II. Una sonrisa.

Armin llegó a su casa esa noche más tarde de lo que acostumbraba. Ya que esa tarde la tenía libre, había acompañado a Annie la mayor parte de su primera jornada laboral, apoyándola en el funcionamiento de las computadoras y el sistema de cobro e inventario de la tienda de cómics. Era la primera vez que hablaban tanto. Le sorprendió lo fácil que era conversar con ella, contrario a la apariencia áspera que aparentaba. Se sentía ligero y muy sonriente, tanto que hasta su abuelo lo notó y se lo hizo saber. Él sólo le respondió que había tenido un buen día (había olvidado por completo el mal rato que tuvo en su pelea matutina con Jean y Floch, que le había dejado morado el brazo y la muñeca). Al revisar sus mensajes, específicamente el grupo que tenía con sus dos mejores amigos, se dio cuenta que Mikasa y Eren lo habían tratado de localizar toda la tarde.

Armin: [Hola, estuve ocupado en la tienda de cómics hasta tarde, estoy bien.]

Mikasa: [¿Pero no que ya habías dejado de trabajar ahí?]

Eren: [¿Sabes si salió el nuevo tomo de AOT?]

Mikasa: -.-

Armin sabía que Eren era un chico normal, pero que en el fondo disfrutaba mucho escucharlo hablar de cómics y anime, para disgusto de Mikasa, quien con constancia le recalcaba que jamás encontraría novia si seguía por ese camino friki. Al menos Eren había logrado enamorar a una chica: a la misma que le había dado la advertencia.

Armin, por otro lado, sabía que no era atractivo físicamente, y mucho menos por sus gustos poco comunes. Suspiró al llegar Annie a sus pensamientos. Annie era una rubia hermosa que no temía ser como ella quería, aún si eso incluía algún golpe para quien no estuviera de acuerdo. Ella era fuerte e inteligente, una de las mejores 10 de la clase. Ella no encajaba en ningún estereotipo. Annie era genial.

Entonces, un recuerdo del día le llegó de repente, como un balde de agua fría: Jean riendo alegremente al lado de Annie. Jean, su abusador constante, pero para la gente otro tipo genial, fuerte y, por lo que decían las chicas, atractivo, a pesar de su "cara de caballo", como lo llamaba Eren.

Sí… definitivamente Annie jamás se fijaría en alguien debilucho como Armin.

No se dio cuenta en qué momento se quedó dormido.


Al día siguiente, saludó con normalidad a Annie y ella le correspondió sin mucha ceremonia. Todo parecía igual, lo cual lo tranquilizó y entristeció a la vez.

Cuando en medio de las clases, en una hora libre, Eren y Connie le preguntaron en qué club se inscribiría por fin en este segundo año, él respondió sin dudar:

—Me uniré al club del gimnasio.

Ellos guardaron silencio un momento y después replicaron.

—¿Qué? ¿Irás sólo porque igual van Eren y Mikasa? —le preguntó Connie.

—Al principio era así —confesó, un poco apenado—. Pero después lo pensé, y quiero hacerlo, quiero ser más fuerte… creo que unirme a un club debe ayudarme a desarrollar habilidades que normalmente no podría aprender yo solo con un libro… o al menos así lo pienso.

—Es demasiado rebuscado para poderlo entender —dijo Connie mirando a la nada—. Yo también me uniré, pero porque quiero ponerme fuerte para conseguir novia.

—Ja! Buena esa —interrumpió Eren.

Escucharon a Annie bufar por lo bajo. Era inevitable que los hubiera escuchado, ya que se sentaba detrás de Armin.

—¿También te unirás al club del gimnasio, Annie? —le preguntó Connie, interesado.

—No. Me uniré al club de música.

—¿Tú, en el club de música? Creí que disfrutabas de golpear gente, digo, costales.

—Me uniré por las mismas razones que ha dado Armin.

—¿Y-yo?

—Sí, quiero aprender algo nuevo.

—Eso es genial, Annie —le respondió Armin emocionado por compartir ese punto de vista.

—Annie es genial —repuso Connie orgulloso, encogiéndose de hombros.

—Espero que les vaya bien en sus entrenamientos… —la mirada de Annie se dirigió específicamente a Armin—. Y no se lastimen tanto.

—G-gracias.

Armin sintió arder un poco sus orejas, apenado por la extraña amabilidad de Annie hacia él que lo hacía ponerse muy nervioso.

