CAPÍTULO 10

REGINA

Quizá tengo un problema de alcohol, y un problema de sexo con alcohol para ser más específica. Es probable que mi actual esposo pueda usar eso como causal de divorcio, en especial cuando llegas de trabajar toda la mañana y me encuentras apenas vestida, si es que se puede decir que una camiseta grande y ropa interior es estar vestida, con la música a todo volumen y abriendo mi segunda botella de vino.

Llevamos toda la semana sin hablarnos, compartiendo el mismo espacio, tropezando y esquivándonos, sin la necesidad de buscar un punto medio de comunicación porque realmente no hay nada que nos ate, no hay un amor que salvar ni unos hijos por los cuales aparentar que iremos a terapia para resolver nuestras miserias y seguir intentándolo.

El problema era que él me necesitaba, su candidatura había sido inscrita y en un par de días tenía que hacer presencia en un evento de caridad importante para su imagen, el momento ideal para venderse como el perfecto candidato por quién votar, pero no compites con facilidad cuando vives en una ciudad llena de personas aburridas acostumbradas al concepto tradicional de familia, y su opositor sabía vender muy bien ese ideal, un padre viudo entregado al cuidado de su hija que ha estado a punto de arruinarle los planes con su desliz escandaloso, y con un negocio a punto de expandirse para dar trabajo casi a la mitad de los pobladores.

—Yo votaría por él —dije en medio del sonido estridente de la música proviniendo de la sala. David levantó la cabeza para mirarme mientras sostenía la correspondencia—. Tu ex suegro… es la opción más segura.

Volvió a enfocarse en sus cuentas y ofertas que nunca ocupa, e incluso en algo tan banal como eso se veía demasiado bien, si al menos no fuera bueno en la cama, pero era estupendo, el mejor sexo que había tenido. Me acerqué moviéndome un poco al ritmo de la música, balanceando la botella hacia él.

—Es un vino estupendo. Uno copa de re… reconciliación —dije con un poco de esfuerzo.

Ni siquiera se molestó en hablarme, dejó algunos sobres en la consola del recibidor, y cruzó la sala directo al estudio. A pesar de su mal humor yo estaba muy de buenas con un plan maestro girando en mi cabeza para conseguir arreglar parte de mis problemas, y a pesar de todo el alcohol tenía las ideas bastante claras, por eso lo seguí, tomé un gran sorbo de vino y dejé la botella en alguna parte del camino. Él estaba de espaldas hacia mí, frente al escritorio, así que me arrimé pegándome a su espalda y lo rodeé con mis brazos para tocar sus abdominales.

—Podemos bailar, a menos que se te antoje algo más.

—Estás borracha.

—Bailaremos cuando esté sobria entonces.

—No —dijo enfáticamente, alejándose de mi agarre y enfrentándome—. No estoy para tus tonterías, he tenido bastante hasta el momento.

—Baila conmigo. Vamos —dije estirando los brazos hacia él y moviéndome al ritmo de la canción—. I wanna dance with somebody… with somebody like you.

—Vete a la mierda.

—Uf… esa no es la forma de tratar a tu amada esposa.

Mi ánimo no decayó, seguí moviéndome, aunque un poco más lento que el ritmo de la música, y jugué con su camisa levantándola un poco fuera de su pantalón. Sujetó mi mano con fuerza y yo me acerqué a él, provocándolo, tocando sus botones un poco más, esforzándome por no reír a carcajadas al verlo en su papel de hombre digno y ofendido.

—He terminado con los juegos, busca algo más en qué entretenerte porque estás agotando mi paciencia.

—Te han dicho que te vez más sexy cuando estás enojado.

Me soltó con poca delicadeza y huyó, como el cobarde que era, al igual que cuando estuvimos en casa de Daniel. Agradecí escucharlo salir de casa porque no creía que fuera capaz de evitar buscar una nueva pelea entre nosotros, habíamos dejado la anterior literalmente a medio camino, y todavía faltaba mucho más por lo que seguramente terminaríamos peleando. La diferencia entre nosotros, era que yo podía dividir las cosas, como irme a la cama con él a pesar de todo lo que sabía.

Su distancia y mi falta de trabajo, al día siguiente me permitió quedarme en casa y tener conversaciones con Kathryn que no quería tener, era comprensible que estuviera enojada por ser puesta a un lado de los casos grandes después de lo mucho que le costó llegar; escuché pacientemente todas y cada una de sus quejas, y las comparaciones con otros de sus colegas que no hacían ni la mitad del trabajo que ella había estado haciendo conmigo, porque aunque la castigada era yo, ella también se veía perjudicada, nuestro querido jefe le había dicho que le vendría bien un descanso al igual que a mí, para que despejemos la mente y hagamos cosas de mujeres.

