Capítulo 12
Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
La noche señoreaba fuera y Harry se acercó a la chimenea. Desde su visita a casa de Albus sabía que le quedaba algo muy importante por recordar y aunque había reconocido finalmente a Hermione, eso otro que le faltaba le daba la sensación de estar incompleto.
Severus estaba en su laboratorio y le había prometido darle unas horas para poder trabajar en sus pociones aunque ya le había advertido que ninguna que fuera peligrosa dado su estado. Se puso a observar los objetos sobre ella. Algunos los recordaba, otros aún no. Uno en especial llamaba su atención en esos momentos, una hermosa serpiente de plata. Llevó su dedo por instinto a la boca del animal que la tenía abierta mostrando sus filosos colmillos. Al hacerlo se pinchó uno y una gota de sangre cayó en el interior. Retiró la mano y miró la pequeña incisión con el ceño fruncido. Un delicado click llamó su atención nuevamente. La serpiente se había abierto tal cual si fuera un cofre y en su interior guardaba un polvo muy parecido al utilizado para hablar a través de la red flu. Estuvo tentado a echar unos pocos al fuego de la chimenea pero no tenía a quien llamar en realidad.
El fuego tomó un repentino color verde y una cabecita se asomó a la chimenea tomando a Harry por sorpresa y haciéndolo cerrar el cofre de golpe. "¿Tío Harry?" La suave voz del pequeño Draco se escuchó.
"¿Draco¿Qué haces llamando a través de la red?" Preguntó acercándose a donde el pequeño podía verlo. Se veía un poco asustado.
"Tío... los hombres de negro." Susurró el niño. "Están aquí. Ven pronto." El niño no tuvo que decirle dos veces cuando ya estaba tomando los polvos floo.
"Aléjate un poco de la chimenea, Dray, tío Harry va para allá." El niño obedeció y tan silenciosamente como pudo dijo el nombre de la casa de Draco. Apenas llegó el pequeño rubio tomó su mano como para dirigirlo. Al final le señaló una puerta. "Dray, prométeme que estarás muy quieto y muy callado y que te quedarás aquí afuera mientras tío Harry habla con los hombres de negro." El niño asintió y Harry recordó cuánto lo admiraba aquel pequeño. Tanto que no importaba qué le pidiera el pequeño lo hacía. Sacó su varita y con lentitud abrió la puerta un poco.
Como lo había dicho el niño, una figura vestida de negro se paseaba de arriba a abajo por la habitación. Más que buscar algo parecía un tanto inquieto. Con lentitud sacó su varita y volvió a mirar atrás suyo haciendo un gesto de silencio y luego uno de espera para entrar a la habitación y cerrar la puerta. Apuntó la varita hacia la figura. "Será mejor que no intentes nada." Al escucharlo el hombre se quedó muy quieto. Vio sobre la cama la máscara de los mortífagos. "Quítate la capucha." Le ordenó.
Escuchó una risa leve y un tanto amarga pero su varita no bajó. "No soy muy paciente. Descúbrete o te congelaré." El hombre llevó sus manos a la capucha y la quitó dejando al descubierto unos cabellos rizados casi blancos. Se volteó y el moreno se quedó tan sorprendido que sólo atinó a parpadear confundido. "Jovan."
"Así es... Harry." El tono resignado del hombre hizo que Harry bajara un poco su varita. "Soy el espía que has estado buscando."
"Pero... ¿por qué?"
"No lo entenderás si haces un recuento desde el día de mi casamiento con Draco."
"Entonces explícamelo tú..." Murmuró Harry aún incapaz de creer que Jovan fuera lo que sus ojos le decían. Ese era el hombre que él sabía amaba a Draco y a sus hijos como ninguno. Esposo intachable en todos los sentidos.
"Me fue encargado espiar a Lucius y a Severus. Ellos son mi objetivo principal, especialmente Severus, el mayor traidor a la causa. No tenía mejor forma de acercarme a ambos que a través de del hijo y ahijado de ambos. Accio varita." La varita de Harry salió de su mano a la de Jovan quien la tomó y la apuntó a Harry.
