Capítulo 11: La revelación de Kreacher a Dumbledore

La mañana siguiente Harry se levantó con dolor al cuello, quizás fue una mala postura con la que había dormido. Cuando bajó a desayunar ya vestido, vio a Ginny, a solas en la cocina, que, instintivamente, miró a sus tostadas untadas con mermelada, como si Harry no hubiera entrado.

-Ginny… - dijo Harry, sentándose y mirándola a los ojos, esta seguía sin mirarlo – por favor, lo siento, de veras… amo a Hermione – pero lo único que consiguió tras decir esto fue que la pelirroja rompiera a llorar – por favor, no podemos seguir juntos…
-Lo se, Harry – dijo la muchacha mostrando valentía parando de llorar y mirando a Harry a los ojos – y quiero ayudarte, aun me siento mal por controlar tu amor de veras.
-Si, no debiste hacer eso – Ginny volvió a concentrar su vista en el plato – solo has conseguido destrozarte la vida a ti, y sin querer a mí.
-Dejé de darte la poción hace poco – dijo Ginny con resentimiento – pensé que ya sería suficiente para que te hubieras enamorado de mí, pero ya veo que no. Harry yo te quiero, y lo único que deseo es verte feliz, te ayudaré con Hermione no te preocupes. – dijo Ginny mirándolo a los ojos.
-Eso que acabas de decir es muy bonito, Ginny, y te honra – dijo Harry con sinceridad – por supuesto, no te guardaré rencor, seguiremos siendo tan amigos como siempre y tu encontrarás a alguien mejor que yo, ya lo verás te lo prometo.

Ginny se levantó, abrazó a Harry y salió de la habitación, ya sin ser la novia de Harry Potter.

El resto de la mañana pasó muy bien, aunque Harry todavía no había visto a Hermione en todo el día, pero la vio a la hora de comer, que milagrosamente, se encontraron en la cocina de la casa.

-Hermione… ¿Puedo hablar contigo? – dijo Harry, estaba muy nervioso, por lo que le iba a decir.
-Eh… claro, ¿Algún problema? – dijo esta, poniéndose un poco roja.
-¿Quieres ser mi novia? – Preguntó Harry, sin andarse con rodeos ni tonterías - ¿Tu me quieres?

Hermione sonrió, pero al ver que Harry la vio cambió su cara rápidamente:

-Si, Harry, a mi me gustaría pero…
-¿Pero que? – preguntó el chico de inmediato.
-Es por Ron, no creo que lo acepte…
-Ah! Por mi no os preocupéis, yo me he puesto a salir con Luna – dijo cierto pelirrojo entrando con aire acalorado en la cocina.

Hermione sonrió, y Harry, hizo lo mismo. Su amigo acababa de encontrar el amor.

-Está bien, Harry, seré tu novia.

Harry se puso tan contento que de un impulso cogió a Hermione de la cintura y le dio uno de los mejores besos de su vida, y también lo fue para Hermione, por la cara de placer que puso.

Ron reía a carcajadas, y aunque una persona normal hubiera sentido celos por ver besarse a su antigua novia, Ron parecía que ya se había olvidado de Hermione y enamorado totalmente de Luna, es más, incluso parecía feliz por el noviazgo de sus dos mejores amigos.

Ese fue uno de los días más felices de la vida de Harry. Pasaron el resto del día dando un paseo por Londres, besándose en cada dos por tres.

Cuando Harry llegó a Lofitraw Place, se sentía capaz de todo, incluso de conjurar el complicado alergus. Kingsley al ver en Harry una sobrada y distinguida felicidad, le dijo:

-¡Que bien! ¡El hechizo si te ves capaz de hacerlo funciona muy bien! Claro, siendo de quien-tu-sabes, no se podría esperar de otra forma, ya que el se creía capaz de todo.

Llegaron a la sala y allí ya se encontraban unos veinte jarrones ordenados en hileras frente a la puerta, de manera que Harry supuso que tendría que ir rompiendo cada uno de los jarrones.

-Harry, no te voy a pedir que los rompas todos, aunque eres un buen mago, no creo que los puedas romper. Pero quiero que esta noche por lo menos rompas cuatro o cinco. – Decía Kingsley, haciendo aparecer la ya habitual mesa y las dos sillas, una frente a la otra, separadas por la mesa - ¿Te crees capaz de hacerlo?
-Hoy, Kingsley, me siento capaz de todo – dijo con una enorme sonrisa.
-¡Eso es fantástico! Bien, Harry, bien.

Y sin más, Harry, esperanzado, gritó apuntando con la varita al primer jarrón de la derecha:

-¡Alergus!

Y, por fin, un haz de luz azul salió de la varita de Harry, con fuerza y con un glamoroso brillo. Finalmente chocó contra el jarrón y le destruyó en mil pedazos, formando, a consecuencia de esto, una nube de humo, que a Harry le recordaron mucho los polvos peruanos.

