Capítulo 105
Mayo 15, 9.55 PM
Teatro de la ciudad
Sevilla, España
Shura había estado nervioso pero dentro de lo normal en su debut como bailaor, pero le habían explicado perfectamente que es lo que tenía que hacer, y Mario, en su silla de ruedas desde bastidores y gracias a un micrófono tipo espía, le decía exactamente que como, cuando y donde.
Su primera noche había sido todo un éxito y todos estaban muy contentos con los resultados.
La gente no había dejado de aplaudir y por fuera del teatro ya se acumulaba la gente que deseaba un autógrafo de la Gran Zita.
- Vamos! – le dijo Shura después de unos minutos de dejarla sonreír y escribir – Tu familia nos está esperando para festejar en el Az-Zait, lo que sea que esto sea.
Zita lo siguió hasta la camioneta que ahora el conducía por instrucciones de ella.
- Estuviste muy bien Shura! Estoy muy orgullosa de ti – dijo Zita mientras se soltaba el cabello
- Gracias, pero solo soy tu acompañante. Aquí la estrella eres tú – dijo Shura con sinceridad – Ahora dime hacia donde voy
Zita le dio algunas instrucciones y cerró los ojos.
- Te ves cansada.
- Lo estoy – confeso Zita – Si por mi fuera, me iría directo a dormir.
- Sí, yo también. No creí que la adrenalina cansara tanto – dijo Shura, pero se dio cuenta que ella se había dormido.
Suspiro y trato de recordar las instrucciones que ella le había dado. Aparentemente no quedaba tan lejos del campamento.
Estaciono y Zita no despertó. Tuvo que tomar una decisión, por lo que se bajó y le dijo a sus compañeros de show que no podrían quedarse, a lo que ellos comprendieron y les dieron las buenas noches.
Tardo un poco en encontrar el campamento, donde únicamente Mario, Lourdes y Rosa se encontraban con los niños alrededor del fuego.
- Felicidades Shura! – Grito Rosa.
Shura solo hizo un movimiento con la mano, pues se disponía a abrir la camioneta de lado del copiloto. Con cuidado tomo a Zita en sus manos, quien apenas abrió unos milímetros sus ojos y volvió a caer en un sueño profundo.
Rosa casi corrió al ver a Zita en brazos de Shura.
- Pero que le paso! Zita Hija!
- Está bien Rosa, solo está cansada – dijo Shura en voz baja
- Cansada? Zita? Pero si es una pirinola! Ella nunca se cansa de bailar!
- Seguramente no se había recuperado totalmente del viaje. Me abres el remolque por favor?
- Claro, hijo, Claro. – dijo levantándose las enaguas para correr y adelantarse. Abrió, prendió la luz y le abrió las sabanas
Shura metió con cuidado a Zita al remolque y después a la cama.
- Yo la desvisto Shura, ve a tomar un café con Mario mientras tanto.
Shura no dijo que no. Solo dio la media vuelta y se le unió a Mario y Lourdes.
- Felicidades Shura! Ahora te tengo envidia – dijo Mario bromeando
- Jajaja exagerado. Todo lo que se, te lo debo a ti .
- Sí, pero tú te quedaste con la chica también Jajaja
- Eso sí. Y no lo olvides.- advirtió Mario
Lourdes le sirvió café y Shura se sentó junto a ellos. Los niños varones comenzaron a rodearlo con sus carritos tipo Hot Wheels y uno de ellos le prestó uno para que el jugara con ellos.
- Creo que… no sé cómo se juega – dijo Shura avergonzado
- Que acaso no recuerdas tu infancia? – pregunto Mario extrañado
- Pues, si la recuerdo pero… no teníamos permitido jugar… de hecho… no recuerdo cual fue mi primer o ultimo juguete.
Mario no dijo nada y Shura solo miraba a los niños como habían hecho un pequeño caminito curvo con una tiza y lo invitaban a unirse.
Shura miro el pequeño carrito en sus manos. Un pequeño Mustang GT 1970 descapotable rojo.
- En serio nunca jugaste?
- No
- Pues si mal no recuerdo, ves esa línea que trazaron al principio?
- Si
- Ahí dejas el carrito y le vas dando golpes con tus dedos para que avance. No debe salirse del camino o pierdes y vuelves a empezar. – explico Mario
- Ahhh
Fue lo único que dijo antes de tirarse panza para abajo y comenzar a jugar con los chiquillos.