Él normalmente no solía apenarse al hablar con sus compañeros, a pesar de que entendía que sus gustos y modales lo convertían en un ser raro ante la juventud moderna. Sabía que existía gente como Eren o Mikasa, como Marco, Connie y Sasha, que veían más allá de las apariencias y lo apreciaban aún sabiendo de sus defectos.

Pero con Annie… se aceleraba su corazón y era difícil mantener su mente clara. Las palabras se quedaban alojadas en su garganta, luchando por esconderse. La única explicación que le daba a ese comportamiento, eran las hormonas cambiantes dentro de su ser. No profundizó a pensar que con ella le pasaba con mucha más intensidad que con cualquier otra chica.

Sujetó con fuerza las correas de su mochila, acariciando de vez en vez la figura de la titán hembra de su anime favorito que tenía como llavero mientras entraba al gimnasio de la escuela, para llenarse de valor. Tenía que hacer esto, por su dignidad. No quería ser un chico debilucho por siempre.


Salió del lugar con dolor en todas sus extremidades, pero bañado, una hora después. Le costaba trabajo caminar. Se despidió de Eren y los demás con premura y salió disparado a su trabajo. No sabía si lograría mantenerse más de una semana en ese ritmo.

Al llegar a la cafetería, guardó sus pertenencias y rápidamente se enfundó en el delantal y la gorra color pistache que constituían su uniforme. Su compañera Hitch se burló de su cabello despeinado, pero no dijo nada más. Unas horas después, en medio del ajetreo, la hermosa rubia que le ponía nervioso el corazón entró por la puerta principal.

—Hola —le dijo con una sonrisa milimétrica al acercarse a la barra donde él iba a tomar su orden. Se veía increíble, aún con una camisa negra tipo polo con un logo de Akatsuki. Era como verla hacer un cosplay de vendedora.

—H-hola A-Anie.

—Vine en mis minutos de comida. ¿Qué me puedes ofrecer?

¿Una reta de videojuegos?

¿Un futuro a tu lado?

¿Una noche loca?

Pero, ¡qué estaba pensando!

—P-puedes escanear el código QR de est…

—¡Olvídalo! A esas cosas no les entiendo. Dame una bendita carta que pueda tocar.

—Espera.

—¿Sabes qué? Tomaré lo que tú elijas. Te espero allí —le señaló una mesa vacía al fondo a la cual se dirigió. Armin se quedó descolocado, pero Hitch le dio una palmadita.

—¿Con que también tú tienes tu corazoncito, eh, Armincito? —él no respondió, concentrado en pensar algo que podría gustarle a Annie. Rememoró todas las veces que la había visto en la cafetería de la escuela, comiendo usualmente del mismo menú que el que él elegía: el más barato del comedor estudiantil. Además, recordaba haberla visto alguna tarde comprando pastelitos a la señora que solía venderlos cerca de la tienda de cómics…

—¡Eso es! —exclamó el tímido rubio, encontrando algo que consideró perfecto para Annie. Y puso manos a la obra. Él mismo preparó el batido de fresas y sirvió la dona de chocolate. Pero añadió una pequeña porción de papas a la francesa con tocino en un plato aparte. Cuando Annie alcanzó a verlo ir hacia ella, sus ojos se abrieron de asombro.

—¿Cómo supiste que…?

—¿Que te encantan las cosas dulces?

—¡Sí! —exclamó ella con una emoción que jamás habría imaginado ver. Sólo duró unos instantes y su rostro volvió a su serenidad natural.

—He visto que comes con frecuencia donas y panecillos dulces. Lo del batido de fresa fue un atrevimiento mío.

—Te salió bien —dijo ella sorbiendo plácidamente de la bebida—. Pero, ¿qué con las papas?

—Imaginé que tendrías hambre y, puesto que está cerca la hora de la cena, no querrías estropear mucho tu apetito—. Ella miró el batido y luego nuevamente a Armin—. Bueno, no querrías estropearlo tanto.

Annie soltó una pequeña risa ahogada, dirigiendo la vista a los ojos del nervioso chico, concediéndole una mirada que no supo cómo interpretar.

—Eres increíble.

Él se sonrojó con violencia.

—¿E-eso es b-bueno o malo?

—Tómalo como quieras —y procedió a comer de lo que Armin le había llevado, comenzando por las papas—. ¿Cuánto me saldrá todo esto?

—Es un batido económico, porque usé sólo un tipo de leche. La dona un dólar y las papas van por mi cuenta.

—¿Qué? ¿Por qué?

