III. Un abrazo.
Annie se consideraba a sí misma una persona observadora. Podía notar cosas sutiles de las personas si decidía prestarles atención. Aunque con el paso de su vida, y más al llegar a su adolescencia, había llegado a la conclusión de que las personas no eran tan interesantes como para sostenerles la mirada más de unos pocos segundos. Era invertir demasiada energía en individuos que repetían los mismos patrones, así que solía encerrarse en su mundo, en la música y los libros. Llegando a cierta edad, todos pensaban en fiestas, amigos, novios, fumar, tomar, sexo, películas taquilleras o moda demasiado provocativa. La gente comenzaba a darle igual; todos parecían ser bulliciosos y poco interesantes. Aunque en cierto punto, la soledad que la había acompañado durante toda su corta vida le comenzaba a pasar factura.
De su infancia, aún recordaba las noches que tuvo que pasar frío en una calle oscura, acompañada de los gatos que tenían el asfalto como casa. Recordaba con exactitud el rostro de su padre adoptivo al encontrarla. No era de amabilidad. Le tuvo lástima, como se le tiene a un gato pequeño abandonado. Pero al menos él había hecho por ella, lo que sus verdaderos padres no. No tenía odio por aquellos padres ausentes. Eran extraños para ella. Completos desconocidos.
Su padre adoptivo suplió con parsimonia sus necesidades básicas: comida, bebida y escuela. Incluso, le enseñó a defenderse. Y a defenderse muy bien. Hasta de él.
Las necesidades emocionales, eran caso aparte.
Echaba en falta una figura materna. Alguien que le explicara con cariño lo que es ser mujer. Que existen diferencias sutiles entre hombres y mujeres y que está bien. Quería saber peinarse, maquillarse. Quería poder expresarse más femeninamente. No echaba en cara lo que su padre le había enseñado, estaba agradecida. Pero también le hubiese gustado encontrar un equilibrio.
Por eso buscaba una amiga, por eso buscaba encontrar paz en el arte de la música, más que en los golpes y la violencia con la que tuvo que crecer.
Se había esforzado por convivir con más gente, aunque fuese aburrida, ese año.
Con Reiner, no tenía intención de comenzar una amistad, pero la madre de él la conocía y la solía saludar siempre que la encontraba haciendo el súper.
Berthold era la sombra de Reiner, pero no le disgustaba. Casi no hablaba, pero era muy útil cuando olvidaba algún libro o necesitaba pasar un recado.
Jean… era Jean. No le gustaba que la compararan con él, pero debía aceptar que no se sentía incómoda en su presencia. Además, siempre se reía de lo que ella decía.
Connie era muy gracioso.
Eren le agradaba, pero Mikasa lo tenía casi en una cúpula. Ninguna chica que no fuera ella o Sasha se le podían acercar.
En el club de música, conoció a Hitch y Marlow.
Marlow era un tipo simplón y muy enérgico, con ideales de izquierda, que solía hablar demasiado de política. Pero también le agradaba.
Hitch, por su parte, poseía cualidades que agradecería tener ella, como su feminidad y su cabello suave y esponjoso. Pero era demasiado. Demasiado habladora, demasiado empalagosa, demasiado chismosa. Demasiado despreocupada. Se metía demasiado en su vida. Aunque eso es lo que pensaba que solían hacer los amigos.
Y luego estaba Armin.
Conocer a alguien tan maduro, observador y prudente como Armin a sus 17 años le pareció muy sorprendente. Era tan inteligente y amable, que sintió como si hubiese encontrado una joya en medio del lodo del mundo. Obviamente no era perfecto, solía hablar como un anciano frecuentemente, y hablaba demasiado de temas que no podía seguir al cien por ciento. Pero incluso eso le gustaba de él. Conocía temas de conversación desde computadoras, anime y videojuegos, hasta literatura rusa, astronomía y música.
Apenas tenía poco más de un mes desde que había comenzado su trabajo de medio tiempo, y de pasar más tiempo con él. Y, en tan poco tiempo, ya tenían una rutina. Acostumbraron encontrarse al finalizar sus jornadas para después acompañarse a la parada del bus, ya que terminaban al mismo tiempo. Además, ella lo visitaba siempre en la cafetería en los minutos de su descanso, comprando algo de comer, y él también lo hacía, ayudándola cada que iba a la tienda de cómics con información sobre alguna serie o la forma correcta de dirigirse a las personas; eran clientes frecuentes de cada negocio, respectivamente.
En su día libre, Armin solía ir a visitar a Annie a la tienda de cómics y quedarse con ella toda la jornada. Él afirmaba que era una costumbre pasar sus días en la tienda, incluso antes de haber trabajado ahí. Y a ella no le molestaba en absoluto tenerlo cerca. Esa tarde, le había llevado unos nuggets y un batido de piña, y pasaron su tiempo de descanso en la bodega de atrás del local, compartiendo la bebida. Hablaban de los extraños clientes que frecuentaban el local.
