Advertencia: podría contener una escena un poquito subida de tono. Si son menores de edad, mejor sáltensela.
IX. Una propuesta
Cuando uno está enamorado, los días pasan con mucha prisa, y los amantes rebuscan en sus días por más tiempo para compartir. Las horas no alcanzan para seguir mirando al objeto de la devoción, los minutos se acaban cuando apenas acaban de besarse.
A los casi cinco meses de novios, Armin y Annie comenzaron a desear más cosas que solo besos o abrazos.
Armin quería dejar el gimnasio cuando se dio cuenta que había tonificado sus músculos lo suficiente para presumírselos a Annie. Comenzó a practicar caminatas nocturnas en su defecto, y se saltaba muchas horas de su club, quienes empezaban a olvidar que él era parte de su grupo. El encargado del club del gimnasio era Dot Pyxis, el profesor de literatura, quien era genial en sus clases, pero solía estar borracho la mayoría del tiempo como para conocer con exactitud el número de alumnos que tenía en clase.
Si hubiera sido el profesor de educación física, Keith Shadis, no estaría tan campante. Pero afortunadamente tenía menos antigüedad laboral que Pyxis y no había alcanzado el otro puesto.
Así que Armin usaba ese tiempo que no iba al gimnasio, para estar en cambio en el club de música con Annie, Hitch y Marlow. Armin venía considerándose como su manager y fan número uno del grupo.
El club de música estaba supervisado por el profesor Nile Dok, quien también impartía clases de ciencias sociales, y era maestro de otra escuela por las tardes, por lo que solía estar siempre muy ocupado para vigilarlos. Entonces, entre profesor y alumnos del club, habían llegado al acuerdo interno de que practicarían únicamente de lunes a miércoles, pero que podían ir cuando quisieran. El obediente Marlow era el encargado de mensajearse con el profesor para saber qué día se daría una vuelta por el club, lo que ocurría un par de veces al mes, si bien les iba.
Era por eso que Armin podía ir sin problemas a visitar a su novia, incluso hacer de sus horas de club la hora del té, sala de cine o centro de debates políticos, y nadie ponía objeción alguna.
Puede que Armin hubiese movido algunos horarios en el sistema escolar de la otra preparatoria donde daba clases el profesor Nile para que estuviera más comprometido de la cuenta…
Pero nadie lo sabría.
No todos conocían su poder detrás de una computadora.
Annie se interesaba frecuentemente por las series que veía Armin, y, cuando le preguntaba de qué trataban, él daba una sinopsis muy emocionado, para luego convencerla de verla juntos. Usualmente él ganaba. Pero no estaban tan mal: Full Metal Alchemist (Brotherhood), Kimetsu no yaiba, Code Geass, le gustaban. Habían otros, no tan conocidos, como Rozen Maiden o Chrono Crusade, que la dejaron marcada: ¿finales tan así? Clannad: ¿en serio? Ouran High School Host Club la hizo reír hasta que le doliera el estómago, lo que a Armin le pasaba con Nichijou y Lucky Star, a los cuales ella no les entendía. Noragami y D. Gray-man no estaban tan mal, Allen Walker le recordó un poco a la personalidad de su novio. Inclusive los clásicos como Naruto y Bleach llamaban su atención, pero no se animaba a ver todas las temporadas, y peor aún, el "relleno". ¡Y qué decir de One Piece! A ese anime le tenia mucho respeto, pero no lo vería; era demasiado, sólo sabía que le gustaba Chopper, el venadito.
—Annie, cariño, es un reno —le contestaba él, comiendo una papa frita. Estaban en la hora del comedor. Le seguía recordando a una abuelita, pero lo quería mucho y no se lo decía. Era muy tierno.
—¿Ah? ¿Y cuál es la diferencia entre un venado y un reno? —preguntaba Annie.
—Eh… ¡excelente pregunta! Pero recuerdo que son diferentes. Vamos a googlearlo —decía él mientras consultaba el buscador en su celular.
