VII. Una fiesta.
A Armin no le gustaban las fiestas.
Cuando era niño, su abuelo lo acostumbró a las reuniones donde lo único que se hacía era jugar ajedrez, conversar, beber crema de licor de café y bailar jazz si se ponían lo suficientemente alegres.
Por eso, las veces en que había parado en una fiesta más moderna gracias a Sasha o Connie, lograba fastidiarse lo suficiente como para retirarse pasada media hora en el lugar.
La cerveza le parecía demasiado amarga; la gente, muy ruidosa, ya que usualmente la música era estridente y no permitía la conversación fluida. Además, Armin no conocía las canciones de moda, y le daba mucha pena seguir esos pasos tan candentes donde tenía que pegar su cuerpo a otra persona, sin importar que fuese una chica muy guapa.
Además, ¿de qué iba a hablar con los chicos de su edad? ¿De fútbol o deportes? Era un enclenque que no podía ni correr las vueltas que todos hacían en la clase de educación física, y que no estaba enterado de los jugadores estrella. ¿Y si hablaba de películas en cartelera? Armin detestaba la comedia estadounidense. Solía ver, por supuesto, las películas de superhéroes, o ciencia ficción, pero en su escuela lo consideraban como algo ñoño.
¡Ahhh! Pero si le pidieran hablar de animes de temporada, mencionaría sin dudar su seinen o isekai favorito del momento o el opening más genial que hubiese escuchado ese año.
Si alguien le preguntara de libros, no lo callarían fácil cuando estuviera hablando de Harry Potter o El señor de los anillos.
O, si hablaran de videojuegos, preguntaría si de casualidad sabían de los últimos campeones añadidos a las actualizaciones de League of Legends, o si conocían el juego de TCG online de Pokémon…
Ni siquiera Eren podía seguir sus conversaciones cuando hablaba de algo que le encantaba.
Annie lograba escucharlo siempre paciente, pero le preocupaba que se aburriera de él pronto.
Y ese era un miedo constante.
—¿Quieres beber algo? —le preguntó Annie cuando llegaron a la mesa de botanas y bebidas, después de saludar a la madre de Reiner. Se preguntaba si la presencia de la señora impediría los excesos comunes de las fiestas. El cumpleañero había regresado a la puerta de entrada, para recibir a otros amigos suyos que acababan de llegar. No dudaba que a quien esperaba con ansias, era a Historia Reiss, la que todos sabían era su amor platónico.
Ese día había mucho calor, pero, afortunadamente, además de cervezas de diferentes marcas, en la mesa se encontraban también algunos refrescos. Pidió una simple Coca-Cola; Annie eligió una Pepsi, ya que tampoco estaba acostumbrada a beber alcohol.
La casa de Reiner constaba de tres plantas, era amplia y tenía un patio enorme, con una piscina y un espacio para hacer barbacoas; varios chicos estaban ahí ya cocinando algo.
Genial. Pensó él con sarcasmo.
No tenía idea de cómo hacer una barbacoa. Suspiró.
—¡Hey, Annie! —llamó una voz masculina acercándose desde la piscina.
Genial otra vez.
Era Jean.
Jean, el tipo del cabello de dos colores que solía molestarlo siempre en clase.
El que creía que siendo un pesado conseguiría atraer la atención de las chicas.
El tipo que solía flirtearle a Annie en la hora del comedor.
—Ay, ¿y tú qué haces aquí? —le dijo ella en tono cansino.
—¿No lo ves? Fui invitado —dijo él, orgulloso, secándose con una toalla el agua de la piscina. Llevaba puesto únicamente un short—. Espera, ¿vienes con…?
Jean estaba a punto de decirle algún apodo insultante a Armin, como siempre lo hacía. Lo único rescatable de su persona era que nunca lo había golpeado. Pero siempre se hacía de la vista gorda cuando Floch lo hacía, puntualizó él para sus adentros.
