Capítulo 17: El secreto de Lily Potter
Nadie dijo nada. Harry se imaginó que no sabían como reaccionar, porque él siempre había odiado a los Dursley, y para nadie era un secreto… pero ahora… estaba en todo lo contrario. A pesar de lo que hicieron… lo acogieron, y eso era algo que Harry no podía olvidar, así que sin esperar que nadie dijera nada, se apareció a tres calles de Privet Drive.
No lo podía creer, no aún. ¿Por qué alguien habría querido matar a los Dursley? ¿Por qué precisamente ellos? Harry aún sostenía el pergamino en su mano, y antes de dirigirse a Privet Drive, recostó en una esquina y la leyó de nuevo:
Señor Potter:
Lamentamos tener que darle esta amarga noticia, pero se ha producido un acto tenebroso que se relaciona con usted. Sus tíos Vernon Dursley y Petunia Dursley, han muerto asesinados, al igual que su primo, Dudley Dursley, también asesinado. Por favor, no queríamos molestarlo en estas navidades, pero si tiene usted la amabilidad, acuda a la casa, donde estamos algunos aurores hablando con la policía muggle, sobre el atentado, pues a éstos les parece rara la forma en la que han muerto, y dicen que eso no es un asesinato. Le esperamos.
Le acompaño en el sentimiento Potter,
Frank
Longbottom
Auror
readmitido.
Harry tenía curiosidad por conocer a Frank Longbottom, por que hablaban muy bien de él. Pero eso no era lo que le preocupaba ahora… sino quien había hecho tal brutalidad. ¿Quién odiaba a los Dursley tanto como él mismo?
Harry llegó a Privet Drive. La verdad se sorprendió a sí mismo. Nunca esperaba volver a ese lugar, ni tampoco en las condiciones que lo hacía ahora. Nunca habría querido volver a ir… pero no tenía más remedio.
La
policía muggle abarrotaba la calle. Sus coches de patrulla
estaban obstruyendo el paso, pero Harry se las arregló para
poder pasar entre la barricada que hacían los coches. También
había algunos vecinos curiosos… casi tan curiosos como tía
Petunia… a Harry se le revolcó el estómago al pensar
en ese nombre. También vio a muchas personas con largas
túnicas de magos, y Harry pensó que eran los aurores, y
pudo vislumbrar que estaba en lo cierto, porque un hombre al que
reconoció como Frank Longbottom (aún se acordaba de
haberlo visto en el hospital San Mungo) se le acercó con
rapidez.
-Potter,
lo siento…
-Quiero
verlos – dijo Harry, tajantemente.
-Claro,
claro, acompáñeme – dijo el señor Longbottom,
muy comprensible.
Condujo a Harry volteando a toda la gente que se encontraba por el medio, y arrancando miradas curiosas, pues los vecinos creían que Harry se había fugado de casa.
Entraron en el número cuatro, esquivando a aurores (a Harry le sorprendió ver que dentro de la casa no había policía muggle) y los vio… ahí… en el comedor… tirados en el suelo y con la cara llena de miedo.
Harry estaba triste, y se sentó en un parque cerca de Privet Drive en el que solía sentarse. Le sorprendió saber por que no le había sorprendido la llegada de Arabella Figg. La vecina de los Dursleys y una loca amante de los gatos, aunque Harry descubrió el año pasado que era squib.
-Harry, lo siento mucho, de veras… - dijo la señora Figg – Toma, es de los Dursley. Bueno, más bien de Petunia, me dijo que si les pasaba algo que te lo diera – y le tendió un sobre perfectamente cerrado.
La señora Figg se marchó dejando a Harry apoyado en el columpio. Harry, algo temeroso, sacó el papel que había dentro del sobre, y lo leyó varias veces:
Querido Harry:
Hola, Harry. Supongo que cuando leas estaremos muertos. Dumbledore nos advirtió de esto, por eso he querido escribirte. Hay tantas cosas que quiero decirte… bueno, espero ser breve. Yo… te quiero, y mucho, como también quería a mi hermana. Se que me porté muy mal contigo, es por eso que estoy escribiendo esta carta… perdóname, perdóname por estos años que te he obligado a vivir. Bueno, como te he dicho quiero ser breve, y prefiero que esta persona te cuente todo lo que quieras saber, ya que lo sabe todo… ve al número diez de Jupive, está en Manchester. Recuerda, el número diez…
Siempre te he querido,
Petunia Dursley
Entonces Harry comprendió a Hagrid. El papel que Harry sostenía en la mano, se había llenado de lágrimas, y estaba húmedas, como había hecho Hagrid varias veces.
Al fin y al cabo… su tía lo quería, y eso era en ese momento lo más importante para él. Solo fingía no quererlo por tío Vernon, pero estas muertes, le habían dado a Harry mucha fuerza interior para seguir con la batalla contra Voldemort.