Ese día se fue a Grimmauld Place contentísimo. Los rompió todos… incluso le salió de forma no verbal, y aun recordaba las palabras que le había dicho Kingsley: "¡Ya verás que contento se pone Dumbledore!". Pero esto a la misma vez era muy preocupante, por que eso demostraba que Voldemort cuando lo intentó matar le transmitió poderes, pues era Voldemort el único que había pronunciado el hechizo de forma no verbal, ni siquiera Dumbledore lo había conseguido.

Cuando llegó a Grimmauld Place lo esperaba Hermione sonriendo, que se le lanzó encima cubriéndole la cara de besos. Harry había estado manteniendo informados a Ron, Ginny y Hermione de las clases, por supuesto, y también les había contado lo del bosque, lo del hechizo alergus, esa noche le contó a Hermione lo de que lo había logrado conjurar, incluso de forma no verbal.

-No se, Harry, yo no digo que me parezca raro que lo hayas hecho, pero… como mínimo, es extraño.
-Si, eso pienso yo… y ahora recuerdo porque me enamoré de ti – y dijo sonriendo y le dio un beso.

Después Harry oyó… oyó… lo que parecía un fénix. Enseguida se separó de Hermione y ambos salieron de la casa, y vieron al hermoso fénix allí. Fawkes estaba planeando con su cuerpo rojo y su dorada cola, y le entregó una carta a Harry, instantes después, el fénix emprendió el vuelo y desapareció volando.

Hermione y Harry entraron en la casa, y Harry leyó en voz alta:

Querido Harry:

Espero que estés bien y que tus clases vayan bien (me alegro de que hayas podido hacer el hechizo de forma no verbal, esto demuestra que estás a mi altura). Bueno, fue muy útil que me prestaras a Kreacher, he averiguado la forma en que Regulus cogió el Horcrux, y solo digo que fue muy inteligente, incluso me sorprendió, ya que yo siempre lo había considerado un mago mediocre. Lo tengo, lo tengo en mis manos. Y quiero que antes de que lo destruya vengas a verlo, y te cuento la historia de Regulus. Mañana a primera hora te quiero en Hogwarts. Ah! Y tranquilo, lo que digo en esta carta no lo interceptará nadie, si es lo que temes, porque Fawkes nunca me ha fallado a un envío…

Mis mejores deseos,

Albus Dumbledore

Los dos muchachos sonrieron, menos mal que lo que hizo Dumbledore en la cueva había servido de algo… Voldemort pronto sería un poco más débil. ¿Y como lo habría encontrado? ¿Acaso…? ¿Acaso…? ¿Habría encontrado a Regulus Arcturus Black? Con esta duda se durmieron, Harry estaba esperando el encuentro con Dumbledore con ansias…

Harry tocó la puerta del despacho de McGonagall. Ya había dicho la contraseña ("Caramelos de electricidad") a la gárgola que abajo había de estatua. Era muy pronto, incluso no se había topado con nadie cuando fue a Hogwarts, los pasillos estaban desiertos, por que hacía poco que había amanecido.

La profesora McGonagall abrió la puerta y, sorprendida, por la hora a la que Harry había llegado, lo hizo pasar y dijo con voz entrecortada, antes de que Harry entrara:

-Me voy Albus, os dejo a solas para que habléis, luego vuelvo más tarde.

Harry entró en el despacho y lo recorrió con la mirada, desde Dumbledore, con la mano más ennegrecida que nunca, hasta un pequeño guardapelo que había en la mesa de este, con una gran "S".

-Excelente – dijo Harry, con picardía y con una sonrisa.
-Siéntate, harry – dijo Dumbledore, muy sonriente, y también muy contento, por lo que Harry pudo distinguir.

Harry se sentó, y como vio que Dumbledore no hablaba, este tomó la iniciativa:

-¿Quería verme profesor?
-Si, Harry, bueno, quiero que sepas que ya he enviado tu elfo doméstico a la Madriguera – dijo Dumbledore, con una entrecortada pausa – Regulus fue muy inteligente, incluso más de lo que predije, la verdad, siempre había sido un mago mediocre, y sin ningún talento especial.

Se puso a pasear por su antiguo despacho, reparando en el pensadero.

-¿Prefieres verlo tu mismo? – dijo Dumbledore, poniendo el pesado pensadero encima de su mesa con la varita – Le he extraído el recuerdo a Kreacher, creo que lo encontrarás rico en detalles, yo ya lo he inspeccionado.
-Está bien – dijo Harry, asintiendo con la cabeza.

Dumbledore sacó una botellita que contenía una substancia plateada, no era líquida, pero tampoco se podía decir que era gas. El antiguo director vació su contenido en el pensadero, donde se arremolinó y brillo tenuemente.