Armin no era rencoroso, pero sutilmente había deshecho cada intento de Jean por acercarse a Mikasa, de quien se le notaba a leguas estar encandilado. Así que mentalmente consideraba que estaban a mano.
—¿Ajá? —dijo Annie, a la defensiva.
—No sabía que eras amiga de… Armin.
¿Qué? ¿No iba a llamarlo marica, como siempre? Eso era un milagro, pensó Armin.
—Pues ahora lo sabes —dijo ella.
—Oh, vaya, es bueno saber eso.
Armin entrecerró los ojos. Annie se dió cuenta.
—Espera un momento, ¿qué quieres decir? —le preguntó ella, irritada.
—No, nada, que disfruten la fiesta —y volvió a meterse a la piscina.
—Hay algo extraño entre ustedes dos —le dijo ella a Armin.
—Sí, bueno, suele ser un idiota la mayoría del tiempo.
—Ohhh, que tú te refieras a alguien como "idiota", ya es muy insultante.
—Al menos hoy se está comportando…
—¡Annie! —la nueva voz que les interrumpía provenía de una chica alta con cabello largo, negro y esponjoso. Al parecer la aludida tenía muchos conocidos allí.
—Hey —le saludó Annie con una pequeñísima sonrisa. Armin supo entonces que esta chica sí era del agrado de la rubia.
—¡Qué genial es verte de nuevo! —dijo mientras la abrazaba con fuerza. Annie no correspondió el gesto, pero no la apartó tampoco. Armin sonrió feliz al conocer a alguien nuevo que también le tenía cariño a su chica. La joven en cuestión notó su mirada y se dirigió hacia él—. Ohhh, hola, rubito.
—H-hola, buenas tardes —contestó Armin con timidez.
—Armin, ella es Pieck, la conocí en mi antigua secundaria, es dos años mayor que nosotros. Pieck, él es Armin… mi… eh… es… de mi actual preparatoria.
Armin tenía una sutil, muy sutil esperanza de que ella cambiara de parecer y aceptara que eran novios. Desechó en ese momento el pensamiento. Armin no había hecho la pregunta. No eran novios, tenía que repetírselo a sí mismo.
—¿Qué tal, Armiiin? —dijo la pelinegra alargando su nombre.
—Mucho gusto, señorita Pieck —alargó él la mano para saludar, pero se arrepintió de inmediato. Recordó que los chicos de su edad no solían saludar con apretones de mano. Lo que no sabía, es que ella tomaría su mano gustosa, y luego le daría un abrazo también a él.
—¡Ah! —exclamaron él y Annie a la vez muy sorprendidos, pero Armin correspondió el gesto con unas palmaditas en la espalda de Pieck.
Cuando volteó a ver a Annie, notó que ella lo había tomado posesivamente de la parte posterior de su playera.
—Suficiente, Pieck —dijo Annie, en un suplicante hilo de voz.
—Ohhhh ya veo —canturreó soltando al cohibido muchacho, y mirando con picardía a Annie. —Ya veo. Al parecer está apartado ya el rubito.
Los colores se le subieron a Annie, tiñendo de rosa el rostro comúnmente inmutable.
—No sé de qué hablas, Pieck…
—No tienes que darme explicaciones, cielo. Sólo gózalo.
—¡Ay, Pieck!
Armin río sutilmente por lo bajo al ver su relación. No le conocía muchas amigas a Annie, más que la tranquila Mina Carolina y últimamente a la revoltosa de Hitch.
La presencia de Pieck ayudó muchísimo a que el par de rubios introvertidos socializaran con más gente. A su mesa se unió el callado pero amable Berthold, la primita de Reiner llamada Gaby y su amiguito Falco, y otros dos hermanos llamados Marcel y Porco; este último un poco brusco y condescendiente.
