Los personajes no me pertenecen, solamente estoy haciendo un fanfic.
Bueno un capitulo más, espero que les guste.
Lemon
~ Editado ~


5. Taking in all this misery

Abrió los ojos pensando en Ryoma, pero estaba oscuro. Lo sabía, era la historia de siempre, despertar de una pesadilla para darse cuenta que había entrado en otra sin saber el camino de regreso. Trató de reconocer el nuevo ambiente y permaneció quieto en medio de oscuridad total, sintiendo que se congelaba mientras su cuerpo tenía algo blando debajo; parecía ser un colchón con olor a viejo.

Se asfixiaba por el aire viciado que respiraba en ese lugar sin luz. Tímidamente estiró su cuerpo tratando de reconocer su situación mediante el tacto. A pesar de que no podía ver nada pudo percibir el sonido pausado de respiración humana. Temblando quizá de frío, quizá de nervios, sus yemas rozaron una superficie tibia y dura. Al tocarlo era piel y huesos, la espalda de alguien que estaba echado a su lado, cerró los ojos mientras que el terror lo invadía de nuevo.

Recolectó los eventos que podía recordar hasta ese momento, perdió el hilo de la madeja cuando lo metieron a la fuerza a un auto. Ahí dentro un dolor agudo en el brazo lo mandó sin demora a hundirse en la oscuridad en la cual despertaba ahora. De ahí todo se desvanecía diluyéndose en la oscuridad de sus pensamientos. A pesar de ello, en ningún momento hasta entonces vio a alguien que pudiera coincidir con la espalda huesuda de su lado.

Ahora sólo importaba saber a donde había ido a parar y salir de ahí para volver por Ryoma. Se levantó sigilosamente, temiendo el bajar un pie del catre y caer al vacío. Estaba tan oscuro que parecía imposible. Avanzó al sentir tierra firme hasta darse contra algo gélido y duro que parecía ser una puerta de metal.

Nada, siguió palpando la superficie y no sabía dónde estaba ni cuanto tiempo llevaba en ese lugar hasta ese momento. Cerró los ojos porque no se le ocurría nada más que esperar.

Esperó tanto que sin duda se volvió a dormir; quizá de hambre. Cuando abrió los ojos pudo percibir que algo se estaba moviendo muy lentamente. Se incorporó asustado por no poder ver de qué o quien se trataba, sólo oía sus movimientos sobre el catre.

Se quedaron en silencio, algo que le recordó mucho a su sótano. Oscuro, tenebroso, pero suyo. Había hallado seguridad en medio de tal oscuridad sepulcral. Syusuke seguía sentado en el suelo helado abrazando su cuerpo desnudo, la espalda dolía al sentir el metal. Cuando era niño se moría de miedo cuando Sue lo encerraba dentro para descansar de su presencia, pero luego descubrió que dentro del sótano podía estar tranquilo. Lejos de sus regaños y los golpes que le daba por cualquier cosa, hasta que papá descubrió que ese también era un buen sitio para encontrarse con él en privado. Aprovechaba la presencia de un sillón viejo y destartalado para reposar ahí y dormir tranquilo mientras podía estar sin recibir visitas indeseables.

Al principio odiaba el sótano, luego empezó a desear que lo dejaran vivir ahí dentro. Ahora extrañaba la paz que encontraba ahí. Pronto notó que sus ojos se acostumbraban a la ausencia de luz y le dejaban percibir una figura sobre el catre, de su misma contextura. Era alguien y estaba sentado sobre el colchón, observándolo mientras dormía.

Sonrió tímidamente sin estar muy seguro de que este gesto fuera percibido por quien quiera que fuera. No tuvo el resultado deseado porque el desconocido regresó a su posición original sobre el colchón. Syusuke no podía tolerar el silencio en ese momento, necesitaba respuestas urgentes. Se aclaró la garganta sonoramente para llamar su atención.

—¿Cómo te llamas?

Tras un pequeño silencio la otra voz le respondió.

—Kunimitsu— sonaba casi tan parca como la de Ryoma. Quiso preguntar más pero no sabía por donde empezar a preguntar.

—¿Sabes que día es hoy? Siento que dormí demasiado —intentó de nuevo, no estaba muy seguro de lograr una respuesta positiva, pero debía intentarlo.

—No.

Tras palabras cortantes no supo que más decir pero su interlocutor se acomodó sobre el colchón de nuevo mirándolo.

—Eres mi responsabilidad. Es mejor que hagas todo lo que te digan— añadió.

Syusuke quiso preguntar a que se refería pero se guardó la pregunta. Sólo se miraron hasta que sus ojos se acostumbraron completamente a la oscuridad y le dejaron distinguir algunos rasgos de aquel desconocido. Era un chico como de su edad, de repente mayor. Lo miraba a través de la oscuridad con ojos penetrantes, sin duda tan adicto al silencio como Ryoma y él mismo. Quizá había permanecido mucho tiempo a solas en ese lugar. Se quedó sentado donde estaba repleto de interrogantes. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que dejó a Ryoma? ¿Qué quiso decir su interlocutor con sus palabras?

Más silencio y parecía que el tiempo no avanzaba como que se negaba a ingresar y pasar por la habitación donde se encontraban. Todo tan quieto, como si dentro la ausencia de luz viniera acompañada de la ausencia de tiempo. Sin duda el tiempo pasaba sin que notaran si quiera. Kunimitsu no decía ni una sílaba en lo que parecía ser una eternidad. Por momentos se dejaban oír sonidos sordos como de pasos tras la puerta, pero luego desaparecían.

Hasta que la puerta se abrió la primera vez en lo que parecieron años para dejar entrar una luz de linterna que cegaba directo al rostro de ambos muchachos. A continuación entraron un par de brazos para devolver al mundo exterior a su compañero.

Syusuke se quedó esperando que volviera. Sin que hiciera un sonido, la presencia de Kunimitsu era necesaria en ese lugar, con escucharlo respirar bastaba, era la señal de aún no se había muerto de desesperación. Su compañero regresó luego de otra eternidad de esperar, la puerta se abrió y lo hizo entrar impulsado por los mismos brazos macizos que lo sacaron con anterioridad.