El moreno ignoró el hecho de haber sido desarmado y el peligro al que eso lo exponía. Eso conllevaba ya que era obvio que el esposo de Draco no era lo que todos habían pensado. "Pero tú lo amas."
"¿Cómo sabes que no estoy fingiendo?"
"Los niños no mienten, Jovan. Ellos aman a su padre y tú los amas a ellos. Eso no es una farsa." El rostro del hombre se volvió mucho más serio al escuchar a Harry mencionar a sus niños. "Y si no amaras a Draco no te habrías arriesgado a tanto."
"Los gemelos fueron un accidente." Añadió demasiado apurado como si intentara convencerse a sí mismo. "Fueron un descuido."
"Fueron algo que deseabas. Estabas muy ilusionado cuando lo supiste, Draco me lo contó y aunque hubieras fingido estar emocionado no puedes haber fingido durante nueve meses tanta felicidad."
"Lucius se volvió más amable, me permitió acerarme más cuando se enteró de los gemelos." Respondió de inmediato.
"¿Y esa es tu excusa para Dray y Sofía también?" El rostro atribulado de Jovan era más que suficiente para que Harry supiera que ya no estaba tan seguro de sus lealtades. No sólo no le podía decir que no amaba a Draco sino que buscaba justificar su relación con él y con los niños cosa que probablemente había estado haciendo hacía ya un tiempo frente a sus compañeros mortífagos. ¿Era esto lo que Harry había estado tratando de recordar?
Jovan se estremeció y sintió su cuerpo comenzar a temblar. Había tenido ese mismo tipo de conversación con sus compañeros que se volvían más incrédulos ante la aparente dificultad suya para conseguir información. En un principio no había arriesgado nada pero ahora tenía varios motivos por los cuales preocuparse. "Tú no dirás nada."
"Fuiste tú el que nos vendió el día de nuestro aniversario." Murmuró Harry y Jovan apretó la varita con nerviosismo.
"Así es. Yo les sugerí que sería buena idea atacar a Severus ese día. Estaría distraído y vulnerable. Se suponía que no tendrías tiempo de intervenir."
"Jovan¿no te das cuenta que no quieres hacer esto?" Le suplicó Harry intentando hacerlo entrar en razón. "Tú no puedes querer hacerle daño a tu propia familia."
"¿Familia?" Susurró.
"El abuelo de tus hijos, el padrino de los gemelos. Incluso eres mi padrino de bodas junto con Draco. Somos tu familia. ¿No te das cuenta? Yo te considero mi familia." Se acercó un paso y Jovan se alejó un poco sujetando la varita con dedos pálidos.
"Yo no puedo echarme atrás ahora. No puedo..."
"Claro que puedes, no tienes por qué hacer esto. Voldemort está muerto. No tienes por qué ser parte de nada que lo involucre."
"Ellos podrían hacerle daño a mis niños."
"No podrán, yo me encargaré de eso." Se acercó nuevamente acorralando al hombre contra el buró. "Nadie podrá tocarlos, ni a ti ni a ellos. Lo prometo. Ni siquiera el Ministerio de Magia. Por favor." La varita se levantó un poco más pero era evidente que Jovan no podría utilizarla contra Harry.
"Yo..."
"Piensa en Draco, en lo mucho que te ama... en tus niños... Ambos te necesitan." Se acercó otro paso y la varita tocó su pecho. "Incluso en nosotros. Somos amigos, compadres. Sabes que no permitiría que nada les pasara a ninguno pero tienes que confiar en mí. Por favor." Una lágrima bajó lentamente por el rostro de Jovan junto con un pequeño sollozo. "Por favor." Susurró más bajo suplicante. Puso su mano en la varita que lo señalaba con lentitud sin perder de vista los ojos azules tan intensos y la sujetó. Un segundo sollozo se escuchó cuando Harry bajó la varita y se la quitó de los dedos.
"Lo siento." Susurró apenas y Harry lo abrazó desatando un torrente de lágrimas que al parecer llevaba varios años dentro del corazón de Jovan. "Lo siento tanto." Gimió desconsolado. El moreno acarició los blancos cabellos mientras se sentaba en la cama. En esos momentos la cabecita de Draco se asomó a la puerta y Harry le hizo señas para que se acercara. Dudó antes de reconocer a su padre, entonces se acercó y se trepó en sus piernas.
