A medida que iba arrancando los pequeños hierbajos que entristecían los alrededores de su tumba, en la cual se hallaba sentado, Eren giraba su cabeza hacia atrás con la esperanza de encontrarse a Levi llegando, acercándose entre las lápidas. La tarde de aquel nuevo día ya estaba cayendo y de este ni rastro, y él estaba empezando a deprimirse.
¿Acaso Levi no tenía planes de volver a visitar la tumba de su esposa, o es que había decidido hacerlo solo en fechas importantes? Eren realmente estaba temiendo por ello; ahora que por fin había vuelto a hablar con alguien, que lo habían vuelto a tratar como un ser vivo, no creía poder volver a soportar la soledad a la que había estado sometido. No entendía la razón por la que Levi podía verlo, pero aquel hecho había sido suficiente para que su situación actual fuese más llevadera; a pesar de que el tiempo que pasaba con este no fuesen ni dos horas.
Antes de que se quisiese dar cuenta, ya estaba llorando; no derramaba una sola lágrima, pero de alguna manera podía sentir que el llanto estaba ahí. Podía notar ese incómodo nudo cargado de malestar formándose en su garganta y el sordo dolor de la pena brotando en su pecho. ¿Qué había hecho él para merecer todo eso?
Finalmente la noche llegó, y junto a ella una brillante luna llena y miles de estrellas adornaron el cielo. Eren pretendía recostarse sobre la cubierta de su tumba para empezar a contarlas, puesto que llevaba algunos días sin hacerlo debido a que sus pensamientos se habían mantenido ocupados con Levi; sin embargo, cuando unos conocidos pasos sobre el césped captaron la atención de sus oídos, todas y cada una de sus neuronas se concentraron en ello y el plan quedó atrás.
Poniéndose de pie como un resorte, Eren volteó velozmente en dirección del sonido, y en cuanto las farolas del cementerio iluminaron al pequeño hombrecito que iba llegando, una enorme sonrisa surcó su rostro. Las miradas de ambos se conectaron a metros de distancia, y su corazón paralizado pareció incluso volver a dar un latido de felicidad.
¡Sí había ido!
—¡Levi! —exclamó Eren con todo el ánimo del mundo, sin dejar de sonreír. En otras circunstancias hubiese corrido a abrazarlo.
Al escuchar su emoción, el susodicho lo miró con algo de confusión mientras se detenía junto a la tumba de su esposa, analizándolo. Eren se sorprendió enormemente de verlo con un atuendo por completo distinto al que vestía usualmente: llevaba arremangada una ajustada camisa de color azul marino y pantalones de mezclilla negros a juego con las zapatillas, también negras —como le gustaban las cosas oscuras a ese hombre. Algunos mechones de su cabello se habían desprendido del peinado original.
—No pensé que nadie aparte de mis pocos amigos se pusiera tan contento de verme —dijo este bajándose la mascarilla. Mirando el reloj en su muñeca izquierda, añadió—: Son las once de la noche, mocoso. ¿Qué haces aquí?
Ruborizándose un poco por lo evidente que había sido, Eren evitó responder a lo último con otra pregunta:
—¿Viste a tus amigos? —Eso justificaría su vestimenta.
Levi asintió.
—Por eso vengo a estas horas.
—Eso es genial —admitió él con real honestidad, sonriéndole. Trató por todos los medios de no sonar aliviado ni dar a conocer alguna emoción similar—. ¿Qué hicieron?
—Bueno, llevaba un tiempo sin... ¿Qué es esto? —cuestionó el otro al agacharse frente a la tumba de su esposa, tomando con una de sus manos algunos pequeños ejemplares de diente de león—. ¿Quién ha puesto esto aquí?
—Ah, he sido yo —confesó Eren luego de soltar una risita nerviosa. Decidió acercarse un par de pasos—. Es que... pensé que ya no vendrías, y, no sé, recogí algunos para dejárselos...
Levi se volteó a verlo de inmediato, taladrándolo con esa mirada tan seria e imperturbable que siempre tenía, y él no pudo evitar asustarse, preguntándose si había hecho mal. Maldición, lo último que quería era molestar a la única persona conque podía hablar. ¿La había cagado?
—¿Las has puesto tú? —le preguntó este directamente, como para estar seguro.
Encogiéndose, Eren asintió.
Tras echar otro vistazo a los dientes de león, que se mezclaban con el gladiolo, el girasol y el ramo del primer día algo marchito ya, Levi se puso de pie y volvió a mirarlo. Él agachó la cabeza.
—Lo sien-
—Gracias.
—¿Qué?
—Que gracias...
Eren abrió grande sus ojos y parpadeó varias veces, confundido de haber oído lo que había oído. Aun así, pudo apreciar a la perfección cómo la expresión de Levi reflejaba absoluta sinceridad, lo que lo llenó de una cálida sensación.
Ahí, a la luz de la luna y de las farolas, notó que los ojos de este no eran grises, como había creído, sino azules; azul oscuro, como la camisa que traía o la parte más profunda del mar cuando es admirado desde la orilla.
—No ha sido nada —dijo Eren al fin, sonriendo nuevamente. De seguro había sonreído más en aquel día que todos los pasados meses juntos—. ¿Qué ibas a decir, por cierto? De tus amigos.
Esa vez fue el turno de Levi de observarlo con confusión durante una breve fracción de segundos, hasta que pareció recordar y continuó con el relato.
—Decía que llevaba un tiempo sin cogerle las llamadas o recibirlos en casa, pero... hoy me llamaron otra vez, y les contesté —contó este; sus mejillas moviéndose tras la mascarilla—. Farlan, al que le contesté, se oía muy sorprendido y aliviado. Me disculpé por haberlos ignorado a todos y le expliqué que en verdad no había querido hablar con nadie, pero que ahora quería verlos. Se sorprendió más por mi confesión, ya que usualmente no digo ese tipo de cosas. —El ceño de Levi se arrugó un poco, y Eren no pudo contener una risita —. También le dije que había estado visitando la tumba de Hange, ya sabes, mi esposa; y bueno, se sorprendió aun más.
—Cierto —intervino él, ganándose la atención del hombre—. No te había visto por aquí antes. ¿Por qué no habías venido a verla? —En verdad sentía curiosidad.
Ante su pregunta, la mirada de Levi se oscureció, causando un minúsculo cambio de ánimo apenas visible en su cara de póker.
Sintiéndose un poco culpable, Eren decidió decirle que no estaba en la obligación de responderle; no obstante, este no le dio siquiera tiempo a abrir la boca y se le adelantó:
—Supongo que a veces no queremos aceptar la realidad.
Eren pensó que no podía estar más de acuerdo.
A continuación, Levi siguió contándole acerca del reencuentro con sus amigos. Mientras él lo escuchaba con atención, la melancolía y la envidia de lo que alguna vez había tenido se fueron apoderando de sus emociones.
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