Fue derecho a tumbarse en el colchón más silencioso que nunca. Su respiración agitada y el olor a sudor invadieron la habitación, se acurrucó en el colchón cubriendo su cuerpo desnudo con sus brazos. Pasaban hondos minutos o quizá eran horas y su respiración no regresaba a la normalidad. Era como una canción apresurada, matizada con suaves gemidos casi inaudibles. Syusuke se incorporó a su lado en el colchón como una sombra.

—¿Te sientes bien? —dejando que la sensación del cuarto del hotel con papá regrese a su mente. El olor que desprendía su compañero lo transportaba a esos momentos molestos.

—Sí —su voz sonaba amodorrada.

Syusuke empezaba a entender de a pocos lo que estaba sucediendo y a dónde había ido a parar. Sus sospechas estaban confirmándose de a pocos. Regresó su cabeza sobre el colchón al lado de Kunimitsu.

De nuevo pudieron oír sonidos reverberando tras la puerta de metal. Entonces se abrió por primera vez para Syusuke quien no sabía que hacer. Esta vez los brazos lo jalaron hacia fuera y buscó en su compañero ayuda que nunca llegó. Él sólo le susurró un consejo, que obedeciera en todo lo que le dijeran si no quería problemas y lo tuvo muy en cuenta cuando atravesó un pasadizo oscuro custodiado por un sujeto enorme y macizo.

El final del corredor silencioso los llevó a un cuarto de baño precario. Era muy pequeño y era sólo una pared donde estaba clavada la regadera y en el suelo había un hueco para que pase el agua.

El sujeto lo aventó dentro del cuartito en el cual solo entraba una persona y abrió la llave de la regadera. El agua helada cayó sobre su cuerpo arrancándole un grito involuntario. El agua estaba tan fría que lastimaba. Le alcanzó un jabón sin olor y le indicó que se diera prisa. Así lo hizo, temblando como un gato mojado.

Cuando hubo terminado le aventó una toalla raída y le indicó de nuevo que se diera prisa. No se atrevió a desobedecerlo y una vez estuvo seco lo hizo envolverse en una bata negra de tela corriente. Luego lo empujó hacia una salida al lado del corredor, donde había una escalera.

Luego una puerta que cuando se abrió dejó entrar tanta luz que lo dejó ciego un buen rato. Había bulla, ruido de gente conversando pero no podía ver de donde provenían los sonidos.

—Adelante. Entra— sonó desde adentro.

Se desplazó mediante empujones hasta que llegaron a otra puerta que fue gentilmente abierta por Casio, el sujeto que lo condujo hasta ese lugar.

Al entrar sus pies desnudos percibieron alfombra y la luz dejó de ser tan intensa. El lugar estaba cargado de humo y un empujón lo hizo avanzar hacia donde provenía el sonido de las voces.

—Acércate— una voz conocida. La voz del sujeto de la otra noche, el que conoció mediante a la gestión de papá. El que le dijo que lo llamara tío. Así lo hizo receloso y despacio.

—Quita la mano de la cara— ordenó su tío con tono fastidiado.

Así lo hizo aunque los ojos le molestaban aún por la cantidad de luz; había estado demasiado tiempo a oscuras. Escuchó el sonido de más voces masculinas cuchicheando, pero no podía distinguir sus imágenes. Por lo menos la voz de papá no estaba entre ellas.

—No les dije… esos ojos valen oro —el comentario estuvo seguido de una risa irritante —Mi hermano si que tiene buen gusto ¿No creen?

Al oír esto las cosas empezaron a verse peores. Este sujeto era su hermano, debía ser un maldito infeliz como papá, eso era seguro.

—Lo último que me interesan son sus ojos… sino todo el resto… y veo que no está nada mal.— Otra voz que lo sacó de sus pensamientos y un coro de risas.

Aunque no podía ver bien podía sentir las miradas sobre él y recordó que traía la bata abierta. Enseguida la cerró con sus manos mientras sentía que los colores se le subían al rostro.

—¿Qué? Se acabó el show?— la misma voz anterior y más risas.

—Quítate eso…—ordenó su tío con una voz muy parecida a la de papá, tanto que lo hizo estremecerse.

Recordó entonces las palabras de su compañero, recordó que por experiencia lo mejor en casos como eso era obedecer, pero no lo hizo. Con ello sólo empeoró las cosas. Casio quien estaba situado a sus espaldas le arrancó la bata de encima como si estuviera desvistiendo una muñeca.

Ello no hizo más que provocar más risas de los presentes. El chiquillo agachó la cabeza avergonzado y con todos los ojos de la habitación sobre él.

—Ven para acá— una nueva orden que no pensaba cumplir, pero no estaba en él decidir así que arrastras terminó en el suelo al lado del asiento de su tío.

Ahora podía ver perfectamente como todos los ojos de cinco personas caían sobre su cuerpo desnudo. Bajó la cabeza intentando cubrirse pero sus manos de pronto terminaron atrapadas por otras más grandotas que lo levantaron del suelo. Casio lo asió de las muñecas haciendo que se ponga de pie mientras quedaba totalmente expuesto a la mirada atenta de todos los presentes.

Más risas.

—Ese sí que es un buen espectáculo —Agregó uno de los que estaba sentado frente a él y quien claramente tenía interés en ver más.

—Si te gusta lo que ves… podemos llegar a un acuerdo —Propuso el tío sonriendo.

—Eres un demonio — exclamó entre risas —Sabes que tengo debilidad por la carne fresca.

—Lo sé. Por eso siempre les ofrezco lo mejor a mis amigos.

—Es cierto. Se ve interesante… se ve bien —se levantó de su asiento para examinar más de cerca al conejito preso entre garras de acero.

Sus ojos eran como los de una bestia hambrienta, lo estaba devorando con los ojos, recorriendo cada parte de su cuerpo con ellos. La misma mirada asquerosa que papá le dedicaba a él y últimamente a Ryoma. Intentó escapar de esos ojos, intentó zafarse de las garra. Imposible. Abandonó su cuerpo cuando empezó a sentir los dedos del sujeto deslizándose sobre su pecho. Su mente salió de su cuerpo dejándolo presente para ser devorado como carne muerta.

