Nada me pertenece, ningún personaje de POT. (Ya quisiera yo) Yo sólo escribo un fanfic y soy pobre porque no recibo dinero por ello. Buuuuuu
Bueno, bueno... un capítulo más. Me demoré en actualizar porque el mundo es así y tengo otros fanfics que atender. Así que dales una ojeadita pes.
Capitulo lacrimogeno y que se yo... ojala les fuste y no me odien porque yo los quiero.
No se olviden de ponerme muchooos comentarios..
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7. It was all meant to be
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Había estado soñando con Syusuke en las noches anteriores. Cuando recibió su llamada telefónica, ésta fue la confirmación que sus sueños traían una pizca de premonición y otra de tragedia.
Como cuando su papá falleció. Pudo saber que iba a suceder lo inevitable noches antes de que se diera. Lo soñó durante varias noches en las que insistió quedarse a su lado velándolo. Viéndolo sólo empeorar a cada minuto que pasaba. Solos ellos dos porque Ryoga estaba no habido. Atendiéndolo hasta el final, rehusándose a abandonarlo hasta que cerró los ojos por última vez. Lo vio morir cuando terminaba la tarde y se hacía de noche.
El médico le había dicho a Ryoma que ya no había nada que hacer esa misma mañana. Y por la tarde su papá abandonó la lucha por la vida. Y estaban ambos solos en la casa en ese momento, en silencio, cuando expiró su último aliento y no supo que hacer. Sólo se quedó mirándolo sin poder decir nada, sin poder soltar una sola lágrima, sin saber como despedirse. Sólo mirándolo hasta que Ryoga apareció horas después y lo hizo a un lado de un empujón para confirmar que su papá estaba muerto.
Luego de eso volvió a soñar con su papá, cuando rendido por el ajetreo de los rituales fúnebres pudo conciliar el sueño. Hubiera querido no despertar de ese sueño donde su papá y su mamá lo acariciaban y le decían cuanto lo querían. Pero Ryoga harto de su hermanito perezoso lo sacó de la cama de un jalón que lo mandó al suelo. Luego lo tomó de un brazo y lo sacó a la calle para cerrarle la puerta en las narices.
Siempre le estaba estorbando, así que no encontró mejor remedio que sacarlo de la casa y de su vida. Entonces tuvo que empezar a caminar para no congelarse en medio de la calle, para no sentirse mal y ocupar su mente en otras cosas. Mirando a la gente en la calle, viendo como hacían sus compras, como reían, subían y bajaban por escaleras eléctricas de centros comerciales.
Fueron varios días de vagar como un gato abandonado. Hasta que sus pies lo devolvieron a su casa, invadido de recuerdos. Le tocó la puerta a Ryoga, medio muerto de hambre y de frío, sin saber que respuesta iba a recibir. Sucio y despeinado, como un gato callejero.
Ryoga le abrió la puerta en silencio y lo dejó entrar como si nada hubiera pasado. Ignorándolo como siempre, sin dirigirle ni siquiera una mirada lo dejó entrar para dejarlo desaparecer en las entrañas de la casa.
Entró en busca de la calidez del hogar que ya no existía cuando descubrió que el mobiliario había desaparecido también. Al entrar a su habitación no encontró nada más que oscuridad y una maletita con unas cuantas ropas suyas.
No había quedado nada… corrió hacia la habitación de sus padres y Ryoga no había dejado nada más que una vieja gorra olvidada en una esquina. La tomó entonces como única herencia y recuerdo de su papá.
Su hermano mayor apareció como un fantasma silencioso tras él y lo tomó de un brazo llevándolo por el corredor hacia el baño. Una vez dentro lo empujó contra la ducha y desapareció de nuevo.
Se bañó entonces, liberándose de la mugre de días de incertidumbre fuera de casa. Cuando terminó entró Ryoga y lo hizo vestirse mientras sacaba de su habitación una maleta que había armado con sus prendas y la colocaba en la puerta de la casa. Luego lo llevó de la mano a un orfanato donde lo abandonó sin decirle adiós.
