He aquí un nuevo capítulo y es el final. Espero que les guste tanto como me gustó a mi escribirlo. Gracias por leerme y aguantarme en cada capítulo.
Gracias totales.
Nada me pertenece. Yo sólo estoy haciendo un fic.
8. Everything is made in heaven
El color de las paredes del hospital era tan pálido como sus manos chiquitas. Caminaba sobre el suelo frío, descalzo, su cuerpo perdía la tibieza de recién salidito de la cama. Los pasillos cercanos a su habitación estaban vacíos y avanzó por ellos hasta encontrar movimiento. Al parecer había mucha conmoción esa noche. Pudo ver a las enfermeras correr con instrumentos y aparatos, dirigiéndose a la habitación de Yuuta.
La enfermera que se parecía a su hermana, se llamaba Taki, ella estaba saliendo del cuarto donde su hermanito estaba. Su rostro estaba húmedo, como si hubiera llovido sólo en el. Ella lo vio y la cara se le descompuso. Se le acercó entonces y se arrodilló a su altura. Lo rodeó con sus brazos con mucha fuerza. No le decía nada, pero no era necesario que lo hiciera, sabía que algo malo estaba sucediendo de todos modos.
Ella se levantó entonces y lo tomó de una mano, llevándolo hacia la puerta de la habitación de Yuuta. Había mucho ruido adentro, las enfermeras se agitaban como palomas blancas moviéndose de un lado a otro. En medio de ellas un doctor se movía a un ritmo más acelerado, aunque por momentos desfallecía y por momentos volvía a la carga.
Taki no lo dejó entrar a la habitación hasta que cesó el movimiento dentro. No tuvieron que esperar mucho para que ello sucediera. El doctor dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo y levantó los ojos al cielo. Las enfermeras cesaron de moverse alrededor y por un momento hubo mucho silencio, sólo interrumpido por el sonidito angustiante de una máquina colocada a un lado de la cama de Yuuta.
El doctor abandonó la habitación entonces, junto con el de palomas blancas. Entonces Taki-san lo llevó cerca de la cama donde Yuuta estaba. Su hermanito se veía más pálido que nunca, más lívido, sus ojos cerrados y su cuerpo inerte sobre las sábanas. Unos tubos agregados a su cuerpo, como atándolo a este mundo, porque ya parecía pertenecer al otro.
"Yuuta…" apenas susurró, acercándose despacio, como asustado de hacer ruido. Como si con sólo suspirar cerca se fuera a ir de este mundo.
Taki-san de pie tras él retorcía sus manos tratando de no llorar. La habitación quedó en silencio, en donde el sonido de la máquina conectada al cuerpo de su hermanito reinó por un momento.
Syusuke tomó una manito atrapada en tubitos, le hubiera gustado acariciarla, pero tuvo miedo de que esto pudiera lastimarlo más. Su hermanito estaba frío y sus mejillas pálidas, aún con las heridas a medio cerrar. Teddy estaba a su lado, como su único compañero, inseparable en su enfermedad. Entonces se echó a su lado, despacio para no despertarlo de su sueño tranquilo.
Pero Yuuta entreabrió los ojos al sentir su calor junto a él. Despacio como si el tiempo trascurriera más lento de pronto.
"Yuuta… aquí estoy" susurró en su oído.
Su hermanito giró el rostro despacito hacia él, buscándolo.
"On..icha..n…" tenía la boca tan seca. Tenía sed, mucha sed… "O…nich…an… te estaba esperando. Pensé que no ibas a venir a verme."
"Estaba en otro cuarto, pero ya estoy aquí. Ya estoy aquí y no me voy a ir."
Yuuta sonrió despacito, con mucho esfuerzo.
"Onichan… Mamá y papá estuvieron aquí… si hubieras estado lo habrías visto. Vinieron… con Yumiko… los hubieras… visto. "Y cerró los ojos completamente, como si estuviera cansado por tanto esfuerzo. "Los hubieras… visto"
"Ya luego los veré" Susurró en el oído de su hermanito. "Cuando te pongas bien vamos a ir a buscarlos. Con Teddy…" trataba de que Yuuta despertara, que lo mirara de nuevo. Pero parecía que a cada segundo, se iba alejando más de él. Sumiéndose más en un sueño profundo.
Pero no le respondió, no le dijo nada. Se quedó en silencio entonces. Tomó a Teddy y lo colocó muy cerca de su mejilla magullada.