Las garras liberaron sus muñecas que cayeron inertes a los lados de su cuerpo. Sólo para ser atrapadas por el predador a su lado. Lo jaló hacia fuera de la habitación mientras todo el resto de presentes tenía algo que decir al respecto. No podía oírlos, era como el sonido de moscas zumbando a su alrededor.

Dejaron atrás la reunión y entraron a una habitación bastante iluminada. Una cama enorme al centro de la habitación a donde fue a parar de un empujón.

Todo parecía tan familiar entonces. Sólo era un techo desconocido, todo el resto ya se lo sabía de memoria. Sólo tenía que quedarse quieto mientras que papá hacía lo que quería y luego todo iba a estar bien. Hasta que de nuevo fuera a buscarlo para lo mismo… y así había sido siempre. Se sintió tentado a sonreír pero se le fueron las ganas cuando este sujeto que emulaba a papá le reclamaba el quedarse quieto.

—Si quisiera una muñeca no pagaría tanto por ti —Gritó parado frente a él —ven acá y has tu trabajo.

Toda su vida había sido un juguete… Papá lo usó y ahora lo usaría otro más.

—¿Acaso no me has oído?

Claro que lo había hecho, pero no sabía si debía contestar o no. Los juguetes no hablan, no se mueven, sólo están quietos hasta que son utilizados. Luego que ya no sirven se desechan. No era un buen juguete después de todo. No estaba entreteniendo a nadie entonces. Papá lo usó y ya no quería entretener a nadie más. Pero no estaba en él decidir. Los juguetes no deciden quien los va a utilizar o no, sólo se quedan quietos y se dejan usar.

No se movió, como un buen juguete se quedó muy quieto. Hasta que empezó a sentir.

Manos sobre su cuerpo, investigando. Manos que empezaron a humedecerse por el sudor y que lo manipulaban a su gusto, uñas que rasgaban su piel, dedos que apretaban. Sentía dolor y no podía ignorarlo. sentía vergüenza y tampoco podía contenerla.

—No— Gritó saliendo de debajo del sujeto que lo aplastaba.

Corrió hacia la puerta y la encontró cerrada. Estaba atrapado como un conejo en una trampa. El cazador avanzaba hacia él, para acabar con su presa. Sonreía complacido al parecer por tal reacción. Avanzó hacia el chiquillo arrinconado en la pared, mojado por su saliva cuando recorrió su cuerpo, temblando asustado. Se fue contra él y le resultó fácil dominarlo.

En pocos segundos estaba de nuevo tendido en la cama debajo de él. Pataleando sin dejarse devorar en paz.

—No…no — susurraba mientras su respiración se aceleraba.

Se retorcía debajo haciendo que la fricción de sus cuerpos fuera más estimulante. Trataba de sacárselo de encima pero era imposible.

—Por favor…—

—No te gusta esto… si aún no te he hecho nada.— Y sonreía complacido mientras le sujetaba las manos para que no se pueda escurrir de nuevo. Y empezó a acomodarse mientras luchaba con sus piernas para separarlas. Atacaba sus rodillas para poder tener el acceso que deseaba.

—No…no…—

Finalmente lo consiguió y terminó de acomodarse mientras que el chiquillo seguía lloriqueando y retorciéndose. Con una mano mantuvo presas sus muñecas y con la otra levantó sus caderas haciéndolas encajar con su cuerpo.

Syusuke se vio perdido e intentó un último movimiento de escape, pero solo consiguió que se arreciara la presión sobre su cuerpo. No evitó gritar cuando el sujeto ingresó en su cuerpo, ni evitó las ganas de morir en ese mismo instante, regresar al sótano de donde nunca debió salir. Morir junto a su familia hacía tanto tiempo, abandonarlo todo, dejar atrás a Ryoma y morir de una vez.

Ryoma…

Tenía que volver por él, tenía que resistir y regresar por él. Cerró los ojos apretando los labios para no gritar hasta que fueron separados por los labios del sujeto que tenía encima. Sus gritos ahogados dentro de la boca de su cliente. Tenía que soportarlo todo, tenía que resistir y volver a buscarlo. Eso era lo único importante, eso era lo más importante.

Ryoma apareció en su mente para salvarlo de la situación. Pensando en él pudo olvidar lo mal que se sentía, cuanto le estaba doliendo el cuerpo, todo desapareció. Ya no había nada más que su hermano menor en ese momento, nada más importaba.

v.v.v

No esperaba un gran recibimiento.

No esperaba que alguien lo recibiera en la habitación que era su celda con palabras cálidas, ni siquiera podía esperar un abrazo. Nada. Nunca antes nadie lo había hecho. No tenía porque esperarlo. Ni siquiera Ryoma… con él las cosas eran distintas. Era todo silencio. No necesitaban hablar para entender lo que sentía el otro. Ahora no era suficiente el silencio. Había sido demasiado… esta vez no era solamente tener que hacerlo con papá. Ahora las cosas habían cambiado tan rápido que no había tenido tiempo de darse cuenta.

No podía soportarlo. No pudo tolerar al primer cliente y cuando llegó el cuarto simplemente fue demasiado. Rompió en llanto como no lo hacía desde niño. Algo que no le gustó para nada a quienes estaban en ese momento utilizándolo.

Entonces fue peor que nunca. Al tío tampoco le agradó su comportamiento y por ello ahora su piel estaba cubierta por manchas de tonalidades moradas y verdes.

Lo peor era que no solamente él pagó los platos rotos. Era obvio el porque su compañero no quería hablarle. No podía culparlo. Era culpa suya al final de cuentas. Quería disculparse. Para eso si era bueno… pero no podía hacerlo. Ni siquiera podía hablarle, mirarlo a los ojos. Trató pero fue inútil. No le estaba prestando atención, ni lo miraba. En medio de esa maldita oscuridad no había manera de que supiera si estaba enojado, si estaba bien o no.

Estaba atrapado. Completamente perdido.

—No hagas tanto ruido.

