Capítulo 13: Edgar Gaunt

-¿Qué pasa cariño? – preguntó Hermione desde arriba preocupada y asustada.
-No pasa nada, me he sorprendido, bajad, bajad – decía Harry desde abajo. Su voz tenía eco, pues parecía que era un lugar cerrado y oscuro, sin ventanas, porque desde donde estaban los chicos sólo se veía una sombría oscuridad.

Los chicos bajaron y todos encendieron su varita sin necesidad de pronunciar ninguna palabra (habían mejorado mucho en encantamientos no verbales, sobre todo Hermione, que todos los hechizos los hacía de forma no verbal) y también produjeron una sonora exclamación, pues no se veía nada, exceptuando a Harry con la varita encendida.

Harry se acercó a una pared y pudo visualizar un interruptor, y al encenderlo, una concentración de luz apareció en el techo, al centro.

De repente todo cambió. Anteriormente esa sala había parecido sombría y tenebrosa, pero al encender la luz vieron una gran sala llena de libros. Era como una biblioteca. Muy amplia, no se podía decir que era tan grande como la biblioteca de Hogwarts, pero Harry pensó que ambas podrían competir a capacidad de libros que contenían. Había también largas mesas y numerosas sillas. Todo en orden, muy limpio, y a Harry le pareció que los elfos domésticos habían trabajado día y noche para limpiar el lugar.

-Chicos – dijo Harry – vamos a reunirnos en nuestra sala de reuniones, quiero tener, antes de irme, unas cuantas palabras con vosotros.

En cinco minutos ya estaban los seis muchachos en la sala de reuniones, todos sentados y mirando atentamente a Harry, que comprendió que era hora de hablar.

-Esta noche – relató Harry, recordando que tenía clase con Tonks – yo tengo que ir a Lofitraw Place. Así que, por primera vez, os pondré deberes.

Nadie dijo nada, así que Harry prosiguió.

-Tendréis que buscar, entre todos los libros, el diario de Regulus Arcturus Black, ya sabéis, el famoso R.A.B. ¿Vale? – los chicos asintieron.
-Pero Harry, la biblioteca se ha vuelto a cerrar – dijo Ginny - ¿Cómo accedemos a ella?
-Esa es una buena pregunta – respondió Harry, con serenidad – Tenéis que decirle al tapiz la frase familiar de los Black, que es "Siempre puro".
-¡Me imaginaba que sería algo así! – jadeó Hermione, triunfante y sonriendo.

Harry no se apareció fuera de la casa, sino que directamente lo hizo dentro, y se arrepintió muchísimo. Allí estaban Lupin y Tonks, unidos en un largo y prolongado beso, y Harry carraspeó, para que se dieran cuenta de su presencia. Éstos miraron a Harry con picardía y vergüenza, pero no dijeron nada.

Harry y Tonks pasaron por la ya conocida habitación oscura de la casa, que estaba iluminada única y exclusivamente por un candelabro de oro macizo. Harry muchas veces se había preguntado que había en esa habitación, pero nunca había sido tanta su curiosidad para preguntarle a alguien sobre ella. Ya era la cuarta vez que pasaba por allí, por la habitación oscura iluminada por el candelabro.

Después pasaron por unos cuantos pasillos y llegaron a la sala amplia y grande, donde se entrenaba Harry siempre que iba allí.

Tonks hizo la ya familiar mesa con la varita, después dos sillas a cada lado de la mesa. Tonks se sentó en una parte y Harry en la otra.

-Bueno, Harry, como ya sabrás, la Oclumancia es la magia que te defiende de la Legermancia, que ésta, a su vez, es la que intenta averiguar que piensa cada persona – explicaba Tonks, levantándose – Vale, vamos a empezar. Harry levántate y ponte en frente mío – añadió Tonks, sacando la varita de los bolsillos traseros de su pantalón vaquero.