"Tienes que ponerte bien… para que podamos salir a jugar" dijo el osito.
Yuuta rió entonces, con una risa transparente como se iba haciendo su piel y su figura a cada momento. Entonces volvió a mirarlo, pero sus ojos se veían distantes. Se empezaban a apagar como faroles que se les acaba el combustible.
Syusuke buscó los ojos de Taki, quien era muy parecida a su hermana mayor y ella estaba llorando. No necesitaba preguntarle nada, no necesitaba que le dijera nada, se pudo dar cuenta solo de lo que estaba pasando. Yuuta se estaba yendo de a poquitos, se estaba desvaneciendo sobre la cama blanca y la luz tenue que los envolvía a ambos.
"Yuuta… tienes que ponerte bien, te vas a poner bien y vamos a salir a jugar ¿no?" Teddy le llevó el mensaje con la voz entrecortada. La voz se le iba y se le quebraba de pronto… no podía continuar porque algo en su garganta se lo impedía.
La enfermera se cubrió el rostro con sus manos, tratando de mitigar sus propios sollozos. Ella era tan parecida a su hermana Yumiko, hasta en el modo de demostrar su tristeza.
Teddy acarició la mejilla de Yuuta, con mucho cuidado, tratando de despertarlo, de que lo mirara. Entonces su hermanito menor entreabrió los ojos aún menos que antes y casi no lo miraba.
"Oni…chan…" la voz se le moría en la garganta. "Oni chan… Mira… mira quienes han venido a buscarnos…" y trataba de sonreír.
Taki-san rompió a llorar. Estaban solamente ellos tres en la habitación oscura.
"Mamá está aquí…" y cerró los ojos…. "¿Vendrás conmigo oni chan?"
"Yuuta…. No…" pero a su hermanito se le cerraban los ojos. Se le cerraban y no los iba a volver a abrir. Nadie tenía que decírselo, no era necesario, ya lo sabía.
"Yuuta… noooo…" y cerró los ojos también porque sabía que su hermano menor ya no los iba a abrir.
En ese momento sintió una tristeza profunda, honda, desde el centro de su pecho. Quiso llorar pero algo le impidió hacerlo. Un par de lágrimas cayeron, pero ninguna más tras ellas. Como si los ojos se le hubieran secado y no pudiera hallar su voz de nuevo.
De eso había pasado tanto tiempo.
Pero nunca había dejado de pensar en ellos, ni un solo momento.
Ahora quizá dentro de poco iba a volverlos a ver….
Por lo menos Ryoma iba a estar bien.
Salió entonces por la misma puerta por la que entró momentos antes albergado por la oscuridad.
"Aquí está el que faltaba…" De pronto fue a dar al suelo impulsado por alguien que estaba esperando tras la puerta.
Pudo ver entonces a Kunimitsu, al tío y a otros dos que lo acompañaban. Uno de ellos tenía sujeto a su compañero.
"Revisa adentro." Ordenó el tío.
Y un golpe en el estómago lo derribó sobre el suelo verde del patio trasero de la casa. Luego llegaron más en forma de patadas. Trataba de cubrirse y proteger su mano herida, y húmeda. Su compañero la había vendado muy bien, la venda no lo abandonaba aún. El tío seguía golpeándolo con intenciones claras de matarlo de una vez. De pronto ya dejaba de sentir, dejando que su cuerpo entero se entumezca con un solo dolor.
Era mejor dejar de sentir…
"Hay una mujer dentro… está muerta." Anunció el sujeto que había entrado momentos antes a la casa.
No había encontrado a Ryoma, estaba a salvo. Sonrió ligeramente entonces mientras que las patadas llegaron con más cólera.
"Ve por el auto entonces…" fue la siguiente orden del tío "Debería matarte aquí mismo…. Maldito… bastardo… infeliz… Era mi hermano, miserable… voy a hacer que pagues por lo que hiciste…."
"Se lo merecía." Se atrevió a decir, pero apenas pudo hacerlo porque un golpe en el cara le impidió continuar.
Cerró los ojos porque podía sentir que el tiempo se le acababa, iba a morir, en cuestión de segundos… pero por lo menos Ryoma estaba bien. Aunque hubiera sido bonito que se pudiera quedar con ellos, con Kunimitsu y Ryoma… juntos... Hubiera sido es una palabra muy cruel, te da cierta esperanza y a la vez te la quita, pensaba. Pero ya no había más tiempo para él en la tierra.