—E-es que solo… quería que comieras algo más que sólo dulce. P-pero fue idea mía, no haré que pagues por eso. Lo planeé así desde el principio, porque sabría que no aceptarías que te invitara todo.

Ella se quedó observándolo en silencio, pero no agregó nada. Asintió. Él también, y regresó a su sitio. Hitch lo interceptó.

—¿Cómo logras que Annie hable tanto, Romeo?

—¿Conoces a Annie?

Hitch también iba en la misma escuela que Armin, sólo que ella cursaba en el aula C.

—La conocí en el club de música ayer, pero no dice casi nada. Dudo que hoy me hubiese reconocido. Pero a ti sí que te coquetea, eh, pillín —le guiñó un ojo, juguetona.

—No sé de qué hablas…

Annie salió pasados diez minutos, despidiéndose de Armin con un gesto de la mano que él correspondió con energía.

Ay. Le encantaba esto. ¿Él, un tipo tímido y aburrido, amigo de Annie Leonhart? Ufff. Seguro habría hecho él algo bueno en su vida pasada.

Siguió tentando su suerte yendo a la tienda de cómics al finalizar su jornada. Encontró a Annie cerrando la cortina del pesado metal como si fuera de papel.

—Eres muy fuerte.

—Meh.

—Deberías enseñarme un poco. Soy un enclenque.

—Hummm…

—No olvido que una vez ayudaste a Eren en clase de gimnasia. Él todavía recuerda esos movimientos, lo vi en el club ayer. Yo quiero aprender.

Annie lo miró como pensando si ese menudo cuerpo aguantaría un entrenamiento así.

—Tal vez… si logras alcanzarme a la parada del bus…

Y salió disparada corriendo. Armin tardó en comprender que quería que la siguiera, pero en cuanto entendió, corrió con todas sus fuerzas. La alcanzó cuando ella ya había llegado. Lo estaba esperando con una pequeña sonrisa.

—No es… justo… —dijo él en un hilo de voz, completamente exhausto.

—Gané yo —y su sonrisa se hizo malévola.

—Veo que… te gusta… competir…

—Me encanta.

—Eres… increíble…

Armin seguía sin poder respirar bien. Dobló su cuerpo y puso las manos en sus rodillas, como le habían enseñado para recuperarse pronto. Annie se agachó para mirarlo a los ojos. Lo tomó de la barbilla y la alzó.

—Lo primero que deberías hacer es generar condición física.

Armin sintió que se le paraba el corazón en ese instante, además de la respiración.

¿Annie le estaba coqueteando? ¿O lo estaba aconsejando de verdad? ¿Tal vez las dos?

No. Tal vez la carrera lo estaba haciendo imaginar cosas. Estaba hiperventilando, seguro era que su oxigenación cerebral era tan deficiente que le hacía tener alucinaciones. Debía recordar que la hermosa y ardiente Annie Leonhart jamás le coquetearía a alguien como él.

Un silencio de complicidad se apoderó de ambos, y luego rompieron a reír.

Estar con Annie era tan fácil…

Armin se sentía mejor que viendo anime, o jugando a su videojuego favorito. Annie era real, de carne y hueso. Se sentía incluso más cómodo que estar con Mikasa y Eren. Al fin y al cabo, ella no lo miraba como un niño. Había algo extraño en los ojos de ella. Una mirada libre de juicios.

Pero cometió el fatal error de mirar sus labios. Eran unos labios carnosos y, aunque pálidos bajo la luz de la farola, eran preciosos.

Eran… apetecibles.

Ay. Otra vez estaba perdiendo el juicio. Apartó la imagen de sus labios de su tren de pensamiento, pero se quedó alojada en alguna parte de su memoria a largo plazo. En vez de hacer una tontería que le destrozaría la mandíbula, hizo algo menos loco, pero aún así increíble. Le pidió su número de teléfono.

Y ella se lo dio, con una sonrisa.

Si esta interacción con su cuerpo, sus labios y sus palabras seguía ocurriendo, sabía que su corazón no saldría ileso.

Que le dolería.


Holi. Me di cuenta que no puse ningún disclaimer en el primer capítulo. ¿Eso todavía se usa? Llevaba un par de años sin escribir aquí y estoy algo perdida (el trabajo, más ser esposa y madre llevan mi ser a una vorágine que me pierde en el tiempo y el espacio jeje). Pero amo suficiente a este ship como para subir este capítulo aún cuando palidezco de gripe.

Gracias a quienes han leído la historia y han comentado. De todo corazón, espero que disfruten la miel y el amor que creo que se merecen este par y planeo derramar por aquí.