Entre versos y confusiones
Escrito por Princess Sheccid
Disclaimer:
CCS ni sus personajes me pertenece! Son creaciones de CLAMP. Yo sólo me sirvo de sus simpáticos personajes para crear mis historias n-n
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Capítulo 5: ¨ Dime¨
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Parecía el fin de una hermosa etapa vivida con aquella acción por parte del chico.
Pero algo, de manera repentina y extraña sucedió.
El libro, que supuestamente en ese momento debía estar siendo consumido por las abrasadoras llamas que encendían la chimenea, no revelaba algún signo que demostrara que estuviera ardiendo.
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Una especie de campo de energía lo había rodeado y había evitado ese fatal destino.
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Ante la mirada atónita del ojizarco, el libro, que ahora se hallaba levitando sobre el fuego de la chimenea, se acercó de manera veloz hacia él, situándose con un ruido sordo en la mesita que se encontraba a su lado.
Todavía sin poder creerse lo que había visto, situó su atención en la tapa del pequeño cuaderno.
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Esa hermosa ninfa lo estaba torturando con el simple hecho de recordarla... ¡Y ahora ni siquiera podía borrar su recuerdo!
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Suspiró y se pasó la mano por el rostro, por completo derrotado, sin tener idea de qué hacer. Sin embargo, una pequeña chispa de esperanza se encendió en su interior, alejando por un momento ese malestar.
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Quizás, y si volvía a intentarlo...
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Con gran rapidez se acercó a la pequeña fogata, con el cuaderno en ambas manos y lo arrojó nuevamente. Éste se detuvo un poco antes de llegar a su destino y, virando de manera brusca, se situó en la pequeña mesita de al principio.
Eriol se quedó estupefacto.
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¿Qué diablos estaba ocurriendo?
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Trató de distinguir alguna presencia mágica en el ambiente. Se concentró, olvidando de manera momentánea el dichoso cuaderno.
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Nada... Absolutamente nada.
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Abrió los ojos. No comprendía para nada lo que estaba sucediendo.
Y como para incrementar su desconcierto, de modo imprevisto, el cuaderno se abrió en las últimas páginas. En una nueva hoja, como si fuese escrito por una mano invisible, empezaron a aparecer unas palabras luminosas.
A medida que éstas aparecían, él iba leyendo. Y más acrecentaba su aturdimiento.
...La ninfa abrió mucho sus joyas amatistas, a pesar de que ya se lo esperaba. Sus mejillas se tiñeron de un leve rosa, pero notorio a los ojos del chico. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y su mirada se llenó de gran dulzura.
¡De qué manera tan tierna se le había declarado! ...
Las palabras dejaron de aparecer y con ellas, se marchó aquel leve resplandor que las acompañaba. Sin quitar la mirada del texto, el ojizarco trataba de comprender lo que había sucedido.
Aquellas palabras, aquel relato que había aparecido de manera insólita en el cuaderno, no era ni más ni menos que el relato de su propio sueño.
El inglés, sintiéndose algo mareado, cayó sentado en el mullido sillón.
Cogió el cuaderno y leyó una, dos, tres veces el relato recién escrito. Pasó la mano sobre las palabras recién grabadas, todavía incrédulo. Ninguna magia percibió antes ni durante el proceso.
Poniéndose de pie, se acercó a la chimenea, ya sin ninguna emoción plasmada en el rostro. El fuego, que estaba todavía vivo y ofrecía reconfortante calor al salón, se apagó cuando Eriol se acercaba a la chimenea, como si hubiese sospechado de su cercanía, como si temiese un renovado intento por parte del muchacho por destruir aquel preciado cuaderno.
El ojizarco ya casi ni se inmutó. Otros temas ocupaban su mente...
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Detrás de la puerta de entrada a la biblioteca, que se encontraba ligeramente abierta, tres personas apiñadas hacían una pequeña lucha por obtener el lugar con mayor visibilidad.
Tres cabezas de cabellera castaña, una sobre otra, miraban al joven inglés caminar ahora de un lado a otro.
o Pobre Eriol-kun... –dijo en voz apenas audible la persona de ojos esmeralda, en cuya mirada se podía apreciar un brillo de tristeza- Se halla bastante angustiado. Me apena muchísimo verlo así...
o A mí también. –contestó la segunda voz, un poco más alto- Pero, debemos sentirnos más tranquilos, ya que al menos pudimos salvar ese cuaderno que siempre carga... De ese modo podremos enterarnos quién es la musa de sus tormentos... –terminó con un tono un poco burlón.
o Basta chicos, no hablen tan alto.