Pero sin pensarlo dos veces, se fue a Grimmauld Place. Como había esperado, nadie se encontraba allí. Así que cogió la Saeta de Fuego, y se puso en dirección a Manchester. La verdad, no sabía donde estaba exactamente, pero su instinto le indicaba que debía ir hacia el este. Estuvo unas cuantas horas de vuelo, era como si alguien le estuviera indicando el camino. Era muy extraño, pero Harry tenía cosas más importantes que hacer que pensar en eso.
Llegó a Manchester. Por allí vagó unas horas, y ya había amanecido. Harry no tenía sueño, aun no… tenía que averiguar quien era esa persona que lo podía ayudar.
Llegó al centro de Manchester. Por ahí ya había personas que iban por la calle, haciendo compras… etc.
Al final la encontró, la calle Jupive, en un barrio algo marginado de Manchester.
Comenzó a buscar los números. El número sesenta y dos, el sesenta, el cincuenta y ocho…
Hasta que llegó al número diez. La verdad, era una casa muy bonita, y extraña a la vez. Pero Harry, dio dos fuertes y secos golpes.
Nadie contestó, pero luego, un hombre muy viejo, más incluso que Dumbledore, mucho más, abrió la puerta. No tenía pelo, y tenía unas gafas. Era muy bajito, y caminaba con dificultad. Este se sorprendió mucho al ver a Harry, pro algo esperanzado, preguntó:
-¿Quién
eres?
-Yo…
soy Harry, Harry Potter – dijo Harry haciendo que el viejo hombre
abriera tanto los ojos que parecía que estaba loco.
-¿Ha-Harry
Potter? – dijo el señor, quitándose de la puerta.
Harry esto lo interpretó con un "Pasa", y así que entró en la casa. El hombre cerró la puerta y con un dificultoso paso, indicó a Harry que lo siguiera.
Pasaron por el pasillo, y llegaron a una agradable y pequeña sala de estar. Con dos butacas, una televisión, y una mesita pequeña, que parecía buen un lugar para dejar las bebidas.
Con un gesto en la mano, el señor indicó a Harry que se sentara en la butaca, y Harry, obedeció con rapidez.
-¿Puedo
saber quien le envía, señor Potter? – dijo el señor,
aunque ya esperaba saber la respuesta, por la forma en que miraba a
Harry Potter.
-Petunia
Dursley, señor – dijo Harry con respeto - ¿La conoce?
-¿Qué
si la conozco? – Dijo el señor, con impaciencia en la voz –
si la conozco, ¿Ha pasado algo con ella?
A Harry se le heló la sangre, no había pensado en eso. No sabía si el hombre se había enterado de la muerte de su tía, pero por si acaso, Harry lo dijo:
-Bueno, es que verá, Petunia Dursley… ha muerto.
Parecía que ya lo sabía, más que nada por la forma en la que actuó, por que miró hacia abajo con pesar y luego volvió a levantar la vista hacia Harry.
-Lo
sé, Harry – dijo el hombre – Arabella Figg me lo dijo.
-¿Conoce
a la señora Figg? – Dijo Harry con curiosidad - ¿Puedo
saber quien es usted?
-Conozco
ha Arabella Figg, más de lo que tú y ella pensáis
– dijo el hombre – mi nombre es Mark Evans, y sí, Harry,
soy tu abuelo.
Harry miró al hombre, petrificado. ¿Su... abuelo? ¿Más familia? Harry notó que se alegraba un poco interiormente, pero luego su mirada se hizo fría y dura.
-¡Nadie me dijo que tenía familia viva! – Dijo Harry, con recriminación - ¿Por qué nadie me dijo que yo tenía un abuelo?
Mark Evans lo miró con lástima, y lo que parecía que estuviera orgulloso de Harry.
-Nadie,
excepto Petunia y Arabella Figg, sabían que estaba vivo –
dijo Mark – yo conozco a Dumbledore, muy bien, incluso lo conozco
más que él mismo se conoce… ¿Sabes? Fui su
profesor en Hogwarts…
-¿¡Qué?
– Dijo Harry, levantado por lo que Mark había dicho –
pero… si me dijeron que mi madre era hija de muggles… es
imposible…
-Lo
sabe muy poca gente, que yo soy el padre de Lily Evans. Creo que
aparte de la familia, solo lo sabe Dumbledore, ni siquiera Slughorn
se dio cuenta… iba al mismo curso de Dumbledore, me refiero a
Slughorn – dijo Mark, viendo que Harry no comprendía.
Harry se dejó caer en el sillón, abatido, y sintiendo que su rabia hacia Dumbledore se hacía notar más y más.
-¿Por
qué Dumbledore nunca me dijo nada? – dijo Harry, todavía
sin confiar en ese hombre.