Cuando una hora después alguien mencionó Star Wars en medio de la barbacoa, Marcel comenzó a hablar sin parar de la calidad de las sagas clásicas en comparación de las últimas que habían salido y Armin aprovechó a participar de la conversación apuntando los aciertos de Rouge One.
—Tu novio es todo un experto en esas cosas frikis—dijo burlonamente Porco a su lado, codeando a Annie, la cual lo miró mal.
—No es lo único que él hace bien —aseguró, haciendo que Porco bufara por lo bajo y ella procedió entonces a pegarse más al lado de Armin, hasta por accidente hacer chocar sus hombros. Armin estaba tan concentrado en la plática con el joven Marcel, que no se dio cuenta del comentario de Annie. Pero sí del contacto al tenerla tan cerca.
La plática de frikis se fue tergiversando cuando aparecieron dos amigos más de Reiner: Zeke, un amable caballero alto que le pareció conocido, y su novia Yelena, otra rubia muy imponente de cabello muy parecido al de Armin, pero con el rostro tirante. Fue con las aportaciones de ellos a la conversación, que llegaron entonces a temas de política que hicieron que toda la mesa opinara mientras comían pastel, botanas y los mayores bebían cervezas. Armin era muy respetuoso con las opiniones de cada uno, pero defendía ciertos puntos que dejaban callados a todos los que lo contradecían.
Annie estaba muy orgullosa de él.
En un punto de la conversación, Armin ya no estaba participando, entonces la miró y le dirigió una dulce sonrisa sólo para ella.
Ella le devolvió sutilmente el gesto, tímida, pero con los ojos llenos de felicidad.
Él, al verle sonreír, sintió como su corazón se llenaba de amor y, gracias a un impulso de osadía, aventuró su mano debajo de la mesa, alcanzando torpemente los pequeños y delgados dedos de la mano de ella.
Annie le correspondió también, cerrando los dedos sobre los suyos.
Armin pudo haber visto la guerra estallar frente a sus ojos, pero para él, el mundo sería hermoso si sus manos permanecían entrelazadas.
Guardó ese momento en el palacio de su memoria en un gran cuadro justo al lado del de su primer beso.
Ahora entendía él los chistes sobre no lavarse la mano bendecida por el contacto del ser amado. Pero era tristemente antihigiénico. Así que consideró en su mente que deberían hacerlo mas seguido, para mantener la sensación fresca en su memoria de su suave piel.
Las manos de Armin eran tan calientes… era lo único en lo que Annie podía pensar. Su rostro no demostraba nada, pero por dentro estaba muerta de los nervios. Le encantaban las enormes manos de Armin, pero sentía que sus propias orejas expulsaban humo de tan rojas que estaban. Jamás había tenido tanta confianza con un chico. En general, en toda su vida no había tenido contacto físico con casi ningún ser humano. Pero ahora, con este aparente tímido muchacho, había compartido un abrazo, se había dejado besar, y tomar de las manos… Todas estas sensaciones eran nuevas para ella, llenaban de diferentes colores en tonos pastel su vida tan gris.
Ambos creyeron que nadie los había visto, pero Berthold notaba más de lo que cualquier otro invitado cuando se trataba de Annie.
En el momento en el que vio su sonrisa inaudita dirigida a Armin, esa sonrisa tan pura, tan enamorada, supo que todo estaba perdido para él.
Berthold Hoover conocía a Annie Leonhart desde una fría mañana nevada en la escuela primaria. Era tan menuda y pálida, pero eso no le restaba belleza a su ser. Era un ser etéreo, como si una aparición mágica se hubiese manifestado ante ese grupo de niños.
Tuvo la dicha de estar sentado a su lado durante los tres años restantes, y también los otros tres de secundaria.
A pesar de ser tan callada, le sorprendía lo fuerte en lo que se convirtió. De ser una chica frágil y sumisa, había pasado a devolver todas las maldades que le había hecho Reiner. Usualmente lo mandaba a la enfermería cada mes.
