AGRADEZCO EL PERMISO QUE ME DIO ARQUEMESTA DE UTILIZAR SU ONE SHOT DE MARIN-AIORIA (LAME TUS HERIDAS) PARA BASARLO COMO FLASHBACK PARA ESTE CAPITULO. GRACIAS GRACIAS GRACIAS!

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Capítulo 110

Mayo 18, 3.30 pm.

Vestidores del Estadio Mineirão

Belo Horizonte, Brasil

El partido entre el Cruzeiro y el Atlético Mineiro termino con un decepcionante empate a 2 goles cada uno.

Alde tuvo una gran participación como juez de línea y a pesar de que no haber podido descubrir todas las trampas, si evito que el Atlético Mineiro ganara como el suponía que tenía que haber sido, pues toda las faltas actuadas habían sido por parte de los jugadores de este equipo. No fue en absoluto que no pusiera atención, sino que sentía la fuerte presencia de aquel curioso personaje que lo amenazo en la calle días antes. Sabía que de algún modo no era un hombre normal. Tampoco le había preguntado su nombre, pero ya se encargaría de averiguarlo. Aparte de sentirlo a sus espaldas, había tenido que evadir varios botellazos que venían precisamente de la misma dirección, casualmente cuando había alguna falta importante, incluyendo dos tiros directos que afortunadamente no habían terminado en gol por falta de pericia de los mismos jugadores.

Llego a los vestidores de oficiales enojado y ofuscado, tanto por las distracciones de las botellas como por no ser lo suficientemente rápido para ver las otras faltas falsas. Comenzó a mentar madres mientras pateaba todo lo que se le ponía enfrente.

- Tranquilo Taurus – dijo su compañero mientras se desvestía – Ya termino el partido. Es hora de descansar y cobrar nuestro cheque

- Cheque? Cual cheque? – pregunto Alde incrédulo

Sus compañeros voltearon a verlo asombrado.

- El cheque por trabajar en cada partido. Que nadie te explico? – dijo el que había fungido como Arbitro principal.

Alde negó con la cabeza. A poco le iban a pagar por hacer lo que le gustaba?

Todos sus compañeros comenzaron a reír e iban a empezar a entrar en las duchas cuando la puerta se abrió de par en par, azotándose contra la pared. Alde no volteo, sino que abrió la regadera y se metió a bañar.

Diez hombres fornidos, con diferentes tipos de arma blanca, desde nudillos de hierro hasta bates de beisbol entraron al lugar y le hicieron una señal a todos los demás para que salieran de ahí en silencio.

Las cuatro personas que estaban en el vestidor de árbitros salieron sin decir palabra echándole una mirada de lástima a su nuevo compañero. Al menos había durado todo un partido sin sufrir ningún daño.

Alde tarareaba una canción de Samba cuando presintió el peligro, aun así no dejo de bañarse. Sabía que el Dr. Ferreira estaba en el vestidor a un lado hablando con los jugadores y no tardaría en verse con él.

Uno a uno los matones sin decir agua va, se lanzaron a golpear a Alde, quien acostumbrado a las peleas, siguió bañándose sin problema. Era como si lo molestaran los mosquitos. Un ligero movimiento por aquí, otros por acá… y los diez habían sido derrotados y puestos a dormir en el piso de las duchas.

Alde siguió silbando como si nada hasta que termino, cerro el agua y paso a los locker para ir por su ropa. Abrió su locker sin problema y de nuevo sintió la presencia de ese personaje peculiar que lo había amenazado detrás de él.

- Creo que no quedaron bien claras mis instrucciones – dijo con voz muy seria

- Sip. Creo que tiene razón. – dijo Alde sin voltear

- Lo admites? – grito Momo incrédulo – Admites que volviste a desafiarnos?

- Pues sí! – dijo Alde encogiéndose de hombros- Me dijeron que no interviniera en las decisiones del árbitro pero eso no era lógico.

Los ojos de Momo se abrieron sin entender

- Explícate!

- Pues… si lo que quieren es que un equipo gane o pierda, necesitarían haberme dicho quien querían que ganara y por cuánto. De esa forma no intervendría en las jugadas que perjudicaran ese resultado, pero como no se me dieron instrucciones específicas, pues yo hago lo mejor que puedo con el partido.

Momo abrió la boca para reclamar, pero lo que él decía, tenía mucho sentido. Si no le había dicho a Alde que era lo que quería, como reclamarle que hiciera lo contrario si no había un contrario en la cabeza de Alde.

- Aaarrrrrrghhhhhhhhh pedazo de estúpido! – Dijo Golpeándose contra el locker.

- Así es. Y le agradecería que no enviara mariquitas a golpearme. – dijo Alde terminando de ponerse sus calcetines – Odio la violencia. Además los afanadores no tienen la culpa de nada. Que acaso no sabe que la sangre no se quita fácilmente?

Momo abrió los ojos asombrado.

- Que les hiciste imbécil?

- Yo? Nada… yo solo me estaba bañando y se resbalaron y cayeron. Deberían ser más cuidadosos a la hora de entrar a las duchas – dijo Alde indiferente

Se escucharon unos toquidos en la puerta principal.

- Alde ya estás listo? – dijo la Voz del Dr. Ferreira desde atrás de la puerta.