-Porque
Dumbledore no sabe que estoy vivo – dijo Mark, con resignación.
-¿A
no? – dijo Harry, sorprendido y tranquilizándose.
Mark
se levantó y se dispuso a pasearse por la habitación.
Después, se aclaró la garganta, y parecía que se
disponía a hablar.
-Todo
ocurrió en el primer año de Dumbledore, cuando el mago
tenebroso, Grindelwald, consiguió el poder.
Harry lo escuchaba. Recordaba haber leído algo de Grindelwald en el cromo de brujas y magos de Dumbledore. Aun así, lo escuchaba atentamente.
-Él era casi como es Voldemort ahora. Pero nunca fue mejor que Voldemort. Pues atacó Hogwarts, pues quería matar al director, que en aquel entonces, era Phineas Nigellus.
Harry no sabía que Phineas Nigellus fuera director cuando Dumbledore estudió en Hogwarts, pero no dijo nada.
-Bueno, pues yo me interpuse y casi me mata. Perdí la memoria, y fui deambulando por las calles de Londres. Inexplicablemente, llegué a Manchester, y sangrando mucho, caí desplomado en medio de un parque. Luego, lo único que recordaba era que me había desmallado, y desperté en un hospital muggle. Estuve dos años…
-¿Dos años? – dijo Harry, sorprendido.
Marka asintió de forma energética con la cabeza, y siguió con su relato.
-Dos años allí, reposando y seguía sin recordar nada. Por supuesto, los médicos creían que tenía algún tipo de amnesia, pero eso no era así, lo que me había hecho Grindelwald era un encantamiento oblivizante, ya sabes, los que usan contra los muggles cuando han visto algo que no deberían haber visto, y eso, si no es con magia, no se puede arreglar. Bueno, en mi caso si, pero tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para recordarlo todo. Desde entonces, decidí vivir como un muggle, pues uno de mis únicos amigos que sabían toda la verdad mía me comunicó que Grindelwald y sus seguidores me buscaban de forma desesperada, y decidí ocultarme unos tiempos aquí, en esta casa, que tan feliz he sido.
Mark lo último lo dijo con los brazos abiertos, como si señalara la casa con prontitud.
-Primero
solo pensaba quedarme unos meses. Mi amigo, el único que
conocía el paradero mío, falleció a causa de un
misterioso ataque de un dragón, y la verdad sobre mi identidad
murió con él. Como nadie sabía nada de mí,
decidí rehacer mi vida de forma muggle. Conocí a tu
abuela, Vanesa, nos casamos, y tuvimos dos hijas. Lily y Petunia.
Claro, a mi mujer le gustaban mucho las flores… no quise revelar
nada, pero la hija mayor, Petunia, a los once años no recibió
una carta de Hogwarts. Entonces yo me preocupé, pues debía
de haber recibido una carta de Hogwarts, eso no era normal. La
verdad, es que ahora tú eres el único que sabe que yo
fui mago, porque ni siquiera me atreví a contárselo a
mis hijas.
-¿Y
por que no querías que nadie supiera que eras mago? –
preguntó Harry.
-Por
miedo. Lo sé, fui un cobarde, ni siquiera merecí ir a
Gryffindor, pero Grindelwald era tan poderoso… además, iba
adquiriendo mucho poder…
Se detuvo porque un timbre sonó en la casa. Mark se dispuso a ir, pero Harry le detuvo con la mano, y fue él a abrir. Algo le decía que debía de hacerlo él, y no su abuelo…
Se sorprendió al ver a un encapuchado tras la puerta, Harry se dispuso a cerrar inmediatamente a la puerta, (pues Harry pensó que era mortígrafo), pero el pié del encapuchado detuvo la puerta. Harry asustado retrocedió, y con una asombrosa habilidad, se llevó la mano al bolsillo, donde en esos momentos estaba su varita…
-Tranquilo, Harry, soy yo – dijo una familiar voz masculina. El hombre entró en la puerta, y la cerró después de entrar.
Dumbledore se quitó la capucha, y sin decir nada, acudió al comedor de la casa, donde se encontró con el abuelo de Harry.
-¿Prof…profesor Evans? – dijo Dumbledore, a Mark. Harry entró en el comedor y observó a los hombres. Se sentó, mientras Dumbledore con modestia, hacía aparecer una silla con su varita y se sentaba en ella – creo que me debe una explicación.
Mark comenzó a hablar. Volvió a comenzar desde el principio, y paró cuando llegó hasta donde había llegado en la conversación de Harry.
-Vale,
tuviste dos hijas, la mayor recibió una carta de Hogwarts, y
tu actuaste como un muggle, con indiferencia. Vale, y ahora nosotros
tres somos los únicos (aparte de Petunia y Arabella) que saben
de tu existencia. Dígame… ¿A Petunia se lo ha dicho?