Harry se levantó también. Como Tonks, sacó también la varita y se puso a una distancia considerable de su "profesora".

-Tienes que poner la mente en blanco, Harry – decía Tonks – no pensar en nada, esa es la clave de la Oclumancia, y yo intentaré penetrar en tu mente mediante un hechizo. Si tienes la mente en blanco, no veré nada, pero si no lo estás haciendo correctamente, veré recuerdos de tu vida ¿Vale?
-Vale – contestó el muchacho con seguridad y firmeza.
-Bueno, prepárate – dijo Tonks.

Harry cerró los ojos, e intentó poner su mente un blanco, una tarea algo difícil de conseguir. En ese mismo instante, le venía a la mente un recuerdo que había pasado con Hermione realmente feliz, en la cocina del número doce de Grimmauld Place.

-Venga allá voy – se preparó, y murmuró con voz queda: – ¡Legeremens!

Harry intentó poner su mente en blanco una vez más, pero no pudo. En su mente se veía un pequeño chico de pelo negro azabache llorando, y su primo dándole patadas en el trasero; luego se veía a Hagrid con la barba quemada, obra de Norberto; luego a Ron vomitando babosas en el entrenamiento de Quidditch; después a el besándose con Ginny delante de toda la sal común de Gryffindor; después vio a Dumbledore cayendo de la torre de astronomía, con la marca tenebrosa conjurada en el cielo de la torre de astronomía…

-¡NO! – exclamó Harry, segundos después, arrodillado frente a Tonks y con un terrible dolor de cabeza.
-Lo siento, Harry – dijo Tonks, ayudándolo a levantarse – no paré antes porque creí que serías capaz de contrarrestar el hechizo, pero ya veo que Snape no hizo un buen trabajo.
-Por supuesto que no – dijo Harry, reincorporándose a su posición anterior.

Estuvieron toda la noche practicando, igual, sin ningún avance. Harry no consiguió hacer nada. Tonks le dijo a Harry que practicara por las noches, y Harry, dando la clase por finalizada, se apareció en el número doce de Grimmauld Place.

Allí lo esperaban ya Ron, Hermione, Ginny, Neville y Luna, para que les contara todo lo que había hecho esa noche; y a su vez, Harry les preguntaría si habían encontrado el diario de Regulus.

Harry les contó todo lo que había hecho esa noche, y estos le contaron que no habían podido encontrar el diario de Regulus, así que el muchacho (muy cansado) se fue a la cama a dormir, abatido, y con un terrible dolor de cabeza.

Un fénix lo esperaba al levantarse. Cuando Harry se había levantado, casi se muere del susto que le había producido Fawkes, ya que era muy raro que estuviera delante de él. Fawkes le tendió una carta a Harry, que la leyó con interés. Dentro estaba la letra pulcra y estilizada de Dumbledore, esa letra era de alguien muy majestuoso:

Querido Harry:

No te dije que días teníamos que hacer las clases de Legermancia, pero he decidido que todos los sábados, antes de que tu tengas las clases con Aberforth y Minerva. Pero hoy quiero que vengas YA, porque no haremos Legermancia, pero te tengo que presentar a alguien que supongo que te gustaría conocer. Te dejo con esa duda.

Un saludo,

Albus Dumbledore

Harry se despidió de sus amigos y se apareció en Las Tres Escobas. De allí a Hogwarts, y una vez estuvo entrando por las puertas de roble, subió la escalera de mármol y se dirigió al tercer piso, donde, para suerte de Harry, la gárgola ya estaba abierta, dejando paso a unas escaleras. Harry tocó la puerta de McGonagall y su voz jadeante le dio permiso para pasar. Allí estaba Dumbledore. Y la profesora McGonagall salió dejando a los dos hombres solos.

-Siéntate, Harry – indicó el anciano con amabilidad.

Harry se sentó, esperando a que el director hablara.