Su compañero le estaba hablando. No se había percatado que estaba sollozando como un niño pequeño. Se sintió avergonzado y se hizo un ovillo en el lado del colchón que compartían ambos.

—Lo siento —Susurró entrecortado y enterró su rostro sobre el colchón sin poder dejar de llorar. Era como si no pudiera contener las lágrimas, como si quisiera encerrar un mar dentro de sus ojos. Más silencio apenas roto por su respiración agitada y sus sollozos ahogados. No era el dolor físico lo que lastimaba, era el no poder hacer nada por evitar que volviera a suceder.

Como si fuera poco terminaba arrastrando a todo el que lo rodeaba. Así fue con Ryoma, con Yuuta, ahora con Kunimitsu… El problema era él mismo, sólo empeoraba las cosas.

Una mano cayó suavemente sobre su hombro desnudo que le dio un tirón ligero y lo puso enfrente a su compañero. Pudo distinguir sus ojos en medio de la penumbra, pero no podía saber si estaba enojado o no. Con él nunca se sabía. Siempre sonaba tan serio, hablaba tan poco. Podía jurar que tenía una constante expresión de estoicismo que no lo abandonaba nunca.

Ahora mismo lo miraba sin decirle nada. No era como cuando estaba al lado de Ryoma. Se sentía extraño, nunca se había sentido así antes. Nervioso sí, pero no asustado, esperando que le dijera algo, que hiciera algo. Cualquier cosa… lo que fuera. Pero no hizo nada. Abandonó su hombro y se volvió a acostar a su lado. Por lo menos había conseguido que se calme un poco.

—¿Por qué?—susurró Syusuke sin darse cuenta que sus pensamientos escapaban de su boca.

—Porque si sigues haciendo escándalo vendrán y harán que te calles —su voz tan seria como siempre.

¿Acaso se estaba preocupando por él? Ni hablar, cuidarlo era su responsabilidad, no debía olvidarlo. Si algo malo hacía Syusuke la responsabilidad la compartiría con su compañero.

—Lo siento.

v.v.v

Los días transcurrían como si fueran horas. Había pasado un mes desde que abandonó su casa, lo descubrió al ver el teléfono celular de uno de sus clientes en un descuido de este. Mientras esperaba que este saliera del baño tomó el teléfono entre sus manos y sintió la tentación de marcar los numeritos.

Sin darse cuenta ya estaba sonado… era muy tarde, pasada la medianoche. No tenía esperanza de que alguien en su casa respondiera el teléfono a esa hora. Sintió deseos de guardarse el teléfono sólo para llamar más temprano.

Quería escuchar a Ryoma, sólo eso, sólo recordarlo fue bastante doloroso. Sonó y sonó el teléfono. Tuvo que colgar cuando la puerta del baño se abrió y salió el sujeto de turno del baño.

No se dio cuenta de nada, afortunadamente para él.

Syusuke al verlo se recostó sobre la cama, para evitar el contacto visual dispuesto a cerrar los ojos mientras se daba todo el trámite. Había ya estado con tantos, no sabía cuantos, no se preocupó por contarlos.

No quería recordar sus rostros, sus voces, sus manos ni nada de ellos. Aunque a algunos les gustaba hacerse recordar. Le dejaban marcas para que se acordara de ellos la próxima vez que lo fueran a visitar, para cuando pueda estar solo y tranquilo al lado de Kunimitsu no olvidara lo que hacía cada vez que llegaba un cliente en busca de diversión.

Cada vez que regresaba al colchón silencioso y oscuro recordaba a cada uno de los sujetos sin nombre que habían jugado con él. Ya casi no podía recordar la voz de Ryoma y la de Yuuta la había olvidado por completo.

Prefería alejar los recuerdos de ambos de ese lugar tan contaminado.

Kunimitsu llegó frotándose el brazo y respirando agitadamente. Se tumbó a su lado como hacía siempre que estaban juntos, esperando a que los saquen de nuevo para cumplir su función de juguetes.

Syusuke frotó sus brazos instintivamente recordando las mismas marcas que conservaba en su propio brazo. Su compañero tenía más de esas marcas sobre todo su brazo, producto de una droga que les era inyectada cada vez que hacían las cosas bien. A modo de premio por portarse bien o dejar al cliente contento les tocaba una dosis de un líquido transparente que hacía que el dolor desapareciera, así como la sensación de hambre, de frío y tristeza.

No sentían nada y se sumergían en un estado de absoluto abandono. Al principio se negó a que le suministren la paz que daba esa droga, pero luego empezó a desear sus efectos y disfrutarlos. No sentía mal, ni desesperado, ni nada. Quizá eso era lo que hacía que fuera olvidando a Ryoma y a Yuuta, pero un poco de alivio, un poco de placer tras tanta miseria era demasiado tentador.

Lo mejor de ese estado de abandono en el que caía su compañero era que permitía que su fachada estoica se desprendiera un poquito. Podía preguntarle y éste le respondía casi inmediatamente. En ese momento no tenía deseos de preguntar, sólo que lo escuche, nada más.

—Ya ha pasado un mes…— su voz sonó más desconsolada que nunca —Sí tan sólo hubiera un modo de salir de este lugar… te juro que haría lo que fuera —Pensaba en voz alta.

—No hay salida — fue la sentencia de parte de su compañero

— Lo sé… si no ya lo hubieras intentado. ¿No? —soltó una risita burlona pensando que algo así era realmente imposible.

—Ya lo he intentado… hace tiempo… no funcionó.

—¿Cómo…? ¿Qué sucedió esa vez, que te impidió escapar?

La respiración de Kunimitsu empezó a volver a la normalidad.

—Fue hace tiempo… esa vez casi lo logramos. Pero…. No… todo salió mal… todo salió muy mal.

Entonces esperó en vano la continuación de la historia; no llegó. El efecto de la droga llegó en el peor momento, se iba a quedar como muerto en vida, mirando al vacío. A veces cerraban los ojos y se quedaban ambos en ese estado nebuloso.

No se atrevió a presionarlo, ni insistir en el pedazo de la historia más interesante, ya habría tiempo para ello. Afuera sonaban de nuevo pasos en el corredor. Alguien se acercaba a la puerta metálica que los separaba del mundo exterior.