Reiner, a pesar de todo y sin habérselo dicho, notaba sus sentimientos hacia la rubia, y constantemente lo animaba a declarársele. Le elaboró más de diez planes para expresarle sus sentimientos a lo largo de los años, y todos fallaron gracias a su miedo e irresolución.
Pero Pieck, un poco mayor que ellos, había logrado que la besara. Habían sido sólo unos segundos, pero para él se convirtió en un hermoso recuerdo de un beso que iluminó toda su infancia. Le daba infinitamente las gracias a ese juego de botellitas que Pieck los había convencido de participar, aunque Annie no volviera hacerlo jamás.
Pero, a pesar de ese beso, nada cambió en su relación con ella. Todo siguió igual mientras seguían creciendo. Tal vez había intercambiado con Annie menos de doscientas palabras en toda su vida.
Pero estaba irremediablemente enamorado de ella desde el primer momento en el que la había visto.
No podía soportar verla entregar su corazón a alguien más.
No podía.
Se levantó de la mesa, y caminó hacia dentro de la casa, con la excusa de buscar hielos.
Annie, al percatarse, supo inmediatamente que tenía que hacer algo. Tenía que pensar en los demás le había dicho el idiota de Reiner; y, la verdad, es que apreciaba mucho a Berthold como persona y deseaba liberarlo de cualquier sentimiento que tuviera por ella. Aún no aclaraba lo que tenía con Armin, pero sabía que no era algo que pudiera sentir fácilmente por alguien más.
—Iré a ayudar rápido a Berth —le susurró al oído a Armin. Él asintió, aunque en silencio comenzó a ponerse ansioso. Pero por otro lado, conocía los ojos de Annie. Quería creer que esos ojos le pertenecerían a él, aunque sonara muy arrogante.
En la cocina, Annie encontró a Berthold mirando un punto vacío en el techo, mientras sostenía una cerveza.
—Hey —comenzó ella. No comentó el hecho de que eran menores de edad para ingerir alcohol.
—A-Annie…
—Creo que hasta se les olvidó que necesitaban hielo.
—Lo siento, ya voy.
—No te preocupes. —ella lo detuvo, tocando con timidez la manga de su camisa—. Berth… tal vez necesitamos hablar.
—Ah… ¿sí?
—¿Hay algo que quisieras decirme?
—¿Y-yo?
Esta era su oportunidad, se dijo Berthold a sí mismo.
—Sí, tú —dijo ella con el sutil tono exasperado de siempre.
—P-pues… —el chico pelinegro no podía sostener la mirada de Annie. Ella jamás le había dedicado tanta atención. ¿Acaso Reiner le había dicho algo?
¿Acaso Armin había notado cómo la miraba?
—¿Ajá?
—¿Estás saliendo con Armin? —preguntó. No quería saberlo, pero su subconsciente hizo de las suyas y fue lo primero que soltó.
—¿Qué? —Annie no esperaba que fuera tan directo en ese asunto. Bueno, en realidad, ¿qué esperaba que le dijera?
—H-he visto cómo se comportan…
—¿Disculpa?
—Yo… yo… yo veo cómo le sonríes.
Annie se comenzó a molestar. Pero tuvo que sacar paciencia del abismo en su interior.
—Yo no me he dado cuenta.
—¿Están saliendo?
Esa era una pregunta que no tenía respuesta aún. Y que en realidad no le interesaba a nadie más que a Armin y ella.
Pero… ¿estaba saliendo con Armin?
¿Él la quería a pesar del ser tan insípido que era?
Tampoco se lo había dicho.
Probablemente Armin no aguantaría mucho su personalidad tan sosa.
Pero…
—¿Eso cambiaría algo?
—¿Eh? Yo…
¿Tú qué, Berthold, tú qué? Quería gritarle. Comenzaba a perder la poca paciencia que había sacado con el cobarde muchacho. Pero sabía que así era él. Se rindió.