Lastima, le hubiera gustado que Kunimitsu pudiera ser libre…
Con los ojos entreabiertos pudo ver como el tío le apuntaba con un revólver. No sentía miedo y casi ya no dolía nada… así debieron ser los últimos momentos de Yuuta. Por lo menos podía sentir cierta paz al final de todo.
Ryoma estaba a salvo…
Cerró los ojos entonces abandonándose totalmente al cumplimiento de lo inevitable.
El sonido del tambor del revólver, preparándose para escupir una bala que por fin acabaría con tanta miseria. De cierto modo la esperaba.
Pero no llegó.
Abrió los ojos de golpe, porque el sonido sordo de algo cayendo lo sacó del trance. Pudo ver al tío en el suelo, junto con Kunimitsu. Se había conseguido soltar y lanzado sobre quien lo apuntaba. El revólver salió volando por el aire.
Entonces pudo oír el disparo que era para él, pero se estrelló en el cuerpo de su compañero.
"Maldita sea…" rugió el tío. "Malditos mocosos del infierno."
Y otro disparo arrojó al suelo al sujeto que de pie junto al tío había disparado primero. Este cayó mirando al cielo, mientras de su pecho la vida se le escapaba a borbotones.
Se quedaron mirándose fijamente, el tío y el muchacho cuyos ojos azules en un momento le habían parecido tan fascinantes. El chiquillo lo estaba apuntando con su propia arma, mientras que el color se le iba diluyendo del rostro. Estaba herido y no iba a durar mucho después de todo.
"Vas a matarme… hazlo…"
Esto era su culpa.
Todo su culpa… Si no hubiera arrastrado a Kunimitsu a esto… quizá…Pero no había vuelta atrás.
Syusuke intentó apretar el gatillo de nuevo, pero la fuerza se le había terminado al fin al ver a su compañero en el suelo.
Ya no había esperanza.
Fue cosa de un segundo, para que el tío se lanzara sobre él de nuevo. Esta vez algo brillaba en una de sus manos y dolía tanto como agujas incrustándose en su piel, sobre su vientre… todas juntitas.
Levantó el puñal embarrado de rojo sobre el rostro de Syusuke quien se manchó con su propia sangre. Su mano herida atrapó sin fuerzas puño y puñal acercándose nuevamente a su cuerpo.
Con las fuerzas que no tenía trataba de liberarse del sujeto, Instinto de supervivencia, miedo, venganza… lo que fuera…
Pero estaba perdiendo la batalla…
"muérete…." Gritó el tío lanzando una sonrisa al aire.
Cerró los ojos, esperando encontrar a su familia pronto, después del siguiente golpe que venía.
Y un rugido de metal y no llegó el golpe mortal…
"Malditos... mocosos…" susurró apenas… mirándolo sorprendido mientras que los ojos se le apagaron producto de una herida que nació en el pecho, Certera y redonda la mancha de sangre.
"Ryoma…" susurró Syusuke esperando verlo, oyendo sus pasos apurados sobre el césped del patio.
"Oni chan… Oni chan…"
El sonido de su voz se mezclaba con el sonido de las sirenas que empezaba a oír a lo lejos. Apagándose despacio, suavemente, convirtiéndose en susurros difusos.
"Oni chan… no te mueras…" y hundió su rostro sobre su pecho.
Su mano herida encontró a Ryoma, acariciando su cabello oscuro… tan suave. No se pudo mover más…
"Oni chan… no te atrevas a… a morirte… me prometiste que volverías por mi… pero no te atrevas a dejarme solo… Prometiste que no me ibas a dejar…. Me lo prometiste…. Oni chan… Oni chan…" su voz moría en su garganta, quebrándose despacito…
"No me dejes solo…. No me dejes…. Oni..chan…"
Oni chan…
Era Yuuta quien lo llamaba… era su voz… la escuchaba cada vez más lejana… y ya no podía ver nada más…
Estaba volando, estaba yendo hacia el lugar donde pertenecía, donde debía estar y donde debió ir tanto tiempo atrás.