Ryoga nunca lo trató como un hermano, sino como un estorbo en su vida. Así que tan pronto tuvo la oportunidad se deshizo de él. Entonces no tenía a nadie, a nadie más que Syusuke que le había prometido que volvería por él.
Pero a la primera semana supo que iba a ser igual que las promesas de Ryoga. Como cuando le prometía a su papá que se iba a hacer cargo de su hermano menor mientras él salía de viaje y jamás las cumplía. Y lo dejaba encerrado en su habitación para que no le diera problemas mientras que salía con sus amigos a ocuparse de sus asuntos. Syusuke no iba a regresar, así como Ryoga no regresaba a tiempo para darle de comer y lo tenía muriendo de hambre hasta que buenamente de tanto llorarle a la puerta algo de sus protestas llegaban a los oídos de su hermano. Y para que deje de fastidiar le daba algo de comer, con tal que se calle.
Syusuke no iba a volver así como su papá no iba despertar nunca más. Al principio tuvo miedo de que su nuevo hermano mayor hubiera muerto o algo por el estilo. Pero sus sueños no le habían avisado nada al respecto. Pero no podía confiar en ellos después de todo.
Entonces se atrevió a preguntar al respecto una vez a "papá" que le devolvió a modo de respuesta una risa sarcástica para luego decirle que no lo iba a volver nunca más. Entonces se le dio por insistir, lo único que sabía hacer si quería conseguir algo, sin lograr ningún resultado positivo. De tanto preguntar papá se hartaba y lo mandaba a rodar a golpes. Pero la respuesta era la misma, no lo iba a volver a ver más.
Entonces el tiempo le iba confirmando que así iba a ser. No lo iba a volver a ver nunca más. Entonces era inútil esperar que volviera por él, así como esperó hasta el final de su estancia en el orfanato que Ryoga volviera a buscarlo.
Hasta que de nuevo empezó a soñar con Syusuke… soñaba que lo veía acercarse a él y que se miraban sin hablar. Nunca le decía nada…hasta la noche anterior de la llamada en la que le dijo que iba a volver.
Ahora no iba a poder dormir. Y ya iba a amanecer dentro de unas horas. Y la noche sonaba tranquila pero traía algo extraño en el aire. Y en su habitación Sue se revolvía en la cama a solas, quizá tampoco podía dormir. Algo extraño había esa noche intranquila.
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Pasos silenciosos apenas alterados por el crujir de la ropa que habían conseguido ponerse. Iban descalzos como recién nacidos y cubiertos por prendas que colgaban de sus cuerpos.
Syusuke no podía reprimir una sonrisa nerviosa mientras seguía los pasos de su compañero. Kunimitsu lo había tomado de la manga de la camisa que traía y lo llevaba como si fuera un niño pequeño.
Estaba temblando y no de frío. Empezaba a sentir las manos sucias. Pero no había tiempo para pensar en eso, no había tiempo para arrepentimientos, un segundo más y estarían muertos. Era momento de salir de ese lugar, aunque fuera lo último que harían.
Kunimitsu se detuvo frente a la puerta de la oficina del Tío. Syusuke cerró los ojos al ver que la abría con tanta naturalidad, como si estuvieran entrando a saludar. Su compañero lo hizo entrar jalándolo suavemente y cerró la puerta tras ellos.
Sólo lo miraba, sin decirle una sílaba de ánimo. Lo jaló de nuevo como quien lleva a un niño al preescolar, nervioso por ser el primer día y no por no saber a que se va a enfrentar. Quería cerrar los ojos y dejarse llevar, deseando confiar plenamente en Kunimitsu. Pero no podía hacerlo, estaba demasiado asustado para ello.
Entonces su compañero se detuvo frente a una pared sin decirle una palabra. Estaba tentado de preguntarle el porque de su repentino acto. Pero pronto se dio cuenta que si observaba con atención estaban parados frente a lo que parecía ser una puerta, la cual casi si desaparecía entre las rayas verticales del enchapado de madera. Kunimitsu se agachó para verificar que no hubiera nadie al otro lado observando por el filo pegado al piso. Podía sentir como una corriente de aire se estrellaba en sus pies como una espada de hielo. Al parecer no había nadie y Kunimitsu deslizó sus dedos finos debajo para abrir la puerta.
