Hello! Aquí Isita presente, en una racha de actualizaciones uwu. El único motivo de esta nota es avisar del largo del capítulo a diferencia de la mayoría, por lo que hay más posibilidades de que tenga algún error o repetición incómoda. Si es el caso, no duden en señalarlo en los comentarios para arreglarlo de inmediato. También, como llevaba mucho sin actualizar y la época en que escribí esta historia fue hace casi un año, tengo el temor de repetir alguna información que haga o haya hecho aparición en otro capítulo. Así que, si notan algo así, también háganmelo saber, porfi.
Espero y disfruten este nuevo capítulo que, debo decir, es bastante importante, ya que por fin se da a conocer el pasado de Eren. Kisisss!
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En cuanto ambos estuvieron sentados sobre la cubierta de la tumba de Eren —a Levi le iba a costar hacerse la idea—, él lo observó con atención, algo ansioso. A continuación, este comenzó con su relato.
—No todo lo que te he contado de mí es mentira —confesó Eren, fijando la vista en su regazo; sus manos, inquietas ante los aparentes nervios, descansaban allí—. Por ejemplo, en realidad la que fue atropellada mientras iba en bicicleta fue mi madre, no mi supuesto hermano. Solo usé su causa de muerte... —Levi notó como la expresión del chico se ensombrecía y sintió, con asombro, que su corazón reaccionaba a ello encogiéndose—. Tenía dieciséis años, y toda la vida había vivido solo con ella. Nunca me hizo falta un padre y nunca quise uno, mi mamá se esforzaba para que no me faltase de nada. Pero... un día salió a hacer unas compras en bici y nunca más volví a verla... viva, digo —explicó con una sonrisa triste—. Me llamaron del hospital unas horas después.
»Mis abuelos eran muy mayores y no podían encargarse de mí, así que tuve que mudarme aquí para irme a vivir con mi padre. —Esta vez, mientras hablaba, el ceño de Eren se frunció—. Él estaba casado y lo suyo con mi madre había sido una aventura pasajera hace muchísimos años, por lo que nunca sintió un especial interés en la probabilidad de tener un hijo bastardo: no quería arruinar su matrimonio con descendencia incluída. Pero bueno, todo se le vino abajo cuando le tocó cuidar de mí. Nunca estuve muy enterado de las peleas que tuvo con su esposa, ya que evitaban hablar conmigo presente, pero la tensión en esa casa era obvia.
»A pesar de que yo era la evidencia de la infidelidad de su marido, aquella mujer era muy amable conmigo; aunque, claro, también se le notaba incómoda, no puedo juzgarla por ello. En cambio, mi padre nunca se molestó en demostrar afecto hacia mí y siempre fue muy frío. —De repente, sus labios dibujaron una tibia sonrisa y Levi alzó las cejas ante el inesperado gesto—. Mi hermano mayor, mi hermano de verdad (bueno, medio hermano), fue el único que me mostró un poco de cariño; pudo haberme dejado tranquilo, a mis cosas, y limitarse a convivir en paz, pero él decidió estar siempre ahí para mí. Me hacía compañía a cada rato, me invitaba al cine o a comer fuera, y de alguna manera me ayudó a superar la muerte de mi madre. —Eren se llevó la mano al pecho, justo donde estaba su tatuaje, y sonrió con calidez—. Fue idea suya la de hacerme este tatuaje y mantener vivo el recuerdo de mi madre: ella era quien amaba las flores. Sus preferidas eran los tulipanes, tenía varias macetas por toda la casa; su favorito era el amarillo, y siempre solía decirme que el tulipán que me representaba era el rojo.
—Entonces, el tatuaje que te hiciste para recordar a tu supuesto hermano, en realidad pertenece a tu madre —lo interrumpió Levi, sin esperar una afirmación de la parte contraria. Luego se permitió bromear para aligerar el ambiente.—. ¿Y por qué rojo? ¿Eras un chico muy pasional?
El perro callejero lo miró con las mejillas enrojecidas.
—Bueno... —murmuró, encogiéndose en su sitio—. Decía que le ponía mucha pasión a las cosas...
Sin poder evitarlo, Levi esbozó una muy leve sonrisa. Aquel mocoso sin dudas podía llegar a ser muy adorable.
—Bien, continúa.
Erick; no, Eren, volvió a agachar la cabeza. Su voz entonces sonó más triste que nunca.
—Viví casi un año allí —continuó—, y llegó el día de mi cumpleaños diecisiete. Ese día Zeke, mi hermano, me llevó a comer y me regaló unos cascos para escuchar música, junto a varias chucherías. Pensé que con eso acabaría mi día, pero cuando llegué a casa, me encontré con la gran sorpresa de que mi padre me había preparado una fiesta con todos mis amigos de mi ciudad natal, además de que me tenía varios regalos. Fue algo bastante extraño, dado que últimamente lo único que hacía era mirarme mal y discutir con mi madrastra más de lo habitual; pero el pastel era de fresa, y la presencia de mis amigos me hizo demasiado feliz como para pensarlo en profundidad, así que... solo me divertí.