Tanto Momo como Alde voltearon justo cuando abría la puerta. Al ver a Momo ahí parado junto a Alde el Dr. Hizo una mueca casi imperceptible de reproche al reconocer a ese personaje.

- Si, ya estoy listo. – dijo sacando todas sus cosas del locker y aventándolas a su maleta de lona – Buenas noches caballero. – dijo antes de tomarla en su hombro y salir tras del Dr.

Momo no dijo nada pero se dirigió a la zona de duchas donde el espectáculo de sangre por todos lados, piernas rotas y gemidos lastimeros casi lo hacen vomitar.

Fue hasta uno de ellos que estaba inconsciente y le quito la pluma del bolsillo de su playera, que en realidad era una cámara espía.

- Mmm… esto va a ser un poquitín más difícil de lo que yo suponía. Veremos que dice Mesis al respecto. – dijo antes de salir azotando la puerta de las duchas.

El Dr. Ferreira no dijo nada hasta que no llego al pasillo.

- Alde… tu sabes quién era la persona que estaba contigo?

- Sí. Un imbécil que cree que puede intimidarme… - después se dio cuenta con quien estaba hablando y rectificó – Mil disculpas… quise decir que…

- Si, ya se lo que quieres decir. No soy ajeno a las malas palabras y no hay una más bonita para describirlo. Ándate con cuidado, que esas personas no están jugando.

- Ha tenido usted contacto con ellos antes?

- No, pero varios conocidos si y han terminado en el hospital. No me gustaría que tu fueras el siguiente.

- Descuide eso no sucederá. – dijo Alde con una sonrisa

- Por qué? Te vendiste a ellos?

Alde detuvo el paso y volteo a verlo con incredulidad. Se dio cuenta que el Dr. no lo creía, pero quería una confirmación de sus labios.

- Desde luego que no! De hecho, hable con Paulo Dos Santos y le prometí ayudarlo a descubrir a los árbitros corruptos.

- Así que para eso te quería. No debió involucrarte.

- De hecho yo me ofrecí. – explico Alde – Sé que no vamos a erradicar la corrupción al 100% pero al menos podemos disminuirla lo suficiente como para que no opere en este deporte.

El Dr. Le puso una mano en su hombro.

- Cada día me sorprendes mas Alde, solo espero que tu ingenuidad no sea un obstáculo para tu futuro.

- Por qué lo dice?

- Por nada. Solo prométeme que no involucraras a mi hija en esto.

- A Niv? Nunca la expondría a ningún peligro – declaro Alde muy serio.

- Gracias Alde. No esperaba menos de ti. Te invito a almorzar.

Alde no dijo que no. Sería una tarde llena de platica de hombres.

Mayo 18, 7.30 pm.

Afuera del recinto de Amazonas

Santuario de Athena, Atenas, Grecia

Aioria esperaba ansioso la llegada de Marín al recinto. No la había visto desde dos noches atrás cuando habían sido interrumpidos en su primera cita con permiso oficial incluso antes de empezar. Tampoco se había comunicado con él y aunque el la había buscado en varias ocasiones a distintas horas, no la había encontrado y estaba preocupado.

Las dos chicas que tenían guardia en la puerta, le habían dicho que Kakyuu y Marín estaban entrenando fuera del Santuario y llegaban alrededor de las ocho de la noche. Al menos así estaba marcado en el calendario.

Se sentó frente a la puerta a una distancia prudente viendo como las niñas obedecían a las cuatro maestras sin chistar.

- Ahora te da por espiarla Aioria? – pregunto Milo quien se sentó junto a el

- Ah! Eres tú! – contesto desganado – Estoy esperando a que aparezca Marín. Tengo ordenes de salir hacia Asgard tan pronto como Hades venga por ti bicho.

- Puff! Ni me lo recuerdes! – dijo Milo recostándose en el pasto – 40 días en los calabozos del inframundo no es un chiste.

- Ja! De seguro los jueces te van a fastidiar hasta que se cansen

- Bah! Ya veremos quienes se cansan primero – dijo Milo – No creas que me dolería fastidiar al hijo del perro de aguas.

- Jajaja el castigo entonces será para ellos no para ti – dijo Aioria con humor

Milo iba a seguir platicando cuando una conocida figura pelirroja y su alumna regresaban de entrenar recogiendo flores silvestres en el camino. Platicaban como dos amigas y Aioria la tomo por la cintura por detrás provocando que Marín le soltara un codazo en la nariz.

Doliéndose del golpe, Aioria la soltó mientras que Milo disfrutaba la escena.

- Tranquila amor, soy yo! – dijo Aioria

- Kakyuu entra al recinto! – ordeno – Y Usted caballero, no se quien le dio permiso para tomarse esas confianzas conmigo, pero si no quiere probar mi rodilla en su entrepierna, le sugiero que no lo vuelva a hacer.

Aioria estaba mudo. Volteo a ver a Milo como si el tuviera la respuesta, pero él estaba muy serio viendo a Marín. Ella no era conocida por usar la violencia sin ton ni son.

- Marín te sientes bien? – volvió a preguntar Aioria

- Lo siento caballero, debo regresar con mis alumnas. No tengo tiempo para jugar con ustedes y escuchar sus tonterías. – dijo Marín en tono serio – Buenas noches.