Harry se quedó con Jovan hasta que se calmó pero en cuanto pudo lo hizo cambiar de ropa y reunió a los niños. "Hay alguien con quien quiero que hables. Mientras más información puedas darle mejor podremos protegerte."
"¿Podremos?" Harry asintió con media sonrisa.
"He estado vigilándote." Harry de inmediato vio la expresión dolida de Jovan. "Desde que Draco anunció su compromiso tuve una leve sospecha pero después que nacieron los gemelos supe que no podía permitir que te descubriera cualquiera... no te darían ninguna oportunidad. No soy el único encargado de la seguridad de Lucius y de Severus, por eso tenía que descubrirte primero."
"¿Ahora qué?" Harry le dio una mirada seria, una que Jovan nunca había visto y que le permitió tener un leve vistazo de la determinación que poseía el hombre pero que se suavizó cuando cayó sobre los niños, especialmente Sofía que aún dormía en brazos de su padre.
"Llamamos a la Comadreja." Harry sonrió al decir el nombre y se acercó a la chimenea donde descansaba una serpiente idéntica a la que había sobre su chimenea. Acercó el dedo a los dientes y permitió que le sacara una gota de sangre. Se abrió y del interior tomó un puñado de polvos flu de color rojo tirándolo al fuego. "¡Comadreja!" A los pocos segundos se asomó una cabeza que Jovan reconoció y que le hizo rechinar los dientes levemente.
"Ronald Weasley." Masculló. El moreno se volteó en su dirección intrigado al sentir que de repente Jovan se cerraba ante la presencia del hombre de rojos cabellos.
"Necesito que vengas." Le informó Harry.
Ron le dio una mirada dudosa al esposo de Draco y arrugó el ceño visiblemente. "León¿qué es lo que sucede?"
"No me cuestiones." Siseó Harry. "Te necesito aquí, ahora." El pelirojo masculló algo antes de desaparecer. Segundos después se hallaba de cuerpo presente en la casa.
"Creo que te prefería cuando no recordabas nada." Gruñó contrariado.
"Puedes quejarte más tarde. Jovan y los niños necesitan protección. Draco no debe saber que estás aquí protegerlos."
"¿Y qué se supone que le diga esta vez¿Que vine a visitarlo por un mes?"
"¿No hay nadie más que pueda protegernos?" Intervino Jovan.
"Jovan... no quiero que Draco pregunte por qué te estamos protegiendo. Ron es el más apropiado, tienes que confiar en mí para esto. Mañana en la mañana te acompañará a ver a una amiga nuestra." Al escucharlo Ron se animó visiblemente.
"¿Realmente iremos a verla?" Harry sonrió. "Maldición, ni siquiera tengo un buen recorte."
"No le molestará, te lo aseguro."
"Demonios sangrientos." Exclamó con una tonta sonrisa. "Haré lo que sea."
"Entonces necesito tu mejor actuación." Compartieron una sonrisa traviesa y Jovan se preguntó en dónde se había metido. "Yo necesito ir a casa, Severus pronto notará mi ausencia. Estaba en sus pociones pero no quiero arriesgarme a que salga del laboratorio antes de tiempo." Ron le dio una palmada en la espalda y Harry tomó un puñado de polvos floo. "No dejen de comunicarse."
Esa tarde, al regresar a su casa, Draco se encontró a un Ronald Weasley muy pasado de tragos en la sala de su casa y a su esposo con una actitud de los mil demonios. En esos momentos realmente deseó ser un Hurón y escapar de la casa.
Una semana y media había pasado desde la visita de los esposos Snape a la casa de Albus Dumbledore. Una semana y media en la cual Severus había vivido prácticamente en las nubes con su esposo. Todo era tan perfecto que ni siquiera la duda amenazaba ya su corazón. Amaba a Harry y Harry lo amaba de vuelta y eso no podría cambiar nunca jamás.
