¡Hola a todos! Aquí he vuelvo con otro capítulo de este fic. Perdón la demora, han sido meses largos y difíciles, con muchos cambios. Pero como siempre digo, no tengo intención de dejar las consas inconclusas.

Espero que disfruten.

Recuerden que este fic tendrá spoilers relacionados con el manga. Recomiendo que si no están al día, no lo lean para no arruinar el hype xD


Hace doce años. En una pequeña isla llamada Zirke, ubicada en la primera mitad del Grand Line. Un rústico pueblo se abría paso al pie de un gran acantilado. Las casas eran pequeñas y hechas de piedra. Los techos eran a dos aguas y estaban cubiertos con paja. Todas las ventanas tenían flores colgadas en macetas. El arbusto más grande apenas lograba tapar un niño de cinco años y siempre había un hombre encargado de podarlos. Los caminos eran de tierra y a pesar de las grandes ráfagas de viento, el polvo no se alzaba. Esto era principalmente porque era una zona muy lluviosa y la tierra siempre estaba húmeda. Todas las casas tenían un hogar a leña que se utilizaba con frecuencia por las bajas temperaturas.

Zirke era una isla grande. Los pueblos se ubicaban cerca del mar puesto que era más sencillo obtener alimentos marítimos. El centro era ocupado por un bosque húmedo que lucía impenetrable. Eran muy pocos los que se animaban a atravesar la isla en vertical, los ciudadanos de Zirke preferían rodearla en pequeños barcos para poder comercializar los unos con los otros. Pero eso también era peligroso. Las corrientes alrededor de Zirke eran tan violentas que muchos barcos habían naufragado luego de chocar contra las rocas submarinas. Aun así, era menos riesgoso que atravesar el bosque. La zona boscosa de Zirke no solo tenía animales venenosos escondidos en cada rincón, también había peligrosos agujeros en el suelo que muchas veces estaban cubiertos con maleza. No era raro escuchar que alguien había desaparecido. En el mejor de los casos lo encontraban herido en algún lugar del bosque; en el peor, no volvían a saber de él nunca más.

Rina, de doce años, estaba parada en el pequeño muelle del pueblo. Los violentos vientos agitaban sus largos cabellos color vino tinto. También mecían las olas, las cuales rompían contra las rocas y salpicaban a todos los presentes. El gran barco de la marina se alejaba a paso acelerado hacia el norte. El resto de los pobladores saludaban con energía, todos tenían en sus rostros una sonrisa. La marina llegaba a Zirke cada cuatro o cinco años para reclutar nuevos soldados y ese año en particular, muchos jóvenes habían decidido dejar sus hogares para servir al gobierno.

Rina era la única que contemplaba el barco alejarse con el ceño fruncido. No entendía la razón por la que no la habían dejado embarcar. Ella también quería ser parte de esa aventura. Desvió la mirada hacia su madre, quién sostenía a su pequeño hermano. Ambos agitaban sus manos con alegría.

Cuando el barco se alejó lo suficiente como para desaparecer entre la niebla, los pobladores comenzaron a dejar el muelle. Su madre se giró hacia Rina y dijo:

- Volvamos a casa.

Mientras su madre caminaba con su pequeño hermanos en brazos y su pequeña hermana tomada de la mano, Rina caminaba detrás con el rostro serio y sin entender cómo podían estar tan felices. A Rina le costaba entender porqué su padre había decidido llevar a su hermano a enlistarse en vez de a ella. Subieron la pendiente junto con un grupo de familias que también habían dejado a sus hijos a manos del destino y cuando estuvieron en el pueblo, ingresaron a su casa.

Había comenzado a llover. Rina se acercó a la ventana y contempló el cielo gris. Su madre dejó al menos de sus hijos en una pequeña silla y comenzó a preparar la cena.

- ¿Cuándo volverán papá y Kai? - Preguntó su hermana mientras daba pequeños saltos.

- No lo sé, Saori. Rina, por favor, pon la mesa.

Ella se giró algo enojada, caminó hasta la gran mesa que solía compartir con su familia y la golpeó con su puño.

- ¡¿Por qué decidió llevarse a Kai y no a mi?! - Gritó - Yo soy más fuerte que él, sé nadar mejor, tengo mejor puntería, tengo mejor resistencia y velocidad. ¡Yo sería un mejor marine que él!

- Rina, ya hemos hablado de esto - Dijo su madre mientras se limpiaba las manos con un pañuelo - Kai es más grande que tu y además, él es hombre.

- ¡¿Y qué tiene que sea hombre?! - Odiaba que metieran ese tema en la discusión - ¡Hay muchas mujeres marines que son fuertes!

- Rina, eso no es verdad.

Su madre se agachó para agarrar la tabla de madera y comenzar a picar zanahoria. La impotencia de Rina estaba a punto de explotar su pecho. No podía creer que su madre dijera esas palabras. Apretó los puños contra su cuerpo con fuerza, estaba furiosa. Y antes de que su madre pudiera reaccionar, Rina abandonó la casa.

La lluvia golpeaba contra su rostro y el viento agitaba su melena con fuerza. El barro manchaba sus botas y también sus pantalones. Pero lo que más le molestaba era el frío gélido que se filtraba por su abrigo y penetraba sus huesos. No le importaba. Había comenzado a llorar de rabia. Bajó por una pendiente dañada y se dirigió a la pequeña cueva en la que solía esconderse cuando no quería hablar con nadie.