En el cielo… todo está escrito en las estrellas, todo está preparado por el cielo… así es como debe ser…
Yuuta lo estaba llamando… Yuuta lo estaba esperando… Ya no quería hacerlo esperar más. Iba a seguir el rastro de su voz., alejándose en el silencio…
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Iba a llover, el cielo estaba tapizado por una capa gris de nubes. Pronto iba a empezar la lluvia y sin duda se iba a mojar hasta las medias. Quizá debió hacer caso y traer su paraguas. Aún faltaban algunas cuantas cuadras hasta la estación del bus.
Siempre había mucha gente ahí reunida, esperando, conversando, pasando el rato. ¿Cuánta gente había en la ciudad? Al parecer todas se habían reunido a esperar esa tarde, el autobús que no llegaba aún. Tantas caras, pero una sola era la que quería ver.
Se sentó entonces en un asiento vacío a esperar. Pasando sus ojos verdosos distraídamente sobre los rostros aledaños
Hasta que se detuvieron de pronto frente a ojos similares a los suyos, al igual que las facciones.
"Nunca pensar encontrarme contigo aquí, ochibi." Le dijo el portador de un rostro parecido al suyo.
"Yo tampoco… Ryoga."
"Sigues usando ese viejo gorro… Te gusta mucho por lo que veo." Y se lo quitó estirando su brazo.
No lo hubiera reconocido si lo veía de lejos. Ahora que lo tenía enfrente, su hermano mayor había crecido mucho, pero su rostro era igual al de la última vez que lo vio. Aquella vez cuando se dio media vuelta y se fue sin decirle adiós.
A veces se ponía a pensar en él, en qué habría sido de su vida, dónde estaría, qué estaría haciendo, si lo iba a volver a ver nuevamente. Ahora que estaban juntos de nuevo, Ryoga se veía sorprendido, hasta contento de verlo. Habían sido muchos años los que habían pasado entre los dos. Años que habían abierto un abismo de distancia, ahondando la que ya existía desde siempre. Tenían tanto de que hablar, tantas cosas que contarle, en sus fantasías quizá, porque su hermano y él nunca habían mantenido una relación cercana.
Y así había sido siempre.
"Veo que estás bien." Dijo jugando con su gorro, haciéndolo girar sobre uno de sus dedos.
"No gracias a ti. ¿Me das mi gorro? Me tengo que ir."
"¿Vas a caminar hasta tu casa? Mira que va a llover." Se estaba preocupando por él, debía ser su imaginación. O sería el tiempo que había hecho el milagro de que su hermano mayor se interesara por él.
"Voy a estar bien." Y recuperó su gorro de las manos de Ryoga.
"Te puedes cuidar solo después de todo." Y le sonrió.
Pero eso no era cierto, no lo sabía y no se lo iba a contar. Era mejor dejarlo todo en el pasado, todo lo que había sucedido con él cuando Ryoga lo dejó atrás. Era mejor evitar los malos recuerdos, porque saben venir cargados de malos sentimientos.
Todo había terminado hacía mucho y ahora estaba bien. Nadie le iba a volver a poner un dedo encima, nunca más, nadie.
"Sí, así es." Era cierto, de cierto modo. Ahora podía cuidarse solo. Ya no necesitaba a Ryoga, como antes, cuando era chiquito y este lo dejaba de lado.
"Me alegro, ochibi. Yo también me voy, tengo cosas que hacer." Y se dio la vuelta entonces, de nuevo no le iba a decir adiós.
"Ryoga…"
"¿Huh?"
"Adiós."
No sabía si lo iba a ver de nuevo, si las coincidencias existen y una de ellas le había permitido reunirse con su hermano nuevamente, después de tantos años. Pero Ryoga era parte de los malos recuerdos, de esos que nunca te dejan solo y se resisten a morir.
"No me digas adiós, ochibi. ¿Acaso no nos volveremos a ver de nuevo?" Y rió entonces.
"No lo creo."
"No lo sabes, la ciudad puede ser muy grande, pero el mundo es un pañuelo." Y se fue entonces. Abrió el paraguas que tenía en la mano y le lanzó otro a su hermano menor.
Ryoma lo vio alejarse entonces mientras las primeras gotas empezaban a mojarle el rostro.
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Ya era muy tarde, pero por lo menos no se había mojado. Entró al minúsculo departamento en el que vivía, donde la luz del baño estaba encendida.
"Está lloviendo mucho. No olvides tu paraguas." Anunció a modo de llegada.
Se tendió sobre la cama, a mojarla con su ropa ligeramente húmeda. Se revolvió un poco buscando confort.