—Bueno, sabes que detrás de todo esto solo hay un nombre, y lo peor es que no hemos conseguido ningún tipo de información que nos pueda beneficiar.

—¿Te refieres a Leopold?

—Él se quejó, nos consiguió estas maravillosas vacaciones.

—Lo peor es que la transición está lista, no hay nada que los obligue a necesitarnos.

—En realidad hay algo que me gustaría que hicieras por mí, Kat.

—¿Es legal?

—Claro que sí, no somos actrices en un thriller.

—Somos brujas según la mitad de nuestros compañeros, y la otra mitad nos considera sirvientas glorificadas.

—Porque quieren estar en tu lugar y en el mío; si los dejas, ellos ganan.

—Ok, dime lo que quieres.

Lo más bonito del enojo es que mueve a las personas en direcciones inimaginables, la mayoría de veces es irracional y terminamos haciendo cosas que normalmente no haríamos, especialmente si eres alguien impulsivo. Así que le dije a Kathryn lo que necesitaba de ella y luego esperé que llegara mi segunda conversación del día con Jefferson.

—Me pareció extraño que mi secretaria me dijera que querías verme aquí. ¿David no está cumpliendo sus funciones de esposo? —lo dijo como si en realidad él pensara que era gracioso.

—Estoy muy ocupada, lamento que tuvieras que venir hasta acá.

—Me encanta venir hasta acá, la palabra venir es mi favorita.

—Qué idiota eres —dije sonriendo, aunque en realidad quería patearlo fuera de mi casa—. Vamos al punto.

—¿Alguna noticia importante? ¿Más dinero para mí?

—Sabes que estoy aquí para guiarlos en el proceso, no puedo involucrarme directamente porque no es parte de mi trabajo y tú debes designar cómo será el proceso de firmar el finiquito con todos los involucrados.

—Pues recursos humanos —dijo tirándose en el sofá frente a mí, mostrándose como si fuera el dueño del lugar.

—Ellos también deben recibir su liquidación, Jefferson.

—No había pensado en eso.

—Por eso estás a cargo.

—Obviamente pondremos a alguien que se encargue de hacerlos firmar rápidamente, van a estar agradecidos de recibir dinero al fin. Son una molestia con sus protestas y quejas. Voy a estar feliz de librarme de esto.

—Es por eso que te aconsejo que no te reúnas con ellos de forma colectiva, no te dejes llevar por lo que haga el resto, van a querer llevarse el crédito por todo, pero…

—¿Quién se llevaría el crédito? ¿Alguien dijo algo?

—Eso no importa.

—He estado al frente de esto, lo he resuelto yo —dijo como molesto, casi haciendo un berrinche.

—Los dos sabemos que esto va a beneficiarte, si te reúnes de forma colectiva es probable que te vean como el rostro que les ha conseguido su dinero, pero al mismo tiempo hay gente inconforme, siempre lo hay…

—Sé lidiar con idiotas.

—Esos idiotas como los llamas, pueden echarlo todo a perder, la gente se deja llevar, trata cada caso por separado, consigue que firmen y cobren de inmediato, luego de eso no hay vuelta atrás.

—¿Tu esposo va a jugar al héroe por las elecciones?

—No. Déjalos jugar a ser héroes, nosotros sabemos que tú hiciste el trabajo, seguro tu jefe te lo compensará.

Dile a un necio que no haga algo y conseguirás que haga exactamente lo que quieres. Jefferson tenía esa mirada de idiota que había mostrado desde el momento en que lo conocí, algo habitual en este tipo de situaciones donde el mejor seguro por si algo sale mal es poner a alguien incompetente para luego poder culparlo.

Me deshice de Jefferson lo más rápido que pude, justo a tiempo para recibir los documentos que le había pedido a Kathryn, ella a diferencia de él, era muy buena en su trabajo, si yo fuera del tipo que tiene amigas seguramente ella sería mi favorita.


DAVID

Regina era una verdadera complicación, no esperaba una disculpa de su parte ni nada parecido, pero desde que regresamos, cada quién por su lado, ella parecía una adolescente rebelde que había decidido que molestarme era la mejor parte de su día, una cosa más que empezaba a conocer y que no me agradaba en absoluto, parecía que su especialidad era utilizar a las personas para sus propósitos y luego deshacerse de ellas.

