Capítulo / Día 17. Poesía.

El primer roce de los labios de Draco tomó por sorpresa a Ginny.

Apenas, en el silencio que sus penetrantes miradas iban cargando de tensión, había empezado a procesar el cosquilleo en el dorso de su mano y el calor de sus mejillas cuando Draco se había acercado e inclinado sobre ella.

No la soltó tan rápido como ella hubiera querido y no se había quedado en un roce de su boca.

No disminuyó el ritmo de sus pasos hasta estar casi fuera del castillo, apenas consciente de la distancia que había recorrido con el corazón al mismo ritmo frenético.

En las escaleras de piedra, ya fuera del castillo, Ginny secó apresuradamente las lágrimas de sus ojos y se dio tiempo de asimilar la realidad: Ya no era Harry.

Ya no era Harry Potter el último que la había besado.

Había dejado su pluma favorita, su libro de pociones y su cuaderno de trabajo en la biblioteca, pero no se juzgó capaz de volver ahí por el momento.

Le tomo casi dos días darse cuenta de lo mucho que necesitaba saber lo que Draco pensaba sobre ese momento.

Y debía recuperar su pluma y el bolsito en el que había llevado sus materiales a la biblioteca, sí.

Por último, Ginny no quería estar más en la fiesta de Slughorn fingiendo sonrisas y que no estaba pensando sólo en Draco Malfoy. En ese preciso momento en que podría estar con él…

Cuando al fin correspondió a los labios de Draco, lo primero que Ginny se dijo fue que después de todo, el sabor de la traición no estaba nada mal.

Muchas de las cosas que Draco hizo por ella en los días que siguieron, fueron detalles algo inconscientes: cuando la miraba fijamente, cuando llegaba con galletas ocultas a la clase porque no la había visto ir a desayunar, cuando suavemente quitaba la correa de su mochila de su hombro y se la llevaba él. Nada de eso lo hizo pensando que le gustaría más solo por hacerlo sino por un verdadero interés que le era desconocido hasta ese punto de su vida.

Entonces así era interesarse por otra persona.

Cuando la gente empezó a notar lo que estaba sucediendo entre ellos, la propia Minerva McGonagall le cuestionó a Horace Slughorn si esperaba ese resultado de su proyecto por equipos.

Con la misma sorpresa con la que Minerva observaba a Draco y a Ginny hablando de alguna cosa, sentados lado a lado y tomando sus desayunos, el profesor negó.

-La elegí porque es la más valiente, porque ella podría con su carácter y haría el trabajo fuese como fuese –soltó una risa extrañada-, pero pensaba que ella y Potter…

-Son jóvenes, todos ellos—concedió Minerva-. Pero se ven bien.

-Se ven felices, si… -Slughorn volvió a reír nerviosamente, pero Minerva advirtió que tenía los ojos vidriosos-. Se ven felices.

En Hogwarts, Draco nunca le preguntó a Ginny si quería ser su novia y ella tampoco sintió nunca la necesidad de aclararlo.

Draco simplemente la había tomado de la mano un día para ir a clases y ella, sin pensarlo, pero sin dudas, se había lanzado a su abrazo cuando recibió sus calificaciones del primer trimestre del año. Le había ayudado mucho.

Casi nunca nos damos cuenta de cuándo nos acostumbramos a estar contentos.

Draco supo esa navidad que se podía llorar de alegría cuando su búho apareció temprano en el comedor para entregarle sus regalos: los de mamá, los de papá… y el de Ginny.

Ella había ido a casa por las fiestas mientras él cumplía rigurosamente con el Wizengamot quedándose en Hogwarts.

Le dio una bufanda tejida enorme y esponjosa que ella misma tejió. Y en la tarjeta escribió:

¡Feliz Navidad! Reciba este regalo, señorito Draco. Cuando vuelva al colegio ya le daré los abrazos y besos atrasados…

Con mi pasado no te llevas bien y hay veces que tiendo a correr

Tengo el valor para olvidarme de las dudas, pero hay finales que no quiero prometer

Tú enciendes y yo apago las luces

Hay lágrimas que no vas a entender,

pero yo, de tu destino no me quiero proteger

Apriétame la mano, que siempre sea verano

que nuestro amor no dependa de las veces que nos digamos "te amo".

Es sencillo, no requiere de mucho de trabajo

es mirarnos a los ojos

y sentir que allí hay algo.

Con el paso de los años, Ginny escribiría cada vez menos. Pero Draco llegaría a memorizar su sencilla y tierna poesía.

"Es temblar en cada paso, mientras me vaya acercando

es mirarnos a los ojos y sentir que allí hay algo…"

Ginny abrió sus ojos de par en par cuando reconoció la voz y sus palabras.

Esa tarde estaba volviendo de su entrenamiento y Draco estaba tan tranquilo, repitiendo las palabras en tono juguetón, silbando entre líneas… afuera de su casa.