De repente en esta oportunidad iba a poder hablar con Ryoma. De repente esta vez si era capaz de birlarse un teléfono móvil y esconderlo donde fuera con tal de poder de hablar con él. La puerta se abrió en pocos segundos y de nuevo la luz de la linterna le dio de lleno en la cara. El ritual de siempre empezó entonces. Primero un baño de agua helada y luego subir a divertir a quienes pagaban por él.

Había recorrido ese pasadizo tantas veces, subido por esas escaleras otras tantas, pero una vez salía al pasillo iluminado era conducido a una habitación donde lo esperaba algún sujeto desconocido. En ocasiones lo esperaban dos de ellos, impacientes por empezar a jugar con él. Nunca sabía que le iba a tocar, o con quienes se toparía o a que habitación lo iban a llevar. Más allá de ese pasillo de puertas y luces, de habitaciones con cortinas siempre bien cerradas no conocía más.

A veces trataba de acercarse a las ventanas y darle un vistazo a la calle. Con la esperanza de descubrir donde estaba, los clientes siempre estaban tan apurados por utilizarlo que no le daban tiempo para prepararse para recibirlos.

Una vez acaba la rutina nocturna regresaba a su habitación en la oscuridad más cansado que nunca. A veces arrastrándose por los pasillos, a veces sin poder caminar y a empellones. Ahora de nuevo no sabía lo que le esperaba. Una puerta de madera frente a él lo separaba de quien sea que fuese esta vez, de quien lo estaba esperando en la habitación.

v.v.v

Casio tomó su brazo con fuerza y lo estiró como si quisiera arrancárselo. La aguja atravesó su piel sobre una marca antigua. Tenía tantas de esas marcas que sus brazos parecían parte de un juego de unir los puntos que solía jugar cuando era pequeño. El líquido ingresó a su sistema mientras que la herida ardía un poco más. Pronto iba a dejar de sentir dolor y se iba a hundir en el vacío inducido por la droga. Entonces entró a la habitación y se tumbó sobre el colchón muy cerca de su compañero. Se arrastró sintiendo como sus piernas se iban debilitando hasta dejar de sentirlas, como si las hubiera perdido en el camino. Dejó caer su cabeza al lado de la de Kunimitsu quien aún seguía ahí.

—Sabes…. Son como las cinco de la mañana…— susurró cerca de su oído —me gustaría tomar

una taza de café con leche y….— de pronto se dio cuenta que ya no se acordaba el sabor de la cosas —Son más de las cinco de la mañana…. Tengo frío. — y le temblaba el cuerpo. La presión se le iba al suelo cuando le inyectaban esa droga, pero luego se sentía bien. La sensación de frío era el camino para dejar de sentir completamente.

—Me gustaría algo dulce —escuchaba su propia voz reverberar en medio del silencio —Hace mucho tiempo mi mamá preparaba cosas dulces…—ya no la recordaba, casi se había borrado la imagen de ella por completo —Ella…—No podía recordar más de ella —mi hermana.

Casi la había olvidado a ella también… Siempre que la recordaba se ponía muy triste. Ella quizá era el recuerdo más triste que tenía. La extrañaba mucho… aún la extrañaba…

—Maldición….tengo que salir de este maldito lugar— susurró mientras trataba de levantarse de la cama. Ahora los brazos tampoco funcionaban y su cuerpo estaba cada vez más ligero. Tanto que era como si no existiera.

Cayó sobre el colchón despierto y sin poder moverse.

—Maldición —Murmuró y todo empezó a desaparecer de pronto. Entonces con lo que le quedaba de conciencia resolvió que si hablaba podría mantenerse despierto —Maldición… —y las palabras se le atracaban en la garganta.

—Tengo que salir de este lugar…. Si tú sabes cómo… tienes que decírmelo… no me puedo quedar aquí para siempre. Tengo que regresar por Ryoma… tengo que regresar por mi hermano menor…. Tú no sabes…. Lo que… —entonces las palabras murieron en su boca. No pudo seguir más porque el llanto se lo impidió —Maldición— y estrelló sus puños contra el colchón.

A su lado su compañero se movió. Estiró uno de sus brazos largos y lo cubrió como si quisiera que se quedara quieto.

—No se puede salir de este lugar… La única manera —Su voz aún traía rastros de modorra —de salir es muerto.

Al oír esto nacieron ideas en su cabeza. Había deseado tantas veces estar muerto, pero muerto no iba a poder sacar a Ryoma de ese lugar, muerto no iba a poder hacer nada por su hermanito.

—Tiene que haber otra manera.

Kunimitsu le había contagiado la modorra que se trasmitía en su voz.

—No hay.

De nuevo un largo silencio. Ahora la oscuridad de la habitación se hacía chiquita y caía sobre sus párpados.

—No me entiendes… yo tengo que ir por Ryoma… no importa como, se lo prometí.

Cerró los ojos sin poder contener más el cansancio. Hizo una promesa y no iba a dejar de cumplirla, aunque tuviera que morir en el intento la iba a cumplir.

v.v.v

Una noche más pasó y ya iban más dos meses de encierro en ese lugar. Aún no se acostumbraba a su nueva vida. No se iba a acostumbrar jamás a ser el juguete de alguien. De nuevo sobre la cama, echado al lado de un desconocido. Se escurrió de la cama buscando un reloj, buscando un teléfono móvil… insistiendo en comunicarse con Ryoma.

Un sonido familiar llegó a sus oídos. Era el sonido de la lluvia. Corrió a la ventana cerrada y pudo oír el sonido de la lluvia.

A Ryoma le gustaba la lluvia.

Tenía que irse de ese lugar, no importaba cliente estaba bastante cansado por tanta actividad. Entonces sigilosamente avanzó hacia la puerta. Estaba sin seguro….

Temblando hizo girar la perilla suavemente, el pasadizo de puertas estaba vacío. Retrocedió entonces buscando algo con que cubrir su cuerpo desnudo. Tomó del suelo la bata con la que lo transportaban a la habitación de los clientes.