Marín se dispuso a seguir a Kakyuu, pero Aioria la tomo del brazo, inmovilizándola con su cosmos.

- No sé qué te pasa Marín, pero cualquier cosa que te tenga enojada conmigo podemos resolverlo – dijo desesperado – Me están enviando a una misión y no quiero irme sin que hablemos.

- Por favor déjeme en paz! – decía Marín retorciéndose en sus brazos – No tengo nada que hablar con usted.

- Por Athena Marín!

Milo sintió que Marín no estaba jugando y le puso una mano en el hombro a Aioria.

- Creo que en este momento ella está demasiado alterada Aioria. Suéltala.

- Pero…

- Suéltala!. Yo sé lo que te digo.

A regañadientes, Aioria la soltó y Marín se echó a correr hacia el recinto sin mirar atrás.

- Qué diablos está pasando Milo? – dijo Aioria con tono triste viéndola irse

- Pelearon?

- No! Recuerdas cuando nos encontramos en la casa de virgo hace dos días?

- Como olvidarlo si me diste el chisme más espectacular del año!

- Ella estaba esperándome en mi casa… Athena nos había dado permiso de estar juntos… todo era perfecto!

Milo frunció el ceño.

- Es extraño pero ella hablaba como si no recordara eso.

- Lo sé! Pero como puede ser? Te digo que hasta hace dos días estábamos bien!

- Por qué no le dices a Shion que te ayude mañana? Él puede averiguar qué es lo que le está pasando y ayudarte. – dijo Milo – Algo debió haber sucedido que tu estas pasando por alto.

Aioria seguía perplejo, pero se dejó acompañar por Milo hacia su casa, donde se dejó caer en su sofá con la cabeza entre las manos. Milo se comunicó con Aioros y le pidió que bajara con su hermano. No era conveniente que estuviera solo.

Marín llego corriendo a la sala común y cerró la puerta asustada. Geist, Junet, Mayura y Yulij voltearon a verla extrañada. Regularmente Marín era la más tranquila de las maestras y nunca, nunca corría dentro del Recinto.

- Sucede algo? – pregunto Geist

- Me venían siguiendo. Casi me atrapan! – respondió agitada quitándose la máscara.

El miedo y la confusión se veían en sus ojos y sobresaltaron a las cuatro chicas.

- Por Athena Marín! Quien te venía siguiendo? – pregunto Yulij

Marín se dirigió a la alacena especial donde Shaina guardaba bajo llave sus tés especiales, rompió la cerradura para asombro de todas y saco él te de valeriana más fuerte que encontró.

Ninguna de las otras chicas le dijo nada. Para atreverse a romper propiedad de Shaina debía estar sumamente alterada.

- Marín? – insistió Junet

- Dos caballeros dorados. No sé qué querían hacerme, al menos pude golpear a uno.

Junet le quito él te de las manos y se dispuso a hacerle uno.

- Dos caballeros dorados? Quienes? – Pregunto Mayura

- El caballero de Escorpión y el de Leo – dijo finalmente

Las cuatro se miraron extrañadas.

- Milo y Aioria? – pregunto Geist queriendo confirmar

- Si

- Y que tiene de extraño? – pregunto Junet desde la cafetera.

- Estas bromeando? El castaño me tomo del brazo y no me dejaba ir!

- Oh vamos! Eso es de todos los días, no nos presumas – reclamo Geist cruzándose de brazos

Marín la miro extrañada.

- Qué clase de Jefa de Recinto eres tú que ni siquiera le importa que ese caballero me agarrara por la fuerza? – grito Marín temblando – Que tal que me hace algo eh? Es un caballero dorado! Podría violarme si quisiera pues no soy tan poderosa como ellos, así que no minimices el problema! Te exijo que le digas al patriarca que los controle!

- Marín… acaso peleaste con Aioria? – Pregunto Mayura mirándola fijamente

- Qué? Claro que no! Yo no me junto con dorados! – contesto Marín comenzando a enojarse porque sus compañeras no entendían lo que estaba queriendo decirles.

- Pero… Aioria sigue siendo tu novio, verdad? – pregunto Junet inocentemente

- Qué? Estas loca? Yo no tengo novio, nunca lo he tenido y mucho menos entre los dorados.

Las cuatro se quedaron calladas mientras Junet le servía él te a Marín y la abrazaba para consolarla, pues estaba temblando de miedo.

Geist junto cabezas con Yulij y Mayura a espaldas de Marín.

- Alguien más siente como que está hablando en serio? – Pregunto Geist

- Sí. Su comportamiento no es normal – dijo Yulij

- Sera mejor que mañana por la mañana vayas a "darle la queja a Shion" y al mismo tiempo le digas que le haga una lectura. – sugirió Mayura – No siento a la Marín que apenas dos días atrás nos presumía el permiso que Athena le dio para andar con Aioria.

- Es una buena idea. – dijo Geist – El maestro Shion me dirá que se debe hacer, mientras tanto díganle a las que tienen guardia que redoblen precauciones. No queremos a esos dos rondando por aquí.