Así lo encontró Rosa, quien se puso a lavar las tazas usadas con Lourdes.
- Parece que será un buen padre, verdad? – dijo Rosa a su Nuera
- Uy, pero falta mucho tiempo para eso Rosa. Estoy segura que Zita esperara algunos años para encargar bebe. – dijo Lourdes vigilando al pequeño Tony, quien intentaba imitar a Shura en su técnica para los carritos.
- Yo no estaría tan segura – dijo Rosa enigmáticamente
Había muchas cosas que aún no estaban claras entre su nieta y su "esposo" pero parecía que había una en la que sí: La cama. Pero si Zita no hablaba, ella no era quien para hacerlo.
Mayo 16, 10.00 AM
Cámara de Athena
Atenas, Grecia
Saori estaba que la llevaba Pifas. Hacía días que no podía dormir bien. Primero el secuestro de Shaina, luego la amenaza de Hades de iniciar una guerra santa si no castigaba a sus dorados, el papelito de Shaka en el interrogatorio de Laura y el papelón del mismo sujeto en el juicio interno, situación que llevo a que Athena en persona, dictara sentencia sobre él.
Pero ahí no había quedado todo, Athena también la había castigado a ella por perder el control del Santuario: debía pagar el doble del salario a los dorados por un año (excepto a Shaka y Milo de Escorpión)y no podía durante ese año, estar a solas con Seiya. Por otro lado, Athena mando decir a Tatsumi que no dejara que Saori usara fondos de sus empresas para consentir al Pegaso o a los otros de bronce.
En una junta aparte, Athena había llamado poderosamente la atención a Shion por haberle declarado abiertamente a Mu que él era su consentido. Jamás un patriarca debía tener consentidos, y si los tenia, debían ser a los que más se les exigía.
A Saori y Shion les sorprendió que sobre estas órdenes, Athena les pidiera poner un vigilante sobre Shaka. Al parecer de la diosa, él se traía algo entre manos. Para desgracia de Saori, tampoco tenía a quien poner ya que era sabido de todos que Shaka no solo podía manipular el cosmos, el tipo era más inteligente de lo que se creía y tenía una perturbación muy ligera en el cosmos y en el alma, demasiado ínfima pero lo suficiente para llegar a pensar que se tratara de un dios.
Saori esperanzada había llamado a Ikki, pero desgraciadamente el fénix le había comunicado que dejaba la fundación y se marchaba hacia Alemania. No le había comunicado exactamente a donde, pero Ikki había dicho que por los siguientes seis meses no estaría disponible. No le asombraba mucho en realidad. Ikki no era de los que podía contarse como de sus más fieles seguidores, pero teniendo en cuenta lo que habían pasado juntos, que ahora le diera la espalda, la irritaba sobremanera. Ya pensaría en como cobrárselo después pero el problema era que el único al que Shaka aceptaría por guarura y sin protestar era al fénix.
Se metió a su baño maldiciendo su suerte: el problema de Shaina, la paternidad de Ares, los golpes a Minos, la amenaza de Hades, sin Seiya, sin Ikki y con Shaka en plan rebelde… ni en el hades le habrían podido encontrar una tortura tan grande.
Salió de su baño media hora después un poco más relajada. Se vistió y entro a la oficina de Shion para preguntarle sobre alguna solución al problema de Shaka cuando de pronto su celular comenzó a sonar. Saori vio la clave lada y de inmediato le hizo señas a Shion para que se acercara. Shion lo hizo y Saori puso el altavoz.
S Aló?
H ¿Saori? Te habla Hilda de Polaris, Como estas?
S Hilda! Que gusto! Muy bien gracias. Y ustedes?
H Muy bien gracias. Quería preguntarte algo ¿interrumpo algo importante?
S No, para nada. Habla con confianza que estamos solos Shion y yo haciendo planes para esta semana. Ya sabes que un lugar tan grande como el santuario necesita planeación o se sale del orden. Mas con caballeros rubios, necios y altaneros.
H Jajajajaja, ¿Siguió en las mismas el señor Shaka?
S Peor, ahora no solo lo hace en privado, sino también en público.
H ¿has pensado en hacerle alguna purificación? No sea que alguien más le esté jodiendo la vida y eso lo tenga amargado. Hay muchos dioses sueltos que parece que no tienen más que hacer.
S De seguro buda tiene algo que ver con esto.
H ¿Crees que la abstención que buda le ha impuesto lo afecta?
