Epimoní estaba tendiendo el jardín de su templo en Atenas, su tía Démeter le había enseñado junto con Dionisio cuidar el jardín y aunque no era una diosa de la cosecha se le daba bien.

Se quitó el sudor de la frente y se preguntó cómo estarían Claus y sus hermanos, desde el incidente de Niobe apenas los había visto, habían discutido y ella en un arrebato los había llamado monstruos. Desde entonces los trillizos se habían separado de ella pero Leto intentaba que hicieran las paces.

Sonrió con ternura, Leto era como una segunda madre para ella, desde que la ayudo a alumbrar a sus hijos se hicieron muy amigas y empezaron a tener una relación madre e hija, amaba a su madre Styx pero no era del tipo cariñoso sino disciplinario y duro para hacerlos fuertes. Y su madrastra Amfitrite era amable con ella y se respetaban aunque no actuaba como una para ella, por eso Leto era tan especial para ella.

Pero sobre todo Claus, ambos desde el mismo instante se amaron y ahora lo echaba de menos pero debía hacerle entender que lo que hizo con Apolo y Artemisa estaba mal.

—Epi—

Se volvió hacía su amiga Atenea sonriente, pero enseguida se le cayó cuando vio el rostro sombrío de la diosa de la sabiduría ¿acaso había ocurrido algo?

—¿Que ocurre Atenea?—preguntó preocupada.

Al ver a su amiga la diosa de la sabiduría apretó los labios odiando esta orden que le habían dado como deseaba evitarle a Epimoní lo que estaba a punto de sucederse.

—Debes ir al Olimpo has sido convocada por el consejo—

La diosa menor estaba incrédula ¿para que la habían invocado? ¿acaso la necesitaban para algo o le había pasado algo a su esposo? El corazón se le heló solo de pensar en esa posibilidad.

—¡Por favor dime que no le ha pasado nada a Claus o a mi familia!—

Atenea cerró los ojos con pesar.

—Ven lo descubrirás una vez allí—

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La diosa de la alegría caminaba junto a la diosa de la sabiduría llena de preocupación y con preguntas ¿que estaba ocurriendo? Miró a su alrededor y vio como los demás dioses menores se quedaban mirándola junto a las ninfas todo el habiente se podía cortar con un cuchillo.

Cuando llegó a la sala del trono fueron recibidas con un silencio muerto digno de un cementerio, sobre todo por las caras de los olímpicos, algunos se los veía neutros otros como su padre se les veía angustiosos y alterados, junto a otros con tristeza como Hestia, su llama estaba más baja y cenicienta que de costumbre.

Se acercó a la diosa del hogar.

—¿Tía que está ocurriendo?—

Hestia parecía que por una vez se había quedado sin palabras y Epi no comprendía nada miró alrededor en busca de su esposo pero sintió unas miradas aceradas perforándole el cráneo y para su sorpresa provenían de Apolo y Artemisa la miraban como si fuera lo peor con un odio helado y aterrador que la estremeció.

Epi no lo entendía, jamás la habían mirado de esa forma, cierto que habían tenido sus desavenencias pero jamas la habían tratado así, no pudo seguir divagando pues Zeus tomó la palabra.

—Epimoní has sido acusada del asesinato de Leto, entre otros crímenes—

La diosa creyó haber oído mal ¿como? Esto debía ser una broma muy elaborada de Hermes y Apolo pero cuando vio la cara triste y desesperada de Hermes y la de odio del dios del sol comprendió que no era así.

—¿Leto ha sido destruida? No puede ser—pálida rogaba que no fuera cierto.

Apolo saltó hecho una furia.

—¡NO LO NIEGES PUTA TRAIDORA! ¡LO HEMOS VISTO CON NUESTROS PROPIOS OJOS!—Parecía listo para abalanzarse sobre ella en cualquier momento pero Artemisa lo sujetó del brazo aunque ella misma parecía contenerse.

—No es cierto yo jamás le haría eso a Leto, es como una segunda madre para mí—

—¿Ah entonces qué es esto?—en el fondo de la sala apareció Claus pero con una mirada que ella jamás le había visto fría y llena de odio.

Agitó una mano y una imagen apareció en medio de la sala era Leto que paseaba tranquilamente en su templo cuando oyó un escándalo se precipitó y para su horror vio a sus sacerdotes junto a todos sus seguidores muertos, su sangre lo salpicaba todo. La titánide horrorizada miró a la persona causante Epimoní.

Epi...—no dijo más pues fue decapitada en ese momento y su cuerpo fue desintegrándose.

En otras imágenes se veía a Epimoní planeando el ataque de las cazadoras de Artemisa con el gigante Orion el enemigo de los trillizos, la Epimoní de la imagen distraía a las cazadoras lo suficiente para que Orion las masacrara. Y en otra imagen se veía siéndole infiel a Claus con Orion o coqueteando con Apolo quien la rechazaba horrorizado.

—No solo profanaste el templo de Leto y la asesinaste a ella y su sacerdotes sino también colaboraste con un enemigo nuestro para matar a las doncellas de Artemisa y tu infidelidad—dijo con desprecio Claus, tenía un dolor sordo en su corazón, jamás imaginó que Epi hiciera algo así y se sintió traicionado.

Epimoní miraba en shock lo que le mostraron eso...eso no lo hizo ella alguien la suplantó o la poseyeron pero ella jamás haría algo así.

—No...¡no! ¡yo jamás hice todo eso! ¡por favor tenéis que creerme!—se volvió hacia su esposo y le puso las manos en sus mejillas para que lo mirara a los ojos—Claus mi amor tienes que creerme no lo hice—

Pero para su sorpresa Claus la golpeó con fuerza delante de todos haciendo que se cayera al suelo, por un momento no supo que pasó hasta que vio icor salir de su labio partido, los Olímpicos también se veían incómodos sobre todo las mujeres aunque la mayoría la considerara culpable, pegar a una mujer no era que lo aprobaran.

Poseidon furioso se abalanzó sobre Claus sólo para ser detenido por los demás dioses, el en ningún momento creyó esas imágenes y sabía que su hija era inocente, no podía creer que Claus y los demás pensaran lo contrario.

—¡COMO TE ATREVES, ELLA NO LO HIZO!—

—Poseidón dejas que tus emociones te controlen la firma de energía que encontramos es la de Epimoní—dijo Zeus.

Artemisa se adelantó—Padre normalmente se envía a un criminal al Tártaro pero mis hermanos y yo hemos pensado en otro castigo más apropiado—

Epimoní los miró Claus se acercó a ella y le susurró al oído.

—Créeme esposa después de esto desearás que te hayan enviado al Tártaro—