La cueva la refugió del viento y la lluvia. Rina se pasó la mano por los cabellos e intentó sacudirse el barro. Como no era la primera vez que iba a ese lugar, ella ya tenía preparada una pequeña fogata con maderas secas la cual encendía con dos piedras. Se quitó las botas y encendió el fuego. Hacía frío y apenas se podía ver para fuera a causa de esa intensa lluvia. Rina se acostó contra una piedra y acercó las manos al calor. Le sonó el vientre y se maldijo por no haber agarrado un trozo de pan antes de irse de casa. Pero si lo pensaba en frío, sería como perder la dignidad.

Cerró sus ojos y decidió ir a dormir.

Cuando los volvió a abrir la tormenta había terminado y el sol brillaba con fuerza. El fuego se había reducido a una pequeña llama. Rina se colocó las botas y se puse de pie. Con la ayuda de una viejas cenizas, apagó el fuego y se decidió a salir. Fue agradable sentir el calor del sol en su cuerpo, el interior de su ropa todavía estaba húmeda. Comenzó a subir por la cuesta. Tenía suerte que las rocas se hubieran secado porque sino sus manos se patinarían. Cuando llegó a la cima, comenzó a caminar en dirección del pueblo. El camino seguía hecho un chiquero, pero a Rina ya no le importaba. Tenía frío, hambre y todavía se sentía humillada por ser rechazada en la marina.

Hizo un par de metros hasta que notó que algo no andaba bien. Zirke era un lugar muy lluvioso y la mayor parte del tiempo, los pobladores no podían hacer sus quehaceres por culpa de la lluvia. ¿Entonces por qué no estaban aprovechando el día de sol? Se suponía que debían estar cada uno sumergido en sus tareas. Los caminos del pueblo deberían estar repletos de hombres, mujeres y niños. Frunció el ceño y se acerco a la primera casa que vio.

Rina apoyó la mano en la puerta y apenas la empujó. El interior de la casa estaba oscura, pero eso no evitó que Rina notara algo extraño. Había ciertos tumultos en el suelo. Dio un paso adelante. Palideció cuando notó que quienes estaban tirados en el suelo, eran el herrero y su familia. La sangres apenas se veía con la falta de luz, pero las oscuras manchas le dieron a entender a Rina que había sido una masacre. Le comenzó a temblar el labio inferior. Dio varios pasos hacia atrás y salió de la casa sin saber que hacer o decir. Sus manos temblaban. Desvió la mirada hacia la siguiente casa e ingresó. Una vez más, una masacre había sido ejecutada en la casa del pescador.

Cuando Rina volvió al camino, pensó que se desmayaría. Su mirada se había nublado y la cabeza le daba vueltas. Quizás estaba soñando. Tragó saliva, pero su garganta estaba seca. Se giró en dirección a su casa y se echó a correr. El pueblo estaba vacío. ¿Acaso todos habían sido asesinados? Estuvo a punto de patinar con lodo, pero siguió su camino. Su casa no estaba muy lejos, llegó en cuestión de minutos. La puerta también estaba cerrada. Las manos de Rina se entumecieron. Las luces también estaban apagadas y no podía ver nada a través del vidrio. Estiró el brazo y empujó la puerta de un golpe.

- ¿Mamá? ¿Saori? ¿Hiroshi? - Murmuró.

Ingresó en la vivienda, estaba aterrada. Sus ojos se posaron, automáticamente, en el suelo. Era como si ya supiera que allí encontraría a su familia. Cuando divisó los cuerpos, soltó un chillido.

- Oh, parece que ya está aquí.

Rina alzó la mirada de golpe. Su corazón comenzó a latir con mucha fuerza. En la oscuridad, notó tres grandes figuras. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, vió que las tres personas que estaban delante suyo tenían unas extrañas mascaras.

- Al parecer decían la verdad, ninguno sabía dónde estaba - Dijo otra voz.

- No puedo creer que en verdad sea una niña - La voz provenía del hombre más alto.

- Entonces tenía razón.

La espalda de Rina se erizó y fue eso lo que la hizo reaccionar. Comenzó a correr en dirección al bosque. No estaba segura de quienes eran o que querían, pero esos tipos habían asesinado a todos las personas del pueblo y estaba segura que la perseguían. La cabeza le daba vueltas pero intentó mantener su mirada enfocada en el camino. Las ramas del gran bosque húmedo que cubría el 90% de la isla le golpeaban el rostro. Las grandes raíces que sobresalían de la tierra eran tan grandes que Rina tuvo que dar varios saltos para no caer. Se le secó la garganta y le comenzó a doler el costado del torso, pero se obligó a mantener la velocidad.

De repente, uno de esas figuras apareció delante suyo y Rina estuvo a punto de chocar con él.

- ¿A dónde crees que vas?

Rina dejó escapar un grito y comenzó a correr hacia el este. El terror se estaba apoderando de ella a medida que se adentraba en el bosque. No solo tenía que huir de esos tipos, los animales salvajes podían aparecer en cualquier momento y verla como una presa. Se sentía observada, acorralada y su cuerpo comenzaba a perder fuerzas.

- La dejaste escapar.

