Percy estaba en las laderas de una montaña no sabía dónde era pero al mirar de lejos San Francisco se dio cuenta de que era el monte Otris lugar donde habitaba Atlas.
—¿Sobrecogedor cierto?—
Se volvió y vio a una mujer pálida con un vestido marrón oscuro y el pelo rizado del mismo color, tenía los ojos cerrados y una sonrisa serena en ellos, no hacía falta ser un genio para saber quién era furioso quiso sacar su espada pero descubrió que no podía moverse.
Gaia la madre tierra se acercó a las ruinas de lo que fue la fortaleza de los titanes.
—Fíjate lo que una vez fue grande y glorioso ahora no son más que escombros y desolación—dijo deslizándose por el suelo como si no moviera los pies—Eres la clave para derrotar a los dioses aunque tú aún no lo entiendas, ve a Alaska Perseo mi hijo Alcioneo te está esperando—
Percy no tenía la menor intención de aguantar a ese trozo de tierra parlante ni un segundo más.
—Escúchame barro parlanchín no tengo la menor intención de escuchar tus tonterías ¡lárgate!—
La primordial se limitó a sonreír de esa forma soñadora y ausente.
—Mi pobre niño si lo recordaras todo...tu vida actual y sobre todo la pasada no defenderías a los olímpicos tan alegremente con lo que hicieron, todos nos ven a mí y a mis hijos los gigantes como los villanos ¿pero quiénes lo son en realidad?—
—Claro y los titanes solo se tragaban a sus hijos o arrojaban a sus hermanos al Tártaro—dijo Percy furioso.
Gaia se limitó a sonreírle como si supiera algo que él no sabía, luego su imagen y la del paisaje se deshacía en brumas.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Percy miraba un pequeño altar, no era mucho una sencilla losa de piedra, había flores en ella, estaba cerca de donde se encontraba Terminus ese extraño busto parlante que protegía los límites del campamento.
Se acercó al dios.
—¡Oye tú! ¡tu pelo no lleva el corte de pelo reglamentario y tus pantalones no llevan la medida justa! ¡esas son varias infracciones!—
—Vale, vale, perdone—intentó calmar el busto con caso grave de toc—Pero una pregunta ¿de quién es ese altar?—señaló el pequeño santuario que estaba cerca de ellos.
Terminus se quedó por una vez callado y su rostro se ensombreció, miró con reverencia el lugar con ojos tristes.
—Es un santuario dedicado a Felixa, hija de Neptuno, la diosa de los tornados oceánicos, la alegría, tesón, compañerismo y amistad—
Percy estaba sorprendido, cuando visitó el templo de su padre había capas de polvo y las ofrendas de comida hacía mucho que deberían haberlas cambiado pero se quedaron allí de forma descuidada, en cambio el altar de Felixa estaba bien cuidado, las velas repuestas, flores frescas y comida nueva.
—Veo por lo cuidada que está que es muy querida, no es como Neptuno—
Terminus asintió—Siempre temimos a Neptuno por su furia en los mares pero su hija Felixa a pesar de ser diosa de los tornados siempre fue amable y valiente ella además fue una de las precursoras de la formación del imperio—
Percy se sorprendió, no sabía que hubiera sido tan importante pero no había visto ningún templo de ella.
—Y su templo ¿dónde está? Están los de Júpiter, Marte, Diana pero el de ella no—si tan importante era debía de tener un templo.
El rostro del dios romano se contrajo como si recordara algo muy doloroso.
—Ella ya no está ese santuario es como si fuera su lápida, incluso los dioses tenemos formas de desaparecer pero ella sufrió una gran injusticia antes de morir—dijo con veneno en su voz.
Fuera lo que fuera no fue agradable.
—¡Eh Percy!—
Se volvió hacía Frank Zang un chico asiático junto a Hazel Levesque ambos fueron los que lo recibieron a su llegada al campamento Júpiter, los dos fueron muy amables y se había hecho amigo de ellos.
—Es hora de irnos—
La misión era para liberar a Thánatos, por algún motivo la gente ya no moría y Marte en persona se presentó en los juegos de guerra declarando a Frank su hijo y encomendándoles la misión, había algo que no le caía nada bien en ese dios, sentía antagonismo hacía él.
Ahora él junto a Frank y Hazel debía partir en un asqueroso bote con remos.
—Adiós Terminus—se despidió Hazel del dios.
—Bien pero mantén el reglamento de vestimenta y corte de pelo a rajatabla—refunfuñó el dios.
La chica sonrió riéndose de las ocurrencias de Terminus y le dio un beso en la frente, si hubiera podido la estatua se habría sonrojado.
Frank asintió hacia el busto colocándose de forma incómoda la lanza que le había dado su padre y Terminus se dio cuenta.
—¿Todavía recuperándote de la noticia de tu parentesco?—
Se movió incómodo—Es solo...que nunca espere ser suyo, siempre pensé que sería Apolo—
Terminus resopló—Hay peores dioses de los que podrías ser hijo y créeme ser hijo de ese idiota Apolo no es para nada halagador—
Después de esa incómoda despedida dejaron a Terminus todavía echando pestes sobre Apolo. Parecía que no le caía muy bien.
—No es de extrañar tanto Apolo no es de los más populares—dijo Hazel aunque seguía siendo una deidad importante.