Los tres se separaron de la puerta, terminando con su visión del inglés que miraba atento la caída del atardecer por un gran ventanal. Nakuru miró a ambos jóvenes un poco afligida.
o Eriol ha estado así desde hace casi dos meses. –se cruzó de brazos, mirando con melancolía la entrada que conducía a la biblioteca- Me preocupa mucho su estado: come poco, se trasnocha, anda con el ánimo por los suelos casi todo el tiempo... Ya ni siquiera lee... Y él no puede vivir si es que no tiene un libro en sus manos, es su afición... –pequeñas lagrimitas empezaron a formarse en sus lindos ojos castaños.
Ambos chicos se miraron, sin saber qué decir, y sintiendo una gran opresión en el corazón al ver a Nakuru tan triste. Y es que ella siempre demostraba una gran vitalidad y alegría... Al igual que el inglés dentro de la oscura biblioteca.
Había un silencio deprimente en la sala, roto sólo de vez en cuando por los pasos de las retomadas caminatas del joven de mirada azur, quien se veía notablemente angustiado.
La chica de corto cabello castaño, se acercó a Nakuru lentamente y le tomó de las manos. La joven guardiana le miraba, con unos pocos sollozos escapando de sus labios. Sakura le sonrió de manera dulce, tratando de infundirle ánimos.
o Tranquila. No debes preocuparte. –la joven le miraba, con unas pocas lágrimas recorriendo su rostro- Eriol está pasando por una etapa difícil, pero no insuperable... ¿Verdad Shaoran?
Sakura dirigió la mirada a su novio, sonriente. El pobre muchacho, que no se esperaba la pregunta, se puso rojo de la pura vergüenza. La chica de joyas esmeraldas, trató de suprimir una risita.
o Lo que quiso decir Sakura, -el chico tosió algo incómodo, todavía con una leve tonalidad roja en sus mejillas.- es que Eriol está pasando por una etapa típica en la mayoría de adolescentes. No es nada grave, pero sí origina hábitos algo extraños, como es el caso del chico que está creando un cráter en el suelo de la biblioteca... –señaló con el pulgar al ojizarco, que había retomado su caminata.- Cada uno tiene su manera de expresar lo que siente. En su caso, lo expresa mediante la poesía. –miró a Nakuru, con una pequeña sonrisa- Lo que te quiero decir con esto, es que le dejes vivir esta etapa, y no le presiones mucho. Tendrá algunos desaires y quizás líos, pero... Él ya está bastante grandecito como para poder cuidarse solo. ¿O me equivoco?
La guardiana les sonrió, con un brillo de esperanza en su mirada.
o Gracias a ambos. No sé que hubiese hecho sin sus palabras.
o Descuida. –la moza de mirada verde le sonrió. Luego, se puso a meditar en voz alta.- Sin embargo, todavía falta averiguar quien es la chica misteriosa. Y cuando lo sepamos, debemos darles a ambos ¨ un pequeño ¨ empujoncito para que estén juntos.
o Sí¿pero de qué manera? -ambos muchachos trataban de pensar, pero nada se les ocurría.
Delante de ellos, mirando por una rendija de la puerta, la joven de largos cabellos castaños estaba absorta en sus cavilaciones. Después de unos segundos de silencio, Nakuru se volteó a mirarlos con una gran sonrisa plasmada en su bello rostro.
o Chicos, tengo una gran idea... –ambos chicos miraron algo curiosos a la guardiana- Y necesitaré mucha ayuda por parte de ustedes...
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Llegó un nuevo día, que parecía que estaría soleado y sin ninguna gota de nube en el cielo.
Eriol, algo adormilado aún, dirigió una mirada a su despertador.
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Apenas y eran las seis...
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La alarma estaba programada todavía para una media hora después, un tiempo preciosísimo que cualquiera aprovecharía para cobijarse bajo las colchas y viajar al país de los sueños por unos minutos más.
Sin embargo, él no lo hizo.
Se sentó en la cama y miró desganado a las dos figuras que dormían plácidamente sobre un cojín en su escritorio. Dos pequeños muñequitos, con apariencia de peluche, se disputaban entre sueños una pequeña cobija, jalándola cada uno para su rincón.
Una suave sonrisa adornó su rostro.
Había subido ya muy tarde la noche anterior dispuesto a descansar, y había encontrado a ambos peluches enfrascados en una discusión sobre quién dormiría en el cojín. Luego de unos 20 minutos, viendo que ninguno estaba dispuesto a ceder y él sintiéndose muerto de sueño, decidió poner fin a ello. Aplicó un pequeño hechizo a ambos, quedando los muñequitos dormidos al instante y ya sin protestar.