Rina deslizó su cuerpo por debajo de una raíz esperando que eso engañara a esos tipos, pero escuchaba sus voces demasiado cerca. Esas personas le pisaban los talones y si Rina se detenía un momento, la alcanzarían. Su corazón latía con tanta fuerza que le comenzó a doler el pecho. Esquivó una gran rama llena de hojas verdes y tropezó con una raíz. Rodó por el suelo y su cabeza se golpeó contra una roca. No pudo evitar soltar un sollozo. Rina se incorporó y se llevó la mano a la frente, un grueso hilo de sangre caía por su ceja. Se miró la mano algo asustada y alzó la mirada por sobre su hombro.

- ¿Vas a seguir corriendo?

Palideció. Si esos tipos la agarraban, la asesinarían. Volvió a echarse a correr. Era increíble como esos hombres podían seguirle el ritmo. Ella era pequeña, joven y rápida, además conocía el bosque lo suficiente como para saber que evitar o como desplazarse sin mayores inconvenientes. Pero ellos... le seguían el paso como si nada.

Volvió a mirar hacia atrás, esperando que no la estuvieran siguiendo. Pero los tres hombres corrían a tal velocidad que Rina entró en pánico.

Cochó contra algo.

Cuando Rina alzó la mirada notó que era otro hombre. Sin embargo, este era diferente. No tenía aquella horripilante máscara. Lo más llamativo era el color de su cabello, totalmente rojo. En su ojo izquierdo había tres cicatrices. Él la contemplaba con seriedad.

Cuando Rina sintió que esos tres tipos se detenían detrás suyo, se giró. Se aferró a la camisa de aquel hombre y se escondió detrás de su espalda.

- Akagami - Dijo uno de los hombres de la máscara - ¿Qué estás haciendo aquí?

Shanks los contempló sin emitir palabras, luego desvió sus ojos hacía Rina y apretó los labios.

- Lo mismo me pregunto... ¿Qué se supone que hace el Cipher Pol persiguiendo a una niña por el bosque?

- Eso no es de tu incumbencia. Entréganos a esa chica.

Shanks suspiró.

- No.

Uno de los tipos dio un paso adelante y Rina no pudo evitar aferrar la camisa con más fuerza. Alzó la mirada por sobre su hombro y notó que había otros hombres que contemplaban a esos tres extraños con los rostros serios. Por unos segundos se preguntó con quién estaba más segura. Ninguno de los dos bandos le daba seguridad.

- Si la entregas, podremos arreglar las cosas para que el Gobierno pase por alto lo que haces.

En el momento que Shanks rio, Rina soltó su camisa y dio dos pasos hacia atrás.

- ¿Qué les hace pensar que algo como eso me interesa? - Tomó su espada por el mango y la desenvainó - Si quieren a la niña, vengan.

El corazón de Rina se encogió, escuchó como los otros hombres desenvainaban sus armas o cargaban sus pistolas. Se preguntó cómo demonios había terminado en algo como eso, pero sus ojos no se movían de los tipos de las máscaras. Parecían sacados de una pesadilla. Un hombre sin rostro humano, vestido de blanco, un asesino.

- No tenemos tiempo para esto - lo oyó susurrar.

Uno de los tipos alzó su brazo y contempló algo que llevaba en su muñeca.

- Maldición - soltó de golpe - Tenemos que irnos de aquí, ahora.

Rina juraba que no les había quitado los ojos de encima, pero esos tres hombres desaparecieron de un momento a otro. Nadie a su alrededor se movía por lo que decidió permanecer quieta, conteniendo el aliento. El silencio se volvió tan incómodo que Rina tuvo ganas de gritar. Le dolía la cabeza y la sangre había comenzado a manchar su ropa. También le dolía el pecho. Ella sabía que podía correr muy rápido, pero estaba sorprendida de la velocidad que había alcanzado presa del terror. Se llevó la mano al corazón. Las pantorrillas le latían.

Shanks se giró hacia ella y Rina volvió a palidecer. Él guardó su espada y se acuclilló para poder estar a su altura, estiró su brazo y cuando estuvo a punto de tocar su frente, Rina cerró los ojos con fuerza. Esperaba algún golpe o una jalada de cabello, pero cuando sintió que apoyaba su dedo en la herida, volvió a abrir los ojos.

- Oi, oi, oi, eso debe doler.

Rina negó con el rostro. Claro que le dolía, pero no iba a admitirlo. No delante de todos esos tipos. Shanks apoyó su mano sobre la cabeza de Rina y sacudió sus cabellos con entusiasmo. Antes de que ella pudiera darse cuenta, uno de esos tipos se acercó con una pequeña caja de madera que tenía una gran cruz roja pintada en su dorso. El hombre se agachó para poder estar a su altura y contempló la frente de Rina con el ceño fruncido.

- No luce grave - dijo.

El extraño sacó un algodón de la caja y luego de humedecerlo con algo que parecía ser alcohol, limpió la herida de su cabeza. Rina se mordió el labio inferior al sentir el ardor. Le colocaron una pequeña venda en la herida para que no se le infectara. Le dieron agua y hasta le ofrecieron un poco de comida, pero ella se negó. No tenía hambre. Todavía estaba digiriendo la horrible imagen de su cabeza.

Rina se llevó las manos al rostro y se cubrió los ojos. No importaba cuántas veces intentara. Los recuerdos de los cadáveres no desaparecían de su mente. El olor a sangre todavía estaba impregnado en su nariz y las voces de los asesinos todavía retumbaban en sus oídos.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - Rina se giró hacía ese hombre con sorpresa. Su rostro presentaba una mezcla de compasión, simpatía y dureza que era difícil de explicar. Ella asintió y el mismo hombre que la había defendido minutos antes, se sentó a su lado - ¿Cómo te llamas?