—Berth. Gracias por siempre ser mi amigo, aunque yo no haya sido la mejor opción de amistad para ti nunca.
—Annie…
—Te mereces solo cosas bonitas.
—Annie…
Ella le regaló una pequeñísima sonrisa.
—Creo que Armin me está esperando. Yo llevaré los hielos.
Ella salió, fugaz como una estrella, llevándose la oportunidad de confesar sus sentimientos otra vez.
La dejó ir de nuevo.
Él supo en el fondo de su corazón que no habría otro momento como ese.
¿Cambiaría algo?
Supo que no.
—Te quiero —susurró en voz baja pensando en Annie, cuando estuvo solo.
Ninguna persona lo escuchó.
Eren y Mikasa no dejaban de mandarle mensajes a Armin, preguntando dónde estaba y él no sabía qué contestarles.
"Estoy en una fiesta de chicos populares de otra escuela y, sorprendentemente, ¡me la estoy pasando bien!".
Pero sólo había tecleado un rápido [Luego les cuento].
Cuando vio caminar a Annie de regreso, él sonrió como un niño.
Las personas de la mesa habían comenzado a balbucear gracias a los efectos del exceso de alcohol y él había dejado de entender su idioma. Los únicos con quienes habían congeniado y no habían bebido por obvias razones (Falco y Gaby) se habían ido a jugar a la piscina, y Marcel los vigilaba tambaleándose un poco, ya que él sí estaba pasado de copas.
—Tal vez Marcel no debería estar tan cerca de la alberca —le comentó Armin a Annie al llegar ella a la gran mesa. No preguntó nada sobre la conversación que de seguro había tenido con Berthold, pero no notó en su cara ningún cambio, así que todo parecía seguir igual.
—Tienes razón, ya está muy borracho.
Zeke también escuchó el comentario y estaba caminando hacia él, pero no tuvieron tiempo suficiente para advertirle, ya que en ese mismo instante alguien tropezó con él y gracias a su poco equilibrio, cayó pesadamente al agua.
—¡Marcel! —gritaron muchos al unísono. Pero Reiner, quien afortunadamente no estaba ebrio, fue el primero en aventarse a la alberca, sin dudarlo ni un segundo. Porco, Zeke y un tímido pero útil Armin los ayudaron a salir del agua poco después y Pieck, que estaba estudiando enfermería, comenzó a darle respiración cuando vieron que no reaccionaba. Jean estaba dando instrucciones a Berthold para que llamara a la ambulancia, cuando Marcel logró escupir toda el agua que guardaban sus pulmones. En el momento en que estuvo segura de que él se encontraba bien, Annie corrió entonces por una toalla con la señora Braun.
—¡Gracias al cielo que estás bien! —exclamó Reiner abrazando a su amigo. Todos suspiraron de alivio después del gran susto.
Historia, la preciosa y popular hija del director y de quien estaba enamorada el cumpleañero, acaba de llegar junto con su hermana Ymir justo en el momento del accidente, y se sorprendió de la valentía de alto rubio.
—¡Reiner!
—¡H-Hisu! Llegaste…
—No queríamos venir —interrumpió Ymir, aburrida.
—¡Ymir! No digas eso —le corrigió la pequeña Historia.
—No importa, qué bueno que llegaste, yo… —Reiner estaba muy nervioso.
—Estás empapado —Historia buscó en su bolso algún pañuelo.
—Iugh —dijo Ymir.
—Lo siento, iré a cambiarme.
—Hey —Annie, quien estaba escuchando la conversación junto con Armin, les aventó una de las toallas—. Vamos, Armin.
Él la siguió hasta que llegaron a una de las esquinas del patio, alejándose del alboroto.
—¿Dónde se fueron todos?
—De seguro siguiendo a la "abeja reina".
—¿Quién?
—Historia, por quien Reiner sólo sabe babear, cuando sólo se burlan de él…
—Oh.