Aún se dedicaba a sus pociones pero no por tanto tiempo como antes del accidente y aunque Draco los había visitado un par de veces no había logrado convencer a Harry nuevamente de salir de la casa. Pero eso no le molestaba para nada. Estaba tan feliz, se sentía tan feliz que no creía que existiera algo que pudiera dañar esa felicidad.
Por eso, esa tarde, al salir de su laboratorio de pociones en el cual no había estado ni una hora completa, fue directamente a buscar a Harry con la intención de hacerle el amor de la forma más deliciosa posible y sin importarle el cuarto donde estuviese. Sonrió el pensar en ello, en esa semana habían hecho el amor por toda la casa, incluso en el balcón que daba al frente de la casa. La noche había sido algo cálida y la pasión los había sorprendido en aquel balcón mientras intentaban hallar un poco de aire más fresco.
Halló a su esposo en la habitación matrimonial, sentado en la cama sosteniendo una túnica en sus manos. "Harry."
El moreno de ojos verdes levantó la cabeza en su dirección y sonrió. Ah, cuánto adoraba él aquella sonrisa cándida y transparente. Se acercó hasta su lado para abrazarlo, besándolo con insistencia. Escuchó un gemido satisfecho y levemente juguetón de parte de su esposo. "Severus..." Severus ocultó una sonrisa de satisfacción al saber que Harry no podía resistirse a sus caricias y todo iba miel sobre hojuelas hasta que notó realmente lo que Harry tenía en sus manos. Aquella era su túnica de bodas. "¿Harry, qué haces con eso?" Preguntó levemente nervioso. Recordaba haber guardado el vial de cristal que Harry había bebido la noche de su primera boda en el bolsillo interior de la túnica. Sabía que era tonto haberlo hecho, pero por un tiempo había necesitado tener presente que el amor de Harry se debía a la poción y qué mejor lugar que su túnica de bodas para guardarlo.
"Sólo recordaba nuestra noche de bodas." Musitó Harry al ver la mirada preocupada de Severus sin entender. "¿La recuerdas?"
"Claro... ¿cómo no recordarla?" Preguntó con cuidado. Esta vez, cuando Harry sonrió como si estuviera en las nubes a Severus se le hizo un nudo en el estómago.
"¿Te pondrías la túnica para mí otra vez, Severus?" Preguntó el ojiverde con mirada ensoñadora.
"¿Ahora?" Severus le devolvió una mirada levemente sorprendida y Harry pareció sonrojarse.
"Por favor." Susurró con timidez y esperanza. Imposible negarle a su esposo tal petición menos aún cuando lo hacía con tanta dulzura. Asintió y con lentitud comenzó a desvestirse, esta vez no para provocar a su esposo sino para cumplir su petición. Al final tomó la túnica y con solemne lentitud, como si estuviera vistiéndose para el día de su segunda boda, terminó abrochándose el duodécimo broche de diamante bajo su garganta. Extendió levemente las manos para que Harry pudiera apreciar la pieza y la adoración que se reflejó en aquellos ojos fue suficiente para quitar sus preocupaciones por completo aún cuando una pequeña parte le decía que su esposo estaba regresando a esos días donde su mirada de adoración era lo único que tenía.
Sintió una punzada de tristeza a pesar de todo. El Harry desmemoriado había sido tan parecido al verdadero. Ese era el Harry que también le había dicho que lo amaba y que lo amaría... el que él hubiera deseado tener con toda su alma. Pero tenía que conformarse con aquel Harry que lo adoraba a causa de una poción y conformarse haría porque lo amaba tanto que no podía permitir que por su error sufriera más.
Harry lo tomó de la mano levantándose de la cama y pasó sus dedos por la fina tela que se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Recordaba todas y cada una de las veces que había alejado a Harry de su lado cuando en los primeros meses, luego de pasada la rabia del engaño de la poción se sintiera detestarlo. Podía escuchar aún los gemidos y el llanto de su para entonces pequeño moreno. Ese llanto que aún lo torturaba en sus sueños más oscuros y que se había jurado jamás volver a provocar. Sintió vergüenza al recordar que en los días desmemoriados de Harry lo había hecho llorar nuevamente.
"Eres tan hermoso, Severus." Susurró el moreno con admiración. "¿Cómo es que no pude verlo cuando estaba en el colegio?"