La pregunta la tomó por sorpresa. Ella lo contempló con cierta desconfianza.

- Rina - susurró - Significa poseedora del poder divino.

Lo oyó soltar una pequeña carcajada, lo que la molestó un poco. El hombre se pasó la mano por el rostro y suspiró.

- ¿Sabes quiénes eran esas personas? - preguntó de repente.

El enojo que Rina sentía, desapareció. Las extrañas máscaras que llevaban puestas esos hombres volvieron a aparecer en su mente y los vellos de su brazo se erizaron. Frunció el ceño y contempló una pequeña flor que había a escasos metros de donde se encontraban. Notó que aquel hombre no era el único que esperaba su respuesta, todos los presentes la contemplaban expectantes.

- No... - dijo en un murmullo.

- ¿No sabes por qué te perseguían? - insistió.

- Mataron a todos... - soltó de golpe - ellos mataron a todos y yo soy la única testigo.

Notó que el hombre de cabellos colorados intercambiaba una mirada seria con un hombre de cabello oscuro, quien tenía un cigarrillo en su boca.

- ¿Cómo sabes que están todos muertos?

- ¡Porque lo vi con mis propios ojos! - gritó sin siquiera percatarse de ello. Rina había cerrado sus manos en dos puños, sentía las uñas clavándose contra la palma de sus propias manos.

- Entiendo - se puso de pie y comenzó a caminar en dirección a la costa - Tendremos que confirmar que así sea - lo escuchó decir - Si todavía hay alguien vivo, todavía estamos a tiempo.

El resto de los hombres comenzó a caminar detrás de él en dirección al mar. Rina los siguió con la mirada sin terminar de entender a qué se había referido con "todavía estamos a tiempo". Pero al notar como aquellas personas se alejaban, comenzó a sentirse vulnerable de nuevo. Era como si aquellas personas, esos extraños que habían asesinado a toda su familia y sus amigos, estaban esperando que ella se quedara sola. Alzó su mirada en dirección al bosque y sintió un ligero escalofríos. Podía sentir sus presencias en la oscuridad de lo impenetrable.

Casi por instinto, se puso de pie. La cabeza todavía le daba vueltas, pero se obligó a mantenerse estable.

- ¡Espera!

El grupo entero se giró en su dirección. Las miradas de cientos de extraños se posaron en ella con curiosidad, pero los ojos de Rina solo estaban puestos en aquel hombre. Respiró hondo, todavía se sentía algo intimidada.

- ¿Cómo te llamas?

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

- Shanks. Aunque no sé lo que significa.

Rina apretó los labios con fuerza, pero inconscientemente dejó escapar una media sonrisa.

- ¿Crees que alguien pueda estar vivo?

- No lo sabremos hasta que lo veamos.

En lo más profundo de su alma, ella sabía que no había supervivientes. Pero si existía la mínimo posibilidad de que alguien estuviera vivo... Quería creer que eso podía ser posible.

- ¿Puedo ir con ustedes? - susurró algo avergonzada.

- Anda, vamos.

Lo que más le llamaba la atención a Rina era como ese grupo de extraños, seguía a ese hombre. Estaba claro que se trataba del jefe, sin embargo, había algo más. Era más que un jefe, era un líder. Tuvo la extraña sensación de querer seguirlo. Pero no porque tuviera miedo de los hombres con las máscaras, sino porque había hipnotizante en su determinación. Empezó a dar pequeños pasos, que pronto se transformaron en una caminata acelerada para poder situarse justo detrás del grupo.

No tardaron mucho en llegar a la pequeña bahía que los separaba del mar abierto. Sus ojos se posaron en el gran barco que se encontraba anclado sobre la costa de Zirke. Palideció al notar la gran bandera pirata que ondeaba en la punta del mástil. Había logrado escapar de los asesinos, pero había terminado junto a una banda de criminales.

- ¿Y bien?

La voz de uno de esos hombres la sacó de sus pensamientos. Rina parpadeó varias veces intentando mantener la calma.

- ¿Vas a decirnos dónde queda tu pueblo? - preguntó uno de los hombres que llevaba una espada enganchada en su cintura.

A Rina le comenzó a temblar las manos. Lentamente, levantó su brazo y apuntó a su derecha.

- Debemos caminar en esa dirección - murmuró luchando porque el terror no aflorara en su garganta.

- Bien - dijo Shanks mientras se dirigía en dirección al barco - Todos a bordo.

- ¡¿Qué?! - Soltó de golpe - ¡Es imposible bordear la isla en barco! ¡Está repleto de piedras y... !

- Tranquila - Shanks sacudió la mano como restándole importancia sin siquiera voltear - Tenemos uno de los mejore navegantes de todo el mundo.

Al darse cuenta de que nadie dudaba de esa frase y todos continuaban en dirección al barco, Rina los contempló estupefacta. Comenzaron a subir al barco que yacía delante de sus ojos. De repente, una gran mano aferró su hombro con suavidad. Sorprendida, alzó la mirada y divisó a un hombre alto de cabello oscuro, amarrado. El hombre se quitó el cigarrillo de su boca y dijo:

- No querrás quedarte aquí.

Fue entonces cuando Rina sintió una extraña sensación en su nuca. Alzó la mirada por sobre su hombro y pese a que no había nada escondido entre la maleza, una extraña aura se percibía a lo lejos. Asintió en silencio y se apresuró para no quedar atrás.