Las dos maestras asintieron con la cabeza y mientras una iba a consolar a Marín, la otra iba hacia la puerta a dar las instrucciones a las chicas de la puerta, pero ya ahí, después de haber cumplido tuvo otra idea. Aprovechando la obscuridad que comenzaba a caer sobre el Santuario con la llegada de la noche, subió hacia la casa de Leo.

Al llegar, encontró a Aioria siendo consolado por su hermano.

- Puedo pasar? – dijo desde el umbral de la puerta que Aioros había dejado semi abierta

- Pasa Mayura – dijo Aioros – Que haces aquí?

Mayura se sentó en el suelo frente a ellos en posición de Loto.

- Vengo a querer entender… Marín está muy asustada.

- Asustada? Pues que le hiciste Aioria? – dijo Aioros en tono de reclamo

- Solo la agarre del brazo… sin fuerza en realidad para poder hablar con ella hermano, te lo juro!

Mayura le puso una mano en la rodilla de forma inocente, pero ese movimiento hizo brincar a Aioria.

Aioros volteo a ver a Mayura quien se encogió de brazo desentendiéndose de la reacción de Aioria.

- Como llegaste hasta aquí Mayura?

- Nadie me impidió el paso. Aries vacía, Tauro vacía, Géminis ocupado, Cáncer ocupado… en verdad les digo que si estuviéramos en guerra, el enemigo ya hubiera podido llegar hasta Athena fácilmente.

Los dos hermanos voltearon a verla con cara de pocos amigos. Que sabía ella de cómo se manejaban los dorados?

- Tienes que ponerte al día – dijo Aioros

- Eso intento! – contesto la chica – Sabes Aioria? Nunca me platicaste como se dio la relación entre ustedes dos.

- Yo también quisiera saber la historia. – dijo Aioros – Nunca se me ocurrió preguntarte.

Aioria los miro tristemente antes de levantarse a servirse un poco de agua.

Flashback*

Shaina se alejó riendo del coliseo con sus soldados tras de ella mientras Aioria ayudaba a Marín a ponerse de pie.

- ¿Marín, te encuentras bien?

- Sí, te lo agradezco. Pero no deberías ayudarme, podría traerte problemas en el Santuario.

Aioria de Leo sabía que la agresión sufrida era debido a Seiya, había escuchado a Shaina y su grupito burlarse de ella llamándola una inútil japonesa, una cobarde por tener un discípulo traidor al Santuario.

Pero Aioria no pensaba así. De hecho, el león dorado era lo más cercano a un amigo que podían tener Seiya y Marín, guerreros infravalorados en el Santuario por ser orientales.

- Ya está bien, Aioria. Puedo arreglármelas sola

La amazona se apartó ligeramente de él para tratar de buscar el equilibrio por su cuenta. Los golpes de Shaina le habían provocado náuseas y mareos. Su máscara le dañó el rostro al impactar sucesivas veces contra el suelo. Tenía moretones y rasguños en varias partes del cuerpo, por lo que la sangre manaba de su cuerpo y no planeaba detenerse.

Aunque Aioria conocía mejor que nadie la fortaleza de Marín, no podía dejarla ir. No la había visto tan lastimada desde sus épocas de aprendiz, cuando era una niña y él un flamante adolescente, antes de que ella se convirtiera en un valiente caballero de plata.

Cuando parecía que ella perdería el equilibrio nuevamente, el león dorado la tomó de ambos brazos y fijó su mirada en su rostro, como buscando atravesar la máscara que la cubría.

- No digas estupideces, Marín. Cómo quieres que te deje en ese estado?. Ven, apóyate en mí, vamos hasta tu cabaña, allí te ayudaré a limpiar y curar esas heridas. Después de semejante espectáculo, no creo que nadie se anime a asistirte. Tendrán miedo a las represalias

Aioria siguió buscando los ojos de Marín a través del frío metal que cubría su rostro. Esa era la única parte, levemente transparente, que podía conectar a Marín con otras personas, pues sus mejillas, su nariz, su frente y sus labios estaban vetados para cualquier ser humano.

- No… te meterás en problemas si… —no pudo terminar la frase pues sintió una aguda punzada en lo más recóndito de su estómago.

Por poco y cae nuevamente, pero las fuertes manos del leonino la sujetaban. Sintió una cálida gota recorrer su mejilla, y no estaba segura de si se trataba de una lágrima involuntaria producto del dolor, o de sangre que fluía de sus heridas.

Finalmente, el dolor pudo más que su orgullo y cedió. Descansó su rostro sobre el hombro derecho de Aioria, vencida y resignada ante la situación. Él hizo que el brazo izquierdo de Marín rodeara su cuello hasta posarse en el hombro contrario. La tomó por la cintura y con pequeños pasos se dirigieron al sur del Santuario, donde se erigían las viviendas de los soldados y caballeros de residencia permanente.

Solo al acercarse a la cabaña se dio cuenta de que hubiera sido mejor cargarla en sus brazos. Marín caminaba con pasos cada vez más cortos y empezaban a escucharse leves gemidos de dolor. Fue un descuidado. Estaba tan acostumbrado a tratar a Marín como un caballero más que había olvidado su condición de mujer. Sí, ciertamente ella era más fuerte y valiente que la mayoría de los hombres del Santuario, ¿pero eso la eximía de ser tratada con cuidado y delicadeza? ¿Acaso podía considerarse un hombre alguien que por pudor o ignorancia no ayudaba a una mujer en una situación desesperada? Ni siquiera hombre, directamente se sentía un ser humano irresponsable.