No era la persona que elegiría para tener una relación a largo plazo, cuando la conocí me pareció atractiva, muy hermosa, y alguien inteligente con quién mantener una conversación adulta, sin embargo, parecía que no tenía idea de quién era la verdadera Regina, lo peor era que ella sabía una parte de mi vida con la cual podía hacerme daño.

Con la campaña tan cerca de empezar pude distraerme en las cosas que debíamos organizar con Graham, su brillante asesora llegaría en una semana, no sentía que la necesitaba para ganar, pero él quería ganar muchos puntos con ella así que era el plan perfecto; lo único con lo que no estaba de acuerdo era en tener que pedirle a Regina que me ayudara, ni siquiera le había hablado, pasaba manteniendo la distancia, no solo porque seguía enojado, sino porque no quería terminar en la cama con ella y hacer como si su brote de novia psicótica no tenía importancia, ¿qué clase de persona persigue a su ex novio para castigarlo por un mal rompimiento?

Llegué a su casa temprano y fui directo al estudio donde había estado trabajando, necesitaba enviar unos correos antes de salir a correr con Graham, debíamos hacer ajustes en el presupuesto de campaña para dar cabida a unas donaciones, eso se vería bien y ayudaría a la colecta que estaban haciendo en la escuela para ampliar el salón de arte.

Me senté detrás del escritorio y vi la laptop de Regina encendida, no le presté demasiada atención, la hice a un lado y encendí mi propia laptop, se demoró un poco en encender y luego otro poco en cargar mis correos, y esos segundos fueron suficientes para volver a enfocarme en lo que no debía. Su computadora mostraba un par de programas abiertos con proyecciones que ignoré, abrí el navegador y su bandeja de entrada, los primeros correos eran precisamente de Kathryn, me fijé en el primero que indicaba "CAMBIOS" con letras grandes en el asunto, tenía un documento con los ajustes de los acuerdos económicos de los despidos, las liquidaciones y compensaciones que recibirían.

Todo lo que debía hacer era cerrar el correo y hacerme a un lado de esa situación, pero no pude evitar abrirlo, y como si eso no fuera suficiente, tomé algunas fotos con mi celular. Nada de lo que leí rápidamente me gustó, eso me enojó aún más y me alegré de haber espiado entre sus cosas. No podía no involucrarme, conocía a esas personas, muchas de ellas habían trabajado toda su vida y prácticamente no recibirían nada.

—¿Qué haces? —preguntó apareciendo de repente, su cabello estaba mojado y era evidente que había tomado una ducha.

—Nada. Estoy trabajando.

—Mi computador está abierto, eso debería decirte que el lugar está ocupado —su aparente buen humor de los días previos pareció esfumarse al verme demasiado cerca de sus cosas.

—Yo estoy ocupado, y si no querías que lo viera lo habrías apagado.

—No estoy de humor para tus tonterías. Mantente alejado de mis cosas. —Tomó su laptop y salió del estudio.

Terminé rápidamente de revisar el presupuesto y envié un correo de aceptación para que Graham se hiciera cargo. Me cambié de ropa y salí a encontrarme con él para ir a correr a los muelles como habíamos quedado. Lo cierto es que terminamos desviándonos para correr por el bosque porque no quería arriesgarme a que alguien nos escuchara hablando.

—No puedes decirles —fue su primera reacción después de escuchar lo que yo había descubierto—. La gente está alterada, eso va a generar más caos.

—Necesitan saberlo.

—No de ti. No te favorece en la campaña.

—Tampoco me favorece que Regina sea parte de esto.

—Es diferente, vas a hacer que la gente te vote en contra por simple odio hacia ella.

—Lo harán de todas formas, no creo que nadie quiera firmar para recibir la miseria de dinero que quieren darles.

—El sindicato se dará cuenta.

—Leroy es un idiota, si a él le ofrecen un buen acuerdo no le importará el resto.

—Él no es el único del sindicato, ni el que está a cargo.

—Pero es un bocón que la gente escucha.

—Ellos saben lo que hacen, Regina tiene experiencia.

—Regina está loca, no conoce a la gente de aquí, no le importa nadie más que ella.

—¿Vas a decirme de una vez qué demonios pasó entre ustedes? No creo que una simple pelea sea suficiente para que estemos planeando deshacernos de ella. —Lo dijo en broma, pero escucharlo me crispó un poco los nervios.