Subir a través de una escalera de cuerdas no era tarea fácil y Rina se arrepentía de haber subestimado aquella situación tan sencilla. Cada vez que Rina estiraba uno de sus brazos para aferrarse a la cuerda, su cuerpo se balanceaba de un lado a otra. Cuando su mano derecha tocó la fría madera de la cubierta, suspiró.

- Anda, vamos.

Cuando Rina alzó la mirada, notó que otro hombre le tendía la mano. Ella apretó los labios con fuerza, pero aceptó. Jamás había visto un barco tan grande. Un grupo de hombres jalaba de una gruesa cuerda para liberar una de las velas del mástil principal.

Los ojos de Rina iban de un lado a otro, intentando analizar cada uno de los movimientos de aquellas personas. Era la primera vez que subía a un barco y estaba fascinada, aunque no esperaba que la primera vez estado en un barco fuese en uno pirata. Cuando el buque comenzó a moverse, Rina se aferró a la baranda de madera. El viento alrededor de Zirke era muy violento y las piedras en las costas, volvían esas aguas muy violentas y peligrosas. El barco comenzó a mecerse con violencia. Sus ojos se abrieron con violencia.

Los barcos que circulaban alrededor de Zirke, tenían que salir del mar abierto y volver a regresar para ir de un lado a otro.

- Es una locura - murmuró al ver que el barco comenzaba a bordear la isla.

- No te preocupes - la voz de aquel hombre la sacó de sus pensamientos.

Rina se giró en su dirección y lo vio que Shanks contemplaba la isla con seriedad. El barco se movía con tanta violencia que Rina tuvo que clavar sus uñas en la madera para sentirse segura. El viento soplaba con tanta fuerza que se podía oír un ligero chiflido proveniente del océano. Por alguna razón que Rina desconocía, el barco se las arreglaba para esquivar todas las piedras que había bajo el agua.

El barco se meció con fuerza por quince minutos hasta se detuvo en el puerto donde el día anterior, Rina había visto a su padre y hermano partir. Fue entonces cuando le entró el pánico. No se oían las voces de su pueblo, tal y como siempre. Rina aferró su camisa a la altura del corazón y palideció.

- Oi - murmuró.

Sus grandes ojos verdes se posaron en Shanks con cierta sorpresa. Le costaba respirar.

- No hace falta que vayas.

Rina apretó los labios. Pero quería verlo con sus propios ojos, quería estar segura de que todo había acabado, que su familia, sus amigos y sus vecinos realmente habían sido asesinados. Rina se subió sobre la baranda del barco y antes de que cualquiera pudiera evitarlo, saltó hacia el pequeño muelle que había al pie de la colina donde se encontraba su pueblo. Cuando se enderezó, comenzó a caminar en dirección a las escaleras de piedra que llegaban a la cina del acantilado.

No hizo falta darse vuelta, Rina sabía que esos hombres la seguían de cerca. A medida que subía los escalones, podía oír las hojas mecerse por los fuertes vientos. Se llevó ambas manos al pecho, intentando calmar el temblor de sus brazos.

Llegar al pequeño pueblo donde Rina había nacido, no llevaba tanto tiempo desde el puerto. En la cima de los acantilados, el viento era más violento. Cuando la niña y el grupo de piratas llegaron a las primeras casas del pueblo, notaron el silencio que había. Y no solo eso, había algunos cuerpos tirados en el suelo. Rina dejó escapar un lastimoso suspiro y salió corriendo en dirección a su casa, tal y como si no supiera lo que estaba pasando.

La puerta de la cabaña en la que ella había nacido, estaba abierta de par en par. Pero debido a la oscuridad, no se veía lo que había dentro. Pero el hedor a sangre se podía sentir a varios metros. Rina dio un paso, luego otro y antes de que ella pudiera darse cuenta, se encontraba dentro de la casa. Los cuerpos de su madre y sus dos hermanos, seguían en el mismo lugar donde Rina los había visto antes. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, pero no tenía fuerzas para sollozar. Sintió que alguien apretaba su hombro con suavidad, pero no quería voltearse. Incluso si se trataba de esos extraño hombres de máscaras blancas, Rina no tenía fuerzas para gritar, correr o luchar. Estaba entregada a las circunstancias de la situación, fueran cual fuesen.

- Será mejor que salgamos de aquí.

Ella alzó la mirada. Shanks le regaló una tenue sonrisa y lentamente, la empezó a empujar fuera de la casa. Cuando los vientos volvieron a golpear en su rostro, comenzó a sentir frío.

- Tenemos que enterrarlos - Oyó que uno de los hombres dijo.

- Si...

La noche comenzó a caer en Zirke. Shanks se pasó la mano por la cabeza por los cabellos y suspiró.

- Setenta y tres - dijo Ben mientras clavaba la pala en la tierra - Y cuarenta de ellos eran niños.

- Ellos realmente se atrevieron a masacrar todo un pueblo - agregó Yasopp con el ceño fruncido.

- Oi, oi, ¿creen que sea buena idea dejar que ella esté allí sola? - Lucky Roux apuntó en dirección al acantilado que había varios metros lejos del pueblo - Esos tipos podrían estar cerca.

Shanks dio un paso al frente.

- Yo iré a hablar con ella - murmuró.