Detuvo su marcha. Marín dejó de mirar al suelo pedregoso y levantó la vista al caballero dorado, como preguntándose qué ocurría. El dorado no le devolvió la mirada y en su lugar, en un segundo fugaz como una estrella, la alzó con sus poderosos brazos. Ella no tuvo tiempo de reacción. El cálido cuerpo de Aioria la hizo sentir extrañamente tranquila, sosegada.

- Discúlpame, Marín, debí haberte cargado desde un principio. Ya casi llegamos, aguanta un poco. Apoya tu rostro en mí y descansa —le dijo y retomó la marcha, esta vez a paso ligero. La liviandad del cuerpo del águila no representaba ninguna carga en su andar.

Marín, vencida desde el momento en que cedió ante el león, le hizo caso. Apoyó su rostro en el pecho del caballero y escuchó los latidos de su corazón. Ese palpitar rítmico, rápido y enérgico, sumado a la calidez que la rodeaba, la serenó por completo. Cerró los ojos y su mente divagó al ritmo del corazón de Aioria.

Cuando los volvió a abrir estaba acostada en su cama y Aioria traía consigo un cuenco con agua, toallas, gasas y algunos pequeños frascos.

- ¿Estás despierta? Por unos minutos estuviste dormida, pensé que te habías desmayado y me preocupé, pero tus signos vitales estaban en orden.

- No hago más que preocuparte, verdad? —le respondió.

Se sentía mejor, los mareos casi habían desaparecido y las punzadas en su vientre ya no se presentaban.

Le pareció extraño sentirse así después de haber estado a punto de perder la conciencia. Se palpó el cuerpo en las antiguas zonas de dolor, pero este estaba en remisión. Aioria notó su estupor y le dijo:

- Desde pequeño he desarrollado una técnica curativa a la par de mi entrenamiento físico. Esta es la primera vez que lo aplico en un ser humano, ¿cómo te sientes?

- Mejor, gracias.

En efecto, la técnica de Aioria redujo el dolor del interior de su cuerpo, pero no impidió que varias de sus heridas continuaran abiertas y sangrantes, ni tampoco hizo desaparecer los moretones y rasguños que los golpes de Shaina habían ocasionado.

- Lo lamento. Si fuera más fuerte podría haberte sanado por completo, pero mis poderes solo aplacan tu dolor, no eliminan la causa. Déjame que te ayude con estas heridas —dejó el cuenco junto a la cama y con una toalla mojada comenzó a limpiar suavemente el cuerpo de la amazona— Si no lo hago, se te infectarán y la cosa se pondrá peor.

- Puedo hacerlo sola… —le dijo e intentó quitar la toalla húmeda de la mano de Aioria. Él se dio cuenta y la detuvo con su mano libre.

- Marín, ya te dije que voy a ayudarte y no pienso retractarme. Déjame hacer esto —replicó el caballero dorado.

- ¿Por qué te molestas tanto? Si ya estoy bien, puedo con esto sola, ¿por qué insistes? No quiero que te metas en problemas por mi culpa. El nuevo Patriarca ha perdido la cordura. Quién sabe lo que hará si descubre que estás ayudando a la maestra de un traidor —su voz se fue elevando y acelerando con el correr de las palabras. No podía negar que estaba preocupada por Aioria, tanto como él lo estaba por ella.

Aioria detuvo sus movimientos, depositó la toalla ensangrentada en el cuenco con agua y mientras el rojo fluido se desvanecía en el interior, él le respondió:

- Qué el diablo se lleve al Patriarca y todos sus secuaces. ¿Tan débil te parezco? ¿Realmente crees que no podría contra ellos si decidieran atacarme?

- No… ¡No! No quise decir eso. Solo… estoy preocupada por ti —le dijo con total franqueza.

- Y yo por ti, Marín. De ahora en adelante te esperan pruebas difíciles, por eso tienes que estar fuerte y recuperada. Entonces, deja que te ayude y no me hagas repetirlo

Retomó sus curaciones con una toalla limpia. En silencio, recorrió lentamente el cuerpo de Marín, limpiando cada una de sus heridas.

El obstinado león dorado. En realidad, tanto el águila como el león se parecían en eso, eran demasiado tercos. A ninguno de los dos les gustaba ceder. Pero por alguna razón, no quiso volver a contrariarlo. Tal vez era el cansancio, tal vez el hecho de contar con alguien sinceramente preocupado por ella.

Sentía como Aioria recorría cada herida de su cuerpo y eso la estremecía. Posó sus ojos sobre el dorado, quien estaba firmemente concentrado en su labor. Observó su rostro preocupado, sus ojos verdes que parecían iluminar toda la habitación, su ceño levemente fruncido, sus mechones de cabello ensortijado alrededor de su frente, ligeramente húmedos por el sudor. Volvió a sentir una leve punzada en su vientre, pero no estaba segura de si era provocada por sus heridas o por la íntima situación a la que el destino había sometido a ambos guerreros.