No podía evitar temblar al verla abrirse antes sus ojos, como si estuviera presenciando lo más sublime en el mundo. Se abrió tan lentamente que ni un sonido emitió. La madera crujió levemente afuera de la habitación lo cual indicaba que alguien se acercaba. Ambos entonces cruzaron la puerta cerrándola tras ellos con el mismo cuidado de cómo cuando la abrieron.
Hubiera deseado correr por el pasadizo oscuro que desembocaba en una escalera igual de oscura pero Kunimitsu lo tomó del brazo con tanta fuerza que no lo dejaba moverse. Se quedaron en silencio escuchando como la puerta de la oficina del tío se abría y Tío entraba. Se sentó en su sillón de cuero que crujió con un sonido chirriante.
Kunimitsu le cubrió la boca para que su respiración no hiciera eco en el silencio del pasillo oscuro donde estaban ocultos. Para Syusuke esta era una medida inútil, porque el corazón le palpitaba tan fuerte como para llenar un estadio con su sonido.
Al parecer iban a tener que esperar para moverse de ese lugar. Pero no tuvieron mucho tiempo para pensar en cuanto se demoraría en suceder porque la puerta de la habitación del tío se abrió de improviso. Era momento de huir, ya habían descubierto todo.
No se quedaron a oír como le contaban al Tío lo sucedido pero si alcanzaron a oír como este ordenaba que los buscaran enseguida.
A toda velocidad llegaron a la puerta. Demasiado fácil para ser verdad. De nuevo la calle frente a sus ojos. No se pudo quedar mucho tiempo admirándola porque Kunimitsu lo arrastró a través de ella. Cruzaron la avenida grande no sin antes llamar la atención de la gente que deambulaba fuera del edificio. Entre ellos la gente que el tío mandó a que los busque.
Corrieron con toda la velocidad que las piernas les podían proporcionar.
Fue como volver a nacer, sólo que por piel ahora tenían puesta ropa varias tallas mas grandes que las que les correspondían, obtenidas por matar a dos monstruos horribles. Apenas podían respirar por la carrera que emprendieron cuando se detuvieron a muchas calles del lugar donde partieron. Se escondieron en la parte oscura de un callejón lo más silenciosos que podían estar.
En silencio aguardaron unos minutos hasta que Kunimitsu se sentó a un lado de unas cajas mugrosas con la aparente intención de acomodarse a dormir. Al verlo a media luz, en un callejón en medio de la nada, Kunimitsu se veía más pálido y ojeroso que nunca, a pesar de que por la prisa un muy ligero rubor se asomaba por sus mejillas.
No perdió mucho tiempo en mirarlo, sino que abandonó el callejón sin saber bien lo que hacía.
"¿A dónde vas?" preguntó Kunimitsu como si no supiera la respuesta
"Voy por Ryoma."
"Eres un idiota." Y se levantó sin prisa para seguirlo.
Syusuke sonrió no sin sentir nervios. Sabía que ese sería el primer lugar donde buscarían pero era necesario que vaya por él. Se lo había prometido y lo iba a cumplir aunque le costara la vida.
Quizá deberían esperar un poco, quizá deberían primero pensar en como llegarían considerando que no tenían idea de cómo llegar. Era como si hubieran vuelto a nacer y eran tan ajenos al mundo como neo natos. Descalzos sobre el suelo duro avanzaron tratando de ubicarse en el espacio y encontrar el camino.
Era demasiado peligroso, era estúpido y arriesgado, pero nada de eso importaba en ese momento. Kunimitsu murmuró algo como que prefería estar muerto a regresar a ese lugar a lo que Syusuke le devolvió una sonrisa.