Retirando su mirada de ellos, la fijó en su maleta, todavía sin arreglar.
Acomodó algunos cuadernos de apuntes y otros libros necesarios. Y fue cuando lo descubrió. Aquel cuaderno que tan confundido lo tenía.
o ' ¡Qué demon...! -agarró el cuaderno con una mano y lo miró, enojado.- ¿Quién lo puso aquí? Recuerdo perfectamente haberlo dejado anoche en la biblioteca... ' -hizo una mueca, disgustado- 'Ya no tiene caso seguir molestándome.'
Ingresó al baño, antes dejando el cuaderno dentro de un cajón vacío del escritorio. Le echó dos vueltas con la llave a la cerradura y luego tiró ésta debajo de su cama. Estaba dispuesto a dejar el cuaderno en algún lugar del que luego se olvidase por completo.
Salió minutos después de la habitación, ya con el uniforme de la secundaria y sintiendo el alma mucho más ligera que de costumbre. Dio los buenos días con una linda sonrisa a una sorprendida Nakuru y luego salió a toda prisa a la secundaria.
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Definitivamente, el estar sin aquel cuaderno era quitarse un enorme peso en el alma...
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Llegó al aula de clase con las justas.
Saludó a algunos compañeros con una sonrisa y luego se sentó en su pupitre.
A la vista de que la maestra demoraría minutos más de lo acostumbrado, decidió sacar el libro que había dejado a medio leer y que no había podido continuar debido al constante revoltijo que tenía en la cabeza (y en el corazón).
Trató de situar su atención de manera profunda en su lectura. No había avanzado ni tres líneas, cuando instantes después, por su lado pasó la dueña de sus suspiros, quien le saludó de manera cordial y con su acostumbrada dulzura.
Parecía no recordar nada de aquel incidente ocurrido ese día.
El pobre chico apenas si pudo balbucear un buenos días, un poco tartamudeando y con el corazón alborotado. Desistió en continuar el libro. Con un gran sonrojo aún presente en sus mejillas y tratando de sacar a la ninfa de sus pensamientos, empezó a sacar los cuadernos que le tocaban a las primeras horas de la mañana.
Cuando creía que no había olvidado nada, su mano se topó con un cuaderno de textura muy familiar. Abriendo mucho los ojos, sustrajo el cuaderno de su mochila de modo súbito.
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Demasiado familiar...
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Delante de él, estaba de nuevo ese cuaderno que creía haber abandonado en su habitación. Pero...
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¿Cómo había llegado a su mochila?
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Apoyó el codo en el tablero y el rostro sobre su mano, mirando nostálgico el cuaderno. Todo su buen ánimo en unos segundos se vino al suelo. Sus ojos azures de pronto perdieron ese brillo que lo había acompañado hasta hacía unos minutos.
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Parecía que debía ser una obligación el siempre tenerla en mente...
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Dime por favor dónde estás,
en qué rincón puedo no verte,
dónde puedo dormir sin recordarte
y dónde recordar sin que me duela.
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Se quedó mirando el vacío, sin ganas ya de nada. Pensaba en quién trataba de atormentarle de esa manera. Tan metido en sus cavilaciones estaba, que no prestó atención a la muchacha que al frente suyo le miraba curiosa.
o Eriol... Eriol... –pasó una mano por delante de sus ojos. Un poco cansada de ser ignorada, clavó su rostro delante del rostro del ojizarco- Por favor, Eriol, dime ¿qué...?
o Señorita Kinomoto¿me haría el favor de pasar a sentarse? -al lado del pizarrón la maestra de aritmética le veía con el ceño fruncido- Me parece que la campana ya ha sonado hace bastante rato y si por alguna casualidad no la ha escuchado, yo estoy encantada de informárselo en este momento.
Sakura se levantó como por efecto de un resorte y muy azorada se sentó.
En el aula aún podían escucharse las risas de sus compañeros, incluidas las de Shaoran. La castaña, muy enfadada, acertó a darle un puntapié debajo del pupitre. Él sólo soltó un gemido de dolor.
o Calma Sakura -susurró masajeando la zona afectada- No debes enfadarte tanto... Te saldrán arrugas. –terminó soltando una nueva carcajada.
o ¡Eres insoportable! -le miró de manera fría. Luego soltó un suspiró, tratando de relajarse- ¿Sabes qué? Será mejor que olvidemos esto. –su mirada se suavizó, reflejándose en ella la preocupación- Hasta ahora todo va bien, pero a Eriol no le ha hecho mucha gracia que digamos...
o Por ahora, eso no tiene mayor relevancia. –su profunda mirada se fijó en la de ella. Su rostro se puso serio- Ya sabíamos que reaccionaría así. Pero debemos seguir con lo planeado...