Una figura salió del baño, silenciosa tomó del lado de Ryoma una chaqueta que este estaba arrugando.
"Come algo…ya vengo. No me esperes."
"Adiós… ojala te mojes." Así te resfrías y no me quedo solo, pensó.
Y salió por la puerta, sin dejar de tomar el paraguas. Y lo dejó solito de nuevo, como todas las noches de la semana, cuando esperaba que llegara de la estudiar y trabajar, para irse a hacer lo propio. Se revolvió un poco más pensando en su encuentro con Ryoga. Fue bonito verlo después de todo, después de tiempo, saber que él también estaba bien.
No tenía ganas de ponerse de pie e ir por la cena que seguro estaba calientita esperándolo sobre la mesa frente a él. Quizá se quedaría de hambre o mejor se arrastraba por el suelo, como si fuera una foca. Tenía tanta flojera de moverse y usar sus piernas para alcanzar su alimento. Estiró sus piernas y las vio tan largas, como las de su hermano, como las de quien se acababa de ir. Sólo que no tan delgadas y pálidas.
Mejor comía algo porque su olfato le decía que había algo delicioso para cenar y su estómago ya le estaba reclamando que fuera inmediatamente por ello. Entonces bajó sus piernas largas y las llevó hasta la mesa.
Su nariz no lo engaño, la comida estaba muy buena. Encendió el televisor para no sentirse tan solitario. La lluvia seguía y seguro iba a llover toda la noche. Dejó la cena a medio terminar y procedió a desvestirse. Se sacó la ropa despacio, sin temor, sin preocuparse porque alguien entrara a la habitación cuando estuviera haciéndolo…
Los malos recuerdos vienen en conjunto… pero era mejor dejarlos atrás, mejor olvidar lo que ya pasó y no va a volver a lastimarnos, nuevamente.
Se tendió en la cama de nuevo, a mirar por la ventana. A ver la lluvia caer, sin más apetito.
"Oni chan… tú también estas viendo la lluvia en este momento?"
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Abrió los ojos y de nuevo estaba solo en la cama. Las sábanas revueltas y un espacio vacío a su lado. Pero ahí estaba, preparando el desayuno. ¿Es qué nunca descansaba?
"Duermes como una piedra." Le dijo.
"Tú no duermes ¿No? Ni te sentí a la hora que llegaste"
"Temprano. Y no me dejaste dormir, estabas soñando." Respondió colocando dos tazas en la mesa.
"No lo recuerdo." Se había quedado dormido mirando la lluvia. Profundamente dormido. "Quiero café."
Pero leche fue lo que recibió en su taza. ¿Acaso estaba sordo?
"Prefiero café." Era la de nunca acabar.
"Estás creciendo." El argumento de siempre. Ya casi lo había alcanzado en tamaño. Pero quien rayos le mandaba a Kunimitsu a ser tan alto.
"Un sorbo aunque sea." Y logró robarle uno a la taza de su compañero. "No tiene azúcar y no es café."
"Es té." Y tomó tragó un par de pastillas junto con un sorbo.
Nunca dejaba de tomarlas. No había quedado bien después de la herida que sufrió aquella noche. Los médicos no pensaban que iba a sobrevivir, perdió mucha sangre, pero por ahí dicen que los milagros suceden. Kunimitsu se aferró a la única esperanza que tenían los médicos y se recuperó.
Amaba demasiado la vida, demasiado la libertad que empezó a saborear apenas puso un pie fuera de la prisión donde cayó alguna vez. Nunca le había contado a nadie cómo llegó a ese lugar, quizá nunca lo haría.
Quizá sí… a alguien… a quien quería ver de nuevo… pronto. Muy pronto.
"Date prisa…" y sorbió el último trago de su taza.
Nunca hablaba demasiado. Lo justo y necesario, nada más. Era sábado y estaba ansioso por salir de una vez. Le dio una mirada al calendario colgado en una de las paredes, a los días marcados. Había pasado tanto tiempo… y ya no faltaba nada para que se cumpliera lo que tanto esperaba.
"Ya voy…" respondió Ryoma recostándose sobre la mesa, aún adormilado. Le siguió el rastro a los ojos de Kunimitsu y pudo sospechar el motivo de su ansiedad. Sonrió entonces sintiendo como la misma sensación lo invadía también.