—¿En serio llevas solo pocos meses viendo Anime y ya te viste todos esos? —le cuestionó Jean. Armin y ella ahora tenían su propia mesa, donde llegaba Jean, Ruth, Mina y de vez en cuando Reiner y Berthold. Connie y Sasha podían sentarse donde quisieran, eran muy populares recientemente gracias a su canal de YouTube. Eren y Mikasa solían desaparecer muy seguido en ese intervalo de tiempo, y ni Armin ni Annie querían saber dónde se metían, ni qué hacían.
—Claro que no soy otaku —respondía ella siempre, a la defensiva.
—No te pregunté si eras otaku, enana…
Ella le propinó un puntapié que dejó a Jean sin palabras unos segundos, para luego profesar un grito adolorido.
—Es que sí, Jean, ella lleva poco tiempo viendo anime, y ya ha visto un montón —decía orgulloso Armin, ignorando los lamentos del chico.
—¡Armin! No tienes que explicarle nada al idiota de Jean.
—Lo siento, Ann, creí que era de confianza.
—No dirías eso hace unos meses…
—Sí, fue algo sorprendente cómo se hicieron amigos —intervino Mina Carolina, riéndose de su interacción.
—No puedo contar esa historia —decía simplemente Jean, compartiendo una mirada de complicidad con Armin.
A pesar de las conversaciones vergonzosas, eran momentos divertidos los que pasaban en la cafetería.
Claro que Annie no se consideraba una otaku, como Armin. Sólo lo acompañaba viendo sus series. ¡Aunque cada día sonaba más como él!
Lo cierto era de que se había enterado de que la famosísima Historia Reiss, la porrista rubia y amor platónico de Reiner, y quien era la chica más popular de la escuela, veía anime. Esa información sólo la conocía Armin y todos los que estuvieron en detención hacía un par de meses. Esa detención era la razón por la que su novio y Jean se habían hecho amigos.
Sí, Armin había parado en detención, y no por culpa de ella. Pero a él no le gustaba hablar de ello.
El punto era que la preciosísima Historia compartía el gusto por el anime con Armin, y hasta se había hecho amiga de su novio mediante Discord.
Annie, obviamente creó su cuenta también y decidió conocer más a fondo los gustos de Armin en cuanto al mundo geek. Ninguna otra rubia ocuparía su lugar.
Pero el anime sí le terminó gustando. Aunque no lo aceptaría jamás.
Uno de esos días, una tarde húmeda, con una lluvia ligera y muchas nubes que no habían dejado salir el sol ni un momento, los dos rubios enamorados yacían en el piso del aula de música mientras veían una película en la computadora llena de stickers de anime perteneciente al más alto. Casi todos se habían ido a sus casas ya. Se sentían las vacaciones de invierno en el aire. Pero Annie y Armin estaban en sus propios asuntos.
Ni Hitch ni Marlow habían llegado ese día al club, ya que era viernes. Probablemente estuvieran durmiendo en sus casas. Las clases habían terminado a las once de la mañana gracias a los exámenes de mitad de semestre, pero el par de rubios debía trabajar en la tarde y hacían tiempo estando en el aula de musica. A Annie le ayudaban esas horas libres para practicar con su guitarra, y a Armin le llegaba el internet hackeado de la biblioteca escolar.
A pesar de disfrutar viendo películas con Armin, abrazados mientras la lluvia de invierno se intensificaba afuera y los brazos de él calentaban los pequeños hombros de ella, a veces, muchas veces, Annie sólo quería que él quitara su atención de la computadora, y la besara.
¡Estaban solos! Incluso podrían hacer muchísimas cosas más.
Pero no, a este muchacho sólo le gustaba estar viendo anime, o jugando videojuegos. Aunque debía de aceptar que sí la abrazaba demasiado. Si le daba la mano, se ponía rojo como un tomate. Y si lo quería besar, hasta lo sentía temblar bajo sus labios. Era una persona educada y correcta, amable con todos. Podía hablar largo y tendido con Marlow y Hitch, pero cuando estaban solos Armin y ella, él se ponía muy nervioso, últimamente cada vez más.
No salía a fiestas, no se emborrachaba, vivía en la biblioteca y sabía mucho de matemáticas.
Y era el hombre más sexy que había conocido en su vida.
¿Por qué no se le abalanzaba en celo sobre ella, como se suponía hacían los chicos a esa edad? ¿Es que no era tan atractiva para él? Annie sabía que ella no era la persona más divertida del planeta, pero se esforzaba mucho por ser una buena novia.