Escondiéndose como animales salvajes en un lugar ajeno a su habitad. Caminaron bastante, tanto como para sentir los pies deshechos por el pavimento. Estaban lejos de Ryoma, lo bastante lejos para no alcanzarlo esa noche que empezaba a morir.
Syusuke se recostó en una pared desolado. Se llevó la mano a los bolsillos sintiendo un peso dentro de ellos y encontró un teléfono celular y dinero en una billetera. Sonrió preguntándose si el cielo por fin se acordaba de él así que sin perder el tiempo pararon un taxi.
El taxista los miró un poco extrañado pero los dejó subir. Una vez dentro Kunimitsu se alejó lo más que pudo de la ventana invitándolo a hacer lo mismo. Syusuke recostó su cabeza en el regazo de su amigo. El corazón se le iba a salir del pecho por la velocidad como le latía. Sacó el teléfono celular y empezó a acariciar las teclas.
Ryoma…
Y presionó los botones presuroso… Sonó la primera vez, la segunda, la tercera y colgó el teléfono. Debían estar durmiendo, Sue y Ryoma. Ya "papá" no iba a volver esa noche, no iba a volver nunca más, no iba a volver a ponerle un dedo encima a Ryoma. Nunca más… nunca más…
Por un momento se le cruzó la idea de que una vez papá fuera de la vida de Ryoma las cosas podrían estar bien. Pero tampoco podía confiar en Sue, considerando las veces en las que lo había arrojado por las escaleras o casi asado vivo en la tina de baño.
Así que cerró los ojos sintiendo que la recta final se trazaba frente e iban avanzando dentro de un taxi. Se detuvieron a una par de calles de la casa que había dejado de ver durante mucho tiempo, pero cuyo recuerdo solía visitar sus pesadillas. Avanzaron despacito ocultándose entre los jardines de las casas. Las cosas parecían tan distintas por la noche, como si fuera otro mundo el que se abría una vez se ocultaba el sol.
Al acercarse un poco a la casa notaron que no había nadie a los alrededores. Todo estaba en silencio. De repente las malas noticias no le habían llegado aún a Sue. De repente ella misma no sabía a donde había ido papá esa noche, o las noches anteriores a esa. De repente ella se hacía al margen, como solía hacerlo cuando papá se metía a su habitación durante mucho tiempo.
La casa estaba oscura y por un momento vaciló en seguir, pero ya había recorrido demasiado camino y no había vuelta atrás.
Tomó el celular del bolsillo donde había quedado y acarició las teclas una vez más. Esperaba que Ryoma haya recordado el mensaje. Así que de repente debía hacer sonar el teléfono una vez más.
Pero eso podía despertar a Sue y eso sería problemático. Pero ¿cómo iba a sacar a Ryoma de ahí si no le avisaba que estaba afuera aguardando?
De repente era mejor acercarse más, pero ya estaban tan cerca que de nuevo sentía el mismo miedo de la primera vez, cuando la asistenta social lo llevó.
Se detuvo en seco al pie de la puerta trasera. Kunimitsu le tomó la mano y lo jaló hacia adentro. No podía avanzar porque los pies no le obedecían más. Estaba temblando sin saber porque. Había deseado tanto este momento, había soñado tanto con él, pero ahora no sabía como iba a hacer para controlar sus nervios.
Sin mayor dificultad entraron hasta llegar a la altura de la casa del perro. Temblando hizo sonar de nuevo el teléfono y pudo oír el timbre de la llamada que sonaba en medio del silencio hasta el patio. Dio tres timbradas y la luz de la habitación de Ryoma se iluminó, pero no se asomó nadie.
Esperaron unos segundos hasta alguien apareció por la ventana.
"Ya era hora, onichan."
Era la voz de Ryoma, había deseado oírla tantas veces mientras en la oscuridad trataba de repetirse que tenía que cumplir la promesa que le hizo.
Por un momento quiso saltar de alegría pero no estaba seguro de poder hacerlo de todos modos. El reencontrarse con Ryoma y regresar a ese lugar le traía un sabor amargo, algo que no se iba a poder quitar de encima.