Con la mirada perdida en el rostro de Aioria y su mente concentrada en las múltiples sensaciones de su cuerpo, Marín no se dio cuenta hasta el último segundo de que Aioria había apoyado las manos en la máscara que protegía su rostro. Tenía la intención de sacársela.

- ¿Qué haces? —le dijo al apartar las manos de Aioria con un rápido movimiento de sus brazos.

Se sentó en la cama y retrocedió unos centímetros, entre sorprendida y asustada.

- ¿Qué, no es obvio? Tengo que quitarte la máscara para poder limpiar tu rostro. No te alteres, iba a cerrar mis ojos mientras lo hacía.

- Eso no importa, no quiero que lo hagas

¿O acaso sí quería? Sabía que Aioria cumpliría su palabra, y también sabía que tenía el rostro lastimado, pues la ardía dolorosamente y sentía en sus labios la sangre seca que otrora surgiera de sus lastimaduras

- Lo haré por mi cuenta luego – dijo Marín

- Mientras más tiempo pase, más riesgo de que empeores. – replico Aioria- No me hagas repetir el discurso de hace un momento. Voy a curarte el rostro y no se diga más.

Aioria apartó los brazos que la ponían a la defensiva, cerró sus ojos y volvió a tomar la máscara entre sus manos. Con leves movimientos, guiado solamente por su tacto, fue liberando el rostro de la amazona de su pesada carga. Ella no opuso resistencia, ya no podía hacerlo, ya estaba completamente vencida ante el terco guardián de la quinta casa del Santuario.

- Las reglas dicen que no puedo ver tu rostro, pero no dicen nada de tocarlo, ¿verdad? —le dijo mientras frotaba una pequeña toalla en una de las mejillas de la amazona.

Aioria soltó una pequeña risa, contento de haber descubierto una falla en el sistema de reglas que gobernaba el Santuario. Las yemas de sus dedos recorrían cada parte del rostro, cada centímetro de piel, buscando alguna herida que sanar. Cuando la encontraba, delicadamente posaba el paño húmedo sobre la blanca tez del águila.

Marín permaneció en silencio. Si sentir la fuerza y paciencia de Aioria en su cuerpo la estremecía, sentir sus tibios dedos en el rostro la estaba enloqueciendo. Notó que sus mejillas se enrojecían, pero no sabía si era por causa del pudor o de los suaves lavados que Aioria le proporcionaba a su derruido rostro. A estas alturas, ya desconocía completamente las reacciones de su cuerpo.

Levantó la mirada y volvió a perderse en la facciones del leonino. Él ya no tenía sus dos faros esmeraldas como guía. En su lugar asomaban largas y curvadas pestañas que adornaban simpáticamente un rostro de marcadas facciones masculinas. Los ojos de Aioria estaban cerrados, tal y como le había dicho. Tenía una ligera sonrisa en los labios, probablemente ocasionada por su acotación sobre la ley de las máscaras. Sin duda, esa maldita ley solo le había traído problemas en su vida.

- Es extraño —dijo Aioria interrumpiendo el clima de intimidad que se había generado—Aunque algunas de tus heridas han parado de sangrar, otras siguen abiertas. Puede ser que sean muy profundas como para curarlas así y necesiten de sutura —Aioria siguió palpando el rostro de Marín y como estaba imposibilitado de abrir sus ojos, hizo lo propio con su cuello y con sus brazos— Parece que no solo tu cara tiene ese tipo de cortes. Esto no me gusta. Si no cicatrizan, tendré que llamar a algún médico en Rodorio.

Marín no sabía qué decir. Ya bastante había hecho él por ella. Tal vez eso sería lo mejor. Llamar a un médico y que todo acabe.

- Ya está bien, Aioria —le dijo al fin, sin mucho convencimiento.

- No, debe haber algo que pueda hacer —respondió.

Retiró sus manos del cuerpo de Marín y se quedó quieto, con los ojos cerrados, pensando. De repente se le ocurrió una idea, pero le pareció tan absurda que la descartó de inmediato. Sacudió la cabeza como negándose a volver a pensar en ella. Su rostro se había enrojecido levemente. Marín estaba sorprendida y le preguntó:

- ¿Qué pasa? ¿Se te ocurrió algo?

- No, nada…

- ¿Y por qué negaste con la cabeza de esa forma? —inquirió la caballero de plata, que buscaba vencer al testarudo león por lo menos una vez en el día.

- Bueno, sí se me ocurrió algo, pero no funcionará. Pensaré en otra cosa —desvió un poco el rostro cuando le hablaba, como avergonzado.

- ¿Qué es? Dímelo —insistió Marín.

Aioria era malo para mentir. Aunque lo hiciera de palabra, su cuerpo lo delataba. Volvió su rostro hacia la amazona y balbuceó cosas ininteligibles.

- ¿Qué pasa? Dímelo ya, Aioria. ¿Sabes de algún médico que pueda ayudarme? —Marín lo observaba. Estaba incómodo y su cara con los ojos cerrados le daba una apariencia graciosa.