No hay día que no llegue, ni plazo que no se cumpla después de todo.
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Tomaron un autobús, no tenían auto, ni dinero suficiente para comprar uno. Vivían en un departamento pequeñísimo, en el cual compartían una sola cama grande, donde Ryoma aún no perdía la costumbre infantil de abrazar a quien tenía a su lado. Como hacía con Syusuke. Ya no tenía porque tener miedo a nada, ya nadie iba a entrar a su habitación a hacerle daño. Pero hay cosas que nunca se olvidan.
Trabajaban ambos para poder pagar la renta de su único hogar verdadero. Después de que Kunimitsu salió del hospital empezaron las investigaciones acerca de lo que ocurrió aquella noche. Se dijeron muchas cosas, se hablaron tantas otras. Pero de eso habían pasado cinco largos años.
Todo quedó atrás, enterrado en el tiempo. Ahora Ryoma tenía diecisiete años y Kunimitsu diecinueve. Ambos vivían juntos, por su propia cuenta, sin tener que depender de nadie, aunque a veces fuera muy difícil. Ryoma no quiso volver a ser adoptado por nadie y así era mejor. Ahora todo era distinto, todo estaba bien.
La ansiedad los envolvía a ambos, aunque el silencio es engañoso no podían ocultar las ganas que tenían de llegar a su destino.
Una vez llegaron tuvieron que esperar que les indicaran hacia donde dirigirse. Luego un oficial los llevó hacia unos pasillos estrechos e iluminados que desembocaban en una sala amplia. Había una reja frente a ellos y tras ella una puerta.
Después de tanto esperar, unos minutos no eran nada.
"Oni chan." Susurró Ryoma al verlo acercarse acompañado de un oficial.
"Kunimitsu…Ryoma…" y no paraba de sonreír. Como si no se vieran nunca, como si cada vez que podían aparecerse para verlo no lo hicieran. "¿No tienes escuela hoy? No pensé que vendrías."
"Yo también, pero él me trajo." Y señalo a Kunimitsu quien estaba de pie a su lado.
De pronto sentía tantas ganas de saltar sobre ambos y abrazarlos. Pero la rejas lo separaban de nuevo, así había sido durante varios años.
"Supongo que querías verme 'Mitsu…No me extrañes tanto." Y no pudo evitar reír un poco. "Ya me vas a tener para ti." Y le dirigió un guiño haciendo que sus mejillas se encendieran como la luz roja de un semáforo.
"No es eso." Se defendió entonces el aludido.
"Me alegra que hayan venido igual. Aunque no me hayan traído nada. "
"Tendrás que esperar hasta que lleguemos a casa." Alegó Kunimitsu mirándolo fijamente,
"¿Los dejo solos o qué?" Dijo Ryoma mientras el rostro de Kunimitsu alcanzaba niveles inimaginables de rubor.
"No es necesario Ryoma, ya luego te tendrás que ir a dormir al patio."
"No quiero. Oni chan, ni lo sueñes. "
"Entonces prepárate a no volver a dormir nunca más porque cuando salga de este lugar Kunimitsu y yo…"
"Ya basta." Estalló de nuevo el aludido.
"¿Qué sucede 'Mitsu¿Tienes fiebre o algo? Estás tan colorado que…" y Syusuke deslizó una mano de dedos largos, a través de los barrotes para alcanzar sus mejillas. "estás hirviendo…"
"Estoy bien… Necesitamos conseguir una cama para Ryoma. ¿O vamos a dormir los tres en la misma?" El comentario lo hizo con tanta inocencia que Syusuke no pudo evitar sonrojarse esta vez. "Aunque por mientras será así."
No importaba que tuvieran que dormir apretados, no importaba nada más.
Avanzaron entonces mientras que el oficial llevaba a Syusuke. Les dijo entonces que esperaran en el patio.
Los había visto alejarse tantas veces antes, desde que estaba en el hospital. Ryoma no se separó de él cuando estuvo internado por las heridas que sufrió. Se aferró a su cama y no hubo fuerza en la tierra que lo alejara de él. Syusuke no se atrevió a morirse, porque Ryoma se lo prohibió. Después de todo le había prometido que no lo iba a dejar solo.
Y las promesas se hacen para cumplirse.
A Kunimitsu tampoco le hubiera gustado que lo deje solo.