"Eras joven... y yo un amargado." Respondió con una sonrisa triste.
"Pero ya no lo eres. Ahora eres dulce, eres alegre y travieso, eres mío."
Severus tomó la mano de Harry y la besó. "Siempre."
"¿Me permites?" Le sonrió encantadoramente el moreno mientras posaba su mano libre sobre el primer broche de la túnica y asintió. Harry le quitó uno a uno los doce broches, admirando el cuerpo que iban descubriendo. Lo besó tal y como lo había hecho aquella noche de bodas, con ternura, con amor, poniendo en sus acciones todo lo que sentía.
Severus respondió con la misma intensidad y pronto ambos estuvieron en la cama, haciendo el amor igual que aquella lejana noche y disfrutándolo tanto o más. ¿Quién podría atreverse a quitarle tanta felicidad? Nadie podría, nunca más nadie podría. Harry era suyo, tan suyo como su vida misma y la de las criaturas que se gestaban en sus cuerpos. Lo marcó tantas veces le fue posible, pero sólo en la piel porque el resto hacía mucho que llevaba su marca. Cuando finalmente ambos colapsaron uno al lado del otro, aún abrazados y compenetrados, Severus era, oficialmente, el mago más feliz sobre la faz del planeta.
Tiempo más tarde Harry se levantó con cierta pereza mientras los ojos de su esposo lo seguían. "Es una pena dejarla en el suelo." Musitó recogiendo la túnica de bodas. Justo en ese momento se escuchó el sonido como de una canica de cristal rebotando en el suelo, inminente presagio de lo que sucedería pronto si Harry no lo impedía. Observó con fascinación y una sonrisa que Severus no podía ver desde su lugar en la cama cómo el vial de cristal, aquel que había contenido alguna vez la desastrosa poción que supuestamente lo obligaba a amar a Severus rebotaba nuevamente sobre el suelo de piedra por segunda ocasión. "A la tercera va la vencida." Susurró para sí mismo.
La primera, el nefasto día en que había sido entregado a Severus. La segunda, el día en que ambos habían renovado sus votos bajo pretensiones intentando ocultar la verdad del amor que sentían. A la tercera va la vencida. El susurro hizo eco una eternidad, el mismo tiempo en que el sonido del cristal rebotando contra la piedra estuvo en la mente de Severus antes de quebrarse. El sonido del cristal rompiéndose le haría pronto compañía a las mentiras que estaban por romperse y Harry cerró los ojos rogando que el corazón de Severus soportara lo que estaba por hacer.
Severus se levantó con lentitud y llegó hasta su lado, temeroso, sin estar seguro del por qué. Su Harry no podría recordar la poción... no podría.
"¿Harry?"
"Recuerdo... nuestra luna de miel... la primera." La mano que Severus había extendido para tocar a Harry se detuvo por completo. "Estaba tan asustado." Se inclinó cerca del vidrio roto y removió un poco lo que había quedado del fondo del vial. "De no haber sido por las cláusulas tan específicas que pusiste en el contrato creo que sí hubiera optado por el suicidio."
Severus sintió perder toda la capacidad para respirar. Sabía de lo que Harry estaba hablando mas no quería reconocerlo, no podía, sencillamente aquello no era posible. Cuando el silencio se alargó Harry se giró levemente en su dirección con una leve sonrisa en sus labios. "Nunca fui bueno en pociones, Sev. Y estaba tan nervioso..."
"Que no la hiciste correctamente." Suplió como un autómata. En esos momentos muchas ideas pasaron por su mente, pero la que más le pesaba era saber que Harry no estaba bajo los efectos de la poción. ¿Entonces lo había engañado todo ese tiempo¿El amor nunca había existido, ni siquiera a través de la poción? Harry se preocupó al notar el dolor en los ojos de Severus y cómo comenzaba a aislarse de sus alrededores, como si no quisiera escucharle. Tomó las manos de Severus en las suyas sintiéndolo brincar al notar el cálido contacto. "Entonces..."