-Tengo una noticia buena, otra mala, y otra normal, que no sé como la aceptarás.
-Pues… - Harry estaba un poco sorprendido – empiece por la mala, señor.
-Voldemort sabe que vamos tras los Horcruxes – dijo Dumbledore, con indiferencia.
-Eso ya lo sabía – dijo Harry, era verdad. Lo descubrió la noche en que Voldemort cambió el Horcrux que había en la copa de Huffelpuff de lugar - ¿Y… la buena?
-Estoy tras la pista de un Horcrux.

-¿¡Qué? – dijo Harry, emocionado y sonriendo – esas son excelentes noticias señor.
-Me veo que lo mires así muchacho – dijo Dumbledore sonriendo con elegancia.
-¡Que bien! ¿Y dónde cree…? – dijo Harry, pero Dumbledore levantó su negra mano indicándole que no fuera interrumpido, y Harry obedeció.
-Harry, nada es seguro, ya sabes que mis suposiciones van bien encaminadas, pero no sé si será un Horcrux. Sabes que no puedo aparecerme por ahí como si tal, porque se supone que estoy muerto, pero salí y fui al orfanato, y tengo fuertes sospechas de que allí pueda haber un Horcrux. Pero no es eso para lo que te he llamado.

Harry se sorprendió.

-¿A no? – dijo Harry, y entonces recordó que Dumbledore le acababa de decir que había otra noticia, que no sabía como se la tomaría - ¿Es la noticia esa que no es ni buena ni mala? – dijo Harry viendo como el anciano asentía con la cabeza.
-Te voy a presentar a alguien – dijo Dumbledore – ésa era la noticia… así que… ¡Edgar! Pasa por favor…

Un hombre de no más de veinte años entró en el despacho. Era muy apuesto, tenía el pelo de un color tan negro como el azabache (parecido al de Harry), y unos bonitos y seductores ojos marrones. De estatura media y cuerpo musculoso, se sentó en una silla que el propio Dumbledore había hecho aparecer con un movimiento de su varita.

-Bueno, Harry, éste es – dijo Dumbledore con una pausa, luego añadió con voz áspera y seca: – Edgar Gaunt.

Harry abrió la boca y los ojos muy bien abiertos, sorprendido. No daba crédito a lo que estaba oyendo… ¿Edgar Gaunt? ¿Qué tenía que ver ese chico con la familia Gaunt?

-No puede ser… – dijo Harry, levantándose de la silla y echándose hacia atrás hasta tocar con el duro muro de piedra del despacho – Eso… es…. Imposible.
-Harry – dijo Edgar Gaunt. Tenía la voz potente y grave – al fin te conozco… responderé a todas tus preguntas, para que todo quede claro entre nosotros – añadió, mientras Dumbledore a su espalda asentía con la cabeza, aunque sin su característica sonrisa, más bien estaba serio.
-¿Qué diablos tienes que ver con Voldemort? – asustado, y comenzándose a enfadar con Dumbledore.
-Yo… Bueno – parecía avergonzado de sus orígenes – yo soy… su primo – concluyó Edgar.
-¡NO! – Exclamó Harry, jadeante - ¡No me lo puedo creer! ¡El primo del enemigo, y usted lo trae aquí Dumbledore! No… No es posible… - estaba negándolo todo con la cabeza, y lo último se lo había dicho a Dumbledore, señalándolo con el dedo amenazadoramente.

Hubo un prolongado silencio, solo interrumpido por la acelerada respiración de Harry, allí apoyado en el duro muro de piedra.