"Cuando se recupere." Pensaba cuando lo iba a ver a su cuarto del hospital. "Cuando se recupere yo quiero quedarme a su lado… "
Los pasillos de hospital son todos iguales, traslúcidos albergan la tristeza y ansiedad de las personas que se recuperan dentro. Acogen tras sus paredes tanto dolor y alivio… pero sólo le traían malos recuerdos cada vez que entraba a la habitación de Kunimitsu. Como si regresara en el tiempo, cuando Yuuta estaba sobre la cama…. Y no pudo hacer nada por él.
"Te vas a poner bien… y…" le decía a su compañero deseando con toda su alma que así fuera. Los médicos no se molestaban en darle esperanzas, no había tiempo para eso, no había tiempo para andar creyendo en milagros. "Te tienes que poner bien… Kunimitsu… porque ahora que estamos fuera de ese sitio… tú y yo… tenemos cosas que hacer."
Tenía tanto miedo de un día despertar y correr hacia su habitación y no encontrarlo.
Una mañana se levantó y sin haber podido dormir en la noche fue en busca de su compañero y no lo encontró en su cama.
Se acercó despacio y la cama estaba tibia. Kunimitsu lo miraba con la palidez de quien es producto del cielo, de pie a un lado de la ventana, mientras la luz del nuevo día lo envolvía. Como un ángel descendiendo de la eternidad, envuelto en nubes.
"Kunimitsu… ¿Estás bien…?"
"Hn. Aún tenemos cosas que hacer." Le dijo.
No habían acabado de reponerse cuando empezaron las investigaciones, los interrogatorios de preguntas interminables, incómodas. Como si no fuera suficiente tener que recordar todo lo malo, que volverlo a vivir mientras tenían que narrarlo, sentirlo de nuevo.
Luego el juicio donde Syusuke se declaró culpable de todos los cargos que se le imputaban.
El juicio se desarrolló como una tormenta, con un panorama gris, con montones de momentos que ya no querían recordar tuvieron que salir a la luz y relampaguear en un cielo congestionado. Las investigaciones concluyeron que los hechos sucedidos en el pasado desencadenaron todos en un acto de defensa propia.
Pero Los errores se pagan, todo se paga. Es el destino, como si estuviera escrito en el cielo. Syusuke afrontó una pena privativa de la libertad, la cual aceptó sin decir una palabra.
Entonces la soledad volvió a su vida, pero ahora tenía algo que esperar. A través de los barrotes veía el cielo azul, los días pasar y esperar que el día llegue. Llegaba la noche y nunca los abandonaba en sus pensamientos, pensando en lo que estarían haciendo, recordándolos a cada paso que daba, cada vez que se volteaba en la cama sin poder dormir mientras que de sus ojos se escapaba una que otra lágrima.
Durante casi cinco años todo lo recordaba a Kunimitsu, todo tenía que ver con él, la oscuridad de su celda cuando llegaba la noche, el silencio… todo le hacía recordar los momentos que pasó con él, en medio de la desolación. Lo buscaba a su lado en el colchón donde dormía, extrañaba tropezarse con su cuerpo cada vez que se estiraba en la cama, amanecer con el olor de su cuerpo impregnado sobre su piel, despertar enredado entre sus brazos.
Pero después de la tormenta sale el sol de nuevo. Y unos cuantos rayos de luz radiante cayeron sobre sus ojos azules. No pudo evitar correr hacia ellos, sin la menor atadura, sin remordimiento, como si tuviera alas por fin y pudiera alcanzarlos.
Los abrazó a los dos, deseando empezar de nuevo. Recuperar todo el tiempo perdido, los días en los que se durmió pensando en ellos, las mañanas en las que no pudo ver a su hermano menor irse a la escuela, las noches en las que no pudo besar su frente y decirle que todo iba a estar bien, que podía dormir sin tener miedo de nada.
"Oni chan…" Ryoma ocultó sus ojos debajo de la gorra. Estaba tan feliz de tenerlo de nuevo a su lado.
"Kunimitsu…" Y no pudo evitar fundirse en un abrazo, apretarlo tan fuerte hasta hacerse parte de él.
"Shh…" le respondió. Y cubrió sus labios con los suyos para que no dijera nada más. No había nada más que decir. "Acuérdate que tenemos asuntos pendientes."
Entonces sonrió, como no lo había hecho en años, como no pensó que lo haría. Una sonrisa, eso era todo… no había nada más que decir.
Fin.