Armin solía ser muy juguetón, pero de un tiempo hacia el momento presente, Annie había comenzado a notar la extraña línea que él le imponía.
—Armin… —lo interrumpió ella, en medio de la película tranquila que miraban, era la segunda del día; se llamaba "Palabras que burbujean como un refresco". Él pausó la reproducción y la miró.
—¿Sí, Annie? ¿No te está gustando? —le preguntó él con suavidad.
—Llevamos apenas como veinte minutos, no puedo decirlo aún, pero…
—¿Sí? —Armin aún la tenía abrazada. Estaba muy cerca de ella cuando hablaba, así que su voz tan apacible provocaba un cosquilleo en sus orejas y que su corazón bombeara más rápido la sangre en su pecho.
—¿N-no podemos hacer otra cosa? —le preguntó ella, con las mejillas rojas y la mirada brillante. El corazón le latía muy rápido, pero quería hacer más que sólo ver películas junto a su novio.
Armin se desenlazó de su abrazo, como si ella quemara su piel. Se puso de pie y comenzó a andar de un lado al otro en el aula, nervioso.
—A-Annie, p-pues c-claro; p-podemos hacer c-cualquier otra cosa que q-quieras.
—¿De verdad? —le preguntó ella, parándose también y colocándose frente a él, tomándolo de los hombros.
—C-c-claro —Armin miraba el suelo, más nervioso de lo que solía ponerse cuando se conocieron—. P-podemos… p-practicar con tu guitarra…
—Armin… mírame. ¿De verdad crees que quiero practicar con la guitarra justo ahora? Creí que eras más inteligente.
Él obedeció a mirarla, y se mordió el labio inferior involuntariamente. La deseaba.
—Annie… p-por su puesto que sé lo que quieres… y-yo también, p-pero es p-peligr…
—No hables, sólo bésame —lo interrumpió. Ya había escuchado esa frase antes de su boca. "Es peligroso", solía poner él de pretexto. Pero ella no creía que nadie podría decirles nada si los encontrara besándose. Habían chicos que hacían cosas peores. Aunque ella realmente dudaba si alguien podría llegar a aparecer a esa hora de la tarde. Tal vez sólo el conserje.
Él sabía, en cambio, que nadie vendría.
Armin cerró los ojos y la besó obedientemente. Él solía colocar sus manos en lugares "seguros" del cuerpo de Annie, como en sus brazos, sus hombros o su espalda, nunca más abajo de sus caderas. Y eso a ella le comenzaba a desesperar…
Annie por dentro deseaba que comenzara a tocar en otras partes, aunque tampoco tenía el valor para pedírselo. Le daba demasiado miedo aceptarlo; pero lo necesitaba.
Los besos de Armin eran como agua en el desierto, calmaban la sed insufrible de Annie por él. Los besos de Armin perturbaban su autocontrol, la volvían loca y la convertían en otra persona que nada tenía que ver con la tímida Annie que se avergonzaba por tomarlo de la mano en público.
Las manos de ella tomaban el cabello y espalda de Armin como apoyo para pegarse todo lo posible a él. Armin podía sentir con suma claridad cómo los pechos de Annie se estrujaban contra su abdomen: era el principio de su perdición. Intensificó el beso y utilizó su lengua para adentrarse en ella. Annie sólo se apretaba aún más contra él.
Estuvieron así un rato, hasta que chocaron contra el escritorio y él la levantó hasta sentarla sobre este. Annie abrió las piernas y él se acomodó en medio. La boca de Armin buscó con insistencia el pálido cuello de Annie, besándolo con ganas. Ella no pudo evitar apretarlo con sus piernas, acercándolo hacia ella, y sintiendo eso que venía conociendo últimamente cada vez que se pegaba tanto a él. Tampoco pudo prevenir el soltar un peculiar sonido de su garganta, que hizo que a Armin se le erizara la piel de todo el cuerpo y la anhelara aún más.
Armin quería mantener sus emociones bajo control, como su novia lo hacía, pero besar a Annie ponía a prueba todo lo que conocía sobre él mismo. No sabía lo que podía llegar a hacer si perdía ese pequeño control sobre su sensatez.