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Caminó por el patio, donde cientos y cientos de chicos se esparcían, ya sea charlando, comiendo el almuerzo o practicando deporte.
Se dejó caer bajo la sombra de un almendro, muy hastiado por todo, sin importarle haberse rasgado un poco la camisa en su acción. Miraba con el rostro impasible al resto, pero en su interior tenía un remolino de sentimientos.
Había tratado de alejarse lo más posible del bullicio del receso, para poner sus alborotados pensamientos en orden.
Primero que nada, quería comprender cómo había llegado el dichoso cuaderno a su maleta.
Se suponía que nadie sabía dónde lo había ocultado. Es más: se encontraba solo en su habitación mientras se ponía el uniforme de la escuela y no había notado ninguna presencia mágica en el ambiente.
En segundo lugar, quería saber, quién estaba tramando aquello, y por qué razones.
o 'Ese cuaderno es un objeto inanimado. No tiene un razonamiento lógico como para introducirse solo en mi mochila.' -pensó, riéndose mentalmente de esa tontería.
Por último y en tercer lugar, quería saber cómo...
Sin siquiera que llegara a completar su idea, escuchó algo.
Una dulce melodía, que pareció resonar en todo el patio, pues todos callaron ante la suave interpretación.
Muchos dejaron de comer su almuerzo, mientras que otros dejaron sus juegos. Un par de alumnos que reñían fuertemente por algo, detuvieron su pleito de manera súbita. Varias muchachitas que cotilleaban, pararon su charla.
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Para oír, hay que callar...
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El chico inglés se quedó atontado. No había oído cosa más maravillosa en su vida que aquello. Se paró tambaleante, aturdido. Esa voz sólo podía pertenecer a la de un ángel celestial.
A paso lento, se acercó al lugar de donde provenía la hermosa voz. La oyó venir de una ventana ligeramente abierta. Parándose en puntillas, trató de divisar a la dueña de la voz que entonaba esa melodía. Y entonces la vio, más hermosa y radiante que nunca.
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Dime por favor dónde pueda caminar
sin ver tus huellas,
dónde puedo correr sin recordarte
y dónde descansar con mi tristeza.
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Al término de la canción, después de unos minutos, todos los oyentes se rindieron ante la interpretación.
Aclamaron a la dueña de la voz a grandes vítores, sin parar de aplaudir. Varios comentaban la melodía recién entonada y el resto pedía una repetición; unos pocos sonreían ante la situación creada, aún tocando palmas.
Y Eriol se quedó allí parado, ya no de puntillas a la ventana, pero sí todavía atontado. La bellísima voz y la imagen de su ángel grabados como a fuego en su memoria.
Minutos después, el tumulto de alumnos se esparció, aún comentando la melodía. Y todo volvió a ser como antes: bullicio, charlas, risas...
Y un gran silencio alrededor del ojizarco. El espectro de la canción todavía flotando en su cabeza...
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Sí.
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De manera definitiva, esa era su tercera incógnita y la más grande angustia de su corazón...
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El cómo alejar a la ninfa de hermosos ojos amatistas de sus ya atormentados pensamientos...
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El sol iluminaba fuerte allá en lo alto del cielo.
Sus pensamientos, que de manera supuesta debían estar en la Alemania del año 1942, ahora divagaban por quién sabe qué lugar del planeta. Veía al maestro caminar de un lado a otro del pizarrón, diciendo cosas ininteligibles a sus oídos.
Apoyado en el pupitre, Eriol luchaba contra el sopor en el que se veía inundada la clase. La única razón por la que sus ojos negaban a cerrarse, se encontraba a dos bancos más delante de él.
Al igual que el resto de alumnos, la encantadora muchacha trataba de luchar con una batalla hacía bastante tiempo perdida. Sólo sus lindos ojos, iluminados levemente por la luz del sol, demostraban que aún seguía tratando de atender a la clase.
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Dime por favor cuál es el cielo
que no tiene el calor de tu mirada
y cuál es el sol que tiene luz tan sólo
y no la sensación de que me llamas.
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Retiró su mirada de ella y la dirigió a sus brazos entrecruzados.
Soltando un suspiro triste, agachó su mirada a la altura del compartimiento de debajo de su mesa. Haciendo a un lado la pequeña pila de libros y lapiceros, cogió el pequeño cuaderno, que era de un leve violeta.
Abriéndolo, se situó en última página, después de los escritos que habían aparecido el día anterior. Mirando de manera vaga y rápida los escritos, tomo su lápiz y empezó a escribir.