-Parecerá
raro… pero no. Solo le dije que no le dijera a nadie que estaba
vivo, ni siquiera a su esposo. Con Lily hice lo mismo. Le dije que no
le hablara de mí. Cuando mi esposa falleció, yo ya
estaba solo. Bueno, esa es mi historia – dijo Mark, y una lágrima
le salió del rostro – la verdad, es que cuando me quedé
solo, no tenía nada que hacer. Así que investigué
porque mi hija Petunia no había recibido la invitación
de Hogwarts… ¡Y descubrí que era una squib!
-¿¡Qué?
– exclamaron Harry y Dumbledore al unísono.
-Si,
por eso siempre ha odiado la magia, ¡Por que nunca pudo
hacerla…! Estoy seguro que hubiera amado la magia si habría
sido, al menos intentar, ser bruja.
-Claro
– dijo Dumbledore – por eso pensamos que no tuvo el don. Aun me
acuerdo cuando deduje que no era conveniente recibir en Hogwarts a la
hermana de la gran y lista Lily Evans. Bueno Harry, creo que deberías
marcharte a descansar… ya es casi hora de comer… la verdad es que
deberías celebrar el nuevo año.
Harry se dispuso a irse, pero Mark, se levantó, se dirigió a un mueble, y de él, sacó unos grandes sobres, llenos de polvo, y la verdad eran muchos.
-Toma, Harry – dijo su abuelo, entregándole las cartas – eran de tu madre, y de todos sus amigos. Espero que me perdones, pero debes comprender también a tu primo Dudley, tú por lo menos sabes de mí, tu primo ni siquiera sabía que yo existía… pero por favor, no quiero decirte nada más, así que no vuelvas por aquí. Olvida que existo, prefiero vivir mis últimos momentos con soledad.
Harry pensó que su abuelo era muy terco, y que se había pasado un poco con lo que acababa de decir, pero con orgullo, Harry se fue, dejando a Dumbledore a solas con su antiguo profesor.
La verdad es que no tenía demasiadas ganas de ir a dormir, así que se sentó en los bancos de un parque, y empezó a leer las cartas con detenimiento.
Todas ellas hablaban de una encantadora muchacha, era Lily Evans. Lily, como Harry pudo vislumbrar, sabía el problema de Remus Lupin, pues todo indicaba a que también lo llamaba (como James) el pequeño problema peludo.
Había cosas que a Harry le daban mucha preocupación, cosas como que Lily no era Lily. Era extraño, pero lo que escribía con esas cartas, eran cosas extrañas, incluso a Harry le había parecido que estaba preocupada…
Cogió una de ellas, y la leyó para si mismo, aunque algo asustado:
Querido Remus:
Hola. ¿Cómo van las vacaciones? Espero que bien… yo, por el contrario, estoy en un problema. La verdad, eres un chico muy inteligente, y además buena persona y comprensivo, por eso es que he decidido contarte mi pequeño secretito… ya que, yo se tu problema peludo, creo que es justo que tu sepas mi problema, pues yo soy muy razonable. Se trata de algo muy gordo, y muy peligroso y oscuro. No quiero contártelo por carta, porque es muy peligroso, pero en Hogwarts, en algún momento en el que estemos solos, te lo digo. Ah! Se me olvidaba, cuando leas esta carta, haz que vuelva a mis manos, porque no quiero que se la enseñes ni a Sirius ni a James, por favor, no quiero dejar de ser amiga tuya, ahora que estoy empezando a cogerte confianza, así que ya sabes.
Muchos besos y abrazos,
Lily Evans
Harry se quedó muy sorprendido. Así que su madre tenía un secreto… pero se alegró al saber que Remus lo sabía, porque así se lo podría preguntar. Aunque era muy escalofriante eso… algo peligroso y oscuro… ¿De que se podría tratar? Harry, recordó las palabras de Dumbledore "ahora entramos en el campo de las suposiciones" y para sí mismo, sonrió, pues era exactamente lo que estaba haciendo Harry respecto al secreto de su madre, muchas suposiciones.
Muy a su pesar, y aunj algo triste por lo de los Dursley, dicidió ir a la Madriguera, pues estarían muy preocupados por él.
Se apareció justamente en la cocina, y acababa de interrumpir la comida. Harry no dijo nada. Allí estaban todos los Weasley (menos Percy claro) más Yorze, Fleur (que ahora que Harry lo pensaba era una Weasley) y Hermione.
-Me voy a dormir – dijo Harry con voz queda – no me molesten, he estado toda la noche por ahí.
Dicho esto se marchó a la habitación de Ron, dejando a todo el mundo con la lengua entre los labios.
Dark Dumbledore X
