Eren observaba con fijación el sol desde que los primeros rayos del día habían asomado por el horizonte, siguiendo el comienzo del movimiento de rotación con la mirada triste, apagada. Por un lado, se maravillaba de las pequeñas ventajas de ser un muerto viviente: podía mirar el sol cuánto quisiera sin sentir la mínima molestia o quedar ciego; no obstante, por el otro lado se estaba comiendo la cabeza de forma constante, llegando a ser torturadora.
¿Volvería a ver a Levi? Era una pregunta un poco tonta dado que la tumba de su esposa quedaba casi frente a la suya, pero... ¿cómo sería su relación ahora que este era conciente de su estado? Eren tenía tantas dudas y miedos que le costaba identificar cada uno de ellos por separado. ¿Y si Levi no quería mantener lazos con un fantasma, porque le parecía espeluznante? Que sería lo más normal y razonable. ¿Y si se empeñaba en trasladar los restos de Hange hacia otro cementerio para no tener nada que ver con algo paranormal? ¿O si se volvía el típico loco que iba gritando que había visto un fantasma? No, eso no; hubiese hecho algo parecido esa noche. Y, lo que más lograba atemorizarlo: ¿volvería él a quedarse solo?
Un par de pasos apresurados lograron despistarlo de sus divagaciones, haciendo que voltease la cabeza en dirección de estos por reflejo.
Lo que vio lo dejó estupefacto.
—¿L-Levi? —inquirió Eren al tiempo que se ponía de pie, atónito. Sus labios formaron una pequeña "o" a causa de la sorpresa.
Levi lucía agitado, dejando en evidencia que había llegado corriendo; su cabello, normalmente prolijo, no se hallaba demasiado peinado y la mascarilla se inflaba y desinflaba constantemente al ritmo de su acelerada respiración. Tras recuperar un poco el aliento, se dirigió hacia él con paso firme y los bonitos ojos color tormenta reflejando decisión.
Al llegar a su lado, Eren pudo apreciar las ojeras que enmarcaban los mismos más pronunciadas que antes, las inusuales arrugas en su camiseta y los pantalones sin cinturón; en fin, un completo desastre que le produjo mil y una sensaciones.
Levi se quitó la mascarilla y habló.
—Necesito respuestas... por favor —suplicó apoyándose sobre sus rodillas. La voz le temblaba, razón suficiente para que tomara una profunda bocanada de aire antes de mirarlo a los ojos y poder continuar—. ¿Crees poder dármelas, Erick...? O... ¿es Eren?
Lo siguiente que se escuchó a los alrededores fue el agradable silbido de la brisa mañanera que agitaba las ramas más livianas de los árboles.
Eren no pudo evitar abandonar su expresión anonadada y sonreír con amplitud, presa de un alivio desbordante. Nuevamente, quiso llorar, pero esa vez los lagrimones que tenía atascados eran de pura felicidad. Pudo sentir cómo una inmensa ola de alegría y esperanza se abría paso dentro de él, iluminando sus emociones y enviando estremecimientos de puro nervio por todo su cuerpo.
—Es Eren —le contestó sin dejar de sonreír—. Y claro que puedo, Levi. Resolveré todas tus dudas, te lo prometo.
Levi lo miró con intensidad y, por un vergonzoso momento, Eren creyó que iba a besarlo. No obstante, este solo alzó la mano e hizo el amago de acariciarlo. Hizo el amago solamente, ya que nunca llegó a sentir el roce.
La mano lo traspasó como si él fuese un holograma.
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