—No puedes decir eso, Annie —le corregía él con dulzura en medio de su conversación, mordiendo un nugget. Faltaba que agregara "querida" para sonar como su abuela. Ella lo miraba seria, pero escuchaba atenta cada palabra que él le decía. Eran ambos unos jovencitos preparatorianos, pero Armin siempre solía hablar con buen juicio.
—"Compre algo o lárguese", haría que la gente no durara dando tantas vueltas alrededor de los pasillos. ¡Desacomodan todo! —el modo teatral con el que ella hacía sus gestos le causaba mucha risa a Armin.
Y su risa le parecía a ella la de un ángel en la corte del Cielo.
—El que ellos den tantas vueltas, les da la oportunidad de comprar más.
—Hump.
—Lo que puedes hacer, para ayudarlos un poco, es preguntarles si buscan un cómic de alguna serie en específico, o sólo quieren encontrar algo nuevo.
—Sabes que no tengo idea de cómics.
—Lo sé, p-pero tengo una idea —el tono nervioso repentino la hizo ponerle toda la atención. Giró su cuerpo hacia él y le indicó con la mirada que continuara—. P-podría enseñarte algunos resúmenes de las historias más vendidas.
—¿En serio? Eso me ayudaría mucho.
—Hay unos videos en YouTube que dan una buena sinopsis sin que pierdas mucho tiempo.
—Acepto —dijo sin dilación—. ¿Cuándo empezamos?
—E-eh, si quieres esta tarde te envío algo.
—Me parece bien.
Le sonrió sutilmente. Él correspondió la sonrisa en cambio, con una que pudo haber iluminado la bodega oscura.
¡Era demasiado tierno!
Estar junto a él era tan fácil, tan correcto. Su presencia le hacía bien. Él era de las poquísimas personas que la hacían entablar una conversación de más de cinco minutos por más que cortesía.
Y eso que Annie no conocía la cortesía.
También, fue la primera persona que le enseñó del mundo de los cómics. Las historias no estaban tan mal. Incluso habían viajes en el tiempo.
Al día siguiente, su malhumorado padre la había levantado más temprano de lo normal y no tuvo otro remedio que aparecer casi una hora antes por los pasillos de la escuela. Se había dormido tarde hablando con Armin de los videos que le había mandado y estaba completamente exhausta y desvelada. El salón estaba vacío cuando llegó. Acomodó sus cosas y se quedó dormida en su asiento apenas tocó su cara contra el pupitre. Un buen rato más tarde, entre sus sueños, sintió un movimiento en su espalda, y escuchó la voz de Armin discutiendo con alguien más.
—Aleja tus manos de Annie.
—Uy, la niña me va a decir qué hacer.
—Déjate de tonterías Floch. Lo digo por tu bien. Podrías meterte en problemas en más de un sentido.
—Hablas como tarado, vete a jugar tus videojuegos de nena.
Oyó claramente cómo parecía que alguien cayó al suelo. Annie se levantó en ese momento, imaginando lo que había pasado, y viendo a Armin sangrando de la frente, en el suelo. Ni se percató de que no tenía los lentes.
—¡Armin! —ella se agachó a revisarlo, preocupada al ver la sangre.
—¡Annie, querida! —le gritó Floch, tomándola de la muñeca—. Te ves preciosa durmiendo.
—Aleja tus asquerosas manos de mí.
—Pero, ¿qué? ¿Te estás preocupando por el rarito?
Annie se levantó y, sin dudarlo, le estampó una patada en la cara, dejándolo casi inconsciente.
—¿Estás seguro de querer seguir hablando? —le preguntó burlonamente Armin, desde el otro extremo—. Te dije que te arrepentirías, pero no especifiqué cómo.
—Cállate niñita.
—Cállate tú, imbécil —repuso Annie, dándole otra pequeña patada en la pierna, pero sosteniendo a su amigo rubio.
En ese momento abrieron la puerta, apareciendo Mikasa y Eren.
—¡Armin! —chilló la pelinegra y corrió a abrazarlo, separándolo de Annie bruscamente, y se dirigió hacia ella con enojo. —Tú, ¿qué le hiciste?
Annie no dijo nada, porque en realidad no sabía qué había pasado.
—Mikasa, ella sólo estaba tratando de ayudarme.
—¿Ayudarte? Tienes el ojo hinchado y los lentes rotos.
—Eso fue más culpa de otra persona —dijo mirando a Floch, quien trataba de huir de la escena.