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nnnnnnn
Escúchame, te diré sentimientos de color blanco
óyeme, estoy aquí, temblando por tus besos
dime en silencio tus sueños
yo te oiré y te devolveré susurros de amor
ámame, sólo quiero tu amor para ser tuyo.
nnnnnnn
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Tocó la campana.
Todos despertaron de su sopor, y sin interesar si es que el maestro les dirigía la mirada o no, empezaron a desperezarse sintiendo que sus músculos entumecidos se empezaban a relajar.
Salió, una vez terminadas ya las clases, directo a su casa.
Ignoró por completo a unos compañeros que le llamaban para jugar un partido de básquet antes de regresar a casa. No sentía ánimos para hacer nada. No había llegado ni a la puerta de salida, cuando cambió de opinión.
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Una idea, aunque algo riesgosa se le vino a la mente.
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Se paró en la puerta de salida, observando un poco impaciente. Esperó un momento prudente, tanteando el tiempo que tardaría la muchacha en salir. Salieron docenas y docenas de alumnos, charlando y haciendo alboroto.
Al fin, la pudo distinguir entre la multitud. A su lado, iba su mejor amiga. Ambas charlaban sin prestar atención al resto. Parecía que Sakura iba a conversar con la ninfa por un buen rato más.
Al verlas así, sus esperanzas se fueron al suelo por un momento.
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Dime por favor cuál es el rincón
en el que no dejaste tu presencia.
Dime por favor cuál es el hueco de mi almohada
que no tiene escondidos tus recuerdos.
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Sonrió con melancolía. Recordó la filosofía de su antepasado, del que venía a ser reencarnación:
En este mundo no existen las coincidencias, sólo existe lo inevitable...
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Apoyó los anteojos en el velador.
Había podido leer un poco más de su libro, en la tranquilidad de su biblioteca, sin tener ya mucha confusión en la mente. Como medida de precaución (pero más como una medida para no ser molestado), hechizó la habitación para que no le llegara el ruido acostumbrado de Nakuru y los pequeños peluches discutiendo.
Acomodó su cansado cuerpo bajo las colchas. La luna iluminaba leve su habitación.
Se giró a un costado, quedando su rostro contra la pared. Trató de conciliar el sueño, siendo su tarea imposible. En su mente se arremolinaban los sucesos del día. Se giró de nuevo, tratando de sacar de su mente los molestos pensamientos. Cerró los ojos.
Ahora, como para torturarlo una vez más, apareció la imagen de la bella muchacha en su mente. Inútilmente trató de sacarla de sus pensamientos. Pero allí estaba ella, más nítida que nunca, sonriéndole con gran dulzura.
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Dime por favor cuál es la noche
en que no vendrás para velar mis sueños...
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Abrió los ojos y se sentó de golpe en la cama. Sacudió la cabeza de modo fuerte.
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Fue peor.
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Ahora se imaginó a él mismo junto a ella, como una continuación de lo que antes había imaginado. Él aparecía delante de ella, se agachaba a su altura y sonriendo tiernamente, le susurró suave unas palabras al oído. Notó que el rostro de la ninfa era adornado por un leve rubor y una mirada de vergüenza. Finalmente, como sacado de un manga para chicas, ella se lanzaba a sus brazos y él correspondía gustoso a su abrazo.
o ' Esto se está poniendo cada vez peor ' -dijo en un susurro inaudible el chico, completamente petrificado.
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Que no puedo vivir porque te extraño
y no puedo morir porque te quiero.
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... Continuará...
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Notas de Princess Sheccid
Konnichiwa mina-san! n-nU
Aquí estoy, apareciendo después de dos largos meses (si es que no ha sido más tiempo u.u). Siento mucho, mucho, muchísimo la tardanza! (Princess Shecid murmura entre dientes: ' todo por las estúpidas clases, las estúpidas tareas y los infaltables exámenes... Por otro lado, las vacaciones en Chile no estuvieron para nada mal n-n)
Vale, ahora sí no les atolondro con tanta tontería. He aquí los agradecimientos:
A the black Misao (muchísimas gracias por dejar de nuevo tu opiniónnn)a la siempre fiel lectora The Dark (Y ojalá continúes así amiga linda!), a bubbletomo (tu review, aunque cortito, me subió mucho los ánimos!) y uno especial a Mireia-chan, mi amiga incondicional, una persona importante en mi vida y aquella que siempre me ha apoyado y ayudado con sus consejos.
Este capítulo va dedicado a todas ustedes!
Ahora sí me marcho. Y prometo no tardarme tanto...
Matta ne!