-¿Hijo de Morfin Gaunt? – dijo Harry, pues si era primo de Voldemort solo había esa posibilidad.
-Si – dijo Edgar, mirando a Harry con tono despreocupado.
-¿Y para que me lo presentas? – le preguntó Harry a Dumbledore –Yo ni quiero ni tengo que conocerlo… no tengo que ver nada con este señor – estaba siendo muy grosero con Edgar Gaunt, pero no le importó.
-Harry… – dijo Dumbledore, parecía que quería decirle eso desde hacía mucho tiempo – Edgar… ¡Es tu primo!
-¿¡Qué? – Exclamó Harry – es imposible, yo no tengo familia viva, aparte de los Dursley, y no creo que ellos… ¡Usted me lo dijo! – Le dijo Harry a Dumbledore – ¡Usted dijo que la única familia viva que tenía eran los Dursley!
-Te mentí – dijo Dumbledore, mirándolo fijamente a los ojos, con seriedad.

Harry cayó arrodillado y con las manos en tierra. Y notó que su respeto a Dumbledore se iba convirtiendo poco a poco en odio…

-Me mentiste – dijo Harry, se levantó y encaró Dumbledore con coraje, pero estaba llorando, las lágrimas salían de sus ojos – me obligaste a vivir diecisiete espantosos años con los Dursley pudiendo vivir con otra familia… ¡No tienes perdón, Albus Dumbledore! ¡Te odio!

Harry se dispuso a salir del despacho con furia, pero la puerta, desgraciadamente, estaba cerrada. Harry sabía que Dumbledore la había cerrado para que Harry no pudiera salir de allí.

-¡Abre! – gritó Harry.
-No – dijo Dumbledore con calma.
-¡Abre! – volvió a gritar Harry.
-No hasta que me escuches, Harry – dijo Dumbledore calmado (esta conversación le resultaba a Harry parecida a la que mantuvo con Dumbledore al final de su quinto curso, cuando murió su padrino).
-¡No tiene nada más que decirme! – dijo Harry con terquedad.
-¿¡Qué querías que te dijera? – Estalló Dumbledore, levantándose y dirigiéndose hacia Harry - ¿¡Qué tu tía era una mortígrafa? ¿Eso es lo que querías saber? ¡Pues ya lo sabes, Harry! – dijo Dumbledore. Estaba fuera de sí, Harry nunca había visto a Dumbledore de esa forma, siempre había mantenido conversaciones calmadas. Hasta Edgar Gaunt parecía intimidado.
-No-no lo sabía – dijo Harry, sentándose y arrepentido de todas las barbaridades que había dicho.

Pero Dumbledore estaba mucho más arrepentido que Harry, se veía que estaba sufriendo.