Primero un pie, luego el otro. Nadie aparecía por los alrededores. El corazón le iba a estallar. Salió de la habitación despacio dejando la puerta entreabierta temiendo que el crujido de la misma vaya a alertar a su cliente durmiente.

El pasillo era interminable. Hacia un lado estaba la puerta que lo conducía al encierro. Hacia el otro lado otra puerta…. Se veía tan lejana. Mientras avanzaba hacia ella iba pensando en que iba a hacer al llegar a ella. Qué iba a encontrar tras esa puerta, cómo iba a hacer para llegar a su casa. A cada paso le parecía que la puerta estaba más lejos. De pronto algo atrapó su brazo y lo jaló hacia un lado del pasillo hasta casi estrellarlo contra la pared.

Abrió mucho los ojos cuando vio a un chico como de su edad mirándolo furioso.

—Eres un idiota, no vas a meter en problemas —dijo mientras que el enojo atravesaba sus palabras.

Ese era su compañero. Por primera vez en todo el tiempo que llevaba en ese lugar que lo veía bien. Lo reconoció por la voz y por la intensidad de su mirada. Se quedó pasmado sin saber que decirle o que hacer. No fue necesario que actuara porque él actuó por ambos. Lo hizo entrar a una habitación en donde había un sujeto tumbado en la cama. Alrededor había montones de botellas de licor.

El sujeto al verlos entrar sonrió.

—Te dije que me trajeras más de beber y me traes un amiguito…. Que buen servicio — rió hasta atorarse, para luego seguir riendo, estaba completamente ebrio.

Kunimitsu cerró la puerta tras ellos y le indicó que se sentara en la cama. Algo incomodo lo hizo. No debió entrar ahí, ahora iba a tener que atender a este sujeto también. ¿Acaso los dos iban a tener que hacerlo con él? El sólo pensarlo hizo que se sonrojara un poco.

—Oe… me trajiste lo que te pedí o que…—vociferó el ebrio sobre la cama agitando los brazos. Era un hombre maduro y obeso. Se veía que iba a ser muy difícil para él levantarse de la cama.

—Se lo traje, pero ya se lo bebió todo —Respondió sin prestarle mucha atención al sujeto. La mirada la tenía clavada en Syusuke. Lo iba a asesinar por casi meterlos en problemas, o al menos eso era lo que parecía que quería hacer.

—¿Ah sí? Entonces se un buen niño y tráeme otra más.

Kunimitsu esta vez ignoró el pedido completamente para seguir mirando a su compañero.

Lo hizo sentirse mal. Estaba a punto de disculparse por sólo habérsele ocurrido la idea de salirse de ese lugar.

—Ahora te tienes que quedar en este lugar. No puedes volver con tu cliente.

Syusuke sólo asintió sin saber que decir o hacer. Su compañero parecía tener controlada la situación y le daba la sensación de que no tenía porque preocuparse. El borracho reclamó una vez más su pedido de licor el cual Kunimitsu ignoró de nuevo. Entonces el cliente no se rindió.

—Tú… tráeme otra botella más… parece que ese niño no me escucha.

Syusuke no supo que hacer, lo miró desconcertado. No supo si levantarse y correr a hacer lo que le decían o quedarse clavado al suelo por la mirada de su compañero.

—Ya has tomado demasiado Sagako-san— añadió Kunimitsu sin mirarlo siquiera —¿Por qué mejor no nos cuentas una de tus historias?

Sagako san entonces sonrió más que nunca mientras intentaba acomodar su humanidad en la cama. Entonces empezó a hablar de que tenía un negocio de barcos y que tenía muchas historias de mar.

—¿Siempre hace eso?— Se atrevió a preguntar Syusuke mirándolo respetuoso mientras Sagako-san parloteaba.

—Sí, vene en busca de compañía y termina emborrachándose, contando sus historias inventadas —Sagako-san hablaba y hablaba de que en uno de sus viajes encontró sirenas y monstruos marinos —Habla de eso hasta que se duerme—

Syusuke nunca había estado con Sagako-san. Hasta el momento le habían tocado otro tipo de sujetos, del tipo que sólo querían divertirse y nada más. Ninguno de ellos estaba interesado en conversar con él o contarle una que otra historia de mar.

Sagako-san empezó a adormecerse y se empezó a apagar su monólogo.

Entonces sintieron el escándalo que el cliente de Syusuke estaba armando al no encontrarlo en la habitación. Kunimitsu le hizo una seña de que guardara silencio y que se acostara al lado de Sagako-san. Así lo hizo. Su compañero salió de la habitación a explicar lo sucedido. Syusuke escondió el rostro en pecho de Sagako-san quien de inmediato despertó y lo rodeó con un brazo.

Despedía un fortísimo olor a licor y retomó la historia desde donde creía haberse quedado.

—Y las sirenas me dijeron que yo era— Le echó un vistazo entonces y con su mano sudorosa le acarició el cabello —¿Tú cómo es que te llamas?—

—Syusuke…. Sagako-san.

—Ahhh…. Y qué fue de Kunimitsu…. Ese sinvergüenza se está tardando demasiado… le dije que me trajera de esto más y hasta ahora no vuelve — exclamó señalando una botella.

—Él ya viene —no supo que más decir.

Sagako-san se quedó tranquilo por fin y Syusuke pudo oír como se iba desenvolviendo la situación afuera.

Ahora sin duda iban a tener problemas por su culpa, su cliente estaba furioso al despertar y ver que su juguete no estaba donde lo había dejado montó en cólera y procedió a reclamar. Su compañero les dijo al tío y al cliente que había sido Sagako-san el responsable de esa situación. Había estado dando vueltas y le dijo a Syusuke que fuera con él y este sólo le obedeció a Sagako-san.

Al cliente no le gustó la explicación y al tío menos, pero el tío ya conocía de tiempo a Sagako—san y siendo tan buen cliente no podía negarle nada.