Varios compañeros más comenzaron a llegar y detenerse al rededor a mirar la escena, espantados. Mikasa llevó a Armin a la enfermería, y Eren se encargó de llevar a Floch. Annie había salido ilesa, pero no entendía todavía toda la situación. Quiso ir a acompañar a Armin, pero la profesora Hange llegó y comenzó su clase, ajena a la revuelta reciente. Se dio cuenta de las personas que faltaban. Al finalizar la lección del día, les indicó que tendrían una tarea antes del examen dentro de dos semanas.
—Este trabajo será en equipo… no… ¿saben qué?, mejor en parejas. Elíjanlas ustedes y para el siguiente viernes espero sus reportes.
Annie supo en ese entonces que todos en el aula tendrían pareja, y los únicos que faltaban eran Eren y Mikasa… Armin y Floch…
No podía dejar a Armin y Floch juntos.
Texteó un mensaje en ese momento, de todas formas, tenía el número de su amigo para estos casos.
Annie: [Trabajo en parejas, eres la mía. Aún debes decirme qué pasó con Floch.]
Armin: [Será un placer trabajar contigo.]
Cuando Jean se acercó a ella para pedirle unirse para la tarea, ella lo rechazó con una media sonrisa.
—Lo siento, ya tengo pareja.
Eren y Mikasa regresaron al finalizar la clase de la profesora Hange; Armin, para la tercera clase, medio despeinado y sin lentes. Y Floch ni apareció.
—¿Cómo estás? —le preguntó Annie en un susurro en su espalda antes de que la profesora Petra se acomodara en su escritorio.
—He tenido días mejores, pero sobreviviré —la miró durante unos instantes. Annie pudo ver sus hermosos ojos sin los lentes, pero uno estaba levemente hinchado, estropeando la armonía de su rostro—. Gracias por salvarme.
—No tienes nada de qué agradecer —le dijo, apenada. No le gustaba verlo herido. Suspiró. Al cambiar la dirección de sus ojos, pudo notar que Mikasa los miraba en silencio.
Si las miradas matasen…
Annie le rodó los ojos. ¡Qué le importaba a Mikasa con quien hablara Armin! Ella estaba con Eren, ¿no?
Bufó. Sasha y Connie se acercaron unos minutos más tarde.
—¡Armin! Toma —Sasha le extendió un refresco. —Está lo suficientemente frío para bajar la inflamación.
—Sasha, ya lo atendieron en enfermería —le dijo Eren.
—Bueno, te lo puedes tomar —replicó ella con una enorme sonrisa, tocando su hombro.
—G-gracias, Sasha —le contestó tímidamente el rubio.
Annie miró la mano de Sasha, luego a Armin, y un sentimiento de molestia se alojó en su pecho. ¿Ese contacto lo había puesto nervioso? ¿No era sólo con ella que ponía esas caras? Sintió un navajazo en su ego.
Estúpida Sasha.
Si lo pensaba bien, mucha gente se había acercado a Armin, preocupados por él. A pesar de su aura de rarito, varias personas lo apreciaban. Incluso en profesor Erwin les había dejado ir antes, en consideración de las heridas del chico.
Cuando finalizaron las clases, Armin se le acercó.
—Hoy me tomaré el día en la cafetería. Hablé con Hitch y me dijo que no hay problema. Me iré a casa temprano.
—¿Te sientes tan mal?
—Un poco, creo que la caída me lastimó algo en la espalda también, mi abuelo me tallará en casa.
—Antes de que te vayas… ¿Podrías decirme qué fue lo qué pasó con Floch?
—Eh… —él bajo la mirada, algo incómodo—. F-Floch te estaba tocando la espalda, c-creo que quería tocarte el b-brasserie.
—¡¿Qué?! Maldit…
—Tranquila, llegué justo en ese momento y lo aparté de ti. Creo que no llegó a…
—Gracias. Gracias Armin —le dijo desde lo más profundo de su ser, tomándolo de las manos repentinamente. El chico era un debilucho y aún así la había defendido.
Esos eran los verdaderos amigos.
Quienes te cuidan la espalda, aún cuando tú puedes cuidarte sola.
Se sintió abrumada. Un impulso se apoderó de ella, y lo abrazó. Fue algo que duró solo unos segundos, torpe y algo frío, pero lo hizo con todo su corazón.
No sabía ella lo mucho que cambiaría su vida y la de Armin sólo con ese abrazo y esa mirada.
Cuando llevó sus ojos de vuelta al rostro de él, lo vio sonrojado, incluyendo hasta sus orejas. Sus labios estaban entreabiertos. La mirada que él tenía era preciosa, sus ojos azules brillaban con el reflejo del sol. Eran ojos oceánicos, era un mar que reverberaba el cielo del atardecer. Un azul profundo. Fascinante.
Annie tenía que aceptarlo, estaba enamorada de Armin Arlert.
Hi! Ya me acerco a donde quiero, sólo un capítulo y medio más (risas shippeadoras).
Lo siento por el comentario de Annie hacia Sasha-chan. Es que no la conoce mucho. Discúlpenla.