No hizo más que sonreírle porque no sabía como articular palabras. Como si hubiera vuelto a nacer.
"No puedo bajar…estoy encerrado acá." Susurró de nuevo con ganas de aventarse por la ventana.
No le contestó, estaba paralizado, demasiado para responderle entonces, sin voz. Buscó su voz en el fondo de su garganta y la encontró quebrada.
"Entonces iré por ti." Le dijo sin pensarlo siquiera.
Ryoma le sonrió mientras pensaba como descolgarse por la ventana sin romperse todos los huesos. Con tal de salir de ese lugar, ese era un precio que estaba dispuesto a pagar. Entonces dejó que su hermano se peleara con la puerta para abrirla. Mientras lo veía recordaba el sueño que había tenido y un escalofrío se deslizó por su espalda.
Pronto su hermano entró a la casa dejando a alguien de pie en la puerta de la casa del perro. Traían ambos ropa de tallas mucho más grandes que las suyas y ambos tenían los mismos rostros huesudos. Debía ser por la tenue luz nocturna, pero carecían de color y parecían dos fantasmas envueltos en sus mortajas.
Entonces se bajó de la ventana para esperar a Syusuke en la puerta, donde fue la última vez que lo escuchó. Donde se despidió de él. Sólo esperaba que Sue estuviera bien dormida. No la había sentido en toda la noche, pero lo más probable era que el sonido del teléfono la hubiera despertado.
El interior de la casa estaba tan oscuro como el interior de una tumba. Tan acostumbrado a la ausencia de luz como estaba no le fue difícil orientarse y encontrar el camino a la que fue su antigua habitación. Alcanzó la escalera con pasos silenciosos y el palpitar de su corazón reventándole los oídos. Sin saber porque estaba temblando así que despacio fue avanzando hacia donde estaba la puerta que lo separaba de Ryoma. Empezaba a sentirse mal por no haber podido regresar antes por él. Tenía miedo de verlo de nuevo, aunque no había otra cosa que deseara hacer si no era verlo de nuevo. Pero cuando Ryoma lo viera se daría cuenta de que no era el mismo. Muchas cosas habían pasado desde la última vez que se vieron, demasiadas cosas malas.
No iba a poder mirarlo a los ojos de nuevo, ni siquiera tocarlo. Tenía las manos sucias de sangre y eso no lo iba a poder borrar jamás. Por un lado se sentía aliviado de que no iba a volver a encontrarlo a él en la habitación de Ryoma. Ya no los iba a volver a tocar de nuevo, porque no iba a volver.
Entonces pensó en Sue, ella también era un mal recuerdo que dormía en una de las habitaciones y de quien no quería acordarse. Pero al estar tan cerca de ella, tan cerca de donde todo sucedió le hizo escarapelar más el cuerpo. Como si en medio de la oscuridad del pasadizo pudiera escucharse a si mismo, llorando asustado, dentro de la habitación donde ahora estaba Ryoma.
Ahora tenía que sacarlo de ese lugar a toda costa, aunque tuviera que derribar la puerta y las paredes. Tomó la perilla de la puerta y la hizo girar despacio, sólo para comprobar que estaba bien cerrada con llave. La llave debía estar en poder de Sue, si no era que había quedado en la ropa de él. Entonces tendría que ir por la llave a la habitación de ella. No quería volver a entrar a ese lugar nunca más, porque los recuerdos de lo que había hecho recién empezaban a asfixiarlo.
Ryoma dentro se estaba impacientando, podía oírlo susurrar debajo de la puerta que se diera prisa. Entonces sin decirle nada avanzó hacia la habitación de Sue.
No fue necesario que abriera la puerta, se abrió con ella de pie tras la puerta. Los ojos le brillaban de ira, como siempre sucedía cuando lo tenía en frente.
"¿Qué demonios quieres aquí? Ya me había deshecho de ti. ¿Para qué vienes de nuevo a esta casa? No tienes nada que hacer aquí." Ella le imprimía notas de odio a cada una de las sílabas que pronunciaba.