-Después de ti –dijo Dumbledore, señalando la vasija.

Harry se inclinó hacia delante, tomó aire, y metió la cabeza en la sustancia plateada. Sintió que sus pies dejaban el suelo de la oficina; se estaba cayendo, cayendo a través de una oscuridad arremolinada y después, bastante súbitamente, estaba parpadeando por la deslumbrante oscuridad de una cueva. Antes de que sus ojos se hubieran acostumbrado, Dumbledore aterrizó junto a él.

Vieron a un muchacho con el pelo negro, bastante atractivo, y ojos grises, de estatura mediana, seguido de un aterrizado elfo doméstico, vestido con trapos sucios.

Regulus se acercó a la pared de la cueva y la acaricio con sus dedos, murmurando palabras en una lengua extraña que Harry no entendió, y que había oído murmurar a Dumbledore el año pasado. Se fijó en Dumbledore, y vio que estaba sonriendo. Kreacher parecía nervioso, no por lo que estaban haciendo, sino por si los descubrían. Regulus caminó dos veces alrededor de la cueva, tocando la mayor cantidad de roca espera que podía, deteniéndose ocasionalmente, pasando sus dedos atrás y adelante sobre algún lugar en particular, hasta que finalmente se detuvo, presionando completamente su mano contra la pared.

-Aquí,- dijo. –Entraremos por aquí, la entrada esta oculta.

Regulus se alejó de la pared de la cueva y señaló la roca con su varita. Por un momento, apareció un contorno arqueado, resplandeciendo como si una poderosa luz blanca se encontrada detrás de la grieta.

-¿Cómo se habré amo? – dijo el elfo doméstico – Oh! ¿Qué diría su querida madre si viera lo que está haciendo? ¡El amo es malo, muy malo!
-Cállate, Kreacher – ordenó Regulus, pensando – necesito concentración. Pero ¿Cómo…? – de pronto pareció que había descubierto algo, por que se le hizo una sonrisa en los labios - ¡Claro! ¡La sangre…!

De repente escarbó en uno de sus bolsillos y sacó la navaja que Sirius le había regalado a Harry en navidad, cuando cursaba el cuarto curso.

Se hizo un corte. Kreacher exclamó alarmado, una gota de sangre tocó la piedra, y Regulus se curó el corte con la varita El ardiente contorno de plata de un arco apareció una vez más, y esta vez no se fue. La piedra salpicada con sangre en ella simplemente desapareció, dejando una entrada en lo que parecía una total oscuridad.

-Después de mi, creo.- dijo Regulus, y caminó a través del arco con Kreacher en sus talones, encendiendo su varita mientras se iba.
-Bueno Harry, deberemos volver a cruzar el arco – dijo Dumbledore, y los dos siguieron al elfo y Regulus.

Una vista misteriosa se reveló ante sus ojos: Estaban parados en la orilla de un gran lago, tan grande que Harry no pudo ver la otra orilla, en una caverna tan alta, que el techo quedaba fuera de su vista. Una luz tenue y verdosa brilló a lo lejos en lo que parecía la mitad del lago; reflejada en sin ningún movimiento en el agua debajo de ella. El resplandor verdoso y la luz de las cuatro varitas eran las únicas cosas que rompían la oscuridad, aun que sus rayos no penetraron tanto como Harry esperaba. La oscuridad era de alguna manera más densa que la oscuridad normal.

Regulus y Kreacher se pusieron en camino por la orilla del lago, y Harry y Dumbledore los siguieron de cerca. Sus pasos hacían eco, y sonidos como de palmadas en el estrecho borde de roca que rodeaba al agua. Caminaron y caminaron, pero la vista no varió; a un lado de ellos, la áspera pared de la caverna, al otro, la extensión ilimitada de oscuridad lisa y vidriosa, junto en la mitad de la cual se encontraba el misterioso brillo verde. Harry encontró en lugar y el silencio opresivos, estresantes.

Regulus se puso a buscar desesperado algo invisible con las manos, mientras murmuraba:

-No puede ser, él dijo que estaba aquí…

Y de pronto puso cara de querer decir… ¡Eureka! Y encontró lo que parecía una cuerda, tiró de ella, y salió un bote muy pequeño. Regulus y Kreacher, sin tocar el agua, subieron, y esta empezó a ondularse.

-Veo que no tuvieron la magnífica idea de hacer un hechizo convocador – dijo Dumbledore sonriendo, y haciendo con la varita una barca amplia.

Harry y Dumbledore subieron en ella y empezaron a seguir a Regulus y Kreacher.