S Eso quisiera creer, pero sé que no es eso… En fin ¿Qué querías preguntar? Si quieres puedo pedirle a Shion que te tele transporte al santuario y tomarnos un té mientras hablamos
H Creo que sería lo mejor.
Saori le hizo una seña a Shion quien inmediatamente trajo a Hilda. Ambas se fundieron en un gran abrazo.
- Es magnífico estar acá. Quería pedírtelo pero no me atrevía. Mas con la noticia que te tengo que dar. – dijo Hilda tomando asiento donde Saori se lo ofrecía - ¿sabes que ya tienes sucesora para la armadura de leo? – dejo salir Hilda para deleitarse con la reacción de en la cara de Saori.
- Shion tráenos uno té por favor, esta será otro día muy larga – suspiro Saori desganada.
La noticia no la sorprendió. De hecho hasta le extrañaba que no hubiera ya por lo menos otros cuatro sucesores "de closet" de Milo, Kanon, Saga y DM por lo menos.
Shion salió para preparar él te para cubrir su palidez tan solo de imaginar que los dorados tuvieran hijos fuera del santuario y no se lo dijeran. El recordaba que Aioria y Aioros fueron en dos ocasiones a Asgard con el permiso de la diosa y también Camus, Milo y Ángelo, así que esperaba que solo hubiera sucesor de Leo por de pronto, y el del escorpión problemático que venía en camino desde luego, aunque diariamente rezaba para que el hijo de Milo de Escorpión no fuera igual de desobediente que el padre y ahora lo haría para que la hija del León fuera menos impulsivo que el suyo.
Mientras Hilda le contaba todo lo que sabía a Saori, Esta comenzaba a dudar de todos. Gracias a esta conversación sabía que Afro tenia parentesco con Lyfia; que Shaka se comunicaba con ella y que el Ikki, quien le había dicho que no estaría disponible para sus designios, iría a verse con Lyfia en Alemania, ¿acaso la pensaban traicionar? Para variar la reunión seria en el castillo Heinstein, entrada al inframundo.
Lo único que le alegraba en preciso momento era tener a una sucesora para la armadura de Leo. Tal vez Hera tenía razón y las mujeres serían más responsables que los dorados varones, aunque por otro lado, alguien de ahí iba a resultar altamente perjudicada: Marín.
Hilda miraba divertida la reacción de Saori. No le había contado todo desde luego. Se había guardado la información acerca de cierta reliquia que si caía en sus manos le serviría para pagar una deuda que tenía con Loki. Solo necesitaba que Saori no fuera impulsiva, aunque de seguro eso era mucho pedir pues la vio llamar a uno de los guardias y la escucho dictar la orden que tanto temía:
- Tráeme a Aioria de Leo de inmediato. Sin excusa ni pretexto.
Mayo 16, 12.35 PM
Restaurante Amelie's
Atenas, Grecia
Junet llego alegremente al Restaurante Amelie's, el recién inaugurado restaurante de lujo de la orilla sur de Atenas donde se había quedado de ver con Yulij. Yulij dijo que ella invitaba pues era su día libre y Junet había aceptado gustosa. Esa chica le gustaba demasiado. Era como muy… llena de vida. No era el día libre de Junet, pero había pedido permiso a Geist para honrar las costumbres de Shaina de llevar al parque a sus hermanitas del orfanato cada quince días y Geist le había dado permiso.
Se había puesto unos jeans ajustados con una de las blusas que Shaina le había regalado después de su viaje al caribe que le llegaban al ombligo y las botas que también le había regalado y que le quedaban un poco grandes, pero eran tan hermosas que había terminado rellenando la punta de las mismas con unos pedazos de tela.
Miró a través del inmenso ventanal y vio que el lugar estaba salpicado de gente impecable ataviada con ropa de diseño.
Atravesó las puertas de cristal y se tocó las horquillas de flores con las que adornaba su cabello suelto.
- Buenas tardes. Tiene usted reservación? –le preguntó el maître, que iba vestido de negro de los pies a la cabeza.
- Soy la Señorita Junet –dijo ella– He quedado con la Señorita Yulij.
- Pase por aquí –el maître le dirigió una fría sonrisa antes de buscar en la lista con uno de sus pálidos dedos. –Su teléfono, por favor.
- Perdone, ¿cómo dice? –preguntó Junet.
- Su celular, por favor –repitió más despacio esta vez–.Son una molestia para los demás comensales, por lo tanto no los permitimos en el restaurante. Se lo habrán dicho cuando hizo la reserva.