Syusuke la miró y sentía como las piernas le temblaban y el color que le quedaba en el rostro se le evaporaba. Estaba a punto de musitar una disculpa cuando ella salió totalmente de su habitación, envuelta en su bata de dormir y armada con un bate de béisbol.
"Vengo por Ryoma…" le respondió recuperando la voz mientras que retrocedía.
"No me digas. Pues o te regresas por donde viniste o te mato, mocoso estúpido." Ella se acercó despacio, amenazante. No iba a dudar en cumplir su amenaza, porque al fin y al cabo era lo que más deseaba en el mundo, verlo muerto.
"Vengo por mi hermano y no me iré sin él." Pero siguió retrocediendo despacio. Asustado porque la pared estaba a sus espaldas y ella se le venía encima.
"¿Por qué mejor no te regresas por dónde viniste¿No deberías estar en ese lugar donde perteneces? Te enviamos a donde perteneces, maldito imbécil y tú te empeñas en regresar." No podía evitar gritar de la ira que le producía tenerlo en frente.
El mocoso idiota no se movía de donde estaba y ella tenía tantas ganas de reventarle la cabeza a palazos. De repente iba a poder por fin terminar con lo que había empezado hacía mucho tiempo atrás. Se quería deshacer del mocoso y por fin lo iba a poder hacer. De todos modos el mocoso había entrado a su casa en horas de la noche y tenía malas intenciones… entonces no había de otra que defenderse.
Sue avanzó hacía el chiquillo que tenía en frente y lanzó el primer golpe apenas esquivado. Ella enfurecida intentó lanzarle otro pero el chiquillo la bloqueó. Forcejearon y consiguió quitarle el bate. Había crecido bastante, ya no era un niño después de todo. Había desperdiciado el tiempo, debió ahogarlo con la almohada cuando tuvo la oportunidad, ahora era cuestión de segundos de que el mocoso fuera carne muerta. Ella lo iba a matar a como de lugar.
"Dame las llaves del cuarto de Ryoma y no nos vuelves a ver."
"Por supuesto que no te voy a volver a ver, idiota." Era cuestión de minutos para que se cumplieran sus palabras. "No vas a volver a pisar este lugar porque te van a matar por haberte fugado de ese lugar."
Syusuke palideció más aún sintiendo que las paredes se hacían chiquitas entonces.
"Ya vienen por ti. Y no te voy a volver a ver más." Ella sonrió como si se tratara de una broma bastante cómica. Retrocedió entonces hacía su habitación.
"Dame la llave por favor…" no sabía que decirle, aunque era inútil pedirle algo a esa mujer. "Por favor, te juro que me voy y nunca más te vuelvo a molestar."
Sue lo miró por un segundo como su madre lo hubiera hecho, con algo similar a la compasión y luego su rostro se transformó en uno de odio.
"Por supuesto que no vas a volver a molestarme, nunca más vas a volver a molestarnos. Bastó que te cruzaras en nuestras vidas para que la arruines completamente. Sin ti estamos bien, sin ti todo está bien aquí. Basta que tú aparezcas para que todo se vaya al cuerno."
¿Estar bien? Las cosas algún día estuvieron bien… no estaba seguro si eso pudiera ser verdad. Según lo que papá le había dicho, sus palabras no podían estar más lejos de la verdad y ella lo sabía. Sabía todo lo que sucedía tras esa puerta, sabía lo que sucedía y nunca hizo nada por evitarlo. Ella era aún más culpable, porque sabía lo que él le hacía a Ryoma y nunca lo evitó.
"Tú…nunca hiciste nada por evitarlo…" exclamó sin poder hilar ideas.
"¿Qué dices? Si toda la vida intenté deshacerme de ti. Por lo menos cuando el otro mocoso llegó, la vida se me hizo más amena, hasta que tú de nuevo, tú, lo volviste tan vil como tú eres. Es tú culpa todo lo que sucedió."
"! No es cierto! Yo nunca quise que nada de esto pasara. Yo ni siquiera quería venir a este lugar. Yo no quería quedarme con ustedes, yo hubiera preferido morir esa noche con el resto de mi familia."