Así que el tío resolvió que ya que era culpa de Sagako-san lo que le quedaba era devolver a Syusuke a su cliente. Tomó a Kunimitsu de un brazo y bruscamente lo llevó hacia dentro de la habitación. Todo parecía ser culpa de Sagako-san después de todo. Se acercó a Syusuke y le ordenó que regresara con su cliente. Este no tuvo más que hacer lo que le mandaban. De todas maneras el cliente estaba bastante enojado. Eso no era bueno después de todo. Sobretodo porque tío tampoco se veía nada contento.

v.v.v

—Me agrada Sagako-san —susurró Syusuke acomodándose con cuidado al lado de su compañero. Ahora que lo había visto bien, a la luz, le inspiraba cierto temor. No le respondió. Sólo se movió para acomodarse bien a su lado. Ambos estaban adoloridos y todo era su culpa.

—Lo siento —Añadió sin poder soportar un segundo más el silencio.

Seguía sin decirle nada.

—Eres muy estúpido. Ya cállate.

De nuevo el silencio sepulcral. Estaba acostumbrado a los insultos y todo eso, pero de algún modo sus palabras calaron. Se quedó quieto entonces. El cuerpo le palpitaba de dolor por los golpes que recibieron por su culpa. Pero esa fue una buena oportunidad de escapar. Si tan solo no hubiera Kunimitsu no hubiera intervenido quizá estaría afuera.

—Lo voy a seguir intentando —Pensó en voz alta sintiéndose enojado por las palabras de su compañero.

—Haz que te maten —fue la respuesta.

—Será mejor que seguir aquí —No sabía ni porque le decía eso, pero de pronto no podía quedarse callado.

—Eres más estúpido de lo que aparentas— esta vez se incorporó de la cama. Su voz imprimía el enojo que estaba sintiendo en ese momento. ¿Qué iba a hacer? ¿Lo iba a golpear?

—Por lo menos no me quedo esperando sin hacer nada.

—Esa no era la puerta correcta. Idiota —Le respondió irritado —Quizá hubiera sido bueno que te deje tomar ese camino y ahora mismo hubieras salido de este lugar con los pies por delante.

Soltó un sonido cercano a una carcajada sarcástica.

—Entonces no hay salida —suspiró desconsolado. De pronto las paredes se hacían más chiquitas y el aire se volvía más pesado.

—Sí la hay —añadió su compañero tumbándose de nuevo sobre el colchón para saborear la curiosidad de su compañero más cómodamente. No tuvo que esperar mucho para ello.

—Entonces dime cuál es, por favor, necesito salir, no es por mí, es por alguien más. Es por mi hermano menor…. Tengo que sacarlo de donde yo estaba — de pronto se dio cuenta que nada ganaba con explicaciones —No me vas a decir nada de todos modos.

Suspiró más desconsolado aún. Se bajó de la cama y buscó el frío del suelo.

—Esa idea tuya de que nos maten suena interesante— cierto entusiasmo se dejó oír en su voz.

—Tú no entiendes.

—Quizá.

v.v.v

Los días seguían pasando, la voz de Ryoma ya se había desvanecido de su memoria, junto con el rostro de sus padres, junto con el nombre de su hermana, junto con el recuerdo de Yuuta. Trataba de no pensar en ellos para no sentirse peor.

Estaba solo en ese lugar y tenía por compañero a un muerto en vida. Casi no le hablaba y se la pasaba tumbado a su lado flotando en un mundo aparte llevado de la mano por los efectos del líquido transparente.

Aunque detestaba aceptarlo necesitaba ese líquido también. Eran las horas más soportables, era la oscuridad menos densa y las palabras más intensas bajo sus efectos. Kunimitsu se tendía a su lado y balbuceaba incoherencias. Quizá si no se encontrara en el mismo estado nebuloso podría entender lo que estaba diciendo.

Entreabrían los ojos como peces en la red a punto de dar el último suspiro, mientras sus cuerpos se adormecían por completo y empezaban a abandonarlos sobre el colchón para perderse dentro de un mundo ajeno a la realidad. Era como estar soñando, sólo que no podía recordar las imágenes de sus sueños. Eran sueños falsos. En los reales aparecía su mamá, aparecía su papá, su hermana y Yuuta.

Ahora ninguno de ellos se asomaba a acompañarlo en su soledad.

A veces cuando veía a Kunimitsu en tal estado sentía lastima por él. Quizá no tenía con nadie con quien soñar. Se la pasaba echado mirando al techo, acurrucado sobre el colchón, temblando mientras que su cuerpo perdía movilidad y quedaba tan quieto como si no hubiera vida en él. Se tumbaba a su lado buscando algo de calor en medio de la oscuridad helada de la habitación. Su compañero lo miraba entre sueños vacíos, ambos ausentes se abrazaron para quitarse el frío y de paso la soledad.

Se sintió algo extraño a pesar de que ya estaba empezando a perder los sentidos gracia a la droga, su piel empezaba a arder como si le hubieran inyectado brasas. Solía dormir con Ryoma de este modo, abrazados ambos sobre la cama, pero jamás se sintió así.

De pronto sus mejillas quemaban, su respiración se agitaba y el cuerpo entero palpitaba emocionado. Algo se activaba bajo su ombligo y en su estómago una sensación de vacío empezaba a crecer.

Kunimitsu acercó sus labios a su rostro y no pudo evitar cerrar los ojos. Esto era totalmente diferente a lo que hacía en los pisos superiores con los sujetos sin nombre que llegaban a visitarlos. Las sensaciones empezaron a incrementarse, a pesar de que hasta hace unos momentos padeció frío, ahora empezaba a arder como si tuviera fiebre.

Los labios de su compañero buscaron los suyos e instintivamente dejó que se juntaran. Las mejillas se le encendieron y entonces acortó las distancias entre ambos. Estaban muy pegados el uno con el otro. Empezó a sentir que se asfixiaba pero decidió que no necesitaba respirar por el momento. Al final quiso separar sus labios pero encontró resistencia de parte de su compañero. Kunimitsu lo atrapó de la nuca para revolverle el cabello con las manos, acercándolo más a él como si quisiera adherirlo a su cuerpo. Sus labios entraron en movimiento mientras que su lengua en acción separando sus dientes para ingresar en su boca. Syusuke reprimió un gemido al sentir como sus cuerpos empezaban a alcanzar la temperatura del sol y su boca era invadida por la lengua de su compañero.