O tal vez sí lo sabía, por eso se esforzaba tanto por proteger a Annie de él mismo.
Sí sabía lo que podía llegar a pasar, por eso tenía todo bajo control desde un principio. Nadie aparecería en el aula de música a esa hora, ni siquiera el conserje. Esa parte de él que tanto había querido ocultar de Annie, había previsto todo desde hacía meses.
Pero no dejaría que su ser tan primitivo ganara la batalla.
Cuando sintió su sangre concentrada en la parte inferior de su cuerpo, se percató de que su cerebro quería irse de vacaciones, y sus manos estaban con la intención de bajar aún más allá de las caderas de Annie para acariciar aquella piel que él consideraba prohibida, entonces se separó de ella bruscamente.
Ambos respiraban agitados. Annie lo miró confundida, y enojada a la vez.
—¿Q-qué haces, Armin? —el rostro de ella estaba teñido de rosa y sus ojos estaban llenos de deseo. Su ropa estaba arrugada, podía ver debajo de su falda desde ahí, gracias a la posición en la que la había dejado y su cabello estaba completamente desaliñado. Y así le parecía la mujer más hermosa del universo. Tenía inmensas ganas de seguirla besando, de continuar aquello, pero no lo haría.
—L-lo siento Annie, creí que escuché un ruido…
—Eres un pésimo mentiroso, ¿sabes? —le espetó.
—A-Annie, yo…
—Olvídalo, me voy al trabajo —dijo ella herida y avergonzada, tomando sus cosas, y saliendo sin importarle la lluvia. Todavía faltaba una hora para entrar en su turno en la tienda, pero siguió avanzando.
Armin se quedó congelado en el mismo lugar durante un buen rato.
¿Cómo habían llegado a esa situación?
Él, un tipo simple, aburrido y raro, era el más afortunado de tener a la bellísima y ardiente Annie Leonhart de novia. No podía creer su suerte. Y mucho menos cuando ella lo correspondía en cada cosa que él quería.
Lo escuchaba, lo acompañaba, veía anime con él, se interesaba genuinamente en sus asuntos.
Y le correspondía fervientemente el cariño físico.
Annie lo volvía loco. Le erizaba la piel. Le removía cada célula de su ser.
Especialmente, ponía efusivo a cierta parte de su cuerpo que jamás diría en voz alta.
Tenía que solucionar el malentendido, y para lograrlo debería ser lo más sincero posible con ella.
Annie no fue a comer a la cafetería donde trabajaba Armin como lo hacía siempre. No quería verle la cara. Estaba muy apenada por su reacción. No sabía qué mosca le picaba a él y no tenía energía para afrontarlo en ese momento. No quería verlo. La pregunta "¿No seré atractiva para él en ese sentido?" llenaba sus pensamientos.
Horas después, el hambre ya le estaba pasando factura. Estaba enojada, estornudaba frecuentemente y los clientes y su jefe que casualmente estaba ahí ese día pudieron notarlo.
—Deberías irte a casa, Annie —le dijo el señor Onyankopon.
Ella le tomó la palabra casi al instante.
Estaba saliendo de la tienda de cómics cuando Armin la detuvo y la llevó debajo de uno de los puestos; aún llevaba el mandil menta del trabajo. Eso de trabajar tan cerca el uno del otro no le pareció buena idea en ese momento de enfado. La lluvia seguía cayendo, cada vez más fuerte.
—¿Qué quieres?
—Sé que estás enojada, y no has comido. Toma esto como mi disculpa.
Le entregó en las manos una bolsa con comida, chocolate caliente de la cafetería y un paraguas. Annie estaba a punto de regresárselo, pero todas eran cosas que necesitaba en ese momento.
Amaba y odiaba ese don de Armin para saber qué hacer en cada situación.
—Piérdete —fue lo único que le contestó. Abrió el paraguas que le entregó, y salió de ahí rumbo a su casa, asiendo fuertemente la bolsa de comida.
No se despidió de él, pero lo escuchó al decir:
—Te veré cuando salga.
Ella no le contestó, y apuró el paso.
Llegó a su casa anegada de los pies. Estaba oscuro aunque aún eran menos de las siete y su padre aún no llegaba. A pesar de la ayuda del paraguas, sus piernas no se salvaron y quedaron empapadas.