- Mi amiga escogió este lugar –explicó ella apretando los dientes.
- En cualquier caso, tiene que dejarlo en el guardarropa.
Junet se mordió el labio mientras pensaba qué hacer. Tenía toda la responsabilidad del recinto en el teléfono. La agenda con todos los teléfonos de los que ya tenían celular en el santuario, el calendario de horarios, la lista de actividades y entrenamientos, la lista de las compras comunes… Era como si le hubiera pedido que le entregara a su primogénito, teniendo en cuenta lo mucho que significaba para todas y si lo perdía, Geist literalmente la iba a castigar hasta el final de sus días. Se lo había prestado porque Geist tomaría libre la mañana y Marín estaba entrenando de forma personal e individual a Kakyuu.
Hundió la mano en su bolso y preguntó:
- ¿Y si no tengo teléfono?
El hombre mantuvo la palma estirada.
- De acuerdo, muy bien –respondió Junet mirando para ver si había algún mensaje urgente antes de entregárselo–. ¿Pero no podrían limitarse a pedirle a la gente que los pusiera en modo de silencio y confiscar sólo los móviles de quienes no obedezcan?
- Esto no es la escuela, señorita. Aquí creemos que los teléfonos móviles son antisociales. ¿No ha venido usted hoy para ser social?
- No realmente –murmuró.
El maître le entregó un ticket rosa con un número escrito en negro a cambio del teléfono, y entonces Junet se abrió paso por el interior del restaurante entre las mesas repletas de personas con dinero, tiempo y al parecer ganas de ser sociales un jueves al mediodía.
Se dirigió con decisión hacia la melena de cabello blanco de Yulij, pero no se dio cuenta de que un caballero se estaba preparando para echar su silla hacia atrás hasta que ya fue demasiado tarde.
Junet echó el freno, pero su inexperiencia y las botas grandes de tacón alto hicieron que perdiera el equilibrio sobre la alfombra. Aquel movimiento la lanzó hacia delante y a partir de aquel momento todo pareció ocurrir a cámara lenta. El hombre se dio la vuelta, alertado probablemente por el grito frenético que soltó. Justo antes de caer hizo contacto visual con su agresor, cuyas facciones se grabaron una tras otra en su cerebro.
Un palillo entre sus perfectos y blancos dientes delanteros. Pelo plateado corto, un poco más obscuro que el de Yulij y tan suave que parecía recién cortado. Una mandíbula perfectamente definida.
Ojos grises y brillantes del color de la bruma que bajaba a la playa.
Pero ni siquiera aquella gigantesca colección de estímulos visuales fue capaz de detener las leyes de la física. Junet no tuvo más opción que agarrarse con los dos puños a la chaqueta de su traje para evitar caerse estrepitosamente.
Él le rodeó instintivamente la cintura con los brazos, sujetándola hasta que la detuvo por completo. Junet se colgó de él. Tenía los senos apretados contra su pecho. El estómago pegado a la cremallera de sus pantalones. Era tan consciente de su anatomía que en algunas culturas se habría considerado que estaban prometidos.
- ¿Estás bien? –le preguntó con voz ronca. Profunda. Le puso un dedo bajo la barbilla para levantársela.
Tenía la piel tan pálida y olía de maravilla, como un día de invierno.
- Estoy bien –aseguró Junet–. Avergonzada, pero al parecer no quedará agujero en la alfombra donde he clavado las botas. Podría haber sido peor.
- Cierto –dijo él–. Podría haber habido un carro de postres.
Junet sonrió divertida.
- ¿Te imaginas un montón de pasteles de chocolate volando por los aires y yendo a parar a la mesa de esas princesas repeinadas?
El hombre miró de reojo hacia la mesa de mujeres que habían estado observando a Junet desde que entró.
- Desde luego habría sido un rayo de sol en esta mañana tan gris.
Junet sonrió y comenzó el proceso de zafarse de él lo más elegantemente que pudo. Pero cuando se separó se dio cuenta de que había estrujado las solapas de su elegante traje. Se pasó unos diez segundos tratando de alisarlas, deslizando las manos por la suave lana que apenas lograba ocultar el duro cuerpo que había debajo.
- Aunque no creo que pudiera manejar más sol del que tengo ahora mismo –dijo el hombre con voz todavía más profunda.
Estaba tan cerca que podía sentir el aire de cada una de sus palabras rozándole las mejillas ardientes.
- ¿A qué te refieres? –preguntó Junet.