- Está bien, te lo contaré, pero no funcionará —su semblante volvió a adquirir una expresión seria—. Hace tiempo, cuando entrenaba para convertirme en caballero, mi hermano me contó algo que había escuchado del antiguo Patriarca. Se dice que el antiguo Patriarca lucho en la anterior guerra santa y que por lo tanto, conoció al anterior caballero de Leo. Según sus dichos, el antiguo guardián de Leo tenía poderes curativos. De allí que yo haya querido aprender una técnica así.

- Pero dijiste que tu técnica no es suficiente para sanar una herida por completo —acotó Marín.

- Así es, pero según ese rumor, el antiguo guardián de Leo no usaba el cosmos para sanar, sino… —su rostro volvió a enrojecerse levemente—… su saliva.

- ¿Su… saliva? —Marín abrió grande los ojos, pasmada ante tal revelación.

- Sí, eso le dijo el antiguo Patriarca a mi hermano: el guardián de Leo tenía el poder de curar cualquier herida con su saliva.

Los dos se quedaron callados. Ninguno creía que tal poder pudiera ser transmitido de generación en generación de caballeros. Pero hasta intentarlo… Marín notó que de sus heridas comenzaba nuevamente a brotar sangre. Como Aioria permanecía con los párpados sellados, no se dio cuenta. Marín temía volver a estar a punto de caer inconsciente, esta vez por causa de la pérdida de sangre. Gimió de forma casi imperceptible, pero Aioria lo notó. Acercó su mano al brazo de Marín y al rozarlo se percató del cálido líquido que manaba de una herida bastante profunda, producto de los feroces ataques de Ofiuco.

No podía soportar que Marín sufriera. No podía ser un incompetente ante alguien que estimaba tanto. Marín volvió a sentir dolor en su carne desgarrada.

- Hay que intentarlo —dijeron al unísono.

Ambos se ruborizaron ante la idea. Aioria tomó una de las últimas toallas que tenía encima.

- Tal vez humedeciéndola y pasándola por tus heridas… tal vez… tal vez funcione —la idea le resultaba tan alocada que no sabía cómo actuar. La saliva tenía naturalmente propiedades cicatrizantes. Pero curar cortes de ese tipo, ¡era una locura!

- No, eso no bastará —respondió Marín con total seriedad.

No tenía caso sentir vergüenza en una situación así. Ella estaba herida y necesitaba ayuda. Él estaba completamente convencido de querer ayudarla. Ambos se conocían, se respetaban, se estimaban y solo los dioses sabrían de aquella siesta calurosa en la que él, como un león que asiste a una leona lastimada luego de una jornada de caza, lamería las heridas del águila caída.

Marín tomó entre sus manos el rostro de Aioria. Él pegó un respingo y casi abre sus ojos del susto.

- Pase lo que pase, no abras tus ojos —le dijo en un susurro, acercando sus labios a la oreja de Aioria, como si quisiera asegurarse de que todo permaneciera en un secreto. Con sus manos bordeando las facciones del leonino, Marín fue atrayendo lentamente el rostro de Aioria a una de sus heridas profundas, ubicada en la unión entre su hombro derecho y su cuello. Aioria, con todos sus sentidos en alerta al carecer de la vista, percibió el aroma de la sangre de Marín. El cuerpo de la guerrera irradiaba un calor descontrolado que impactó en Aioria como si se tratara del mismísimo sol. Marín expuso su cuello a escasos centímetros del león.

- Ma… Marín, yo… —balbuceó nervioso el caballero dorado.

- Hazlo, Aioria. Cura mis heridas, por favor —le dijo la amazona sonrojada. Ella también decidió cerrar sus ojos, para demostrarle que no estaba dispuesta a tener ventaja por sobre el ciego e indefenso guardián de Leo.

Esta vez, como si se invirtieran los roles, fue Aioria quien cedió. Lentamente, con una mixtura de amor, pasión y respeto, fue lamiendo con cuidado las heridas del águila caída. Ella no pudo evitar estremecerse, pero ya nada le importaba. Sentía cómo sus rasguños y golpes ya formaban parte del pasado. Sentía el recorrido de esa lengua cálida e inquieta que le devolvía la vida, cicatrizaba su cuerpo dañado y su alma avergonzada. Esa lengua intrépida, acompañada de carnosos labios y tiernos dedos, recorrieron casi todo su cuerpo: sus brazos y piernas rasguñados, su vientre fustigado, sus hombros lacerados, su cuello lastimado, hasta que en un momento alcanzaron su rostro enrojecido. Aioria era un verdadero león, completamente comprometido con su misión. Marín, que había permanecido completamente tiesa durante las curaciones, posó sus manos en la cabeza de Aioria. Sus dedos se deslizaron sobre aquellos rizos dorados y juguetearon suavemente con aquella cabellera sedosa, siguiendo el ritmo de los vaivenes del león, quien no detuvo sus curaciones en ningún momento.