Se dio una ducha rápida y bajó a comer.
El par de bagels de tocino que le había empacado Armin estaban ya fríos, así que los calentó. El chocolate aún conservaba algo de calor, pero le sorprendió encontrar algo escrito en el vaso:
Quédate siempre conmigo,
bajo la forma que quieras,
¡vuélveme loco!
Pero lo único que no puedes hacer
es dejarme solo en este abismo
donde no soy capaz de encontrarte.
Emily Brontë.
Annie releyó el pequeño mensaje una y otra vez con el corazón derretido mientras engullía los benditos bagels. Estaban buenísimos. Armin era un genio con las palabras, y había usado una de las frases de su escritora favorita para disculparse con ella.
—Bendito genio, ¿por qué no me dejas enojarme contigo? —dijo a la nada.
Acercó el vaso a su corazón, como si lo abrazara.
Escuchó el timbre en ese momento. ¿Acaso su padre había olvidado las llaves? No parecía probable, aún no era su hora de llegada.
Le sorprendió sólo un poco encontrar a Armin en la entrada. Estaba empapado de toda la ropa, de los pies a la cabeza. Y estornudó una vez.
—H-hola Annie.
—Dios mío, Armin, te vas a enfermar, pasa, rápido.
Todo el enojo restante que pudiera sentir por él se esfumó en ese momento, y fue reemplazado por preocupación.
Él accedió y entró al garage techado, ya que la lluvia continuaba sin cesar.
—Voy a mojar tu sala si voy más allá.
—¿En serio te pones a pensar en eso?
—E-está bien.
—¿Sabes que, en cinco meses de novios, es la primera vez que entras a mi casa? —le preguntó, aventándole una toalla seca sin mucho cuidado.
—L-lo sé perfectamente, Annie.
—A veces no te entiendo.
—Lo sé también —él bajó el rostro y la miró avergonzado.
—Voy por algo de ropa para ti… —él la detuvo sosteniéndola con firmeza del brazo.
—Annie…
—De verdad, te vas a enfermar si no lo hago pronto. La lluvia está muy fría hoy.
—Vale.
Ella volvió a los pocos minutos y él entró al pequeño baño de invitados para cambiarse.
—Si te invitara al baño de arriba que es más grande, de seguro no hubieras aceptado, así que espero que te las ingenies —le dijo desde afuera de la puerta.
—Lo siento —dijo él al salir. Annie le había prestado ropa de su padre que le quedó ancha y corta de piernas y brazos a la vez—. Y gracias.
—Hice un poco de té —del que te gusta, quiso añadir. Pero no lo hizo.
—G-gracias.
Se sentaron en la pequeña mesa de la cocina mientras sostenían sus respectivos vasos, y se miraron fijamente. Annie tomaba del vaso en el que Armin le había escrito el poema.
—Ajam —dijo ella, llamando su atención.
—Bien, debería comenzar a hablar, ¿verdad?
—Has estado muy raro estos días… como si huyeras de mí.
—Lo sé, Annie, y te pido una disculpa, me he portado como un idiota.
—El que uses esa palabra…
—Yo.. amo b-besarte —soltó de golpe.
—¿De verdad? —dijo ella en tono aburrido, pero por dentro estaba muy nerviosa.
—Annie, si te soy sincero, jamás creí que te fijarías en alguien como yo.
—Tú y tu complejo de inferioridad.
—Annie, amo estar contigo y yo q-quisiera hacer m-muchas c-cosas contigo…
—Siempre creí que serías un pervertido desesperado en este aspecto, pero resultaste ser todo lo contrario… —le confesó ella.
—Es que lo soy, Annie.
—¿Cómo dices?
—Lo soy, soy un pervertido —Annie se quedó sin palabras, y esperó a que él continuara. Cuando lo hizo, la mirada de angelito que solía tener, desapareció, dejando ver ese rostro que a veces le daba repelús a ella—. Y estoy desesperado también. Te quiero hacer demasiadas cosas, Annie. He tratado de no pensar en esto, te lo juro, pero estás en mi mente a todas horas…
—¿C-como qué cosas? —preguntó ella, con el corazón latiendo a tope.