Avanzó en dirección a la niña con el rostro serio. Rina estaba sentada al pie del acantilad. Tenía las piernas flexionadas y apoyadas sobre su pecho, las abrazaba con ambos brazos. Había apoyado en mentón en ellas, pero sus ojos estaban posados en el horizonte. Parecía estar ida, como si quisiera procesar todo lo que estaba sucediendo. Shanks se dejó caer a su lado y suspiró fuerte para sacarla de ese trance.

- El mar es increíble ¿verdad? - dijo para romper el hielo.

- ¿Por qué? - susurró ella, ignorando completamente lo que él acaba de decir - ¿Por qué mataron a todos?

- Bueno... - respondió luego de varios segundos de meditar qué decir - Yo no puedo responder eso porque no lo sé.

- ¡¿Quiénes son?! ¡¿Qué querían?! - gritó Rina frustrada por no poder responder su primera pregunta.

- Mmm... - Shanks dejó escapar una mueca, se llevó la mano al mentón y se rascó la barbaba - Solo puedo responder una de esas preguntas.

Los ojos de Rina se posaron en él con curiosidad. El pelirrojo la contempló por el rabillo del ojo y luego volvió a posar su vista en el horizonte.

- ¿Has oído hablar del Cipher Pol? - al ver que ella negaba con la cabeza, buscó las palabras más sencillas para explicar algo tan complicado - Es una organización secreta del gobierno mundial encargada de realizar diferentes tareas.

Los ojos de Rina se volvieron a llenar de lágrimas. Soltó sus rodillas y se puso de pie. Contempló a Shanks con el ceño fruncido.

- ¿Por qué el gobierno mundial enviaría a esos asesinos a por nosotros? ¡Siempre hemos pagado nuestros impuestos, jamás hemos causado problemas, siempre fuimos leales! ¡Nuestro pueblo siempre ha aportado soldados para la marina! ¿Cuál fue la razón por la que decidieron asesinar a todos? - preguntó casi como exigiéndole a Shanks que respondiera.

- No lo sé.

Rina apretó los puños, frustrada.

- No todo lo que parece malo, es siempre malo. Y no todo lo que parece bueno, es siempre bueno.

- ¿Qué?

Shanks se giró en su dirección y se puso de pie para poder contemplarla mejor.

- Rina, el mundo no es blanco o negro. Hay piratas buenos y hay marines malos.

- Es imposible que haya marines malos, tampoco hay piratas buenos- pero al ver la seriedad en el rostro del hombre, comenzó a titubear - ¿O si?

- Supongo que es algo que tendrás que descubrir tu.

Shanks se giró en dirección al pueblo y se alejó unos pasos de ella. Alzó su mirada por encima del hombro y la contempló fijamente.

- Será mejor zarpar antes de que anochezca. ¿No vas a quedarte aquí sola, verdad? Esos tipos deben estar dando vueltas en la isla, esperando a que nos vayamos.

La espalda de Rina se erizó. Ella desvió la mirada, pensativa. Desde allí, podía ver el barco de aquellos hombres. La bandera negra flameaba con violencia. Se le secó la garganta. No quería volver a subir a un barco repleto de sucios y sanguinarios piratas. Ella... ella realmente quería ser la abanderada de la justicia, siempre había soñado con eso. El rostro de su padre apareció en su mente. Una mocosa tan irresponsable como tu, jamás podrá ser un marine. Se es estrujaron las entrañas.

- ¿No existe nadie con quien podemos llevarte? - preguntó Shanks serio.

- Mi papá... mi papá es un marine. Él y mi hermano están en el cuartel general.

Aquellas palabras tomaron con sorpresa a Shanks, quien contempló el cielo por unos segundos. Él sabía perfectamente que, si el Cipher Pol se había tomado la molestia de perseguir a esa niña, era poque era un asunto importante para el gobierno. Si hubiesen querido la hubieran matado, eso estaba claro. La querían viva. El problema sería para cualquier que esté con ella, ellos si serían asesinados. Pero... Si su padre era un marine del cuartel general, quizás el gobierno sería más precavido. Ella y sus únicos familiares vivos, estarían a salvo.

Dejó escapar una sonrisa.

- A dos noches de aquí hay una isla con una pequeña base de la marina. Estoy seguro de que si vas y dices el nombre de tu padre, te llevarán con él.

El rostro de Rina pareció iluminarse.

- ¿De verdad van a llevarme?

- De todos modos, íbamos a ir en esa dirección - Shanks sacudió su mano con indiferencia - Tengo unos asuntos pendientes en el este.

Rina lo pensó por varios segundos. ¿En verdad quería subirse al barco de unos piratas extraños que acababa de conocer? Pero había algo extraño en esos hombres, no parecían ser los típicos piratas que violan, roban y matan. El mundo no es blanco o negro, las palabras de ese hombre rebotaron en su mente. No. Rina dudaba de que hubiera marines malos, consideraba a esos hombres los más valientes de todos los mares, hombres que arriesgaban sus vidas por el bien de la gente. Pero quizás no todos los piratas eran tan malos, quizás había un grupo muy reducido de piratas que no le importaba ayudar a una niña en apuros, sin pedir nada a cambio. ¿Y si justo se había topado con ellos? Después de todos, todos ellos parecían gente normal. Y además, si se quedaba en esa isla sería el objetivo perfecto de esas personas.

Al ver que no se decidía, Shanks decidió continuar su camino en dirección al pueblo.

- ¡Espera!

Él se detuvo.

- Por favor, llévame a esa isla.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del pelirrojo. Volvió a alzar la mirada por sobre su hombro y le hizo una seña para que lo siguiera.