Habíamos estado muy ocupados trabajando con el inicio de la campaña, y tampoco terminaba de comprender del todo lo que había ocurrido con Regina, no entendía lo que quería hacer, y Graham no sabía lo que mi hermano y yo habíamos hecho, nadie podía saberlo, me costaba separar las historias así que por lo general evitaba cualquier cosa que pudiera estar vinculado a eso, porque las mentiras tarde o temprano terminan haciendo que cometamos errores.

—Ella… no sé. Se topó con su ex y se volvió loca.

—Loca como Mary Margaret y su obsesión por regresar contigo.

—No lo sé. No entiendo si lo que quiere es volver con él, si lo ama, o simplemente quiere hacerle la vida imposible.

—Parece que descubrimos cuál es tu tipo de mujer.

—Soy un idiota. Llegué a creer que era… ya sabes…

—¿Te estás enamorando de ella?

—No… pero… podríamos tener una buena relación.

—Puedes tener buen sexo, olvídate de la relación. Si quieres tener un hijo está bien, nos vendría de maravilla para la campaña, pero luego te divorcias y listo, tienes una oportunidad de oro, y con una mujer que está increíble.

Lo que no pude decirle a Graham, y que era lo que realmente me preocupaba más de lo que quería admitir, era que Daniel y yo habíamos hablado esa noche. Cuando Regina me dejó en media calle me senté en un pequeño bar que estaba cerca de allí y al parecer Daniel había ido detrás de nosotros, se sentó conmigo en la barra, pidió una cerveza y me dijo que no tenía idea de con quién me había casado.

Tú sabes quién soy en realidad, lo que pasó con mi hermano —le dije.

Y por eso le di el mismo consejo a ella para que se aleje de ti.

No te entiendo. Y no me interesa Regina. Lo que quiero saber es qué te dijo mi hermano, ¿qué fue lo que te contó exactamente?

Nada. Regina debió contarte lo mismo que yo sé.

Hoy es la primera vez que sé algo de todo esto.

Solo aléjate de ella.

Intenté ir tras de él, pedirle explicaciones, pero no era alguien dispuesto a hablar conmigo, al menos no parecía interesado en exponer quién era yo. En ese momento no reparé en lo que me dijo de ella, pero al regresar a casa fue lo único en lo que pude pensar. Lo poco que sabía de Regina Mills era típicamente normal, proveniente de una buena familia, graduada de las mejores escuelas y un trabajo poco habitual, pero nada interesante, solo podría decirse que empresas como en la que ella trabajaba eran buitres comerciales, pero eso no la convertía en alguien peligrosa. Solo podía asumir que era alguien con una vena vengativa dispuesta a destruir a un mal ex.

—Solo corre la voz con alguien que pueda hacer algo, si es un mal acuerdo no deben firmar.

—Veré lo que puedo hacer. Lleva a Regina a la recaudación, la necesitamos.

—Ya veremos —dije.

Graham no necesitaba recordarme que necesitábamos a Regina, parte del beneficio de casarme con ella era lo bien que figuraba para conseguir ganar las elecciones, simplemente no estaba de humor ni dispuesto a ceder tan pronto. Llegué a casa y tomé una ducha en el cuarto de invitados donde me había instalado desde nuestra última gran discusión, salí de la ducha con una toalla alrededor de mi cintura y así fui hasta la habitación de ella.

—Necesito que vayas a la recaudación.

—Bueno, tus necesidades no son realmente mi problema —dijo sentada en la cama, con sus ojos centrados en el libro que estaba leyendo.

—No voy a suplicar, ni disculparme de algo que eres enteramente responsable, eres tú quien debería hacerlo y sinceramente no me importa.

—Al menos a ninguno de los dos no importa nada últimamente.

—Déjate de tonterías. Tenemos un acuerdo.

—Ya no me apetece nuestro acuerdo, y estás goteando mi piso, ve a vestirte por favor.

Me desaté la toalla y la lancé sobre sus piernas.

—¡Qué demonios! —dijo enojada y al fin se dignó a mirarme.

—No voy a caer en tus provocaciones, yo cumplo con mi parte del plan y tú también lo harás.

Me acosté en el lado de la cama que ella no estaba ocupando; la vi lanzar la toalla al piso, dejó el libro sobre el velador e intentó empujarme.

—¡Fuera de aquí! ¡Eres un completo idiota! —Usó sus piernas en una especie de rabieta para lograr sacarme de la cama.

—¡Basta! —le sujeté con fuerza ambas manos.

—¡No quiero verte ahora mismo! ¡Sal de aquí!