—Sí…
—Pues… vaya fiesta —le dijo él, cambiando de tema.
—Estos entre más grandes más estúpidos. El alcohol los hace sólo peor.
—Me alegra que tú tengas control sobre ello.
—Todos en la escuela piensan que me emborracho cada semana… no sé de dónde lo sacan.
—Los estereotipos son algo que está relacionado con la capacidad de la gente para emitir juicios sobre la vida de los demás. Entre mayor sea su ego creyendo saber cómo definir una persona sin conocerla, más grande será la brecha para llegar a saber la realidad.
Annie lo miró perpleja, pero admirando cada vez más a ese joven lleno de sorpresas.
—Eres tan sensato… me alegro de haber venido contigo. Creo que… fue divertido.
—Yo también me la pasé bien. Marcel y Zeke fueron muy amables conmigo. Y tu amiga Pieck también.
—Está enamorada de Porco.
—¿Qué?
—Sí, está apartada también.
—N-no pregunté eso.
—Pues por si acaso…
—Annie…
—¿Sí?
Se miraron, repentinamente intranquilos. La música había parado, las voces se habían alejado completamente. Estaban solos en la oscuridad, iluminados únicamente por un pequeño haz de la luna menguante.
—Annie, yo… siento que no lo he dicho apropiadamente.
—¿Qué cosa? —los latidos de Annie comenzaron a dispararse en su pecho.
—Mis ojos… sólo te miran a ti.
Oh, no, los nervios la estaban traicionando. No pudo evitar emitir un suspiro.
—¿S-sí?
—Sí… —Armin tomó una de las manos de Annie; ella no se opuso—. Annie… estoy enamorado de ti. Yo… sería muy feliz si me hicieras el honor de ser mi novia.
¿Cómo podía decírselo con tanta seguridad si era tan introvertido? Ella estaba completamente anonadada. Esta era la diferencia entre él y Berthold: la valentía e ímpetu de espíritu de Armin era algo maravilloso para ella. No pudo sostener la intensa mirada del rubio. Bajó los ojos.
—Dios mío.
—Annie… —él tocó con suavidad la barbilla de ella con la otra mano, haciendo que alzase su mirada—. Aún si, como en matemáticas, sólo llegas a ser para mí una asíntota… —la mirada de Annie se tornó extrañadísima, ya que no era nada buena en esa materia—, es decir, algo que deseo con todo mi ser y a lo que me acerco pero no podré tener jamás… —explicó él.
—A-Armin… —comenzó a interrumpirle ella.
—Annie, aún si no me correspondes, mi cariño hacia ti permanecerá de la forma en que tú me lo permitas. Ya sea siendo tu amigo, o simplemente tu compañero de clases con el que siempre podrás contar. No… no tienes que contestarme ahora.
En ese momento, Armin ya no pudo seguirla mirando. Su rostro estaba tan caliente, que sentía que le hervía la sangre debajo de la piel.
Y Annie estaba completamente enternecida por su declaración.
No le contestó con palabras.
Simplemente lo besó.
Ta chan, llegamos al capítulo 7. Muchas gracias por sus comentarios y el apoyo a la historia.
Con respecto al capítulo anterior, tal como comentó Daniel99, ya vi la película de Multiverse Of Madness y apoyo la teoría de los mundos paralelos. Definitivamente era un guiño a ese otro universo que todos conocemos en el manga/anime de Shingeki. Gracias por notarlo (inserte un corazón aquí).
En mi cabeza, el AruAni existe el el 90% de los universos, con diferentes historias, algunas más felices que otras... El otro 10% se lo dedicaría al AruMika, AruSasha o EreMin jijiji. Esta historia la trataré de hacer muy apacible, porque este par de "rubios" ya ha sufrido demasiado en los otros universos...
Nuevamente, gracias por leer hasta aquí. Al parecer sigo inspirada con las palabras de Armincito. Jeje.