- Ninguna mujer había caído a mis pies tan deprisa. Normalmente hacen falta presentaciones y un poco de flirteo antes de llegar a la parte del sol.
Ella volvió a mirarle a los ojos. Profundos. Absorbentes. Era el encanto en estado puro. Y le daba la sensación de que él lo sabía. Lo que significaba que también sabía que no se estaba agarrando a él en busca de equilibrio. Así que dejó de atusarle las solapas y dijo:
- ¿Quieres un consejo? La próxima vez que quieras buscarte una chica, no hagas lo de la silla. Ese movimiento es para novatos.
La sonrisa del hombre se desvaneció hasta que no quedó más que un ligero brillo en sus ojos. Junet le dio un último tirón a las solapas y dijo:
- Nadie sabrá nunca que he estado aquí.
Él se quitó el palillo de la boca y contestó en voz baja:
- Yo lo sabré.
Junet dio un brusco paso hacia atrás y chocó con la mesa con tanta fuerza que el vaso lleno del hombre se movió sin piedad y vertió algo de contenido por el borde. Él lo sujetó justo antes de que se derramara por completo. Liberada de su aroma invernal, su mirada magnética y el placer de la tela del traje, Junet consiguió zafarse de su hechizo.
- Es el momento de marcharme, antes de que te prenda fuego sin querer –aseguró.
- No, espera –le pidió él dejando otra vez el vaso sobre la mesa.
Pero Junet se subió el bolso más arriba del hombro, le rodeó con el brazo y corrió a reunirse con su amiga, que estaba al otro lado del restaurante.
Yulij se puso de pie y le dio un beso en la mejilla.
- Dime que tienes su número de teléfono –fueron las primeras palabras que salieron de su boca – Es un exquisito bombón.
Junet dejó el bolso debajo de la mesa, se sentó y luego se pasó las manos por el rostro, refrescándose las encendidas mejillas con las palmas frías.
- Tonta! Y cuándo se lo iba a pedir, antes de lanzarme a sus brazos o de tirarle la bebida?
- Siempre se puede encontrar el momento para eso, sobre todo con un espécimen así.
Junet bajó las manos para mirar fijamente a su amiga.
- Aja. Seguramente se me conoce por coquetear con hombres guapos, más grandes que yo y con ganas de que me quieren comer. Si como no Jajaja. Ya Deliras de hambre mi querida Yulij.
Junet se giró para colocar la bolsa en el respaldo del asiento y lanzó una mirada hacia el hombre en cuestión. Estaba de pie hablando con otro tipo vestido de traje. Con una mano se echaba la chaqueta hacia atrás mientras rebuscaba en el bolsillo del pantalón, dejando al descubierto un trozo de camisa blanca que se le ajustaba al pecho y que resultaba difícil no mirar.
Junet dio un respingo. En el santuario entraba en contacto con una gran variedad de hombres guapos a lo largo del día. Su trabajo le proporcionaba un amplio rango para elegir desde caballeros de bronce hasta plateados. Obviamente los Dorados estaban muy por arriba de ella y ni siquiera los consideraba una posibilidad.
Justo en aquel momento, una mujer de cabello oscuro y brillante, traje de falda ajustado y unos tacones tan altos que Junet se mareaba con sólo verlos entró, le puso la mano al hombre en el pecho y se inclinó para susurrarle algo al oído. Él se rió y dijo algo que llevó a la morena a agitar una mano delante de la cara antes de alejarse de allí moviendo las caderas como una profesional. Él prestó atención durante unos segundos y luego sacó la cartera del bolsillo interior de la chaqueta antes de volver a dejarla en su sitio.
- Es un hombre. Ha ido a lo más fácil –insistió Junet torciendo el gesto–. No me sorprende.
- De acuerdo –dijo Yulij soltando un profundo suspiro–. ¿Y qué tal las niñas de Shaina?
- Bien. Divertido. Completamente distinto a las chicas del recinto.
- ¿Y bien? Ya sabes que es el cumpleaños de Geist el 22 y tenemos que hacerle algo especial. Cumple 20.
Junet sonrió, se reclinó en la silla y agarró la carta del menú.
- Lo sé. Que tienes pensado?
En la Salida…
- ¿Sus tickets, señor?
Thanatos buscó en el bolsillo de la chaqueta y sacó el papel rosa del teléfono y el gris del abrigo. Se los entregó a la rubia seductora que había sustituido al maître. Con los Tickets en la mano, la joven se inclinó sobre las cajas que había al fondo del armario, mostrando un poco de la ropa interior negra de encaje que asomaba por encima de sus ajustados vaqueros.