"Mentí." Le interrumpió con suavidad. Las negras orbes se fijaron en las suyas con una súplica muda. No es cierto. No puede serlo. "La poción apenas duró unas horas. Me salté uno de los ingredientes al final. Definitivamente soy un incompetente en pociones." Le dio una débil sonrisa.
Severus tomó una profunda respiración antes de que su cuerpo comenzara a temblar levemente. "Te amo, Harry. Nada de lo que puedas decirme me hará cambiar de parecer. Pero necesito..." Se atragantó levemente y tragó con dolor. "Necesito saber si me amaste alguna vez."
"Severus... ambos fuimos forzados a esto. Tú por tus deseos de venganza y yo... bueno. ¿No tuve más opción, cierto?" Aún tenía algo que hacer antes de decirle esas dos palabras.
"Ya no estarás bajo ese contrato."
"Pero Severus. Espero un hijo tuyo y tú uno mío."
"Aún cuando te libere del contrato eso no a cambiar. Nada de lo que te he dicho o te he prometido va a cambiar. Pero no puedo decir que te amo y seguirte forzando a esta relación. Yo, Severus Snape, te libero a ti, Harry James Potter, de nuestro contrato de matrimonio." Harry sintió cómo su anillo de bodas se aflojaba. Lo sujetó antes que cayera al suelo y lo miró sorprendido cuando vio que las letras en el interior se borraban mágicamente. El pecho se le comprimió con dolor. En verdad no esperaba que Severus fuera a reaccionar con tanta rapidez, lo había tomado de cierta forma desprevenido.
Severus acababa de divorciarse de él y sencillamente no podía creerlo. "No te negaré a tu hijo, no te preocupes por eso." Añadió el hombre alejándose un poco. "Imagino que querrás irte tan pronto sea posible. Puedo enviar tus cosas a dónde decidas, no tienes que llevártelas ahora." Harry sacudió la cabeza con lentitud y volvió a tomar las manos de Severus haciéndolo sentar en la cama.
"¿Puedo quedármelo?" Le dijo con media sonrisa el ojiverde mostrándole el anillo."
"Es tuyo. Puedes hacer con él lo que desees." Susurró el hombre sin levantar el rostro de las manos que sostenían las suyas.
"Hay algo que siempre he querido hacer y no es hasta ahora que me das el divorcio que podré hacerlo." Severus cerró los ojos incapaz de soportar más, su dolor estaba a punto de avaporarlo, por lo que no vio cuando Harry se arrodilló en frente suyo, una rodilla en el suelo y su rostro expectante. Desnudo como estaba, no sólo del cuerpo sino del alma, dispuesto a lo que fuera por recuperar a su esposo. "Severus Snape... ¿quieres casarte conmigo?"
Abrió los ojos de golpe y al ver a Harry en el suelo decidió que había terminado de perder su mente. "¿Qué?"
"Te amo. No fue instantáneo, pasé muchos meses fingiendo al principio. Pero cuando vi que comenzaste a cambiar, cuando pude constatar que me amabas en realidad... no pude evitar amarte también. Mi error fue ocultártelo por tanto tiempo. No sabía cuánto te estaba afectando mi mentira hasta que recuperé mi memoria por completo. Te hice pasar un mal rato muy grande cuando lo del ataque pero no fue hasta hace unos días que recordé lo que había estado haciendo y pude unir todas las piezas." Besó las manos de su esposo tiernamente. "Ahora que no existe tu contrato y no existe mi poción podemos comenzar en limpio. Sin mentiras, sin haber sido forzados. Tenemos opciones, podemos elegir libremente y yo quisiera que aceptaras mi propuesta, porque te amo como nunca a nadie podría amar. No soportaría estar lejos de ti."
"Yo..."
"Dijiste que me amabas, Severus. Lo que te queda es aceptarme de vuelta." Esta vez le dio una sonrisa juguetona. "¿Me perdonas?"
Severus estuvo sin poder hablar por lo que parecieron horas mientras los dedos de Harry masajeaban sus manos aprisionadas. Asintió aún incapaz de confiar en su propia voz y antes que Harry pudiera prepararse se abalanzó cual chiquillo sobre el pecho del moreno quien prorrumpió en risas y besos.
Gracias por leer.