—No iré a ningún lado. —Forcejeé quedando encima de ella logrando evitar que me empujara con sus piernas, sostuve sus manos por encima de su cabeza—. He intentado que esto funcione y tú solo te esfuerzas por hacer esto peor.

—¡Suéltame! —gritó enojada sin dejar de luchar por liberarse de mi agarre y el forcejeo en el que nos encontrábamos debió darle una idea clara de mi erección frotándose entre sus piernas abiertas.

—¡¿Qué demonios te pasa?!

No esperaba una respuesta sincera de su parte, me había rendido en ese aspecto, y honestamente después de varios días con ella provocándome para tener sexo era lo único en lo que podía pensar; debí esperar al desayuno, tener una conversación decente como dos personas civilizadas, pero el enojo que sentía se había mezclado con la necesidad de tocarla, de estar dentro de ella y hacerle el amor.

Fue ella quien levantó la cabeza hacia mí y me besó, fue un beso hambriento y necesitado que correspondí con el mismo ímpetu. Dejé de sujetarla y ella usó sus manos para quitarse el pijama que llevaba puesto, la ayudé a hacerlo y también le quité las bragas de un tirón. Nos volvimos un lío revuelto en la cama explorando nuestros cuerpos sin detenernos en prestar atención, rodamos con ella quedando encima de mí, era una vista preciosa y fue el único momento que logré detenerme y observarla mientras ella tomaba mi pene en sus manos para deslizarme dentro de su apretada vagina; los dos gemimos al unísono, nos miramos fijamente y en cuanto ella se adaptó y comenzó a mover sus caderas me senté para poder besarla.

—He estado muriendo por hacer esto —dije en su boca.

—¿Por qué tardaste tanto?

—Soy un idiota —y realmente lo era. Con ella moviéndose sobre mí solo podía pensar que me enojaba demasiado que pudiera estar interesada en alguien más—. Te deseo tanto—. Enredé su cabello en mi mano exponiendo su cuello para lamer y chupar un camino que me llevó directo a atrapar sus pezones en mi boca.

Ella se quejó, volviéndose más ruidosa y moviéndose más rápido, me empujó devolviéndome a la cama, giré sobre ella y fue mi turno de tomar el control.

—Más fuerte —dijo mordiendo el lóbulo de mi oreja y clavando sus uñas en mi espalda.

—¿Así? —pregunté mientras la penetraba con fuerza.

—Más.

Me moví más rápido, esforzándome por llegar más profundo, puse una de sus manos sobre su cabeza entrelazando nuestros dedos, sus ojos se fijaron en los míos y sentí que podía perderme en ella; sin importar las veces que habíamos estado juntos era como si aceptara por primera vez que realmente la deseaba.

—Quiero que esto sea real —no pude evitar decirlo.

—Estás dentro de mí.

Gimió en mi boca, moviendo sus caderas al ritmo que yo le imponía. Entré y salí de ella cada vez con mayor dificultad, sentí sus paredes vaginales apretarse alrededor de mi pene.

—Mírame.

—Termina dentro de mí —dijo mirándome a los ojos.

La sentí retener su orgasmo hasta que yo me enterré profundamente y derramé mi semen en su interior. Alcanzó su orgasmo junto conmigo y fue un verdadero espectáculo verla así, totalmente expuesta y entregada, sus piernas alrededor de mi cintura manteniéndome dentro el mayor tiempo posible. Toqué sus pezones erectos, su abdomen plano agitado, y mis dedos frotaron suavemente su clítoris sensible; no demoró en contraerse nuevamente y sus espasmos despertaron mi erección aún dentro de su vagina.

—¿Qué haces? —preguntó casi preocupada al sentirme detenerme y salir de su interior.

Sonreí con malicia la verla tan necesitada, la volteé rápidamente, y la penetré por detrás. Se sostuvo en sus manos y rodillas meciéndose contra mí, gimiendo con cada embestida; apreté sus nalgas perfectas y le di un par de palmadas.

—David.

Mi nombre saliendo de sus labios en medio de sus fuertes gemidos solo me hizo penetrarla más profundo, me fue imposible durar mucho más, froté su clítoris para hacerla alcanzar un nuevo orgasmo mientras volvía a terminar profundamente dentro de ella. Fue suficiente para caer rendidos sobre la cama, abrazados, con nuestros corazones latiendo con fuerza y respirando con dificultad. Nos quedamos quietos hasta que logramos recuperarnos. Ella se giró en mis brazos y buscó mi boca para besarme.

—Yo también quiero que esto sea real —dijo simplemente y volví a besarla.