- No está mal –dijo Hermes detrás de él.
- Toda tuya –murmuró Thanatos.
- Sin duda es hermosa…
- Tengo a una docena de ellas en mi palacio de los Elíseos. – dijo indiferente
Hermes alzó las manos al aire.
- De acuerdo. Sólo digo que, si estas entre mortales, deberías probar lo que hay en el menú
Thanatos se dio la vuelta. No le gustaba estar entre esos insípidos y ridículamente complicados mortales. Si no fuera porque se beneficiaba económicamente con ellos…
- ¿Es esto?
Thanatos miró el largo abrigo negro y el ancho y plano teléfono negro.
- Sí.
- ¿Y tú, cielo? ¿Hay algo aquí para ti? –preguntó la joven apoyando la cadera en el escritorio y mirando a Hermes.
Thanatos se rió en voz alta antes de agarrar a su amigo de la manga y sacarlo del restaurante.
- Eres un aguafiestas –protestó Hermes.
- Dijiste que tenías que tomar un vuelo–contestó Thanatos– Además esa joven es prácticamente adolescente, así que piensa en mí como el tipo que te mantiene alejado de la cárcel y ganando mucho dinero.
- Lo que tú digas –Hermes torció el cuello y estiró los hombros antes de dirigirse a la calle para parar un taxi – Como si las cárceles humanas pueden hacer algo contra mí.
Thanatos se puso el abrigo y miró al mismo tiempo hacia la ventana con la esperanza de echarle un último vistazo a la chica que había conseguido despertar algo en lo que él pensaba que era una fortaleza impenetrable de sentimientos anti femeninos que había construido a lo largo de todos esos siglos.
La encontró transcurridos unos segundos. Jeans, blusa azul, el tacón de su bota derecha moviéndose rítmicamente. Cabello largo y sedoso color dorado claro deslizándose por su espalda como una cascada.
El resto del restaurante olía a perfume caro y a dinero, pero ella olía a… algo dulce y hogareño. ¿Polvos de talco? Y cuando le habló del sol, la palabra surgió de algún lugar profundo y poético de su interior que no sabía ni que existía. Pero en cuanto aterrizó en sus brazos fue como si un rayo de luz hubiera entrado por la ventana del restaurante para iluminar aquel oscuro día de primavera.
Se quedó mirando cómo la señorita rayo de sol se llevaba a la boca un trozo de tarta de fresa.
Y lo había mirado a los ojos. Directamente. Con aquellos ojos azules.
- Nos vamos? –le preguntó Hermes- Tengo que ir a recoger a Liz para llevarla al aeropuerto.
Thanatos parpadeó y apartó la vista de la ventana del restaurante. Hermes estaba entrando en el taxi amarillo que había conseguido parar.
- Yo iré andando –le dijo–. Quiero ver al dueño del burdel Maxim's
- Como quieras –Hermes desapareció dentro del taxi– Te veré en Nueva York la próxima semana.
Había caminado ya unos veinte minutos cuando el teléfono de Thanatos sonó de forma melodiosa.
Le pareció reconocer la música de una serie femenina de televisión. Seguramente Hermes habría estado jugueteando con él para hacerle una broma.
- Hola –respondió con sequedad mientras cruzaba la calle.
- Junet? –preguntó una voz de adolescente.
- No, lo siento. Se ha equivocado – cerro el teléfono y se unió al río de peatones que se dirigía hacia el centro de la ciudad.
El teléfono volvió a sonar minutos después. Esta vez se hizo una pausa en su andar.
- Señorita Junet? Esta Marín con usted? –dijo una voz de adolescente
- Lo siento, éste es mi número y no conozco a ninguna Junet
- Oh! Siento haberle molestado entonces. Buenos días.
Thanatos siguió caminando, pero sólo tenía medio cerebro puesto en la vida real. La otra mitad estaba reviviendo el recuerdo del aroma sutil de aquella desconocida.
El teléfono volvió a sonar y él dio un respingo. Aspiró con fuerza el aire y esta vez espero a ver qué número aparecía en la pantalla. Emergencia Recinto? Esperó a que dejara de sonar y, en lugar de sus habituales números de teléfono, vio que aparecía un escudo con una flor de lis.
Finalmente cayó en la cuenta. Aquél no era su teléfono.