-Perdona Harry, no debí de decírtelo así – dijo Dumbledore, ya con voz calmada, sin alterarse – espero que me perdones, por favor.
-Por supuesto señor – dijo Harry - ¿Y podría preguntar que tiene que ver la madre de Edgar, conmigo? – Dijo Harry – ¿Era mi tía, señor?
-Si, Harry – dijo Dumbledore – tu abuelo, Charlus Potter (fue gran amigo mío) tenía un solo hijo, ese era tu padre James. Pero Charlus, tenía una hermana, y su hermana, tuvo una hija, llamada Selene Fines.
-Mi madre – prosiguió Edgar, levantándose de la silla y poniéndose a pasear por el despacho – la prima de James Potter. Si, en Hogwarts se veían, pero nunca se habían llevado muy bien. Mi madre fue elegida para Slytherin ¿Sabes? – dijo Edgar, dirigiéndose ahora hacia su primo.
-No, no lo sabía – dijo Harry, ya más educado – continua por favor.
-Pues cuando salió de Hogwarts, se unió a los mortígrafos. Allí, cada vez era más importante, hasta que llegó a ser el brazo derecho de Voldemort. Luego la pillaron haciendo un trabajo para su amo, y la llevaron a Azkaban. Allí conoció al tío de su señor, Morfin Gaunt. Este la maltrataba y abusaba de ella sexualmente. Hasta que un día la violó, y quedó embarazada. Los prisioneros de Azkaban la dejaron salir por esto, y ella acudió a la única persona que la podía ayudar, ese era mi padrino, Albus Dumbledore.
-Nunca me dijiste que tenías a un ahijado – dijo Harry a Dumbledore.
-Ya y tampoco te dije que tenías familia – dijo Dumbledore – Edgar por favor, sigue.
-Bueno, pues mi madre acudió a mi señor, y éste; un acto de bondad por su parte; la acogió con los brazos abiertos pese a ser el brazo derecho de Voldemort, y le dio un hogar, eso nunca lo olvidaré, lo que mi señor hizo por mí – añadió Edgar mirando a Albus.
-¿Tu señor? – dijo Harry.
-Él es mi señor – dijo Edgar mirando a Dumbledore – amo a mi señor. Trabajo para él, hago todo lo que me diga, y siempre seré su leal siervo.
-Sabes, Edgar, que te dije que no me llames "mi señor", como si yo fuera tu dueño, quiero que me digas Albus, y ya está. Y quiero que sepas que no eres mi siervo, y no tienes porque hacer todo lo que yo te diga. Eso solo lo hacen todos los tiranos como Voldemort. Pero bueno, continua – dijo Dumbledore felizmente y sonriendo, estaba muy orgulloso de Edgar, y no le gustaba que Edgar para referirse a él, lo llamara "mi señor".
-Bueno, pues Albus, la acogió, y ella me dio a luz. Estaba muy débil, pero mi madre sobrevivió. Y años después, la muy asquerosa mortígrafa, traicionó a mi padrino, y se volvió a unir a Voldemort, renunciando a mí, y diciendo que no quería saber nada más de mi, y a poder ser, que me muriera. Pero enseguida que volvió a unirse a Voldemort, este cayó. Tú acabaste con él, mi madre, unida a la desesperación, se suicidó.

Harry contempló al muchacho. Tenía las lágrimas a punto de salirles por los ojos, pero no lloró, mostrando fortaleza.

-¿Y tu que hiciste? – dijo Harry, interesado con la historia, que era muy triste.
-Él – dijo Dumbledore, contestando a Harry – se quedó a vivir en Hogwarts, conmigo. Nadie sabía nada de su existencia, excepto yo. Fui su maestro, le enseñé todo lo que sabía, todo. Y tengo que decirte, Harry, que es el mejor mago que verás en tu vida, mucho más que yo.
-No es verdad, padrino – dijo Edgar sonriendo – fuiste mi maestro, pero nunca llegaré a superarte.

Harry estaba muy arrepentido. De todo lo que le había dicho a su primo. Y se disculpó, por supuesto.

-Siento mucho lo que te he dicho antes, Edgar – dijo Harry sin mirarlo – de veras. Tú no tienes la culpa de nada, ni de ser hijo de quien eres.
-Me siento muy alabado, Harry – dijo Edgar, sonriendo - ¿Sabes? Siempre quise conocerte… te pareces mucho a tu padre, excepto los ojos…
-Los ojos de mi madre – dijo Harry, harto de que le dijeran eso – lo sé.
-Para que no dudes de mi lealtad, Harry – dijo Edgar – te diré que estoy de parte de la Orden, incluso ya he hecho algunas misiones, que mi padrino me mandó. Una de ellas será ayudarte en la búsqueda de Horcruxes, para que tu no soportes toda la carga. Odio a mi padre, y aún más a mi madre, y voy a ayudarte a matar a Voldemort, semejante gusano no debe de quedar vivo.

Harry sonrió, y después, sin previo aviso, se levantaron, y se abrazaron.

Harry sintió la caliente temperatura que despojaba Edgar, y se sintió muy bien estando en sus brazos, al igual que Edgar, que también se sentía muy reconfortado en los brazos de su primo Harry.

Por fin, Harry Potter acababa de encontrar a la verdadera familia, a la que sin duda, nunca lo abandonaría, y siempre estarían juntos en la difícil, pero necesaria, lucha contra lord Voldemort.

Dark Dumbledore X