»Los tres días que le siguieron fueron aún más raros: mi padre me trataba con amabilid y se interesaba por mis cosas, me preguntaba cómo me iba en la escuela o si había hecho nuevos amigos. Uno de esos días, incluso me sacó a cenar y me pidió disculpas; me dijo que quería intentar ser un buen padre para mí. Yo no estaba demasiado empático, pero me lo creí; en verdad me lo creí —admitió riendo con amargura—. Al final, supongo que todo fue parte de un plan para deshacerse de mí sin levantar sospechas.
»Antes de empezar a ser amable conmigo, nos enteramos de que no-sé-quién había muerto en un accidente y su familia quedó sin nada; así que Dina, la esposa de mi padre, y prácticamente la que pagaba todo en esa casa, propuso hacernos un seguro de vida a todos. Era una mujer bastante nerviosa en cuanto a esos temas, y le gustaba tener todo asegurado. Y bueno, tal parece que eso le dio la idea a mi padre... —Eren apretó los labios durante un par de segundos antes de seguir con el relato—. Esos tres días después de mi cumpleaños, cuando Dina estaba trabajando y mi hermano se encontraba en el entrenamiento de béisbol, entró al baño mientras yo me estaba duchando... —Parecía estar a punto de llorar, sin embargo, no llegó a soltar una lágrima. Tal vez no podía, imaginó Levi—. Abrió la cortina y me sujetó la cabeza... y... contra la pared... Ni siquiera lo ví dudar... Apenas me dio tiempo a sorprenderme. Supongo que se hartó de que la prueba viviente de su infidelidad estuviera dejándolo sin su billetera personal.
Levi quería comentar muchas, muchísimas cosas, pero al mismo tiempo no sabía qué decir con exactitud. Maldición, era todo tan peliculero que le costaba creerlo. Erick; es decir, Eren había pasado por una etapa horrible y un final injusto.
En cuanto este lo miró en espera de lo que tuviera que opinar, dejó salir la pregunta que menos dificultad le causó formular:
—¿Quieres decir que tu padre estaba con esa mujer por dinero? Como dijiste su billetera personal...
El mocoso se encogió de hombros.
—Siempre lo pensé —contestó—. O sea, la engañó con mi madre, y seguro que no fue la única conque lo hizo, no le hacía demasiado caso a su otro hijo y... bueno, trabajaba en un simple taller de coches que no le daba demasiado. Dina era directora del hospital central y, como te dije antes, pagaba casi todo; en esa casa no faltaba de nada. Si se separaban, no perdía al «amor de su vida y madre de su hijo», perdía su cuenta bancaria. Quitándome del medio, tal vez tenía otra oportunidad de recuperarla y, de paso, cobraba mi seguro. Aunque eso es solo una teoría mía, a lo mejor sí la quería y sentía que yo estorbaba en su relación. O quién sabe, tal vez hasta la propia Dina estaba enterada; no es como si pudiera saber qué ha pasado desde que me fui.
—¿No puedes salir de aquí, o teletransportarte o algo así?
Ante su pregunta, Eren soltó una risita musical que, además de parecerle linda, tuvo un efecto balsámico. Levi también se sentía afectado por el sufrimiento del chico, así que su sonrisa lo reconfortaba.
—No, no puedo salir —respondió este con una nueva expresión de tristeza—. Tampoco tengo superpoderes, como los fantasmas en las películas. Es como si... mi alma, mi espíritu, o lo que sea, estuviera atada a mis restos, a lo que debe quedar de mi cadáver. No puedo alejarme demasiado de mi tumba, ya lo he intentado, y siempre que lo hago llega un momento en que algo no me deja continuar.
—¿Algo?
—Como una fuerza que me impide caminar.
—Ya veo...
Levi suspiró, hundiéndose en sus pensamientos durante los siguientes segundos.
¿Qué podía hacer por Eren? No tenía ni idea, pero se sentía terriblemente mal ante el hecho de no poder hacer nada para ayudarlo, siendo el único que conocía su injusta realidad. Lentamente, una ola de frustración y tristeza comenzó a invadirlo, apoderándose de sus emociones.
Así que, sin sentirse realmente seguro, lanzó una alocada propuesta.
—Yo... Quizás yo podría ayudarte —Eren lo miró con curiosidad—. Tú podrías, no sé, darme la dirección, y yo podría intentar averiguar... —¿El qué? ¿Qué podría intentar averiguar él?—. Podría intentar averiguar si se les ve aliviados de algo, como si fuesen cómplices, o si-
—¡No! —exclamó el perro callejero de repente, interrumpiéndolo. Él le dedicó una mirada de sorpresa que Eren le devolvió con determinación—. No quiero que te metas en nada de esto por mí, Levi... Ni siquiera sé por qué puedes verme, pero realmente te aprecio, has sido mi único contacto humano estos cinco meses que llevo muerto; mis amigos viven lejos, y aunque me visitaran más a menudo no podría hablarles, igual que mi hermano... A mí me basta conque sigas viniendo, por favor. Solo quédate haciéndome compañía.
A continuación, le sonrió con una enorme calidez, una que Levi sintió más abrasadora que el mismísimo sol. Para él, esos últimos días, Eren había sido su sol, iluminando y calentando hasta el rincón más frío de su persona.
¿De verdad no podía hacer nada por ayudarlo, por ayudar a su sol?
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