No pudo resistirse más, Kunimitsu recostó su cabeza sobre el colchón mientras se echaba sobre él tan rápido que apenas pudo notarlo. Todo ocurría tan de pronto que parecía que estaba soñando.

Quizá era el efecto del narcótico. De todos modos era distinto a todo lo que había sentido antes.

Ahora estaba sobre él mientras devoraba su boca, sin encontrar ningún tipo de resistencia, algo que jamás pensó que iba a poder hacer sin sentirse miserable, sin sentirse mal. Seguía avanzando sobre él con sus manos y sus labios. Moviéndose sobre él haciendo que todo su cuerpo se erice. Acomodado como estaba sobre su cuerpo hacía que sus rodillas se separen para abrirse paso.

No… no podía permitir esto… no estaba bien. La cabeza le daba vueltas y su pecho vibraba.

Sensaciones encontradas. Por un lado su cuerpo le gritaba que lo dejara seguir, pero algo dentro de su mismo le impedía hacerle caso. Iba a ser como todo el resto, lo iba a usar y usar como un juguete, pero los juguetes no sienten y él estaba haciéndolo sentirse tan bien.

Se mordió los labios reprimiendo un gemido placentero, se odió a si mismo por elevar sus manos y apartarlo de su cuerpo. Rodó a un lado del colchón tirándose de la cama en un afán de escapar violento.

Sobre la cama su compañero lo miraba con ojos brillantes, invitándolo a regresar. Podía imaginarse la expresión de su rostro. Hasta parecía que estaba sonriéndole. No regresó a la cama sino al rincón helado de siempre. Se odiaba más que nunca porque moría por regresar a sus brazos.

Kunimitsu no dijo nada y se volvió a tumbar sobre el colchón. Syusuke tuvo que hacer un esfuerzo enorme para ignorar el deseo de acudir al lado de su compañero sobre la cama. Se resistió estoicamente al deseo de continuar con lo que habían empezado, cerca de sus cálculos, una semana.

No pudo contenerse más. Sin explicarse porqué se sentía tan atraído por este sujeto que ignoraba casi completamente su presencia cuando estaban juntos. Volvió voluntariamente a sus brazos cuando rechazaba sus preguntas y no quería darle la respuesta que necesitaba.

Quizá había pasado demasiado tiempo en ese lugar solitario.

Dejó que lo cubriera con sus brazos descubriendo que no había nada más que deseara en ese momento. Si en ese momento se abrieran todas las puertas rumbo a la libertad, pensaría dos veces el abandonar la habitación. Se fundió en su abrazo y en sus labios que empezaban a invadir las comisuras de su boca.

No había nada más que deseara que estar en ese momento, en ese preciso lugar, junto a él. De pronto las paredes y el encierro desaparecieron. Mientras le pudiera devolver las caricias no importaba nada.

Quizá no era que lo ignorara completamente, era una forma silenciosa de comunicación. Lo supo cuando empezaron a frotar sus cuerpos en silencio. No era necesario que le dijera nada, no era necesario hablar, sólo sentir. La relación de ambos estaba basada en el silencio, no eran necesarias las palabras para hacerlo sentirse tan bien, no era necesario que le dijera miles de cosas porque con sólo tenerlo a su lado era suficiente.

Aún confundido acerca de lo que sentía terminó mirando al techo. Levantó las piernas dejándolas reposar a los lados del rostro de Kunimistu. Sabía perfectamente que hacer porque experiencia le sobraba a ambos. Porque lo tocaba sin hacerle daño, porque sabía donde tenía que tocarlo para no lastimarlo. Cada vez que lo tocaba lo hacía sentirse bien, muy bien.

Ahora era distinto, no era un sujeto cualquiera, sin nombre ni nada. Ahora era alguien que él quería que lo toque y lo estaba haciendo muy bien. Tanto que casi hacía que olvidara donde estaban.

Enroscó sus brazos en el cuello de Kunimitsu y recorrió su espalda huesuda con los dedos. Apretándose contra él mientras entraba en su cuerpo. Dolía un poco pero era placentero, como nunca antes lo sintió. Quizá porque estaba habituado al dolor que no le llamaba la atención. Era el placer lo que lo tenía absorto.

Nunca antes había sentido nada parecido, ni siquiera el deseo de continuar y nunca terminar. Sin darse cuenta ambos respiraban pesadamente, jadeando muy fuerte. El código de silencio roto por los gemidos de ambos. Estaban armando todo un escándalo.

No pudo evitar gritar su nombre cuando sintió que iba a volverse loco, a punto de estallar. Jamás sintió algo tan placentero en toda su vida. Kunimitsu lo apretó más contra su cuerpo y cubrió su boca de nuevo conteniendo sus gemidos.

Ambos llegaron entonces en medio de un escándalo de jadeos y gemidos. Sudando como nunca antes, cayeron rendidos sobre le colchón sin culpa, sin remordimientos ni temor. Sólo trataban de recuperar el aliento para poder empezar de nuevo.

Syusuke volteó a ver a su compañero aún jadeando ambos sin control. Sólo pudo besarlo antes de que su cuerpo actuara más rápido que nunca y terminara subido sobre él de nuevo. No quería detenerse ahora. Se miraron en la oscuridad y se cubrieron de caricias.

No sabían cuanto tiempo había pasado, cuanto escándalo estaban haciendo con sus voces y el colchón que amenazaba con desarmarse. No podían escuchar nada más que sus voces, el sonido de sus cuerpos frotándose, el sonido del catre temblando en espasmos de placer, no había nada más que ellos en ese momento.

No pudieron sentir los pasos en el corredor, ni el sonido de la puerta metálica abriéndose furiosa, ni percibir la luz cegadora entrando e iluminándolos mientras continuaban acariciándose bajo la cama donde habían terminado luego de rodar sobre le colchón.

En ese momento se acabó la magia, se acabó el sueño y comenzó la pesadilla de nuevo. Entró la luz disipando la cálida oscuridad y la fantasía con ella.

La luz les dio en la cara cegándolos completamente mientras permanecían impávidos y pegados el uno al otro. De pronto no importaba lo que fuera a suceder con ellos.

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