Percy se levantó de un sobresalto mirando a su alrededor alerta, con el corazón desbocado, los demás estaban durmiendo excepto Zoe que lo miraba con su habitual mal humor excepto que también estaba extrañada.
—¿Qué ocurre?—
El semidiós negó con la cabeza mientras se levantaba e iba a tomar agua, cerca había un río y se refrescó la cara, ese sueño había sido tan real...
—Nada solo una pesadilla—pero después de todos los sueños que había experimentado como semidiós sabía que no lo era pero este era distinto.
Era otra cosa.
Desde pequeño los tenía, pero eran retazos fugaces que no podía ubicar o recordar. Pero desde que descubrió que era un semidiós aumentaron y no tenía idea de qué significaban.
Zoe lo miró, se veía alterado y hasta abrumado fuera lo que fuera lo que estaba soñando era algo grave y no quería decir.
El chico, Perseus, al principio pensó que era como todos los demás hombres y héroes pero ahora veía que él no era así, además de valiente tenía que admitírselo a regañadientes.
Por eso le sorprendió verlo así, aunque sabía que los sueños de los semidioses no eran precisamente agradables.
—Lo mejor es que vuelvas a dormir, mañana nos espera un día largo—
Percy asintió esperaba volver a hacerlo y no soñar con nada al menos, se echó en las mantas y miró el cielo nocturno mirando las estrellas inexplicablemente reconfortantes para él.
Percy observaba desde el suelo, como Zoe luchaba contra su padre, el golpe que le dio el titán había sido fuerte pero se sobrepuso y cargó contra Atlas primero.
El general se rio.
—¿Crees que un patético semidiós y la traidora de mi hija podrán derrotarme?—
Annabeth estaba en el suelo herida pero sus ojos le indicaron una cosa, atrapar a Atlas. Se lo dijo cuando fue a su lado así que fue hacia Artemisa y junto a ella sostuvo el peso del cielo, permitiéndole a la diosa escapar.
Artemisa viéndose liberada fue a por el titán antes de que pudiera propinarle un golpe a Zoe, sentía como si literalmente todo el peso del mundo estuviera en sus hombros apretó los dientes intentando ignorar el dolor de sus músculos y sus huesos.
En ese momento oyó un ruido de batalla que no venía de la pelea entre Artemisa y Atlas en su estado apenas lo oía pero procedía del hogar de las Hespérides.
Precisamente una de las Hespérides apareció donde se encontraban ellos, muy parecida a Zoe excepto por la ropa.
Antes de que nadie dijera nada o hiciera algo la Hespéride con una expresión neutra y a la vez frenética se precipitó hacía donde estaban Atlas y Artemisa y para sorpresa de todos recibió una puñalada de su padre.
—¡Egle!—el titán sorprendido miró a su hija derrumbarse en el suelo muerta.
Todos se quedaron sin palabras hasta que oyeron pasos de la misma dirección de donde vino Egle, al instante la temperatura pareció bajar y una atmósfera más tensa apareció, incluso Percy olvidó un momento la carga del cielo.
Un hombre de metro noventa apareció ante ellos estaba cubierto de una sustancia verde que supuso era sangre. Iba de negro con un abrigo de cuero oscuro, su pelo era negro como el carbón y pálido hasta se podían ver algunas venas oscuras.
Pero lo más aterrador de él eran sus ojos estaban completamente negros como dos pozos de oscuridad excepto por unos puntitos que eran las pupilas de color blanco puro, era inquietante y confuso.
El hombre no dijo ni una palabra agarró una cadena que tenía un gancho en un extremo y a una velocidad como la de Hermes se la lanzó al titán, el gancho se clavó en su antebrazo como un azuelo con un pez.
El pez ha picado.
—¡Tu!—el titán miraba al recién llegado con miedo cosa que lo sorprendió, Atlas no era de la clase que mostraba miedo o se asustaba fácilmente pero fue ver a ese tipo y entrar en pánico.
¿Quién demonios es?
Artemisa palideció ante el hombre.
—Ádeio—
El ahora nombrado Ádeio se limitó a mirar al titán dándole un fuerte tirón sorprendiendo a todos, Atlas era uno de los titanes más poderosos y este ser parecía luchar con él sin dificultad. Con las cadenas Ádeio atacó implacablemente al titán moviendo las cadenas haciendo parecer que una tormenta de pitones metálicas atacaban al hombre.
Atlas tenía heridas por todas partes y rezumaban humo, los ganchos debían tener veneno.
EL hombre de un tirón lo arrojó al suelo y mientras Atlas intentaba incorporarse miro a los ojos del hombre.
—No...—balbuceó.
Atlas con la misma expresión que tuvo su hija Egle y para horror de los presentes empezó a autolesionarse a si mismo golpeándose sin contenerse y hasta clavándose su propia lanza en el costado sin parar.
Percy miraba incrédulo ¿se había vuelto loco?
En ese momento Ádeio agarró al titán y lo detuvo, lo cogió del cuello y miró a Percy. Era como si toda la tristeza y la desesperación estuvieran de repente en él y era una carga mucho más pesada que la del cielo.
Ádeio empujó a Atlas en el sitio donde estaba Percy haciendo que este rodara sin fuerzas Annabeth y Zoe lo ayudaron mientras Artemisa con ambos cuchillos aún sin envainar no le quitaba la vista de encima.
¿Quién era ese tipo?