Él también se estaba dirigiendo hacia la locura. Su lengua discurría por lugares recónditos en pos de acallar los dolores de la amazona. Su ceguera temporal le impedía ver si su trabajo daba frutos, por lo que regresaba una y otra vez al mismo lugar, buscaba la misma herida y volvía a depositar su lengua húmeda sobre ella. Sellaba el tratamiento con un sencillo beso sobre la cicatriz, y continuaba guiado por el tacto de sus dedos, el aroma de aquella piel suave y delicada, el sonido de esos latidos de corazón enloquecidos y el gusto agridulce de esa sangre que le quemaba por dentro. Cuando alcanzó su rostro, los latidos del corazón fueron reemplazados por la profunda respiración del águila, que inhalaba y exhalaba entre suspiros. Cuando notó aquellos finos dedos sobre su cabeza, como un águila que rapta a su presa, Aioria se dio cuenta de que estaba haciendo lo correcto, de que su tratamiento estaba funcionando, y agradeció a su hermano, a Shion, a los dioses y al antiguo guardián de Leo por poseer un poder tan maravilloso.

No quería que el tratamiento terminara. Cada vez que sentía cómo su lengua se secaba ante tal extenuante labor, el tibio sudor en la piel de Marín la despertaba de su letargo y le permitía seguir.

Y así fue como decidió que con ella, solo con ella, compartiría ese secreto. Ella sería la única persona que recibiría sus curaciones. Y él, solo se las ofrecería a ella. Cada vez que el águila cayera, el león estaría allí para lamer sus heridas.

Fin del Flashback

- Ese fue el principio de cómo se dieron las cosas entre nosotros, como pasamos de amigos a algo más. Tuvimos que esconder por un tiempo nuestra relación de todo el mundo, negándola en caso necesario para nuestra protección. Después vinieron las guerras y todo se complicó horrores… y ahora que por fin podemos estar juntos… Por todos los dioses del Olimpo que no sé qué fue lo que paso! – confeso Aioria esta vez enojado.

Porque ella no confiaba en él lo suficiente como para hablar de sus problemas? Que no era lo que hacían todas las parejas? Para colmo ahora no podía echarle la culpa a Shaina como era su costumbre, pues ella no estaba ni cerca del Santuario, no podría haber influido en los sentimientos de Marín, ni mal aconsejarla como siempre lo hacía. Algo grave debió haber pasado que él no entendía.

- Ahora entiendo. Esa relación no es reciente sino de muchos años atrás – dijo Mayura rompiendo el silencio – Quiero suponer que fue "después" de que me fui…

Aioria se ruborizo. Sabia a lo que se estaba refiriendo pero su hermano no.

- Sí. Mucho después de que dejaras el santuario de hecho. – contesto Aioros en forma seca.

- Ahhh… Bueno mira, Marín me cae muy bien y por eso te diré lo que se decidió antes de que te cortes las venas con galletas de animalitos. Mañana Geist subirá con Marín a hablar con El Patriarca. Ella le pedirá que le haga una lectura a Marín y ahí El vera que es lo que le sucede y la va a ayudar. Ya lo veras… No tienes de que preocuparte.

- Ojala – dijo Aioria en tono pesimista – Yo saldré a una misión especial en cualquier momento y no quiero llevar a cuestas esta tristeza.

- Carajo! Te pego duro hermano – dijo Aioros sintiendo el dolor de Aioria.

- Que quieres... La amo demasiado.

Aiorios asintió. Sabía que su hermano se repondría con el tiempo, pero la interrogante continuaba… Que le había pasado a Marín para que tuviera esa reacción? Rezo a los dioses para que Shion les diera la respuesta al día siguiente.

Mayo 19, 3 am

Recepción del Hotel Columbus Isle

Bahamas

Hades estaba firmando y pagando su estancia obligatoria en el Hotel a regañadientes. Sabía que aunque Poseidón lo había invitado a ir y los tragos iban por su cuenta, su estadía no planeada le iba a costar dinero y como negocios eran negocios, ni siquiera alego ante la cuenta que el recepcionista le extendió con una sonrisa.

Uno de los bell boys le hizo entrega también de su celular que el mismo Poseidón había ordenado encontrar y que alguien "había encontrado" en la caja de objetos perdidos.

Agradeciendo, y viendo que a su brazalete le quedaban unos segundos para liberarse, le marco a su sobrina.

A Si?

H Athena, soy Hades

A Hades! Estábamos esperando tu llamada! Te llego el manuscrito?

H Obviamente. Si no, no te estaría llamando

A Y? todo bien? Puedes regresarme a mi Sanbocho?

H De hecho, Si. Vendrás tu por ella?

A No. Te enviare a Shion. Es lo más conveniente.

H Jajaja Aun me tienes miedo?

A No es miedo, es precaución. Además, por algo es mi Patriarca.

H Está bien, no tengo inconveniente. Dile que lo veré en el Aeropuerto de Oslo, Salida B al medio día hora local.

A Eso es en menos de una hora!

H Sí. Algún inconveniente

A Ninguno. Ahí estará. Gracias.

H Ah y prepara a Milo. Mañana comienza su condena conmigo.

A Así será.

Hades volteo a ver su brazalete feliz por ver que ya no era válido, abrió su portal hacia el Inframundo directo a su recamara. Ahhh! Qué bueno era estar en casa! Ahora solo a bañarse, cambiarse e ir a visitar a Minos. Solo esperaba que esos dos no hubieran hecho ninguna tontería en su ausencia.

SOLO PARA QUE QUEDE CLARO. EL FLASHBACK DE MARIN - AIORIA ES ENTERAMENTE PROPIEDAD DE ARQUEMESTA. GRACIAS.