuando estaba estudiando y se sentaba cerca de él a hacer sus deberes en la biblioteca. Lo despertaba en la mañana pasándole la voz y no le aventaba almohadas o ropa sucia como Ryoga. Cuando hacía eso lo odiaba más que nunca, ahora mismo lo odiaba un poquito.
Syusuke se preocupaba por él algo a lo que era ajeno. Desde pequeño se había criado con su hermano mayor y su papá que siempre estaba muy ocupado para estar en casa así que no le quedaba de otra que dar vueltas alrededor de Ryoga si quería comer o necesitaba algo. A su hermano no le interesaba en lo más mínimo lo que le pasara; siempre estaba demasiado ocupado para ver por él. A veces se olvidaba de dejarle comida en casa cuando se largaba e incluso lo dejaba afuera porque decía que si le daba una llave seguro la iba a perder.
Su papá se enojaba con su hermano mayor cuando encontraba a Ryoma durmiendo en el suelo de la puerta del departamento en el que vivían. A Ryoga no le interesaba nada de lo que le dijeran. Incluso le echaba la culpa a Ryoma de acusarlo con su papá. No se llevaban bien ambos y era mejor que cada uno estuviera por su lado.
Las cosas habían cambiado desde entonces. Empezó una nueva vida y no sabía que esperar del cambio. Por un lado ella no le agrada, se pasaba todo el día atosigándolo, él tampoco era mejor que ella. Syusuke era el único con quien se sentía bien.
Sin embargo, las cosas para su hermano mayor seguían siendo las mismas. Sue se dedicaba a ignorarlo como era su costumbre mientras que las cosas empezaban a retorcerse como tanto temía. Lo notó al ver las miradas que iban dirigidas a Ryoma, el modo como lo seguia con los ojos, como iba tras él y buscaba quedarse a solas con el menor.
Se hizo una promesa, de no dejar que le sucediera lo mismo a Ryoma. Cueste lo que cueste aunque sabía que no iba a poder frenarlo mucho tiempo. Lo primero fue cambiar el lugar de las visitas nocturnas. No iban más en la habitación que compartían los hermanos, si no en la piadosa oscuridad del sótano.
La misma insoportable rutina a puertas cerradas.
—Lo estas haciendo muy bien, te ha servido la práctica — no esperaba una respuesta, pero le gustaba verlo hacer el intento de responderle a pesar de que no podía con la boca ocupada — Eso es... deberías enseñarle a Ryoma algo de esto.
Pequeña venganza, enterró los dientes sobre su carne, en represalia por sus palabras. Syusuke no necesitaba palabras para expresarse, a veces.
—¿Qué demonios te pasa mocoso? –lo sujetó del cabello lanzándolo hacia un lado. La misma rutina de siempre, como una espiral.
—Nada —Hubiera querido decir tantas cosas, pero no, era mejor no decir nada.
Papá le pegó en la cara y luego lo hizo a un lado para revisar cuanto lo había lastimado esta vez. Era parte del rito de toda la vida, ya estaba acostumbrado a ello.
—Pobre de ti que lo vuelvas a hacer, inútil. Ni para esto sirves –se le fueron las ganas de continuar con lo que empezaron —Inútil.
Se subió los pantalones y los abotonó despacio, luego encendió la luz para revisar el daño en su rostro. Palpó su cara con una mano mientras lo sujetaba de la nuca. Dio su aprobación y lo mandó a dormir a su habitación.
Syusuke fue directamente al baño, a enjuagarse la boca, a lavarse las manos. El agua y jabón no eran suficientes para lavarse, pero no tenía nada más a la mano. La tentación crecía en el botiquín y sus frascos repletos de pastillas de colores. La sola idea era irresistible, atiborrarse de píldoras hasta no sentir nada. Dormir por siempre.
Demasiada tentación para resistirlo. Acarició uno de los frascos blancos, lo giró para abrirlo y volvió a cerrarlo.
—Ryoma— pensó.
Entró a su habitación su papá estaba sentado sobre la cama de Ryoma, mirándolo dormir y jalando despacito los cobertores para no despertarlo. Era de esperarse. Por un momento entró en pánico sin saber que hacer, luego se resolvió por azotar la puerta. El sonido hizo que Ryoma abriera los ojos automáticamente y papá se sobresaltara.
No le agradó para nada a papá quien se levantó avanzando hacia él, furioso. Syusuke no intentó huir, no serviría de nada. Había abandonado las esperanzas desde hacia mucho tiempo y ya casi no le quedaban ganas de intentar defenderse. Se encontró más pronto de lo que esperaba aplastado contra la puerta. Cerró los ojos cuando papá empezó a golpearlo con su cinturón, el mismo que había liberado junto con sus pantalones un rato atrás.