- Anda, vamos.

El viaje no fue lo más placentero para Rina. Era la primera vez que se subía a un barco y todas las expectativas de la vida en altamar, se esfumaron al cabo de unas horas. Las olas en aquella parte del Grand Line eran agresivas y el viento no dejaba de soplar con fuerza. El barco se meció con violencia, tanto que Rina tuvo que sumarse para vomitar varias veces desde la popa. La mayor parte del viaje se la pasó encerrada en una diminuta habitación donde le habían colocado un colchón porque no quería estar en contacto con esos piratas. No terminaba de confiar en ellos y odiaba ver la bandera negra con la calavera flameando en el mástil.

Pero Shanks no le había mentido. Luego de la segunda noche, cuando el sol salía por el este, Rina divisó la gran torre con el logo celeste pintado en una de sus paredes. La isla no era muy grande, pero parecía tener una ciudad muy activa. Rina se emocionó tanto, que se aferró de la baranda con tanta fuerza que se le comenzaron a lastimar los dedos. Por fin, había salido de Zirke, estaba a punto de ingresar en una base de la marina y volvería a ver a su padre y hermano, quienes eran sus únicos familiares con vida.

- Dejaremos el barco a unos metros del puerto, espero sepas entender - Shanks la sacó de sus pensamientos.

Por supuesto que no era una molestia. A Rina nada le importaba ya. Lo único que quería era llegar, bajarse de ese barco de piratas, ingresar en la base de la marina y decir el nombre de su padre. Ya tenía todo pensado, luego de comprobar que era hija de una marine, la subirían a un barco y la llevarían al cuartel general. Allí le contaría toda la historia a su padre, quien la dejaría unirse a los marines y la ayudaría a capturar a los asesinos de su familia.

El barco atracó en un pequeño muelle abandonado que había a varios metros de la ciudad. Shanks junto con un grupo de hombres la acompañaron hasta que estuvieron lo suficiente cerca de la base como para alertar a los marines.

- Hasta aquí llegamos, Rina, poseedora del poder divino - dijo el pelirrojo cuando se encontraban a treinta metros de la base.

Ella se giró en su dirección y lo contempló con el rostro serio.

- Gracias, Shanks, sin significado.

Él soltó una mueca.

- Espero que te conviertas en una gran marine.

- Eso haré - Ella también sonrió.

Se giró en dirección a la base y luego de contemplar a la gran bandera blanca, comenzó a caminar en esa dirección. Los edificios no eran muy altos y ya desde tan lejos, podía ver la imponente estructura. Había soñad con eso por años, sentía unas ligeras cosquillas en su vientre. A pesar de la situación horrible que había vivido, comenzaba a sentir cierta esperanza. Había hecho diez pasos cuando se giró para ver si ellos seguían allí, y se decepcionó un poco al ver que se habían esfumado. Pero claro... ¡eran piratas! Si la marina los encontraba allí, los ejecutarían. Y pese a que eran piratas y se lo merecían, sentiría mucha lastima por ellos si eso pasaba.

No tardó mucho en llegar a la gran reja que separaba la base militar de los ciudadanos comunes y corrientes, la emoción trepaba por su espalda. Por fin, se dijo a si misma. Ingresó en el predio de la marina, imaginándose lo increíble que se sentiría portar aquellos uniformes blancos, y caminó hasta ingresar dentro del edifico principal. Allí había una pequeña recepción donde dos jóvenes marines organizaban papeleo. Tenían dos grandes den den mushi listos para recibir cualquier pedido de socorro en las islas vecinas. Rina se acercó a uno de ellos con nerviosismo. ¿Cómo se suponía que debía tratar a alguien tan importante como un oficial de marina?

- Disculpe - murmuró. Cuando el hombre puso sus ojos en ella, Rina se ruborizó - Mi padre es un marine del cuartel general, necesito hablar con él. Es urgente.

El joven parecía estar muy sorprendido. Alzó su mano en señal de alto y dijo:

- Un momento.

Desapareció detrás de una puerta a toda velocidad. Rina sonrió emocionada. Las cosas estaban saliendo bien, pronto viajaría al cuartel general y vería a su padre. Pero al cabo de unos segundos, notó que algo no estaba bien. El otro joven la contemplaba por el rabillo de sus ojos. Parecía serio, como aterrado y confundido, pero expectante. Se comenzó a sentir un poco incómoda, de golpe el aire del ambiente se había condensado y le costaba respirar. Se sentía observada, como fuera de lugar. Algo inquiera, desvió la mirada en dirección a la gran cartelera de corcho que tenía los carteles de se busca y comenzó a leer los nombres de todos los piratas que asaltaban pueblos en el Grand Line.

Fue entonces cuando lo vio. Su corazón dio un vuelco. Su espalda comenzó a sudar frío y sus dientes comenzaron a castañear. Una foto suya descansaba en la cartelera de corcho, debajo se leía: Rina, only alive, B 100.000.000. También notó una ligera nota en el periódico, que estaba colgada junto a su cartel de se busca. El título la impacto: Niña se alía con la tripulación de Akagami no Shanks para asesinar todo su pueblo. Aún se desconoce la razón, pero una niña de doce años decidió juntar fuerzas con la reconocida banda de piratas y asesinó a todo su pueblo, sin piedad.