"Nunca tuviste tanta razón, mocoso. Arruinaste mi felicidad tan pronto tuvimos la mala suerte de que te nos cruzaras delante."
"Yo nunca quise que nada malo pasara…"
Pero ella lo interrumpía.
"Tú, desde que llegaste a esta casa la manchaste con tu presencia. Asqueroso, revolcándote con mi marido cada vez que podías…"
"Yo nunca quise eso…" ahora estallaba en lágrimas, no podía contenerlas más porque los recuerdos de esos días volvían a su mente con cada palabra de Sue.
"Eres un mentiroso."
"No es cierto… yo no quería que me tocara… yo no quería nada de eso…" temblaba sin poder controlarse más.
"Y por tu culpa le pasó lo mismo a Ryoma, fuiste tú quien lo incitó a hacerlo. No miento… no estoy mintiendo. ¿O acaso no te ibas con él a un cuarto de hotel? Crees que no me enteré de esas cosas…."
"No fue así, yo no quería que tocara a Ryoma… yo… no quería…"
"Fue por tu culpa, por tu culpa…"
"Tú sabías que estas cosas pasaban y nunca hiciste nada por detenerlo. No importaba yo, pero nunca lo detuviste cuando le hacía daño a Ryoma."
Ella se quedó en silencio un momento. Tomando aire, tratando de calmarse. ¿O sería que la conciencia empezaba a atacarla?
"Es culpa tuya que yo dejara a un lado a Ryoma, porque lo estabas convirtiendo en algo como tú. Ryoma se lo merece, se merecía todo lo que le sucedió. Se merece todo eso por seguirte los pasos, maldito mocoso." Sue estaba fuera de control, no sabía lo que decía.
Syusuke tiró la cabeza hacia a un lado. No podía evitar que las palabras de Sue calaran profundo en su alma. No podía creer que ella lo odiara tanto. Ella era tan culpable como él, ella era aún peor.
Siempre encerrándose en su habitación para evitar meterse en los asuntos de su marido. Negándose a intervenir para ponerle fin a la serie de desgracias que les ocurrían. Ella nunca hizo nada, nunca movió un dedo por defenderlos.
"Tú también eres culpable…. Por todo esto." exclamó Syusuke lo suficientemente fuerte para que ella escuchara.
"No, tú eres el culpable, tú eres quien trae las desgracias a todos lados. Si no mira lo que le sucedió a tu familia, mira lo que pasó con ellos." Ella rió entonces, como si se tratara de un chiste lo que había sucedido hacía tantos años.
"No es...cierto" Syusuke hablaba con un hilo de voz.
Sue se había encargado durante toda su vida de recriminarle ese hecho y tanto efecto había causado que casi lo daba por cierto.
Ella avanzó hacia él, despacio hasta tenerlo a su alcance. Rodeó su cuello con sus manos con delicadeza de madre.
"Sabes que es cierto, que por tu culpa se murieron todos. Sabes que es tu culpa que mi vida se arruinara, sabes que es culpa tuya todo lo que él le hizo a Ryoma mientras tú no estabas aquí" susurró en su oído. "¿Y sabes que es lo mejor de todo esto? Que no puedes evitar darte cuenta de que es verdad."
Syusuke cayó de rodillas frente a ella, sollozando como un niño pequeño. Ella lo abrazó entonces como nunca pensó que lo haría, se agachó un poco a su altura y lo rodeó con sus manos.
"Eres un bastardo miserable, que debería estar muerto. No sabes cuanto deseé cada vez que hice que te cayeras por las escaleras que no te fueras a levantar más." Susurró con dulzura en sus oídos mientras con sus dedos apretaba su cuello. "Pero no tuve esa suerte."