Gritaba groserías e insultos mientras lo trituraba a correazos. Necesitaba una salida y la puerta de escape estaba pegada a su espalda; correr hacia el lado contrario sería peor aún. El instinto de supervivencia lo hizo intentar escapar sin mayor éxito. Papá lo asió de un brazo y lo devolvió de un empujón a su sitio contra la puerta. En su camino pudo ver el rostro aterrado de Ryoma.
Tenía que huir, por lo menos salir de la habitación, pero su hermano menor no se movía de donde estaba. Paralizado y mirando todo con los ojos muy abiertos. Hasta que él dejó de pegarle para aventarlo sobre la cama al lado de la de su hermano. No se molestó si quiera en apagar la luz del velador, que aun seguia prendida, la prioridad de papá era terminar lo que empezó en el sótano.
—No delante de Ryoma.
El muchacho se revolvió como nunca antes lo había hecho. No podía dejar que lo hiciera delante de su hermano. Papá estaba sobre él, arrebatándole la ropa y prodigándole más golpes para que dejara de sacudirle, le estaba complicando la vida. Syusuke pataleaba tratando de colocar sus rodillas en medio y sacarlo de encima suyo. No estaba funcionando. Quizá era mejor quedarse quieto como siempre y soportar el mismo tratamiento de las noches pasadas.
Giró la cabeza a un lado buscando a Ryoma en la habitación. De repente había huido espantado por lo sucedido porque no estaba visible en ese momento. Cerró los ojos cuando sintió una bofetada estrellándose en su rostro, el precio por cerrar las piernas mientras su papá estaba ocupado.
Ryoma no estaba sobre su cama, debía haber salido de la habitación seguramente y sin hacer ruido. Cualquier cosa era mejor a que lo viera así. Cualquier cosa antes de que le pasara algo así. Sonrió ligeramente tomando este hecho como consuelo mientras esperaba que todo llegue a su fin.
El dolor insoportable abriéndole la carne, separando sus músculos e ingresando violento. Apretaba los dientes mientras lanzaba la cabeza hacia un lado, tratando de cancelar la urgencia de gritar. Si se quedaba quieto todo iba a terminar pronto, todo iba a terminar en unos minutos que se hacían interminables mientras que su cama entera se sacudía con fuerza.
Y así fue.
Terminó todo cuando algo caliente empezó a escurrir entre sus piernas. Papá se levantó luego de un par de embestidas más y un momento de descanso sobre el cuerpo del muchacho. Se incorporó y al darse vuelta pudo notar que Ryoma no estaba en la cama.
—¿Dónde demonios se metió el otro mocoso? —no se le ocurría a donde podía haber ido considerando que la puerta estaba cerrada.
Syusuke aún no acababa de vestirse cuando vio a Ryoma debajo de la cama sin querer moverse. Su papá quería una respuesta así que mejor le daba una. ¿Cuál sería la adecuada?
— Déjalo en paz —fue lo único que se le ocurrió.
Era de esperarse, que levantara la mano dispuesto a matarlo a punta de bofetadas. No tenía permiso para hablar, era solo una entretención y si hablaba la diversión se iba.
— Acá estoy —salió de su escondite impulsado por un resorte.
Papá lo miró complacido y se acercó a él, no era para confiarse y Ryoma lo notó. Dejó que su mano le acariciara la cara, sin embargo.
—Tienes unos bonitos ojos Ryoma. Muy hermosos.
De un empujón lo hizo caer de espaldas sobre la cama, acto seguido se inclinó sobre el más pequeño de sus adorados hijos. De nuevo le acarició el rostro admirando de cerca la expresión de terror de Ryoma.
—Es hora de dormir –una mano se deslizó sobre su cuerpo, recorriendo decida hasta llegar a su vientre. Sonrió jalando los cobertores para cubrir a Ryoma —Que tengan dulces sueños.
Besó la comisura de su boca despacito para que el otro muchacho observara con cuidado. Le dirigió una mirada severa a su otro juguete, en otro momento terminarían lo que empezaron. En otro momento, con nuevos personajes en la escena. Varias ideas al respecto le estaban entrando, otros escenarios también, esa habitación y el sótano terminaron por hastiarlo. Además Ryoma aunque era pequeñito no iba a caber con el otro en la misma cama.
Habría tiempo para ultimar detalles luego, mientras tanto a alimentar sus fantasías en privado. Los miró a ambos de nuevo para desaparecer luego tras la puerta dejando la habitación cual sepulcro.
TBC