Su cuerpo comenzó a temblar. Eso no podía estar pasando... Se dio cuenta que empezó a haber un extraño movimiento en los alrededores y fue entonces cuando se dio cuenta de que debía salir de allí. Se echó a correr en dirección a la puerta y escuchó como el joven marine alertaba a los demás de que quería estaba escapando.

Atravesó el umbral a toda velocidad mientras intentaba procesar lo que estaba pasando. ¿Cómo era posible que dijeran semejantes cosas de ella? Ella no había asesinado a su familia, ella no había traicionado su pueblo, ella no se había aliado con unos piratas...

Ella simplemente había sido la única sobreviviente de una terrible tragedia. Ella era una víctima.

Abandonó el predio de la marina justo antes de que cerraran las rejas, pero sabía que la perseguían. Podía oír sus pasos, sus armas, sus gritos. El miedo se apoderó de su cuerpo. Se dijo a sí misma de que era una pesadilla, una muy larga y muy realista. Que pronto despertaría en su cama, calentita y con la dulce voz de su madre diciéndole que ya tenía el desayuno listo.

Dobló en una esquina y cuando estaba a punto de tomar la siguiente curva en dirección al puerto clandestino, se topó con un marine que la tiró al piso y la apuntó con su arma. Pronto, la rodearon.

- Aquí está, es ella - dijo uno de los jóvenes.

- Es increíble que se haya presentado en la base por monto propio - comentó otro.

- No volverá a matar otra vez.

- ¡Ya déjenme! - gritó ella con todas sus fuerzas mientras se sacudía para liberarse del hombre.

Comenzó a llorar. La pesadilla había llegado demasiado lejos y quería despertar.

De repente, el hombre que tenía a su lado y todo solos demás se desmayaron. El pesado cuerpo del marine estuvo a punto de caer sobre Rina, pero alguien lo sostuvo de la camisa y lo arrojó aun costado. Ella pestañeó varias veces antes de ver el rostro de Shanks a su lado. Su rostro era tan serio que la sorprendió.

- Nos volvemos a encontrar, Rina, poseedora del poder divino - había algo diferente en su voz - Las noticias dicen que tu masacraste tu pueblo. Es una lástima que el mundo haya decidido creer eso.

Ella se puso de pie con dificultad, le temblaban las piernas.

- Yo no hice eso... - sollozó indignada.

- Claro que no lo hiciste - esas palabras la dejaron helada - Pero ya eres una criminal. Ellos ya te han juzgado, sin siquiera conocer tu historia - a Rina le comenzó a faltar el aire - Y no van a detenerse hasta encontrarte. Puedes entregarte y asumir tus responsabilidades, o tomar la decisión de vivir como un criminal.

- Yo puedo explicarles - dijo casi sin aliento.

- ¿Van a creerte?

Fue en ese momento que una bala rozó su pierna. Rina se giró en dirección a una de las esquinas y vio que otros marines apuntaban hacia ella.

- Ten cuidado - lo oyó decir a su compañero - La quieren viva. Además, los piratas de Shanks ya están aquí.

Fue entonces cuando las palabras de aquel hombre retumbaron en su cabeza. Rina, el mundo no es blanco o negro. Hay piratas buenos y hay marines malos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, no importaba que dijera, nadie jamás iba a creer que el gobierno había mandado a asesinar a su pueblo. Porque eran ellos mismo quienes escribían las historias y eran ellos mismos los que habían acusados a la tripulación de Shanks y a ella misma, de haber matado a todos. Nunca iban a admitir esa masacre, nunca asumirían las consecuencias de sus actos.

Si. Había piratas buenos, hombres y mujeres que solamente querían vivir su libertad a pleno. Y había piratas malos, hombres y mujeres dispuestos a asesinar por dinero, fama y honor. Pero también había marines bueno, hombres y mujeres que entregaban sus vidas a la verdad y la justicia. Y marines malos, hombres y mujeres que decidían ignorar las injusticias cometidas por los poderosos y preferían actuar según las órdenes de ellos.

Rina se giró hacia Shanks.

- Ayúdame.

Lo vio sonreír. Los hombres que lo seguían de cerca, contratacaron contra aquellos marines. Rina nunca terminó de entender qué pasó y cómo. Pero al cabo de minutos, los marines estaban todos en el suelo, derrotados y ellos se encontraban corriendo por la ciudad en dirección al muelle.

Llegaron al barco en cuestión de minutos. Rina se agachó y aferró su cabeza con fuerza, comenzó a tirar de sus cabellos.

- ¡¿Qué voy a hacer ahora?! ¡Soy una criminal!

El silencio era abrumador, ni siquiera podía pensar con claridad. Escuchó sus pasos en el césped y alzó la mirada. Shanks estiró su mano.

- Únete a mi tripulación, y podrás hacer, decir y pensar libremente.

El corazón de Rina comenzó a latir con mucha fuerza. Contempló su mano y luego siguió hacia sus ojos. Libertad era una palabra muy fuerte, algo que muchos no se atrevían a probar, algo que muchos ni siquiera tenían la suerte de probar. Y no es que quisiera ser un pirata, pero... no tenía muchas alternativas. Incluso si se entregaba, sería tratada como la asesina de su familia, de sus amigos. Pensó en los hombres con las máscaras. ¿Cómo era posible que la gente que decía defender la justicia, fuera tan injusta? Apretó sus labios con fuerza. Lentamente, Rina estiró su brazo y tomó la mano de Shanks con fuerza. Se puso de pie. Por primera vez desde que la había encontrado, notaron determinación en su mirada.

- Está bien, me uniré a ti.