—A-Annie, ¿de verdad me vas a hacer decirlo?
—Sí.
—¿Me prometes que no me vas a dejar?
—No entiendo por qué estás preocupado por eso… ¿n-no has visto cómo me p-pones? —Annie bajó la mirada al decirlo, y sintió arder la piel debajo de sus ojos.
Armin tragó saliva ante esa declaración. Se preparó mentalmente para abrir el corazón ante ella. Sabía que ella le correspondía, pero esperaba que lo que le dijera no la hiciera huir.
—Q-quiero tocarte… m-más allá, quiero poder conocer todo tu cuerpo, quiero v-verte sin ropa, quiero besarte los pechos desnudos, quiero tener… contigo… quiero tener se… Q-q-uiero hacerte mía —su voz se hizo tan baja que terminó en un susurro. Él se cubrió el rostro con las dos manos.
—Soy tuya, Armin —proclamó ella, poniéndose de pie, y parándose a su lado. Los meses que había estado a su lado habían sido maravillosos, lo más bonito que le había pasado. Lo abrazó por detrás y enterró su rostro en su ancha espalda. Estaba muy feliz de escucharlo, porque era lo mismo que ella sentía por él—. Pero, ¿por qué te reprimes?
—A-Annie, sabes que me crió mi abuelo, tengo principios que… hay cosas que… sólo me g-gustaría hacer sólo c-cuando y-yo… —respiró profundo, que pasara lo que tuviera que pasar—. E-esté casado.
Oh, Dios, lo había dicho. Le había confesado por fin a Annie sus ideales anticuados.
Sólo le había tomado medio año, pensó él irónicamente dentro de sí.
—Oh —fue lo único que Annie le contestó. Como ella se encontraba en su espalda, no podía ver qué cara le había puesto. Estaba preparado para lo peor, pero la sintió apretar su abrazo sobre él y oyó decirle con su voz tranquila—: Vale.
Armin sintió un alivio gigante en su corazón al escucharla. Se giró para mirarla y le acarició el rostro suavemente.
La amaba.
—Annie… ¿no piensas que soy muy anticuado?
—Claro que sí. Pero así te quiero —declaró ella con una sincera sonrisa.
—¿T-te gustan mis planes?
Ella lo meditó un momento.
—Sí, no tengo problema.
—Gracias —le dijo mientras se ponía de pie y la envolvía fuertemente en sus brazos—. Tal como te dije con el poema, quiero que te quedes siempre conmigo.
—Sí.
—S-si te soy sincero, Ann, tengo ganas de hacer las cosas bien, pero en realidad no creo que aguante hasta el matrimonio… —reconoció él, sonrojado de todo el rostro.
—En tu cabeza, en teoría, ¿cuánto podrías esperar sin tocarme de esa forma? —preguntó ella con mucha curiosidad.
—¿D-dos años?
Annie se sorprendió mucho, porque ella no se sentía capaz de dar largas a lo que Armin le provocaba. Pero decidió no presionarlo.
—Okay…
—Gracias por entenderme….
—Siempre supe que yo no era la chica en la relación —bromeó ella con un suspiro exagerado.
—¡Oye!
Pasaron una tarNdermanquila tomando té y chocolate, hablando de los miles de planes que se hacen cuando se está joven y enamorado, y se despidieron poco antes de que llegara su padre.
Tenían la intención de esperar algunos años antes de dar un paso más íntimo en su relación.
Pero su deseo era más grande que sus intenciones, y se dejaron vencer. Armin no pudo resistir más de cuatro semanas la necesidad que sentía por su amada.
Y Annie no puso ninguna objeción.
¡Hola! Sé que apenas es jueves, pero como me enfermé, me dieron incapacidad esta semana y pues tuve más tiempo e inspiración para escribir. Espero les guste este capítulo. Estuvo más fuertecillo que los demás, espero que seaís mayores de edad. Saludos. No sé cuándo vaya a actualizar el siguiente capítulo, porque vienen mis vacaciones y eso es un bug en el tiempo para mi. xD
P.D., Lo de la detención de Armin e Historia otaku es canon jajajaja, fue sacado del CD Drama de Shingeki Attack of Castles.