-¿Entiendes por que pudieron subir a la barca? – dijo Dumbledore, aun faltaba mucho para llegar a la pequeña isla. Solo iban dos metros detrás de Regulus.
-No – dijo Harry, era verdad, no lo entendía.
-Bueno – dijo Dumbledore, en forma de explicación – nosotros pudimos ir porque tú no pesabas nada mágicamente, un grave error de Voldemort. Al igual que los elfos domésticos, estos tampoco pesan nada mágicamente, otro error de Voldemort. Por lo que me dijo Kreacher, Regulus lo sabía, y estuvo tres días pensándolo, hasta que recurrió a él.

No había ningún otro sonido más que el susurro de la proa del bote deslizándose en el agua, se movía sin su ayuda, como si una cuerda invisible lo estuviera jalando hacia la luz que estaba en el centro. Pronto, no pudieron ver las paredes de la caverna, podrían haber estado en el mar, solo que no había olas.

Harry miró hacia abajo y vio el reflejo dorado de la luz de su varita brillando en el agua negra conforme iban avanzando. El bote iba dejando profundas ondas sobre la superficie de vidrio, grietas en el espejo negro.

Regulus también miró al agua, y exclamó un tanto decepcionado:

-Entonces si que es verdad que hay Inferi…

Kreacher con un repentino reflejo miró el agua y se asustó mucho al ver cuerpos flotando por allí, o buceando.

La isla era un espacio plano de piedra negro, en donde no había nada, excepto la fuente de aquella luz verdosa, la cuál se veía mucho más brillante de cerca. Harry entrecerró lo ojos, la luz provenía de una roca en forma de vasija como el pensadero, la cuál estaba colocada en lo alto de un pedestal. Regulus se acostó a la vasija, el elfo lo siguió Dumbledore también lo hizo, y Harry lo siguió. Uno al lado del otro, lo miraron. La vasija estaba llena de un líquido esmeralda emitiendo aquella luz fosforescentemente.

Harry se preguntó como no habían caído al agua, ya que estaban muy apretujados allí los cuatro, en ese trozo de piedra. Pero luego recordó que si estabas en la mente de alguien, no te podían oír, y podías atravesarlos.

Regulus realizó una mirada a la poción y lo comprendió todo.

-Kreacher, lo que te voy a decir es muy importante – Kreacher se quitó las manos de la cara y miró a su amo – tienes que obligarme a beberme toda la poción. – Kreacher lo miró nervioso – por mucho que te diga que no me gusta, por mucho que cambié mi actitud, tienes que hacer que me la beba toda, ¿esta bien? Pase lo que pase, me tienes que obligar a beberla.
-Pero... - dijo Kreacher, dudando – esta bien, si el amo me lo ordena – e hizo una exagerada reverencia.

Regulus asintió, y por arte de magia, hizo aparecer una copa con el símbolo de los Black. Regulus metió la copa y la llenó hasta el borde de la verde poción.

-Parece que Regulus no intentó hacer nada, lo primero que se le vino a la cabeza fue beber la poción, pero sin duda es porque sabía que tenía que beberla, porque se lo oyó decir a alguien – dijo Dumbledore, misterioso.
-¿A quien señor? – dijo Harry, viendo como Regulus tomaba la poción y cerraba fuertemente los ojos, con sus manos apoyadas en la vasija.
-Luego, Harry – dijo Dumbledore, observando con interés la escena.

Bebió tres veces más, y Regulus empezó a gritar de dolor, estaba en tierra ya, no había aguantado tanto como lo hizo Dumbledore. Harry se fijó en Kreacher y lo vio sonriendo, disfrutando… esto hizo que Harry odiara más aun a Kreacher, si esto podía ser.

Kreacher bajó la copa, llena ya, a los labios de Regulus, que enseguida parecía trastornado.

-No, no por favor buen elfo, déjeme, necesito un antídoto – decía Regulus, nervioso.
-Este es el antídoto, el amo tiene que beber – dijo Kreacher sonriendo y disfrutando, Regulus bebió la copa como si fuera un niño en el desierto muerto de sed.

De repente volvió a gritar y su voz retumbó por toda la cueva. Kreacher soltó una gran carcajada, estaba disfrutando nuevamente, y Regulus, mientras tanto lo estaba pasando muy mal…

Ya iba por la sexta, y Regulus tenía las pupilas casi en blanco, Kreacher cada dos por tres estaba riéndose a carcajadas emocionado.

La séptima, la octava, la novena…

Por fin llegó, en la número trece, Kreacher ya tocaba la copa con el fondo de la vasija, y ya se podía sacar un pequeño guardapelo con una "S".

-Agua – dijo Regulus, ya había vuelto en sí – ¡Kreacher agua!

Kreacher hizo una reverencia exagerada y con la copa tocó la negra agua, casi tan negra como la mano de Dumbledore.

-¡No! – gritó Regulus, desesperado.

Ya era demasiado tarde, unos cadáveres empezaron a salir de las negras aguas, y tenían un aspecto amenazante, parecía que se iban a comer todo lo que se encontraran por el medio, sin duda…

Dark Dumbledore X