Hello! Aquí Isita presente, actualizando por fin uwu.
Seré breve: tardé en hacerlo porque se me juntó el fin de año con la flojera y después simplemente no tenía tiempo de corregir, además de que esta "viñeta" también me quedó larga y fue difícil arreglarla. Se pasó varias semanas lista, solo con tres párrafos que no me gustaban xD. Era un capítulo importante y tenía que estar más que decente.
Espero que les guste y, si es así, me lo hagan saber a través de algún comentario. Si ven errores, señalen sin pena, porfi :3
Kisisss!
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Tras apreciar por enésima vez la lápida de Hange, Levi suspiró con desánimo y se sentó sobre la cubierta; desde allí podía observar cómodamente a Erick.
Los días anteriores había estado de mejor humor, pero lamentablemente aquel estado no resultó ser eterno y la tristeza no había tardado demasiado en volver a apoderarse de él. Ni siquiera tenía idea de cómo había sacado la fuerza para salir de casa y caminar hasta el cementerio; parecía que, de alguna extraña manera, aquel sitio lo llamaba.
«¿Qué hago aquí? ¿Por qué he venido?»
—¿Te sientes bien, Levi? —inquirió Erick con aquella voz tan ronca pero tan linda y juvenil que portaba, observándole desde la tumba de su hermano con preocupación.
Sorprendentemente, ese día el perro callejero no llevaba puesto el traje de muerto por completo; en cambio, había prescindido de la chaqueta y la corbata, y se había zafado los primeros botones de la camisa, dejando al descubierto parte de su pecho y el tatuaje de los tulipanes. La vista que tenía lo animaba considerablemente.
Levi suspiró con desgana y le contestó:
—La verdad es que no. Hoy es uno de esos días donde solo quieres olvidarte de todo; sin embargo, aquí me ves.
Esbozando una sonrisa llena de calma y comprensión, Erick se puso de pie y caminó en su dirección. Al llegar junto a él, este se sentó a su lado, demasiado cerca en su opinión. Tan cerca que sus cinturas se rozaban, casi como si aquello fuese algo habitual para ambos.
«¿Por qué he venido?»
—Ambos sabemos por qué has venido, Levi —le dijo el chico leyendo sus pensamientos, a lo que él parpadeó con confusión.
—¿Qué?
De repente, la tranquilidad reflejada en la sonrisa de Erick se transformó en una expresión cargada de travesura, y, sin previo aviso, este agarró su rostro y lo besó.
Tras la sorpresa inicial de aquel gesto por parte del chico, Levi no estaba seguro de que si aquel beso era en realidad algo tan inesperado; no obstante, de lo que sí estaba seguro, era de lo mucho que, secretamente, lo había deseado.
No dijo nada, no había nada que decir; simplemente atrajo al chico de la cintura y correspondió con la mejor de las disposiciones. Sus bocas encajaban como las piezas de un puzzle, y la sensación era maravillosa.
Poco a poco, Levi comenzó a sentir cada pedacito de Erick: sintió el cálido aliento de este contra sus labios, sus largas pestañas cosquillearle los párpados, y su lengua dulce y ardiente danzar junto a la suya. Las chispas saltaron en su interior, y un extraño calor le recorrió todo el cuerpo; mil y un sentimientos que llevaban más de dos meses dormidos en su interior por fin despertaron.
Entonces él también se despertó.
Sus ojos dieron con el tejado del dormitorio y la sensación de una sábana cubriéndolo comenzó a despabilarlo. Se acomodó sobre el colchón, bostezó, y miró a su alrededor hasta dar con el reloj digital de la mesita de noche a su izquierda: eran las seis y once minutos.
A las seis y doce se estaba restregando los ojos mientras bostezaba de nuevo. A las y trece, lo que había soñado se estaba reproduciendo una y otra vez en su cabeza.
Mierda.
¿De verdad había soñado con Erick? ¿Con un mocoso al que le sacaba diez condenados años y que además era un chico? ¡Joder!
Él nunca había tenido esa clase de deseos hacia un chico, reflexionó Levi mientras se levantaba de la cama del cuarto de invitados. Se revolvió el cabello, que ya de por sí había amanecido desordenado, y caminó hasta la cocina con el objetivo de prepararse el desayuno.
Mientras el agua para el té se calentaba, puso dos rebanadas de pan bimbo en la tostadora y cruzó los dedos internamente, aunque de seguro se le quemaban igual. Antes de ir a por el aceite de oliva para las tostadas y la bolsita de té, se quedó admirando las vistas de la ciudad a través de las ventanas y sus pensamientos volvieron a dar con cierto chico de apariencia callejera que se había quitado la chaqueta del traje de muerto para besarlo en sueños.
En cuanto el agua estuvo lista, Levi la pasó a una taza junto a la bolsita del té y se dispuso a raspar las tostadas con un tenedor que, como había previsto, se le habían quemado. Después de añadirles el aceite, apoyó la espalda en la encimera y esperó por el té.
La cocina era americana, por lo que desde su lugar tenía una completa y exelente visión de todo lo que era comedor y salón. A elección de Hange cuando lo compraron, aquella parte del departamento estaba pintada en pistacho, mientras que el color del interior de las habitaciones fueron escogidos por él —gris y blanco en su mayoría. Le traía demasiados recuerdos, no por nada había pasado de dormir en la habitación principal al dormitorio de invitados. ¿Debería vender y mudarse? Quizás fuera lo mejor para su salud mental. Lo malo de ello era que a Levi no le agradaba nada la idea de que hubieran otras personas pululando por el mismo espacio que había compartido durante casi cuatro años con su esposa.
Un nuevo suspiro nació de su boca: faltaba un día para el cumpleaños de Hange. Finalmente había decidido que sí reabriría la cafetería, pero aquello llevaba un proceso. Tenía tiempo.
Pensándolo fríamente, por ese lado todo tenía una fácil solución; no obstante, ¿qué se supone que haría por el otro, donde sus sentimientos por Erick amenazaban con crecer y desarollarse dentro de él?
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