Entonces el instinto de supervivencia se apoderó del chiquillo. Con sus manos intentó sacársela de encima pero ella parecía adherida a él como si estuviera pegada con concreto. Forcejearon entonces y rodaron por el suelo. Ella le clavaba las uñas en la garganta desando arrancarle la carne. Estaban de pronto al pie de la escalera y Syusuke sintió como su espalda tocaba el vacío. Abandonó la lucha con las manos de Sue y se aferró a la baranda de la escalera con toda la fuerza que le quedaba.
Sue le dirigió una mirada de odio mientras se abalanzaba al vació por las escaleras.
Al llegar al final de ellas estaba muy quieta.
No perdió tiempo y bajó corriendo hacia donde ella. Pero no había nada por hacer. Ahora sólo quedaba buscar la llave de la habitación de Ryoma y salir de ese lugar lo más pronto posible. Al acomodar el cuerpo de Sue en el suelo sintió el sonido metálico de unas llaves. Las halló entonces en el bolsillo de la bata que la envolvía.
Subió a toda velocidad sintiendo que los oídos le zumbaban aún más. Ryoma no había dicho ni una sílaba durante todo el laberinto que se había armado con Sue… no sabía que iba a encontrar tan pronto abriera la puerta.
"Ryoma" dijo entre sollozos. De pronto no podía creer lo que estaba sucediendo. Pero no le contestaba.
Abrió la puerta y saltó sobre él prendiéndose de su cuerpo sin querer despegarse nunca más…
" Vamonos de aquí, onichan…" y le dio la mano.
Bajaron las escaleras a toda velocidad cuando pudieron oír sonidos en la puerta. Ambos se sobresaltaron cuando oyeron voces graves acercándose a ellos. No era necesario que se pusieran a preguntarse de quienes se trataba. Sue había dicho la verdad. No iban a tardar en venir a buscarlo.
"Ryoma… escóndete. Rápido, escóndete en el sótano. No se te ocurra salir. Una vez se hayan ido vete de este lugar." Le dijo empujándolo a un lado.
Pero Ryoma no le hizo caso, se aferró a su brazo dispuesto a seguirlo hasta el fin del mundo. Sin quererlo se sentía culpable por todo, de nuevo sus sueños se habían sucedido trágicamente.
"Ryoma, no entiendes lo que te digo. Escóndete de una vez. No podemos perder más tiempo." Trataba de sacárselo de encima, pero su hermano no tenía intenciones de soltarlo nunca más.
"No dejare que me dejes atrás." Le dijo mirándolo fijamente, con la cara humedeciendosele por las lágrimas. Ryoma no era de llorar, pero ahora no podía contenerse más.
El tiempo se terminaba y no sabía que iba a hacer entonces. Afuera pudo oír la voz de Kunimitsu, sólo fue un grito ahogado. No podía permitir que le hicieran daño por su culpa. No iba a permitir que nadie más sufriera por culpa de él.
Estaban entrando y en cualquier momento los iban a hallar al pie de la escalera, en la oscuridad agazapados como animales.
"Por favor… por favor… haz lo que te pido… escóndete. Dije que vendría por ti y lo hice. No quiero que te hagan más daño por mi causa. Escóndete Ryoma, haz lo que te digo." Y lo fue llevando hasta la puerta que llevaba al sótano.
Ryoma se aferró a su ropa de nuevo, con tanta fuerza que era capaz de arráncasela si lo separaba de él.
"No… no… onichan" Pero no le hacía caso. "no te voy a volver a ver…" sollozó apenas mientras se cerraba la puerta delante de él.
Syusuke cerró los ojos para contener las lágrimas y musitó un adiós. Luego salió a enfrentar su destino, cualquiera que fuese. Por lo menos así Ryoma estaría libre, ya nadie más le iba a volver a hacer daño.
Ryoma se deshizo en llanto mientras esperaba que los presagios se cumplieran de nuevo, como aquella vez y como siempre que acontecían tragedias. En la oscuridad del sótano trataba de mantenerse en silencio. Esperando que se consumara lo que tanto temía.
Continuará...
Así que dejame un comentario gracias por favor. Si no me resiento, lloro, me muero deshidratada y nadie más continua el fic. Que tragica no? juujujujujujju
